Economía Política
EnciCato
(Ciencia de la Economía Política)
I. DEFINICIONES
La economía política (del griego oikonomia, el manejo de una casa o familia, y
politike, relativo al Estado) o simplemente economía (ta oikonomika, el arte del
manejo de la casa) es la ciencia social que se ocupa de las actividades del
hombre orientadas a la consecución de los medios materiales para satisfacer sus
necesidades.
Las palabra economía originalmente significaba el manejo y regulación de los
recursos de la casa, es decir, de la inmediata familia con sus esclavos y
dependientes. Economía política originalmente significaba la administración de
los recursos del Estado. Con este significado fue todavía usada la expresión por
Adam Smith (Wealth of Nations --La Riqueza de las Naciones, 1776), quien la
definía así:
La economía política, considerada como una rama de la ciencia de un hombre de
estado o legislador, se propone dos objetivos claramente definidos; el primero,
suministrar un amplio ingreso o subsistencia para la población o, más
propiamente, habilitarla para que provea a tal ingreso o subsistencia por su
propia cuenta; y el segundo, proveer al Estado o nación de una renta suficiente
para el servicio público. De esta manere, su propósito es enriquecer tanto a la
población como al soberano.
La suma de los esfuerzos y actividades de los miembros de la casa en la
adquisición de los medios para satisfacer sus necesidades puede designarse como
la economía de la casa. En donde un hogar no es económicamente autosuficiente,
es decir, en donde los hogares son económicamente interdependientes, tenemos una
economía más amplia. Cuando esta interdependencia abarca todo un estado o
nación, existe allí una economía nacional o economía política.
La expresión economía política se usa todavía en un tercer sentido. Es el nombre
de la ciencia que trata de este complejo de actividades económicas de cobertura
nacional.
II. MÉTODO
Deductivo. Los economistas ingleses de comienzos del siglo XIX, comenzando con
Malthus y Ricardo, tenían la esperanza de establecer una ciencia de la economía
política independiente del arte del estadista, que pudiera competir con las
ciencias naturales en la exactitud de sus conclusiones. Ellos estrecharon el
campo concebido por Adam Smith definiendo la economía política de varias
maneras, como la ciencia de la riqueza, la ciencia del valor o la ciencia de los
intercambios. Pero, conjuntamente con este estrechamiento del campo y el logro
de la precisión científica en el uso de los términos, su ciencia vino a
divorciarse de las realidades económicas de la vida. Su método era estrictamente
deductivo. Partiendo de tres o cuatro principios para los cuales reclamaban
validez universal, procedían a deducir un sistema completo sin apelación
posterior a los hechos de la vida real. Estos escritores ingleses, conocidos
como la escuela clásica u ortodoxa, sostenían que la economía política no debe
preocuparse por consideraciones éticas o prácticas. Hacer esto, en su opinión,
sería degradarla a un arte, por cuanto la ciencia de la economía política se
ocupa solamente de la explicación de las relaciones causales que existen entre
los fenómenos económicos. Su oficio como economistas era simplemente explicar el
sistema económico existente y no el defenderlo o condenarlo, ni mostrar cómo
éste podría ser remplazado por uno mejor. Para ellos, los conceptos de bueno y
malo eran conceptos que concernían a los moralistas y no a los economistas.
Inductivo. En oposición a esta visión estrecha y carente de consideraciones
éticas de la escuela clásica, surgió en Alemania a mediados del siglo XIX la
escuelas histórica, que sostenía que la economía política es una ciencia
inductiva y ética. Los economistas de esta escuela ridiculizaban las
abstracciones de la escuela ortodoxa, dándose aun el caso de algunos extremistas
que llegaban a alegar que la época no estaba todavía madura para una ciencia de
la economía política. Ellos alegaban que el trabajo de su generación consistía
en acopiar datos a partir de su propia observación y de la historia y clasificar
los hechos económicos sobre los cuales podrían basarse los futuros economistas
para construir una ciencia.
