JESÚS HISTÓRICO

Dimensión corporal de la Iglesia

Jerónimo Bórmida OFM.Cap  

 

EVANGELISMO ECLESIAL

La eclesiología de Francisco de Asís se fundamenta en su experiencia de fe en el Cristo histórico, el Jesús de Nazareth de carne y hueso... La Regla y Vida de los hermanos es seguir las huellas y doctrina del Cristo de los evangelios. Francisco no corrió detrás del hacedor de milagros, no anduvo en busca de signos, ni se admiró ante el Jesús cuya palabra llena de poder confunde a los adversarios.

El Jesús de Francisco es el Jesús de Nazareth, hombre pobre nacido de una madre pobre. Un desnudo a quien sólo desnudo se puede seguir.

El Cristo "laical" de Francisco no es el Cristo de la teorizaciones teológicas ni de las ensoñaciones místicas: se despreocupa de las interpretaciones históricas de los teólogos para redescubrir el de la historia evangélica. El sin glosa es un grito que exige volver al texto y olvidarse de las autoridades.

Francisco es consciente de haber sido movido solamente por la revelación divina y que es Dios mismo que le ha propuesto como única regla el evangelio. Esta intuición tiene una dimensión eclesiológica de enorme portada. El rol de la Jerarquía es sólo el de discernimiento y confirmación de la acción libre y soberana del Espíritu: el Altísimo mismo me reveló ... y el señor Papa me lo confirmó. [1] .

Francisco fue un observador fiel del evangelio [2] y el Señor le revela en el evangelio una estructura horizontal en el juego de relaciones y de gobierno de su fraternidad eclesial [3] . Comienza a anunciar la Palabra por caminos y plazas sin misión canónica [4] :

La suprema aspiración de Francisco, su más vivo deseo y su más elevado propósito, era observar en todo y siempre el santo Evangelio y seguir la doctrina de nuestro Señor Jesucristo y sus pasos con suma atención, con todo cuidado, con todo el anhelo de su mente, con todo el fervor de su corazón. En asidua meditación recordaba sus palabras y con agudísima consideración repasaba sus obras. Tenía tan presente en su memoria la humildad de la encarnación y la caridad de la pasión, que difícilmente quería pensar en otra cosa [5] .

Leía algunas veces los libros sagrados, y lo que una vez se había depositado en su alma, se grababa tenazmente en su memoria; no en vano percibía con atento oído de su mente lo que después rumiaba sin cesar con devoción y afecto. Preguntáronle en cierta ocasión los hermanos si sería de su agrado que los letrados admitidos ya en la Orden se aplicasen al estudio de la Sagrada Escritura, y Francisco respondió: "Sí, me place, pero a condición de que, a ejemplo de Cristo, de quien se dice que se dedicó más a la oración que a la lectura, no descuiden el ejercicio de la oración, ni se entreguen al estudio sólo para saber cómo han de hablar, sino, más bien, para practicar lo que han escuchado, y, practicándolo, lo propongan a los demás para que lo pongan por obra. Quiero - añadió - que mis hermanos sean discípulos evangélicos... [6] .

Su vivir en la Iglesia le impone una consulta directa a la Palabra de Dios Escrita [7] , y en los Evangelios encontrará la norma de sus actos, desde el inicio de su conversión hasta los últimos momentos de su vida [8] .

Un compañero suyo, viéndolo enfermo y aquejado de dolores de parte a parte, le dijo una vez:

Padre, las Escrituras han sido siempre para ti un amparo; te han proporcionado siempre alivio en los dolores. Haz, te lo pido, que te lean ahora algo de los profetas; tal vez tu espíritu exultará en el Señor. Le respondió el Santo: Es bueno recurrir a los testimonios de la Escritura, es bueno buscar en ellas al Señor Dios nuestro; pero estoy ya tan penetrado de las Escrituras, que me basta, y con mucho, para meditar y contemplar. No necesito de muchas cosas, hijo; sé a Cristo pobre y crucificado» [9] .

