REFLEXIONES LATINOAMERICANAS SOBRE LA GLOBALIZACIÓN

 

La AGENDA LATINOAMERICANA'96 se complace en hacer a todo el 
Continente, y a sus amigos aliados, compañeros de esperanza de los 
pobres, esta PROPUESTA de reflexión/acción. 

Concebida sólo como un pequeño instrumento pedagógico, quiere 
estimular la reflexión y la acción de nuestros grupos, comunidades, 
centros populares... y también de los animadores e intelectuales que 
acompañan al pueblo en su vida y su lucha diaria, par a: 

analizar esta hora histórica, 
interpretarla con nuevos instrumentos teóricos y renovar nuestra 
esperanza, 
mantener la memoria histórica con una fidelidad creativa, 
compartir nuestro discernimiento y estimular nuevas reflexiones y 
acciones. 
Los animadores locales sabrán desarrollar mejorar en cada caso lo 
que aquí son casi sólo unos apuntes. Si nos envían los resultados de 
su elaboración pedagógica y, sobre todo, de la reflexión/acción de su 
grupo o comunidad, les quedaremos muy agradecid os y podremos 
quizá compartirlos a través de la AGENDA LATINOAMERICANA'97, 
además de que se harán candidatos al premio que en las páginas 
siguientes se señala. 


1. El fenómeno de la mundialización 

La mundialización se puede observar en cuatro frentes principales: 


La mundialización de los transportes 

Durante miles de años el ser humano vivió en relación solamente 
con sus vecinos próximos. Hubo grandes movimientos migratorios, 
pero no era posible establecer relaciones estables e intensas a 
grandes distancias. 

Después de miles de años sobre el mundo, las cosas cambiaron de 
un modo radical en el siglo XVI: la revolución científica incipiente 
permitió la innovación de grandes medios de trasporte como la 
carabela, la cual posibilitó la expansión de algunas pote ncias 
mundiales a grandes distancias hasta entonces inalcanzables. Esto 
fue lo que permitiría el comienzo de una primera «mundialización»: la 
expansión del capitalismo naciente, desde Europa al resto del mundo. 


La carabela fue sustituida por mejores barcos, hasta los actuales 
barcos mercantes y cargueros, capaces de trasladar al otro lado del 
planeta cantidades inmensas de mercancías. A su vez, la invención y 
desarrollo del tren, del automóvil y de la aviació n han posibilitado que 
desde hace ya unos decenios el mundo entero quede al alcance por 
una comunicación relativamente fácil y rentable. La distancia ha 
dejado de ser un problema insuperable. Esta revolución del transporte 
es el primer factor que posibili ta la mundialización 

La mundialización de las telecomunicaciones 

La telecomunicación permite la comunicación a distancia, sin 
trasladarse, sin transporte: podemos comunicarnos por medio del 
teléfono, el telégrafo, el télex, la radio, la televisión... 
Por primera vez en la historia, en la segunda mitad de este siglo la 
información inmediata abarca prácticamente a todo el mundo. Las 
noticias dan la vuelta al globo en segundos. Casi la totalidad de los 
ciudadanos pueden, virtualmente, seguir la marcha de la actualidad 
mundial. Algunos acontecimientos son observados en vivo por varios 
cientos de millones de habitantes del planeta. Dentro de poco, desde 
cualquier punto del planeta se podrán observar una media de 500 
canales de televisión. Muchos de ello s transmiten ya con alcance 
planetario, 24 horas cada día. El mundo se convierte en una «ciudad 
mundial», dirá MacLuhan. 

Los medios de comunicación social (mcs) se convierten en 
protagonistas fundamentales de la nueva sociedad. Todos los medios, 
pero especialmente la televisión, marcan profundamente a la 
sociedad, que se adentra en una nueva cultura, la cultura de la ima 
gen. Los mcs se convierten en el «alma» de la sociedad, su opinión, 
sus sentimientos, su conciencia. De alguna manera, existe lo que los 
mcs median, y deja de existir cuando ellos dejan de vehicularlo. Todo 
queda filtrado por los medios. 

Los mcs y las telecomunicaciones se convierten en el eje de la 
sociedad, con un inmenso poder. Quien controla los mcs controla la 
sociedad. Las nuevas tecnologías permiten ese control en grandes 
ámbitos: hoy día un periódico se escribe en un lugar y se imprime 
simultáneamente en varios países. Cuatro agencias suministran 
nueve décimas partes del total de noticias emitidas por la prensa, la 
radio y la televisión mundiales. Menos de 9 familias controlan el 90% 
de todo lo que los brasileños leen, ven u oy en a través de todos los 
medios. Las grandes cadenas de televisión (Globo en Brasil, Televisa 
en México...) son capaces de crear en unos meses un candidato a la 
República, de crispar o de calmar a toda una sociedad... 

Esto tiene un efecto de homogeneización cultural: los medios 
mundiales están extendiendo una cultura hegemónica, la de EEUU. 
Así por ejemplo, el 90% de las películas que se ven en Tailandia son 
estadounidenses y hacen inevitablemente una apología del « modo 
de vida americano». 

Hace sólo unos años ha alcanzado difusión masiva la utilización de 
los computadores. Es la revolución de la informática. Esta nueva 
revolución no tiene que ver -como las anteriores- con la utilización de 
la energía, sino con el manejo de la información: l a inteligencia 
artificial. Ahora podemos «procesar» la información, el conocimiento, 
a unas velocidades y con una cantidad de operaciones para las que 
el ser humano hubiera necesitado muchísimo tiempo. El computador 
permite manejar, incrementar, organizar la información de un modo 
que no ha podido imaginar ninguna sociedad anterior a la nuestra. Y 
este poder se ha «democratizado» por los computadores 
personales... 

De la producción y del comercio. 

Esta mundialización del transporte, su abaratamiento debido a la 
existencia de medios de transporte cada vez más eficientes, ha 
posibilitado la mundialización tanto de la producción como del 
comercio. Para exportar al otro lado del mundo ya no son necesarias 
aquellas largas y eternas caravanas de la edad media europea, que 
arriesgaban su vida para traer, a lomo de bestias, productos exóticos 
del oriente. 

Hoy cualquier producto puede ser puesto al otro lado del mundo en 
un plazo no mayor de tres semanas, y a un costo que puede permitir 
no encarecer el producto, sino, al contrario, competir con los 
productos locales. Así, México decide importar leche des de Australia, 
que aunque está al otro lado del planeta, puede ser colocada en las 
tiendas de México más barata que la producida por los ganaderos 
mexicanos. El transporte hace surgir así un comercio mundial, que 
produce una transformación inevitable de la s estructuras de 
producción de los diferentes países. 

La tecnología industrial se extiende prácticamente a todo el mundo, 
uniformando los procesos de producción. 

