LA PEDAGOGÍA DE DIOS:

UNA EDUCACIÓN PARA LA LIBERTAD

Mario L. Peresson T.

El designio de Dios, concebido antes de la creación del mundo, y que en el momento de la creación tuvo su inicio como primer acto salvífico — educativo, se realiza en el tiempo y en el espacio, en la historia y geografía de la salvación, a través de un proceso lento, progresivo, lleno de peripecias, logros y fracasos, esperanzas y desilusiones, pero nunca abandonado por parte de Dios no obstante las infidelidades, travesuras, rechazo por parte de la humanidad. Dios siempre permanece fiel a su proyecto, nunca se echa atrás en su promesa.

Por eso mismo la acción educativa de Dios, mediación para realizar su plan de salvación, se presenta como una tarea ardua, perseverante, llena de tensiones y de paciente impaciencia.

Desde el principio la vocación a la vida y al amor puesta por Dios en el corazón humano fue rechazada permanentemente por la humanidad. La negación del proyecto de Dios desde los orígenes el fratricidio (Caín mata a Abel) y la división y la falta de comprensión entre los pueblos (Torre de Babel). Pero particularmente la opresión y la esclavitud a la que son sometidos unos pueblos por otros (característica de las sociedades esclavistas de la antigüedad), son una negación del proyecto original de Dios puesto desde la creación en el corazón del ser humano.

Por esta razón, la pedagogía de Dios, que en la creación se planteó como pedagogía de la vida y del amor, para poder realizarse en condiciones de explotación y de esclavitud, debe convertirse en una pedagogía de la libertad, en una educación liberadora, en una educación popular.

La experiencia de esclavitud sufrida por el pueblo elegido en Egipto, plantea a Dios la necesidad de que su acción salvadora pase por una praxis de liberación y que la pedagogía de la vida se haga pedagogía de la liberación.

Esta circunstancia nos muestra que la pedagogía divina se adapta y realiza en las condiciones históricas reales que vive el pueblo de Dios, que es cada comunidad en su situación concreta.

UN ITINERARIO PEDAGÓGICO

Dos textos clásicos nos sirven de inspiración en la búsqueda de identificar la pedagogía de Dios en condiciones de opresión.

Como punto de partida tomamos, primeramente, un texto fundamental que describe la acción educativa de Dios para con su pueblo: El Cántico de Moisés:

"En tierra extranjera lo encontró,
en el rugiente caos del desierto.
Lo educó (cubrió), lo alimentó, lo cuidó
como la niña de sus ojos.

Como un águila incita a su nidada,
revolotea sobre sus polluelos,
así El desplegó sus alas y los tomó,
y los llevó sobre su plumaje.

Sólo el Señor lo guió a su destino
no estaba con él ningún dios extranjero".
                                                              (Dt 32, 10 — 12)

El profeta Oseas también hace referencia a esta experiencia del Exodo:
"Cuando Israel era niño, yo le amé,
y de Egipto llamé a mi hijo.
Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí:
sacrificaban a los Baales,
e incensaban a los ídolos.
Y con todo yo enseñé a Efraím a caminar,
tomándole en mis brazos,
más no supieron que yo cuidaba de ellos.
Con cuerdas humanas los atraía,
con lazos de amor,
y era para ellos como quien alza a un niño contra su mejilla,
me inclinaba hacia él para darle de comer
Se volverán al país de Egipto
Asur será su rey
porque se han negado a convertirse (a volver a mí).

....

Mi pueblo está enfermo por su infidelidad
Gritan hacia Baal
pero nadie los levanta
Cómo voy a dejarte Efraím
cómo entregarte, Israel?

....

Mi corazón se me revuelve dentr
a la vez que mis entrañas se estremecen
No ejecutaré el ardor de mi cólera
no volveré a destruir a Efraím
porque soy Dios, no hombre
En medio de ti el Sant
y no me gusta destruir"
                                      (Os 11, 1 — 9).

Estos dos pasajes condensan toda la pedagogía divina hacia su pueblo, destacándose en ellos los momentos y pasos fundamentales del proceso educativo liberador y la manera como realiza Dios su acción educativa.

"En tierra extranjera lo encontró, en el rugiente caos del desierto". Yahvéh llamó a su pueblo de Egipto, "la casa de la servidumbre".