Situándose claramente en la gran corriente de los movimientos laicales y pauperísticos de su época, Francisco quiere reconducir a la Iglesia a la fuente evangélica, iniciando un camino de evangelismo eclesial de importantes consecuencias eclesiológicas.

JESUS ÚNICO MAESTRO EN LA IGLESIA

Santa Clara, fiel discípula e inspiradora de Francisco, manda muy clara y firmemente a sus hermanas no obedecer a los que dijeren o sugirieren algo que estorbe la vocación evangélica. Por más alta que sea la autoridad, aunque se esté en el deber de respetarle, las hermanas no deberán seguir su consejo. Nada ni nadie puede apartar a una virgen pobre del abrazo amante a Cristo pobre [10] .

Nadie en la Iglesia tiene autoridad frente al evangelio, y por lo tanto nadie ni nada tiene autoridad sobre la Regla, síntesis del evangelio [11] . La estructura de la fraternidad de Francisco se Asís no se organiza en base al derecho de la Iglesia, al contrario, su único fundamento es el Evangelio, que contradice a la Iglesia contemporánea [12] . Recordemos que cuando se dirige a dialogar con el musulmán no presenta credenciales papales, ni privilegios curiales, su única carta de recomendación es Cristo mismo y su nombre de cristiano.

Entonces el Sultán les preguntó quién los había enviado, cuál era su objetivo, con qué credenciales venían y cómo habían podido llegar hasta allí; y el siervo de Cristo Francisco le respondió con intrepidez que había sido enviado no por hombre alguno, sino por el mismo Dios altísimo [13] .

Ahora os contaré lo de dos clérigos que estaban en el campamento, en Damieta. Acudieron al cardenal [Pelayo Gaitán, legado pontificio] - y le manifestaron que querían ir a predicar al sultán, mas que no querían ir sin su permiso. Y el cardenal les contestó que no irían con su permiso ni mandato, pues no quería él permitirles a sabiendas ir a lugar donde les matasen, porque sabía de seguro que, si ellos iban al sultán, jamás regresarían. Le dijeron que, al ir allá ellos, no pecaría el cardenal, ya que no los enviaba, sino sólo se conformaba con que fueran. Mucho le rogaron. Viendo el cardenal que tanto anhelaban ir, les dijo: Señores, no sé cuáles serán vuestro corazón y vuestras miras, ni si son buenas o malas; y, si vais allá, cuidad que vuestro corazón y vuestras miras sean siempre del Señor Dios. Le declararon que no deseaban ir al sultán sino para un gran bien, por si acaso lo podían conquistar. Por lo cual les dijo el cardenal que podían ir, si así lo querían, pero que no era por su permiso [14] .

ECLESIOLOGÍA APASIONADA

El Centro afectivo de la eclesiología franciscana es Jesús. Lo cual significa un desplazamiento del centro objetivo de la eclesiología dominante: no están en el centro ni la verdad, ni el dogma, ni el derecho, ni la estructura. Los fieles giran enamorados en torno al eje Jesús.

Bien lo saben cuantos hermanos convivieron con él: qué a diario, qué de continuo traía en sus labios la conversación sobre Jesús; qué dulce y suave era su diálogo; qué coloquio más tierno y amoroso mantenía. De la abundancia del corazón hablaba su boca, y la fuente de amor iluminado que llenaba todas sus entrañas, bullendo saltaba fuera. ¡Qué intimidades las suyas con Jesús! Jesús en el corazón, Jesús en los labios, Jesús en los oídos, Jesús en los ojos, Jesús en las manos, Jesús presente siempre en todos sus miembros. ¡Oh, cuántas veces, estando a la mesa, olvidaba la comida corporal al oír el nombre de Jesús, al mencionarlo o al pensar en él! Y como se lee de un santo: Viendo, no veía; oyendo, no oía.

Es más: si, estando de viaje, cantaba a Jesús o meditaba en El, muchas veces olvidaba que estaba de camino y se ponía a invitar a todas las criaturas a loar a Jesús. Porque con ardoroso amor llevaba y conservaba siempre en su corazón a Jesucristo, y éste crucificado, fue señalado gloriosísimamente sobre todos con el sello de Cristo; con mirada extática le contemplaba sentado, en gloria indecible e incomprensible, a la derecha del Padre, con el cual, El, coaltísimo Hijo del Altísimo, en la unidad del Espíritu Santo, vive y reina, vence e impera, Dios eternamente glorioso por todos los siglos de los siglos. Amén [15] .

