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ESPERANZA - TEXTOS

1. COMUNISMO/EP EP/CRA-MARXISTA MARXISMO/FELICIDAD COMUNISMO/LIBERACIÓN 
Yo no soy marxista, no porque rechace la esperanza marxista, sino 
porque me resulta insuficiente (...).
Existe en el corazón de la esperanza humana -y los marxistas lo han 
comprendido perfectamente- la aspiración a una comunidad universal 
de hombres libres (...). Pero la sociedad futura, incluso en la más 
halagüeña de las hipótesis, no traerá consigo la liberación de todos. 
Los miles de millones de hombres que hasta entonces hayan vivido en 
la esclavitud no podrán ser ya libres (...).
Entre los grandes ausentes de la comunidad futura hay que contar 
también a todos cuantos serán asesinados y destruidos en la lucha por 
este mundo nuevo. No podrán estar presentes el día de la victoria 
(...).
Esta es la razón por la cual yo experimento en mí la necesidad de 
una esperanza divina: la necesidad de saber que nadie será excluido 
del mundo por el que yo lucho...
Me parece, por tanto, que la esperanza humana sólo descansaría en 
un amor más fuerte que la muerte, y que cualquiera otra esperanza 
deja en las expectativas del hombre un gran vacío (...).
El cristiano cree que trabajando sobre una materia temporal está 
construyendo una comunidad eterna. Sabe que, contra viento y marea, 
la historia se desarrolla a la luz del amor y de la promesa, del designio 
de Dios, de un Dios que es absolutamente fiel. En virtud de la muerte y 
de la resurrección de Cristo, tiene la certeza de que el final de la 
historia será la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el 
odio, de la libertad sobre la esclavitud. Por tanto, el cristiano puede 
esperar contra toda esperanza: el triunfo de la empresa en la que el 
hombre está embarcado es cierta. Más aún, la esperanza escatológica 
introduce en la historia humana un impulso creador, que a veces le 
impone una autosuperación, y da a este rebasamiento de sí mismo 
perspectivas ciertas. 

JULIO GIRARDI 
Cristianismo y liberación del hombre
Sígueme, Salamanca 1973, 50-54

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2. ALIENACION/ESPERANZA:
Los sistemas filosóficos aplicados a los dogmas cristianos han 
separado en el hombre cuerpo y alma, mundo presente casi siempre 
malo y mundo futuro, que destruye el mundo presente. Aunque se ha 
mantenido el sentido del destino de la creación, en su renovación 
progresiva entra sólo el alma, que se renueva sólo para un mundo: el 
futuro. En buena parte, esta dicotomía es responsable, sin duda, de 
reflejos que todavía perduran. La espera podría ser concebida como 
una espera perfeccionista del alma que hay que salvar y engrandecer 
en el amor. La persona humana no entraría, o entraría muy 
discretamente, en esta psicología de espera en la renovación.
Esta espiritualidad del alma, que felizmente está en vías de su 
completa desaparición, tiene tan poca consistencia que, en ningún 
caso, puede pretender aglutinar las esperanzas de hoy.
Si admitimos que Dios interviene en la historia del mundo, que ha 
intervenido en ella hasta tal punto que vino a este mundo y que 
continúa interviniendo por medio de su Espíritu, no podemos restringir 
nuestra actitud de espera al alma, sino que toda la persona humana 
está comprometida en esta espera. Además, la espera no podemos 
reducirla a una renovación futura del mundo, como si el mundo 
presente tuviera que desaparecer para dejar paso a un mundo nuevo. 
Ya ahora y con los elementos del mundo actual esperamos ln 
realización de un mundo nuevo que ya ha comenzado.
Tenemos la mala costumbre, cuando pensamos en las 
intervenciones divinas, de verlas según nuestros modos de actuar.
Un ejemplo típico puede ser el modo como consideramos la 
institución de los sacramentos. Para muchos cristianos, Cristo crea en 
su totalidad el signo salvador. Nosotros lo consideramos como un 
hecho que escapa a todo contexto establecido hasta el presente: lo 
que debe cambiar y renovar al hombre, poniéndole en contacto con 
Dios, no podría contentarse con la utilización de lo que existe, sino 
mostrar una creación nueva que rompa con lo conocido hasta el 
momento. De hecho, es algo completamente distinto; y uno de los 
méritos indiscutibles de la teología actual es que, basándose en la 
historia, resalta que Cristo, cuando "instituye" un sacramento, crea un 
contenido nuevo pero en una forma ya preexistente. Sin duda, habría 
que comprender así la espera de un mundo nuevo. No se espera Ia 
renovación en "el mundo futuro", sino que se opera en formas ya 
preexistentes. Por eso, podemos decir que la esperanza de un mundo 
nuevo no es meramente pasiva, sino que tenemos que trabajar en la 
transformación del contenido de un mundo cuyas estructuras existen.
La espera en la renovación de la persona humana y de nuestro 
mundo es posible y estimulante, moviliza todas nuestras fuerzas vivas y 
nos mete en la tarea común de reconstrucción de un futuro cuyas 
primicias podemos palpar.


ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 1
INTRODUCCION Y ADVIENTO
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 83 s.

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3. CZ/ESPERANZA: EP/COMPROMISO:
Al salir de la celebración litúrgica, el cristiano acaba de ser testigo de 
dos hechos: del pecado y de la muerte; dos hechos que han asolado 
el mundo y han tenido como consecuencia la muerte de Cristo. Aunque 
el cristiano, al salir de la re-presencia del sacrificio de la Cruz, vive en 
la seguridad de que el mundo ha sido redimido, de que el universo 
entero ha sido removido, y de que está en marcha el progreso del 
mundo porque la voluntad divina ha decretado la Redención, no olvida 
que este progreso de todo el mundo supone el paso por la cruz. 
Aunque el cristiano debe querer el progreso, aunque debe 
apasionarse por hacer que disminuya a su alrededor el desorden 
social y económico, aunque debe investigar técnicas que atenúen el 
sufrimiento humano, aunque tenga conciencia, como la tenía San 
Agustín, de que no se puede predicar el evangelio a personas que 
tengan el estómago vacío, el cristiano sabe también que, al salir del 
sacrificio de la misa, su misión es mostrar al mundo la Cruz. Debe 
hacer todo lo posible para aliviar los sufrimientos de los hombres, pero 
al mismo tiempo, tiene como misión hacer que se acepte el sufrimiento 
como un instrumento de triunfo sobre el mismo sufrimiento y sobre la 
muerte. El cristiano no debe soñar en un paraíso realizado desde este 
mundo e imaginarse que la lucha tendrá, desde aquí, un final feliz y 
definitivo. El pecado, el sufrimiento y la muerte seguirán siendo la 
"suerte" del mundo, y la esperanza cristiana no debe confundirse con 
el éxito humano. La redención, siempre presente en el mundo por la 
liturgia, domina el mundo, pero no suprime el sufrimiento y la muerte; 
hace de ellos instrumentos que permiten al hombre apropiarse de la 
cruz de Cristo.
El P. ·Montcheuil resume perfectamente lo que hemos dicho hasta 
ahora:
"Viviendo ya, en cierto sentido, fuera del mundo y tocando lo 
definitivo, el cristiano no puede dispensarse de trabajar en la 
transformación del mundo para procurar que luzca el alba de la Ciudad 
celeste, pero debe saber que la luz total no iluminará nunca una 
construcción terrestre. Debe, pues, proseguir la obra dentro de un 
plan en el que dicha obra es inacabable, sin despreciarla y sin dejarse 
seducir por el mito de su posible acabamiento, que renace sin cesar de 
las más diversas formas. Debe situar los objetos de su deseo en el 
más allá, sin quedarse en el gusto anticipado que ya tenemos aquí. No 
podemos vivir un verdadero cristianismo sin mantener el equilibrio o, 
más bien, la tensión de sus elementos" (Vida cristiana y acción 
temporal).

