Evangelio de San Lucas
EnciCato
Trataremos la materia en las siguientes secciones:
I. Biografía de San Lucas;
II. Autenticidad del Evangelio;
III. Integridad del Evangelio;
IV. Finalidad y contenido;
V. Fuentes del Evangelio: Problemas sinópticos;
VI. Exactitud de San Lucas;
VII. Lisanias, Tetrarca de Abilene;
VIII. ¿Quién pronunció el Magnificat?
IX. El censo de Quirino;
X. San Lucas y Josefo
XI. Apéndice: Decisiones de la Comisión Bíblica
I. BIOGRAFÍA DE SAN LUCAS
El nombre Lucas es probablemente una abreviatura de Lucanus, como Anás lo es de
Ananus, Apolo de Apolonius, Artemas de Artemidorus, Demas de Demetrius, etc. (Schanz,
"Evang. Des heiligen Lucas", 1,2; Lightfoot en "Col." Iv, 14 ; Plummer, "St.
Luke", introd.) La palabra Lucas parece haber sido desconocida antes de la Era
Cristiana ; pero Lucanus es común en inscripciones, y se encuentra al comienzo y
al final del Evangelio en algunos manuscritos latinos antiguos (ibíd.).
Generalmente se sostiene que Lucas era natural de Antioquía. Eusebio (Hist. Eccl.
III, iv, 6) dice: Loukas de to men genos on ton ap Antiocheias, ten episteuen
iatros, ta plesita suggegonos to Paulo, kai rots laipois de ou parergos ton
apostolon homilnkos – "Lucas vero domo Antiochenus, arte medicus, qui et cum
Paulo diu conjunctissime vixit, et cum reliquis Apostoli studiose versatus est."
Eusebio hace una afirmación más clara en sus "Quaestiones Evangelicae", IV, i,
270: ho de Loukas to men genos apo tes Boomenes Antiocheias en – "Lucas fue por
nacimiento originario de la renombrada Antioquía" (Schmiedel, "Encyc. Bib.").
Spitta, Schmiedel, y Harnack creen que esta es una cita de Julio Africano
(primera mitad del Siglo III). En el Codex Bezae (D) Lucas es introducido por un
"nosotros" ya en Hechos, 11,28; y aunque ésta no es una lectura correcta,
representa una tradición muy antigua. El autor de los Hechos tenía un interés
especial por Antioquía y estaba muy familiarizado con ella (Hechos, 11, 19-27;
14, 18-21, 25; 15, 22, 23,30,35; 18, 22). Se nos habla de la localidad de sólo
uno de los diáconos, "Nicolás, un prosélito de Antioquía", (6,5); y se ha
señalado por Plummer que, de ocho autores que describen la campaña rusa de 1812,
sólo dos, que eran escoceses, mencionan que el general ruso Barclay de Tolly,
era de origen escocés. Estas consideraciones parecen excluir la conjetura de
Renan y Ramsay de que San Lucas era natural de Filipos.
San Lucas no era judío. San Pablo lo separa de los de la circuncisión (Col. 4,
14), y su estilo prueba que era griego. De ahí que no se le pueda identificar
con Lucio el profeta de Hechos, 13, 1, ni con el Lucio de Rom., 16, 21, que era
cognatus de San Pablo. De esto y del prólogo del Evangelio se deduce que
Epifanio yerra cuando le llama uno de los setenta discípulos; ni era el
compañero de Cleofás en el viaje a Emaús tras la Resurrección (como se afirmaba
por Teofilacto y el Menologio griego). San Lucas tenía un gran conocimiento de
los Setenta y de las cosas judías, que adquirió o bien como prosélito judío (San
Jerónimo) o bien después de hacerse cristiano, a través de sus estrechas
relaciones con los apóstoles y discípulos. Aparte del griego, tuvo muchas
oportunidades de aprender arameo en su nativa Antioquía, la capital de Siria.
Era médico de profesión, u y San Pablo lo llama "el médico querido" (Col., 4,
14). Esta profesión implicaba una educación liberal, y su formación médica se
evidencia por su preferencia por el lenguaje médico. Plummer sugiere que pudo
haber estudiado en la famosa escuela de Tarso, rival de Alejandría y Atenas, y
posiblemente conoció allí a San Pablo. De su íntimo conocimiento del
Mediterráneo oriental, se ha conjeturado que había acumulado experiencia como
médico a bordo de un barco. Trabajó mucho, y envía saludos a los colosenses, lo
que parece indicar que les había visitado. San Lucas aparece por primera vez en
los Hechos en Tróade (16, 8 y ss.), donde se reúne con San Pablo, y, tras la
visión, cruza con él a Europa como evangelista, desembarcando en Neápolis y
continuando a Filipos, "persuadidos de que Dios nos había llamado para
evangelizarles" (nótese especialmente la transición a la primera persona del
plural en el versículo 10). Era, por tanto, un evangelista ya. Estaba presente
en la conversión de Lidia y sus compañeros, y se alojó en su casa. Junto con San
Pablo y sus compañeros, fue reconocido por el espíritu pitón: "Nos seguía a
Pablo y a nosotros gritando: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os
anuncian un camino de salvación" (versículo 17). Vio a Pablo y Silas detenidos,
arrastrados ante los magistrados romanos, acusados de alborotar la ciudad,
"siendo judíos", azotados con varas y echados a prisión. Lucas y Timoteo
escaparon, probablemente porque no parecían judíos (el padre de Timoteo era
gentil).
Cuando Pablo partió de Filipos, Lucas se quedó, con toda probabilidad para
continuar el trabajo de evangelista. En Tesalónica el apóstol recibió ayuda
pecuniaria muy apreciada de Filipos (Fil., 4, 15,16), sin duda por los buenos
oficios de San Lucas. No es improbable que éste permaneciera en Filipos todo el
tiempo que San Pablo estuvo predicando en Atenas y Corinto, y mientras viajaba a
Jerusalén y de vuelta a Éfeso, y durante los tres años en los que el apóstol
estuvo ocupado en Éfeso. Cuando San Pablo volvió a Macedonia, se reunió de nuevo
con San Lucas en Filipos, y allí escribió su Segunda Epístola a los Corintios.
San Jerónimo cree que es muy probable que San Lucas sea "el hermano, cuyo
renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las Iglesias" (II Cor.
8, 18), y que fue uno de los portadores de la carta a Corinto. Poco después,
cuando San Pablo volvió de Grecia, San Lucas le acompañó de Filipos a Tróade, y
con él hizo el largo viaje por la costa descrito en Hechos, 20. Subió a
Jerusalén, estuvo presente en el tumulto, vio el ataque al apóstol, y le oyó
hablar "en lengua hebrea" desde la escalera exterior de la fortaleza Antonia a
la silenciosa multitud. Luego contempló a los enfurecidos judíos, en su
impotente rabia, agitando sus vestidos, vociferando, y arrojando polvo al aire.
Podemos estar seguros que fue un visitante constante de San Pablo durante los
dos años de prisión de éste en Cesarea. En ese periodo pudo muy bien
familiarizarse con las circunstancias de la muerte de Herodes Agripa I, quien
había muerto allí "comido por los gusanos" (skolekobrotos), y probablemente
debió informarse mejor del asunto que Josefo. Se le dieron amplias
oportunidades, "después de haber investigado diligentemente todo desde los
orígenes", en relación con el Evangelio y los primeros Hechos, para escribir
ordenadamente lo que había sido transmitido por los "que desde el principio
fueron testigos oculares y servidores de la Palabra" (Lucas, 1, 2,3). Se
sostiene por algunos autores que el Evangelio fue escrito durante esta época,
Ramsay es de la opinión que la Epístola a los Hebreos se redactó entonces, y que
San Lucas tuvo una parte considerable en ella. Cuando Pablo apeló al César,
Lucas y Aristarco le acompañaron desde Cesarea, y estuvieron con él durante el
tempestuoso viaje de Creta a Malta. De allí continuaron hasta Roma, donde,
durante los dos años en que San Pablo estuvo en prisión, San Lucas estuvo
frecuentemente a su lado, aunque no continuamente, pues no se le menciona en los
saludos de la Epístola a los Filipenses (Lightfoot, "Phil.", 35). Estaba
presente cuando se escribieron las Epístolas a los Colosenses, los Efesios y a
Filemón, y se le menciona en los saludos dados en dos de ellas: "Os saluda
Lucas, el médico querido" (Col., 4, 14); "Te saludan...Marcos, Aristarco, Demas
y Lucas, mis colaboradores" (Philem., 24). San Jerónimo sostiene que fue durante
esos dos años cuando se escribieron los Hechos.
