LA FAMILIA CRISTIANA

 

Papel del padre y de la madre en la educación de los hijos

 

Los años pasados hemos tratado varias veces el tema de la familia a la luz del magisterio. Puesto que el Camino Neocatecumenal, en cuanto iniciación cristiana, está centrado sobre la familia, según la Palabra de Dios "Él pasó salvando a nuestras familias" (Ex. 12,27), este año trataremos de manera particular el tema de la educación de los hijos y sobre todo de la transmisión de la fe a los hijos.

 

Como siempre, examinaremos estos aspectos de la vida de la familia cristiana, a la luz de la Revelación, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, Madre y Maestra. Antes de entrar en el argumento sobre la educación de los hijos, haré presentes algunos aspectos esenciales de las catequesis de los años pasados, por su referencia directa a la educación de los hijos.

 


INTRODUCCIÓN

 

Como Introducción traigo aquí una visión sintética de la familia cristiana en el mundo de hoy, expuesta en la Conclusiones del Congreso teológico-pastoral sobre los hijos, organizado por el Pontificio Consejo para la familia, en ocasión del In Encuentro Mundial del Santo Padre con las familias, en Roma (11-13 de octubre de 2000):

 

Vivimos en una época de crecientes y sistemáticos

 ataques contra la familia

 

Vivimos en una época de crecientes y sistemáticos ataques contra la familia y contra la vida.

 

En este contexto es necesario, de todas formas, evitar tanto un pesimismo paralizante, como un optimismo ingenuo e irreal. La tendencia a poner en duda la institución familiar, su naturaleza y misión, su fundamento sobre el matrimonio (unión de amor y de vida entre un hombre y una mujer) está, por así decido, generalizada en determinados ambientes muy influyentes, marcados por una mentalidad secularizada. Esta tendencia... está presente también en importantes medios de comunicación; ella trastorna la vida económica y profesional de muchos y obstaculiza la percepción de la realidad del matrimonio en nuestros hijos.

 

La fecundidad ha padecido un desmoronamiento en muchas regiones, especialmente allí donde las riquezas son abundantes. La plaga del divorcio se extiende en países de larga tradición cristiana. El aborto hiere profundamente el alma de los pueblos y las conciencias de las personas. Las "uniones de hecho" constituyen un grave problema social cada día más extendido.

 

Existe el riesgo de que un tal estado de las cosas lleve a nuestros hijos a dudar de sí mismos y de su futuro, y a contribuir a su desconfianza sobre su capacidad de amar y de asumir los compromisos matrimoniales.

 

Esta crisis es reveladora de una enfermedad del espíritu que se ha alejado de la verdad y de una antropología errónea; refleja, además, un relativismo y un escepticismo sin precedentes. Esta demuestra que el hombre está tentado a cerrarse a la verdad sobre si mismo y sobre el amor.

 

Frente a este riesgo, es necesario... dejamos guiar por el realismo que brota del Evangelio, y por una profunda confianza en Dios.

 

Frente a este riesgo, es necesario ratificar nuestra esperanza en el futuro, dejándonos guiar por el realismo que brota del Evangelio, y por una profunda confianza en Dios, sin esconder la gravedad de los males que amenazan a las jóvenes generaciones. Es precisamente al corazón desilusionado del hombre que deseamos llevar un mensaje de esperanza, dirigiendo nuestro pensamiento a aquellos que construirán el mundo del tercer milenio: nuestros hijos.

 

Los desafíos contra la figura del Padre y de la Madre

 

Para comprender la misión que Dios confía a las familias cristianas sobre todo en relación a la transmisión de la fe y a la educación de los hijos, tenemos que tener en cuenta algunos ataques a la familia cristiana presente y en acto en la sociedad en la que vivimos.

 

Además del divorcio, del aborto, de la eutanasia, de la libertad sexual, de las convivencias, de las parejas de hecho, de las parejas homosexuales: todos ataques a la familia, a estas alturas aceptados y casi todos reconocidos por los Estados, trataremos este año de los ataques contra el hombre: marido y padre, y contra la mujer: esposa y madre, y de las consecuencias negativas en la educación de los hijos.

