¿Qué es la educación sexual?

 

fuente:  Escoge la Vida Boletín No. 60

 

“Los padres, que han donado la vida y la han acogido en un clima de amor, cuentan con la riqueza de un potencial educativo que nadie posee: conocen de modo único a los propios hijos en su irrepetible singularidad y, por experiencia, poseen los secretos y los recursos del verdadero amor” (Pontificio Consejo para la Familia, “Sexualidad Humana: verdad y significado”, 21 de noviembre de 1995.)

 

 

El panorama que ofrece la sociedad actual respecto a los problemas vinculados con el sexo es deprimente y penoso: madres solteras (aun niñas recién llegadas a la pubertad), abortos, mujeres y niños abandonados, parejas sin compromiso de permanencia, fracasos conyugales, prostitución en ambos sexos, violaciones, pornografía, delincuencia juvenil, homosexualismo, drogadicción y el SIDA. Los padres de familia están angustiados por el futuro de sus hijos y se preguntan con temor:

“¿Les tocará a mis hijos sufrir algunos de estos problemas?” Las perspectivas no son muy halagadoras.

Frente a esas realidades y expectativas se oyen muchas voces que claman por la educación sexual. Es necesario explicar esas comprensibles aspiraciones, que nada dicen mientras no se explique de qué se trata.  Cabe preguntarse: ¿Qué se entiende por educación sexual? ¿Para qué?  ¿Cómo? ¿Quiénes? ¿Cuándo? ¿Dónde? Si no se clarifican estas cuestiones se está hablando de generalidades que sólo sirven para crear confusión y engaño.

Se imponen algunas preguntas concretas sobre temas fundamentales: ¿Qué filosofía moral, qué sentido de la vida iluminará la educación sexual?  ¿Qué virtudes, o hábitos moralmente buenos, pretende inculcar? ¿Se respetará la voluntad de los padres en esa materia o primará el poder autoritario del Estado?

Si nos guiáramos por los vientos que soplan en algunos medios de comunicación y otros ámbitos, debiéramos suponer (y quisiéramos equivocarnos), que la educación sexual que algunos proponen tendría al placer y a la salud como normas, justificaría las debilidades humanas y sería impuesta obligatoriamente.

En tal educación la autosatisfacción sexual y las relaciones genitales entre adolescentes serían “aceptables” mientras no se abusara y se tomaran precauciones para “evitar” riesgos y enfermedades. El homosexualismo estaría permitido porque sería un medio “natural” para satisfacer simpatías y apetencias sexuales. La infidelidad conyugal sería “bien vista” si respondiera a una mutua atracción afectiva y sexual. En los colegios se enseñarían los métodos anticonceptivos y cómo hacer uso de ellos. Las pobres madres solteras habrían cometido el único “delito” de no haber usado anticonceptivos o de haberse negado a abortar.

Para “la moral del placer” todo es bueno mientras “me guste y quiera” y “no dañe” la salud física. (¿Quién pensaba en el SIDA hace 10 años?  ¿Cual será la próxima enfermedad venérea? Pero esta “moral del placer” forma hombres egoístas, gozadores y vividores, hombres que en su afán de poseer los bienes inferiores y deleitables, despreciarán los valores superiores del espíritu y no tendrán escrúpulos en pisotear los derechos del prójimo. Nos parece increíble y nos causa asombro que se pretenda evitar las miserias que engendra el deseo desordenado del goce sexual, eliminando toda restricción y enseñando la mentira “cómo estar a salvo” de las enfermedades venéreas.

Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos y deben tener plena libertad en el ejercicio de esa obligación. El Estado no tiene la facultad de oponerse a esos derechos imponiendo en los establecimientos escolares, oficiales o privados, una educación sexual no acorde con la voluntad de los padres. Lo contrario sería una forma de totalitarismo ya que coartaría uno de los derechos fundamentales del hombre.

La educación sexual no es una disciplina aislada del resto de la educación. La educación sexual debe dirigirse a todas las potencias del hombre y estar integrada en una visión de la vida centrada en el amor de Dios, que es plenitud. Amar es honrar en sumo grado a la Plenitud y procurarla en todos los órdenes para sí y para el prójimo.

La “educación para el placer” ignora la psicología humana. No tiene en cuenta que el hombre es insaciable por naturaleza y nunca se satisface con los goces disfrutados. Entendemos que es absurdo pretender que los males derivados del abuso del sexo, tengan su remedio en el uso de los anticonceptivos. No creemos que el camino del hombre hacia la felicidad esté señalado por la falsa “moral” del preservativo. Con el tiempo esta “moral” agravará la problemática. Basta mirar al pasado. La historia, que es aleccionadora, nos enseña cómo terminan los pueblos que rinden culto al placer.

 

 

Este artículo fue tomado, con la autorización de los autores, del folleto de Nueva Cristiandad (institución social católica), Cerrito 1070 5to p. of. 91 C.F., 1010 - Argentina.