Situación actual del Ecumenismo en España

 

Como es sabido, la promoción de la unidad de los cristianos fue uno de los propósitos principales del Concilio Vaticano II (cf. Sacrosanctum concilium 1; Unitatis redintegratio 1). Desde el mismo anuncio y convocatoria del Concilio estuvo presente la perspectiva ecuménica, de modo que se puede afirmar que el "espíritu conciliar" es también "espíritu ecuménico".

 

La misma opción prosiguió durante el pontificado de Pablo VI, y papa Juan Pablo II ha manifestado reiteradamente que el ecumenismo es "una de las prioridades pastorales" de su pontificado (cf. Ut unum sint 99). Con multitud de iniciativas y de encuentros ha mostrado efectivamente esta prioridad.

 

El ecumenismo no es un añadido facultativo a la vida y misión de la Iglesia, ya que ser cristiano y pertenecer a la Iglesia, que es una y única, son inseparables (cf. Ef 4,4-6; 1 Jn 1,3; Ut unum sint 9 y 20). Por esto, constituye una inquietud la pretensión manifestada a veces por algunos de creer en Jesucristo sin pertenecer a la Iglesia. La división de los cristianos o la deficiente comunión eclesial dificulta la evangelización (cf. Jn 17,21). El trabajo por la unidad entre las Iglesias está íntimamente unido a la custodia de la unidad interna y visible entre los cristianos de la Iglesia católica.

Debemos reconocer que, por diversos cauces, diferentes ritmos y variadas intensidades, la causa de la unidad de los cristianos ha ido calando poco a poco entre nosotros. La semana de oración por la unidad, charlas e informaciones, encuentros, documentos sobre el diálogo interconfesional a diversos niveles, lectura de libros teológicos de autores de otras confesiones cristianas no siempre con el debido discernimiento, formación ecuménica en facultades de teología, seminarios y otras instituciones académicas, etc. son ámbitos de y vehículos de información, formación y oración por la unidad de los cristianos. Cada diócesis es testigo de cuanto se lleva a cabo por el ecumenismo, que es sin duda uno de los signos y de las llamadas actuales del Espíritu a la Iglesia.

El ecumenismo en España tiene una historia no larga, cuyos pioneros e instituciones entusiastas viven todavía. Merece un recuerdo especial el Centro de Estudios Orientales y Ecuménicos "Juan XXIII" de Salamanca: la revista Diálogo Ecuménico, que empezó su andadura en 1965, es una fuente insustituible para seguir la historia del movimiento ecuménico con sus personas más relevantes, acontecimientos, documentos y reflexiones teológico-pastorales. La biblioteca especializada es rica y selecta. Está prácticamente ultimada la traducción interconfesional de la Sagrada Escritura.

¿Cúal es la impresión general sobre la situación presente del ecumenismo? El Cardenal W. Kasper, Presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la Unidad de los Cristianos, afirmó en su intervención en la Universidad Pontificia de Salamanca: "Tras una fase del movimiento ecuménico, a continuación del Concilio Vaticano II caracterizada por una cierta euforia, durante el último decenio hemos experimentado signos de cansancio, de desilusión y de estancamiento. Algunos hablan incluso de crisis o de un invierno ecuménico. Esta situación es en cierta medida el indicio y la prueba del triunfo del movimiento ecuménico. Cuanto más se acercan unos a otros los cristianos de diferentes Iglesias y Comunidades eclesiales, más perciben las diferencias que subsisten y las dificultades transitorias que afrontan para superarlas y tanto más sufren por no poder participar aún en la única Mesa del Señor. Por tanto, la frustración puede ser también entendida en sentido positivo". A pesar de los obstáculos y lentitudes, de las dificultades inveteradas o nuevas, la Iglesia católica no desiste de promover la unidad plena y visible de los cristianos.