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 1
INTRODUCCION Y ADVIENTO 
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 60 s.

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4. EP/POSESION:
¿Esperar lo que ya está presente? 
Para Israel, ya en tiempos de Juan Bautista, esperar era tener 
esperanza en lo que ya se poseía. Hay signos que prueban que no se 
trata de una abstracción poética, sino de la presencia concreta de una 
situación que, sin embargo, es esperada. Como lo hemos comprobado 
ya, ésta va a ser la originalidad de la esperanza cristiana: esperar lo 
que ya se tiene en mano. Es una de las características de la liturgia del 
Adviento: la insistencia sobre la presencia actual de lo que se espera 
al final de los tiempos. Es una ambigüedad que no siempre es fácil de 
aclarar y sólo una lectura atenta del contexto puede lograr eliminarla. 
Sabemos que el mismo Jesús no dudó en proponer el Reino como 
presente ya entre nosotros. 

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 1
INTRODUCCION Y ADVIENTO
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 34 s.

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5.DESEO/ESPERANZA 
«Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo;
con el deseo, ensancha el alma,
y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones.
Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser colmados».

San Agustín

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6. ALIENACION/ESPERANZA EP/COMPROMISO
Algunas tareas de la esperanza en la sociedad actual 
Los cristianos hemos sido acusados de haber puesto nuestros ojos 
en la otra vida y haber olvidado ésta. Sin duda, es cierto que una 
esperanza mal entendida puede conducir a abandonar la construcción 
de la tierra. Sin embargo, la esperanza en la «nueva creación» 
consiste precisamente en buscar y esperar la plenitud y realización 
total de esta tierra. Ser fiel al «futuro último» querido por Dios es ser 
fiel a este mundo hasta el final, sin desesperar de ningún anhelo y sin 
defraudar ninguna aspiración verdaderamente humana. Desde esta 
perspectiva, indicamos algunas tareas de la esperanza hoy.

-Abrir horizonte 
La esperanza cristiana está llamada a «abrir horizonte» al hombre 
contemporáneo. La Vida es mucho más que esta vida; la realidad es 
más compleja y profunda de lo que nos quiere hacer creer el realismo; 
las fronteras de lo posible no están determinadas por los límites del 
presente. En medio de esta historia nuestra, a veces tan mediocre y 
absurda, se está gestando el verdadero futuro del ser humano. (...) 

Criticar la absolutización del presente
Quien ama y espera el futuro de Cristo no puede «conformarse» con 
la realidad tal como es hoy. El mundo se le hace inaguantable a quien 
espera «los nuevos cielos y la nueva tierra en los que habitará la 
justicia» (/2P/03/13). La esperanza no tranquiliza, inquieta; introduce 
«contradicción» con la realidad; genera protesta; nos despierta de la 
apatía y de la indiferencia propias del hombre contemporáneo; nos 
desinstala. Cuando se espera y se ama la liberación, «empiezan a 
doler las cadenas» (J. Moltmann). No estamos en el mejor de los 
mundos. La esperanza cristiana destruye los «gérmenes de 
resignación» de la sociedad moderna y combate la «atrofia espiritual» 
de los satisfechos .

-Introducir sentido humano en el progreso 
El sufrimiento que provoca la esperanza no es un sufrimiento 
morboso y estéril. Tampoco es un «no» de mera resistencia en medio 
de la cobardía general de los «esclavos satisfechos». Es un «no» 
constructivo; un sufrimiento que niega el presente para construir una 
realidad distinta y mejor. El cristiano se siente urgido por su esperanza 
a trabajar incansablemente por crear ya ahora, en lo posible y lo mejor 
posible, eso que sabemos se encuentra encerrado ya en la historia 
humana como posibilidad prometida por Dios: una sociedad realizada 
en el amor, la justicia y el perdón...