 


A - La progresiva ausencia del Padre en la familia

 

En un breve excursus histórico vamos a ver algunas de las causas que han contribuido a una progresiva ausencia del padre en la familia.

En el libro "Il Padre, I'assente inaccettabile" Claudio Rise1, psicoanalista, católico cercano a Don Giussani, escribe:

 

La revolución francesa

 

Cuando los revolucionarios franceses, después de haber decapitado en la catedral de Notre Dame, las estatuas de los reyes de Judá y de Israel, y haber reventado las tumbas de la abadía de Saint-Denís para recoger el oro de los dientes y de los anillos de los reyes y de los obispos, cortaron la cabeza y quemaron la estatua milagrosa de Notre Dame de sous-Terre, en la catedral de Chartres (uno de los mayores símbolos de la espiritualidad cristiana), lo que es llamado proceso de secularización, es decir, la expulsión de la experiencia religiosa de lo sagrado de la vida cotidiana en Europa, se encontraba ya a buen punto. Todas las campanas de la abadía de Mont-Saint-Michel fueron fundidas, y su bronce había sido entregado al ejército revolucionario para que hiciese armas contra los países que todavía se declaraban católicos.

 

El "proceso de secularización"

 

Lo "Sagrado", la experiencia religiosa cristiana y sus símbolos, que habían marcado la civilización europea, habían quedado ahora en fuera de juego, por lo menos así lo creían los jacobinos, socialistas y liberales. La vida del hombre se desarrollaría por fin en el ámbito "secular", mundano, de las cosas y de la materia, sin el estorbo de creencias trascendentes.

 

Para ambos fenómenos sin embargo, declino del padre y separación de Dios (secularización), el derribo revolucionario de las imágenes sagradas de los reyes de Judá y de Israel no hace sino continuar, aunque acelerándolo dramáticamente, un proceso iniciado mucho tiempo antes.

 

 Lutero, la Reforma y el eclipse del padre

 

La Reforma, en efecto, ha desempeñado un papel determinante en la promoción de ambos. Rompiendo la unidad de la experiencia humana en Reino de Cristo y reino del mundo, y después trasladando en el segundo la experiencia del matrimonio, instituto que él considera que pertenezca al orden terreno2 Lutero seculariza el matrimonio y la familia3.

 

Según apunta el antropólogo Dieter Lenzen: "Se puede afirmar que la doctrina de Lutero sobre el matrimonio abrió la puerta a la sucesiva estatalización de la paternidad4. Quita, pues, a la figura del padre aquel reflejo de figura del Padre divino, que le confería enormes responsabilidades, pero de donde derivaba su específico significado en el orden simbólico, trastocado precisamente por la secularización.

 

Consecuencia de esta afirmación es que el divorcio desde entonces no concierne más a la Iglesia, si no al Estado.

 

En efecto, dice el reformador: "las cuestiones relativas al matrimonio y al divorcio han de ser dejadas en manos de los juristas y colocadas dentro del orden mundano. Puesto que el matrimonio es algo mundano, exterior, así como lo son la mujer, los hijos, la casa... éste pertenece al orden de la autoridad secular, está sometido a la razón5.

 

Como observa Lenzen6: "Las consecuencias de la doctrina matrimonial de Lutero en el plano jurídico, variamente diferenciadas a escala regional, en algunos casos fueron individuadas sólo después de 250 años o más".

Es todavía con Lutero, que comienza el proceso de transferencia de las responsabilidades de la educación del padre (que a partir de allí se convertirá en una figura de relieve esencialmente económico) a la mujer madre y a la educadora.

 

Cuatro siglos después de Lutero: la pérdida de la noción de paternidad

 

Cuatro siglos después, en la mitad del Novecientos, por el impulso de las sociedades protestantes, la casi totalidad de los papeles educativos y de juzgar será confiada a mujeres, y la figura del padre será a estas alturas físicamente ausente de la casa en un relevantísimo número de casos.

