Oración de Quietud
EnciCato
La Oración de Quietud o del Silencio es considerada por los escritores, dentro
de la teología mística, como un grado o forma de contemplación. Debe ser, por
tanto distinguida de la meditación o de la oración afectiva. Tiene un lugar
intemedio entre ésta última y la oración de la unión. Tal y como su nombre lo
refiere, en la oración del silencio es en la cual el alma experimenta un grado
extraordinario de paz y descanso, acompañada del placer de la contemplación de
Dios. En esta oración, Dios brinda al alma un conocimiento intelectual de Su
presencia y la hace sentir en una real comunicación con El, aún cuando El puede
hacer esto de una manera un tanto obscura. La manifestación característica de la
oración aumenta a medida que la unión con Dios llega a alcanzar grados
superiores.
Este místico regalo no puede ser adquirido debido a que es algo sobrenatural. Es
Dios mismo quien manifiesta su presencia al alma. Esta forma de sensación es
diferente a como se obtiene la fe, aunque la misma es fundada en la fe. Este
regalo se emplea en cada grado de contemplación. De conformidad con Scaramelli,
el oficio de este regalo, al menos con cierto grado, es una mayor manifestación
de Dios en la medida en que esta dádiva divina es más abundante. Algunos autores
indican que no es para ser entendida como un regalo o dádiva ordinaria, como la
sabiduría. Esta última está directamente conectada con la santificadora gracia y
es poseída por cada hombre, sino que es sabiduría como manifestación del carisma
o de las gracias extraordinarias del Santo Espíritu. La misma se da a almas
privilegiadas.
Al principio, la oración del silencio es concedida de vez en cuando y solamente
durante algunos minutos.
Esta oración toma lugar cuando el alma ha arribado a un estado de la oración de
la recolección y silencio tal cuya condición algunos autores llaman oración de
la simplicidad. Los grados de oración no son estados definitivos en el sentido
de excluir o revertir otros niveles o estados de oración. En ocasiones ocurre
que la oración del silencio llega a ser no sólo frecuente sino también habitual.
En estos casos, la misma ocurre no solamente cuando se da el tiempo de oración,
sino cada vez que el pensamiento de Dios se representa en si mismo. Aún en las
condiciones enunciadas, la oración del silencio es sujeta a interrupciones y
alteraciones de intensidad, algunas veces de manera fuerte y otras de manera
débil.
La oración del silencio no impide enteramente el ejercicio de otras facultades
del alma. La voluntad en si, permanece cautiva. El intelecto y la memoria
aparecen teniendo gran actividad para las cosas de Dios en este estado, pero no
así para las cosas mundanas. Pensamientos de este último tipo pueden escaparse
de los linderos de la restricción, pero permanecen como inútiles y al final
existe una atracción de la voluntad a la presencia de Dios. De esta manera
continúa el deleite, no de manera total en una forma pasiva, sino dentro de la
capacidad de obtener fervientes aspiraciones y afectos.
En cuanto a los sentidos corporales, San Francisco de Sales nos dice que las
personas, durante la oración del silencio pueden escuchar y recordar cosas que
son dichas cerca de ellos. Citando a Santa Teresa, indica que ocurre cierto tipo
de superstición en el sentido de que estamos temerosos aún de toser o de
respirar, a fin de evitar movimientos corpóreos que hagan evitar el estado que
se ha logrado. Dios, quien es el autor de esta paz, no nos la priva aún con
inevitables movimientos del cuerpo o con involuntarios escapes de imaginación.
Los frutos espirituales son:
· Paz interior, la que continúa aún luego de la oración,
· profunda humildad,
· aptitud y disposición para los deberes espirituales,
· luz divina del intelecto, y
· estabilidad de la voluntad dentro de la bondad.
Es por medio de estos frutos, que los verdaderos místicos pueden ser
distinguidos de los falsos místicos.
Santa Teresa, El Camino de la Perfección; IDEM, El Castillo Interior; San Juan
de la Cruz, La Noche Obscura del Alma; IDEM, Ascenso al Monte Carmelo; San
Francisco de Sales, Tratado sobre el Amor de Dios; Poulain, Las Gracias de la
Oración Interior (Londres, 1910).
A. DEVINE
Trascripción de Paul T. Crowley
Dedicada a la Madre Mary Francis, PCC, Madre Abadesa, Monasterio de las
Carmelitas Pobres de Nuestra Señora de Guadalupe, Roswell, NM, y a la Sra.
Frances Martini, OCDS
Traducción de Giovanni E. Reyes.