Nominalismo, Realismo, Conceptualismo
EnciCato
Se usan estos términos para designar las teorías que se han propuesto como
solución de una de las cuestiones más importantes de la filosofía, a menudo
mencionada como el problema de los universales, que, aunque fue el asunto
favorito en épocas antiguas, y especialmente en la Edad Media, es aún destacado
en la filosofía moderna y contemporánea. Nos proponemos discutir en este
artículo:
I. La naturaleza del problema y las soluciones que se sugieren;
A. Realismo exagerado
B. Nominalismo
C. Conceptualismo
D. Realismo moderado
II. Las formas históricas principales de Nominalismo, Realismo y Conceptualismo;
A. En la Filosofía Griega
B. En la Filosofía de la Edad Media
C. Desde el Siglo XIII
D. En la Filosofía Moderna y Contemporánea
III. Las afirmaciones del Realismo moderado.
I. El Problema y las Soluciones que se sugieren
El problema de los universales es el problema de la correspondencia de nuestros
conceptos intelectuales con las cosas que existen fuera de nuestra mente.
Mientras que los objetos externos son determinados, individuales, formalmente
excluyentes de toda multiplicidad, nuestros conceptos o representaciones
mentales nos ofrecen las realidades con independencia de toda determinación
particular; son abstractos y universales. La cuestión, por tanto consiste en
descubrir hasta qué punto los conceptos de la mente corresponden a las cosas que
representan; cómo la flor que concebimos representa la flor que existe en la
naturaleza; en una palabra, si nuestras ideas son fieles y tienen realidad
objetiva. Se han ofrecido cuatro soluciones del problema. Es necesario
describirlas cuidadosamente, pues los autores no siempre usan los términos en el
mismo sentido.
A. Realismo exagerado
El Realismo exagerado sostiene que hay conceptos universales en la mente y cosas
universales en la naturaleza. Hay, por tanto, un estricto paralelismo entre el
ser en la naturaleza y el ser en el pensamiento, puesto que el objeto externo
está revestido del mismo carácter de universalidad que descubrimos en el
concepto. Esta es una solución simple, pero que va contra los dictados del
sentido común.
B. Nominalismo
El Realismo exagerado inventa un mundo de realidad que corresponde exactamente a
los atributos del mundo del pensamiento. El Nominalismo, por el contrario,
modela el concepto sobre el objeto externo, que sostiene es individual y
particular. El Nominalismo por consiguiente niega la existencia de conceptos
abstractos y universales, y rechaza admitir que el intelecto tenga la facultad
de engendrarlos. Lo que llamamos ideas generales son sólo nombres, meras
designaciones verbales, que sirven como etiquetas a colecciones de cosas o a
series de acontecimientos particulares. De ahí el término Nominalismo. Ni el
Realismo exagerado ni el Nominalismo encuentran dificultad en establecer
correspondencia entre la cosa en el pensamiento y la cosa que existe en la
naturaleza, puesto que por caminos diferentes, ambos postulan la perfecta
armonía entre las dos. La dificultad aparece cuando asignamos atributos
diferentes a la cosa en la naturaleza y a la cosa en el pensamiento; si
sostenemos que la una es individual y la otra universal. Surge entonces una
antinomia entre el mundo de la realidad y el mundo como se representa en la
mente, y eso nos lleva a investigar cómo la noción general de flor concebida por
la mente es aplicable a las flores particulares y determinadas de la naturaleza.
C. Conceptualismo
El Conceptualismo admite la existencia en nosotros de conceptos abstractos y
universales (de donde su nombre), pero sostiene que no sabemos si los objetos
mentales tienen o no algún fundamento fuera de nuestras mentes o si los objetos
individuales en la naturaleza poseen respectivamente y cada uno por sí mismo las
realidades que concebimos como efectivas en cada uno de ellos. Los conceptos
tienen un valor ideal; no tienen valor real, o al menos no sabemos si tienen
valor real.
D. Realismo moderado
El Realismo moderado, finalmente, declara que hay conceptos universales que
representan fielmente realidades que no son universales.
¿Cómo puede haber armonía ente los primeros y las últimas? Estas últimas son
particulares, pero tenemos la facultad de representárnoslas a nosotros mismos de
manera abstracta. Ahora bien el género abstracto, cuando el intelecto lo
considera reflexivamente y lo contrasta con los sujetos particulares en los que
se hace realidad o es capaz de hacerse realidad, es atribuible indiferentemente
a cualquiera y a todos ellos. Esta aplicabilidad del género abstracto a los
individuos es su universalidad. (Mercier, "Critériologie", Lovaina, 1906, p.
343).