No sólo el comercio se hace mundial: también la misma producción. 
Apoyada en la misma facilidad de transporte, la producción puede 
fabricar cada componente de un producto en el lugar del mundo 
donde más barato le resulte, de forma que un producto ya no es 
producido en un país («made in...»), sino que puede considerarse 
más propiamente un producto fabricado «en el mundo». 

La mundialización financiera. 

El capital nunca tuvo patria, pero hoy además no reconoce 
fronteras, no pasa aduanas, no se deja controlar por los Estados. Ya 
no es propiamente un capital internacional, o multinacional, sino 
mundializado. Hoy ya se pueden realizar colocaciones de capital sin 
limitaciones geográficas. Antiguamente el capital seguía a las 
mercancías. Hoy, a caballo de la telecomunicación, el capital vuela al 
margen de las mercancías, vía computador. Más: a golpe de tecla en 
el computador el capital «viaja» y da la vuelta al mundo en segundos, 
invirtiéndose a sí mismo en los puestos más rentables, 
descapitalizando un país en unos minutos, o revalorizando un valor 
por una simple decisión política o financiera. Cada día las 
transacciones mundiales importan cinco mil m illones de dólares cada 
día... 

Antaño estaba claro quién era el poderoso que explotaba a los 
pobres. Pero ya en 1983 se calculaba que de las cien unidades 
económicas más grandes del mundo, la mitad eran nacionales y la 
otra mitad compañías transnacionales. El capital financiero está ahora 
tan ramificado que el patrón económico ya no tiene nombre individual, 
ni siquiera está en un país, sino que se ha diseminado por el mundo, 
y puede estar a mi lado, sin que yo me haya dado cuenta. El clásico 
«explotador» ya no tiene rostro ni nombre , sino que se ha fundido 
con el sistema mismo. Una visión realista del mundo ya no debe 
mirarlo desde la perspectiva geográfica sino económica. El mapa más 
real del mundo ya no es el geográfico, sino el económico. 


Posibles ejercicios. Poner en común: 

-de dónde (de qué país) proceden las cosas que utilizamos desde 
el momento en que nos levantamos (despertador, jabón, pasta de 
dientes, cepillo, espejo, grifo. ropa, lo que desayunamos, el bus que 
tomamos, los autores de los libros... 

-abrir un computador y ver de dónde son sus piezas... 

-qué cosas (paisajes, ideas, edificios...) conoces de países a los 
que no has viajado (por la tele, las películas...) 

-compartir experiencias de los que usan correo electrónico o 
acceden a internet... 


2. ¿Qué es la mundialización? 

La mundialización no es solamente la multiplicación y el 
ensanchamiento de las redes y vínculos entre los humanos, sus 
actividades, sus bienes, sus instituciones... Es «algo más». Hay veces 
en las que «el todo es mayor (algo más) que la suma de las partes». 
La mundialización no es simplemente «una internacionalización 
todavía mayor». Es la aparición de un «sistema», de una estructura 
sistémica adicional, que se nos impone a escala de mundo, que pasa 
a condicionarnos a todos en un nivel plane tario, más allá de las 
estructuras nacionales e internacionales. 

Esa «visión holística» (el descubrimiento de que hay un todo que es 
mayor que la suma de las partes) es importante. Sólo «ven» la 
mundialización aquellos que, más allá de la internacionalización, 
captan el nuevo sistema estructural, un condicionamiento global de 
todos en torno a todos y a escala de mundo, en el que las 
coordenadas clásicas de referencia (los estados nacionales, la 
soberanía e independencia...) se difuminan o incluso desaparecen. 

Hoy formamos ya de hecho, en varios aspectos, una sociedad 
mundial única. A pesar de que hablamos idiomas distintos, nos 
comportamos y vivimos de formas muy diferentes, la vida de los 
pobres del Sur está completamente condicionada por las decisiones y 
la forma de vida del Norte. Seguir pensando y viviendo en categorías 
de Estados, como si los problemas del mundo y de los pobres fueran 
problemas nacionales... es un error, o una excusa, o una «ideología» 
interesada que no nos deja tomar conciencia y actu ar como se 
debiera en una sociedad mundial única. Invento muy reciente en la 
historia, el Estado moderno, no es ya lo que parece, rebasado por las 
transformaciones históricas actuales. 

Estamos asistiendo a una situación en el fondo esquizofrénica: por 
una parte, de hecho -no a nivel de derecho ni de conciencia- somos 
una sola sociedad hace tiempo, una especie de «país mundial»; por 
otra parte no tenemos todavía conciencia de ello, y nuestro imaginario 
social sigue manejando estructuras mentales inadecuadas, categorías 
viejas que ya no responden a la realidad actual. 

Un cambio de época, no una época de cambios. 

La mundialización es pues un salto cualitativo, no sólo de un 
incremento cuantitativo de la internacionalización. Concretamente, 
llamamos mundialización a la emergencia de un sistema mundial que 
pone fin a la existencia de varias sociedades y nos c onstituye en un 
solo mundo. La mundialización no es una época de cambios 
internacionales, sino un cambio internacional de época. 

Es un fenómeno controlable, pero no evitable. 

La mundialización no es nueva. Es un proceso largo, que comenzó 
hace siglos. Lo nuevo es la conciencia que estamos teniendo de ella. 


La mundialización no es evitable. Está provocada por los avances 
técnicos y responde al ritmo del dinamismo humano. No es más que el 
efecto del desarrollo de las capacidades del ser humano, que al 
extenderse van haciendo que el mundo sea sentido cada v ez como 
más pequeño ("se va haciendo un pañuelo"). 

La mundialización se impone «a sangre y fuego»: aunque no 
hubiera mala voluntad de parte de nadie, el fenómeno mismo de la 
mundialización es violento, nos afecta a todos y violenta sobre todo a 
los débiles. 

Lo mismo ocurre con las transformaciones tecnológicas y 
económicas, que afectan a los vecinos quiérase o no, y ante esa 
situación la única solución es poner barreras comerciales o bien 
poner unas reglas de juego racionales y fraternas que impidan que e 
sas ventajas comparativas que comporta el proceso de mundialización 
sean utilizadas por unos para la explotación de otros. 

La mundialización es una nueva carabela que, puesta al servicio de 
los poderosos, puede servir para imponer -como en el siglo XVI- un 
proyecto de dominación, ahora plenamente mundializado. 


3. El neoliberalismo montado en la mundialización. 

•A partir del siglo XVI, de la mano de la raza blanca y la cultura 
occidental cristiana, el capitalismo ha sido exportado e impuesto a 
sangre y fuego en todo el mundo: aquella primera expansión 
capitalista occidentalizadora fue la primera mundializ ación. 