Sólo la inquebrantable paciencia de Dios, educador impacientemente paciente, hace que el pueblo vuelva a descubrir su vocación a la libertad y a reemprender el camino.

DIOS EDUCA CON UN PROYECTO LIBERADOR

La acción educativa de Dios no es improvisada, inconexa, al acaso.

Ya en el libro de Génesis, en la narración de la creación, la pedagogía divina en la historia de la humanidad y del pueblo de Israel, llamado a ser luz de las naciones e instrumento de la acción salvadora de Dios, tiene una intencionalidad muy clara que se manifiesta en cada una de sus intervenciones, no marcada con la rigidez de una figura geométrica y de la línea recta, sino como una realidad dinámica, viva que tiene sus obstáculos, frenos, dificultades, pero que no por eso pierde su rumbo. La pedagogía de Dios es histórica, pero no errática.

Así lo plantea el libro de Exodo cuando la acción salvadora y educativa de Dios tiene que replantearse en la situación de la esclavitud.

"Dijo Yahvéh: Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo, y he escuchado el clamor que le arrancan sus capataces; pues ya conozco sus sufrimientos. he bajado para liberarle de la mano de los Egipcios y para subirle de esta tierra, una tierra que mana leche y miel". (Ex 3, 7 — 8ª).

La libertad es la vocación misma del ser humano, grabada en su corazón y a la cual no puede renunciar: "Para ser libres nos liberó Cristo, manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir bajo el yugo de la esclavitud" (Ga 5, 1). La liberación de toda servidumbre es el proyecto irrenunciable de Dios para la humanidad.

"Acuérdate de todo el camino que Yahvéh tu Dios te ha hecho andar durante estos cuarenta años en el desierto para humillante, probarte, y conocer lo que había en tu corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos. Te humilló, te hizo sentir el hambre, te dio de comer el maná que ni tú ni tus padres habíais conocido, para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahvéh. No se gastó el vestido que llevabas, no se hincharon tus pies a lo largo de esos cuarenta años.

Date cuenta, pues, de que Yahvéh tu Dios te corregía como un hombre corrige a su hijo y guarda los mandamientos de Yahvéh tu Dios siguiendo sus caminos y temiéndole. (Dt 8, 2 — 6).

La fidelidad de Dios a la utopía que soñó desde siempre para la humanidad lo lleva a superar la "desilusión educativa", a retomar y proponer nuevamente su proyecto, incluso replanteándolo a partir de los mismos fracasos.

Ante un pueblo rebelde y de dura cerviz, Dios siempre ofrece una oportunidad más, llama a la conversión, invita a emprender de nuevo el camino, reaviva la esperanza, fortalece los ánimos.

El ejemplo de Dios Educador nos enseña a perseverar en la difícil y con frecuencia frustrante labor educativa; nos invita a volver a lanzar una nueva y seductora propuesta educativa sostenida por el ejemplo y la ardiente esperanza en Dios que nunca abandona a su pueblo sumergido en la opresión.

La acción educativa de Dios por el desierto conduce al pueblo hacia la tierra nueva, tierra de abundancia y felicidad:

"Yahvéh tu Dios te conduce a una espléndida tierra, tierra de torrentes y de fuentes, de agua que brota del abismo en los valles y las montañas, tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares, de aceite y de miel, tierra donde el pan que comas no te será racionado y donde no carecerás de nada; tierra donde las piedras tienen hierro y de cuyas montañas extraerás el bronce. Comerás hasta hartarte, y bendecirás a Yahvéh tu Dios en esta espléndida tierra que te ha dado". (Ex 8, 7 — 10).

Por medio de esta descripción idílica en la que se encuentra todo lo que un pueblo oriental puede soñar y anhelar como felicidad, se presenta la utopía de Dios para su pueblo. La libertad tiene sus condiciones materiales, la abundancia de los bienes que garantizan la vida pero para compartirlos comunitariamente entre todos. Sólo hay libertad verdadera cuando es garantizada para todos y no hay libertad plena si no hay pan en abundancia para todos.