II. Las Principales formas Históricas de Nominalismo, Realismo Y Conceptualismo.
A. En la Filosofía Griega
La conciliación del uno y los muchos, de lo cambiante y lo permanente, fue uno
de los problemas favoritos de los griegos; conduce al problema de los
universales. La afirmación típica del Realismo exagerado, la más franca hecha
nunca, aparece en la filosofía de Platón; lo real debe poseer los atributos de
necesidad, universalidad, unidad e inmutabilidad que se encuentran en nuestras
representaciones intelectuales. Y como el mundo sensible contiene sólo lo
contingente, lo particular, lo inestable, de ahí se sigue que lo real existe
fuera y por encima del mundo sensible. Platón lo llama eidos, idea. La idea es
absolutamente estable y existe por sí misma (óntos ón; autá kath'autá), aislada
del mundo fenoménico, distinta del intelecto humano y divino. Siguiendo
lógicamente las directrices principales de su Realismo, hace que una entidad
ideal corresponda a cada una de nuestras representaciones abstractas. No sólo
las especies naturales (hombre, caballo) sino los productos artificiales (cama),
no sólo las sustancias (hombre) sino las propiedades (blanco, justo) las
relaciones (doble, triple), e incluso las negaciones y la nada tienen una idea
correspondiente en el mundo suprasensible. "Lo que hace de uno y uno dos, es una
participación de la díada (dúas), y lo que hace de uno uno es una participación
de la mónada (mónas) en la unidad" (Fedón, lxix) El Realismo exagerado de
Platón, que reviste al ser real con los atributos del ser en el pensamiento, es
la doctrina principal de su metafísica. Aristóteles rompió con estas opiniones
exageradas de su maestro y formuló la doctrina principal del Realismo moderado.
Lo real no es, como dice Platón, una vaga entidad de la que el mundo sensible es
sólo la sombra; habita en medio del mundo sensible. La sustancia individual
(este hombre, ese caballo) es la única que tiene realidad; sólo ella puede
existir. Lo universal no es algo en sí mismo; es inmanente a los individuos y se
multiplica en todos los representantes de una clase. En cuanto a la formación de
la universalidad de nuestros conceptos (hombre, justo), es un producto de
nuestra consideración subjetiva. Los objetos de nuestras representaciones
genéricas y específicas pueden ciertamente ser llamados sustancias (ousiai),
cuando designan la realidad fundamental (hombre) con las determinaciones
accidentales (justo, grande); pero éstas son deúterai ousiai (segundas
sustancias), y por esto Aristóteles entiende precisamente que este atributo de
universalidad que afecta a la sustancia como en el pensamiento no pertenece a la
sustancia (la cosa en sí); es el resultado de nuestra elaboración subjetiva.
Este teorema de Aristóteles que completa la metafísica de Heráclito (negación de
lo permanente) por medio de la de Parménides (negación del cambio), es la
antítesis del Platonismo, y puede ser considerado uno de los más sutiles
pronunciamientos del Peripatetismo. Fue a través de esta sabia doctrina como el
Estagirita ejerció su ascendiente sobre todo el pensamiento posterior.
Después de Aristóteles la filosofía griega formuló una tercera respuesta al
problema de los universales, el Conceptualismo. Esta solución aparece en la
enseñanza de los Estoicos, quienes, como se sabe, figuran con el Platonismo y el
Aristotelismo entre los tres sistemas originales de la gran época filosófica de
los griegos. La sensación es el principio de todo conocimiento, y el pensamiento
es sólo una sensación colectiva. Zenón comparaba la sensación a una mano abierta
con los dedos separados; la experiencia a la mano abierta con los dedos
doblados; el concepto general nacido de la experiencia al puño cerrado. Ahora
bien, los conceptos, reducidos a las sensaciones generales, tienen como su
objeto, no la cosa externa y corpórea captada por los sentidos (túgchanon), sino
el lektóon o la realidad concebida; si ésta tiene un valor real, no lo sabemos.
La Escuela Aristotélica adoptó el Realismo aristotélico, pero los neoplatónicos
apoyaban la teoría platónica de las ideas que transformaron en una concepción
emanacionista y monista del universo.
B. En la Filosofía de la Edad Media
Durante largo tiempo se pensó que el problema de los universales monopolizó la
atención de los filósofos de la Edad Media, y que la disputa de los nominalistas
y los realistas absorbió todas sus energías. En realidad esa cuestión, aunque
destacada en la Edad Media, estuvo lejos de ser la única tratada por estos
filósofos.
