HISTORIA OCCIDENTAL

Historia Occidentalis

Jacques de Vitry

Traducción de José María Lodeiro

CAPITULO VI

MIRADA SOBRE LA IGLESIA DE OCCIDENTE Y PREDICACIÓN DEL SACERDOTE FOULQUES

En esos días, Dios infundió el espíritu del cielo en cierto sacerdote de campaña, de nombre Foulques, hombre de gran simplicidad e iletrado, en la diócesis de París. En efecto, así como El eligió a los pecadores e ignorantes, a fin de no dar su gloria a otros, así también el Señor, como los pequeños pedían pan y los letrados, absortos en sus disputas vanidosas y sus polémicas, no se preocupaban de dividir el suyo, eligió en su misericordia para cultivar su viña a este sacerdote, como estrella en medio de una nube y lluvia después de la sequía, cual otro Shamgar que hará gran matanza, armado de la aguijada de su predicación, sin adornos. El no ocultó su misericordia en su cólera, blandió su misericordia, como si fuese su cólera, consciente de que el hombre es carne, un soplo que se va y no vuelve. 

Este Foulques había vivido primero en conformidad con el mundo, como animal, sin comprender las cosas de Dios; de costumbres disolutas, había aflojado bastante la brida a su montura indómita. Mas cuando plugo a Aquel que lo llamó de las tinieblas a la luz, hacer que la gracia sobreabundara allí donde había abundado la iniquidad, ya no se plantó sobre la carne y la sangre, sino que transformado en otro hombre e inflamado del fervor del Espíritu, abrazó el camino difícil, esforzándose en entrar por el camino estrecho. Teniendo en cuenta que el reino de los cielos sufre violencia y que los violentos lo consiguen, se empeñó en la dura penitencia y en los caminos difíciles. Después de haber dado muchos ejemplos de perdición a quienes le seguían, se dedicó a reconducirlos a la vía de la verdad no sólo por el ejemplo de su vida, sino también con frecuentes admoniciones y exhortaciones doctrinales.

Todos estaban admirados viendo a Pablo nacer de Saulo, y  viendo al Señor cambiar al lobo en cordero y al cuervo en paloma.

Avergonzado sin embargo por ser rudo e iletrado, ignorante de las divinas Escrituras, partió hacia París para recoger por escrito, en tabletas que llevaba consigo, algunos textos de autoridad y enseñanzas morales, como las piedras bien pulidas para abatir a Goliath.