No tenemos información sobre San Lucas durante el intervalo entre los dos
encarcelamientos romanos de San Pablo, pero debe haber conocido a varios de los
apóstoles y discípulos durante sus diversos viajes. Se mantuvo junto a San Pablo
durante su última prisión; pues el apóstol, escribiendo por última vez a
Timoteo, dice: "He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la
carrera...Apresúrate a venir hasta mí cuanto antes, porque me ha abandonado
Demas por amor a este mundo... El único que está conmigo es Lucas" (II Tim., 4,
7-11). Vale la pena señalar que, en los tres lugares en que se le menciona en
las Epístolas (Col., 4, 14; Philem., 24; II Tim., 4,11) se le nombra junto a San
Marcos (cf. Col., 4,10), el otro evangelista que no era un apóstol (Plummer), y
está claro a partir de su Evangelio que estaba muy familiarizado con el
Evangelio según San Marcos; y en los Hechos da todos los detalles de la
liberación de San Pedro— lo que ocurrió en casa de la madre de San Marcos, y el
nombre de la muchacha que acudió a la puerta cuando San Pedro llamó. Debe
haberse reunido con frecuencia con San Pedro, y puede haberle ayudado a redactar
su Primera Epístola en griego, que presenta muchas reminiscencias del estilo de
Lucas. Tras el martirio de San Pablo prácticamente todo lo que sabemos de él se
contiene en el antiguo "Prefatio vel Argumentum Lucae", que se remonta a Julio
Africano, quien nació hacia el año 165. Este afirma que estaba soltero, que
escribió el Evangelio, en Acaya, y que murió a la edad de setenta y cuatro años
en Bitinia (probablemente un error del copista por Beocia), lleno del Espíritu
Santo. Epifanio dice que predicó en Dalmacia (donde hay una tradición a ese
respecto), Galia (¿Galacia?), Italia, y Macedonia. Como evangelista debió sufrir
mucho por la fe, pero se discute si efectivamente murió en el martirio. San
Jerónimo escribe de él (De Vir. III, vii): "Sepultus est Constantinopoli, ad
quam urbem vigesimo Constantii anno ossa ejus cum reliquiis Andreae Apostoli
translata sunt [¿de Acaya ?]". San Lucas es representado siempre por el ternero
o buey, el animal del sacrificio, porque su Evangelio comienza con el relato de
Zacarías, el sacerdote, padre de San Juan Bautista. Es llamado pintor por
Nicéforo Calixto (Siglo XIV), y por el Menologio de Basilio II (año 980). Se le
atribuye un retrato de la Virgen en Santa María la Mayor de Roma, y se puede
seguir su pista hasta el año 847. Probablemente es una copia del mencionado por
Teodoro Lector, en el Siglo VI. Este autor afirma que la emperatriz Eudoxia
encontró un retrato de la Madre de Dios en Jerusalén, que envió a Constantinopla
(ver "Acta SS", 18 de Octubre). Como observa Plummer, es seguro que San Lucas
era un artista, al menos en la medida en que sus descripciones gráficas de la
Anunciación, la Visitación, la Natividad, la Adoración de los pastores, la Oveja
perdida, etc., han llegado a ser temas de inspiración favoritos de los pintores
cristianos.
San Lucas es uno de los autores más extensos del Nuevo Testamento. Su Evangelio
es considerablemente más largo que el de San Mateo, sus dos libros son
aproximadamente tan largos como las catorce epístolas de San Pablo; y los Hechos
supera en longitud a las siete Epístolas Católicas y al Apocalipsis. El estilo
del Evangelio es superior a cualquier otro escrito del Nuevo Testamento, excepto
la carta a los Hebreos. Renan dice (Les Evangiles, xiii) que es el más literario
de los Evangelios. San Lucas es un pintor de palabras. "El autor del Tercer
Evangelio y de los Hechos es el más versátil de todos los escritores del Nuevo
testamento. Puede ser tan hebraísta como los Setenta, y tan libre de hebraísmo
como Plutarco... Es hebraísta al describir la sociedad hebrea y griego
describiendo la sociedad griega" (Plummer, introd.). Su gran dominio del griego
se demuestra por la riqueza de su vocabulario y la libertad de sus
construcciones.
II. AUTENTICIDAD DEL EVANGELIO
A. Evidencia interna
La evidencia interna puede ser resumida brevemente como sigue:
. El autor de los Hechos era un compañero de San Pablo, a saber, San Lucas; y
. el autor de los Hechos fue el autor del Evangelio.
Los argumentos se dan por extenso por Plummer, "St. Luke" en "Int. Crit. Com."
(4ª ed. Edimburgo, 1901); Harnack, "Luke the Physician" (Londres, 1907); "The
Acts of the Apostles" (Londres, 1909); etc.
(1) El autor de los Hechos era un compañero de San Pablo, a saber, San Lucas
No hay nada más seguro en crítica bíblica que esta proposición. El autor de las
secciones "nosotros" afirma ser un compañero de San Pablo. El "nosotros"
comienza en Hechos, 16, 10, y continúa hasta 16, 17 (la acción tiene lugar en
Filipos). Reaparece en 20, 5 (Filipos), y continúa hasta 21, 18 (Jerusalén).
Reaparece de nuevo en la partida hacia Roma, 27, 1 (texto griego), y continúa
hasta el final del libro.
Plummer sostiene que estas secciones son del mismo autor que el resto de los
Hechos:
. por la manera natural en que encajan;
. por las referencias a ellas en las demás partes; y
. por la identidad del estilo.
El cambio de persona parece natural y auténtico en la narración, pero no hay
cambio de lenguaje. Las expresiones características del autor se extienden a
todo el libro, y son tan frecuentes en las secciones de "nosotros" como en las
demás. No hay cambios de estilo perceptibles. Harnack ("Luke the Physician", 40)
hace un exhaustivo examen de cada palabra y frase en la primera de las secciones
"nosotros" (16, 10-17), y demuestra con cuánta frecuencia se hallan en el resto
de los Hechos y el Evangelio, cuando se comparan con los otros Evangelios. Su
modo de tratar la primera palabra (hos) indicará su método: "Este temporal hos
no se encuentra nunca en San Mateo ni San Marcos, pero aparece cuarenta y ocho
veces en San Lucas (Evangelio y Hechos) y eso en todas las partes de la obra"
Cuando llega al final de su estudio de esta sección es capaz de escribir: "Tras
esta demostración los que declaran que este pasaje fue obtenido de una fuente, y
que así no fue compuesto por el autor de la obra total, ocupan una posición muy
difícil. ¿Qué podemos suponer que haya dejado el autor inalterado de la fuente?
Sólo el ‘nosotros’. Pues, en realidad, nada más queda. Con respecto al
vocabulario, la sintaxis, y el estilo, debe haber transformado todo lo demás a
su propio lenguaje. Como tal procedimiento es absolutamente inimaginable, no nos
queda más que inferir simplemente que el autor está aquí hablando él mismo."
Incluso piensa que es improbable, habida cuenta de la uniformidad de estilo, que
el autor esté copiando de un diario propio, hecho en un periodo anterior. Tras
esto, Harnack procede a tratar las restantes secciones de "nosotros", con
similares resultados. Pero no es sólo en vocabulario, sintaxis y estilo en los
que esta uniformidad se manifiesta. En " The Acts of the Apostles", Harnack
dedica muchas páginas a una detallada consideración de la forma en que los datos
cronológicos, y los términos que tratan de tierras, naciones, ciudades, y casas,
se emplean a lo largo de los Hechos, tanto como el modo de tratar con personas y
milagros, y en todas partes muestra que la unidad de autoría no puede ser negada
excepto por los que ignoran los hechos. Esta misma conclusión se corrobora por
la repetición del lenguaje médico en todas las partes de los Hechos y del
Evangelio. Que el compañero de San Pablo que escribió los Hechos era San Lucas
es la opinión unánime de la antigüedad. Su preferencia por el lenguaje médico
prueba que el autor era médico. Westein, en su prefacio al Evangelio ("Novum
Test. Graecum", Amsterdam, 1741, 643), afirma que hay claras indicaciones de su
profesión médica por todos los escritos de San Lucas; y en el curso de su
comentario señala varias expresiones técnicas comunes al evangelista y a los
escritos médicos de Galeno. Estas fueron recopiladas por los Bolandistas ("Acta
SS", 18 de Octubre). En el "Gentleman’s Magazine" de Junio de 1841, apareció un
documento sobre el lenguaje médico de San Lucas. A los ejemplos dados en ese
artículo, Plummer y Harnack añaden varios otros; pero el gran libro sobre el
asunto es "The Medical Language of St.Luke" de Hobart (Dublín,1882). Hobart
trabaja con precisión en el Evangelio y los Hechos y señala numerosas palabras y
frases idénticas a las empleadas por autores médicos como Hipócrates, Arteo,
Galeno, y Dioscórides. Algunas se encuentran en Aristóteles, pero éste era hijo
de médico. Las palabras y frases citadas son o bien peculiares del Tercer
Evangelio y los Hechos, o bien son más frecuentes que en los demás escritos del
Nuevo Testamento. El argumento es acumulativo, y no rompe sus más débiles hilos.