J. A. Pagola
Sal Terrae, abril, 1993

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7.PARUSIA/ESPERANZA 
Un hombre de esperanza 
La espera -la espera ansiosa, colectiva y operante de un Fin del 
Mundo, esto es de una Salida para el Mundo- es la función cristiana 
por excelencia, y el rasgo más distintivo tal vez de nuestra religión.
Históricamente, la espera no ha cesado nunca de guiar, como una 
antorcha, los progresos de nuestra Fe. Los israelistas fueron 
perpetuos «expectantes»; y los primeros cristianos también. Porque 
Navidad, que habría debido, aparentemente, invertir nuestras miradas 
y concentrarlas en el Pasado, no ha hecho más que dirigirlas más lejos 
aún hacia adelante. Aparecido por un instante entre nosotros, el 
Mesías sólo se dejó ver y tocar para perderse enseguida, una vez 
más, más luminoso e inefable, en las profundidades del futuro. Vino. 
Pero ahora hemos de aguardarle aún y de nuevo -no ya un pequeño 
grupo escogido solamente, sino todos los hombres- más que nunca. El 
Señor Jesús no vendrá pronto más que si nosotros le esperamos 
mucho. Es una acumulación de deseo lo que tiene que hacer irrumpir 
la Parusía.

TEILHARD DE CHARDIN

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8.
La fe cristiana no espera en tal o cual cosa que haya de suceder en 
un futuro más o menos lejano, sino que confía en una persona y en 
una definitiva comunión con ella, es decir, con Dios. De un modo 
sintético puede afirmarse que quien espera, no espera en el paraíso 
como en un mundo feliz, sino que espera en Dios, el cual, en cuanto 
que se le conquista y se le alcanza, es ya el paraíso, es decir, la 
realizacion de todas las aspiraciones del hombre a la comunicación 
personal, al amor y a la perfección. Dicho de otro modo: el creyente no 
tiene miedo al infierno, sino que teme no encontrar a Dios, lo cual 
constituye precisamente el infierno. El que espera no aguarda siquiera 
un juicio, entendido como un gran drama escénico que ha de tener 
lugar al final de los tiempos, aunque sabe que ha de responder ante 
Dios de sí mismo y de su vida, y que esta responsabilidad es para él, 
que ha sido siempre y sigue siendo culpable, algo realmente 
abrumador y angustioso. En este sentido, el que espera no aguarda el 
juicio y el purgatorio como un acontecimiento final o un lugar en el que 
habrá de vivir, sino como el encuentro con el Dios que juzga y que es, 
al mismo tiempo, fuente de purificación. Y en este mismo sentido, el 
encuentro personal con Dios es el juicio y el purgatorio. Es decir: el 
que espera no sabe nada acerca de un futuro y espectacular 
acontecimiento cósmico final, no tiene tampoco necesidad de 
imaginarse en qué ha de consistir y como ha de ser; simplemente 
confía en que, cuando todo lo creado llegue a su fin, Dios vendrá a él 
y él irá a Dios; éste es precisamente el significado de la imagen de la 
venida de Dios a este mundo al final de los tiempos. Las imágenes de 
esperanza de la Escritura hay que interpretarlas, pues, en un sentido 
personal. Por consiguiente, también las relaciones interpersonales 
aquí y ahora vigentes entre los hombres, así como el modo que las 
caracteriza, proporcionan la autentica analogía y la base experiencial 
que permiten una visión mas profunda de la realidad última y 
definitiva.

GISBERT-GRESHAKE
MAS FUERTE QUE LA MUERTE
LECTURA ESPERANZADA DE LOS "NOVISIMOS"
Sal Terrae Col. ALCANCE 21 Santander-1981.Págs. 28 s.