Francisco permanece unido a Jesús y a la Iglesia de Jesús por un amor excesivo [16] , motor de su actividad evangelizadora [17] , hasta desear el martirio, testimoniando que el cristiano es aquel que muere por amor, no aquel que mata por la verdad [18] .

ECLESIOLOGÍA DEL NO PODER

El ámbito de la Admonición supera con mucho el de la ascética. De modo primario no apunta a motivar actitudes humildes y pacientes en los destinatarios. Puede conducirnos al campo de la dogmática, porque el texto contiene una finísima cristología con especial referencia al rol de Cristo en el plan global de Dios en la única historia de divinización del universo. Veamos de leerla dentro del contexto eclesiológico.

Francisco de Asís se admira de la gran excelencia en la que el Señor Dios ha constituido al Hombre, creado y formado a imagen de su querido Hijo según el cuerpo y a su semejanza según el Espíritu. No son imagen y semejanza el agudo y el sabio que poseyere toda la ciencia y sabe toda lengua, el místico y teólogo que escudriña agudamente las cosas celestiales. Para Francisco el demonio es mejor científico y teólogo que el hombre. Tampoco son imágenes en la imagen Jesús el hermoso y el rico, ni el hacedor de milagros. Riqueza, ciencia, hermosura y poder son perjudiciales, y nada de ello pertenece al hombre y de ninguna de ellas se puede gloriar. Por el contrario, es en esto en lo que podemos gloriarnos: en nuestras flaquezas y en llevar a cuestas diariamente la santa Cruz de nuestro Señor Jesucristo [19] .

La Iglesia de Francisco está en las antípodas de la Iglesia medieval. Su Iglesia no está presidida por el Cristo Emperador del Universo, sino por el Dios crucificado, atado de pies y de manos y despojado de todo poder.

Salud en las nuevas señales de los cielos y de la tierra, que son grandes y excelentes antes Dios y que muchos religiosos y otros hombres son consideradas insignificantes.

San Francisco nos sitúa en el centro del problema hermenéutico. Dios tiene otra clave de lectura que el de muchos religiosos y de otros hombres. Lo que es:

alto y sublime para Dios es a veces vil y bajo entre los hombres; lo que es estimado y respetable entre los hombres, por Dios es tenido como vilísimo y despreciable [20] .

Ese cambio de clave de lectura es para Francisco y según su propio testimonio, un haber adquirido un horizonte hermenéutico distinto al haber cambiado también de lugar social desde donde se hace la lectura. Su encuentro con el leproso, su ver el mundo con los que son grandes y excelentes, altos y sublimes para Dios, con los que no son estimados ni respetables, con los insignificantes, le produce un cambio radical: todo lo que antes le parecía amargo se le tornara en dulzura del alma y del cuerpo. Francisco, interpretando el mundo desde el punto de vista del leproso, se apropia de la visión de Dios, y que si las apariencias son amargas, la realidad es dulce.

No me interesa entrar en discusión acerca de la prioridad histórica o lógica del cambio. Si fue el encuentro con Dios en Cristo, en la reflexión constante con el evangelio, la que modificó el lugar hermenéutico de Francisco de Asís. O si fue el cambio, a veces violento, de horizonte de lectura (fracasos, enfermedad, muerte, rechazo de amigos y parientes... Ieproso) el que produjo un encuentro diverso con Cristo y su evangelio. La simbiosis entre sagrado y profano que caracteriza el mundo interpretativo medieval disminuye aún mas la importancia de las posibles respuestas divergentes a este dilema. La Iglesia de Francisco es la Esposa despojada del desnudo sin poder.

El hecho indudable es que al final del proceso de conversión el Cristo Pobre se convierte en la llave de lectura de toda la realidad y que los pobres reales con los cuales comparte y quiere voluntariamente compartir su vida, se le convierten en el horizonte de comprensión del misterio de la revelación de Cristo. Para cumplir la misión confiada a los discípulos, Francisco no siente necesidad de armas, de dinero, de prestigio, de tierras.