Cuando se dejan aparte los casos dudosos y expresiones comunes a los Setenta,
queda un amplio número que parece bastante irrebatible. Harnack ("Luke the
Physician", 13) dice: "Es prácticamente seguro, por la materia, y más
especialmente por el estilo, de esta gran obra que el autor era médico de
profesión. Por supuesto, al hacer tal afirmación uno aún se expone al desdén de
los críticos, y ello aunque los argumentos que se aleguen en su apoyo sean
sencillamente convincentes....Sin embargo, los que lo han estudiado
cuidadosamente [el libro de Hobart] encontrarán, creo, imposible escapar a la
conclusión de que aquí la cuestión no es meramente de coloración lingüística
accidental, sino que esta gran obra histórica fue compuesta por un autor que, o
era médico o estaba bastante íntimamente familiarizado con el lenguaje y la
ciencia médica. Y, de hecho, esta conclusión es válida no sólo para las
secciones de ‘nosotros’, sino para todo el libro." Harnack da al asunto un
tratamiento especial en un apéndice de veintidós páginas. Hawkins y Zahn llegan
a la misma conclusión. Este último observa (Einl., II, 427): "Hobart ha probado
para todos los que pueden apreciar las pruebas que el autor de la obra de Lucas
fue un hombre experto en el lenguaje científico de la medicina griega – en
resumen, un médico griego" (citado por Harnack, op. cit.).
En relación con esto, Plummer, aunque habla más cautamente de los argumentos de
Hobart, está prácticamente de acuerdo con estos autores. Dice que cuando se ha
examinado bien la lista de Hobart queda un considerable número de palabras. "El
argumento", continúa diciendo, "es acumulativo. Dos o tres ejemplos de
coincidencia con autores médicos podría explicarse por la mera coincidencia;
pero el amplio número de coincidencias hace esa explicación insatisfactoria para
todas ellas, especialmente cuando la palabra es, o bien rara en los Setenta, o
no se encuentra en absoluto allí." (64). En "The Expositor" (Nov. 1909, 385 y ss.),
Mayor dice de las dos obras arriba citadas de Harnack: "En oposición a la
escuela de críticos de Tübingen, ha reivindicado con éxito para San Lucas la
autoría de los dos libros canónicos atribuidos a él, y además ha probado que,
con algunas omisiones, pueden aceptarse como documentos dignos de crédito...Me
alegro de ver que el traductor inglés...se ha convertido ahora por la
argumentación de Harnack, fundada en parte, como él mismo reconoce, en las
investigaciones de estudiosos ingleses, especialmente el doctor Hobart, Sir W.M.
Ramsay, y Sir John Hawkins." Hay una chocante semejanza entre el prólogo del
Evangelio y un prefacio escrito por Dioscórides, un escritor médico que estudió
en Tarso en el Siglo I (ver Blass, "Philology of the Gospels").Las palabras con
las que Hipócrates comienza su tratado "Sobre la Medicina antigua" deben
señalarse en relación con esto: "Okosoi epecheiresan peri ietrikes legein he
graphein, K.T.L" (Plummer,4) Cuando se toman en cuenta plenamente todas estas
consideraciones, prueban que el compañero de San Pablo que escribió los Hechos
(y el Evangelio) era médico. Ahora bien, sabemos por San Pablo que tenía tal
compañero. Escribiendo a los Colosenses (4, 11), dice: "Os saluda Lucas, el
médico querido."Estaba, por tanto, con San Pablo cuando escribió a los
Colosenses, a Filemón, y a los Efesios; y también cuando escribió la Segunda
Epístola a Timoteo. Por la forma en que habla de él, se da a entender un largo
periodo de relaciones.
(2) El autor de los Hechos fue el autor del Evangelio
"Esta posición", dice Plummer, "está tan admitida generalmente por los críticos
de todas las escuelas que no hay que gastar mucho tiempo en discutirla." Se
puede decir que Harnack es el más destacado converso reciente a esta opinión, a
la que da apoyo elaborado en los dos libros arriba mencionados. Pretende haber
demostrado que los primeros críticos estaban desesperadamente equivocados, y que
la opinión tradicional es la correcta. Esta opinión está ganando terreno
rápidamente incluso entre los ultracríticos, y Harnack declara que los demás
resisten porque existe una disposición en ellos a ignorar los hechos que hablan
contra ellos, y habla de "la verdaderamente lamentable historia de la crítica de
los Hechos". Sólo se puede dar aquí un brevísimo resumen de los argumentos. El
Evangelio y los Hechos están ambos dedicados a Teófilo y el autor de la última
obra afirma ser el autor de la primera (Hechos, 1, 1). El estilo y disposición
de ambos son tan similares que la suposición de que uno fuera escrito por un
falsificador en imitación del otro está absolutamente excluida. La facultad de
análisis literario requerida para ello era entonces desconocida, y, aunque fuera
posible, no conocemos a ningún escritor de esa época que tuviera la asombrosa
habilidad necesaria para producir tal imitación. Es postular un milagro
literario, dice Plummer, suponer que uno de los libros fuera una falsificación
escrita en imitación del otro. Tal idea no se le habría ocurrido a nadie; y, si
así fuera, no lo habría llevado a cabo con tan maravilloso éxito. Si tomamos
algún capítulo del Evangelio y anotamos las palabras, frases y construcciones
especiales, peculiares y características, y luego abrimos los Hechos al azar,
encontraremos las mismas peculiaridades literarias repitiéndose constantemente.
O, si empezamos con los Hechos, y procedemos a la inversa, se producirán los
mismos resultados. Además de la semejanza, hay paralelismos de descripción,
ordenación, y puntos de vista, y la reiteración de lenguaje médico, en ambos
libros, que se ha mencionado en el párrafo anterior.
Deberíamos esperar naturalmente que la larga relación entre San Pablo y San
Lucas habría influido en su vocabulario, y sus escritos muestran que tal fue el
caso. Hawkins (Horae Synopticae) y Bebb (Hast.; "Dict. Of the Bible", v. art. "Luke,
Gospel of") afirman que hay 32 palabras que se encuentran sólo en San Mateo y en
San Pablo; 22 en San Marcos y San Pablo; 21 en San Juan y San Pablo; mientras
que hay 101 que se encuentran sólo en San Lucas y San Pablo. De las palabras y
frases características que distinguen a los tres Evangelios Sinópticos, un poco
más de la mitad son comunes a San Mateo y San Pablo, menos de la mitad a San
Marcos y San Pablo y dos tercios a San Lucas y San Pablo. Varios autores han
dado ejemplos de paralelismo entre el Evangelio y las Epístolas paulinas. Entre
los más chocantes están los dados por Plummer (44). El mismo autor da una larga
lista de palabras y expresiones que se encuentran en el Evangelio y en los
Hechos y en San Pablo, y en ninguna otra parte del Nuevo Testamento. Pero aún
más, Eager en "The Expositor" (Julio y Agosto de 1894), en su intento de probar
que San Lucas fue el autor de la Epístola a los Hebreos, ha llamado la atención
sobre el notable hecho de que la influencia de Lucas sobre el lenguaje de San
Pablo es mucho más marcada en las Epístolas en las que sabemos que San Lucas era
su compañero constante. Resumiendo, observa: "Hay de hecho base suficiente para
creer que esos libros, Colosenses, II Corintios, las Epístolas Pastorales, la
Primera (y en menor medida la Segunda) de Pedro, poseen características de
Lucas." Cuando se toman en consideración todos estos puntos, proporcionan la
prueba convincente de que el autor del Evangelio y los Hechos fue San Lucas, el
médico querido, el compañero de San Pablo, y esto se confirma plenamente por la
evidencia externa.
B. Evidencia externa
La prueba a favor de la unidad de autoría, derivada del carácter interno de los
dos libros, se refuerza cuando se pone en relación con la evidencia externa.
Todo testimonio antiguo de la autenticidad de los Hechos habla igualmente a
favor del Evangelio; y todo pasaje a favor de la autoría de Lucas del Evangelio
da similar apoyo a la autenticidad de los Hechos. Aparte de eso, en muchos
pasajes de los primeros Padres ambos libros se atribuyen a San Lucas. La
evidencia externa sólo puede ser tratada aquí de la manera más breve. Para la
evidencia externa a favor de los Hechos, ver HECHOS DE LOS APÓSTOLES.