A lo largo de toda la historia, en medio de los grandes avatares que la van tejiendo, en medio de las catástrofes que aniquilan al pueblo, Dios, fiel a su propósito y a su promesa, reaviva la esperanza, hace renacer la utopía. El Exodo será siempre un paradigma de la acción salvadora de Dios y de su práctica educativa. La libertad una vez conquistada permanecerá como vocación irrenunciable para el pueblo elegido y para toda la humanidad.

En medio de las contradicciones de la monarquía que volvió a sumir el pueblo en situaciones de injusticia, de empobrecimiento, y cuando en la deportación el pueblo judío en Babilonia vuelve a experimentar la esclavitud en tierra extranjera, los profetas hacen revivir la esperanza y anuncian en nombre de Dios los tiempos mesiánicos como realización plena de la humanidad en la justicia y la paz. Isaías en el capítulo 65 anuncia la creación de los cielos nuevos y la tierra nueva, colmados de alegría y gozo, de vida plena y de abundancia como recompensa del trabajo humano (Is 65, 17 — 25). La segunda carta de Pedro expresa la esperanza en "los cielos nuevos y la tierra nueva donde habite la justicia" (1 P 3, 13) y el Apocalipsis de Juan anuncia la Nueva Jerusalén, la ciudad Santa, la morada de Dios con los hombres, en donde ya no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni sollozos, ni fatiga porque el mundo viejo ha pasado. (Ap 21, 1 — 4).

Para Jesús, el proyecto de Dios, la Utopía de Dios se compendia en el anuncio, la realización de la Buena Noticia del Reino de Dios, que se hace presente en su persona y que se manifiesta en los signos de vida, de misericordia, de acogida y de amor que realiza.

En el horizonte del Proyecto Pedagógico de Dios, y como meta de toda práctica educativa liberadora, está la utopía del Reino de Dios y de los cielos nuevos donde habite la justicia.

DIOS EDUCA A SU PUEBLO EN LA HISTORIA Y A TRAVÉS DE LOS ACONTECIMIENTOS DE SU TRAVESÍA

La acción educativa de Dios hacia su pueblo no es la pura aplicación de una serie de principios y teorías pedagógicas, ni la simple enseñanza de una doctrina o de un tratado. Por el contrario, la educación realizada por Dios es muy concreta, así como es histórica su revelación y acción salvífica.

Está inserta en la historia de cada día, llamando y estimulando a la persona y a la comunidad, no desde lo alto y desde fuera del acontecer histórico, sino desde lo más profundo de los acontecimientos. A diferencia de los maestros que sólo instruyen con las palabras, Dios educa con su acción, en y a través de los hechos cotidianos, buenos o malos, esperanzadores y amenazantes, propicios o desfavorables. La historia humana, la de cada persona, de cada comunidad, de cada pueblo, es "el lugar y la mediación educativos" de Dios. Él educa al pueblo a través de los acontecimientos; son sus lecciones en la vida, desde la vida y para la vida. La palabras no tienen sentido en sí mismas; cumplen la función de develar el sentido de la acción y de los hechos y encuentran en ellos su concreción, realización y verificación: la educación liberadora de Dios se lleva a cabo en y a través de la historia.

Así nos lo presenta la experiencia del Exodo como camino de liberación: "Vosotros sabéis hoy — no vuestros hijos, que ni saben ni han visto la lección de Yahvéh, vuestro Dios, su grandeza, su mano fuerte y su tenso brazo — las señales y hazañas que realizó él en medio de Egipto, contra Faraón rey de Egipto, y todo su pueblo; lo que hizo con el ejército de Egipto... precipitando sobre ellos las aguas del mar de las Cañas cuando os perseguían; lo que ha hecho por vosotros en el desierto hasta vuestra llegada a este lugar; lo que hizo con Datán y Abirón: cuando la tierra abrió su boca y los tragó en medio de todo Israel... Pues vuestros mismos ojos han visto toda esta gran obra que Yahvéh ha realizado". (Dt 11, 2 — 7). Las "Lecciones de Yahvéh" a su pueblo son los signos realizados en medio de Egipto, las maravillas del desierto, toda la gran obra de liberación, que ellos debían aprender para su vida y que debían conservar siempre en su memoria.

La historia hecha por personas vivas, de cosas concretas, de situaciones cotidianas, de acontecimientos interpelantes, de relaciones personales y sociales, de trabajo agotador y dinámico ha sido siempre la mejor formadora de las personas y de los pueblos, a condición de que no sea simplemente padecida pasivamente, sino vivida como experiencia reflexionada e interpretada para descubrir sus sentidos, sus interpelaciones y virtualidades y asumida como compromiso transformador.