Lo que constituye al Hombre en Imagen de Cristo es ser crucificado, débil, insignificante, fracasado, expulsado. La imagen de Dios revelada en Cristo no la poseen ni los hermosos, ni los ricos, ni los sabios, ni los místicos, ni los teólogos, ni los hacedores de milagros, ni los convertidores de infieles, ni los gobernantes defensores de la fe y de la Iglesia, ni los eclesiásticos más conspicuos. La única verdadera alegría del hombre, el solo motivo de gloria consiste en la identificación con el Cristo sufriente y paciente. Esta hermenéutica del hecho Cristo, tan clara en la Admonición Vª y en el dictado de la Verdadera Alegría, supone la centralidad de la pobreza como clave de lectura. Cristo Pobre y los Pobres de Cristo condicionan los ojos de Francisco de Asís. La ciencia, inclusive la teológica, es demoníaca cuando sólo sirve como instrumento para crucificar y dominar de nuevo, en los débiles, al Hijo de Dios. Los nobles, los hermosos, los ricos, los potentes, los príncipes... no solo no son capaces de descubrir la alegría de la cruz, sino que, en definitiva son los que crucifican al hijo de Dios.

El Dios revelado por el Desnudo es un Dios que quiso estar a disposición de la pobreza de los hombres. La eclesiología generada a partir de la pobreza de Cristo sitúa a Francisco en la antítesis de la Iglesia-del poder.

Pues creo firmemente que tú sabes cómo el reino de los cielos se promete y se da por el Señor sólo a los pobres (Mt 5,3). En la medida que se ama algo temporal, se pierde el fruto de la caridad. No se puede servir a Dios y al dinero, porque se amará a uno y se aborrecerá al otro, o se entregará a uno y se despreciará al otro (Mt 6,24). Un hombre vestido no puede luchar con otro desnudo, pues será derribado pronto, por tener de donde asirlo [21] .

Francisco, desde el inicio de su conversión, emprende una lucha por conformar una fraternidad de desnudos en un Iglesia de bien vestidos [22] . Para predicar no son necesarias las vestiduras mundanas de la Iglesia:

Entonces, el bienaventurado Francisco se desnudó de túnica y le mandó que, atada una cuerda al cuello, lo arrastró desnudo en presencia del pueblo hasta el lugar en que había predicado. A otro hermano le mandó que tomara un plato con ceniza y subiera al mismo lugar donde había predicado y, cuando hubiera sido conducido hasta ese lugar, le arrojara la ceniza sobre su rostro. Este hermano se resistió a obedecer por la mucha pasión y pena que le daba. Pero el hermano Pedro, toman cuerda atada al cuello, tiraba de ella, como se lo había mandado. El hermano Pedro sollozaba profundamente, y los otros hermanos rompieron a llorar con él, transidos de compasión y de pena [23] .

La Iglesia de Francisco se fundamenta con la ayuda de Dios, sobre roca viva, esto es, sobre la máxima humildad y pobreza del Hijo de Dios. Por eso quiso que sus hermanos vivieran en leproserías, y a todo el que entraba en la orden, le hacía la advertencia de que habían de servir humildemente a los leprosos y vivir en sus casas [24] . La Iglesia de Cristo es la que tiene por Jefe a un leproso: a ellos les llamaba hermanos cristianos [25] .

Por esa razón la Navidad era la fiesta de las fiestas y celebraba con inefable alegría la del nacimiento del niño Jesús, en la que Dios, hecho niño pequeñuelo, se crió a los pechos de madre humana [26] .

La Iglesia que nace del pesebre se funda en el misterio de un Dios hecho niño. El omnipotente sin poder, el eterno nacido. Es el Dios impotente, pobre, sin propiedad de ninguna especie, el Dios que no sabe hablar y que ensucia los pañales. El Dios que llora y que da sus primeros pasos así como aprende a decir sus primeras palabras. Frente a este Dios -frente a esta imagen de hombre en el cosmos - sólo cabe la admiración, la ternura, la alegría. El canto maravillado ante lo pequeño que nace, ante lo poco que crece, ante lo nuevo que despunta. Es la mirada tiernísima de la madre que limpia con placer la suciedad del hombre - Dios, que alimenta adecuadamente al Dios - niño, que contempla arrobada sus gestos más insignificantes.