 

Se llegará a ver, entonces, como a la pérdida de la noción de paternidad en Occidente se le acompañe la pérdida de la transmisión de la identidad, y, por ende, de la misma masculinidad a nivel psicológico y simbólico.

 

A partir de entonces, y con la brusca aceleración sucesiva a las revoluciones burguesas y a la revolución industrial, el padre de la modernidad occidental ya no es el custodio familiar por cuenta del orden natural y simbólico divino, y tampoco es el representante de la Ley del Padre.

 

Efectivamente, según la observación hecha por el arzobispo de Milán, Dionigi Tettamanzi, en su carta pastoral Familia, ¿dónde estás?, en los tiempos modernos la cultura dominante "tiende a desposeer a la familia de su valor fundamental o, más bien, fundador: el valor religioso de la relación con Dios. Mellada por el secularismo del laicismo, la familia se interpreta a sí misma como una realidad exclusivamente humana y totalmente autónoma: la familia, en su mismo ser y vivir, prescinde de Dios".

 

Pero, ¿qué puede ser el padre en semejante familia? Era inevitable que, llegados a este punto, él se convirtiera sencillamente en un administrador, un procurador de renta (provider), para el núcleo de la familia "restringida" o "pequeña", que sustituye gradualmente a la familia "grande" (Incluyendo aquí a todos aquellos que podían tener necesidad de la familia y de sus sustancias), de la que se encargaba el padre antes de esta reducción.

 

El fin de la familia "patriarcal", y la secularización del padre coincide, en efecto, con la afirmación del modelo de "intimidad doméstica" que lleva a la familia nuclear actual.

 

         Reducción del papel del padre: el que procura la renta a la familia

 

         A partir de la Reforma y durante la modernidad, marcada por la época de las dos revoluciones... la francesa y la industrial, el padre se convierte cada vez más en una figura dominada por motivaciones egoístas y hedonistas. Sus finalidades son cada vez más práctico-económicas, en el mejor de los casos de gratificación sexual-sentimental. Se trata de un personaje que se ha auto reducido "secularmente" al mundo de las cosas: del dinero, del sexo y de una afectividad contratada, medida en los objetos,  en el dinero y no sobre otra cosa más.

 

Además de la Reforma Protestante, de la revolución francesa e industrial, también corrientes y personalidades influyentes han contribuido a la progresiva muerte del padre. Giulia Paola di Nicola y Attilio Danese en el libro en el seno del padre escriben:

 

Influjo de Nietzche y de Freud

 

En la historia del pensamiento la revuelta contra el padre ha evidenciado el paralelismo entre autoridad paterna y autoritarismo institucional y estatal. Así es para Martín Lutero, que asocia el imperativo de la obediencia a la autoridad paterna y al poder político; para Jean Bodin que, siempre en la estela del concepto de familia como "prototipo de la sociedad política", recalca la analogía entre soberanía paterna y estatal; para Thomas Hobbes, para Jacques-Benigne7, Bossuet, autores que remachan el paralelo entre el absolutismo monárquico y el absolutismo paterno.

 

Sobre estas premisas teóricas se basa el pensamiento nietzchiano de la muerte del padre y de la "muerte de Dios", anunciada por el profeta Zarathustra (anuncio opuesto al kerygma cristiano). Así que, cuando Freud interpreta la relación padre-hijos en términos de conflictividad, hasta hablar de la necesaria occisión del padre, no hace sino exasperar las premisas culturales precedentes.

 

En su pensamiento, el padre primordial, este prototipo de la figura paterna, es expresión culmen del despotismo, que defiende celosamente su poder obstaculizando el bienestar de los hijos. Él es un legislador injusto y egoísta, que quiere reservar sólo para si mismo la "posesión" de la mujer" (el "placer") e impide a los demás el acceso al mismo.

 

La ley, el orden social, la moral aparecen como el baluarte de este egoísmo despótico.

 

Un semejante perfil de paternidad... es evidentemente el exacto contrario del Padre evangélico. Despotismo, egoísmo, moralismo, placer, resultan ser, pues, los estímulos principales de la actuación paterna en la cultura del Novecientos y están en contra de la libertad, la autonomía y la realización de si mismo.

