Juana
Papisa
EnciCato
La leyenda sobre un papa mujer, quien más tarde llevó el nombre de Johanna
(Juana), apareció por primera vez a mediados del siglo XIII.
VARIACIONES DE LA LEYENDA
Primera versión: Jean de Mailly. El primero que parece haber tenido conocimiento
de la leyenda fue el cronista dominico Jean de Mailly (Archiv der Gesellschaft
fur altere deutsche Geschichte, xii, 17 sq., 469 sq.) de quien otro dominico,
Etienne de Bourbon (1261), adoptó la historia y la incluyó en su trabajo sobre
los "Siete dones del Espíritu Santo".
En dicho relato, la supuesta papisa se ubica alrededor del año 1100 y aun no se
le pone nombre. La narración dice que una mujer muy talentosa, vestida como un
hombre llegó a ser notario de la Curia, después cardenal y finalmente Papa; que
un día esta persona salió a montar y en esta ocasión dio a luz un hijo; que
entonces fue atada a la parte posterior de un caballo, arrastrada alrededor de
la ciudad, apedreada por la gente hasta morir y enterrada en el sitio mismo
donde falleció; y que ahí fue puesta una inscripción que decía lo siguiente: "Petre
pater patrum papissae prodito partum". Durante su mandato, añade la historia,
fueron introducidas las témporas, que por eso eran llamadas los "ayunos de la
papisa".
Segunda versión: Martín de Troppau. Una versión diferente aparece en la tercera
reseña de la crónica de Martin de Troppau (Martinus Polonus), insertada
posiblemente por el autor y no por un transcriptor posterior. A través de este
muy popular trabajo, la historia llegó a ser mejor conocida en la siguiente
forma: Después de León IV (847-855) el inglés John de Mainz (Johannes Anglicus,
natione Moguntinus) ocupó la silla papal dos años, siete meses y cuatro días. Él
era, supuestamente, una mujer. En su juventud fue llevada a Atenas con ropas de
hombre por su amante y allí fue tal su avance en el aprendizaje que nadie la
igualaba. Llegó a Roma, donde enseñó ciencias y atrajo así la atención de
intelectuales. Gozó del mayor respeto por su conducta y erudición y finalmente
fue seleccionada como Papa, pero, quedando embarazada de uno de sus asistentes
de confianza, dio a luz un niño durante una procesión desde San Pedro a Letrán,
en algún lugar entre el Coliseo y San Clemente. Ahí murió casi de inmediato y se
dice que fue enterrada en el mismo sitio. En sus procesiones, los papas siempre
evitaban este camino; muchas personas creían que los papas hacían esto por su
animadversión a esa desgracia.
Aquí aparece por primera vez el nombre de Johanna (Juana) como el de la supuesta
papisa. Martín de Troppau había vivido en la Curia como capellán y penitenciario
del Papa (murió en 1278), razón por la cual su historia papal fue ampliamente
leída y a través de él la leyenda obtuvo aceptación general. Un manuscrito de su
crónica relata de una manera diferente el destino de la supuesta papisa: tras de
su alumbramiento Juana fue inmediatamente destituida e hizo penitencia por
muchos años. Su hijo, se añade, llegó a ser Obispo de Ostia y la tuvo enterrada
ahí después de su muerte.
Versiones posteriores. Crónicas posteriores hasta daban el nombre que llevaba de
niña; algunas le llaman Agnes, otras Gilberta. Se encuentran más variaciones en
los trabajos de diferentes cronistas, por ejemplo en la "Crónica Universal de
Metz", escrita alrededor de 1250 y en ediciones subsecuentes de la "Mirabilia
Urbis Romae" del siglo XII (?).
Conforme a ésta última, en una visión le fue dado a escoger a la papisa entre la
desgracia temporal y el castigo eterno; ella eligió lo primero y murió durante
el parto en la calle.