Francisco mira a su época y a la Iglesia de su tiempo a través de este lente del Dios-niño. Creo que él no se separó de la Iglesia movido por la virtud de la obediencia: se mantuvo unido por la fuerza del amor. Con la misma ternura trataba a un mísero gusano salvándolo piadosamente de la pisada de los hombres, con la misma ternura encaraba al pecador, gusano vil, miserables y mísero, pútrido y hediondo, ingrato y malo. Así quería salvar al pecador de la pisada de los hombres. En los pobrecillos sacerdotes de este mundo él no quiere considerar pecado, así como quiere hacer un amigo del Sultán y exige someterse al infiel, así se amiga y somete al Papa, a los obispos y clérigos todos de la Iglesia, a los ladrones, e inclusive a las bestias del campo.

El Dios-niño le proporciona mirada de niño capaz de maravilla, de admiración. Le da capacidad para dar gracias por lo poco, porque apenas despunta, porque crece lentamente. No le asombra el pecado de la Iglesia, porque ya le asombró hasta la exasperación de los sentidos la contemplación de un Dios en un establo. Es la Iglesia de ese Cristo de la cual él se sabe participe. Francisco le limpiará los pañales a la Iglesia, así como María se los limpiaba a Jesús. Y del mismo modo como parece inconcebible la figura de un Francisco atacando la Iglesia de ese Jesús, así no podemos jamás esperar de él la matanza de infieles o de herejes.

El misterio del pesebre le proporciona una identidad muy definida a su lectura del cosmos: positiva, alegre, fraterna, unitiva. Y lleva connaturalmente al crucificado

Les dejó, como legado y herencia, la posesión de la pobreza y de la paz, les recomendó encarecidamente que aspiraran a los bienes eternos precaviéndose de los peligros de este mundo, y con toda la fuerza persuasiva de que fue capaz, los indujo a seguir perfectamente las huellas de Jesús crucificado [27] .

Francisco es un militante del crucificado revestido por fuera de la cruz de Cristo. Así como Dios había vencido a las potestades aéreas con este signo de igual manera militaba con él para Dios el ejército de Francisco [28] .

Ciertamente, quiso conformarse en todo con Cristo crucificado, que estuvo colgado en la cruz: pobre, doliente y desnudo. Por esto, al principio de su conversión permaneció desnudo ante el obispo, y, asimismo, al término de su vida quiso salir desnudo de este mundo. Y a los hermanos que le asistían les mandó por obediencia de caridad que, cuando le viesen ya muerto, le dejasen yacer desnudo sobre la tierra tanto espacio de tiempo cuanto necesita una persona para recorrer pausadamente una milla de camino [29] .

Cristo crucificado es la plenitud del Pesebre. Francisco sentía una llaga abierta en el corazón ante la muerte de un corderito, de un árbol, de un gusano o de un papel escrito. Pero también sentía el horror de la Cruzada y la tristeza del pecado, a la vez que experimentar la alegría de la compasión y la solidaridad. Su Iglesia es la esposa del crucificado contenido en la revelación evangélica. Francisco no puede solidarizarse con la imagen de la Iglesia reina esposa del emperador del universo, y esto no por ideología sino por amor apasionado a Cristo niño y crucificado.

LA IGLESIA EUCARÍSTICA

Las pequeñas señales de los tiempos

Las señales de los tiempos son tan pequeñas y despreciables como una hostia consagrada. Es por eso que tanto laicos como religiosos y clérigos menosprecian la eucaristía, sobreexcelente para Dios. Esta sublime humildad y humilde sublimidad de Dios conforma el horizonte eclesiológico de Francisco.

