HISTORIA OCCIDENTAL

Historia Occidentalis

Jacques de Vitry

Traducción de José María Lodeiro

CAPÍTULO XXIV

LOS CANÓNIGOS DE SAINT-VICTOR

Hay otras comunidades de canónigos regulares muy devotos, humildes, amantes de Dios. Su nombre es canónigos de San Víctor, pues este mártir de Dios desde el principio, se constituyó en patrono y abogado de quienes dieron brillo a la orden.

Esta santa orden, ubicada fuera de los muros de París, en la Iglesia de San Víctor que es su primero y principal convento, derrama la luz del conocimiento de Dios, como lámpara puesta por Jesús sobre un candelero. inflama de divino amor no sólo la ciudad cercana, pero también los alrededores y lugares más lejanos. Cual piscina probática y la fuente de bronce en el templo, dispensa el agua purificadora a los estudiantes de París y de otros muchos que afluyen de distintos pueblos.

Esta santa y digna congregación en disposición de combatir con las armas del Señor, es refugio de pobres, consuelo de afligidos, sostén y apoyo de los débiles, fortaleza de los fatigados, restablecimiento de los caídos, puerto sereno de estudiantes, abre las puertas de la misericordia a quienes buscan escapar del naufragio del mundo. Como madre vigilante los calienta y nutre en su regazo.

Desde su nacimiento, esta congregación ha recibido luz de numerosos maestros parisienses, sabios, respetables, rutilantes como estrellas decoradas con piedras preciosas. De ellos, el maestro Hugo de San Víctor, el iniciador, gozó de particular renombre y cual citarista del Señor, instrumento del Espíritu Santo, uniendo las granadas al tintineo de las campanillas, incitó a muchos discípulos a la perfección y los formó en la ciencia que destila miel.

Abrevando Hugo en muchos pozos de agua viva, usando sutileza y encanto, para abrir las inteligencias al conocimiento de las arduas y ocultas doctrinas de Dios, mediante tratados que compuso sobre la fe y las costumbres, y dejando a la posteridad un recuerdo inmortal, como ambiente perfumado con aromas varios, miel en la boca, música en el festín, frutas servidas en sus fuentes.

Estos hombres prudentes y respetables se han reunido en comunidad fuera de la agitación de París. Establecieron sabias instituciones y saludables observancias sobre la sólida y estable regla de San Agustín.

Se visten con capas negras, túnicas blancas de lana, ropas de piel de oveja y camisas de lino.

No comen carne en el refectorio y en tiempos precisos.

En los momentos determinados, a las horas previstas, ellos realizan trabajos manuales en la medida de sus posibilidades.

Entre la una y las dos de la noche se levantan a Maitines, celebran al Señor con unción recitando himnos, salmos y cánticos. En verano sueles prolongar el oficio desde la víspera hasta la aurora.

Una vez al año los abades de la orden se reúnen en París, junto a la iglesia de San Víctor para celebrar el capítulo general. Después del delicado festín de la divina predicación, examinan con unánime sentir lo que guarda relación con la vida religiosa y las instituciones de la orden.