Papa
San Sixto II
EnciCato
(XYSTUS)
Fue electo el 31 de agosto de 257 y martirizado en Roma el 6 de agosto de 258.
Su origen es desconocido. El “Liber Pontificalis” dice que era griego por
nacimiento, pero esto probablemente sea un error originado por la errónea
suposición de que era idéntico a un filósofo griego del mismo nombre, quien fue
autor de las llamadas “Sentencias” de Xystus. Durante el pontificado de su
predecesor, San Esteban, surgió una fuerte disputa entre Roma y las Iglesias
africana y asiática, en cuanto al rebautismo de los herejes, que había amenazado
con terminar en la completa ruptura entre Roma y las Iglesias de África y Asia
Menor (ver San Cipriano de Cartago). Sixto II, a quien Pontius (Vita Cyprian,
cap. xiv) describe como un sacerdote bueno y pacífico (bonus et pacificus
sacerdos), fue más conciliador que San Esteban y restauró las relaciones
amistosas con estas Iglesias, aunque, al igual que su predecesor, mantuvo la
usanza romana de no rebautizar a los herejes.
Poco antes del pontificado de Sixto II, el Emperador Valeriano emitió su primer
edicto de persecución, en el que obligaba a los cristianos a participar en el
culto nacional de los dioses paganos y les prohibía reunirse en los cementerios,
amenazando con el exilio o la muerte a aquel que se descubriera desobedeciendo
la orden. De una forma o de otra, Sixto II pudo desempeñar sus funciones como
pastor jefe de los cristianos sin ser molestado por aquellos que estaban
encargados de ejecutar el edicto imperial.
Pero durante los primeros días de agosto de 258, el emperador emitió un edicto
nuevo y mucho más cruel contra los cristianos, cuyo contenido ha sido conservado
en una carta de San Cipriano a Successus, Obispo de Abbir Germaniciana (Ep. lxxx).
En él se enviaba a muerte a los obispos, sacerdotes y diáconos (“episcopi et
presbyteri et diacones incontinenti animadvertantur”). Sixto II fue uno de los
primeros en caer víctimas de este mandato imperial (“Xistum in cimiterio
animadversum citáis VIII. id. Augusti et cu meo diacones quattuor” –Cipriano, Ep.
lxxx). Con el fin de escapar a la vigilancia de los funcionarios imperiales
reunió a su rebaño el 6 de agosto en uno de los cementerios menos conocidos, el
de Pretextatus, del lado izquierdo de la Vía Appia, casi frente al cementerio de
San Calixto. Mientras estaba sentado dirigiéndose a su rebaño fue repentinamente
aprehendido por una banda de soldados. Existe cierta duda de si fue decapitado
de inmediato o si fue primero llevado frente a un tribunal para recibir su
sentencia y luego llevado de vuelta al cementerio para ser ejecutado. Lo último
parece ser lo más probable.
La inscripción que el Papa Dámaso (366-84) colocó en su tumba en el cementerio
de San Calixto puede ser interpretado en cualquiera de estas dos formas. La
inscripción completa es obra de San Dámaso (P.L. XIII, 383-4, donde se supone
erróneamente que es epitafio para el Papa Esteban I), y unos cuantos fragmentos
fueron descubiertos en la tumba misma por Rossi (Inscr. Christ., II, 108). El
“Liber Pontificalis” menciona que fue llevado para ser ofrecido como sacrificio
a los dioses (“ductus ut sacrificaret demonios” –I, 155). San Cipriano establece
en la carta mencionada anteriormente, que fue escrita cuando muy tarde un mes
después del martirio de Sixto, que “los prefectos de la Ciudad urgían
diariamente la persecución con el fin de que, si cualquiera era traído ante
ellos, pudieran ser castigados y sus propiedades confiscadas”. La patética
reunión entre San Sixto II y San Lauro, mientras el primero era llevado a
ejecución, de la cual se hace mención en los apócrifos “Hechos de San Lauro”,
así como por San Ambrosio (Officiorum, lib. I, c. xli y lib. II, c. ccviii) y el
poeta Prudentius (Peristephanon, II), probablemente sólo sea una leyenda.
La afirmación de Prudentius (ibid., renglones 23-26) de que Sixto II sufrió
martirio en la cruz, es completamente contraria a la verdad, a menos que a
manera de sentido figurativo poco natural el poeta utilizara la palabra
específica “cruz” (“Jam Xystus adfixus cruci”) como martirio en general, como
sugieren Duchesne y Allard (ver más adelante). Cuatro diáconos, Januarius,
Vincentius, Magnus y Stephanus, fueron aprehendidos con Sixto y decapitados con
él en el mismo cementerio. Otros dos diáconos, Felicissimus y Agapitus,
sufrieron martirio el mismo día. La solemnidad de San Sixto II y de estos seis
diáconos se celebra el 6 de agosto, día de su martirio. Los restos de Sixto
fueron transferidos por los cristianos a la cripta papal en el cementerio vecino
de San Calixto. Tras su tumba se conservó en una capilla la silla ensangrentada
en la cual fue decapitado. Se erigió un oratorio (Oratorium Xysti) sobre el
cementerio de San Pretextatus, en el lugar donde fue martirizado, y era visitado
por los peregrinos hasta los siglos siete y ocho. Por algún tiempo se creyó que
Sixto II era el autor de las llamadas “Sentencias” o “Anillo de Sixto”,
originalmente escrito por un filósofo pitagórico y revisado en el siglo dos por
un cristiano. Este error surgió porque en su introducción a una traducción al
latín de dichas “Sentencias”, Rufino las adjudica a Sixto de Roma, obispo y
mártir. Ahora existe la certeza de que el Papa Sixto II no es el autor (ver
Conybeare, “El Anillo del Papa Sixto se ofrece ahora en inglés, con un
comentario histórico y crítico, Londres 1910). Harnack (Texte und Untersuchungen
zur altchrist. Literatur, XIII, XX) le adjudica el tratado “Ad Novatianum”, pero
su opinión ha sido en general rechazada (ver Rombold en “Theol. Quartalschrift”,
LXII, Tübingen, 1900). Algunas de sus cartas han sido impresas en P.L., V,
79-100. Una carta descubierta recientemente fue publicada por Conybeare en
“English Hist. Review”, Londres, 1910.
Acta SS., Aug., II, 124-42; DUCHESNE, Liber Pontificalis, I, 155-6; BARMBY en
Dict. Christ. Biog., s. v. Xystus; ROHAULT DE FLEURY, Les Saints de la messe,
III (Paris, 1893): HEALY, The Valerian Persecution (Boston y Nueva York, 1905);
176-9; ALLARD, Les dernieres persecutions du troisieme siecle (Paris, 1907),
80-92, 343-349; DE ROSSI, Roma Sotteranea, II (Roma; 1864-77), 87-97; WILPERT,
Die Pepstgraber und die Ceciliengruft in der Katakombe des hl. Callistus,
suplemento a Roma Sotteranea de De Rossi (Freiburg im Br., 1909).
MICHAEL OTT
Transcrito por Kenneth M. Caldwell
Traducido por Lucía Lessan
Dedicado a la memoria de Don McGonigle