(1) Desde el principio de la Edad Media hasta el final del Siglo XII.-Es
imposible clasificar a los filósofos del comienzo de la Edad Media exactamente
como nominalistas, realistas exagerados y moderados, o conceptualistas. Y la
razón es que el problema de los universales es muy complejo. No implica
meramente la metafísica de lo individual y de lo universal, sino que suscita
también importantes cuestiones de ideología - cuestiones acerca de la génesis y
la validez del conocimiento. Pero los primeros escolásticos, inexpertos en
asuntos tan delicados, no percibieron estos diversos aspectos del problema. No
se desarrolló espontáneamente en la Edad Media; se transmitió en un texto de la
"Isagoge" de Porfirio, un texto que parecía simple e inocente, aunque algo
oscuro, pero al que la fuerza de las circunstancias constituyó en punto de
partida necesario de las primeras especulaciones medievales sobre los
universales.
Porfirio divide el problema en tres partes:
¿Existen en la naturaleza los géneros y las especies, o consisten en meros
productos del intelecto?
Si hay cosas aparte de la mente, ¿son corpóreas o incorpóreas?
¿Existen en el exterior los objetos (individuales) de los sentidos, o se hacen
reales en estos últimos?
"Mox de generibus et speciebus illud quidem sive subsistant sive in nudis
intellectibus posita sint, sive subsistentia corporalia sint an incorporalia, et
utrum separata a sesnsibilibus an in sensibilibus posita er circa haec
subsistentia, decere recusabo." Históricamente, la primera de estas cuestiones
se discutió antes que las otras: la última se habría suscitado sólo en ocasión
de negarse un carácter exclusivamente subjetivo a las realidades universales.
Ahora bien, la primera cuestión era si los géneros y las especies eran o no
realidades objetivas: sive subsistant, sive in nudis intellectibus posita sint?
En otras palabras, el único punto en debate era la absoluta realidad de los
universales: su verdad, su relación con el entendimiento, no estaba en cuestión.
El texto de Porfirio, aparte de la solución que él proponía en otra parte en
obras desconocidas por los primeros escolásticos, es un planteamiento inadecuado
de la cuestión; pues sólo toma en cuenta el aspecto objetivo y descuida el punto
de vista psicológico que es el único que puede dar la clave a la verdadera
solución. Además, Porfirio, tras proponer su triple interrogación en la
"Isagoge", rehúsa ofrecer una respuesta (dicere recusabo). Boecio, en sus dos
comentarios, da respuestas que son vagas y escasamente consistentes. En el
segundo comentario, que es el más importante, sostiene que genera y species son
a la vez subsistentia e intellecta (cuestión 1ª), siendo la similaridad de las
cosas la base (subjectum) tanto de su individualidad en la naturaleza como de su
universalidad en la mente: que genera y species son incorpóreos no por
naturaleza sino por abstracción (cuestión 2ª), y que los objetos de los sentidos
existen tanto interior como exteriormente (cuestión 3ª).
Esto no estaba suficientemente claro para los principiantes, aunque podemos ver
en ello la base de la solución aristotélica del problema. Los primitivos
escolásticos se enfrentaron al problema tal como proponía Porfirio: limitando la
controversia a genera y species, y su solución a la alternativa sugerida por la
primera cuestión: ¿Existen los objetos de los conceptos (esto es, genera y
species) en la naturaleza (subsistentia) o son meras abstracciones (nuda
intellecta)? ¿Son, o no, cosas? Los que respondían afirmativamente tomaron el
nombre de reales o realistas, los demás el de nominales o nominalistas. Los
primeros o realistas, más numerosos en la Alta Edad Media (Fredegiso, Rémy
d'Auxerre, y Juan Escoto Eriúgena en el Siglo IX, Gerberto y Odon de Tournai en
el X, y Guillermo de Champeaux en el XII) atribuyen a cada especie una esencia
universal (subsistentia), de la que son tributarios todos los individuos.