VALORACIONES TEMPRANAS DE LA LEYENDA
Aceptación crédula. En los siglos XIV y XV esta papisa era ya considerada como
un personaje histórico, de cuya existencia nadie dudaba. Tenía su lugar entre
los bustos de la Catedral de Siena. Bajo Clemente VIII, y a petición suya, fue
transformada en el Papa Zacarías. El hereje Jan Hus, en la defensa de su falsa
doctrina antes del Concilio de Constanza, hizo referencia a la papisa y nadie
cuestionó el hecho de su existencia. Sin embargo la papisa no se encuentra en el
"Liber Pontificalis" ni entre los retratos de los papas de San Pablo extramuros
en Roma.
Valoración crítica. Esta supuesta papisa es por completo un invento de la
imaginación. En el siglo XV, tras el despertar del criticismo histórico, algunos
estudiosos como Aeneas Silvius (Espist., I, 30) y Platina (Vitae Pontificum, No.
106) encontraron que la historia no tenía sustento. Desde el siglo XVI
historiadores católicos empezaron a negar la existencia de la papisa, ejemplos
de ello fueron Onofrio Panvinio (Vitae Pontificum, Venecia, 1557), (Vitae
Pontificum, Venice, 1557), Aventinus (Annales Boiorum, lib. IV), Baronius (Annales
ad a. 879, n. 5) y otros.
Valoración protestante. También algunos protestantes, como Blondel ("Joanna
Papissa", 1657) y Leibniz ("Flores sparsae in tumulum papissae" in "Bibliotheca
Historica", Göttingen, 1758, 267 sq.) admitieron que la papisa jamás existió.
Sin embargo, numerosos protestantes hicieron uso del mito en sus ataques al
papado. Todavía en el siglo XIX, cuando lo insostenible de la leyenda fue
reconocido por historiadores serios, algunos protestantes (e.g. Kist, 1843;
Suden, 1831; y Andrea, 1886) intentaron, con un espíritu anti-romano, probar la
existencia de la papisa. Incluso Hase ("Kirchengesch.", II, 2nd ed., Leipzig,
1895, 81) no pudo reprimir escribir una nota llena de rencor y carente en
absoluto de valor histórico sobre este tema.
PRUEBAS DE SU CARÁCTER MÍTICO.
Las pruebas principales del carácter enteramente mítico de la papisa son:
Ninguna fuente histórica contemporánea entre las historias de los papas tiene
conocimiento de ella; tampoco se hace mención de ella hasta la mitad del siglo
XIII. Resulta increíble que la aparición de una "papisa", si hubiera sido un
hecho histórico, no hubiera sido notada por ninguno de los numerosos
historiadores de entre los siglos X y XIII.
En la historia de los papas no hay lugar en donde encaje esta figura legendaria.
Entre León IV y Benedicto III, donde Martinus Polonus la coloca, no es posible
insertarla porque León IV falleció el 17 de julio del año 855 e inmediatamente
después de su muerte Benedicto III fue elegido por el clero y por el pueblo de
Roma; solo que a causa del advenimiento de un antipapa en la persona del
cardenal depuesto Anastasius, Benedicto III fue consagrado hasta el 29 de
septiembre. Existen monedas con las imágenes de Benedicto III y del emperador
Lotario I, quien murió el 28 de septiembre del año 855; por lo tanto, Benedicto
III debió haber sido reconocido como Papa antes de esta fecha; el 7 de octubre
del año 855, Benedicto III emitió una carta para el monasterio de Corbie.
Hinemar, arzobispo de Reims, informó a Nicolás I de que un mensajero que había
enviado a León IV se enteró de la muerte de este Papa y por lo tanto dirigió su
petición a Benedicto III, quien la resolvió (Hinemar, ep. xl in P.L., CXXXVI,
85). Todas esos testigos prueban que las fechas dadas en las vidas de León IV y
Benedicto III eran correctas y que no hubo interrupción de la línea de sucesión
entre estos dos papas, de modo que en este lugar no hay espacio para la supuesta
papisa.
Más adelante es aún menos probable que una papisa pudiera insertarse en la lista
de papas cercanos al año 1100, entre Víctor III (1087) y Urbano II (1088-1099) o
Pascual II (1099-1110) como se sugiere en la crónica de Jean de Mailly.