 

La revolución del '68

 

También después de Freud la figura del padre opresor domina la interpretación filosófica, por lo menos hasta la escuela de Francfort, a la que hace referencia la revolución del '68, cuando se hace evidente como la muerte del padre que inevitablemente implica también a la madre, signifique la muerte de la familia, del Estado (burgués), de Dios. El poder político y el religioso se consideran como enemigos de la libertad precisamente en cuanto que son extensión analógica de la autoridad paterna (cf. Habermas, Adorno, Horkeimer, Marcuse, Fromm).

 

Se siente gravitar todavía el peso de los prejuicios ideológicos difundidos en el Novecientos, siglo del "parricidio": es necesario "matar al padre" para poder librarse de los complejos de dependencia, de celos, de subordinación, para sentirse libres de quien nos ha precedido y, por consiguiente, del condicionamiento de la memoria histórica8.

 

El '68 ha marcado una verdadera y propia revolución cultural, de la que todavía hoy cargamos con sus consecuencias. Se ponen en discusión las bases que han sostenido la cultura occidental surgida del judeo-cristianismo. Junto con la pérdida del sentido de Dios y, consecuentemente, del sentido del padre, se pone en discusión sea la autoridad civil como eclesiástica, se proclama la libertad sexual, se exalta la autonomía moral, se desestructura la familia. Conceptos que han hecho mella en la misma Iglesia, sobre todo en las Familias religiosas, en las que ya no se habla de obediencia, si no de diálogo, y en lugar de Superior se habla de leadership.

 

De la familia patriarcal a la familia mononuclear.

 

Otro fenómeno que si duda ha influido en la pérdida del padre y también en la crisis de identidad del hombre ha sido el paso de la familia patriarcal, típica de la civilización rural, a la familia mononuclear, fruto de la civilización industrial, sobre todo del cosmopolitismo.

 

En la sociedad de tipo patriarcal, la autoridad del padre que transmitía a los hijos el arte de su oficio, y los valores familiares se encontraba respetada e indiscutida.

 

La transmisión a las nuevas generaciones estaba favorecida por la presencia de los abuelos, de los tíos, de los primos, de los sobrinos o nietos: un tipo de familia alargada en la que los hijos eran ayudados en su desarrollo y donde las nuevas familias hallaban un sostén.

 

El "Pater familias", en general el más anciano, el abuelo o bisabuelo, como también la mujer más anciana gozaban de estima y autoridad.

 

Sin embargo, no se puede negar que en el seno de la estructura patriarcal había también unos condicionantes fuertes, que si a veces salvaban de peligros, otras veces limitaban la libertad de los individuos y de los varios núcleos familiares.

 

Con la llegada de la sociedad industrial, y sobre todo del éxodo de los campos a las ciudades, las familias patriarcales se desmembraron progresivamente. Las jóvenes parejas y las nuevas familias se hallaron proyectadas en el anonimato de grandes ciudades, obligadas a vivir en pequeños apartamentos de grandes inmuebles, habitados en general por gente desconocida, y con unos ritmos familiares impuestos por el trabajo, por la escuela y por otros muchos nuevos compromisos.

 

Típica de este período es la frase: "no quiero que acabes como tu padre, trabajando y fatigándote para ganar poco... Te daremos una instrucción aunque te cueste muchos sacrificios, mañana tendrás una posición mejor, más rentable y respetada".

 

En la ciudad el padre ya no transmite el arte del oficio al hijo, más bien es el hijo que muchas veces enseña al padre a desenvolverse en la sociedad moderna. La familia se encuentra normalmente sola, aislada en un piso. Los conflictos inevitables de la convivencia se agudizan y la pequeña familia ya no encuentra el apoyo directo e inmediato de la familia más grande, el parentesco, o el pueblo.

 

Ciertamente la pareja adquiere más libertad, se siente menos condicionada por la familia alargada y por la sociedad, pero se halla más débil frente a los desafíos del nuevo tipo de sociedad.