Deductiva e inductiva. Después de una agria controversia de medio siglo, la
oposición entre las escuelas casi ha desaparecido, y ahora es de reconocimiento
general que los economistas tienen que usar tanto métodos deductivos como
inductivos, unas veces con predominio de los primeros y otras veces de los
segundos, según la naturaleza del problema de que se esté ocupando. El mejor
tratamiento actualmente consiste en manejar la economía política como una
ciencia ética, es decir, hacer que incluya una discusión de lo que debería ser
en el mundo económico, además de ocuparse de que lo que es. Esta ha sido siempre
la práctica de los escritores católicos. Algunos de ellos llegan tan lejos que
consideran a la economía política como una rama de la ética y no como una
ciencia independiente. (Véase Devas, Principles of Political Economy). Para una
discusión adicional de las relaciones entre las dos ciencias, ver Ética.
III. ÁMBITO
Para fines de exposición, el campo de la economía política se divide
frecuentemente en cuatro partes: producción, consumo, distribución e
intercambio. Algunos autores omiten una u otra de estas divisiones, ocupándose
de sus problemas bajo los encabezamientos restantes.
Producción. El compartimiento de la producción se ocupa de la creación de la
riqueza por medio de los esfuerzos conjuntos de la tierra, el trabajo y el
capital. La creación de la riqueza implica crear utilidades, es decir,
capacidades de satisfacer necesidades. Las utilidades se crean por medio de
cambios en la forma de los bienes, o en su localización, o almacenándolos en un
tiempo de baja demanda para tenerlos disponibles en un tiempo de mayor demanda.
Consumo. El consumo se ocupa de la destrucción de utilidades presentes en los
bienes. Es la utilización de la riqueza, el cumplimiento del propósito para el
cual ésta es producida.
Distribución. El compartimiento que se ocupa de la distribución considera la
manera como la riqueza que ha sido producida se divide entre los agentes que
contribuyeron a su producción. Las participaciones en la distribución son: la
renta, pagada al terrateniente por el uso de la tierra; salarios, que es la
retribución al trabajador; interés, que va al capitalista por el uso de su
capital; y provecho o ganancia, que es la retribución al empresario o quien
emprendió el negocio.
Intercambio. Finalmente, el intercambio tiene que ver con la transferencia de
propiedad de la riqueza. Bajo este encabezamiento se discuten el dinero, el
crédito y los intercambios internacionales.
Otros temas. Además de estas cuatro divisiones, generalmente se dedican
capítulos separados a la tributación, los monopolios, el transporte, el progreso
económico y otros problemas. Adam Smith y sus inmediatos seguidores estaban más
estrechamente preocupados con los problemas de la producción. Debido al notable
progreso mundial en esa dirección durante el pasado siglo (s. XIX), las
desigualdades en la distribución han venido cada vez mas a ocupar un lugar
prominente, y éste es ahora el campo favorito del economista.
IV. HISTORIA
Antigüedad. En Grecia y Roma de la antigüedad había poca probabilidad de que
emergiera una ciencia de la economía política. Su sisgema industrial estaba
basado en la esclavitud, los grandes latifuncios eran por lo general unidades
económicas autosuficientes, dejando comparativamente poco campo para el
comercio, y el trabajo era despreciado por el elemento pensante. No obstante, es
posible encontrar discusiones fragmentarias sobre temas económicos, mezcladas
con consideraciones éticas y políticas. Jenofonte tiene un tratamiento bastante
extenso de la economía doméstica. Platón, en su República, aboga por un Estado
ideal comunista. Aristóteles presenta una defensa de la propiedad privada, y
escribe contra el cobro de interés, bajo el supuesto de que el dinero es
estéril, y defiende ardientemente la institución de la esclavitud. Entre los
romanos no había mucha originalidad. En sus escritos encontramos frecuentes
discusiones sobre los méritos relativos de las fincas grandes y las pequeñas.
Cicerón, Plinio el viejo y otros escritores deploraban la introducción del oro
como medio de intercambio y preferían la época del trueque. Séneca escribió
sobre la ética de la economía y abogaba por la vida sencilla.