La historia siempre ha sido y será la "Maestra de la vida", cuando ha sido y es leída críticamente, interpretada en sus sentidos, como un aprendizaje desde la vida y para la vida.

El pueblo de Israel, guiado por la fe, leía e interpretaba la historia no como un sucederse de hechos caóticos, sino desde la lógica y el propósito salvífico liberador de Dios. Su fe se enclavó en la historia y al mismo tiempo se proyectaba hacia la vida, como un aprendizaje vital, lleno de sabiduría.

La función de los profetas como colaboradores de Dios en su acción educativa hacia su pueblo, era precisamente la de ayudar a descubrir el significado salvífico de los acontecimientos, "los signos de los tiempos y de los lugares", signo de la presencia de Dios y de su voz interpelante desde ellos. Los profetas ayudan a leer la realidad para poder continuar escribiendo la historia de la liberación.

Hay pasajes profundamente sugestivos que nos muestran el papel educativo de la historia en el pueblo de Israel:

Josué en el capítulo 24 hace memoria de toda la historia de Israel desde la vocación de Abraham hasta la alianza en Siquem, como un recuento de acontecimientos a través de los cuales Dios lo construyó y lo fue formando como pueblo.

El Salmo 105 narra la maravillosa historia de Israel, recordando las obras extraordinarias que El ha hecho con su pueblo, aclamando su nombre y divulgando a todos los pueblos sus hazañas. Al hacer memoria de su historia, el pueblo iba aprendiendo cómo llegó a ser libre y a conservar viva la vocación a la libertad. El pueblo se fue gestando y haciendo como pueblo a lo largo del camino de su historia. La memoria se hacía profecía: una memoria de futuro. La historia se convertía en el principio generador de su cultura y en la raíz y garantía de identidad.

El Salmo 136 es un cántico de acción de gracias a Yahvéh porque es bueno y porque en cada uno de los acontecimientos de su historia se ha manifestado su eterno amor.

El capítulo 11 de la Carta a los Hebreos hace memoria de toda la historia del pueblo elegido, como un caminar vivificado por la fe y animado por la esperanza. La memoria era la garantía de fidelidad de Dios a su promesa: "La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven" (11, 1).

Para Pablo en la Primera Carta a los Corintios, el hacer memoria de la historia cumple un papel educativo insustituible: "Todo esto les acontecía en figura, y fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos" (10,11).

Pablo describe concretamente el caminar vivido por un pueblo cuya historia viene a ser paradigmática para nuestra historia de hoy. Es muy sabio el dicho popular que "quien no conoce la historia está condenado a repetirla".

Iluminados y aleccionados por la Pedagogía de Dios, debemos educar en la vida, desde la vida y para la vida, a partir de los acontecimientos cotidianos que vivimos en la historia personal y colectiva. La realidad debe ser, para nosotros educadores, guiados por la Pedagogía de Dios el eje fundamental de nuestra acción educativa. Este principio nace del carácter histórico de la revelación de Dios y de la condición humana y, por lo tanto, también de la acción educativa de Dios. La historia es el lugar teologal y teológico por excelencia, punto de cita y de encuentro de Dios con su pueblo y con la humanidad y, por lo mismo, el lugar educativo por antonomasia en toda pedagogía inspirada en la Pedagogía de Dios.

La educación en la historia tiene una finalidad operativa. Conocer la historia, evocar la historia, no es simplemente una nostalgia romántica o una tarea y curiosidad intelectual. La memoria histórica, la comprensión de la historia de hoy como lugar y mediación educativa tienen sentido en la medida en que tienden a involucrar decididamente a las personas y comunidades en la propia realidad, suscitando un compromiso libre, responsable y transformador para hacer la historia de la cual debemos ser sujetos y protagonistas:

Gente nueva creadora de la historia,
constructora de nueva humanidad;
gente nueva que vive la existencia
como un riesgo de un largo caminar.