ORIGEN DE LA LEYENDA
Esta leyenda de una papisa romana parece haber tenido una contraparte previa en
Constantinopla. En efecto, en su carta a Miguel Caerularius (1053), León IX dice
que él no creería lo que había oído, refiriéndose a que la Iglesia de
Constantinopla ya había visto eunucos, de hecho una mujer, en su silla episcopal
(Mansi "Concil.", XIX, 635 sq.).
Respecto al origen en sí de la leyenda de la Papisa Juana, se han establecido
diferentes hipótesis.
Bellarmine (De Romano Pontifice, III, 24) cree que la historia fue llevada desde
Constantinopla a Roma.
Baronius (Annales ad a., 879, n. 5) conjetura que la muy criticada debilidad
afeminada del Papa Juan VIII (872-882) en su trato con los griegos pudo dar
lugar a la historia. Mai ha mostrado (Nova Collectio Patr., I, Proleg., xlvii)
que Proteo de Constantinopla (De Spir. Sanct. Myst., lxxxix) en tres ocasiones
se refiere enfáticamente a este Papa como "el viril", como quitándole el estigma
de afeminado.
Otros historiadores apuntan a la degradación del papado en el siglo X, cuando
además tantos papas llevaron el nombre de Juan; parecía por lo tanto un nombre
ideal para la legendaria papisa.. De este modo Aventinus ve en la historia una
sátira a Juan IX; Blondel, una sátira a Juan XI; Panvinio (notae ad Platinam, De
vitis Rom. Pont.) la aplica a Juan XII, mientras que Leander (Kirkengesch., II,
200) la entiende como aplicable en general a la venenosa influencia femenina que
durante el siglo X hubo sobre el papado.
Otros investigadores se esforzaron por encontrar en varios acontecimientos y
reportes una base definitiva para el origen de la leyenda. Leo Allantius (Diss.
Fab. de Joanna Papissa) la relacionó con la falsa profetisa Theota, condenada en
el Sínodo de Mainz (847); Leibniz revivió la historia de un supuesto obispo
Johannes Anglicus que llegó a Roma y ahí fue reconocido como mujer. La leyenda
también fue relacionada con los Pseudodecretos Isidorianos, por estudiosos como
Karl Blascus ("Diatribe de Joanna Papissa", Naples, 1779) y Gfrörer (Kirchengesch.,
iii, 978).
La explicación de Döllinger ha encontrado en general mayor aprobación ("Papstfabeln",
Munich, 1863, 7-45). Él reconoce que la leyenda de la Papisa Juana es un
vestigio de alguna tradición del folklore romano ligada originalmente con
ciertos monumentos antiguos y costumbres peculiares. Una antigua estatua
descubierta en tiempos de Sixto V en una calle cercana al Coliseo, la cuál
muestra una figura con un niño, fue considerada por el pueblo como la
representación de la papisa. En la misma calle fue descubierto un monumento con
una inscripción, al final de la cuál aparece la bien conocida fórmula P.P.P. (proprie
pecuniâ posuit) junto con un nombre con prefijo que dice: Pap. (?Papirius) pater
patrum. Esto pudo fácilmente haber dado origen a la inscripción mencionada por
Jean de Mailly (ver arriba). También se observaba que el papa en procesión
solemne no transitaba por esta calle (quizás porque era muy angosta). Más
adelante se destacó con ocasión de la inauguración formal de la Basílica de
Letrán que el recién electo Papa siempre estuvo sentado en una silla de mármol.
Esta silla era un antiguo mueble de baño de los que había tantos en Roma.; el
Papa la usó realmente para descansar. Pero la imaginación popular llevó a pensar
que así se probaba el sexo del Papa, con el fin de evitar que, de ahí en
adelante, una mujer alcanzara el Trono de San Pedro.
Explicaciones equivocadas – como las que con frecuencia fueron inventadas en la
Edad Media ligadas con monumentos antiguos – y la imaginación popular fueron las
originalmente responsables del mito de "La Papisa Juana" que cronistas acríticos,
desde mediados del siglo XIII, dignificaron al consignarlo en sus páginas.
J.P. KIRSCH
Transcrito por Marie Jutras.
Traducido por Eladio Megchún.