Potenciado ahora por la mundialización tecnológica, ese mismo 
capitalismo, bajo la forma actual de neoliberalismo, ha agudizado 
hasta límites ya insostenibles sus peores tendencias, que han sido, 
clásicamente, la de aumentar las diferencias sociales y la de destruir 
la naturaleza. Fijémonos sobre todo en el aumento de las diferencias 
sociales. 

•Ya a la altura de los años 60 se decía: "La disparidad de los 
niveles de alimentación de la humanidad es ahora mayor que nunca, y 
el número de seres humanos que viven en condiciones de hambre y 
de desnutrición es actualmente superior a ninguna época de l a 
historia del mundo" (Informe de la ONU de 1962). Y: "Un 
estadounidense goza de una renta per cápita de más de 3500 US$, 
mientras que 40 naciones del subdesarrollo no exceden de una renta 
per cápita de 120 $" (Robert McNamara, discurso de febrero de 1967 
). 

Y es bueno recordar que los jóvenes de la «Revolución de mayo de 
1968» se echaron a la calle indignados por la idea de Marcuse (en 
«El final de la utopía») de que lo que hasta entonces había sido una 
utopía imposible (el que todos pudiéramos vivir huma namente), por 
entonces estaba pasando a ser una posibilidad real (había ya en el 
mundo suficiente riqueza para que todos viviéramos dignamente; 
hasta entonces no la había habido). 

Esta mala distribución de la riqueza en el mundo no sólo no se ha 
corregido desde aquellos años en que se tomó una conciencia tan 
clara (y hasta revolucionaria) de ello, sino que se ha aumentado: la 
participación del 20% más rico de la humanidad era en 1960 treinta 
veces mayor que la del 20% más pobre, y en 1991 es 61 veces mayor 
(datos del PNUD de 1994). Cuando ese 20% no se refiere a los 
países, sino a las personas, la diferencia aumenta a 150 veces. 

El dominio de los grandes grupos financieros e industriales y la 
concentración de la riqueza en unos pocos ha sido un fenómeno 
constante a lo largo de estos 50 años y se ha intensificado en la 
última década. Así, cuando en 1960 el 20% más pobre de la p 
oblación del planeta se repartía el 2'3% de la renta mundial, este 
porcentaje ha disminuido al 1'7% en 1980 y al 1'4% en 1990. Mientras 
el 20% de los más ricos pasaba del 70'2% en 1960, al 76'3% en 1980 
y al 82'7% en 1990. 

En 1991 el 20% más rico de la población mundial detenta el 84'7% 
de PNB, el 84'2% del comercio, el 85'5 del ahorro interno, el 85% de 
la inversión interna. El 20% más pobre tiene el 1'4 del PNB, el 0'9 del 
comercio, el 0'7 del ahorro interno, el 0'9 de la inversión interna. 

En medio de este (des)orden mundial, no sólo hay desigualdad, y 
desigualdad creciente, sino que los pobres financian a los ricos: el 
flujo de capitales es adverso al Sur, que entre 1983 y 1989 ha 
transferido al Norte 242.000 millones de dólares. 

Estos son los efectos que el neoliberalismo está produciendo al 
hegemonizar el mundo en un momento en que además se sirve de las 
posibilidades de mundialización que permite la tecnología moderna. 

•Por eso, es necesario distinguir. 

Para muchos, mundialización es sinónimo de captación de 
mercados, concentración de la producción, del mercado, del capital... 
y por tanto, quiebra de las empresas pequeñas, desempleo, 
marginación de masas enormes que quedan excluidas del sistema... 
Per o esto no es la mundialización, sino la mundialización neoliberal. 
El neoliberalismo imperante está subiéndose en el caballo de la 
mundialización (comunicaciones, tecnología, comercio y producción 
mundial, finanzas...) y eso multiplica geométricamente sus efectos 
devastadores a todo lo ancho del planeta: aumenta la miseria, el 
desempleo, la exclusión de las mayoría... mientras crecen las fortunas 
de los poderosos, se concentran los capitales y el poder. 

La mundialización no es necesariamente eso, no tiene por qué ser 
así. La mundialización es ese proceso de unificación mundial que, 
posibilitado por la tecnología, hace que surja sobre el conjunto de los 
países un sistema mundial que a todos nos engloba y nos hace 
afectarnos mutuamente en todos los niveles, tanto en la 
infraestructura, como en las conciencias y hasta en los valores más 
profundos. Una mundialización bien dirigida podría acercarnos mejor a 
la utopía de una sociedad unificada, plural, herm anada, con 
capacidad para superar definitivamente sus lacras y desigualdades. 
Actualizando a Marcuse, que lo dijo hace 30 años, diremos que hoy 
esa utopía está más a la mano que entonces, más que nunca, gracias 
precisamente al fenómeno de la mundializació n. 

•La mundialización, en sí misma, es buena: permite la comunicación, 
la unificación de la familia humana, el enriquecimiento mutuo, la 
participación de todos en procesos mucho más amplios, la 
colaboración, la solidaridad, la construcción más universaliz ada del 
bien, la aceleración de la reflexión comunitaria, la maduración de la 
conciencia humana y, con ello, la evolución y mejora del destino de la 
humanidad. La mundialización -en sí misma, no en la orientación 
neoliberal que se la ha dado- responde a l os procesos inherentes al 
dinamismo humano. 

La mundialización neoliberal, por el contrario, aprovecha las 
posibilidades de la mundialización para su egoísmo de acumulación, 
aun a costa de mantener el mundo dividido y cada vez más dividido. 

•No distinguir entre la mundialización y «lo neoliberal» de la 
mundialización actual, es un grave error de perspectiva. Tomar, como 
consecuencia de esa confusión, una actitud contraria a la 
mundialización, es un error histórico. 

Pero la mundialización, en sí misma, no es mala, y además es 
inevitable. Por eso, nosotros estamos por la mundialización, pero por 
«otra mundialización», o por una mundialización «otra». 


4. Lo que ya no volverá. Cambio de paradigma. 

Cambio de época, no sólo época de cambios... 

Desde siempre, los pobres, y todos los aliados con su Causa, 
fraguaron su esperanza de Liberación dentro del esquema de 
pensamiento dentro de su propia época. Por eso, en el pasado, la 
«estrategia clásica de liberación» consistía en la emancipación 
nacional de un país, que pasaba a ser apoyado por el bloque 
socialista, esperando que otros países se sumaran a ese camino y se 
produjera el efecto dominó. 

Lo avanzado del proceso de mundialización en curso ha quebrado 
este esquema de pensamiento. En un mundo tan unificado -tan 
unificado de modo neoliberal, precisamente- no es viable ya aquella 
«estrategia clásica de liberación», porque no es posible una 
emancipación «nacional» en un marco de «neoliberalismo 
mundializado». Hay que «cambiar de paradigma». 