Una apreciación semejante había aparecido en las XIV Jornadas de Delegados Diocesanos de Relaciones Interconfesionales que tuvieron lugar en Madrid los días 2-3 de marzo pasado. Aunque había diferentes matices, predominaba la convicción de cansancio, miedo, estancamiento e incluso retroceso por falta de estímulos y escaso interés por contrastar con las Iglesias cercanas. En todo caso, era común la determinación a continuar trabajando por la unidad de los cristianos con esperanza, que implica también la paciencia en medio de las pruebas.

El Cardenal Kasper aludió en Salamanca a un motivo entre tantos de la ralentización del movimiento ecuménico: los interrogantes actuales acerca de la identidad. En un mundo caracterizado por la globalización surge la pregunta ¿quién soy yo? ¿quiénes somos?, y nadie quiere ser absorbido por una masa anónima y sin rostro. La cuestión de la identidad se plantea en los individuos y culturas, grupos étnicos y religiones, y también en el interior de las Iglesias cristianas. En la presente situación pueden surgir dos tentaciones: o el relativismo o el repliegue. Frente a esta doble tentación debe actuar la convicción de que sólo interlocutores de clara identidad pueden emprender un diálogo ecuménico sin miedos.

En conexión con lo que precede debemos distinguir cuidadosamente entre diálogo ecuménico y diálogo interreligioso: éste no es una ampliación del ecumenismo, como si el ecumenismo cristiano fuera integrado y absorbido por el diálogo con las religiones. Estas relaciones se mueven en planos y órdenes distintos, como expuso Pablo VI en la Encíclica Ecclesiam suam. El trabajo por la unidad de los cristianos supone una fraternidad fundada en el bautismo y tiende a la unidad plena y visible en la fe, los sacramentos, particularmente en la común celebración eucarística, y en el ministerio jerárquico. El diálogo interreligioso, por su parte, se fundamenta en el mutuo respeto de los fieles de las distintas religiones, y tiende a la recíproca y creciente comprensión, a la amistad y a la eventual colaboración en ciertas causas, pero nunca a la unidad de las diferentes religiones en una religión superior englobante. Confundir los campos del ecumenismo y del diálogo interreligioso traería funestas consecuencias.

La mezcla que conduciría a subestimar las diferencias confesionales se inscribe "dentro de un pensamiento pluralista y relativista moderno y postmoderno, que se aleja de la cuestión de la verdad, quiere abandonar las diferencias actuales en materia de fe y se impone una tolerancia mal comprendida, que no está basada en el respeto de las opiniones de los otros, sino en una actitud indiferente ante las convicciones de fe propias y ajenas. Una cosa debe quedar clara: el ecumenismo no es la causa, sino la víctima de este relativismo" (W. Kasper).

La unidad auténtica de la Iglesia no se alcanza al precio de la verdad ni del amor cristiano. Si la Iglesia es de orden sacramental, también lo es su unidad; consiguientemente, la unidad interior y visible en la fe, los sacramentos y la comunión con los sucesores de los apóstoles presididos por el Obispo de Roma es la meta del ecumenismo. Sin una teología adecuada de la Iglesia y de su unidad queda oscurecida la meta del ecumenismo y lastrado el movimiento ecuménico.

El ecumenismo avanza también por la vía del corazón y del amor. Fortalecer los lazos de la amistad, del diálogo, de la confianza, de la colaboración entre los hermanos separados y del mutuo conocimiento va realizando la verdad en el amor. La verdad no es dura ni el amor ciego. Por este camino de la comunicación van cayendo muchas barreras entre los cristianos de diversas confesiones de España.

Nuestro país es mayoritariamente católico, y es conocido cómo ha defendido su unidad católica. Actualmente la presencia de cristianos ortodoxos se ha incrementado considerablemente, y es previsible que aumente aún más. La presencia de protestantes ha sido minoritaria, y está muy dispersa y fragmentada. El protestantismo se asienta en España a finales del siglo XIX; lo engrosaron frecuentemente fieles y pastores que habían roto con la Iglesia católica, cultivando después actitudes anticatólicas. Hasta el Concilio Vaticano II y la legislación democrática, inspirada en el principio de libertad religiosa, padecieron marginación y acoso. Han sobrevivido estrechando mucho sus relaciones internas y marcando polémicamente sus diferencias con la Iglesia católica. Actualmente se percibe en sus dirigentes un clima de entendimiento y de colaboración. Las relaciones son ordinariamente más fáciles en los lugares turísticos, adonde acuden visitantes de países con otra experiencia de convivencia. La cesión de templos y otros lugares por parte de la Iglesia católica ha fomentado las buenas relaciones.