Escritores patrísticos. Bajo la influencia cristiana, el trabajo, que había sido
despreciado por los paganos, vino a ser respetado y honrado. Los rigores de la
esclavitud fueron mitigados y se desarrollaron formas mas suaves de servidumbre,
las cuales más adelante dieron paso al trabajo libre. La ley romana había
insistido en los derechos de propiedad; los primitivos Padres de la Iglesia, por
otra parte, insistían sobre los derechos del hombre. Algunos llegaron aun a
abogar por un sistema de comunismo como el estado ideal, tolerando apenas la
propiedad privada. "El suelo," dice San Ambrosio, "fue dado a los ricos y a los
pobres en común." San Gregorio Magno, San Agustín, San Basilio Magno, San Juan
Crisóstomo y San Jerónimo escriben de una manera similar. La usura era
universalmente condenada.
Edad Media. Hacia el final de la edad media se había desarrollado una doctrina
económica completa y sistemática. Esta doctrina difería de la economía política
moderna en dos aspectos importantes. En primer lugar, fue desarrollada para
encajar en las instituciones económicas de la época y sería indadecuada si se
aplicara a nuestra época; y en segundo lugar, el énfasis se colocaba en lo que
era éticamente deseable más bien que en lo que realmente existía. Sin embargo,
esta última distinción es ahora mucho menos marcada que lo que era en la primera
mitad del siglo XIX. Cuestiones tales como la propiedad, la riqueza, el consumo,
el valor, el precio, el dinero, los préstamos, el monopolio y la tributación
eran tratadas en detalle. Para el teólogo medieval, el "precio justo" de un
artículo incluía lo suficiente para pagar salarios equitativos para el
trabajador, es decir, suficientes para permitirle vivir de acuerdo con el
estandar de vida de su clase. De una manera similar, se defendía la idea de una
ganancia razonable como el salario del comerciante. Con ciertas limitaciones, el
cobro de interés por los préstamos de dinero era prohibido. Por otra parte,
había ciertas clases de inversiones productivas, tales como la compra de un
censo, en donde se permitía el cobro de interés. Entre los escritores del
período sobre temas económicos toma el primer lugar Santo Tomás de Aquino. Otros
escritores de importancia fueron Enrique de Gante, Egidio Colonna, Petrarca,
Nicolás Oresme, obispo de Lisieux quien escribió un libro sobre el dinero para
su discípulo Carlos V y, finalmente, San Antonino, obispo de Florencia y San
Bernardino de Siena.
Sistema mercantil. En los siglos XVI y XVII se estaba desarrollando una
revolución en las actividades industriales, que tuvo profunda influencia sobre
la literatura económica. Los grandes descubrimientos geográficos, la invención
de la pólvora y de la imprenta, la decadencia del feudalismo y el surgimiento de
los estados modernos, el aumento de la oferta de metales preciosos y el
creciente uso del crédito --todo esto se unió para proporcionar tema para
interminables discusiones. Los hombres de estado, sintiendo la necesidad de
dinero para sostener la guerra, adoptaron variadas medidas restrictivas para
obtenerlo. Los escritores económicos que defendían estas restricciones son
usualmente clasificados como integrantes de la Escuela Mercantil. Algunas veces
se intentaba retener la moneda en el país prohibiendo su exportación o
envileciendo su ley. Otra forma consistía en estimular la exportación de bienes
terminados y la importación de materias primas con el fin de asegurar una
balanza comercial favorable. El mercantilismo alcanzó su máximo desarrollo bajo
Colbert, ministro de finanzas durante el reinado de Luis XIV, y por esta razón
es denominado a veces como colbertismo. Los imitadores posteriores de Colbert
fueron menos exitosos, y el mercantilismo con frecuencia degeneró en un sistema
de privilegios y exenciones especiales, sin ninguna ventaja adecuada para la
nación. Entre los mercantilistas prominentes se cuentan Jean Bodin (m. 1596),
Juan Botero (m. 1617), Juan de Mariana (m. 1623), Antonio Serra (publicó su obra
en 1617), Antoine de Montchrétien (Traité d´économie politique, 1615), quien fue
el originador de la expresión economía política y Thomas Mun (m. 1641), autor de
"England´s Treasure by Foreign Trade."