Adviértase: no es que aquella estrategia de liberación haya de ser 
abandonada porque fuese mala o inadecuada, o imposible, no. Aquél 
era el camino correcto en aquel momento, era lo que había que 
hacer, y los mártires lo sellaron gloriosamente con su sa ngre. Pero 
las condiciones históricas cambiaron radicalmente, y hoy, por aquél 
camino, ya no sería posible conseguir la Liberación (que sigue siendo, 
hoy como ayer, imperturbablemente, la Utopía máxima, el sentido de 
nuestra vida y de la Historia). 

Estamos en otra época, y para comprenderla se necesita un 
paradigma nuevo, del cual se derivará una nueva estrategia para la 
acción. 

Paradigma y estrategia 

El paradigma nos lo proporciona este hecho mayor que estamos 
descubriendo en el mundo de hoy: la mundialización, ese «algo más» 
que no habíamos descubierto, y que quizá fue el causante de algunas 
de las derrotas mayores. No estamos en el mis mo mundo (en el 
mismo sistema) cuando hablábamos de internacionalismo, como hasta 
ahora, que cuando hablamos de mundialización, como de ahora en 
adelante. El paradigma de la mundialización reestructura todas las 
categorías, que fueron creadas y desarrolla das en una ya superada 
perspectiva de sociedad internacional, de Estados nacionales. Todo 
queda reformulado. 

¿Y la estrategia? Las emancipaciones nacionales locales ya no son 
posibles, como antes no lo era la emancipación de una sola ciudad de 
un país. Hoy el mundo entero tiene una cohesión semejante a la que 
en tiempos pasados tenía una nación o Estado. 

Más aún: aunque fuera posible «tomar el poder» en un país por 
una revolución nacional, no sería posible mantenerlo en medio de una 
sociedad envolvente enteramente contraria, porque ya no existe la 
autarquía nacional. En este mundo mundializado neoliber almente, los 
Estados ya no son (ni política ni económicamente) lo que eran. Seguir 
entendiendo el mundo y el futuro de la historia desde un mapa 
geográfico de Estados nacionales es un equívoco. El nuevo mapa, 
como ya hemos dicho, es económico, y desde hac e tiempo señala 
una sola sociedad mundial. 

Se acabó un ciclo de los procesos de liberación de los pobres. Se 
acabó el ciclo de las «revoluciones armadas». Con el proceso de 
mundialización (además «neoliberal») las condiciones del mundo 
cambiaron drásticamente. Los movimientos de liberaci ón habrán de 
reformularse a sí mismos y habrán de rediseñar nuevas estrategias 
de liberación. El poder ya no «se tomará» en «un» país, sino en ese 
«único país que es el mundo», y con las «armas de la conciencia»... 
Ya no se puede pensar en nuevas revoluci ones al estilo de las 
anteriores... 

Las mismas ciencias sociales están desconcertadas, porque todo 
su conocimiento estaba expresado hasta ahora sobre la idea de la 
sociedad nacional, que permeaba todos sus objetos de estudio: 
partidos políticos, movimientos sociales, Estado y soci edad civil, 
independencia, territorialidad, ciudadanía, democracia, tiranía, 
revolución, mercado, economía nacional, planificación, moneda, 
política económica... Pero el Estado/nación moderno ya no es lo que 
fue. Siendo un invento de hace sólo cinc o siglos (la humanidad ha 
pasado mucho más tiempo sin Estados que con ellos ) parece que 
está llegando la hora de superarlo. Va a seguir habiendo Estados, por 
un tiempo, pero sólo los desapercibidos siguen pensando que viven 
en los Estados como los de ant es (soberanos, independientes, 
autárquicos...). 

Tampoco los partidos políticos tampoco son ya lo que fueron. 
Fueron la vanguardia de la acción política, a la cual se supeditó todo, 
por considerarla el instrumento principal para la consecución del 
elemento privilegiado de la sociedad, el poder . Habiendo cambiado la 
estrategia global, los partidos ya no son lo que fueron. Causas como 
la de la Mujer, la defensa de las culturas indígenas, las tareas 
locales... que en épocas anteriores quedaban subordinadas asa toma 
del poder del Estado y por tant o a los partidos, ahora pasan a primer 
plano, y son los partidos los que pasan a ser «retaguardia» de la 
sociedad civil organizada. 

Conclusión: lo que ya no volverá 

Son muchas las realidades y planteamientos que, dados por 
supuestos hasta hace unos años, hoy ya no existen y, además, no 
van a volver. No hay nada a lo que esperar. 

Es comprensible el desconcierto de muchos como primera reacción; 
pero hay que despertar. Hay que desterrar toda nostalgia (no la 
legítima y necesaria memoria histórica) para no quedarse mirando 
hacia atrás, sino para adentrarnos en el nuevo Continente 
inexplorado del planeta mundializado. Para ser fieles a los mismos 
valores y principios, hay que hacer cosas nuevas y distintas. 
Paradójicamente, para ir al mismo sitio, hoy hay que ir por otro 
camino. Para ser igualmente revolucionarios hay que serlo y hacerlo 
de forma diferente. Cambia la forma: el paradigma y la estrategia. 
Pervive el contenido: la utopía. 


5. Las grandes mentiras del sistema (de la mundialización 
neoliberal). 

No debemos dejar que el sistema nos engañe. Algunas de sus 
autoproclamadas glorias son precisamente sus puntos flacos, sus 
mentiras más profundas. Veamos las principales: 

1. «El mercado libre, principio fundamental» 

El «mercado libre» como libertad total y sin regulación es en sí 
mismo una libertad ficticia: el lobo y la oveja no pueden firmar un 
pacto de libremercado si no pactan simultáneamente un acuerdo de 
no agresión y de respeto mutuo (sobre todo del lobo ha cia la oveja). 
El «mercado libre», se viene a reducir a la ley del más fuerte, como 
ley de la selva. La libertad sólo funciona entre iguales. La libertad de 
uno acaba donde empieza la libertad del otro. El mercado, dejado a 
su propia inercia, no tiene pie dad de los más débiles, no es humano 
ni ético. 

Los países ricos imponen a los pobres la apertura de sus 
mercados. Pero la enorme desigualdad comercial existente, dejada a 
su propia inercia, como mercado libre, destruye la industria y la 
producción de los países pequeños, los llena de desempleo, los deja 
inermes y en total dependencia respecto a los poderosos. Con ello el 
sistema expulsa del mercado a los pequeños y medianos productores, 
quedándose todo cada vez más en menos manos, las de los más 
poderosos, concentrándose en empresas multinacionales que 
controlan todo, imponen sus precios... No es desinteresada 
precisamente la proclamación del mercado libre por parte de los 
poderosos (cfr. Eduardo Galeano en esta Agenda) 

No hay «mercado libre» para la fuerza laboral. Si el mercado libre 
es el principio máximo de esta organización mundial, debe ser libre 
para todo, también para la circulación de la mano de obra. Igual que 
se la admite ya al interior de EEUU o de la UE, debe admitirse a escala 
de ese proclamado «mercado libre mundial»: los pobres ofrecen una 
mano de fuerza laboral «competitiva», a mejores precios; en un 
mercado libre mundial, deberían poder exportarla sin aduanas ni 
proteccionismos... 

