T E X T O S

 

1. FE/ESPERANZA:CONCEPTOS EQUIVALENTES: /1P/03/15. /Hb/11/01 FE/CREER SIGNIFICA HABER ENCONTRADO UN SUELO.PODER ESTAR DE PIE.LLEGAR A LA REALIDAD DE TODAS LAS COSAS.

No podemos prescindir de la espera del "paraíso" ni de la necesidad del mismo; pero esta necesidad se convierte en desesperación cuando no hay una certeza sobre Dios y sobre una promesa divina correspondiente. Como ésta no puede darse sin la encarnación, muerte y resurrección de Dios, es por lo que Pablo dice que "los demás no tienen esperanza". Porque Cristo es esta certeza, es por lo que ser cristiano es tener esperanza y por lo mismo tanto en el N.T. como en los PP. Apostólicos los conceptos fe y esperanza son, en cierta medida equivalentes. Por eso, la primera carta de Pedro habla de dar razón de nuestra esperanza cuando se refiere a la explicación de la fe a los paganos (3.15).

La carta a los Hb llama a la "confesión de la esperanza" (10.23).

La carta a Tito designa a la fe que hemos recibido como "feliz esperanza" (Tt/02/13). En la carta a los Efesios antes de la declaración fundamental -"un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos"- se dice que "una sola es la esperanza a la que habéis sido llamados (4. 4-6). (Ver también 2 Co 3 12; Ga 5. 5; Ef 1. 19; Col 1. 23). Lo mismo puede decirse de los Padres Apostólicos. En la primera carta de Clemente, así como en Ignacio de Antioquía y en Bernabé, fe y esperanza son prácticamente intercambiables. Ignacio se siente unido "por el nombre y por la esperanza". Los cristianos son aquellos "que esperan en el Señor".

¿Qué es realmente la esperanza? Se basa primeramente en una radical necesidad del ser humano: el hombre espera siempre más de lo que toda presencia puede ofrecerle. Cuanto más cerca está de la esperanza tanto más percibe en su interior que ésta supera los límites de lo empírico. Lo imposible es para él lo necesario.

Pero esperanza significa confiar en que este anhelo se verá colmado, tendrá una respuesta. (...) Según esto la esperanza se podría definir como la anticipación de lo que ha de venir; en ella el "todavía no" está ya de alguna manera aquí y ésta es la dinámica que continuamente empuja al hombre más allá de sí mismo y le impide decir a un determinado momento: detente, ¡eres tan hermoso!... Sólo un cierto tipo de presencia puede fundamentar la confianza absoluta que es la esperanza. Esto mismo es lo que dice la definición de fe que se da en la Carta a los Hb: la fe es la "hipóstasis" de lo que se espera, la prueba de las realidades que no se ven (11.1). Este texto bíblico fundamental incluye tanto una ontología como una espiritualidad de la esperanza. La misma exégesis protestante reconoce hoy que tanto Lutero como la tradición exegética que le siguió erraron cuando -a la búsqueda de un cristianismo no helenista- redujeron la palabra hipóstasis a algo puramente subjetivo y la tradujeron por "firme confianza".

En realidad la definición de fe de la carta a los Hb no se puede separar de otros dos versículos de la misma carta en los que también aparece la palabra hipóstasis. En la introducción (1.3) se designa a Cristo como resplandor de la gloria de Dios y como impronta de su hipóstasis. Dos capítulos después este principio trinitario y cristológico se hace extensivo a la relación entre Cristo y los cristianos que la fe crea: por la fe los cristianos han llegado a ser partícipes de Cristo, a condición de que se mantengan firmes en la inicial participación de su "hipóstasis" (3.14).

Los tres textos tienen una clara visión: las cosas empíricas son lo pasajero. Dios, tal como se manifiesta y revela en Cristo, es la realidad subsistente, permanente y duradera, la única verdadera "hipóstasis". Creer es salir del juego de sombras de las cosas corruptibles y llegar al suelo (fundamento) firme de la verdadera realidad, a la "hipóstasis", literalmente: aquello en lo que se está de pie y sobre lo que se puede estar de pie. Dicho de otra forma: creer significa haber encontrado un suelo, llegar a la realidad de todas las cosas. Con la fe, la esperanza he "hecho pie": el grito de la esperanza, que sale del fondo de nuestro ser, no cae en el vacío, encuentra un apoyo seguro al que nosotros por nuestra parte tenemos que agarrarnos y en el que tenemos que perseverar.

La ontología, por su parte, remite a la espiritualidad. Esto queda claro si se considera el contexto en el que aparece la definición de fe de la carta a los Hb. Esta se prepara ya en el capítulo anterior mediante una especie de sutil juego de palabras, es decir, mediante una sucesión de conceptos que en griego comienzan todos por el prefijo "hypo" (sub): hiparjein, hiparxis, hipomoné, hipostellein, hipóstolé.

¿Qué sentido tiene esto? El autor recuerda a sus lectores que los cristianos en virtud de su fe han perdido "tá hiparjonta", es decir, su dinero, sus riquezas; por lo tanto, aquello que en la vida ordinaria aparece como la "substancia" que puede fundamentar y dar sentido a su vida. (...) Comienza el juego de palabras en el texto y se dice: precisamente en la pérdida de aquello que, por lo general, constituye la "substancia", el fundamento de la vida, se ha mostrado que ellos tenían una "hiparxis" mejor, una riqueza mayor y más duradera que nadie puede arrebatarles.

"Hiparxis" significa lexicológicamente "existencia". Aquí significa: nosotros -los cristianos- tenemos otra forma de ser, vivimos sobre otro suelo, sobre otro fundamento del que nadie puede arrancarnos, ni siquiera la muerte.

(RATZINGER.SOBRE LA ESPERANZA. COMMUNIO/84/IV.-JULIO/AGOSTO 1984)

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2. FE/QUÉ-ES La fe es pobreza: no tener plena luz, sino la luz suficiente para poder soportar la oscuridad. ·Evely-L ........................................................................