 

Es también por eso que se multiplican los fracasos matrimoniales, aumentan los divorcios y las convivencias libres, se aprueba el aborto, los abuelos y los tíos ingresan en los asilos...

 

Los hijos se sienten libres de seguir su propio camino, no les apetece obedecer a personas que no están preparadas a transmitirles unos valores que les ayuden a hacer frente a la modernidad y por eso reclaman el derecho de conducir su propia vida.

 

Delante de esta situación los padres se ven desprevenidos y carentes en la educación de los hijos, que forman parte de una generación que ellos no han conocido y que se les hace cuesta arriba comprender.

 

La educación familiar entra en crisis: el padre por razones de trabajo está cada vez más ausente, también muchas madres encuentran un trabajo, muchos hijos se hallan solos frente a un mundo lleno de peligros. La actitud de mucho_ padres es la de secundar en todo a sus hijos: crece una generación de hijos debilitados, no preparados para el sufrimiento, incapaces de sufrir, hijos que tienen miedo. a entablar una relación seria con una chica y a casarse, se desliza la edad de los matrimonios, muchos hijos, aun reconociendo las limitaciones, prefieren quedarse en la casa de sus padres, donde encuentran alimento, un refugio para vivir. Aumentan los homosexuales y crece la impotencia masculina9, mientras que las chicas son cada vez más seguras y agresivas.

 


B - El feminismo exasperado

 

Como consecuencia de la pérdida del padre y del fenómeno de las reivindicaciones del movimiento feminista del que hablaremos ahora, aparece una familia dominada por la figura materna, no equilibrada por la presencia del padre y, por consiguiente, con desviaciones psicológicas graves sobre los hijos.

 

Para nosotros es necesario tener presentes estos factores, descritos aquí de manera necesariamente sintética y sumaria, porque constituyen la mentalidad cada vez más difundida sobre todo por los medios de comunicación social, pero también en los ambientes de la sociedad, del trabajo y de la escuela, y que, inevitablemente, atacan el concepto de familia cristiana y penetran también en nosotros, en nuestras familias sin que nos demos cuenta, y amenazan la estabilidad de la familia. cristiana.

 

En su libro El eclipse del padre, Mons. Cordes escribe al respecto:

 

-La revolución feminista se dio con mayor firmeza sobre todo en Estados Unidos

 

Desde la mitad del siglo pasado, el hombre y padre inseguro ha sido duramente hostigado. Las mujeres comenzaron su autoliberación de la prisión en la que habían sido recluidas, mediante los medios de comunicación, la propaganda, la cultura popular y también la voluntad de poder masculina. Nadie puede negar que las mujeres tenían razones para rebelarse contra su condición de Cenicienta. La rebelión se dio con mayor firmeza en Estados Unidos. Como otras revoluciones, también la de los derechos de la mujer se dio en varias oleadas. En el siglo XIX, las abanderadas femeninas del movimiento de liberación de los esclavos afroamericanos lucharon en favor del derecho de la mujer al sufragio universal.

 

-Contra la explotación económica de las mujeres

 

La resistencia femenina de los años 60 y 70 del siglo XX se dirigió a despertar la conciencia de su discriminación en un sector completamente distinto, el de la explotación económica. Naturalmente, también esta «segunda oleada» dio la batalla en tomo al bloque gobierno­religión-empleo, y puso de manifiesto la minusvaloración que las mujeres padecían en el trabajo, en la escuela, en la medicina y en el arte.

 

-Contra la explotación comercial de la mujer

 

Pero el punto de salida del feminismo de posguerra es la obra «The Feminine Mystique», de Betty Friedan, de 1963, una fuerte denuncia contra la degradación comercializada de la mujer. En un mundo dominado por el consumo, las mujeres estaban doblemente maltratadas como objeto sexual y como compradoras y vendedoras de objetos. Las tesis militantes encontraron arraigo en la parte femenina de la población norteamericana: «La publicidad es una máquina de propaganda insidiosa en favor de una sociedad con predominio absoluto de los varones» (Lucy Komisar, 1971). Con dichas frases se expresaba, en los años 70, que ella estaba controlada y despersonalizada por él.