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9. RL/OPIO EP/ALIENACION ALIENACION/ESPERANZA
Los cristianos de todas las épocas se han comprometido, 
evidentemente, en la acción en el mundo y para el mundo, pero este 
actuar del cristiano ha sido considerado únicamente como deber del 
amor y como condición para alcanzar la recompensa celeste. No se 
refería a la esperanza y no era objeto de ella. La esperanza cristiana 
se orientaba tan sólo a la realidad última, al más allá. Y así ha 
sucedido que la espera cristiana del futuro se ha alejado cada vez más 
del mundo, haciéndose abstracta; y al no preocuparse del presente de 
la vida y de la historia, no ha vuelto a estar en condiciones de dar al 
mundo su propia impronta.
Las "realidades últimas" que el cristiano esperaba eran tan últimas 
que, precisamente por ello, la realidad penúltima, la construcción del 
más acá, en todas sus dimensiones, resultó dañada por omisión.
:Es bien conocido lo de aquel capitán que, estando el barco a punto 
de hundirse, grita: «¡Atención, todos los hombres de a bordo: los 
cristianos, abajo, a rezar; los ateos, a achicar!». El chiste puede 
resultar injusto, exagerado y caricaturesco. Pero manifiesta con una 
evidencia deformante, propia de toda caricatura, un rasgo real, es 
decir, un aspecto del comportamiento tradicional del cristiano que está 
esencialmente asociado a su actitud ante las «realidades últimas» y el 
futuro definitivo: la esperanza se dirige al más allá (por eso, «abajo, a 
rezar»); el no creyente, por el contrario, debe hacer el trabajo sucio de 
la historia, debe mancharse las manos en la construcción del mundo, 
de la sociedad, de la política... Ludwig ·Feuerbach-L reflejó esta 
situación en una breve fórmula: «La fe en el más allá renuncia al 
mundo». Se trata de una objeción que, bajo el lema de la religión como 
«opio del pueblo», fue tomada por la crítica marxista de la religión y ha 
sido repetida hasta hoy. En realidad, «si los cristianos buscan a Dios 
por desconfianza hacia el futuro intra-undano, no deben maravillarse si 
otros toman dicho futuro en sus propias manos, haciendo de menos a 
Dios» (F. Kerstiens).
La pregunta resulta, pues, inevitable: ¿cómo se puede emprender 
con el máximo esfuerzo la construcción del futuro de este mundo si, 
como cristianos, se implora la fuerza para «despreciar las cosas 
terrenas y amar las cosas celestes (terrena despicere et amare 
coelestia), como hasta hace muy poco se decía en las oraciones de la 
misa? 

GISBERT-GRESHAKE
MAS FUERTE QUE LA MUERTE
LECTURA ESPERANZADA DE LOS "NOVISIMOS"
Sal Terrae Col. ALCANCE 21
Santander-1981.Págs. 38-40

