La familia, transmisora de valores

Lluís Martínez Sistach
Arzobispo metropolitano de Tarragona
e-cristians.net
25/12/2003

 

La familia tiene una capital importancia para la educación de los hijos. Es cierto que ella es el primer ámbito educativo. En el seno de la familia, se transmiten los contenidos elementales de las virtudes humanas y cristianas. La pedagogía moderna afirma que los aprendizajes de la primera infancia marcan a la persona de una manera indeleble. Por eso cada familia transmite a la siguiente generación un conjunto de valores que marcan su crecimiento y su concepción de la vida. Ciertamente, para los niños, su primer aprendizaje no es ni escolar ni didáctico. No son las exhortaciones cotidianas las que son más adecuadas, sino el aprendizaje de los comportamientos, el ejemplo de la manera de vivir unos con otros y unos al servicio de los otros.

En la vida cotidiana de la familia, los niños van viendo con naturalidad las referencias fundamentales, como son el amor, la verdad, el respecto al otro, el sentido de servicio, la responsabilidad personal y muchas cosas. Esto, los hijos tienen que aprenderlo de la familia desde que son pequeños. La escuela, más adelante, tendrá una función complementaria muy necesaria. Los padres cristianos han recibido la misión de educar cristianamente a sus hijos. Ésa es una tarea muy importante y muy necesaria que corresponde básicamente a la familia cristiana y que difícilmente podrá sustituir otra institución, ni siquiera la parroquia o la escuela cristiana. Es obvio que la familia es la mejor transmisora de la fe.

Lo que se ha dicho antes de los aprendizajes elementales se aplica también a la vida cristiana de los niños. Es en el corazón de la familia cristiana donde el niño descubre su ser cristiano y recibe la primera iniciación en la fe de la Iglesia. Por eso, en el seno de la familia, los hijos pequeños empezarán a recibir las actitudes concretas de la vida cristiana a partir de los ejemplos diarios de la vida: aprender a hacer la señal de la cruz, a decir las primeras oraciones, a descubrir su iglesia parroquial, el lugar donde fueron bautizados, etc. Tradicionalmente este aprendizaje religioso se hacía en la familia. Actualmente, la situación en muchos casos es harto diferente por muchas razones que todos conocemos bien, y también porque hay padres y educadores que están convencidos de que no ha de condicionarse a los pequeños en cuestiones religiosas. Eso es una gran encerrona. La educación neutra no existe. En vez de no condicionar, lo que ocurre es que se produce un gran vacío en aspectos que son clave a la hora de desarrollar una personalidad completa e integral.

La familia cristiana es verdaderamente el ámbito de una experiencia sacramental. La práctica de una vida de amor entre los miembros de la familia, su actitud de perdonarse y de reconciliarse, su perseverancia en no renunciar al amor de todos sus miembros, por muchas debilidades y defectos que tengan, todo ello constituye una iniciación a la fidelidad y a la misericordia de Dios que se vive en la vida sacramental cristiana.