La Amonestación Iª está dedicada por entero a describir esta nueva Iglesia a partir de la pobreza y desapropiación de Dios en la eucaristía. Solamente los que participan del mismo Espíritu de Jesús pobre, humilde, desnudo en la eucaristía, están capacitados para ver a Dios desnudo en el pesebre y en la Cruz, y para entender el misterio de la Iglesia de ése Cristo.

La Iglesia que celebra la eucaristía se abre a una visión no carnal' de su ser y de su misión. El misterio de Dios que viene a nosotros en humilde apariencia no es compatible con los partidarios de una Iglesia del poder y de la guerra, del dinero y del prestigio. Estos tales no tienen sabiduría espiritual, porque no tienen al Hijo que es la verdadera sabiduría del Padre.

Eucaristía: una Iglesia que ve más allá

Los discípulos con la vista corporal veían solamente al Jesús histórico, al nazaretano de carne y hueso, y con esa vista no podían ni pensar en su divinidad. Con los ojos que contemplan espiritualmente creían que El era Dios, así también nosotros, al ver con los ojos corporales el pan y el vino, veamos y creamos firmemente que es su santísimo cuerpo y sangre vivo y verdadero.

Este misterio nos lleva al misterio de la Iglesia: Así como todos los que vieron según la humanidad al Señor Jesús y no lo vieron ni creyeron, según el espíritu y la divinidad, que El era el verdadero Hijo de Dios, quedaron condenados, del mismo modo somos hoy condenados los que vemos la Iglesia carnal y no somos capaces de discernir en ella el cuerpo espiritual de Cristo, porque solamente ella nos entrega verdaderamente el santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo.

A los clérigos se los venera más allá de que sean o no pecadores, simplemente porque nos administran el santísimo cuerpo y sangre de Cristo, que sacrifican sobre el altar y reciben y administran a otros. Debemos recordar que, fuera de toda discusión, que ninguno puede ser salvado sino por las santas palabras y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, que los clérigos pronuncian, proclaman y administran. Y sólo ellos deben administrarlos y no otros.

La sublime humildad y la humilde sublimidad del Señor del mundo universo, Dios e Hijo de Dios, se humilla hasta el punto de esconderse en la estructuras y carnalidades de la Iglesia, así como se esconden bajo una pequeña forma de pan [30] .

La Iglesia en clave eucarística es capaz de ver más allá de las apariencias hasta penetrar el misterio de Dios con los ojos del Espíritu.

Eucaristía y paciencia histórica

Para que la visión de la Señora Pobreza, la única verdadera Iglesia que ha sido fundada por Cristo Pobre no lleve a la desesperación, a la violencia o la reclusión en una secta, es necesario que el hermano menor aprenda en las fuentes de la eucaristía la capacidad para soportar la densidad de la historia. La Eucaristía es la revelación de la impotencia de Dios, de la paciencia histórica del Señor de la Historia. La Eucaristía es Dios que acomoda su proyecto a nuestros pasos y no impone su ritmo divino.

Es este, quizá, uno de los ejes semánticos de la eclesiología franciscana. Eucaristía supone pura presencia gratuita, estar junto sin exigir un salto en la historia. En la eucaristía se revela el gran misterio oculto desde los siglos eternos, se hace patente el proyecto divino : la deificación del hombre es el destino final de la humanización de Dios, divinización que se da en la historia, sin suprimir la densidad del tiempo.

Frente al sufrimiento, frente a toda forma del mal, la única respuesta adecuada, es decir, que Dios es débil y que no puede sino sufrir con nosotros. Débil, en efecto, no en su omnipotencia, sino en su Amor crucificado...

La Eucaristía es, para Francisco, el programa y la norma de vida del hermano menor. Pura presencia amorosa, alegre y sufriente porque solidaria hasta las últimas consecuencias. Que nada exige de los demás sino cuanto el Señor le dé, de acuerdo a la medida de Dios en el regalo amoroso de los hermanos. El franciscano no puede exigir que alguien sea mejor cristiano, porque no lo exige Dios. Es presencia callada, humilde, escondida, respetuosa [31] .

