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LA SALVACIÓN DON DE DIOS:

ENTREGADA EN LA PALABRA DE LA PREDICACIÓN,

 QUE PROVOCA LA FE

 

DR. Alberto Sanguinetti Montero

 

1 La salvación don de Dios.

1.                  La primera afirmación que recorre toda las Sagradas Escrituras es que sólo Dios salva al hombre. El hombre no puede salvarse a sí mismo.

Al mismo tiempo se afirma que el hombre necesita ser salvado. No es un ser que pueda lograrse, llegar a su fin. No es que no pueda lograr fines secundarios, pero el fin de sí mismo no puede obtenerlo por sí mismo.

2.       Esta salvación – que es la unión del hombre con Dios - Dios ha querido otorgarla y la da gratuitamente por medio de Cristo muerto y resucitado y el don del Espíritu Santo.

2. La salvación entregada por la Palabra de la predicación.

1.                  En concreto Dios – que ha obrado la salvación por Cristo y el don del Espíritu – entrega su salvación por medio de la predicación: por la palabra. De forma que, en concreto es la palabra la que salva. El acontecimiento salvífico actual es la irrupción de la palabra divina que da la salvación.

Esta palabra divina que salva es proclamada por la Iglesia, es el don de la Iglesia, y la acción poderosa del poder salvador de Dios en Ella.

La palabra divina salva provocando la fe. De forma que el binomio salvífico es la palabra y la fe. Es en este binomio que queremos detenernos.

2.                  Antes que nada no ha de entenderse la palabra del lado de Dios y la fe, por el otro lado, como un acto puramente humano, que recibe la palabra. Porque la primacía entera la tiene la acción salvífica de Dios que actúa en la palabra y provoca la fe, produce la conversión del corazón, para que se adhiera a Dios y, dejándolo actuar, sea salvo. Por eso la fe es gracia actuada por la palabra de Dios y don de un corazón nuevo.

3.                  No pretendo entrar en el tema de la libertad humana. Por cierto que el hombre es libre en la fe, pero con una libertad provocada, actuada por la palabra divina: con una libertad donada, totalmente dependiente del don y acción de la palabra de Dios.

3. Algunas consideraciones sobre la palabra de Dios.

Por eso, en primer lugar nos centramos en la acción de la Palabra de Dios predicada en y por la Iglesia.

1.      El escándalo de la pobreza de la palabra de Dios.

·         Esta predicación es una necedad, es una debilidad. La palabra divina es una palabra humana que se da a los hombres.

·         Esta palabra está acotada en el espacio y tiempo de la predicación. Es una palabra limitada.

·         Esta palabra no sigue los razonamientos de la sabiduría humana.

·         Esta palabra puede ser rechazada y de hecho es rechazada, juzgada por los hombres.

·         Esta palabra no siempre produce un fruto. En cierto sentido fracasa la palabra de Dios. Comienza por fracasar en Israel.

·         El juicio definitivo de la palabra de Dios es escatológico, en el juicio de Jesucristo.

2.      El porqué de la salvación por medio de la palabra de Dios.

1.        Antes que nada, por una realidad fáctica: Dios ha querido salvar por medio de su palabra. En y por esta palabra actúa el Espíritu Santo, que provoca la fe y da la reconciliación con Dios.

2.        Esto en primer lugar manifiesta y realiza la soberanía absoluta de Dios que salva: cuando y como quiere dirigir su palabra. Es el reino de la libertad de Dios.

3.        Por su contenido: porque Dios se revela a sí mismo, El y el misterio de su voluntad. La salvación es Dios mismo y el misterio de su voluntad misericordiosa y amante para con el hombre, hasta introducirlo en su propia vida. Este contenido solamente puede ser revelado, comunicado. De ninguna forma puede ser deducido, ni menos exigido.

4.        Por el lado del hombre que va a ser salvado. Para usar una terminología conocida, por la dimensión sanante y elevante de la salvación.

·         El hombre puede ser sanado de sus tinieblas, si es iluminado. No puede iluminarse a sí mismo, porque está obscurecido, entenebrecido. Este oscurecimiento toma a todo el hombre: en su corazón. Su mente y su libertad no apuntan a la comunión con Dios. Necesita ser sanado por la luz y la atracción del amor divino.

·         El hombre puede entrar en la luz de la vida trinitaria, sólo si es iluminado, elevado, por una comunicación superior propia de Dios. El fin de la salvación – la filiación divina – es superior a todo lo que puede imaginar. Y, aún  si lo pudiera imaginar, sería una imaginación suya, si Dios no se le entregara, en su comunicación.

4.- La fe que salva.

·         Por cuanto antecede, la fe que recibe el don de Dios y entra en la comunión con El, sólo puede ser efecto de la misma palabra de Dios.

·         Tanto en la dimensión primera de confianza, de abandono en el amor de Dios, cuanto en la dimensión de conocimiento y de vida, la fe es provocada y producida por la misma palabra de Dios.

·         La conversión – el cambio de corazón y de mente – que provoca la palabra divina, siguiendo la descripción de Lonergan es una conversión intelectual, moral y religiosa.

·         La primacía la tiene la conversión religiosa, que Lonergan describe con la categoría de enamoramiento: un dejarse tomar por el amor de Dios que se ha revelado, de forma que se vuelve ese Dios vivo y hablante el horizonte nuevo de toda la existencia. La conversión religiosa hace que el amor de Dios no está condicionado a nada y todo está condicionado por él y a él.

·         Esa conversión religiosa pide y provoca la conversión intelectual: una nueva intelección de la existencia, siempre fundada sobre la palabra divina, siempre actuada por esa palabra. Aquí la palabra de Dios adquiere esa dimensión de enseñanza tan característica, por ejemplo, del evangelio según San Mateo. Una intelección para tener ojos para ver, oídos para oír, según el modo de Dios.

·         La palabra de Dios provoca y actúa también una conversión moral, en las distintas esferas de la vida. Esta conversión moral también es fruto de la palabra de Dios y continuamente sostenida y actuada por ella, hasta la plena configuración con Cristo.

·         Como bien observa Lonergan, no siempre corren parejas las tres dimensiones de la conversión que provoca la palabra de Dios.

·         Siendo la palabra divina que salva, actuación libre de Dios, pura gracia sanante y elevante, es recibida en la escucha orante, agradecida y obediente

5.Frente a estas realidades, caben algunas preguntas a hacernos:

 

1.       ¿en dónde se encuentra el mayor rechazo cultural a la palabra divina? ¿Donde esta cultura es más mundo – en cuanto tiniebla que quiere ocultar la palabra divina? Pongo aproximaciones.

·         la cultura iluminista, en cuanto tal pone:

·       El fin no es la unión con el Dios vivo, sino el propio fin que autodefina: la felicidad, la realización, etc. No hay una finalidad a ser elevado.

2.       ¿Qué favorece o predispone  en la cultura actual a recibir la palabra que salva?

3.       ¿Cuál es la teología de la predicación que hace comprender esta palabra divina predicada, y su poder salvífico?

¿Cómo valorizar la fe – respuesta provocada por la palabra divina predicada – como la obra de la salvación del hombre? ¿Cómo mostrar más la centralidad de la fe en la actualización de la salvación?

¿cómo la teología puede ayudar a que la predicación de la Iglesia de la palabra divina sea siempre más fiel a esta misma palabra?

¿Cómo iluminar la acción pastoral de la Iglesia – y en ella el predicador – está básicamente atada a la necedad de la predicación de la obra de Dios en Cristo crucificado y resucitado?