Si el mercado libre fuera cierto los países pobres podrían obtener 
unas ganancias económicas basadas en su propio trabajo, en justicia, 
y no necesitarían de las «ayudas» caritativas. Por ejemplo, 
Centroamérica, con la venta de sus competitivas bananas en un 
mercado realmente libre (hoy protegido en EEUU y la UE) ingresaría 
diez veces más de lo que suma la ayuda total que recibe anualmente. 
Con gusto renunciaría Centroamérica a todas las ayudas que recibe 
si le dejaran vender sus propios productos en un mercado dizque 
libre... 

Sólo el 7% del mercado internacional cumple las leyes del mercado 
libre del GATT; el resto del mercado mundial está protegido. EEUU, la 
Unión Europea y los países ricos subsidian a su agricultura y otros 
productos, en detrimento de los intereses de los agricultores del 
tercer mundo; entran en guerras comerciales unos con otros (Japón 
con EEUU...), pero exigen una apertura omnímoda de los mercados 
de los países pobres. 

2. «El nuevo orden mundial es democrático» 

Los países poderosos exigen a los pobres democracia, para 
considerarlos sujetos beneficiarios de los créditos internacionales, y 
se consideran a sí mismos modelos en este campo. Pero su 
democracia es sólo hacia dentro; hacia afuera las reglas del j uego 
son otras. 

La ONU no es un organismo democrático. No todos los países son 
iguales en la ONU. Hay países que tienen «derecho de veto» en el 
Consejo de Seguridad, por lo que pueden oponerse a la voluntad de 
todos los demás. ¿Democracia? 

Los organismos económicos internacionales (FMI, BM, G-7...) se 
han constituido en los árbitros todopoderosos de la vida económica 
de los países pobres. Con el chantaje de la concesión de los 
necesarios préstamos, estos organismos dirigen la economía de los 
países pequeños; éstos ya no tienen soberanía sobre su propia vida 
económica. Asistimos a una «dictadura económica» mundial por parte 
del BM y del FMI, organismos en los que, por otra parte, unos pocos 
países ricos acaparan los votos. Estos organismo s mundiales (los 
económicos, los que toman decisiones políticas) cuanto más poder 
manejan, menos democráticos son. 

Estos organismos económicos hace tiempo que están funcionando 
ya, en parte, como un gobierno mundial de facto, con el agravante de 
que van imponiendo su autoridad de un modo no democrático, pues 
nadie les ha elegido ni les ha otorgado su mandato, y ade más no 
«gobiernan democráticamente» a favor de todos, sino según los 
intereses de los poderosos, con plena antidemocracia... Es necesario 
plantearse ya el tema del gobierno mundial... (cfr Jan Tinbergen en 
esta Agenda) 

3.«Estamos mal, pero vamos bien, ¡paciencia!» 

Sin contrincante, el neoliberalismo no necesita ya ponerse una 
careta de humanismo (subir salarios, dar prestaciones sociales, 
respetar a los sindicatos...). Se siente fuerte y actúa sin 
contemplaciones, más excluyente que nunca. Pero ha de dar una 
explicación a las durísimas condiciones que impone a los pobres, y es 
ésta: es un «ajuste necesario, que va a traer mucho sacrificio, pero 
que a largo plazo será bueno para todos». 

La «reconversión» neoliberal del aparato productivo implica un 
costo social muy fuerte: desempleo, exclusión, salarios congelados... y 
ese precio lo hace pagar sobre todo a los pobres. Cuando el aparato 
productivo sea más rentable todavía (no se sabe c uántos años 
habrán de pasar), entonces podrán los dueños del mismo dar alguna 
participación a los empleados (los desempleados no cuentan para el 
sistema, sobran, no existen). 

Y se nos dice: «No hay otra salida. Estamos mal (ajustes, 
desempleo, hambre...), pero vamos bien (es el camino correcto, no 
hay otro)». Muchos pobres han introyectado dentro de sí esta 
«cultura de la desesperanza», creen en las promesas del neoliberali 
smo y le votan y lo suben al poder... Por eso el capital se esfuerza por 
controlar los mcs... 

Es verdad que «no hay salida» mientras el capital y el sistema exija 
los altos márgenes de rentabilidad y explotación a que se está 
acostumbrando. La que fue la «década perdida» para el desarrollo de 
América Latina, la de los 80, fue también la década de mayores 
beneficios sostenidos de la banca a escala mundial... No hay otra 
«salida» que la de obligar al capital internacional a dejar de ser 
explotador y a ponerse al servicio de la humanidad, y no de sí mismo. 


Grietas que son pistas 

Estas que son las grandes mentiras del sistema son también su 
«talón de Aquiles», sus puntos débiles, las grietas que se abren y que 
nos dan una pista para luchar contra él. Hay que tomarle la palabra y 
pedirle que la cumpla lo que proclama, ¡qué m enos! 

Si habla de mercado libre y nos lo impone, tomémosle la palabra y 
exijámosle mercado libre (fin de sus proteccionismos) frente a 
nuestros productos competitivos. Paradójicamente, en esta coyuntura 
de la historia, algunas exigencias tradicionalmente ten idas por 
«burguesas» pueden ser ahora profundamente revolucionarias... 

Si el sistema se preocupa por inculcar la cultura de la desesperanza 
(«no hay salida»), es de capital importancia denunciarla, para que ni 
se justifique ni consiga adormecer a las masas. La concientización 
popular no se pasó de moda: ¡continúa siendo u na urgencia 
inaplazable! Pero hay que acertar en los puntos claves. Y hay que 
volver a la masa, a la que hemos perdido encerrados en nuestros 
pequeños círculos capilares de concientización. Los mcs son el nuevo 
desafío. Frente al gran capital, los pobres y sus aliados necesitamos 
adentrarnos por las grietas de democratización de los sistemas de 
comunicación que están surgiendo (como en un descuido del sistema) 
para conquistar de nuevo la opinión pública y el corazón de las 
masas. 