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10. POLITICA/SERVICIO:SERVICIO/POLITICA
Todos los sistemas políticos han nacido con la misma pretensión de 
salvar al pueblo. Luego, una vez consolidado el sistema, no hay ningún 
inconveniente en gobernar sin el pueblo y aun contra el pueblo. Así 
una y otra vez a lo largo de la historia.
Esta historia -¡triste historia!- acaba con las ilusiones del pueblo, que 
trata de compensar su inmerecido olvido, olvidándose de la noble 
tarea de interesarse en la gestión pública y entregándose a los 
entrentenimientos, que en creciente abundancia suministran los 
medios de comunicación social.
Este pesimismo, que reduce la política a malabarismo particular sin 
resonancia social, es el mismo que está corroyendo la intimidad de las 
estructuras sociales. Es la amargura del viejo sacerdote que amonesta 
al joven coadjutor, tratando de parar sus impulsos de trabajo. Es la 
desilusión del matrimonio adulto que intimida a la joven pareja de 
novios, anticipándoles una vida conyugal decepcionante. Es la tristeza 
en la envejecida autoridad que se ve forzada a entregar el mando, no 
sin antes dar unos consejos prácticos al soñador sustituto. Es el 
pesimismo conformista de casi todos los adultos, que, en el último 
aliento de sinceridad añoran: "También yo en mis tiempos...".
Así, de este modo rutinario y general el hombre, el hombre sin fe y 
sin esperanza, va poco a poco claudicando en sus aspiraciones de 
libertad, de justicia, de igualdad, de fraternidad... Y hasta llega a 
convencerse resignadamente que "vale más malo conocido que bueno 
por conocer".
Pero ese aforismo sólo es verdadero para el hombre sin fe, para el 
hombre que se degrada poco a poco, como una vela que se consume. 
Por eso, a medida que las generaciones envejecen en la 
desesperanza, nuevas generaciones jóvenes vienen a levantar el 
ánimo, a revivir ilusiones, a dar fuerza a las esperanza. Las 
generaciones adultas, que suelen ser las que tienen la sartén del 
mando, se resisten contra las reivindicaciones de una juventud que les 
enfrenta con su propia conciencia. Y, quizá más para tranquilizar su 
remordimiento de conciencia, que convencidos del todo, desoyen el 
clamor de la juventud, anatematizándolo: ¡Eso son herejías!, ¡eso es 
comunismo., ¡eso es una utopía...! Posiblemente la esperanza es una 
utopía. Pero no se puede negar el derecho de todo hombre, a 
conseguir aquel grado de justicia, de libertad, de fraternidad, que el 
espíritu humano es capaz de esperar. El que espera somete a crítica 
todos los logros presentes, incluso los futuros, y busca siempre más 
allá, sin absolutizar sus proyectos. Porque Dios no es sólo el Padre, 
que nos da la vida, es también el juez que critica nuestras acciones, 
para empujarnos siempre hacia adelante.

EUCARISTÍA 1971/04

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11. UTOPIA/REVOLUCION:
No nos conformamos con pequeñas reformas y remiendos. 
Proclamamos la más ambiciosa revolución. No nos basta un mundo 
mejor. Queremos un mundo nuevo, "nuevos cielos y nueva tierra". 
Queremos "odres nuevos para nuestro vino nuevo" (/Lc/05/38). 
Queremos un hombre nuevo, que empiece a ser nuevo, que vuelva a 
nacer. Un cambio en profundidad y en amplitud, que abarque a todo el 
hombre y a todos los hombres. Un cambio de sociedad, de estructuras, 
de valores, de mente y de corazón. Queremos la renovación, el 
renacimiento, la conversión. Y lo queremos para hoy, para mañana y 
para siempre.
Sí, queremos lo más difícil; mejor, lo imposible y la utopía. La 
imaginación al "poder" y el corazón al "poder" 
Que el lobo y el cordero se acaricien;
que las industrias del cerrojo y del candado quiebren;
que los guardaespaldas estén en paro;
que la palabra "guerra" haya que buscarla en el diccionario
y los instrumentos de guerra en los museos;
que de hambre sólo mueran las víboras y vampiros;
que no sea necesario estudiar idiomas, 
porque todos se entenderán con la mirada; 
y una sola palabra valdrá más que un millón de arras;
que el poder no corrompa, y todos buscarán la manera de servir;
que los cojos salten por lo menos nueve metros en longitud y tres en 
altura, 
y los sordos compongan nueve sinfonías sin esfuerzo;
y que haya más jardines y menos cemento, más bibliotecas y menos 
bares; 
y la tierra, sacramento de maternidad, no tentadora prostituta 
arrastrada;
y que todos, alguna vez, jueguen al corro.

Por todo ello, seremos siempre tremendamente críticos y 
hondamente inconformistas. Diremos siempre "sí, pero aún no". No nos 
gusta mirar demasiado hacia atrás. Creemos ciegamente en los 
profetas, poetas y en la creación sin límites. Somos siempre jóvenes, 
siempre como de parto, los lideres de la esperanza. 