Consiguientemente la Eucaristía es el espíritu de la anticruzada. La antítesis (la tesis contraria) del matar por la fe. Es el respeto por el proceso ajeno y por el error de los demás. Es el amante que sabe crecer con el ritmo del amado, acción de gracias por todo crecimiento del ser querido, y entrega total de la propia vida, sin nada reservarse, hasta la última capacidad de sufrimiento solidario, para dar la vida por el objeto del amor. Tendríamos que releer el discurso franciscano sobre la eucaristía a la luz del Cristo de Francisco, desnudo en el pesebre, desnudo en la Cruz, despojado e impotente en la eucaristía, puro acto de amor amante.


NOTAS


[1]   Testamento; Viendo el bienaventurado Francisco que el Señor Dios le aumentaba de día a día el número de seguidores, escribió para sí y sus hermanos presentes y futuros, con sencillez y en pocas palabras, una forma de vida y regla, sirviéndose, sobre todo, de textos del santo Evangelio, cuya perfección solamente deseaba. Añadió, con todo, algunas pocas cosas más, absolutamente necesarias par a poder vivir santamente. Entonces se trasladó a Roma con todos los hermanos mencionados queriendo vivamente que el señor Papa Inocencio III le confirmase lo que había escrito. 1Cel 22. 1Cel 32.

[2]   Pues nunca fue oyente sordo del Evangelio sino que, confiando a su feliz memoria cuanto oía, procuraba cumplirlo a la letra sin tardanza. 1Cel. 22.

[3]   Ninguno de los hermanos tenga potestad o dominio, y menos entre ellos. Pues, como dice el Señor en el Evangelio, los príncipes de los pueblos se enseñorean de ellos y los que son mayores ejercen el poder en ellos; no será así entre los hermanos (cf. Mt 20,25 - 26); y todo el que quiera hacerse mayor entre ellos, sea su ministro y siervo, y el que es mayor entre ellos, hágase como el menor (cf. Lc 22,26). RB

[4]   Pero cierto día se leía en esta Iglesia el evangelio que narra cómo el Señor había enviado a sus discípulos a predicar; presente allí el santo de Dios, no comprendió perfectamente las palabras evangélicas; terminada la misa, pidió humildemente al sacerdote que le explicase el evangelio. Como el sacerdote le fuese explicando todo ordenadamente, al oír Francisco que los discípulos de Cristo no debían poseer ni oro, ni plata, ni dinero; ni llevar para el camino alforja, ni bolsa, ni pan, ni bastón; ni tener calzado, ni dos túnicas, sino predicar el reino de Dios y la penitencia, al instante, saltando de gozo, lleno del Espíritu del Señor, exclamó: "Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica".

[5]   1Cel. 84.

[6]   LM, Cap. 11.1

[7]   Se llegó un día ante el sagrado altar construido en el eremitorio en que moraba y, tomando el códice que contenía los sagrados evangelios, con toda reverencia lo colocó sobre él. Postrado en la oración de Dios, no menos con el corazón que con el cuerpo, pedía en humilde súplica que el Dios benigno, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, se dignara manifestarle su voluntad. Y para poder consumar perfectamente lo que simple y devotamente antes había comenzado, imploraba con humildad se le mostrase, en la primera apertura del libro, lo que tendría que hacer. Sin duda, era guiado por el espíritu de los varones santos y perfectísimos de quienes se lee que, en su afán de santidad, hicieron cosas semejantes con piadosa devoción. 1Cel 92., cf. LM, Cap. 13.2

[8]   Mandó luego que le trajesen el códice de los evangelios y pidió que se le leyera el evangelio de San Juan desde aquellas palabras: Seis días antes de la Pascua, sabiendo Jesús que le era llegada la hora de pasar de este mundo al Padre.... Era el mismo texto evangélico que el ministro había preparado para leérselo antes de haber recibido mandato alguno; fue también el que salió al abrir por primera vez el libro, siendo así que dicho volumen, del que tenía que leer el evangelio, contenía la Biblia íntegra. Ordenó luego que le pusieran un cilicio y que esparcieran ceniza sobre él, ya que dentro de poco sería tierra y ceniza. 1Cel. 110

[9]   2Cel 105.