6. Mundialización: buena noticia y desafío. 

Desde hace tiempo, somos ya «un solo mundo» 

Estamos en un mundo tan unificado e interdependiente, que nadie 
es soberano ni autónomo, ni puede sentirse no afectado ni 
enteramente responsable de todo lo que tiene, sabe, sufre... Ya no 
hay nada que se pueda definir independientemente. Todo está 
inter-relacionado y en proceso dinámico. No «hay ricos y pobres», 
sino «enriquecidos y empobrecidos». No hay países simplemente 
pobres o ricos, sino colonizados, neocolonizados, oprimidos, 
dependientes, empobrecidos... y colonizadores, imperialistas, dom 
inantes, enriquecidos... Somos desde hace tiempo, fácticamente, un 
solo mundo, y todos llevamos en nuestra vida las marcas de la historia 
y de la convivencia en este mismo planeta. 

Pero no lo aceptamos. 

A pesar de que ya estamos muy mundializados nuestras estructuras 
mentales y políticas son aún fragmentarias, divididas en Estados 
nacionales (que se creen independientes y soberanos) y divididas por 
el individualismo (que nos hace creer que cada un o tiene su derecho 
y su autonomía, y que por eso se pregunta: «¿qué tengo que ver con 
mi hermano?»). La ignorancia de los mecanismos de mundialización 
da como resultado una visión ingenua de la realidad: «si algunos 
países son pobres, eso es problema suyo », piensan los poderosos; 
«si somos pobres, la culpa es nuestra», pensamos con frecuencia en 
el tercer mundo; no es fácil descubrir que la pobreza mundial es 
también fruto de la historia pasada y de las estructuras actuales. Hay 
algo que no nos deja ver.. . 

Hay un «imaginario social» que no deja ver... 

Estos son varios de sus elementos: 

1. La categoría «Estado». La sociedad moderna tiene pensado todo 
desde esa categoría, considerándola como el marco en el que se dan 
las valoraciones jurídicas (como antes fueron la tribu, el clan...). Así, 
las desigualdades que se dan en el inte rior de una nación se juzgan 
injustas, mientras que las mismas diferencias, si se dan entre grupos 
o personas de diferentes Estados pasan a ser consideradas como 
pertenecientes al campo de lo éticamente deseable, pero no de lo 
jurídicamente exigible. Por ejemplo, las diferencias entre dos 
sudafricanos por razón de su raza son consideradas como injusticia 
flagrante, por racismo; mientras que si esa misma diferencia se da 
entre un negro africano y un blanco europeo, será considerada muy 
lamentable, pero no impugnable en términos de justicia. La justicia 
queda confinada al marco del Estado; por encima de él sólo se 
permite apelar a la «caridad», la beneficencia, la ayuda... 

Pero el Estado es un marco inútil, cuando con la mundialización 
¡nuestro país es el mundo!. Seguir pensando en términos de 
relaciones internacionales (entre Estados) en vez de relaciones en el 
interior de una misma sociedad (en un solo mundo) es uno de los más 
fuertes apoyos para mantener el desorden actual del mundo. 

2. La ceguera ante la mundialización en curso: no queremos verla. 
El mundo prefiere seguir su marcha dividido en Estados; prefiere no 
darse cuenta del cambio que se ha dado con la mundialización, para 
no tener que cambiar. 

3. La aceptación de los varios mundos. Nos resignamos a que haya 
varios mundos: uno puede ser tercero y otro puede permitirse el lujo 
de ser primero. Cuando reconozcamos que sólo hay un mundo, el 
primero deberá renunciar a serlo. Hace falta sacudir se y 
sorprenderse de que aceptemos con pasividad las flagrantes 
desigualdades de esta familia humana... 

Pero, ¡es verdad que somos un solo mundo! (buena noticia) 

La mundialización en curso hace realidad práctica lo que en teoría 
ya se daba. Nosotros ya sabíamos que todos los seres humanos 
somos hermanos y miembros de la misma familia, pero estábamos tan 
distantes físicamente y tan independientes que no podí amos ejercer 
esa hermandad aunque hubiéramos querido (por ejemplo Europa y 
Abya Yala hasta el siglo XVI). Ahora ocurre lo contrario: aunque no 
quisiéramos reconocer que somos hermanos, estamos obligados a 
vivir como tales, o al menos como vecinos, como tr ipulantes de la 
misma y única nave espacial, que se nos ha hecho tan pequeña... 

Somos una familia, y la mundialización actual no hace sino hacernos 
más conscientes de la urgencia de vivir como tal familia. El mundo es 
nuestra casa, el hogar de todos, y así como, si se da un incendio en 
la cocina no nos desentendemos como si eso fuese asunto de nuestro 
hermano que está en la cocina, así, no podemos dejar nuestro tercer 
mundo abandonado a su responsabilidad porque sea «asunto suyo». 
Es asunto nuestro. Hoy más que nunca el mundo se ha hecho 
pequeño y es nuestra casa común. Todo lo que o curre en él es 
asunto nuestro. La palabra del sabio romano vuelve a la actualidad: 
«Soy humano, y nada que sea humano me es ajeno». 

La mundialización hace ridícula la pregunta de Caín: «¿qué tengo 
que ver con mi hermano?». Hoy, si no acepta uno la solidaridad por 
principios éticos o religiosos, debe al menos rendirse ante la evidencia 
de que somos solidarios por estar en la misma ( y tan estrecha y 
frágil) nave espacial. 

Y, ¡debemos ser un solo mundo! (desafío) 

Ya nadie puede decir «yo no tengo que ver con los problemas de 
esa parte del mundo». Ya no hay tercer mundo ni primer mundo, sino 
un solo mundo. Decir que existe un tercer mundo es una forma de 
justificarse para poder seguir siendo primer mundo. To dos los 
desastres, desmanes, pobreza, miseria... que se dan en el mundo, se 
dan en mi mundo, ¡en mi propia casa!... ¡son cosa mía! Ni siquiera 
debemos pensar que eso se da en otro país, en otro Estado, como si 
fuera problema de relaciones internacionales. El individualismo es 
absurdo tanto a nivel de personas como de Estados. 

Lo que hemos considerado en décadas pasadas como el «pecado 
social» ha de ser redescubierto hoy como parte del pecado social 
mayor: el «pecado social mundial». La «violencia institucionalizada» 
hoy la descubrimos instalada en la sociedad mundial; es un a 
violencia institucional mundializada, un «(des)orden mundial». La 
desigualdad en el mundo, constantemente creciente durante tantas 
décadas, ha de ser considerada como el desafío mayor para una 
conciencia actual, humana o cristiana. 

Si en las décadas pasadas el signo mayor de nuestro tiempo fue 
correctamente percibido en la «injusta e inhumana pobreza», hoy hay 
que percibir esa misma pobreza concretamente desde su aspecto de 
desigualdad flagrante en un único mundo mundializado; és te sería 
hoy el signo mayor, un «signo de los tiempos». 