 

Ciertamente, mientras tanto, los ataques del feminismo fueron dando sus frutos para las mujeres y produjeron efectos tangibles en la relación entre los sexos; con el pasar de los años, la tensión en el ámbito social y público se ha reducido considerablemente. No obstante, el paisaje social se ha visto afectado por la avalancha de cambios introducidos por el feminismo: se ha dado la vuelta a todo lo antiguo de arriba abajo y se han generado novedades en modo confuso.

 

Presencia cada vez más activa de las mujeres
 en cada campo de la vida social

 

En América las mujeres han vivido el último decenio como un tiempo de triunfo. Miles y miles de mujeres desfilaron por las avenidas de las grandes ciudades embargadas y entusiasmadas por sentimientos fraternos descubiertos por vez primera. Incluso sin pertenecer al movimiento de liberación, la mayoría de ellas sienten que el viento les es favorable, sienten el entusiasmo de un nuevo amanecer y de un nuevo inicio... Ciertamente, la ganancia de esta lucha fue, en realidad, escasa en la mayoría de las profesiones y en la vida pública.

 

Muchos hombres  se retiran cada vez más

 

Sin embargo, a muchos hombres les pareció que eso les obligaba a "retirarse", tanto del mundo laboral como del de la propia casa, donde las mujeres les obligaban a revisar también el comportamiento más íntimo de su vida personal. El rol masculino tradicional se ha convertido en algo incierto10.

 

El Papa Juan Pablo II, que en la Mulieris Dignitatem desea vivamente la manifestación de aquel "genio" de la mujer que asegure la sensibilidad para el hombre en un mundo cada vez más dominado por los éxitos de la ciencia y de la técnica y cada vez más insensible hacia la vida y hacia el hombre, apela también a las mujeres cristianas, cuyo modelo es la Virgen María, a que no se dejen arrastrar por modelos propuestos por movimientos feministas extremistas.

 

En nuestro tiempo la cuestión de los «derechos de la mujer» ha adquirido un nuevo significado en el vasto contexto de los derechos de la persona humana. Iluminando este programa, declarado constantemente y recordado de diversos modos, el mensaje bíblico y evangélico custodia la verdad sobre la «unidad» de los «dos», es decir, sobre aquella dignidad y vocación que resultan de la diversidad específica y de la originalidad personal del hombre y de la mujer.

 

Por tanto, también la justa oposición de la mujer frente a lo que expresan las palabras bíblicas «el te dominará» (Gén 3, 16) no puede de ninguna manera conducir a la «masculinización» de las mujeres. La mujer -en nombre de la liberación del «dominio» del hombre- no puede tender a apropiarse de las características masculinas, en contra de su propia «originalidad» femenina. Existe el fundado temor de que por este camino la mujer no llegará a «realizarse» y podría, en cambio, deformar y perder lo que constituye su riqueza esencial. (Mulieris Dignitatem, 10)

 

C - La discusión sobre los géneros: una cultura andrógina cada vez más difundida

 

Sabemos que en los últimos encuentros mundiales sobre la Mujer en El Cairo y en Pequín, se ha puesto en discusión la tradicional distinción del género: hombre o mujer11. Tras el empuje de movimientos extremistas tanto feministas como homosexuales y grupos de presión antinatalidad, se quiere que sean aceptados como jurídicamente reconocidos cinco géneros: hombre, mujer, homosexual, lesbiana, heterosexual. Traigo aquí lo que escribe al respecto Mons. Angelo Scola, actual Patriarca de Venecia en un libro suyo:

 

"Universalismo científico y politeísmo neo-pagano explican la extrema facilidad con que una cultura andrógina se difunde cada vez más.

 

Según esta cultura la diferencia sexual no es, como afirma la psicología del profundo, insuperable e indeducible. Al contrario, llegará (y no tardará mucho) el día en el que cada hombre podrá elegir según su gusto su propio sexo o pasar en el arco de la misma existencia, de un sexo a otro. Las "biotecnologías" harán todo eso técnicamente posible... y en la ausencia total de valores de referencia desde el politeísmo neo-pagano, tenderá a transformar lo que "tú puedes" en lo que "tú debes".