Los nominalistas, que deberían ser llamados más bien anti-realistas, afirman por
el contrario que sólo existen los individuos, y que los universales son cosas
que se hacen reales en el estado universal en la naturaleza, o subsistentia. Y
como adoptan la alternativa de Porfirio, concluyen que los universales son nuda
intellecta (esto es, puramente representaciones intelectuales). Puede que
Roscelin de Compiègne no fuera más allá de estas enérgicas protestas contra el
realismo, y que no sea un nominalista en el sentido exacto que hemos atribuido a
la palabra más arriba, pues dependemos de otros para una expresión de sus
opiniones, en cuanto que no se conserva ningún texto suyo que justifique que
digamos que negó al intelecto la facultad de construir conceptos generales,
distintos por naturaleza de la sensación. De hecho, es difícil comprender cómo
el Nominalismo pudo existir en absoluto en la Edad Media, cuando sólo es posible
en una filosofía sensualista que niegue toda distinción natural entre la
sensación y el concepto intelectual. Además hay poca evidencia de Sensualismo en
la Edad Media, y, como el Sensualismo y el Escolasticismo, así también el
Nominalismo y el Escolasticismo se excluyen mutuamente. Los diversos sistemas
anti-realistas anteriores al Siglo XIII son de hecho formas más o menos
imperfectas de Realismo moderado hacia el que tendían los esfuerzos del primer
periodo, fases a través de las cuales pasaba la misma idea en su evolución
orgánica. Estos estadios son numerosos, y varios han sido estudiados en
recientes monografías (vg.: la doctrina de Adelardo de Bath, de Gauthier de
Mortagne, el Indiferentismo, y la teoría de la collectio). El estadio decisivo
está representado por Abelardo (1079-1142), quien indica claramente el papel d
la abstracción, y cómo nos representamos nosotros mismos los elementos comunes a
las distintas cosas, capaces de hacerse reales en un número indefinido de
individuos de la misma especie, aunque sólo el individuo existe. De eso al
Realismo moderado hay sólo un paso; fue suficiente mostrar que un fundamento
real nos permite atribuir la representación general a la cosa individual. Es
imposible decir quien fue el primero en el Siglo XII en desarrollar la teoría en
su integridad. El Realismo moderado aparece plenamente en los escritos de Juan
de Salisbury.
C. Desde el Siglo XIII
En el Siglo XIII todos los grandes escolásticos resolvieron el problema de los
universales mediante el Realismo moderado (Tomás de Aquino, Buenaventura, Duns
Scoto), y están así de acuerdo con Averroes y Avicena, los grandes comentaristas
árabes de Aristóteles, cuyas obras habían puesto recientemente en circulación
por medio de traducciones. Sto. Tomás formula la doctrina del Realismo moderado
en lenguaje preciso, y por esa sola razón podemos dar el nombre de Realismo
tomista a esta doctrina (ver más abajo). Con Guillermo de Occam y la escuela
terminista aparece la solución estrictamente conceptualista del problema. El
concepto abstracto y universal es un signo (signum), también llamado término (terminus;
de ahí el nombre de Terminismo dado al sistema), pero no tiene valor real, pues
lo abstracto y lo universal no existen en forma alguna en la naturaleza y no
tienen fundamento fuera de la mente. El concepto universal (intentio secunda)
tiene como objeto representaciones internas, construidas por el que entiende, a
las que nada externo que corresponda puede atribuirse. El papel de los
universales es servir como etiqueta, ocupar el lugar (supponere) en la mente de
una multitud de cosas a las que puede atribuirse. El Conceptualismo de Occam
sería francamente subjetivista, si, junto a los conceptos abstractos se
extendiera a la cosa individual, tal como existe en la naturaleza.
D. En la Filosofía Moderna y Contemporánea
Encontramos una inequívoca afirmación de Nominalismo en el Positivismo. Para
Hume, Stuart Mill, Spencer, y Taine no hay estrictamente hablando conceptos
universales. La noción a la que prestamos universalidad, es sólo una colección
de percepciones individuales, una sensación colectiva, "un nom compris" (Taine),
"un término en asociación habitual con muchas otras ideas particulares" (Hume),
"un savoir potentiel enmagasiné" (Ribot). El problema de la correspondencia del
concepto con la realidad es así resuelto de una vez, o más bien se suprime y se
le reemplaza por una cuestión psicológica. ¿Cuál es el origen de la ilusión que
nos induce a atribuir una naturaleza distinta al concepto general, aunque éste
sea sólo una sensación elaborada? Kant afirma claramente la existencia en
nosotros de nociones generales y abstractas y la distinción entre ellas y las
sensaciones, pero estas doctrinas se mezclan con un Fenomenalismo característico
que constituye la forma más original de Conceptualismo moderno. Las
representaciones universales y necesarias no tienen relación con las cosas
externas, puesto que son producidas exclusivamente por las funciones
estructurales (formas a priori) de nuestra mente. El tiempo y el espacio, en los
que enmarcamos todas las impresiones sensibles, no se pueden obtener de la
experiencia, que es individual y contingente; son esquemas que surgen de nuestra
organización mental. Por consiguiente, no hay garantía para establecer una
correspondencia real con el mundo de la realidad. La ciencia, que es sólo una
elaboración de los datos de los sentidos de acuerdo con otras determinaciones
estructurales de la mente (las categorías), se convierte en un poema subjetivo,
que tiene su valor sólo para nosotros y no para un mundo fuera de nosotros. Una
forma moderna de Realismo platónico o exagerado se encuentra en la doctrina
ontologista defendida por ciertos filósofos católicos a mediados del Siglo XIX,
y que consiste en identificar los objetos de las ideas universales con las ideas
divinas o arquetipos sobre los que fue modelado el mundo. Respecto al realismo
moderado, sigue siendo la doctrina de todos los que han vuelto al aristotelismo
o adoptado la filosofía neo-escolástica.