 

DIOS EDUCA A TRAVÉS DE UN ITINERARIO GRADUAL Y PROGRESIVO

La acción educativa de Dios se fundamenta en el carácter histórico de la persona y de la comunidad. Ambas se construyen en el tiempo y en el espacio y tienen la potencialidad de un constante crecimiento que hay que saber suscitar, animar y acompañar mediante la acción educativa. La existencia de la persona y la historia del pueblo son una vocación y una con — vocación a ir siempre adelante, a proyectarse constantemente hacia un más allá y un siempre más: una pro-vocación.

La acción educativa a Dios se realiza gradualmente, paso a paso.

Al inicio de todo proceso educativo debe estar la pregunta: ¿Adán dónde estás? (cfr. Gn 3, 9). Al comienzo de un itinerario educativo es importante conocer la situación en la que se encuentra cada persona, cada grupo, cada comunidad. Definir con claridad y comprensión el punto de partida es siempre el primer paso para poner en marcha un camino verdaderamente progresivo.

A veces la situación es verdaderamente desastrosa. Así lo indica el pasaje del Deuteronomio que nos dice que Dios encontró a su pueblo "en tierra extranjera y en el rugiente caos del desierto" (Dt 32, 10). Cuando nació Israel, ningún ojo se apiadó de él y quedó expuesto en pleno campo porque daba repugnancia. pero el Señor pasó junto a él y le dijo cuando aún se agitaba en su sangre "vive y crece como la yerba de los campos. Y tú creciste y te desarrollaste y llegaste a la edad núbil" (Ez 16, 3 — 7).

Pagada de su belleza, se aprovecho se su fama para prostituírse, prodigó sus excesos a todo transeúnte entregándose a él (v. 15; v. 59 — 60; 62 - 63).

El Señor, aún en las situaciones de mayor tribulación, no abandona a su pueblo, se acerca a él, lo levanta y lo anima a ponerse en camino: "¡Levántate y anda!" (cfr. Lc 5, 23 — 24; Hch 3, 6 — 8).

UN ITINERARIO EDUCATIVO QUE CONLLEVA RUPTURAS Y CONFLICTOS

Sería erróneo concebir el itinerario educativo cristiano como un simple proceso evolutivo, con una tranquila sucesión de etapas. Al comienzo y a lo largo del camino pedagógico existen momentos de ruptura con el pasado, de vuelco radical y de cambio de rumbo de la historia personal y comunitaria. Es un salir de y caminar hacia lo nuevo. El momento fundamental de ruptura en el camino formativo cristiano se llama Conversión. La Buena Noticia de la irrupción del Reino de Dios trae como exigencia el cambio de la propia vida, hacer una opción radical por el proyecto de Dios.

Es propio del arte educativo saber captar los momentos oportunos en la vida de las personas y de la comunidad para plantear el llamado a la conversión: momentos de crisis, de búsqueda de sentido, de esperanza, de cuestionamiento profundo de la realidad, de crítica y autocrítica, de sensibilidad por auténticos valores humanos. La conversión coincide con la opción fundamental de la propia vida en torno al proyecto y a los valores del Evangelio. Preparar para este momento y acompañar a quien se encuentra en situaciones de búsqueda y de elección es una de las tareas educativas más importantes.

El camino educativo guiado por la Pedagogía de Dios conoce a cada paso la realidad del conflicto. Al lado de la solicitud de Dios aparece la rebeldía del pueblo: la vocación a la libertad se encuentra obstaculizada por el miedo de ser libres y la tentación de volver a la esclavitud; la fraternidad y solidaridad se encuentran amenazadas a cada momento por el egoísmo, la indiferencia y el deseo de dominar al hermano; la vida es asediada a cada instante por la fuerza de la muerte; el pueblo es tentado a dejar el camino de la justicia y coger los desvíos que conducen a las desigualdades sociales y a la explotación de los débiles y los pobres. La luz de la verdad con frecuencia es contrarrestada por las tinieblas de la mentira; con facilidad el pueblo pierde la esperanza en la promesa de Dios y cae en el desánimo.

Las tentaciones en el desierto y las ganas de volver atrás son una muestra del fatigoso camino de la educación. El camino educativo no es un desarrollo tranquilo, está marcado por la resistencia y la infidelidad. por eso mismo la acción educativa de Dios ha requerido una paciencia sin límites, un constante volver a comenzar y reemprender el camino, un volver a proyectar, sin desilusionarse, el itinerario.