Sistema de libertad natural. Durante el período mercantil, los hombres de estado
se habían interesado en la industria principalmente para fines de llevar a cabo
la guerra; en el período siguiente, las guerras se emprendían para favorecer los
intereses de la industria y el comercio. Bajo la influencia mercantilista, la
actitud de los gobiernos había sido decididamente paternalista. En el siglo
XVIII, aquellos que hablaban en nombre del comercio y la industria demandaban
que se les dejara desarrollar libremente, sin que tuvieran que estar sujetas a
las riendas del gobierno. En Francia surgió una escuela de escritores económicos
que luego fue conocida como la de los fisiócratas, quienes protestaban contra la
doctrina de la balanza de comercio de la escuela mercantil y resumían las
obligaciones del gobierno hacia la industria y el comercio en la famosa frase
"laissez faire, laissez passer". Ellos creían en un benévolo "orden de la
naturaleza" al que debía dejársele obrar libremente. Para ellos, solamente la
agricultura era productiva. Los fisiócratas habían sido fuertemente influidos
por escritores ingleses como Locke, Petty y Hume y, a su vez, estaban destinados
a influir posteriormente en la economía política inglesa.
Adam Smith (1723-1790), el "padre de la economía política" fue el resultado de
la combinación de las corrientes inglesa y francesa. Su obra, "An Inquiry into
the Nature and Causes of the Wealth of Nations" ("Investigación sobre la
naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, 1776), obtuvo inmediata
popularidad y ejerció una profunda influencia política sobre la siguiente
generación. Smith afirmaba que en tanto que el individuo busca egoístamente su
propio beneficio, es conducido por una mano invisible a promover el bien público
y que, puesto que el interés individual y el social son idénticos, la esfera de
acción del Estado debería restringirse. De esta manera siguió adelante con el
ataque al sistema mercantilista que habían empezado los fisiócratas. Smith
difería de los fisiócratas en que también consideraba productivo al trabajo,
además de la tierra. Entre los seguidores de Smith se destaca Malthus (Essay on
Population, 1798), autor de la sobrecogedora afirmación de que la población
tiende a aumentar en progresión geométrica mientras que la producción de medios
de subsistencia tiende a aumentar en progresión aritmética y Ricardo (Principles
of Political Economy and Taxation, 1817), cuyo nombre está asociado con la
teoría de la renta diferencial, la teoría de los salarios al nivel de
subsistencia y la teoría del trabajo como fundamento del valor. Otros escritores
de la escuela clásica inglesa, que siguieron muy de cerca los pasos de Malthus y
de Ricardeo fueron James Mill, MacCulloch Senior y John Stuart Mill. Este
último, en los años finales de su vida renunció al individualismo de la escuela
ortodoxa en favor de ideas socialistas.
Escuela Histórica. A mediados del siglo XIX empezó en Alemania, acaudillada por
Wilhelm Roscher, Karl Knies y Bruno Hildebrand, una reacción contra la escuela
ortodoxa inglesa. Estos escritores insistían en la relatividad de la teoría
económica, es decir, no creían que fuera posible establecer principios
económicos válidos para todos los tiempos y lugares y para todos los niveles de
desarrollo económico. Además, insistían con vehemencia en la necesidad del
estudio de la historia económica y en el carácter ético y práctico de la
economía política. Muy pronto estos economistas lograron un completo control de
la enseñanza de la economía en Alemania. Diferían radicalmente de los
fisiócratas y de Adam Smith en su repudiación de la doctrina de la libertad
natural. De hecho, muchos de ellos habían ido tan lejos en la dirección opuesta
que recibieron el sobrenombre de Kathedersozialisten (socialistas profesoriales)
por buscar apoyo en la ayuda del Estado para llevar a cabo reformas sociales.