Los muchos pasajes de San Jerónimo, Eusebio, y Orígenes, atribuyendo los libros
a San Lucas, son importantes no sólo por testimoniar su propia creencia, sino
también la de la época más antigua. San Jerónimo y Orígenes fueron grandes
viajeros, y los tres fueron lectores omnívoros. Tuvieron acceso prácticamente a
toda la literatura cristiana de los siglos precedentes; pero en ninguna parte
insinúan que la autoría del Evangelio (y los Hechos) fuera nunca puesta en
cuestión. Esto, tomado en sí mismo, sería un argumento más fuerte que el que se
puede aducir para la mayoría de las obras clásicas. Pero tenemos un testimonio
mucho más temprano. Clemente de Alejandría nació probablemente en Atenas hacia
el año 150. Viajó mucho y tuvo como instructores en la fe a un jónico, un
italiano, un sirio, un egipcio, un asirio, y un hebreo en Palestina. "Y estos
hombres, preservando la verdadera tradición de la sagrada enseñanza directamente
de Pedro y Santiago, Juan y Pablo, los santos apóstoles, el padre
transmitiéndola al hijo, llegó por la providencia de Dios incluso hasta
nosotros, para depositar entre nosotros las semillas [de la verdad] que
procedían de sus antepasados y de los apóstoles". (Strom., I,i,11; cf. Eusebio,
"Hist. Eccl.", V, xi). Él sostiene que el Evangelio de San Lucas fue escrito
antes que el de San Marcos, y utiliza los cuatros Evangelios igual que cualquier
escritor católico moderno. Tertuliano nació en Cartago, vivió algún tiempo en
Roma, y luego volvió a Cartago. Sus citas de los Evangelios, cuando se
recopilaron por Rönsch, llenaron doscientas páginas. Ataca a Marción por mutilar
el Evangelio de San Lucas, y escribe: "Digo por tanto que entre ellas, y no sólo
entre las Iglesias Apostólicas, sino entre todas las Iglesias que están unidas
con ellas en cristiana comunión, el Evangelio de Lucas, que formalmente
defendemos, ha sido mantenido desde su primera publicación" (Adv. Marc., IV, v).
El testimonio de San Ireneo es de especial importancia. Nació en Asia Menor,
donde oyó a San Policarpo contar sus recuerdos del apóstol San Juan, y en sus
numerosos escritos menciona frecuentemente a otros discípulos de los apóstoles.
Fue sacerdote en Lyon durante la persecución de 177, y fue el portador de la
carta de los confesores a Roma. Su obispo, Potino, a quien él sucedió, tenía
noventa años cuando ganó la corona del martirio en 177, y debe haber nacido
cuando algunos de los apóstoles y muchísimos de sus oyentes aún vivían. San
Ireneo, que nació hacia el año 130 (algunos dicen que mucho antes), es, por
tanto, un testigo de la primitiva tradición de Asia Menor, Roma, y la Galia.
Cita los Evangelios como lo haría cualquier obispo moderno, les llama la
Escritura, cree incluso en su inspiración verbal; muestra lo congruente que es
que haya cuatro y sólo cuatro Evangelios; y dice que Lucas, que empieza con el
sacerdocio y sacrificio de Zacarías, es el ternero. Cuando comparamos sus citas
con las de Clemente de Alejandría, presentan lecturas variantes del texto. Ya se
había establecido un tipo alejandrino de texto distinto del occidental. Los
Evangelios habían sido copiados y recopiados tan a menudo, que, a través de los
errores de copia, etc., había tenido tiempo de establecerse distintas familias
de textos. Los Evangelios se habían difundido tanto que llegaron a ser conocidos
por los paganos. Celso en su ataque a la religión cristiana estaba familiarizado
con la genealogía del Evangelio de San Lucas, y sus citas muestran el mismo
fenómeno de las variantes de lectura.
El siguiente testigo, San Justino Mártir, muestra la posición de honor que los
Evangelios tenían en la Iglesia en la primera parte del Siglo. Justino nació en
Palestina hacia el año 105, y se convirtió en 132-135. En su "Apología" habla de
las memorias sobre el Señor que son llamados Evangelios, y que fueron escritos
por los apóstoles, (Mateo, Juan) y discípulos de los apóstoles (Marcos, Lucas).
En relación con los discípulos de los apóstoles cita los versículos de San Lucas
sobre el sudor de sangre, y tiene numerosas citas de los cuatro. Westcott
muestra que no hay rastro en Justino de utilización de ningún documento escrito
sobre la vida de Cristo excepto nuestros Evangelios. "Él [Justino] nos cuenta
que Cristo descendía de Abraham a través de Jacob, Judá, Farés, Jessé, David—que
el ángel Gabriel fue enviado a anunciar su nacimiento a la Virgen María – que
fue en cumplimiento de la profecía de Isaías...que sus padres fueron allá [a
Belén] como consecuencia de un censo bajo Quirino – que como no podían encontrar
alojamiento en la aldea se albergaron en una cueva cercana a ella, donde Cristo
nació, y fue dejado por María en un pesebre", etc. (Westcott, "Canon" 104). Hay
una mezcla constante entre las citas de Justino y las narraciones de San Mateo y
San Lucas. Como es habitual en las obras apologéticas, tales como las apologías
de Taciano, Atenágoras, Teófilo, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Cipriano, y
Eusebio, no menciona sus fuentes porque se está dirigiendo a extraños. Afirma,
sin embargo, que las memorias que eran llamadas Evangelios se leían en las
iglesias los domingos junto a los escritos de los profetas, en otras palabras,
que eran colocadas en rango igual al Antiguo Testamento. En el "Diálogo", cv,
tenemos un pasaje peculiar de San Lucas. "Jesús cuando entregó su espíritu sobre
la cruz dijo, ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’[Lucas, xxiii, 46],
como yo también aprendí de las memorias de este hecho". Estos Evangelios que
eran leídos cada domingo debían ser los mismos que los cuatro nuestros, que poco
después, en la época de Ireneo, estaban establecidos con tanto honor, y mirados
por él como inspirados por el Espíritu Santo. Nunca hemos oído, dice Salmon, de
una revolución que destronara una serie de Evangelios y los reemplazara con
otra; así que podemos estar seguros de que los Evangelios honrados por la
Iglesia en los días de Justino eran los mismos a los que se prestaba la misma
reverencia en los días de Ireneo, no muchos años después. Esta conclusión se
refuerza no sólo por la naturaleza de las citas de Justino, sino por la
evidencia suministrada por su discípulo Taciano, el asirio, que vivió largo
tiempo con él en Roma, y después compiló su armonización de los Evangelios, su
famoso "Diatessaron", en siríaco, a partir de nuestros cuatro evangelios. El
había viajado mucho, y el hecho de que sólo use esos muestra que eran los únicos
reconocidos por San Justino y la Iglesia Católica entre 130-150. Esto nos
retrotrae a la época en que muchos de los oyentes de los apóstoles y
evangelistas aún vivían; pues se sostiene por muchos estudiosos que San Lucas
vivió hasta cerca de finales del Siglo I.
Ireneo, Clemente, Taciano, Justino, etc., estaban en tan buena posición para
formarse un juicio sobre la autenticidad de los Evangelios como lo estamos
nosotros de saber quienes fueron los autores de las novelas de Scott, los
ensayos de Macaualy, las primeras novelas de Dickens, los poemas de Longfellow,
o de los "Tracts for the Times", etc. Pero el argumento no termina aquí. Muchos
de los herejes que florecieron desde el principio del Siglo II hasta el año 150
admitían como autoridad el Evangelio de San Lucas. Esto prueba que había
adquirido una posición inexpugnable mucho antes de que estos herejes se
separaran de la Iglesia. El Evangelio Apócrifo de Pedro, hacia el año 150, hace
uso de nuestros Evangelios. Hacia el mismo tiempo los Evangelios, junto con sus
títulos, fueron traducidos al latín; y aquí, de nuevo, nos enfrentamos con el
fenómeno de las variantes, que se van a encontrar en Clemente, Ireneo, la
versión siríaca antigua, Justino, y Celso, que indican un largo periodo de
previa copia. Finalmente, podemos preguntarnos, si el autor de los dos libros no
fue San Lucas, ¿quién fue?
Harnack (Luke the Physician, 2) sostiene que, como el Evangelio comienza con un
prólogo dirigido a una persona individual (Teófilo) debía, por necesidad, haber
contenido en su título el nombre de su autor. Si San Lucas no fuera el autor,
¿cómo explicar que el nombre del autor real, verdaderamente grande, fuera
enterrado en el olvido, para hacer sitio a un discípulo relativamente tan oscuro
como San Lucas? Aparte de su relación, como supuesto autor, con el Tercer
Evangelio y los Hechos, no era más destacado que Aristarco y Epafras; y sólo se
le menciona en tres sitios en todo el Nuevo Testamento. Si se fuera a sustituir
al verdadero autor por un nombre falso, se habría elegido a una persona algo más
destacada.
III. INTEGRIDAD DEL EVANGELIO
Marción rechazó los primeros dos capítulos y algunos pasajes más cortos del
Evangelio, y en una época se sostuvo por los autores racionalistas que el suyo
era el Evangelio original del que el nuestro es una ampliación posterior. Esto
se rechaza ahora universalmente por los estudiosos. San Ireneo, Tertuliano, y
Epifanio le acusaron de mutilar el Evangelio; y se sabe que las razones para su
rechazo de esas partes eran doctrinales. Quitó el relato de la infancia y la
genealogía, porque negaba el nacimiento humano de Cristo. Como rechazaba el
Antiguo Testamento toda referencia a él tenía que ser excluida. Que las partes
rechazadas por Marción pertenecen al Evangelio está claro por su unidad de
estilo con el resto del libro. Las características del estilo de San Lucas se
extienden por toda la obra, pero son más frecuentes en los dos primeros
capítulos que en ninguna otra parte; y están presentes en la otras partes
omitidas por Marción. Ningún escritor en aquellos días era capaz de falsificar
tales añadiduras. Los dos primeros capítulos, etc., se contienen en todos los
manuscritos y versiones, y fueron conocidos por Justino Mártir y otros testigos
competentes. Sobre la autenticidad de los versículos sobre el sudor de sangre,
ver AGONÍA DE CRISTO.