CARITAS
PARA EL MAYOR DE LOS CAMBIOS
ADVIENTO Y NAVIDAD 1982.Pág. 5

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12. EP/SUENENS
Por qué soy un hombre de esperanza
A quien me pregunta por qué soy un hombre de esperanza,
a pesar de la actual crisis, les respondo:
Porque creo que Dios es nuevo cada mañana.
Porque creo que está creando el mundo en este mismo momento.
No lo ha creado en un pasado nebuloso,
dejándolo en el olvido desde entonces.
Está sucediendo ahora; por eso tenemos que estar
dispuestos a esperar lo inesperado de Dios.
Los caminos de la Providencia
son absolutamente sorprendentes.
No están sujetos al determinismo
ni a los sombríos pronósticos de los sociólogos.
Dios está aquí,
junto a nosotros, imprevisible y amoroso.
Soy hombre de esperanza y no por razones humanas
ni por un natural optimismo,
sino sencillamente porque creo que el Espíritu Santo
actúa en la Iglesia y en el mundo, 
incluso allí donde su nombre es ignorado.
Soy optimista porque creo que el Espíritu Santo 
es siempre el Espíritu creador 
que ofrece cada mañana, a quien sabe acogerlo, 
una libertad nueva y una gran dosis de alegría y de esperanza.

La dilatada historia de la Iglesia está llena 
de maravillas del Espíritu Santo. 
Piénsese en los profetas y en los santos que, 
en momentos cruciales, 
han suscitado una corriente de gracias 
y han proyectado sobre el camino un rayo de luz.

Yo creo en las sorpresas del Espíritu Santo. 
Juan XXIII fue una de ellas. 
El Concilio, otra. 
No esperábamos ni al uno ni al otro. 
¿Quién se atrevería a decir 
que la imaginación y el amor de Dios se han agotado? 
Esperar es un deber, no un lujo. 
Esperar no es soñar, 
sino el modo de transformar un sueño en realidad. 
¡Felices los que tienen la audacia de soñar 
y están dispuestos a pagar el precio necesario 
para que su sueño tome cuerpo en la historia de los hombres!