3. «Creer significa aprender a leer los acontecimientos de la propia vida como expresión del paso de Dios». ·Talec-P ........................................................................

4. FE/OBRAS/AG:AG/FE/OBRAS

La fe es amor fecundo en obras. ·Agustín-SAN invita y exhorta a "concebir a Cristo por la fe y parirlo por las obras" (Serm. 192, 2: Mi 38, 1012). ........................................................................

5. Lo que diferencia formalmente el hecho cristiano del hecho religioso tomado de modo general es que se funda en acontecimientos. Se puede definir el hecho religioso como la búsqueda del hombre por Dios. Este hecho surge de la estructura metafísica del hombre. FE/ACONTECIMIENTO El hecho cristiano, sin embargo, parte de la contingencia del acontecimiento. Su verdad es la de un hecho, no la de una exigencia. Su justificación proviene del testimonio, no de la demostración. La liturgia cristiana no es la forma cristiana del sentimiento religioso, sino la expresión litúrgica del hecho cristiano. Lo primero en ella es el pertenecer al orden del acontecimiento.

HT/HUMANA/HTSV  La fe cristiana tiene por objeto acontecimientos. Pero un determinado orden de acontecimientos que son las obras divinas, es decir, las acciones de Dios en la historia. El objeto de la fe es la historia santa, es decir, la historia de las acciones divinas. La historia, pues, puede ser enfocada desde un doble ángulo: aparentemente es la historia de las grandes obras del hombre, historia de las técnicas y de los imperios. Pero es también la historia de las obras de Dios que son infinitamente mayores que las del hombre, tanto mayores cuanto el orden de la caridad, es decir, de la gracia, supera el de los cuerpos y espíritus. Esta historia es el contenido último, la dimensión más profunda de la historia. Ser cristiano es creer que vivimos en la historia santa. Y es creer que lo que Dios obra en el alma de los santos es de un orden infinitamente superior a las mayores obras de los hombres.

J. DANIELOU. HISTORIA DE LA SALVACION Y LITURGIA.
SIGUEME. Salamanca 1965, pág. 34 ........................................................................

6. Un hombre de fe. ¿Quién lo hallará?

Lo confieso sinceramente: no he hallado en el curso de mis observaciones un solo ejemplar auténtico del hombre de la fe, sin negar por eso que quizá un hombre, de cada dos, acaso lo sea. Sin embargo, he buscado sus rastros durante muchos años, pero en vano. Comúnmente damos la vuelta al mundo para ver ríos y montañas, nuevas estrellas, aves multicolores, peces monstruosos, razas de hombres ridículos; nos abandonamos a un estupor animal, nos quedamos boquiabiertos ante el mundo y creemos haber visto algo. Todo eso me deja indiferente. Pero si yo supiese dónde vive un hombre de la fe, iría con mis propios pies al encuentro de ese prodigio que tiene para mí interés absoluto. No lo abandonaría ni por un momento siquiera; a cada instante observaría cómo hace sus movimientos y, considerándome enriquecido para siempre, dividiría mi tiempo en dos partes: una para observarlo y otra para ejercitarme, de modo que toda mi vida se empleara en admirarlo. Lo repito, no he hallado semejante hombre.

(·Kierkegaard. Temor y temblor) ........................................................................

7. FE/MAL:MAL/FE:

Dios mío, haz que crea en Ti

(En el umbral de la fe)

A pesar de mis esfuerzos, a pesar de los sacerdotes, jamás he conseguido abandonarme en los brazos de Dios. No he conseguido creer suficientemente. Soy como ese hombre del que se cuenta que todas las mañanas decía su oración: «Dios mío, haz que crea en Ti». Como todo el mundo, no sé si del otro lado hay otra cosa o no hay nada. Me siento inclinado a creer, como el Papa Juan Pablo II, que se lucha un enorme combate cósmico entre las fuerzas de las tinieblas y las del bien. Espero la victoria final de las fuerzas del bien, desde luego, ¿pero cómo se producirá? ¿Somos gotitas que componen un todo, o somos seres que renacerán? Lo que probablemente me entristece más es la separación de mi mujer y de mi hija. ¡Y de mí mismo! Espero la continuidad de identidad conmigo mismo, temporal y supertemporal, a través del tiempo y fuera del tiempo. Camino con enormes dificultades del brazo de mi hija, tengo miedo y corro peligro de caer a cada paso.

Se viene a la tierra para vivir. Se viene para debilitarse y morir. Se vive niño, se crece, muy pronto se comienza a envejecer y, sin embargo, es difícil imaginarse un mundo sin Dios. Por lo menos, es más fácil imaginárselo con Dios. Se diría que la medicina moderna y la gerontología quieren por todos los medios restablecer al hombre en su plenitud como no ha sabido hacerlo la divinidad: por encima de la vejez, de la chochez, del decaimiento, etc. Restaurar al hombre en su integridad , en su inmortalidad como la divinidad, no ha sabido o no ha querido hacerlo. Como la divinidad no lo ha hecho. Antes, al levantarme cada mañana, decía yo: gracias a Dios, que me ha dado un día más. Ahora digo: un día más que me ha quitado. ¿Qué ha hecho Dios con todos los hijos y los animales que quitó a Job? Sin embargo, creo en Dios, a pesar de todo, porque creo en el mal. Si hay mal, hay también Dios.

(_CARITAS/95-1.Pág. 222.Eugène Ionesco) ........................................................................

8. FE/CRECER Lejos de ser un descanso en la verdad adquirida, la fe es una conquista perpetua. No se cree de una vez para siempre, puesto que creer es ir a Cristo y, hasta la muerte, no estaremos nunca junto a Él.

DUERRWELL-FX

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9. FE/CRISIS

Tienen toda la razón Camus y los demás ateos cuando dicen que no pueden admitir un Dios impasible y despegado del sufrimiento de los inocentes. Este Dios impasible, aunque se le quiera presentar avalado por una reflexión metafísica, aparentemente sin fallo, sólo puede ser un ídolo monstruoso, una justificación ideológica fabricada por aquéllos que tienen intereses en un sistema estructurado según los principios de la injusticia y de la utilización y de la explotación de los más débiles e indefensos.