Hoy día, subsumidos los Estados en una única sociedad mundial, la 
justicia debe ampliar su relevancia hasta las fronteras del planeta. Y 
esta justicia habrá de enfrentarse decididamente con el monstruo del 
«pecado social mundial». Que una misma sociedad e sté dividida en 
varios mundos y hasta submundos, es un problema netamente de 
justicia, ante el que la caridad y la beneficencia han de ser 
sumamente cuidadosas para no encubrirla. 

Combatir a división de este mundo y exigir que se combatan las 
desigualdades y la miseria es hoy el primer deber de todo «ciudadano 
mundial». Y es el deber más radical y revolucionario. Hoy la vieja 
revolución consiste en verificar (hacer plenamente ve rdad) la unidad 
del mundo, mediante la transformación del sistema mundial. Cualquier 
paso que demos en esa transformación en la línea de la justicia, será 
más eficaz y salvador para la vida de los pobres que todas las 
«ayudas» y «proyectos de desarrollo» con que se les quiera 
beneficiar. La «beneficencia» no dejará de ser un tanto injusta, 
siempre que dé por caridad lo que es debido por justicia y en cuanto 
legitime (por no denunciar, ocultar, o suavizar) la injusticia del mundo, 
el pecado social mundial. 


7. Actuar: provocar la otra mundialización. 

La utopía de la Liberación debe pasar hoy por la dinámica de la 
mundialización, pero de «otra» mundialización. Hacer que la 
mundialización sea «otra» deberá ser en definitiva la nueva estrategia 
de liberación. 

La nueva estrategia de liberación se configura sobre el paradigma 
de la mundialización. Parte del redescubrimiento de la injusticia mayor 
de nuestro tiempo, que no es la que se da en algún país concreto, 
sino la que se da a escala de mundo, en una hora histórica en que no 
sólo sabemos (como siempre) que somos hermanos, sino que además 
se nos hace evidente por una interdependencia creciente que causa 
la mundialización. 

Sólo ha cambiado pues la mediación, la estrategia, la expresión de 
lo que queremos; pero lo que queremos, la utopía es la misma de 
siempre: un mundo liberado, hermanado, fraterno, unido por el amor y 
la justicia (lo que Jesús y los cristianos llamamos ¡el Reino de Dios!) 

Todo lo que en las décadas pasadas dijimos acerca de la 
necesidad del compromiso social y político sigue enteramente vivo. Lo 
que va a cambiar, lógicamente, son las mediaciones, los medios y las 
metas concretas intermedias, los pasos que hay a dar en e l mismo 
camino que, inesperadamente, cambió de paisaje y nos dejó 
desconcertados. 

La Liberación hoy se llama construcción mundial de la justicia o 
construcción de la justicia mundial, es decir, transformación de este 
mundo que vive la contradicción de estar mundializado en su 
infraestructura y se empeña en vivir fragmentado en Estad os, dividido 
escandalosamente en primer y tercer mundos. 

La liberación hoy será mundial, o no será. Porque los sistemas ya 
no son nacionales-locales. El sistema neoliberal es contrario a la 
verdadera mundialiación, por esencialmente individualista y 
excluyente. Por eso, nos oponemos al modo neoliberal de con ducir la 
mundialización. Queremos «otra» mundialización. Por ella luchamos. 
¿Cómo? 

7.1. Una concientización mundializante 

La mediación para la liberación no va a ser la toma del poder (vía 
política de la democracia electoral) sino la «toma de la conciencia». 
Habrá de ser una maduración de conciencia, por persuasión. Hoy la 
concientización será una concientización mundiali zante. Las 
«estructuras» que hay que cambiar ahora con más urgencia son las 
mentales. Se trata de concienciar la mundialización; de mundializar la 
conciencia. 

Urge tomar conciencia de la mundialización profunda, la que se da 
en el nivel humano, cósmico, ético y teologal. Somos un solo mundo, y 
si tuviéramos conciencia clara de ello viviríamos de verdad en él, y no 
en los varios mundos, divididos y esquizofré nicos, en los que hoy 
vivimos. Hay que hacer conciencia de esta mundialización, toma de 
conciencia será hoy, de nuevo, una forma de politización de la 
sociedad. Con la concientización, en cualquiera de sus formas, 
estamos mundializando el mundo, forzándol e a ser, a saberse y 
actuar como «uno solo». 

7.2. Movilización de la sociedad civil 

Hoy hay cada vez más consenso en que no se trata ya de tomar el 
poder político sino de construir un nuevo poder: el de la sociedad civil: 
la familia, las comunidades, lo local (comunal o barrial), la educación 
(formal o popular), la cultura y la re ligión popular. Los partidos 
políticos deben ahora seguir a la sociedad civil, y servirla, y no ser 
servidos por ella (como en la coyuntura pasada). Y, desde abajo, y 
desde lo local, se trata de ir construyendo la sociedad civil mundial. 

7.3. Por la Patria Grande a la Patria Mundial 

Mundializar no es homogeneizar a todos en el «american way of 
life». Así hace la mundialización neoliberal, que ignora y desprecia las 
culturas e impone su modelo neocolonizador. 

La mundialización que soñamos consiste más bien en fecundar el 
mundo con las riquezas y culturas de todos los pueblos, sabiendo que 
cada uno tiene una aportación original e insustituible. Las culturas 
indígenas, por ejemplo, no deben mantener su identi dad por una 
concesión benévola de la sociedad envolvente, sino porque sólo con 
su concurso se podrá construir la sociedad mundial verdaderamente 
plural. Ellas son redescubiertas hoy como la fuente quizá más original 
de valores y formas de vida realmente h umanos y universalizables. 

La mundialización que pretendemos no disuelve las identidades en 
una «macdonalización» del mundo, sino que fomenta las identidades 
culturales de cada pueblo y cada persona. La Patria Grande ha de 
aportar al mundo una nota bolivariana, fuente de utopías y 
esperanzas. Sólo siendo profundamente latinoamericanos e hijos de 
nuestro pueblo podremos hacer una aportación real y positiva a la 
construcción de la Patria Mundial. A ésta sólo podremos ir por la 
Patria Grande. Hacer Patria Grande es nuestro modo de mundializar. 


Y viceversa: sólo entrando por el camino de la mundialización 
podremos hacer un aporte eficaz a la Patria Grande. La 
mundialización correcta en América Latina pasa por la construcción de 
la Patria Grande, y no por la pérdida de identidad del que se ave 
rgüenza de ser lo que es e imita lo que son los otros. Para ser Patria 
Grande, y también para ser mundiales, el indio, el negro, el mestizo, el 
criollo... necesitamos ser tales, latinoamericanos, nosotros mismos. 