IV. FINALIDAD Y CONTENIDOS
El Evangelio se escribió, como se desprende del prólogo (1, 1-4), con la
finalidad de dar a Teófilo (y a otros como él),una confianza aumentada en la
inquebrantable firmeza de las verdades cristianas en las que había sido
instruido, o "catequizado" – esta última palabra usada, según Harnack, en su
sentido técnico. El Evangelio se divide naturalmente en cuatro partes:
. Evangelio de la infancia, que cubre aproximadamente los misterios gozosos del
rosario (caps. 1,2);
. ministerio en Galilea, desde la predicación de Juan el Bautista (2,1 a 9,50);
. viajes a Jerusalén (9, 51- 19, 27);
.Semana Santa: predicación en y cerca de Jerusalén, Pasión, y Resurrección
(19,28 al final de 24).
Debemos mucho a la laboriosidad de San Lucas. De los veinte milagros que
registra, seis no se encuentran en los demás Evangelios: la pesca milagrosa, el
hijo de la viuda de Naim, el hombre hidrópico, los diez leprosos, la oreja de
Malco, el espíritu de flaqueza. Sólo él recoge las siguientes dieciocho
parábolas: el buen samaritano, el amigo a medianoche, el rico necio, los siervos
que velan, los dos deudores, la higuera estéril, los asientos principales, el
gran banquete, el constructor imprudente, el rey imprudente, la dracma perdida,
el hijo pródigo, el mayordomo infiel, el rico y Lázaro, los siervos inútiles, el
juez injusto, el fariseo y el publicano, los talentos. El relato de los viajes a
Jerusalén (9, 51- 19, 27) se encuentra sólo en San Lucas; y destaca
especialmente el deber de rezar.
V. FUENTES DEL EVANGELIO; PROBLEMA SINÓPTICO
La mejor información en cuanto sus fuentes se da por San Lucas , al comienzo de
su Evangelio. Como muchos habían escrito relatos tal como los oyeron de
"testigos oculares y servidores de la Palabra", le pareció bueno a él también,
habiendo investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribir una
narración ordenada. Tenía, por tanto, dos fuentes de información, los testigos
oculares (incluyendo a los apóstoles) y los documentos escritos a partir de las
palabras de los testigos oculares. Estaba en situación de comprobar la exactitud
de estos documentos por su conocimiento de la personalidad de sus autores, y
comparándolos con las palabras actuales de los apóstoles y otros testigos
oculares.
Que usó documentos escritos parece evidente al comparar su Evangelio con los
otros dos Evangelios Sinópticos, Mateo y Marcos. Los tres frecuentemente
concuerdan incluso en detalles minuciosos, pero en otros aspectos hay a menudo
una notable divergencia, y en explicar estos fenómenos consiste el problema
sinóptico. Sólo San Mateo y San Lucas dan un relato de la infancia de Cristo,
pero ambos relatos son independientes. Pero cuando comienzan la predicación
pública la describen de la misma forma, concordando aquí con San Marcos. Cuando
acaba San Marcos, los otros dos divergen de nuevo. Coinciden en lo sustancial
tanto en la materia como en la forma dentro de los límites cubiertos por San
Marcos, cuyo orden generalmente siguen. Todos coinciden frecuentemente en el
orden de la narración, pero donde coinciden dos, son Marcos y Lucas los que
coinciden frente al orden de Mateo, o Marcos y Mateo los que coinciden frente al
orden de Lucas; Marcos forma parte siempre de la mayoría, y no está probado que
los otros dos coincidan nunca frente al orden seguido por él. Dentro de los
límites del terreno cubierto por San Marcos, los otros dos Evangelios tienen
varias secciones en común que no se encuentran en San Marcos, consistentes en su
mayor parte en discursos, y hay entre ellas una semejanza más estrecha que la
que hay entre otros dos Evangelios cualesquiera cuando los tres marchan por el
mismo terreno. Todo San Marcos se contiene prácticamente en los otros dos. San
Mateo y San Lucas tienen amplias secciones peculiares de ellos mismos, tales
como los diferentes relatos de la infancia, y el viaje a Jerusalén en San Lucas.
Los registros paralelos tienen notables coincidencias verbales. A veces las
frases griegas son idénticas, a veces sólo ligeramente diferentes, y otras veces
más divergentes. Hay varias teorías para explicar el hecho del contenido y
lenguaje común a los evangelistas. Algunos sostienen que se debe a la enseñanza
oral, que pronto se hizo estereotipada por la constante repetición. Otros
sostienen que se debe a las fuentes escritas, tales enseñanzas puestas por
escrito. Otros, por lo demás, mantienen con fuerza que Mateo y Lucas utilizaron
a Marcos o una fuente escrita extremadamente parecida a él. En ese caso, tenemos
la evidencia de lo muy próximos que se mantuvieron al original. La concordancia
entre los discursos dados por San Lucas y San Mateo se justifica, por algunos
autores, diciendo que ambos incorporan los discursos de Cristo que habían sido
recogidos y originalmente escritos en arameo por San Mateo. La larga narración
de San Lucas que no se encuentra en los otros dos documentos está, se dice,
justificada por su empleo de lo que él sabía eran otras fuentes fiables, orales
o escritas. (La cuestión está concisa pero claramente establecida por Peake, "A
Critical Introduction to the New Testament", Londres, 1909, 101. Varias otras
obras sobre el asunto se dan en la bibliografía al final de este artículo)
VI. EXACTITUD DE SAN LUCAS
Muy pocos autores se han visto nunca puestos a prueba tan severamente como San
Lucas, habida cuenta del amplio campo cubierto por sus escritos, y la
consiguiente tendencia (humanamente hablando) de cometer errores; y en razón a
los violentos ataques de que ha sido objeto. Estuvo de moda, durante el Siglo
XIX, entre los racionalistas alemanes y sus imitadores, ridiculizar los
"patinazos" de Lucas, pero eso está cambiando rápidamente por el progreso de la
investigación arqueológica. Harnack no duda en decir que esos ataques eran
vergonzosos, y calculados para desacreditar, no al evangelista, sino a sus
críticos, y Ramsay sólo se hace eco de la opinión de los mejores estudiosos
modernos cuando llama a San Lucas un gran y preciso historiador. Muy pocos han
hecho tanto como este último autor, en sus numerosas obras y en sus artículos en
"The Expositor", para reivindicar la extremada exactitud de San Lucas.
Dondequiera que la arqueología ha proporcionado los medios de comprobar las
afirmaciones de San Lucas, se ha encontrado que eran correctas; y esto da
confianza de que sea igualmente fiable donde tal corroboración aún no está
disponible. Para algunos de los detalles ver HECHOS DE LOS APÓSTOLES, donde se
da una bibliografía muy completa. A modo de ilustración, uno o dos ejemplos
pueden darse aquí:
(1) Sergio Paulo, Procónsul de Chipre
San Lucas dice en Hechos, 13, que cuando San Pablo visitó Chipre (durante el
reinado de Claudio) Sergio Paulo era procónsul (anthupatos) allí. Grotius afirmó
que esto era un abuso de lenguaje, por parte de los isleños, que deseaban adular
al gobernador llamándolo procónsul, en vez de propretor (antistrategos), que es
lo que realmente era; y que San Lucas usó la denominación popular. Incluso
Baronio (Annales, ad Ann. 46) supuso que, aunque Chipre era sólo una provincia
pretoriana, fue honrada con ser gobernada por el procónsul de Cilicia, que debió
haber sido Sergio Paulo. Pero todo esto es un error. Catón conquistó Chipre,
Cicerón fue procónsul de Cilicia y Chipre en 52 antes de Cristo; Marco Antonio
dio la isla a Cleopatra; Augusto la convirtió en provincia pretoriana en 27
antes de Cristo, pero en el año 22 la transfirió al Senado, y se convirtió de
nuevo en provincia proconsular. Este último hecho no es recogido por Estrabón,
pero es mencionado por Dión Casio (LIII). En tiempo de Adriano estuvo una vez
más gobernada por un propretor, mientras que bajo Severo fue de nuevo
administrada por un procónsul. No cabe duda de que en el reinado de Claudio,
cuando San Pablo la visitó, Chipre estaba gobernada por un procónsul (anthupatos)
como afirmó San Lucas. Se han descubierto numerosas monedas en Chipre, que
llevan en una cara la efigie y el nombre de Claudio, y en la otra los nombres de
los procónsules de Chipre. Un grabado en madera de una se da en la obra de
Conybeare y Howson, "St.Paul", al final del capítulo v. En el reverso pone: EPI
KOMINOU PROKAU ANTHUPATOU: KUPRION—"Moneda de los chipriotas bajo Comino Proclo,
Procónsul." La efigie de Claudio (con su nombre) figura en la otra cara. El
General Cesnola descubrió una larga inscripción en un pedestal de mármol blanco,
en Solvi, al norte de la isla, que contenía las palabras EPI PAULOU ANTHUPATOU—"Bajo
Paulo Procónsul." Lightfoot, Zochler, Ramsay, Knabenbauer, Zahn, y Vigouroux
sostienen que este era el (Sergio) Paulo de Hechos, 13, 7.