 

El androginismo no es solamente la delirante búsqueda de la utopía de una autosuficiencia sexual que se basta a si misma, sino que... se revela como la negación misma de la autodonación fecunda.

 

Así que el androginismo... tiende a pervertir los tres aspectos del misterio nupcial (diferencia sexual, don de sí, fecundidad)... (propalando) un "erotismo difusivo".

 

La revolución sexual ha acercado al nivel de las masas una práctica de la sexualidad que entremezcla elementos libertinos y elementos románticos.

 

El otro, su cuerpo, es reducido a una pura maquina que permita el acceso al fuego del placer. Sobre todo la mujer, en su ser símbolo eminente del Otro, es anulada. La afección... es tratada como una enfermedad mortal contra la cual no hay ninguna defensa. El resultado es una desconstrucción radical de la esfera del amor y un demudamiento del misterio nupcial".12

 

A estos desafíos las familias cristianas están llamadas a responder mediante el testimonio de vida a la luz de la Revelación.

________________________

 

1 C. Rise, Il Padre, /'assente inaccettabile (El Padre, el ausente inaceptable), Ed. San Paolo, 2003, pago 49 ss.

 

2 El matrimonio con Lutero "sale del ámbito jurídico del reino espiritual y entra en el reino del mundo, llegando a formar parte integrante de su ordenamiento jurídico (JHeckel, Lex Caritatis, MOnchen 1953).

 

3 De todas maneras, es interesante que este acontecimiento, tan determinante para la historia del mundo, haya sido realizado a través de una trasgresión a la ley del Papa-padre espiritual con la ruptura del compromiso asumido, el celibato, para secundar unas pulsiones personales. Más allá de las motivaciones teológicas, el cuadro psicológico es ya el característico de la "revuelta contra el padre".

 

4 D. Lenzen, Alla ricerca del padre. Dal patriarcato agli alimenti,(En busca del padre. Del patriarcado a los alimentos) Laterza, Bari 1991, pp. 205ss.

 

5 D. Martin Luther, Werke. Kritische Gesamtausgabe, vol XXXII, pp. 376ss. Weimar 1883 (cit. En Lenzen).

 

6 O. cit., p. 209

 

7 Será necesario volver a ver la cultura del Novecientos y a la filosofía de la "muerte de Dios" a la teología, a la literatura, para darse cuenta de cómo la figura del padre haya sido puesta bajo sospecha. Para la literatura, piénsese en Rey Lear de Shakespeare, a los escritos de Balzac, Dostoevski, Kafka, Stridberg,Beckett.

 

8 G. P. Di Nicola - A. Danese, Nel grembo del padre, Effata Editrice, 1999

 

9 "Casi el 40% de los varones blancos, en Occidente, no está en condiciones de fecundar" (C. Rise, O. c., p. 104).

 

10 P. J. Cordes, El eclipse del padre, Ediciones Palabra, 2003.

 

11 La delegación Vaticana en el cuarto Congreso Mundial sobre la Mujer en Pequín, en 1995, volviendo a su posición manifestada de antemano en el precedente encuentro de El Cairo, en un documento oficial hace presente la posición de la Iglesia al respecto. El término "género" es entendido por la Santa Sede como derivado de la identidad biológica sexual, varón o hembra. Algunos términos en el documento son a menudo decididos vagamente: "orientación sexual" y "estilo de vida" no tienen una definición precisa, y además, no existe ningún reconocimiento jurídico para estos términos en documentos internacionales. Esta ambigüedad semántica y conceptual podría conducir a considerar, por ejemplo, la pedofilia como una forma de "orientación sexual". El término "orientación sexual", propuesto por algunos países Occidentales, no ha sido aceptado por países subdesarrollados.

 

12 A. Scola, Uomo e donna oggi, en R. Bobetti, La reciprocitá uomo-donna, vita di spiritua/ita coniuga/e e fami/iare, Editrice Citta Nuova, 2001.