Si hay Dios, sólo se puede presentar como un Dios de justicia; de lo contrario, si no se presenta como un Dios de justicia, todos los que son víctimas de la injusticia humana deberán rechazarlo violentamente y clamar que de ninguna forma lo pueden aceptar como a Dios.

No cabe duda que está aquí una de las raíces más importantes de la actual crisis de fe, si es que no es la más importante e incluso la única. El Dios cosmológico u ontológico, relojero o tapaagujeros, se nos ha quedado evidentemente inútil. Pero no nos queremos pasar decididamente al Dios de justicia, que es el único que podría ser a la vez el Dios salvador. Nos da miedo. Y la razón es clara: todos somos a la vez autores y víctimas de injusticias; todos estamos implicados en la malla inextricable de intereses injustos, a la vez que soportamos sus consecuencias.

Por esto todos somos, a la vez, idólatras, ateos y creyentes: podemos ser idólatras cuando servimos nuestros intereses y adoramos el dinero, la comodidad o el poder a costa de lo que sea; podemos ser ateos cuando vemos que esto no está bien, porque lo sufrimos y pagamos las consecuencias y gritamos con inconsciencia infantil que si un Dios hubiera creado el mundo lo habría hecho mejor. Sólo seremos creyentes de verdad cuando estemos dispuestos a escuchar a Dios como la voz que nos interpela constantemente a la justicia, que juzga y condena todas las injusticias, pero que a la vez nos quiere liberar y salvar de nuestra misma injusticia.

Este Dios nos da miedo: nos atemorizan su interpelación y su juicio, que reclaman inexorablemente una "conversión", una nueva manera de buscar el sentido de la vida.

Desde la práctica no olvidemos una experiencia que puede ser común a todos: es mucho más cómodo buscar la protección de otros dioses o quizás negar la realidad de cualquier Dios. Pero no nos hemos de engañar: no hay otro Dios verdadero que el Dios de la justicia. Y captar su juicio es comenzar a entrar en la salvación.

(_EUCA/87/43)

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10. IGNORANCIA. ¿NIÑOS O ADULTOS?

"Una de las causas de la desorientación religiosa que se observa hoy en España en familias tradicionales en materia de creencia y práctica religiosa es precisamente ésta: la generación adulta de hoy no ha desarrollado un entendimiento inteligente del catolicismo paralelamente al conocimiento de su especialidad y al ejercicio de su profesión. Hemos dado a luz una generación de excelentes técnicos, grandes médicos e ingenieros, economistas y empresarios que son autoridades en su terreno... y carboneros en religión"

(·VALLÉS-C-GARCÍA. Dejar a Dios ser Dios, pág. 105) ........................................................

11. ESCA/IGNORANCIA

Esto, que vale para todo lo religioso en general, es especialmente cierto en el terreno de lo que los entendidos llaman "escatología". Merecería la pena tener un conocimiento lo más exacto posible sobre las ideas que los cristianos de nuestro tiempo tienen acerca de realidades tales como: vida más allá de la muerte, resurrección, cielo, infierno, purgatorio, juicio, etc.: ¿Qué creen exactamente nuestros fieles sobre todo esto?

-Es asombroso comprobar lo fácilmente que confunden resurrección con inmortalidad; de hecho, les parece lo mismo y usan una idea u otra indiferentemente, sin la más mínima noción de las diferencias entre lo uno y lo otro.

-La imagen general que se tiene sobre la otra vida no suele ir más allá de una proyección más o menos retocada de esta vida.

-Apenas hay conciencia real de las relaciones entre la otra vida y ésta, al margen de pensar que allí se recibe el premio o castigo a la moralidad o inmoralidad con que aquí se ha vivido.

-La falta de información hace que personas que se manifiestan sincera- mente creyentes acepten cualquier teoría que aparezca, aunque sea en una película de ciencia-ficción: reencarnación, espíritus que se comunican mediante el tablero Quija, almas que van y vienen, en pena o con ganas de gastar bromas...

Y ¿sabrían explicar lo que creen sobre todo ello?

Muchos no tiene más explicaciones sobre lo referente a la otra vida que las recibidas cuando niños; explicaciones más basadas en metáforas que en realidades (en buena lógica, adaptadas a la mentalidad de los niños); con el paso del tiempo no sólo no ha habido nuevas y actualizadas explicaciones, sino que aquellos ejemplos, aquellas metáforas, aquellas historietas, han sido elevadas a la categoría de verdades absolutas:

-El infierno sigue teniendo fuego.

-Sigue pareciendo mentira que Dios haya creado el infierno.

-El cielo sigue teniendo una pinta bastante aburrida.

-Las almas van y vienen libremente, eso sí: circulan con gran rapidez, son transparentes y han resuelto (¡al fin!) todos los problemas de obesidad.

Con este desolador panorama no es extraño que muchos creyentes que, por las razones que sean, han adquirido un cierto nivel cultural, se planteen si esa fe es seria; lo extraño es que no sean más los que abandonan, no la fe, sino esa clase de fe que, ciertamente, no es la genuina fe de la Iglesia.

Hay mucha tarea que realizar en este terreno; y no podemos escudarnos tras la afirmación de que se trata de una cuestión muy teórica y especulativa:

-Toda vida se mueve, en el fondo, por las ideas básicas de las personas; según lo que uno cree, así actúa y se comporta.

-Nuestra fe en la otra vida debe iluminar y dar sentido a esta vida; pero la imagen de la otra vida de la mayoría de los cristianos es prácticamente imposible que tenga nada que decir para esta vida.

-Es verdad que este terreno es difícil, resbaladizo, que nos resulta profundamente desconocido y se presta a la confusión; pero eso no impide que busquemos y vayamos afinando cada vez más nuestro conocimiento sobre la otra vida; un conocimiento que, no lo olvidemos, en buena medida nos ha llegado por revelación y, por tanto, nos merece todo respeto y toda atención.