(2) Los Politarcas de Tesalónica
Un excelente ejemplo de la exactitud de San Lucas lo proporciona su afirmación
de que los gobernantes de Tesalónica eran llamados "politarcas" (politarchai
--Hechos, 17, 6,8). La palabra no se encuentra en los clásicos griegos; pero hay
una gran piedra en el British Museum, que fue encontrada en un arco de
Tesalónica, conteniendo una inscripción que se supone data de la época de
Vespasiano. Aquí encontramos la palabra usada por San Lucas junto a los nombres
de varios de tales politarcas, entre ellos nombres que son idénticos a algunos
de los convertidos por San Pablo: Sopater, Gayo, Segundo. Burton en el "American
Journal of Theology" (Julio de 1898) ha llamado la atención sobre diecisite
inscripciones que prueban la existencia de politarcas en los tiempos antiguos.
Trece se encontraron en Macedonia, y cinco fueron descubiertas en Tesalónica,
datando entre mediados del Siglo I y fines del Siglo II.
(3) Conocimiento de Antioquía de Pisidia, Iconium, Listra, y Derbe
El conocimiento geográfico, municipal, y político de San Lucas, cuando habla de
Antioquía de Pisidia, Iconium, Listra, y Derbe, se ve plenamente confirmado por
la investigación reciente (ver Ramsay, "St. Paul the Traveller", y otras
referencias que se dan en GÁLATAS, EPÍSTOLA A LOS).
(4) Conocimiento de las costumbres de Filipos
Es igualmente seguro cuando habla de Filipos, una colonia romana, donde los
duumviros eran llamados "pretores" (strategoi –Hechos, 16, 20,35) un elevado
título que los duumviros asumieron en Capua y en otros lugares, como sabemos por
Cicerón y Horacio (Sat., 1, v, 34). También tenían lictores (rabsouchoi) a la
manera de los verdaderos pretores.
(5) Referencia a Éfeso, Atenas, y Corinto
Sus referencias a Éfeso, Atenas, Corinto, están en conjunto de acuerdo con todo
lo que ahora sabemos de estas ciudades. Tomemos un solo ejemplo: En Éfeso San
Pablo enseñaba en la escuela de Tirano, en la ciudad de Sócrates discutía
cuestiones morales en el ágora.¡Que incongruente parecería si los métodos se
hubieran traspuesto! Pero la narración nunca da un paso en falso entre los
muchos detalles cuando la escena cambia de una ciudad a otra; y esa es la prueba
concluyente de que es una pintura de la vida real" (Ramsay, op. cit., 238). San
Lucas menciona (Hechos 18,2) que cuando San Pablo estaba en Corinto los judíos
habían sido recientemente expulsados de Roma por Claudio y esto es confirmado
por una casual declaración de Suetonio. Nos dice (ibíd., 12) que Galión era
entonces procónsul en Corinto (la capital de la provincia romana de Acaya). No
hay evidencia directa de que fuera procónsul en Acaya, pero su hermano Séneca
escribe que Galión cogió una fiebre allí, y que se fue de viaje por causa de su
salud. La descripción del tumulto en Éfeso (Hechos, 19) reúne, en el espacio de
dieciocho versículos, una extraordinaria cantidad de información sobre la
ciudad, que está plenamente corroborada por numerosas inscripciones, y
representaciones en monedas, medallas, etc., recientemente descubiertas. Hay
alusiones al templo de Diana (una de las siete maravillas del mundo), al hecho
de que Éfeso se gloriaba de ser su mantenedora y guardiana (neokoros), al teatro
como lugar de reunión del pueblo, al magistrado de la ciudad (grammmateus), a
los asiarcas, a lo sacrílego (ierosuloi), a las sesiones proconsulares, a los
artífices, etc. La ecclesia (palabra usual en Éfeso para la asamblea del pueblo)
y el grammateus o magistrado municipal (título de un alto funcionario frecuente
en monedas efesias) confundieron completamente a Cornelius a Lápide, Baronio, y
otros comentaristas, que imaginaban que ecclesia significaba sinagoga, etc. (ver
Vigouroux, "Le Nouveau Testament et les Découvertes Archéologiques », París,
1890).
(6) El naufragio
El relato del viaje y naufragio descrito en los Hechos (27) es considerado por
autoridades competentes en asuntos náuticos como un ejemplo maravilloso de
descripción precisa (ver la obra clásica de Smith sobre el asunto, "Voyage and
Shipwreck of St.Paul" 4ª ed., Londres,1880). Blass (Acta Apostolorum , 186)
dice: "Extrema duo capita habent descriptionem clarissimam itineris maritimi
quod Paulus in Italiam fecit: quæ descriptio ab homine harum rerum perito
judicata est monumentum omnium pretiosissimum, quæ rei navalis ex tote
antiquitate nobis relicta est. V. Breusing, 'Die Nautik der Alten' (Bremen,
1886)." Ver también Knowling " The Acts of the Apostles" en "Exp. Gr. Test."
(Londres, 1900).
VII. LISANIAS TETRARCA DE ABILENE
Gfrorrer, B. Bauer, Hilgenfeld, Keim, y Holtzmann afirman que San Lucas cometió
un grueso error cronológico de sesenta años al hacer a Lisanias, hijo de
Ptolomeo, que vivía en 36 antes de Cristo, y fue muerto por Marco Antonio,
tetrarca de Abilene cuando Juan el Bautista comenzó a predicar (3, 1). Strauss
dice: "Él [Lucas] hace gobernar, 30 años después del nacimiento de Cristo, a un
cierto Lisanias, que había sido muerto con seguridad 30 años antes de ese
nacimiento—un ligero error de 60 años." En apariencia, es muy improbable que un
autor tan cuidadoso como San Lucas se hubiera apartado de su costumbre y corrido
el riesgo de cometer tal error, con el mero propósito de ayudar a fijar la fecha
del ministerio público. Afortunadamente, tenemos una refutación completa
suministrada por Schürer, un autor en ningún modo amistoso con San Lucas, como
veremos cuando tratemos del Censo de Quirino. Ptolomeo Mineo fue rey de los
itureos (cuyo reino abarcaba el Líbano y la llanura de Massyas con capital en
Calcis, entre el Líbano y el Anti-Líbano) desde el 85 al 40 antes de Cristo. Sus
territorios se extendían por el este hacia Damasco, y al sur abarcaban Panias, y
una parte, al menos, de Galilea. Lisanias el viejo sucedió a su padre Ptolomeo
hacia el 40 antes de Cristo (Josefo, "Ant.", XIV, xii,3; "Bell.Jud.", I, xiii,1),
y Dion Casio le da el título de "Rey de los Itureos" (XLIX,32) Después de reinar
unos cuatro o cinco años fue hecho matar por Marco Antonio, a instigación de
Cleopatra, quien recibió una gran parte de su territorio ( Josefo"Ant.", XV, iv,
1; "Bell.Jud.", I ,xxii,3; Dion Casio, op. cit.).
Como este último y Porfirio le llaman "rey", es dudoso si las monedas llevando
la inscripción "Lisanias tetrarca y sumo sacerdote" le pertenecen, pues hubo más
de un príncipe llamado Lisanias. Tras su muerte su reino se dividió gradualmente
en al menos cuatro distritos, y los tres principales con seguridad no llevaron
su nombre. Un tal Zenodoro tomó en arriendo las posesiones de Lisanias, el 23
antes de Cristo, pero la Traconítide le fue pronto quitada y dada a Herodes. A
la muerte de Zenodoro en 20 antes de Cristo, Ulatha y Panias, los territorios
sobre los que gobernaba fueron dados por Augusto a Herodes. Esta es llamada por
Dión Casio la tetrarquía de Zenodoro. "Parece por tanto que Zenodoro, tras la
muerte de Lisanias, había recibido en arriendo una parte de su territorio de
Cleopatra, y que tras la muerte de Cleopatra este dominio ‘alquilado’, sujeto a
tributo, continuó gobernado por él con el título de tetrarca" (Schürer, I, II
app., 333, i). Se hace mención en un monumento, en Heliópolis, de "Zenodoro,
hijo del tetrarca Lisanias". Se ha supuesto generalmente que este es el Zenodoro
que acabamos de mencionar, pero es inseguro si el primer Lisanias fue nunca
llamado tetrarca. Está probado por las inscripciones que hubo una conexión
genealógica entre las familias de Lisanias y Zenodoro, y el mismo nombre puede
haberse repetido a menudo en la familia. Monedas de los años 32, 30, y 25 antes
de Cristo, pertenecientes a nuestro Zenodoro, tienen la inscripción "Zenodoro
tetrarca y sumo sacerdote." Tras la muerte de Herodes el Grande, una parte de la
terarquía de Zenodoro fue al hijo de Herodes, Filipo (Josefo, "Ant.", XVII, xi,
4) al que se refiere San Lucas como "siendo Filipo tetrarca de Iturea" (Lucas
3,1).
