Como dice Juan Pablo II en el documento:

TEMAS DE REFLEXIÓN Y DIÁLOGO COMO PREPARACIÓN AL IV ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS, LA FAMILIA CRISTIANA: UNA BUENA NUEVA PARA EL TERCER MILENIO (Manila, 25-26 de enero de 2003)

..."En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, «Ecclesia domestica» - Iglesia doméstica (LG, 11; cf. FC, 21)."

 

LA AUTÉNTICA VIDA DE FAMILIA

 

Por Joan D Chittester OSB
Revista Acción Femenina, abril 2002, México

 

El amor cuesta. Cuestan las pequeñas cosas cotidianas: servir las comidas, proveer lo necesario, pedir favores con amabilidad, negar favores gentilmente.

El amor exige. Exige que utilicemos nuestros dones tanto en beneficio de nuestra propia familia y grupo como de otras familias y grupos. Exige que hagamos de las relaciones humanas una prioridad. Exige que compartamos nuestras mentes, nuestros pensamientos, nuestro tiempo y a nosotros mismos con los demás. Más que nada exige que permitamos a las personas entrar a nuestras vidas para que lleguen a ser lo que son y crezcan lo que puedan crecer.

La familia, el grupo, la vida en sociedad, en suma la vida comunitaria es el único antídoto con el que contamos contra un individualismo que está alcanzando aceleradamente un carácter enfermizo y pecaminoso en este mundo.

¿Qué hacemos con nuestras vidas?

Lo que determina la calidad de la vida familiar no es lo que tenemos sino mas bien lo que hacemos con nuestra vida. El propósito de una vida según el Evangelio es la entrega de mi mismo para el bien de los demás. Pero su propósito también es la presencia del otro para mi propio beneficio.

Este modelo de vida, al contrario del típico sueño norteamericano, no pretende que cada miembro de la familia tenga su propio aparato de televisión o radio, lo que rompe la armonía familiar. Es la manera en que se comparten las televisiones, lo que mide el bienestar y el amor del grupo.

Con esta visión de la vida no corresponde sólo a las mujeres entregarse al servicio de su familia, si es que se desea lograr una familia verdadera, una comunidad verdadera, unas relaciones verdaderas. Dentro de este esquema, no sólo al hombre de la familia le corresponde trabajar para sostenerla, sino que todos deben contribuir para el bienestar y el futuro de la familia.

Un amor que no usa ni explota al otro

Existen cualidades comunes en la vida familiar que desafortunadamente brillan por su ausencia en la sociedad moderna. La auténtica vida de familia o de grupo se sustenta en la convivencia con otras personas en el espíritu de Cristo: para apoyarlas, para fortalecerlas y para aprender de ellas.

Se funda en un amor que no usa ni explota al otro, en un amor que puede dar sin requerir ninguna retribución; en un amor que no está basado en la gratificación de sí mismo.

Está cimentada la vida familiar en primer lugar en la unión con Cristo. Ni las comunidades ni las familias existen por sí solas. Existen para dar testimonio de Cristo y en Cristo. Existen para ser un milagro actuante el uno para el otro. Existen para hacer del mundo la familia que debe ser. Su propósito es llevarnos siempre hacia el centro de la vida, donde los valores cuentan e importan más que nuestras carreras, nuestro trabajo, nuestro prestigio o nuestra conveniencia personal.

El mero hecho de convivir con los demás no genera comunidad.

Las Personas conviven en el ejército y en las prisiones, en los dormitorios de colegios y en los hospitales; pero no se constituyen en comunidad, a menos que compartan plenamente los mismos valores y el mismo objeto central de amor.

Existir para algo más grande que nosotras mismos

Casarse con el esposo rico o con la esposa apropiada, ingresar en la vida religiosa para evadir en vez de confrontarlas no tiene nada que ver con la unión con Cristo. Tenemos que compartir una visión común. Tenemos que querer el bien el uno para el otro. Tenemos que ser capaces de beber del mismo pozo, juntos. La verdad acerca de la familia cristiana es que tenemos que comprometernos con los mismos valores eternos, juntos. Las cuestiones centrales de la familia (o del grupo o de la comunidad) son aquéllas por las que queremos vivir y cómo pretendemos vivir esos valores. Sin esa comprensión, los grupos fracasan y los matrimonios se disuelven y las personas abandonan la vida religiosa y las naciones van a la guerra. Otra función de la comunidad es permitirnos existir para algo más grande que nosotros mismos. No es una tarea pequeña en un mundo que nos dice constantemente que sólo nos debemos preocupar por nosotros mismos y que todo lo demás se cuide por sí mismo.

Nos urge una espiritualidad nueva

En la sociedad actual nos cuidamos a nosotros mismos y a nadie más, porque ninguna visión mas grande de la vida nos impulsa y porque nos falta el sentido de comunidad humana: el que exige que vivamos para los demás. Todas las agencias de publicidad nos venden satisfacción personal, no crecimiento como grupo. Desde muy jóvenes aprendemos a hacer sólo lo nuestro. Descubrimos desde temprana edad, en esta cultura, que tenemos que buscar ser el número uno. La noción de hacer algo porque beneficia a los demás tiene muy poco mercado en este mundo. En este medio ambiente nos urge una espiritualidad que tenga una conciencia de vida en Cristo, no simplemente la de vivir a mi conveniencia. Tenemos que aprender a ser el uno para el otro, a fin de que el amor de Dios se torne una certeza luminosa, desde aquí, desde ahora. Ésa es la función y la bendición de la comunidad, de la familia, del grupo.

Ayudarnos cuando estamos muy deprimidos

La comunidad se funda en la estabilidad, en la comprensión, en el trabajo, en la perseverancia. En contra de lo que pretenden garantizar los genios de la publicidad, no todo en la vida puede ser curado, resuelto o eliminado. Algunas cosas pueden, cuando más, ser fortalecidas. Algunas cosas deben ser sencillamente toleradas. Otras, simplemente aceptadas. La familia, la comunidad y sus relaciones nos brindan la posibilidad de hacer todo esto. El propósito de la familia y de sus relaciones es el brindarnos apoyo en aquellos días en que nos hallamos muy, pero muy deprimidos. En la familia trabajamos en pro de nuestra unión con Dios, con los demás y con nosotros mismos. En el seno de la familia descubrimos quiénes somos en realidad. Convivir con los demás saca a la luz mi impaciencia, pone de manifiesto mi afán de dominar y revela mi persistente devoción a mi mismo. Convivir con los demás, en otras palabras. pone de manifiesto tanto las deficiencias del otro como las mías propias. En las relaciones humanas aprendo que la teoría no sustituye al amor. Es fácil hablar acerca del amor de Dios; otra cosa es practicarlo.

Ser todo lo que puedo ser

De esta manera las relaciones me santifican. Me enseñan en dónde se encuentra la santidad para mí. de esta manera me desarrollan. Me enseñan dónde se halla mi crecimiento. Solo, soy simplemente lo que soy, pero en la familia, en el grupo, en la comunidad, tengo la oportunidad de ser todo lo que puedo ser.