Concilios de Alejandría
BC


En 231, un concilio de obispos y sacerdotes se reunió en Alejandría, convocados por el Obispo Demetrio, con el propósito de declarar a Orígenes, indigno del cargo de maestro y de excomulgarlo. En 306, un concilio mantenido bajo San Pedro de Alejandría, depuso a Meletio, Obispo de Licópolis, por idolatría y otros crímenes. Entonces, el cisma comenzado duró cincuenta años, siendo fuente de mucho dolor para la Iglesia de Egipto. En 321, se llevó a cabo el primer concilio que condenó a Ario, entonces sacerdote de la parroquia de la sección de Alejandría, conocida como Baucalis. Después de su condenación Ario se retiró a Palestina, donde obtuvo el poderoso apoyo de Eusebio de Caesarea. En el Concilio de 326, San Atanasio fue elegido para suceder al anciano Alejandro y se denunciaron varias herejías y cismas de Egipto. En 340, cien obispos se reunieron en Alejandría, declarando en favor de Atanasio y rechazando vigorosamente las calumnias de la facción de Eusebio, en Tiro.
En un concilio en 350, San Atanasio fue reemplazado en su sede. En 362, se realizó uno de los más importantes de estos concilios. Fue presidido por San Atanasio y San Eusebio de Vercelli y dirigido contra aquellos que negaron la divinidad del Espíritu Santo, el alma humana de Nuestro Señor y Su Divinidad. Medidas moderadas fueron consentidas para aquellos obispos apostatas que se arrepintieron, pero penitencias severas se decretaron para los principales líderes de las grandes herejías, que habían estado devastando a la Iglesia Cristiana. En 363, otro concilio se reunió bajo San Atanasio con el propósito de someter al nuevo Emperador Joviano, un informe de la verdadera fe. Algo similar, fue el propósito del Concilio de 364. El de 370 ratificó la acción del Papa Dámaso condenando a Urascio y Valens (ver ARIANISMO) y expresó su asombro que Auxentio fuera tolerado todavía en Milán.

En 399, el concilio de Alejandría condenó, sin nombrarlo, los escritos de Orígenes. En 430, San Cirilo de Alejandría, lo realizó para hacer conocer a los obispos de Egipto, la carta del Papa Celestino I (422-432) en la que se comunicaba una amonestación pontifical, al heresiarca Nestorio. En este concilio, los obispos le advirtieron que a menos que se retractara de sus errores, confesara la fe católica y reformara su vida, rechazarían considerarlo como un obispo. En 633, el patriarca Ciro sostuvo un concilio en favor de los Monotelitas, con el cuál cerró la serie de estas reuniones deliberativas de la antigua Iglesia de Egipto.

THOMAS J. SHAHAN
Transcrito por Christine J. Murray
Traducido por José Luis Anastasio