HISTORIA OCCIDENTAL

Historia Occidentalis

Jacques de Vitry

Traducción de José María Lodeiro

CAPÍTULO XXII

LOS CANÓNIGOS DE PRÉMONTRÉ

Un hombre justo llamado Norberto, temeroso de Dios y que realmente lo honraba, asentado sólidamente en la virtud, había instruido a muchos con su prédica, semejante a una flauta celestial, a una trompeta de plata. Convertido él mismo al Señor, había inducido a dar frutos de una vida mejor a quienes recibían la divina inspiración. Para éstos estableció en un paraje llamado Premontré, una casa para trabajar en paz él y sus discípulos.

Habiendo tomado el hábito regular para combatir por el Señor, según la regla de San Agustín, impuso la forma de vida que hasta ahora viera seguir laxamente a los canónigos; añadió ciertas disposiciones y modificó otras por haber envejecido. Los canónigos de la orden Premostratense y los hermanos legos no comen carne a no ser en caso de enfermedad. Ayunan desde la fiesta de la Santa Cruz hasta Pascua y como los Cistercienses se alimentan con dos platos.

Nunca visten camisa; usan pieles de oveja, duermen con túnica blanca y calzas. Su capa es de lana cruda y sin teñido.

Los días festivos, a Maitines leen nueve lecciones, como otros canónigos; los demás días sólo tres. Luego del oficio nocturno regresan al dormitorio para reposar.

En tiempos determinados del año y a horas precisas salen para los trabajos manuales.

En forma personal reciben iglesias parroquiales y cura de almas destinada a los seglares.

Todas las casas de este instituto y su modo de vida están bajo una sola cabeza, la del monasterio de Premontré, donde una vez al año se reúnen todos los abades para el capítulo general.

Hay casas (curias) y oratorios no sólo de hombres sino también de mujeres, que moran con clérigos y seglares según el permiso que extendieran los superiores de la orden.

En los inicios de esta fundación, cuando aún se tenía el tesoro de la pobreza, ebrios los monjes por el mosto de la nueva forma de vida religiosa y encendidos del fuego que el Señor enviara al mundo, se inflamaron en él de manera que iluminaban las regiones próximas y también las provincias lejanas a lo largo y ancho del mundo fortaleciéndolas con el ejemplo de su conversión. En poco tiempo se construyeron por doquier numerosos monasterios de esta orden y profesión, tanto de clérigos como de monjas. Gracias a la generosidad de los grandes y a las limosnas de los fieles, estas fundaciones han sido inmensamente enriquecidas y dotadas de copiosos ingresos y vastas posesiones.

LAS MONJAS DE PRÉMONTRÉ

Castas mujeres, santas viudas y vírgenes consagradas a Dios, cual piedras preciosas, adornaban y daban belleza a esta honorable religión. Como sobre sendos muros de ambos sexos que estaban unidos a la misma piedra angular, esta morada querida por Dios, fue construida cual nueva arca suficientemente elevada; en ella la animalidad bruta, las bestiales sacudidas de la sensualidad sometida por los ayunos, vigilias, oraciones, y a tantas severas penitencias que impiden el desorden, apaciguan la concupiscencia, no llegan a impactar con fuerza a los maestros del arco. Si por ventura se elevaran demasiado contra la piedra matutina, es decir,  desde el principio de la sugestión diabólica, todos los pecadores de la tierra quedarían aniquilados.

Las monjas estaban en tan buena custodia detrás de la clausura del monasterio, que el ingreso al mismo no podía ser franqueado. Ellas no actuaban ni en el coro ni en la iglesia, mas se dedicaban en silencio a la plegaria leyendo el salterio, recitando discreta, humilde y devotamente las horas canónicas o las de la bienaventurada Virgen. Los sacerdotes y los clérigos vivían separados; hombres píos y experimentados les aseguraban el servicio de los divinos oficios, las oían en confesión detrás de ventanillas y en ciertas ocasiones las instruían y formaban en el conocimiento de las Santas Escrituras. De día cuando transforman la ventana en puerta, entibiado su primer fervor, un falso sentimiento de seguridad ha comenzado a adormecerlas y a engendrar la negligencia; mientras que la mujer que custodiaba a la hora más calurosa del día Isboseth, fue golpeada en el vientre. Apenas el enemigo percibió la corrupción del arca, las aguas irrumpieron desde las partes inferiores haciendo numerosas víctimas  de uno y otro sexo que  perecieron  deslizadas a un pantano sin fondo, conociendo por experiencia esta sentencia de San Jerónimo: Si mujeres convienen con hombres, las trampas del demonio no faltarán.” Igualmente no pueden vivir de todo corazón con el Señor, aquellos que son prisioneros de los atractivos femeninos, como dice Salomón.

¿Es que se puede guardar fuego en el pecho sin inflamarse la ropa? ¿O  puede caminar sobre el fuego sin quemarse los pies? Así también quien se acerca a la mujer del prójimo, y la toca, no podrá salir indemne. Aunque tarde, los monjes Premostratenses resolvieron unánimemente en capítulo general que, en adelante, no recibirían más mujeres en su orden.