III. Las afirmaciones del Realismo Moderado
Este sistema reconcilia las características de los objetos externos
(particularidad) con las de nuestras representaciones intelectuales
(universalidad), y explica por qué la ciencia, aunque formada por nociones
abstractas, es válida para el mundo de la realidad. Para comprender esto basta
captar el significado real de la abstracción. Cuando la mente aprehende la
esencia de una cosa (quod quid est; tò ti en eînai), el objeto externo es
percibido sin las notas particulares que forman parte de él en la naturaleza (esse
in singularibus), y no está marcado aún con el atributo de generalidad que la
reflexión le otorgará (esse in intellectu). La realidad abstracta es aprehendida
con perfecta indiferencia en lo que respecta tanto al estado individual externo
como al estado universal interno: abstrahit ab utroque esse, secundum quam
considerationem consideratur natura lapidis vel cujus cumque alterius, quantum
ad ea tantum quae per se sompetunt illi naturae (Sto.Tomás, "Quodlibeta", Q.i,
a, 1). Ahora bien, lo que se concibe así en estado absoluto (absolute
considerando) no es nada más que la realidad encarnada en cualquier individuo
dado: verdaderamente, la realidad, representada en mi concepto de hombre, está
en Sócrates o en Platón. No hay nada en el concepto abstracto que no se aplique
a cada individuo; si el concepto abstracto es inadecuado, porque no contiene las
notas singulares de cada ser, no es menos fiel, o al menos su carácter abstracto
no impedirá que corresponda fielmente a los objetos existentes en la naturaleza.
Respecto a la forma universal del concepto, una primera consideración muestra
que es subsiguiente a la abstracción y es fruto de la reflexión: "ratio speciei
accidit naturae humanae". De ahí se sigue que la universalidad del concepto tal
como es es la obra puramente del intelecto: "unde intellectus est qui facit
universalitatem in rebus" (Sto. Tomás, "De ente et de essentia", iv).
Respecto al Nominalismo, Conceptualismo y Realismo exagerado, algunas
consideraciones generales deben bastar. El Nominalismo, que es inconciliable con
una filosofía espiritualista y por esa misma razón también con el
escolasticismo, presupone la teoría ideológica de que el concepto abstracto no
difiere esencialmente de la sensación, de la que es sólo una transformación. El
Nominalismo de Hume, Stuart Mill, Spencer, Huxley, y Taine no es de mayor valor
que su ideología. Confunden esencialmente operaciones lógicas distintas - la
simple descomposición de representaciones sensibles o empíricas con la
abstracción propiamente así llamada y la analogía sensible con el proceso de
universalización. Los aristotélicos reconocen ambas operaciones mentales, pero
distinguen cuidadosamente entre ellas. En cuanto a Kant, todos los lazos que
puedan relacionar el concepto con el mundo externo se destruyen en su
Fenomenalismo. Kant es incapaz de explicar por qué una y la misma impresión
sensible causa o desencadena ahora esta, ahora aquella categoría; sus formas a
priori son ininteligibles según sus propios principios, puesto que están más
allá de la experiencia. Además, confunde el tiempo y el espacio real, limitado
como las cosas que se desarrollan en él, con el tiempo y el espacio ideal o
abstracto, los únicos que son generales y sin límites. Pues en realidad no
creamos de manera global el objeto de nuestro conocimiento, sino que lo
engendramos dentro de nosotros por la influencia causal del objeto que se nos
revela. El Ontologismo, que es análogo al Realismo platónico, identifica
arbitrariamente los tipos ideales de nuestro intelecto, que vienen a nosotros
del mundo sensible por medio de la abstracción, con los tipos ideales
consustanciales con la esencia de Dios. Ahora bien, cuando formamos nuestras
primeras ideas abstractas aún no conocemos a Dios. Somos tan ignorantes de Él
que debemos emplear estas primeras ideas para probar a posteriori su existencia.
El Ontologismo tuvo su época, y la nuestra tan enamorada de la observación y el
experimento difícilmente volverá a los sueños de Platón.
M. DE WULF
Transcrito por Drake Woodside, Atom M. Eckhardt, y Yaqoob Mohyuddin
Traducido por Francisco Vázquez