La acción educativa de Dios hacia su pueblo es de un realismo impresionante. Lo experimentamos muy cercana a nuestros fracasos educativos, a nuestras desilusiones como educadores. La meditación de la paciencia, perseverancia y perdón de Dios, nos anima en un tiempo en el cual la acción educativa se hace cada vez más difícil y a veces frustrante.

 

UN ITINERARIO PERSONAL Y COMUNITARIO

La acción educativa de Dios es un proceso cuyo destinatario no es únicamente el individuo, sino todo el pueblo; ciertamente cada persona es valorada y educada en su individualidad, pero el fin de la educación no es únicamente el desarrollo y perfeccionamiento individual, sino el crecimiento y maduración de la entera colectividad.

Persona y comunidad son dos polos en permanente tensión en la acción educativa de Dios: Existen entre ellos una permanente reciprocidad dialéctica. La madurez de cada persona no se alcanza sino con el crecimiento de la comunidad; a su vez, el pleno desarrollo de una comunidad comprende y presupone el esfuerzo de cada uno para alcanzar su realización. El proceso educativo que nos presenta las Escrituras es el crecimiento de la persona al interior de su pueblo y el de una comunidad mediante la maduración de todos sus miembros. Dios educa a cada uno al interior de un pueblo en camino y de una comunidad de creyentes en continuo crecimiento.

La razón de esta característica educativa radica en la vocación comunitaria de la persona, de tal manera que sería anormal y deshumanizante una educación que sólo se plantease en término individualista, sin un profundo sentido comunitario y de pertenencia e identidad con el pueblo del cual se forma parte.

La razón última de esta dialéctica persona — comunidad reside en la convocación que Dios nos hace a formar su pueblo del cual cada uno es miembro en íntima relación y en comunión con los demás. Como educadores cristianos estamos llamados a educar con un profundo sentido comunitario y de pertenencia a un pueblo en camino de liberación hacia la tierra prometida.

LA PEDAGOGÍA DE DIOS: UNA PEDAGOGÍA DEL AMOR: NACIDA DEL AMOR PARA SUSCITAR EL AMOR

Los preciosos e impactantes pasajes que hemos transcrito, y mucho más si leemos el capítulo 16 de Ezequiel, nos muestran que la acción educativa de Dios está toda caracterizada por el amor:

"Lo educó, lo alimentó, lo cuidó
como a la niña de sus ojos" (Dt. 32, 10)

"Cuando Israel era niño, yo lo amé,
y de Egipto llamé a mi hijo.

... Yo enseñé a Efraín a caminar
tomándolo en mis brazos
mas no supieron que yo cuidaba de ellos.

Con cuerdas humanas los atraía,
con lazos de amor,
y era para ellos como quien alza a un niño contra su mejill
me inclinaba hacia él para darle de comer". (Os 1, 1 —8; Ez 16, 3 — 8).

 

Estos pasajes y muchos más del Antiguo Testamento son una profecía de la Pedagogía de Jesús, expresada tan bellamente en la parábola pedagógica del Buen Pastor (Jn 10, 1 —18). El amor educativo se hace acogida, escucha, comprensión, generosidad en dar la vida; en la capacidad de corregir y, sobretodo, de tener un corazón rico en misericordia, de comprensión y de disponibilidad al perdón. "La caridad es paciente, es servicial... Todo lo excusa, todo lo cree. Todo lo espera. todo lo soporta" (I Co 13, 4 — 7).

La Pedagogía de la bondad y del amor, es la vivencia del mandamiento nuevo del amor hecho acto educativo.

Hay un pasaje del libro del Exodo que nos revela el amor de Dios hacho actitud pedagógica liberadora:

"Dijo Yahvéh: "Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado el clamor que le arrancan sus capataces; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel"." (Ex 3, 7 — 8).

 

Ver — Escuchar — Conocer — Bajar para Liberar — para Subirle

Dios ve la aflicción

Dios, como educador para la libertad, VE. Decir que Dios ve, mira la aflicción del pueblo, es manifestar que El entra en relación, que su mirada es activa y que se hace cargo de la realidad de opresión que vive el pueblo.