Otra tetrarquía desgajada del dominio de Zenodoro se extendía al este entre
Calcis y Damasco, y era conocida por el nombre de Abila o Abilene. Abila es
frecuentemente mencionada por Josefo como una tetrarquía, y en "Ant.", XVII, vi,
10, la llama "tetrarquía de Lisanias". Claudio, en el año 41después de Cristo,
concedió "Abila de Lisanias" a Agripa I (Ant., XIX, v, 1). En el año 53, Agripa
II obtuvo Abila, "que antes había sido la tetrarquía de Lisanias" (Ant., XX, vii,
1). "De estos pasajes se deduce que la tetrarquía de Abila había pertenecido
antes del año 37 después de Cristo a un tal Lisanias, y viendo que Josefo en
ningún lugar hace mención previamente de otro Lisanias, salvo el contemporáneo
de Antonio y Cleopatra, entre el 40 y el 36 antes de Cristo...la crítica se ha
esforzado por diversas vías en demostrar que no había habido ningún otro
después, y que la tetrarquía de Abilene tenía su nombre de Lisanias el viejo.
Pero esto es imposible "(Schürer, 337). Lisanias I heredó el imperio itureo de
su padre Ptolomeo, del que Abila era sólo una pequeña y muy oscura parte. Calcis
en Cele-Siria fue la capital de su reino, no Abila en Abilene. Reinó sólo unos
cuatro años y fue un personaje relativamente oscuro cuando se le compara con su
padre Ptolomeo, o con su sucesor Zenodoro, los cuales reinaron ambos muchos
años. No hay razón para que ninguna parte de su reino halla sido llamada con su
nombre setenta años después de su muerte. Como Lisanias I fue rey de toda la
región, una pequeña parte de ella no podía ser llamada su tetrarquía o reino,
como se hace por Josefo (Bel.Jud., II, xii, 8). "Debe por tanto presumirse como
cierto que en una fecha posterior el distrito de Abilene había sido segregado
del reino de Calcis, y había sido gobernado por un Lisanias más joven como
tetrarca" (Schürer, 337). La existencia de tal Lisanias posterior se demuestra
por una inscripción encontrada en Abila, conteniendo la declaración de que un
tal Nymphaios, liberto de Lisanias, construyó una calle y erigió un templo en
tiempos de los "Augustos Emperadores". Augusti (Sebastoi) en plural no se usó
nunca antes de la muerte de Augusto (14 después de Cristo). Los primeros
Sebastoi contemporáneos fueron Tiberio y su madre Livia, esto es, en una época
cincuenta años posterior al primer Lisanias. Una inscripción en Heliópolis, en
la misma región, hace probable que hubiera varios príncipes de ese nombre. "El
evangelista Lucas es absolutamente correcto al suponer (3,1) que en el
decimoquinto año de Tiberio había un Lisanias tetrarca de Abilene" (Schürer,
op.cit., donde se da una completa bibliografía; Vigouroux, op. cit.).
VIII. ¿QUIÉN PRONUNCIÓ EL MAGNIFICAT?
Últimamente se ha intentado atribuir el Magnificat a Isabel en vez de a la
Santísima Virgen. Todos los Padres más antiguos, todos los manuscritos griegos,
todas las versiones, todos los manuscritos latinos (excepto tres) tienen en
Lucas 1, 46 la lección: Kai eipen Mariam – Et ait Maria [Y María dijo]:
Magnificart anima mea Dominum, etc. Tres manuscritos latinos antiguos (el más
antiguo datando de fines del Siglo IV), a, b, l (llamado rhe por Westcott y Hort),
tienen Et ait Elisabeth. Estos tienden a una concordancia tan estrecha que su
evidencia combinada es única más que triple. Están llenos de errores de bulto y
corrupciones palpables, y el intento de oponer su evidencia a la de los muchos
miles de manuscritos, griegos, latinos, y otros, es cualquier cosa salvo
científico. Si la evidencia se invirtiera, los católicos se acercarían al
ridículo si atribuyeran el Magnificat a María. Los tres manuscritos consiguen
poco o ningún apoyo de la evidencia interna del pasaje. El Magnificat es un
centón del cántico de Ana (I Samuel, 2), de los Salmos, y de otros trozos del
Antiguo Testamento. Si hubiera sido pronunciado por Isabel sería notable que se
hubiese omitido la parte del cántico de Ana que le era más aplicable:"La estéril
da a luz siete veces, la de muchos hijos se marchita." Ver sobre este asunto,
Emmet en "The Expositor" (Diciembre de 1909); Bernard, ibíd. (Marzo de 1907); y
las exhaustivas obras de dos autores católicos: Ladeuze, "Revue d’histoire
ecclesiastique" (Lovaina, Octubre de 1903); Bardenhewer, "Maria Verkündigung" (Friburgo,
1905).
IX. EL CENSO DE QUIRINO
Ningún trozo del Antiguo Testamento ha sido tan violentamente atacado como
Lucas, 2, 1-5. Schürer ha reunido, bajo seis capítulos, una formidable colección
de todas las objeciones que puede presentar contra él. No hay espacio para
refutarlas aquí; pero Ramsay, en su "Was Christ born in Bethlehem?" ha
demostrado que todas ellas caen por su base:
(1) San Lucas no afirma que tuvo lugar un censo en todo el Imperio Romano antes
de la muerte de Herodes, sino que tal decisión de que se hiciera un censo
ordinario emanó de Augusto. Si fue llevado a cabo con carácter general, o no,
eso no le preocupaba a San Lucas. Si la historia no prueba la existencia de tal
decreto, eso no prueba nada con certeza contra ella. Se pensó durante mucho
tiempo que el sistema de empadronamientos fue inaugurado bajo los primeros
emperadores romanos, hoy se sabe que debe su origen a Constantino el Grande
(habiendo tenido lugar el primero quince años después de su victoria de 312), y
esto a despecho de que la historia no sabía nada del asunto. Kenyon sostiene que
es muy probable que el Papa Dámaso ordenara que la Vulgata fuera considerada
como la única edición autorizada de la Biblia en latín; pero sería difícil
probarlo históricamente. Si "la historia no sabe nada" del censo en Palestina
antes del 4 antes de Cristo tampoco sabía nada del hecho de que bajo los romanos
en Egipto se hacían censos personales habituales cada catorce años, al menos
desde el año 20 después de Cristo hasta la época de Constantino. Muchos de los
documentos de estos censos se han descubierto, y eran llamados apograthai, el
nombre usado por San Lucas. Se hacían sin relación alguna con la propiedad o
tributación. El cabeza de familia daba su nombre y edad, el nombre y edad de su
mujer, hijos y esclavos. Mencionaba cuantos fueron incluidos en el censo
anterior, y cuantos nacieron desde esa fecha. Estadísticas de valoración se
hacían cada año. El ciclo de catorce años no se originó en Egipto (tenían un
sistema diferente antes del 19 antes de Cristo),sino que muy probablemente debió
su origen a Augusto, el año 8 antes de Cristo, el decimocuarto año de su
tribunitia potestas, que fue un gran año en Roma, y es llamado el año I en
algunas inscripciones. Aparte de San Lucas y Josefo, la historia es igualmente
ignorante del segundo empadronamiento en Palestina, el año 6 después de Cristo.
Durante los últimos treinta años se han hecho tantos descubrimientos sobre las
épocas antiguas, en relación a los cuales la historia había callado, que es
sorprendente que los autores modernos rechacen una afirmación de San Lucas, un
respetable autor del Siglo I, simplemente apelando al silencio de la historia
sobre la cuestión.
(2) El primer censo en Palestina, tal como lo describe San Lucas, no se hizo con
arreglo a los métodos romanos, sino a los judíos. San Lucas que tanto viajó, no
podía ignorar el sistema romano, y su descripción lo excluye deliberadamente.
Los romanos no se oponían a los sentimientos de los habitantes de sus provincias
si podían evitarlo. Los judíos, que estaban orgullosos de ser capaces de probar
su descendencia, no habrían objetado al empadronamiento descrito en Lucas, 2.
Los argumentos de Schürer están enteramente viciados por la suposición de que el
censo mencionado por San Lucas no pudo ser hecho sólo con finalidad tributaria.
Su discusión sobre la tributación imperial es erudita, pero está fuera de lugar.
(cf. la práctica en Egipto). Era ventajoso para Augusto saber el número de
potenciales enemigos en Palestina, en caso de revuelta.