Sería bueno que revisásemos toda nuestra información sobre estas cuestiones. Para ello, como en otras ocasiones, proponemos una serie de libros cuya lectura recomendamos encarecidamente:

-L. BOFF: Hablemos de la otra vida, Sal Terrae. 1980.

-J. MOLTMANN: El futuro de la creación, 1979.

-HANS KUNG: ¿Vida eterna?, Cristiandad, 1983.

-GRESHAKE: Más fuertes que la muerte, Sal Terrae, 1981.

-J. L. LOCHET: La salvación llega a los infiernos, Sal Terrae, 1980.

-J. L. RUIZ DE LA PEÑA: La otra dimensión, Sal Terrae, 1975 (hay una edición revisada más reciente).

-L. BOROS: El hombre y su última opción, Paulinas, 1977.

-A. SALAS: La Biblia ante el "más allá", Actualidad Bíblica, 1973. -Curso de escatología, ocho folletos de varios autores, Fundación Santa María, 1983 (este curso por sí solo es una buena síntesis).

(LUIS ·GRACIETA-L._DABAR/88/43) ........................................................................

12. FE/DUDAS

Si te viene el pensamiento de que todo lo que has pensado sobre Dios es equivocado y que Dios no existe, no te consternes por ello. Eso sucede a todos. Pero no creas que tu falta de fe procede de que no hay Dios.

Si ya no puedes creer en el Dios que antes creías, esto se debe a que en tu fe había algo equivocado y falso y tienes que esforzarte en comprender mejor eso que llamas Dios. Cuando un salvaje deja de creer en su dios de madera, eso no significa que no haya Dios, sino que el verdadero Dios no es de madera.

TOLSTOI-L

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13. FE/ORGULLO:

Resulta, pues, que la voluntad es una potencia decisiva del espíritu humano en lo que concierne al desarrollo de la fe y a la superación de los peligros que pueden amenazarla. Para que la fe pueda subsistir, el yo humano tiene que renunciar a su orgullo entregándose a Dios. Esta renuncia no es un abandono del propio ser; el que la lleva a cabo se gana a sí mismo en Dios. La fe en Dios comprende la fe del hombre en sí mismo, la fe en su yo elevado en Dios y por Dios a la gloria de la vida divina.

Cristo mismo enseñó que la Revelación, mediante actividades adecuadas de la voluntad, adquiere una confirmación de importancia trascendental, al decirnos: «Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. Quien quisiere cumplir su voluntad, conocerá si mi doctrina es de Dios o si Yo hablo por mi propia cuenta» (/Jn/07/16ss). Por tanto, quien cumple la voluntad de Dios tiene capacidad para reconocer el origen divino de la doctrina de Jesús, precisamente por el parentesco espiritual que le vincula Dios. Los oyentes de Jesús fueron incapaces de reconocer ese origen, por no tener afinidad alguna con Dios. «Sólo el que esté dispuesto a cumplir la voluntad de Dios, es capaz de reconocer lo divino donde quiera que se le presente. El Sol sólo se refleja en lagos tranquilos y claros de la montaña; las aguas desbordadas y agitadas no reflejan su imagen clara e inmaculada" (F. Tillman).

Los judíos se obstinaron en no admitir la fe, como dijo Cristo, porque no amaban ni buscaban la gloria de Dios, sino la suya propia (/Jn/05/41-45). Cristo es de arriba, ellos de abajo; ellos, hijos de este mundo, y Cristo no (lo. 8, 23); porque sienten interés sólo hacia las cosas de este mundo, y, además, orgullo de descender de Abraham; orgullo a fin de cuentas, de sangre, de abolengo (Jn 8, 33-41). Presupuesta esta actividad moral, son inútiles toda clase de enseñanzas, avisos y amonestaciones. Es tiempo perdido el empleado en hablar con ellos (lo. 8, 25). Odian y rechazan a Cristo -aun reconociendo su pureza de costumbres-, no sólo porque Dios no es ya el padre de ellos, sino porque son directamente hijos del demonio. "Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a mí porque yo de Dios salí y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que El me envió. ¿Por qué no reconocéis mi habla? Porque no estáis en disposición de oír mis palabras. Vosotros tenéis por padre al diablo y deseáis cumplir los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla la mentira, habla de su cosecha, porque es mentiroso y padre de la mentira". Cuando habla la mentira, habla de lo que le es propio: él es mentiroso (Jn 8, 42-44). Tillmann escribe lo que sigue: "Los judíos tenían que considerar la palabra de Jesús como un lenguaje extraño; la razón de esto hay que buscarla en la actitud misma de los judíos. No pueden comprender sus palabras porque no les habla en su lengua materna. Carecen de los órganos apropiados para aceptar las ideas, la doctrina y la verdad de Jesús». Los judíos no podían creer en El a causa de la ceguera y del endurecimiento de sus corazones (lo. 12, 37-40). De lo dicho resulta que, según la Escritura, la fe y la incredulidad no se fundan en la mayor o menor agudeza de ingenio, sino en actividades psicológicas o morales, en la decisión de la voluntad. Por eso, la incredulidad no puede ser refutada de un modo eficaz sólo con razones convincentes -aunque sus afirmaciones puedan ser rebatidas-, sino que ha de ser suprimida transformando los sentimientos del corazón.

(·SCHMAUS-1.Pág. 154) ........................................................................

14.

Sería falso decir que la fe es irracional; en efectos, la fe es siempre una decisión de la voluntad libre, un comienzo de nueva vida, una existencia en comunión con Dios. Por consiguiente, nunca podrá ser explicada de una manera racional y exhaustiva; esto sucedería si la fe no fuera más que una afirmación de ideas y proposiciones. Entonces se podría conocer su formación y estructura íntimas. En realidad, fe es encuentro personal entre el yo humano y el Tú divino, y en todas las relaciones entre el yo y el tú hay algo que escapa siempre a la razón. En ello radica el misterio de la persona. El cumplimiento de tales relaciones presupone valor y decisión iniciales. El que se atreve a decidirse adquiere una certeza que no depende de conocimientos anteriores, sino que se funda en el encuentro del yo con el Tú; es decir, en el acto de fe.

