La presencia organizada de los padres es fundamental en la escuela católica

Discurso de Juan Pablo II
a los miembros de la 
Asociación de padres de alumnos
de las escuelas católicas de Italia (6-6-98)


Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra particularmente encontrarme con vuestra delegación, 
que ha venido aquí en representación de toda la Asociación de 
padres de las escuelas católicas. Dirijo mi saludo al presidente, Dr. 
Stefano Versari, a quien agradezco las cordiales palabras que ha 
querido dirigirme en nombre de los presentes. Vuestra asociación se 
pone al servicio de la familia y de la escuela católica, promoviendo los 
valores de la educación integral, de la libertad y del diálogo, valores 
fundamentales para el desarrollo de una sociedad auténticamente 
democrática.

La familia y la escuela católica son dos realidades sociales ante las 
cuales la Iglesia tiene una solicitud constante. Podríamos decir que 
vuestra Asociación constituye casi una síntesis de esas realidades, 
pues se propone garantizar a las generaciones jóvenes las 
condiciones necesarias para crecer y madurar en la vida espiritual, 
cultural y civil.

Durante los últimos veinte años la asociación ha contribuido en 
Italia, de modo considerable, a superar una larga historia de olvido de 
la escuela católica y a atraer la atención del mundo político y de la 
opinión pública hacia el problema de la libertad de educación. Estoy 
seguro de que la reciente aprobación de los nuevos Estatutos por 
parte de la Conferencia Episcopal italiana favorecerá aún más vuestro 
compromiso, dirigido sobre todo a la formación de los padres.

En efecto, la atención a la dimensión formativa resulta 
particularmente urgente, porque se os pide no sólo que reivindiquéis 
derechos, sino sobre todo que participéis de forma creativa y 
constructiva en la vida de la escuela católica, en el ámbito eclesial, 
educativo y social.

Misión evangelizadora

2. Vuestra asociación es eclesial. Esta característica exige que la 
obra que realiza, aun llevándose a cabo principalmente en el ámbito 
educativo, jamás pierda de vista el anuncio salvífico y la misión 
evangelizadora de la Iglesia. La participación en la vida de la 
comunidad cristiana ayuda a los padres creyentes a realizar 
plenamente su tarea educativa, convirtiendo su familia en una 
«pequeña iglesia», llamada a testimoniar los valores del reino de Dios 
en las instituciones humanas.

En la comunidad eclesial los padres, al experimentar la riqueza 
sobreabundante de los dones del Espíritu Santo, serán capaces de 
abrirse a las perspectivas del Evangelio y a las necesidades de la 
Humanidad y, gracias a un sereno discernimiento comunitario, podrán 
colaborar en servicios específicos en beneficio del crecimiento integral 
de las nuevas generaciones.

En la Carta a las familias recordé que los padres son «los primeros 
y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen 
incluso una competencia fundamental ( ... ). Comparten su misión 
educativa con otras personas e instituciones, como la Iglesia y el 
Estado. Sin embargo, esto debe hacerse siempre aplicando 
correctamente el principio de subsidiariedad» (n. 16), es decir, 
respetando la diversidad de las tareas y de las responsabilidades.

Con frecuencia, los padres se encuentran desprevenidos y 
perplejos ante los problemas que afectan a las estructuras escolares, 
el malestar de los estudiantes y las señales de separación de la 
sociedad por parte de la escuela. A este respecto, resulta muy útil el 
papel de las asociaciones de padres, que les ayudan a ejercer su 
responsabilidad educativa y a colaborar de forma constructiva con la 
institución escolar. En la escuela católica esa colaboración se funda 
en el proyecto educativo de inspiración cristiana, que permite a los 
padres verificar sus opciones y a la institución escolar definir cada vez 
mejor su identidad propia y su propuesta cultura¡ y pedagógica.

Por tanto, es necesario que la escuela católica ponga especial 
atención en la formación de los padres, para que puedan tomar 
conciencia de sus tareas y competencias específicas. La presencia 
organizada de los padres dentro de la escuela católica constituye un 
elemento fundamental para la realización plena de su proyecto 
formativo.

Participación responsable

3. Los padres son portadores de la sensibilidad y de las 
expectativas presentes en la sociedad; son el puente natural entre la 
escuela católica y la realidad de su entorno. Por eso, a ellos les 
corresponde presentar a la escuela las sugerencias relativas a las 
orientaciones que tiene que dar a sus hijos y compartir con el 
personal docente las intervenciones formativas específicas, en las que 
la familia está llamada a participar responsablemente.

El hecho de servir de «puente» entre la escuela y la sociedad exige, 
además, que los padres y sus asociaciones atraigan la atención de los 
políticos hacia los problemas relacionados con la educación de sus 
hijos y la escuela católica, interviniendo en los cambios que se 
producen en la sociedad y en la definición de los proyectos de 
reforma del sistema escolar italiano.

En este marco, os renuevo mi deseo de que pronto se llegue a 
aprobar, también en Italia, una ley de igualdad que reconozca, como 
en muchos otros países de Europa y del mundo, el valioso servicio 
que presta la escuela católica y garantice a los padres la plena 
libertad de elección de la orientación educativa para sus hijos.

Queridos padres, las escuelas que frecuentan vuestros hijos 
surgieron del carisma y de la intuición, a menudo profética, de 
hombres y mujeres que dejaron en la Iglesia una esta luminosa de 
santidad. Ojalá que el redescubrimiento de las maravillas que el 
Espíritu Santo obró en su vida os sostenga en vuestro esfuerzo diario 
por orientar a vuestros hijos hacia los valores perennes del Evangelio 
y hacia la persona viva de Cristo. Espero, asimismo, que la escuela 
católica sepa acoger y valorar vuestro carisma de padres.

Con estos deseos, os encomiendo a la protección de la Virgen 
María y de San José, modelos de los padres cristianos, y, a la vez que 
os animo a proseguir vuestro meritorio servicio a la escuela católica, 
os bendigo a todos con afecto.

(«O. R.» en español, 19-698.)
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