(3) El rey Herodes no era tan independiente como se describe con fines
polémicos. Unos años antes de la muerte de Herodes, Augusto le escribió. Josefo,
"Ant.", XVI, ix, 3, dice: "César [Augusto]...se encolerizó mucho, y escribió
severamente a Herodes. El resumen de su epístola fue este, que mientras que
antiguamente le había tratado como a un amigo, ahora le trataría como a un
súbdito." Fue después de esto cuando se pidió a Herodes que censara a su pueblo.
Que algún tipo de empadronamiento tuvo lugar lo deducimos de una observación de
pasada hecha por Josefo, "Ant.", XVII, ii, 4, "De acuerdo con ello, cuando todo
el pueblo de los judíos dio seguridades de su buena voluntad hacia César
[Augusto], y al gobierno del rey [Herodes], estos hombres [los fariseos] no
juraron, siendo más de seis mil". Los más destacados estudiosos creen que se les
pidió rendir homenaje a Augusto.
(4) Se dice que no hay lugar para Quirino, en Siria, antes de la muerte de
Herodes en 4 antes de Cristo. C. Sentio Saturnino fue gobernador desde el 9 al 6
antes de Cristo; y Quintilio Varo, desde el 6 antes de Cristo hasta después de
la muerte de Herodes. Pero en provincias turbulentas hubo a veces dos
funcionarios romanos de igual categoría. En tiempos de Calígula la
administración de África se dividió de manera que el poder militar, con la
política exterior, estaba bajo el control del lugarteniente imperial, que podía
llamarse hegemon (como en San Lucas), mientras que los asuntos internos quedaban
bajo el procónsul ordinario. La misma posición fue adoptada por Vespasiano
cuando dirigió la guerra en Palestina, que pertenecía a la provincia de Siria –
una provincia gobernada por un funcionario de igual rango. Josefo habla de
Volumnio que era Kaisaros hegemon, junto con C. Sentio Saturnino, en Siria (9-6
antes de Cristo): "Hubo una audiencia ante Saturnino y Volumnio que eran los
presidentes de Siria" (Ant., XVI, ix, 1). En la "Guerra de los judíos" (I, xxvii,
1,2) le llama procurator. Córbulo mandó los ejércitos de Siria contra los
partos, mientras Cuadrado y Galo eran sucesivamente gobernadores de Siria.
Aunque Josefo habla de Galo, no sabe nada de Córbulo; pero estaba allí sin
embargo (Mommsen, "Röm. Gesch.", V, 382). Una posición similar a la de Córbulo
debe haber tenido Quirino durante unos años entre el 7 y el 4 antes de Cristo.
El mejor tratamiento del asunto es el de Ramsay, "Was Christ born in Bethlehem?".
Ver también los valiosos ensayos de dos autores católicos: Marucchi en "Il
Bessarione" (Roma, 1897); Bour, "L’Inscription de Quirinius et le recensement de
S.Luc" (Roma, 1897). Vigouroux, "Le N.T. et les Découvertes Modernes » (París,
1890) tiene una buena cantidad de información útil. Se ha sugerido que Quirino
sea un error de copista por Quintilio (Varo).
X. SAN LUCAS Y JOSEFO
El intento de probar que San Lucas utilizó a Josefo (aunque inexactamente) se ha
venido abajo completamente. Belser refuta con éxito a Krenkel en "Theol.
Quartalschrift", 1895,1896. Las diferencias sólo pueden explicarse por la
suposición de una entera independencia. Las semejanzas se justifican de manera
suficiente por el uso de los Setenta y la literatura griega común de la época de
ambos. Ver Bebb y Headlam en Hast., "Dict. Of the Bible", vid. Arts. "Luke,
Gospel of" y "Acts of the Apostles", respectivamente Schürer (Zeit für W.Th.,
1876) rechaza la opinión de que San Lucas había leído a Josefo. Cuando se
comparan los Hechos con los Setenta y Josefo, hay evidencia convincente de que
Josefo no es la fuente de la que el autor de los Hechos obtuvo su conocimiento
de la historia judía. Hay numerosas coincidencias verbales y otras con los
Setenta (Cross en "Expository Times", XI, 5:38, contra Schmiedel y el
desacreditado autor de "Sup.Religion"). San Lucas no obtuvo sus nombres de
Josefo, como sostenía este último autor, haciendo por tanto una invención de
toda la historia. Wright en sus "Some New Test. Problems" da los nombres de
cincuenta personas mencionadas en el Evangelio de San Lucas. Treinta y dos son
comunes a los otros dos sinópticos, y por tanto no tomados de Josefo. Sólo cinco
de los dieciocho restantes se encuentran en él, a saber, César Augusto, Tiberio,
Lisanias, Quirino, y Anás. Como Anás es llamado siempre Ananus en Josefo, el
nombre no fue evidentemente tomado de él. Esto es corroborado por la forma en
que el Evangelio habla de Caifás. El empleo por San Lucas de los otros cuatro
nombres no demuestra una relación con el historiador judío. La mención de
numerosos países, ciudades e islas en los Hechos demuestra una completa
independencia de este autor. El prefacio de San Lucas tiene una semejanza mucho
más estrecha con los de los escritores médicos griegos que con el de Josefo. Lo
absurdo de concluir que San Lucas debe necesariamente estar equivocado cuando no
está de acuerdo con Josefo parece claro cuando recordamos las frecuentes
contradicciones y errores de este último autor.
APÉNDICE: DECISIONES DE LA COMISIÓN BÍBLICA
Las siguientes respuestas a cuestiones acerca de este Evangelio, y del de San
Marcos, fueron publicadas el 26 de Junio de 1913 por la Comisión Bíblica (vid.).
Que Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro, y Lucas, un médico, ayudante y
compañero de Pablo, son realmente los autores de los Evangelios respectivamente
atribuidos a ellos está claro a partir de la Tradición, de los testimonios de
los Padres (de la Iglesia) y autores eclesiásticos, por citas en sus escritos,
de su utilización por los herejes más antiguos, por las versiones del Nuevo
Testamento en los manuscritos más antiguos y comunes, y por la evidencia
intrínseca en el texto de los Libros Sagrados. Las razones aducidas por algunos
críticos contra la autoría de Marcos de los doce últimos versículos de su
Evangelio (16, 9-20) no prueban que estos versículos no sean inspirados o
canónicos, ni que Marcos no sea su autor. No es legítimo dudar de la inspiración
y canonicidad de los relatos de Lucas sobre la infancia de Cristo (caps. 1-2),
sobre la aparición del ángel y el sudor de sangre (22, 43-44); ni se puede
probar que estas narraciones no pertenezcan al auténtico Evangelio de Lucas.
Los poquísimos y excepcionales documentos que atribuyen el Magnificat a Isabel y
no a la Santísima Virgen no deben prevalecer frente al testimonio de casi todos
los códices del original griego y de las versiones, la interpretación requerida
por el contexto, la propia mentalidad de la Virgen, y la constante tradición de
la Iglesia.
Es acorde a la más antigua y constante tradición que tras Mateo, Marcos escribió
su Evangelio el segundo y Lucas el tercero; aunque puede sostenerse que el
segundo y tercer Evangelios fueron redactados antes de la versión griega del
primer Evangelio. No es legítimo fijar la fecha de los Evangelios de Marcos y
Lucas más tarde de la destrucción de Jerusalén o después de haber empezado su
asedio. El Evangelio de Lucas precedió a sus Hechos de los Apóstoles, y fue por
tanto redactado antes del final de la prisión romana, cuando se acabaron los
Hechos de los Apóstoles (Hech. 28, 30-31). A la vista de la Tradición y de la
evidencia interna no puede dudarse que Marcos escribió según la predicación de
Pedro, y Lucas de acuerdo con la de Pablo, y que ambos tuvieron a su disposición
otras fuentes dignas de crédito, orales o escritas.
Nota del Traductor: En la traducción de pasajes del Evangelio u otros bíblicos
he utilizado la Biblia de Jerusalén. También he sustituido la notación de los
pasajes bíblicos del original (capítulos en romanos, versículos en arábigos) por
la tradicional en las Biblias castellanas más comunes, que utilizan los números
árabes para ambos, siendo el orden lo que distingue el capítulo de los
versículos.
Con poca variación se llama Tróade (o Tróada) a lo que clásicamente conocemos
por Troya (en latín, Troas). Pero he preferido mantener la versión que cualquier
lector puede encontrar en su Biblia que introducir un posible elemento de
confusión. Esta intención es la que me ha hecho modificar una única cita
bíblica, la del cántico de Ana, ya que para la versión inglesa los dos libros de
Samuel son los dos primeros libros de los Reyes (que son entonces cuatro),
mientras que las versiones españolas, al menos las más corrientes (Nácar
Colunga, Biblia de Jerusalén) distinguen dos libros de Samuel y dos de los
Reyes. El cántico de Ana, que en la versión inglesa está en el capítulo 2 del
Primer Libro de los Reyes, en la versión española está en el Primer Libro de
Samuel.
C. AHERENE
Transcrito por Ernie Stefanik
Traducido por Francisco Vázquez