(·SCHMAUS-1.Pág. 157) ........................................................................

15. FE/ESCANDALO:

Aunque Dios llama al hombre en Cristo con voz que nadie puede dejar de oír; es cierto que sólo la oyen los hombres de buena voluntad. La ley que rige la Revelación de Dios en el Antiguo Testamento rige también la Revelación de Dios en Cristo: es una Revelación velada y hasta encubierta. Precisamente en Cristo, la ley en cuestión presenta una forma extensa y dolorosa. También el Dios que se revela en Cristo es un Dios escondido (Deus absconditus: /Is/45/15). ¿Qué mente humana podría llegar a imaginarse que Dios pueda manifestarse con claridad suma en lo cotidiano de la vida humana; más aún, en la ignominia y los tormentos de la Cruz y que Aquel a quien los hombres llevan ante sus tribunales, condenan y matan, es el Dios todopoderoso? Esto fue motivo de escándalo para los griegos, tan orgullosos de su sabiduría; para los judíos, que se vanagloriaban de su religiosidad. Sólo el que renuncia en la fe a su orgullo y a considerarse a sí mismo como norma y eje, puede llegar a ser partícipe de la Revelación de Dios en Cristo. Para los demás esta Revelación será sólo motivo de escándalo.

En algunas doctrinas de las Filosofías existencialista y vitalista encontramos una forma especial de este escándalo. ·Jaspers, por ejemplo, cree que es necesario negar la Revelación de Dios en Cristo, porque de haber tenido lugar, el hombre quedaría privado de su libertad y, por lo tanto, de su existencia auténtica. Si Dios hubiera aparecido en Cristo, el hombre sería anonadado por la Majestad de Dios. Esta objeción desconoce la ley fundamental de la automanifestación divina: su carácter de ocultamiento. Dios ha entrado en la historia humana de tal modo, que el hombre no sólo no es deslumbrado por la gloria de Dios, ni anonadado por su poder, sino que, al contrario, puede pasar por alto a Dios, puede sublevarse contra El. Dios respeta en cierto modo la libertad humana y la responsabilidad del hombre a la cual sirve de fundamento. Dios no impone su luz y su vida a los hombres.

Debido a este modo de proceder por parte de Dios, el hombre puede negar la automanifestación divina. Se podría decir, aplicando a Dios un concepto de la filosofía existencialista, que el carácter de ocultamiento con que se presenta la Revelación divina es causa de que Dios, en cierto sentido, "fracase" en el hombre. El amor de Dios se revela al hombre para salvarle, y cuanto más se acerca al perdido, sin querer violentarle, tanto más se resiste a aceptarle el hombre obstinado en negar a Dios. De esta manera, el amor, que ha venido a traernos la salvación, se convierte en juicio para el hombre orgulloso. Esto sucede a causa de la impenitencia contumaz.

El que por el carácter latente de la Revelación divina objetase que esa Revelación, al no salvar al hombre se hace superflua y carece de sentido, estima al hombre en poco, le aprecia menos que Dios. Desearía que el hombre fuese un mecanismo, una máquina a la cual Dios pone en movimiento hacia la meta propuesta, mientras que el mismo Dios lo considera como ser libre y responsable.

(·SCHMAUS-1.Pág. 186 s.) ........................................................................

16. FE/LIBERA.

"La decisión de distinguir fe y religión, separando por tanto la adhesión al Evangelio de toda complicidad con una visión numinosa del mundo, es una resolución heroica, de enormes consecuencias. La fe libera..., hace al hombre mayor de edad, capaz de prescindir de los dioses tutores... Así, creer en Dios exige ser sistemáticamente iconoclasta con todo lo demás. A las ideologías consabidas sucede la reflexión; a la fosilización institucional, la flexibilidad y viveza del cambio".

ALFREDO ·FIERRO-A

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17. FE/QUE-ES

La fe en Cristo no radica en el arcaísmo de las fórmulas La figura de Jesús nos llega cargada y rodeada de tantos títulos y declaraciones dogmáticas que para el hombre común resulta casi inaccesible. Su atracción y luminosidad, su vigor creativo y el desafío que Cristo significa están encuadrados dentro de un tipo de comprensión que tiende, cuando no se capta el sentido de las fórmulas, a empañar su originalidad, a esconder su faz humana y a relegarlo dentro de la historia para hipostasiarlo como un semidiós al margen de nuestro mundo. La fe debe liberar la figura de Jesús de los obstáculos que lo atan y lo disminuyen. Por eso, tener fe no significa proclamar a Jesús como Mesías, Señor, Hijo de David, Hijo de Dios, etc., sin preocuparse por saber lo que estos nombres quieren decir para nuestra vida. Para quien no es judío, como nosotros, ¿qué significa en realidad Mesías, hijo de David, león de la tribu de Judá? La fe en Cristo no se reduce al arcaísmo de las fórmulas, por muy venerables que sean, ni a un arqueologismo bíblico. Creer en Jesús, como acto existencial y modo de vivir, es confrontar la totalidad de mi vida personal, social, eclesial, cultural y global con la realidad de Jesús. La fe se realiza en el encuentro con la vida y sus problemas, que es preciso interrogar y discutir a la luz de Cristo y su mensaje. Por otra parte, nosotros interrogamos a Cristo, vamos a él con nuestras preocupaciones y buscamos en él una respuesta para la condición humana. En este diálogo se alimenta la fe, y Cristo se inserta dentro del contexto general de la existencia. Tener fe significa ser capaces de oír su voz, que habla dentro de nuestra situación.