[10] Clara Carta 2°.

[11] Cuando exhortaba fervorosamente a sus hermanos a la fiel observancia de la Regla, les decía que en su contenido nada había puesto de su propia cosecha, antes, por el contrario, la había hecho escribir toda ella según se lo había revelado el mismo Señor. LM, Cap. 4.11.

[12] De ahí que Francisco, ejemplo de humildad, quiso que sus hermanos se llamaran menores, y los prelados de su Orden ministros, para usar la misma nomenclatura del Evangelio, cuya observancia había prometido, y a fin de que con tal nombre se percataran sus discípulos de que habían venido a la escuela de Cristo humilde para aprender la humildad. En efecto, el maestro de la humildad, Cristo Jesús, para formar a sus discípulos en la perfecta humildad, dijo: El que quiera ser entre vosotros el mayor, sea vuestro servidor, y el que entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. LM, Cap. 6.5.

[13] LM 09.8.

[14] Crónica c.37.

[15] 1Cel 115.

[16] Cristo Jesús crucificado moraba de continuo, como hacecillo de mirra, en la mente y corazón de Francisco, y en El deseaba transformarse totalmente por el incendio de su excesivo amor. Era tan ardiente el afecto que le arrebataba hacia Cristo y, por otra parte, tan cariñoso el amor con que le correspondía el Amado, que daba la impresión de que el siervo de Dios sentía continuamente ante sus ojos la presencia del Salvador, según lo reveló alguna vez en confianza a sus compañeros más íntimos. LM. Cap. 9.2.

[17] Clavado ya en cuerpo y alma a la cruz juntamente con Cristo, Francisco no sólo ardía en amor seráfico a Dios, sino que también, a una con Cristo crucificado, estaba devorado por la sed de acrecentar el número de los que han de salvarse. No pudiendo caminar a pie a causa de los clavos que sobresalían en la planta de sus pies, se hacía llevar su cuerpo medio muerto a través de las ciudades y aldeas para animar a todos a llevar la cruz de Cristo. LM. Cap. 14.1.

[18] Y aunque, por las muchas austeridades de su vida anterior y por haber llevado continuamente la cruz del Señor, estaba ya muy debilitado en su cuerpo, no se intimidó en absoluto, sino que se sintió aún más fuertemente animado para sufrir el martirio. En efecto, en tal grado había prendido en él el incendio incontenible de amor hacia el buen Jesús hasta convertirse en una gran llamarada de fuego, que las aguas torrenciales no serían capaces de extinguir su caridad tan apasionada. LM, Cap. 13.2.

[19] Adm Vª. Véase BORMIDA J. , La admonición Va.  de San Francisco: los crucificados como imagen de Dios, Cuadernos Franciscanos,  80,  diciembre 20/1987.

[20] Ver las dos Cartas a los Custodios. cf. CABRERA,  Luis Gerardo OFM. Segunda carta a los custodios, Cuadernos Franciscanos,  78/79,  junio-setiembre 20/1987.

[21] Clara Carta1ª.

[22] Una vez en la presencia del obispo, no sufre demora ni vacila por nada; más bien, sin esperar palabra ni decirla, inmediatamente, quitándose y tirando todos sus vestidos, se los restituye al padre. Ni siquiera retiene los calzones, quedando ante todos del todo desnudo. Helo allí ya desnudo luchando con el desnudo; desechado cuanto es del mundo, sólo de la divina justicia se acuerda. Se esfuerza así por menospreciar su vida, abandonando todo cuidado de sí mismo, para que en este caminar peligroso se una a su pobreza la paz y sólo la envoltura de la carne lo tenga separado, entre tanto, de la visión divina. 1Cel. 15.

[23] EP 61.

[24] EP 44.

[25] LP 64.

[26] 2Cel. 199.

[27] Lm Cap. 4.

[28] 2Cel. 2.

[29] LM Cap. 14.1.4.

[30] 2CtaF 2. Hay varias citas de la carta en los párrafos antecedentes.

[31]   Véase BORMIDA J., Obediencia caritativa y fraterna, Cuadernos Franciscanos,  62,  junio 1983.