Latinoamérica tiene formas de vida verdaderamente 
universalizables, que pueden ayudar a hacer que este mundo 
mundializado sea viable: 

•una cultura de creatividad festiva y lúdica: el trabajo, la producción, 
el rendimiento, los números, no son lo más importante en nuestro 
Continente. Aprender a gozar, a vivir, a jugar... es imprescindible para 
una sociedad que necesita compartir el tr abajo, trabajar menos para 
vivir todos, sin pretender la acumulación cuando se tiene lo suficiente; 


•la austeridad, no es para nosotros un castigo o una exigencia 
ética, sino una liberación; 
•las culturas indígenas tienen hábitos y formas de vida y de sintonía 
con la naturaleza que cobran especial relevancia de cara a un mundo 
mundializado que necesita aprender a sobrevivir y a respetar la 
naturaleza; 

•los más interesados en la «otra mundialización» son las grandes 
mayorías excluidas. Los obreros del primer mundo y sus aliados 
pueden por opción ética indentificarse con el tercer mundo, pero sin 
olvidar que sus intereses inmediatos están en divergenc ia con este 
tercer mundo; 

•en América Latina tenemos un capital fabuloso de luchas, 
procesos, cuestionamientos y búsquedas que podemos compartir 
para enriquecer un mundo mundializado. 

7.4. Macroecumenismo y mundialización 

En un mundo en proceso de mundialización se nos exige a todos no 
quedar anclados en el pasado fragmentado. Hoy la mundialización 
exige con nuevos motivos el macroecumenismo. Toda vivencia 
religiosa que no incorpore ya habitualmente la referencia mu 
ndializada (en el espacio, en el tiempo histórico, en el diálogo de 
religiones...) no unifica el mundo, sino que lo lastra y lo hace 
permanecer en su fragmentación, y por tanto, se opone sin duda al 
proyecto de Dios. 

El macroecumenismo implica también la toma de conciencia de la 
mundialización en el imaginario religioso. Hoy ya no es lícito un 
discurso religioso cerrado en una sola tradición, establecido en un 
solo plano, o que no introduzca la mundialización geogr áfica e 
histórica en su perspectiva... 


8. «Piensa mundialmente y actúa local y mundialmente» 


El eslogan que se hizo famoso decía: «piensa mundialmente y actúa 
localmente». Intuía la mundialización que venía. Pero la 
mundialización ha llegado, está aquí ya, y hay que adecuar el 
eslogan. 

Proponemos corregirlo así: «piensa mundialmente, y actúa local y 
mundialmente». Porque muchos, muchos más de los que lo creen -y, 
potencialmente, casi todos- podemos actuar mundialmente. La 
transformación tecnológica de la comunicación nos lo permite. Un 
simple estudiante universitario puede -por cierto, además, 
gratuitamente en muchas universidades- acceder a bases de datos de 
cualquier parte del mundo, en esa virtual «biblioteca telemática 
mundial» que ya es una realidad. Un sencillo militante popula r, 
echando mano de un recurso tan económico como una llamada 
telefónica local, por las redes informáticas públicas puede recibir 
informaciones alternativas elaboradas por grupos populares de los 
más diferentes puntos del planeta; puede contestar las infor maciones 
que se ofrecen en «conferencias» electrónicas públicas, y su 
contestación se divulga mundialmente, de forma que participa en la 
opinión pública, dejando de ser simple consumidor de información; 
puede elaborar un estudio, una investigación o una r eflexión 
trabajando en equipo con otros militantes, u otro grupo popular o 
comunidad, simultáneamente, aun estando a miles de kilómetros de 
distancia, sin costo. La transformación ha sido tan gigantesca y tan 
rápida que muchos que leen estas líneas consid erarán todas estas 
posibilidades como algo idealista, sin pie en la realidad, o como 
pertenecientes todavía a la ciencia ficción; es parte de la resistencia 
al cambio. 

Esta mundialización de la información y de su procesamiento son 
una bomba de tiempo en la evolución de la sociedad, pues suponen 
potencialmente una radical democratización de la misma. En esta 
«sociedad informacional» en la que entrevemos la salida por la 
«mundialización de la conciencia», la información es una de las 
principales «praxis». 

En este mundo tan diferente, con un acceso tan democratizado a 
las plataformas de comunicación, todos podemos actuar 
mundialmente: conociendo, estando comunicados, articulados y 
organizados, pensando y repensando mundializadamente todas las 
viejas cate gorías, y poniendo en marcha las nuevas estrategias... 


9. Propuestas concretas de acción. 

Se podría decidir en cada comunidad, de una forma reflexivamente 
democrática, unos cuantos gestos para asumirlos como tarea 
inmediata para este año 96. Damos estas sugerencias, que no 
servirán en todas partes, pero que quizá darán ideas para la cre 
atividad local: 

-cuestionar nuestra forma de vida: austeridad, ecología, tiempo 
para el diálogo, afectos... 
-ampliar nuestras relaciones estableciendo contacto con algún otro 
grupo o comunidad del país o del Continente que sea semejante a 
nuestro grupo; compartir con ellos, conocer su pensamiento y su 
compromiso, intercambiar puntos de vista; 

-inscribirse en algún organismo de solidaridad internacional; 

-organizar algún encuentro, taller, charla sobre la mundialización; 
leer algún libro sobre el tema (cfr. la bibliografía que trae la agenda); 


-entrar en alguna red electrónica de comunicación, de información 
alternativa, de debate (por ejemplo, las conferencias de APC o los 
listservers de Internet) o en un «equipo mundializado de trabajo»; 

-cultivar nuestra identidad latinoamericana con algún taller o lectura 
individual: literatura, 
historia, problemática indigenista, afroamericana, criolla... 

-discernir y replantear nuestros compromisos sociales y políticos y nuestro mismo análisis 
de la realidad desde la perspectiva de la mundialización; 

-hacer algo respecto a la democratización de los organismos mundiales (ONU, FMI, BM, 
GATT...): algún taller para estudiar su origen, constitución, historia, funcionamiento, carácter 
antidemocrático; consultar con otras entidades qué se podría hacer, 

-enrolarnos personal y grupalmente en el comercio alternativo como consumidores, de 
ahora en adelante, de algunos productos que puedan favorecer a algunos países mas 
pobres; preferir siempre que sea posible productos nacionales o de la región... 

A los centros populares de educación popular, de pastoral, instituciones de servicio, 
universidades, agentes de pastoral... les sugerimos: 

-crear materiales pedagógicos; 

-elaborar reflexiones teóricas (desde las ciencias sociales, la economía, política, 
pedagogía, filosofía, teología...) 

-hacer informes sobre las experiencias vividas que puedan ser iluminadoras y dignas de 
ser compartidas... 

Proponemos compartir y poner todo ello al alcance de todos por alguna vía electrónica. 
Solicitamos nos envíen un ejemplar a la sede central de la Agenda.