CRISIS/QUE-ES: Todo encuentro verdadero con Cristo lleva a una crisis, que actúa como un crisol purificador y acrisolador (crisol y acrisolar provienen de la palabra crisis, que en sánscrito significa purificar y en griego llevar a una decisión), porque en él encontramos un tipo de profundidad humana que nos da qué pensar; en la vida de Jesús, sus palabras y actos se nos revelan palpablemente como las estructuras patentes originarias del ser humano en su relación con el Absoluto, y nos traen a la memoria lo que cada hombre debe ser ante los otros, ante Dios y ante el mundo. Esta norma, que brota del contacto con Cristo, adquiere una doble función: primero, la función propiamente crítica, que juzga nuestra situación, en la medida en que no se armoniza con Cristo y nos hace sentir la distancia y la inmensidad del camino que todavía nos queda por recorrer; segundo, la función acrisoladora y salvadora, en cuanto que el punto de referencia absoluto que descubrimos en Cristo nos confiere un impulso nuevo, nos posibilita la oportunidad de una conversión y nos da la seguridad de que con él podemos alcanzar la meta. En este sentido, Cristo es la permanente crisis de la existencia humana. Pero crisis en el sentido de crisol que purifica, acrisola y salva.

(·BOFF-LEONARDO-2.Pág. 237 s.)

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18. FE/IDEOLOGIA: LA FE CRISTIANA NO ES IDEOLOGÍA, SINO FUENTE DE IDEOLOGÍAS FUNCIONALES

Para mantenerse puro en su carácter cristiano, el proceso de liberación implica la aceptación, en su praxis, de la experiencia pascual. En otros términos: habrá de morir a sus propios modelos y a sus propias conquistas. Por un lado, debe abrazarlos con todo empeño, porque constituyen el reino de Dios presente en las ambigüedades de la historia; por otro, debe morir a ellos, porque no son toda la liberación ni todo el reino. Con su muerte crea la posibilidad de resurrección de otras concreciones mediadoras del reino y así «prepara la materia del reino de los cielos» al tiempo que realiza «un esbozo del siglo venidero» (Gaudium et spes, nn. 38, 39).

Al asegurarnos que el futuro del mundo está garantizado por la liberación plena del Resucitado, la fe no nos da, como ilusoriamente han creído muchos cristianos, la clave para descifrar todos los enigmas políticos y sociales. El cristiano, como los demás hombres, no está dispensado de buscar, tantear y luchar por la conquista del poder sin afán de dominio; ha de soportar la represión sin espíritu de venganza y reconocer que el cristianismo, precisamente por no ser una ideología, no le ofrece un modelo concreto de acción liberadora, válido para todo y siempre.

El evangelio invita a la fantasía creadora a elaborar ideologías nacidas no de una magnitud a priori, sino del análisis y de los desafíos de una situación, en función de un proyecto liberador. Ante esto, el cristiano, en su fe, no debe temer asumir una decisión concreta con los riesgos de fracaso que implica, decisión que puede ser la venida históricamente mediatizada del reino. Por ello puede, día tras día, suplicar ardientemente: «Venga a nosotros tu reino». Ni la fe ni la Iglesia pueden saber de antemano cuál será la configuración concreta de tal decisión. Lo que ellas pueden hacer es estar atentas a las llamadas de la situación y descubrir en ella cuál es la encarnación que el reino escatológico intenta asumir: sea a través de una arriesgada toma de poder, sea a través de una colaboración crítica con los modelos vigentes, sea mediante la inmersión en una situación de catacumbas o sea a través de una serie de acciones profético-liberadoras, capaces de despertar la conciencia adormecida. De todas estas formas, llenas de incertidumbres y ambigüedades, puede realizarse la auténtica sustancia cristiana o también su perversión en caso de cerrarse narcisistamente en su propia seguridad.

(·BOFF-LEONARDO-2.Pág. 266 s.)

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19. FE/FACIL/DIFICIL:

Dios nos ha hecho fácil y difícil a la vez el sí que cree en su amor aparecido en Cristo. El Amor de Dios es pobre y sin poder, lucha inútilmente a lo largo de la vida contra el odio y la incomprensión, y, finalmente, aplasta a Cristo en una muerte vergonzosa, que parece que confirma el fracaso de su vida. Quien quiera llegar y asirse a El en la fe debe renunciar a hacer de lo humano la medida de sus valoraciones y juicios; y eso lo mismo en el pensamiento, que en la voluntad, que en las vivencias. Los judíos se quedaron en sus pecados justamente porque no pudieron librarse de su valoración mundana y humana (/Jn/05/44). Dios llama por medio de Cristo a los hombres para que se despojen de la gloria humana y se pongan en camino hacia El. Cristo pone a los hombres, por tanto, en trance de decidir: quien no cree en El, quien no tiene la suficiente valentía de saltar la autosuficiencia humana, quien no tiene tanta vida como para alargarse hacia la vida eterna, se queda en la estrechez, en la muerte, en el pecado; ya está juzgado. Pero quien se agarra a Cristo en la fe, tiene la Vida. En Cristo se deciden, pues, la vida y la muerte (/Lc/02/34). El es el signo de Dios puesto en el mundo para salvación y contradicción. No hay otro signo en nombre del cual se haga una tan profunda y definitiva decisión, una elección tan hasta las últimas posibilidades, "Mediante la invocación del nombre de Jesús, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, se realiza una decisión entre los hombres" (Ireneo, de Lyón, Epid. cap. 97). Justamente porque en El viene Dios hacia el hombre, el corazón hundido en el pecado se defiende contra El (Jo. 8, 43-44). Se escandaliza de El.

Escandalo:"El escándalo es la expresión violenta del resentimiento del hombre contra Dios, contra la esencia misma de Dios; contra su santidad. Es la resistencia contra el mismo ser de Dios. En lo más profundo del corazón humano dormita junto a la nostalgia de la fuente eterna, origen de todo lo criado y que es la única que contiene la plenitud absoluta, la rebelión contra el mismo Dios, el pecado, en su forma elemental, que espera la ocasión propicia para atacar. Pero el escándalo se presenta raramente en estado puro, como ataque abierto contra la santidad divina en general; se oculta dirigiéndose contra un hombre de Dios: el profeta, el apóstol, el santo, el profundamente piadoso. Un hombre así es realmente una provocación. Hay algo en nosotros que no soporta la vida de un santo, que se rebela contra ella, buscando como pretexto las imperfecciones propias de todo ser humano. Sus pecados por ejemplo: ¡éste no puede ser santo! O sus debilidades aumentadas malévolamente por una mirada oblicua de los que le rechazan. O sus rarezas: ¡no hay nada más irritante que las excentricidades de los santos! En una palabra, el pretexto se basa en el hecho de que el santo es un hombre finito.