Aunque el ecumenismo va calando entre nosotros, también somos conscientes de cómo existen amplios sectores del pueblo cristiano que apenas lo conocen. Entre los sacerdotes se puede apreciar también este déficit. ¿Se ha difundido el Directorio de Ecumenismo, aprobado por Juan Pablo II en 1993, en nuestras diócesis? Podemos también reflexionar sobre la formación ecuménica en los seminarios y facultades de teología. ¿Cómo es atendido el ecumenismo entre los servicios pastorales de las diócesis?

En los últimos años se han ido tejiendo unas relaciones cordiales y llenas de esperanza entre los responsables de las diversas Iglesias, superando los viejos prejuicios contra la Iglesia católica. En este marco, en parte como causa y en parte como efecto de unas relaciones saneadas, se inscribe una iniciativa adoptada en unas Jornadas de todas las Iglesias celebradas en el marco jubilar del año 2000. En aquel encuentro las Iglesias y Comunidades eclesiales presentes juzgaron conveniente dar los pasos para disponer de un organismo de colaboración y de diálogo.

En concreto, la iniciativa se centraba en una posibilidad abierta por el Directorio de Ecumenismo (nn. 166­171), a saber, la creación de un Consejo de Iglesias Cristianas de España. Probablemente se ha ido demasiado lejos en los contactos interconfesionales al respecto y en la elaboración de unos posibles estatutos, sin haber sido suficientemente informada la Conferencia Episcopal Española y sin haber tomado ésta la oportuna decisión de formar parte de dicho organismo de diálogo y colaboración.

La opinión mayoritaria manifestada en la última sesión de la Comisión Permanente va en sentido contrario a que la Iglesia católica participe en la erección de un este Consejo de Iglesias. Los pareceres se pueden resumir seguramente de esta manera: de acuerdo en que prosigan los encuentros, relaciones y trabajos entre todos. Por lo que se refiere a la institucionalización de las relaciones en la forma de un Consejo de Iglesias, previsto por el Directorio de Ecumenismo, no se ve conveniente por ahora. Las razones que aparecieron son diversas: no existe suficiente base ecuménica para la creación de esta estructura de colaboración y diálogo; no todas las diócesis sienten la misma conveniencia del posible Consejo; en algunas diócesis hay todavía experiencias poco gratificantes de las relaciones con otras Iglesias; se necesitaría recorrer un camino más largo para que el Consejo fuera eficaz y no sólo existiera erigido en los papeles; por supuesto, dada la desproporción inmensa del arraigo social de las diferentes Iglesias, sería un Consejo sólo formalmente paritario.

En las pasadas Jornadas a principios del mes de marzo fueron informados los Delegados Diocesanos de Relaciones Interconfesionales. Pude observar más desazón entre los que han participado más activamente en la gestación del Consejo de Iglesias que en la mayoría de los participantes. Se puede prever que la decisión de aplazar la constitución y puesta en marcha del Consejo enfríe las relaciones que habían entrado en la modalidad del afecto y de la amistad. Por otra parte, el Pontificio Consejo para la promoción de la Unidad de los Cristianos nos ha mostrado su conformidad a dicho Consejo y al proyecto de estatutos.

Aunque sea un aspecto sensible, la situación del Ecumenismo entre nosotros no se reduce obviamente a que exista un Consejo de Iglesias Cristianas de España.

 

+Ricardo Blázquez Pérez

Obispo de Bilbao

Presidente de la Comisión Episcopal de

Relaciones Interconfesionales

[Publicado en "Relaciones Interconfesionales", n. 69, enero-abril 2004].