Decio
EnciCato


(Caius messius quintus tajanis Decius)

Emperador Romano 249-251. Nació en una fecha desconocida, cerca de Sirmium en Pannonia en una familia romana o romanizada. Su carrera es prácticamente desconocida, pero la mejor parte de su vida al parecer fue el tiempo que pasó en el ejército romano. Fue el primero de los grandes soldados-emperadores de las provincias del Danubio, bajo su poder el régimen senatorial cayó y el gobierno se convirtió en una monarquía absoluta. Tomó poco tiempo para consolidar su posición como emperador tras derrotar a Philip en Verona, luego Decio comenzó a poner en práctica extensivos planes para la reorganización del imperio. Problemas de administración, tanto interna como externa, al fin lograron su atención. Lo último a lo que principalmente le prestó sus propias energías y consecuentemente la mayor parte de su reinado fue a encabezar las legiones tratando de expulsar a los invasores Góticos de las tierras de los Balcanes. Después de numerosas campañas durante las cuáles no dio señal alguna de genialidad militar, encontró un signo de derrota en las marchas de Dobrudscha en las cuales perdió la vida. Este derrocamiento, atribuido por algunos autores a la traición de algunos generales, fue tan completa que el cuerpo del emperador nunca fue recuperado.

En la administración de los asuntos internos del imperio, Decio se enseño a si mismo ser un hombre teórico anti-estadista. Concebía la política poco práctica de reformar la moral de su tiempo por una forzosa restauración de la antigua religión. Revivió la obsoleta oficina de censos como una reivindicación con el partido senatorial, permitiéndoles nombrar al primer intendente, quien estaba envestido con los poderes más autocráticos en materias del servicio civil y sobre la vida privada de los ciudadanos. Olvidando los cambios labrados por el tiempo y la marcha de ideas, uso toda su fe en el casi abandonado paganismo de la antigua Roma como la solución de los problemas de su tiempo.

Reformas tan abusivas necesariamente trajo en prominencia al creciente poder de la Iglesia Católica, e hizo claro que cualquier intento de realizar o forzar cumplir el absolutismo de la política romana anterior debe necesariamente ser vano mientras un considerable cuerpo de ciudadanos profesando la religión católica tuviera la libertad de ejercer su religión. Creencia en la libertad de conciencia y el alto estimado de religión encontrado entre cristianos no puede encontrar parte en tales esquemas como en los que Decio necesariamente puede probar un insuperable obstáculo para la realización de sus planes. Varias razones fueron asignadas por el odio del emperador al cristianismo, algunas con evidencia de crueldad innata, otras de ser vengado por los amigos de su predecesor, pero puede haber poca duda que la principal razón de su hostilidad fue política, concebida no en la forma de fanatismo sino de conveniencia política. La mira de la legislación Anti-Cristiana de Decio era más ancha que la de sus predecesores y mucho más grave en sus efectos. El texto de sus eruditos no sobrevivió peor su tenor general puede ser juzgado de una manera en la que eran ejecutados.

El objetivo del emperador no era le exterminación de los cristianos sino la extinción del propio cristianismo. Obispos y sacerdotes eran incondicionalmente castigados con la muerte. A todos los otros se les daba una oportunidad de convertirse, para asegurar el abandono del cristianismo, todos eran obligados a tomar un examen de su lealtad al Paganismo, tales como una ofrenda de sacrificio, o la quema de incienso a los ídolos. Lo inesperado del ataque, junto con el hecho del gran monto de corrupción que se manifestó durante la larga paz que la Iglesia acababa de gozar, produjo el mas deplorable efecto en la rendición cristiana. Multitudes se presentaban a los magistrados para expresar su complacencia con el edicto imperial, con esto les daban boletos, atestiguando que habían ofrecido sacrificio (sacrificati) o quemar incienso(thurificati), mientras otros, sin efectuar estos ritos precisamente, se avalaban con la banalidad de los magistrados y compraban sus certificados su renunciación (libellatici). Estas renuncias, en gran número se contrabalanceaban con la multitudes que sufrieron la muerte, el exilio, confiscación, o tortura en todas partes del imperio.

La persecución Décica fue el juicio mas severo a la Iglesia hasta ese tiempo, y la perdida sufrida por la Iglesia en consecuencia al apostolado fue la mas dañina como las perdidas del martirio. El problema de decidir en que condiciones el lapso debe ser admitido para la Iglesia y que peso se le debía de adjuntar para el perdón de confesores, produjo las disensiones mas amargas y llevó directamente a dos peligrosos cismas.
DUCHESNE, Histoire ancienne de l'église (Paris, 1906), I, 367-368; ALLARD, Histoire des persécutions pendant la premiére moitié du IIIe siècle (Paris, 1885-090; 2nd ed. 1892); GREGG, The Decian Persecution (Edinburgh, 1897).

P.J. HEALY.
Transcrito por WGKofron
Gracias a St. Mary's Church, Akron, Ohio
Traducido por Fernando Arriola