La santidad, sin embargo, se presenta más insoportable y es objeto de mayores objeciones y recusaciones intolerantes en la patria de los profetas. ¿Cómo va a admitirse que es Santo un hombre cuyos padres se conocen, que viven en la casa de al lado, que debe ser como todos los otros? Este de quien se sabe cómo están todos sus asuntos ¿un elegido de Dios? El escándalo es el gran adversario de Jesús. Tiene por consecuencia que se cierren todos los oídos al anuncio de la buena nueva; que no crean en el Evangelio; que se resistan al advenimiento del reino de Dios, llegando incluso a combatirlo" (·Guardini-R, El Señor, vol. I, págs. 86-87, Rialp, 1954).

Ocurrió el escándalo cuando Jesús anunció en Nazareth que en El se habían cumplido las palabras de Isaías, referentes al reino de Dios (Is. 61, 1). En la admiración ante sus palabras, que denunciaban al poderoso de Dios, en la prevención contra ellas, de pronto estalla la pregunta: "¿No es éste el Hijo de José? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago y Juan, Simón y Judas? Y ¿no están sus hermanos entre nosotros? ¿De dónde tiene entonces todo eso?" (/Mc/06/01-06; /Lc/04/16-30; /Mt/13/53-58). En realidad hay muchas razones que descubren el escándalo frente a Cristo; y no tiene ninguna de ellas a la que no pueda objetarse algo. Dios deja a los hombres en la libertad de decisión y en el peligro de caer en el abismo de negar a Cristo. El examinar a Cristo siempre está amenazado de este peligro; defenderse de él es algo tan importante que obtiene de Cristo una compensación de felicidad. Lo más extraño es que Cristo cuente con la posibilidad de escándalo justamente respecto a los milagros y actos de poder (Lc. 7, 18-23). Como si cuanto mayores sean la pobreza y bajeza de esta vida, fuera mayor la ocasión de escándalo.

Los judíos tenían que chocar con Cristo porque estaban tranquilos y felices dentro de su pensamiento y obrar mundanos. Aunque no comprendieron su misterio, observaban y rastreaban en su vida, en sus palabras y acciones, que era distinto de todos ellos, que en El había en juego una realidad que estorbaba a su círculo reducido e intramundano. Lo que de molesto sintieron frente a El, se les convirtió en odio; y decididamente procuraron deshacerse de aquella intranquilidad que estropeaba su pensamiento terrestre y Le mataron.

SCHMAUS-3.Pág. 125 ........................................................................

20. FE/COMPROMISO CSO/FE FE/OPIO:

Creer es querer transformar el mundo; nuestra fe no nos impulsa a los eremitorios, sino a los conflictos del mundo, no a la soledad voluptuosa que denunciaba -con razón- Unamuno, sino a mezclarnos en la vida de los hombres, con todo el riesgo que tal actitud presupone. Nada más doloroso que el divorcio entre pensamiento y vida de los cristianos, lo que denunciaba, decepcionado, R. Tagore tras un viaje a Europa: "He visto allí un cristianismo de domingo y un paganismo de diario". El sentido individualista de nuestra fe, la cobardía en nuestros planteamientos sociales -por la debilidad de la fe, sin duda- hacía más que razonable, desde tal punto de vista, la frase de ·Marx-KARL: "La religión es un opio del pueblo". Da pena recordar que tendrían que venir otros a recordarnos que los hombres no deben confiar sólo en el premio del "más allá", que la ciudad de Dios se empieza a edificar aquí mismo. Aun sin la esperanza de conseguir un mundo perfecto, ¿por qué ha de ser tan pésimo?"

(·PEREZ-LOZANO-JM, en "Heraldo de Aragón", 9-4-71) ........................................................................

21. FE/CRECIMIENTO

Carta del Arzobispo

El crecimiento en la fe

Es éste un asunto de todos, aunque se lo callen o incluso no lo reconozcan. Afecta, en positivo y como es obvio, a los creyentes. Y, por contrapartida, a los que dicen no tener fe. Es una experiencia recurrente, con diversa frecuencia, en los unos y en los otros. Tengo fe, pero poca; la tengo que cultivar, la tengo que vivir, la puedo perder. Y, ¿qué pasa con los no creyentes, los vacilantes, los confusos? Pues que también ellos en un buen número, arrastran sus conflictos interiores, se sienten a ciegas, están insatisfechos. Y, en casos, a punto de decir: "¡Señor, que yo vea! Para unos y para otros, no vendrá mal acaso darle un repasillo, como niños de catequesis, a la noción misma de nuestra fe. Se entiende que de la fe cristiana y católica. Válganos esta fórmula, breve y condensada, con elementos del nuevo Catecismo: "La fe es una adhesión personal del hombre entero a Dios y a su palabra revelada, cuya plenitud es Cristo, tal como nos es transmitida por la Iglesia".