 

Dios escucha el clamor

La servidumbre "clama" al cielo, como "la sangre del hermano" asesinado (Gn 4, 10), como la suerte de todos los desgraciados y oprimidos (Ex 22, 22; Job 34, 28), como la suerte de los cautivos (Sal 79, 11; 102, 21) y como toda situación crítica para el pueblo de Dios (Jc 3, 9. 15; 4, 3; 6, 7; 10, 10; 1 Sm 9, 16); como el salario no pagado a los obreros llaga a los oídos del Señor de los ejércitos (Sant 5, 4). Dios oye, y el clamor llega a su corazón. Oír es sentir en lo profundo del ser, hasta conmoverse.

Dios conoce sus sufrimientos

Conocer en el lenguaje bíblico, cuando se dice: "Dios conoce" o "conocer a Dios" no se da en un contexto de ciencia, sino en un contexto de vida. En efecto, para el semita, conocer (yd’) desborda el saber humano y expresa una relación existencial. Conocer una cosa es tener una experiencia concreta de ella; así se conoce el sufrimiento (Is 53, 3) y el pecado (Sb 3, 13), la guerra (Jc 3, 1) y la paz (Is 59, 8), y el bien y el mal (Gn 2, 9. 17); es un compromiso real con profundas consecuencias. Conocer a alguien es entrar en relación personal con él. Expresa la solidaridad familiar (Dt 33, 9) y también las íntimas relaciones conyugales (Gn 4, 1; Lc 1, 34). Se conoce a Dios cuando se entra en su alianza (Jr 31, 34) y se es poco a poco introducido en su intimidad.

Toda esta profundidad de sentido se expresa y comunica cuando se dice: Dios conoce.

Dios "conoce" equivale a decir que Dios entra efectivamente en comunicación, que va a comprometerse, que va a estar con su pueblo y que va a hacer con ellos su obra. No hay término que exprese mejor la unión de Dios con su pueblo, que la relación que la Biblia llama la "Alianza" por la cual "El será su Dios, y él será su pueblo".

Dios desciende para liberar y hacer subir a la tierra buena y ancha

Dios actúa, y su respuesta al oír y ver y conocer es actuar. Dios "desciende" conforme al simbolismo que está inscrito en nuestra naturaleza, "de lo alto", "de los cielos" (Gn 11, 5; 18, 21; Ex 19, 11. 20; 34, 5; Is 63, 19; Sal 18, 10; 144, 5). Dios viene a "sacar" a Israel de entre las manos de los que lo tienen apresado. Tal es el programa de liberación y el tema mismo del Exodo. Pero aquí la declaración va más allá: el Exodo debe ir seguido de la entrada en Palestina hacia la cual hay que "subir", porque es un país montañoso: "un país bueno y ancho", "un país que mana leche y miel", productos naturales de esa tierra y que son muy apreciados por los nómadas. La leche y la miel se han convertido en una especie de símbolo de la tierra prometida, a través de una expresión parabólica que ha llegado a hacerse proverbial (Ex 3, 8. 17; 13, 5; 33, 3; Lv 20, 24; Nm 13, 27; 14, 8; 16, 14; Dt 6, 3; 11, 9. 15; 26, 9. 15; 27, 3; 31, 20; Jos 5, 6; Jr 32, 22; Ez 20, 6. 15).

Ver y escuchar, son las primeras actitudes del educador. Lo esencial está oculto a los sentidos, dice Saint Exupery en "El Principito"; sólo puede ser visto y oído con el corazón. De ahí el cuestionamiento bíblico, escuchado también de labios de Jesús: de aquellos que tienen ojos y no ven, tienen oídos y no escuchan.

Para el educador, inspirado en el paradigma de la Pedagogía de Dios, "conocer" es estar involucrado en la realidad del pueblo del cual forma parte, en su situación, sus sufrimientos, su esperanza, su cultura. Cabe también aquí recordar la incomparable expresión de San Agustín acerca del conocimiento humano: "Ningún bien es plenamente conocido si no es plenamente amado". Aquí se encuentran fusionados los dos verbos en su significado bíblico: conocer = amar.

Y finalmente actuar liberadoramente: La pedagogía de Dios es aquella del actuar liberador: es la pedagogía de la esperanza y de la transformación de la realidad, del mundo.

Gentileza de http://www.celedec.com.ar/foro para la
BIBLIOTECA BÁSICA DEL CRISTIANO