Escuela Austríaca. Desde 1871 se ha desarrollado un grupo de escritores que
hacen de la economía política una ciencia deductiva y psicológica del valor. A
la explicación del valor en términos del costo de producción que da la escuela
clásica, ellos oponen una teoría del valor basada en la utilidad marginal. Es un
hecho psicológico bien conocido que las utilidades proporcionadas al consumidor
por unidades adicionales de un bien disminuyen a medida que la disponibilidad de
ese bien aumenta. Entonces, es la utilidad de la última unidad consumida (la
unidad marginal) la que, según la escuela austriaca, determina el valor. Los
principales representantes de esta escuela son Menger, Wieser, Boehm-Bawerk, en
Austria, W. Stanley Jevons en Inglaterra y J. B. Clark en los Estados Unidos.
Socialismo. El socialismo representa la reacción extrema contra el laissez faire
o sistema de libertad natural de los fisiócratas y de Adam Smith. Los promotores
del laissez faire profesan creer en la identidad de intereses de las diferentes
clases industriales y en consecuencia rechazan que haya una necesidad de
legislación restrictiva, en tanto que los socialistas niegan enfáticamente la
existencia de esa solidaridad bajo nuestro sistema actual y buscan desarrollar
una "consciencia de clase" entre los trabajadores para derrocar a la clase
dominante. El socialismo económico tomó prestada de Ricardo la teoría del valor
basado en el trabajo y le dió una interpretación ética para sostener que, puesto
que el trabajo es el único factor productor de riqueza, el trabajador debería
recibir la totalidad del producto. De acuerdo con esto, los socialistas niegan a
los capitalistas el derecho al interés y a los terratenientes el derecho a la
renta, y convertirían al capital y a la tierra en propiedad común. De acuerdo
con Karl Marx (Das Kapital, 1867), fundador del "socialismo científico," bajo el
presente sistema el trabajador no recibe más que una magra subsistencia. La
"plusvalía", o valor excedente que el trabajador produce por encima de este
nivel, es apropiada por los terratenientes y capitalistas. Otra contribución de
Marx al socialismo es la concepción materialista de la historia, de acuerdo con
la cual los factores que intervienen en la historia, tales como la religión, la
ética y la familia, sufren cambios en correspondencia con los cambios que va
sufriendo la organización económica subyacente, de la cual estos factores son
producto.
Democracia Cristiana. El movimiento que ha venido ganando terreno durante el
último medio siglo entre las Iglesias cristianas, tanto la Católica como las no
católicas, para enfatizar la importancia de los elementos religiosos y morales
para una saludable vida económica, y que protesta más o menos vehementemente
contra el laissez faire, recibe ususalmente el nombre de socialismo cristiano.
Este nombre, sin embargo, no es apropiado puesto que ninguno de los así llamados
socialistas cristianos adhiere al principio fundamental del socialismo, a saber,
la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Los escritores
protestantes de este campo han carecido naturalmente de una autoridad que los
aglutine. En Inglaterra su adopción de las asociaciones cooperativas como
sustituto de la competencia les ha dado una unidad que no han logrado en otras
partes.
La escuela católica está de acuerdo con el socialismo en mucha parte de sus
críticas al sistema competitivo, pero se aparta de ellos al insistir en el lugar
de la religión, la familia, la propiedad y el sistema de trabajo asalariado para
un empleador dentro del esquema social. En cuanto a la cuestión de la
intervención del Estado, hay entre los escritores católicos dos tendencias
generales. El ala más "liberal", encabezada por economistas como Le Play, Périn
y Víctor Brants, reduciría la acción del Estado al mínimo, en tanto que otros
que toman su orientación del obispo Ketteler, del cardenal Manning y del Conde
de Mun, invocarían una medida considerable del llamado socialismo de estado. La
publicación de las encíclicas del Papa León XIII, Rerum Novarum, del 15 de mayo
de 1891, y la Graves de Communi, del 18 de enero de 1901, dió un fuerte impulso
a la unidad de esfuerzos entre los católicos.
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FRANK O'HARA
Transcrito por el Instituto Claremont
Traducido por Jorge Lopera Palacios