Gentes de poca fe

Una perfecta profesión de fe es, ¿qué duda cabe? un cimiento firme, una condición sine qua non para poder hablar después del crecimiento en la fe, de la vida de fe. Nadie entiende que lo que ha de aumentar son las verdades del credo o el contenido de la revelación divina, custodiado por la Tradición de la Iglesia con la asistencia del Espíritu. Quienes crecemos somos nosotros; y no tanto en adherirnos al credo, a pies juntillas y sin titubear; que eso, por gracia, lo tienen muchísimos, cuanto en adherirnos fielmente a Dios, creer que nos ama, sentirlo cerca, fiarnos de él, abandonarnos como niños en sus manos. En repetidas escenas del Evangelio, Jesús les reprocha a sus discípulos, e incluso al mismo Pedro, el ser hombres de poca fe. ¿Es que no creían ellos que Yavé era el único Dios? ¿Acaso no reconocían en Jesús al Hijo único del Padre? Claro que sí. Pero su fe era inferior a un grano de mostaza. Estaba, sí, en su cabeza y un poco en su corazón. Mas, ni se traducía en esperanza y amor al Dios misericordioso, ni en el seguimiento firme y confiado de su Maestro. La prueba estuvo en su Pasión y muerte, cuando, herido el Pastor, se dispersaron las ovejas. ¿Porqué? Por miedo, por incredulidad, por falta de compromiso y por escaso amor a Jesús. ¿Verdad que no hicieron lo mismo ni María, ni las santas mujeres, ni Juan, el discípulo amado? Lo que a nosotros nos pasa es tres cuartos de lo mismo. Recitamos devotamente el credo, cuidamos de no caer, por nada ni por nadie, en la herejía y hasta nos parece que estaríamos dispuestos, con la ayuda de Dios, a morir mártires antes que apostatar de la fe. "Aunque tuviera que morir contigo, yo nunca te abandonaría" (Mt. 26,35). O, sin recurrir a ejemplos tan insignes como el de Pedro, me acuerdo simplemente de aquel Padre espiritual de nuestro Seminario: Estamos dispuestos, nos decía, a dar la sangre por nuestros compañeros, pero no a prestarles la máquina de escribir.

No le demos vueltas. Vivimos de apariencias. Otro gallo cantaría si sintiéramos a nuestro lado, o mejor, en nuestro interior, la presencia amorosa del Padre, el aleteo feliz del Espíritu Santo. Si saboreáramos más las cosas de arriba. ¿Verdad que no se nota demasiado que las fábricas, las aulas, las tiendas, las peluquerías, los estadios, están llenos de hijos de Dios, de seguidores de Cristo? No se trata, no, de copiar a las sectas, predicando a gritos por las calles.

¿Se nota que creemos?

La fe es como un aroma, exquisito y volátil, como todos los perfumes. ¡Qué disipado anda ese fraile, esa monja, ese seminarista!, se suele decir a veces, incurriendo incluso en injusticia o en gazmoñería. Pero está claro lo que se quiere expresar. Pensamos que a tales personas se les ha evaporado la esencia de la fe o, cuando menos, la interioridad, el espíritu religioso. A Moisés se le notaba en su rostro iluminado que bajaba del Sinaí de hablar con Yavé. No pido, Dios me libre, amaneramientos de ninguna especie , en las personas que viven la fe; pero todos conocemos a muchos, o unos pocos, y ¡vaya si se les nota! Es otro modo de hablar, de sufrir, de comportarse.

Volvamos a hablar en primera persona, para no descargar el asunto sobre los hombros ajenos. Yo, Juan, mayor de edad, casado y con tres hijos, perito agrícola, extremeño. Cambien, si quieren, el nombre por Lola, el estado civil por soltera, la profesión por ATS, y la procedencia por Murcia. Y si desean seguir el juego, introduzcan varios nombres, profesiones y estados civiles, incorporando a una monja y a un sacerdote. Yo añadiré al final que hasta un obispo.

Pues ¿qué? Nada, que, en total, redondeando el número, somos doce cristianos y cristianas, que manifestamos, sin orgullo ni encogimiento, nuestra fe católica, nuestra pertenencia a la Iglesia, nuestra buena intención de seguir a Jesucristo. ¿Y qué nos pasa? Pues lo mismo que a Pedro, Tomás, Felipe y los de Emaús. Que somos gente de poca fe. Y así nos luce el pelo. Y así le va al mundo. Lo nuestro, lo mío, es que tengo la impresión de no poder creer más. Y no me refiero tan solo a esas ráfagas de oscuridad, a esas situaciones de vacío en las que te busco a tientas, Señor. Cuando me cuesta sangre confesar que existes y que estás ahí. Ya sé que eso les pasaba a los santos, en forma de desierto interior, de desolación y de terribles noches oscuras. No, lo mío, lo nuestro, es más barato. Es que los múltiples afanes de cada día, el ruido de la radio y de la tele, las sacudidas emocionales de tantas cosas, o, más en prosa, la rutina tediosa de tantos días grises, me deja la fe a medio gas.

Aumenta nuestra fe

No brotan en nosotros ni arranques de oración, ni gestos generosos con el prójimo, ni entusiasmo por servir a la Iglesia. Una fe así, en los casos peores, parece estar en encefalograma plano, o ser un ave de vuelo corto. Estoy cargado de razones para no hacer nada que me saque del montón. Hombre de poca fe, mujer de poca fe. ¿Comunidades de poca fe?No seamos duros con esas gentes. Primero porquenos parecemos a ellas, y luego porque es más difícil, creo yo, pasar de cristiano corriente a cristiano comprometido, que de alejado a practicante.

¿No pedimos con naturalidad por los pecadores? Pues, hagámoslo por los creyentes pobres, por los cristianos de poca fe. ¡Ah! y sin olvidar nunca que la fe es una virtud teologal e infusa, que se nos da con el bautismo. Nadie puede empezar a creer, ni continuar creyendo, sin la gracia de lo alto. Esa gracia se obtiene en la oración. Si rezas, crees; si crees, rezas. Nadie cree solo: nos adherimos a la fe de la Iglesia y la vivimos en comunidad. Los pobres nos acercarán a Dios, si nosotros nos acercamos a ellos; las cruces y el sufrimiento, si no la destruyen -¡cuidado!- incrementan la fe. Sin lectura, sin meditación, sin compartirla con otros, no se incrementa la fe. Creo, Señor, ayuda mi incredulidad, aumenta nuestra fe.

MONTERO-ANTONIO  IGLESIA-EN-CAMINO Semanario "Iglesia en camino" Archidiócesis de Mérida-Badajoz No. 204 - Año V - 13 de abril de 1997