Cardenal Suenens

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13.
La vida humana está fundada en esperanzas, de las que podemos 
señalar tres tipos o formas: las esperanzas humanas comunes y 
honestas, como las que se han mencionado poco ha; las vulgares o 
reprensibles, como la del que aspira a hacerse rico sin reparar en 
medios honestos o deshonestos, hacerse famoso del mismo modo, y la 
esperanza cristiana, que se describe aquí, distingue a los cristianos de 
todos los demás que no lo son. La esperanza de un pagano o de un 
marxista de nuestro tiempo se instala y trabaja por un mundo mejor 
realizable en éste, mientras la de un cristiano mira también a un mundo 
mejor en lo futuro; pero fuera de este tiempo, más allá de la historia, a 
la que dará fin para comenzar un estado nuevo de cosas: «Aprended y 
retened cuál es la esperanza de los cristianos, por qué somos 
cristianos. No lo somos para buscar una felicidad terrena, que no falta 
muchas veces a los ladrones y criminales. Somos cristianos para otra 
felicidad que recibiremos cuando haya pasado totalmente la vida 
presente>> 4. 
Para un cristiano, el pensamiento del mundo futuro es un resorte 
necesario para vivir: «Pues sé que todos los cristianos tienen los 
pensamientos puestos en la vida futura. El que no piensa en ella ni es 
cristiano para recibir al fin lo que Dios tiene prometido, todavía no es 
cristiano» 5. 
El carácter futuro e invisible de lo que se espera contribuye, lo 
mismo que en la fe, a dar cuerpo a la paradoja de la existencia 
cristiana. Como la fe es creer lo que no vemos, esperanza es estar 
colgados de lo que no se ve, vivir de lo futuro, sustentarse al fiado de 
la palabra de Dios. Esperar es vivir contando las horas, midiendo con 
el deseo el plazo del tiempo que lleva a la eternidad. Esta actitud, lo 
mismo que en la fe, causaba la irrisión de los paganos: «Porque 
tenemos la esperanza puesta en las cosas futuras y suspiramos por la 
felicidad que ha de venir, y no aparece aún lo que seremos, aun 
cuando ya somos hijos de Dios, nos vemos cubiertos de burlas y 
desprecios de parte de los que buscan o tienen su felicidad en este 
mundo» 6. 
El lenguaje pagano era mordaz y vejatorio: «Pero ¿qué crees tú, 
loco? ¿Ves lo que crees? ¿Ha vuelto alguno del infierno y ha referido 
lo que hay allí? Yo, en cambio, amo las cosas que veo y gozo feliz. Te 
desprecian porque esperas lo que no ves, y te desprecia el que se 
precia de gozar lo que ve» 7. San Agustín en sus homilías tenía que 
responder muchas veces a estas objeciones y mofas que oían sus 
fieles en las calles: «He aquí que nos insultan y nos dicen: Yo estoy 
estupendamente, disfruto de las cosas presentes; no me hablen los 
que prometen cosas que no se ven; yo me atengo a lo que veo, gozo 
de lo que veo, yo estoy contento con esta vida'. Pero tú no te dejes 
mover por estos dichos, porque resucitó Cristo y te enseñó lo que te 
reserva para la otra vida. Estate seguro, porque da» 8. En la 
catequesis agustiniana hay una lucha de defensa de la fe, y otra 
similar de combate por la esperanza cristiana. Porque, para él, «la vida 
de la vida mortal es la esperanza de la vida inmortal» 9. 

2. Lo que esperamos 
La esperanza hay que iluminarla en la confesión del símbolo para 
ver el lugar que ocupa, es decir, en relación con la fe y la caridad: «De 
esta confesión de la fe que brevemente se contiene en el símbolo, y 
que en su aspecto elemental es la leche de los párvulos, pero, cuando 
se profundiza en su espíritu, se hace manjar de fuertes, nace la 
esperanza buena de los fieles, a la que acompaña la santa caridad» 
10. Nos hallamos aquí otra vez en la compañía de las tres hermanas o 
virtudes teologales. Ellas son inseparables, y en medio está la 
esperanza. Mientras el objeto de la fe puede ser lo pasado, lo presente 
y lo futuro, el objeto de la esperanza es lo bueno futuro 11. A ella 
pertenece también el no ver lo que se espera, según la doctrina del 
Apóstol, tan repetida del Santo: La esperanza que se ve, no es 
esperanza, pues lo que se ve, ¿quién lo espera? Mas si esperamos lo 
que no vemos, lo esperamos con paciencia (/Rm/08/24-25)». Por la fe 
subsisten en nosotros los bienes que esperamos y son objeto de amor. 
Y así ni hay amor sin esperanza, ni esperanza sin amor, ni esperanza y 
caridad sin fe» 12. 
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EP/DESEO/AG DESEO/ESPERANZA/AG: También el gozo pertenece 
a la esperanza, porque vamos hacia el logro de una grande cosa: «Se 
nos ha prometido algo que no tenemos aún, y, por ser veraz el que 
nos hizo la promesa, nos alegramos ya con la esperanza; mas como 
todavía no estamos en posesión, gemimos con el deseo. Bien nos está 
que perseveremos en el deseo hasta que llegue la promesa, y pasen 
los gemidos, y llegue el tiempo de la pura alabanza. Por estos dos 
tiempos—uno de tribulación y tentación en la vida presente y otro en 
que se gozará de seguridad y dicha perpetua—se ha instituido (en la 
Iglesia) la celebración de dos tiempos, antes y después de Pascua. El 
primero significa la tribulación en que nos vemos ahora; el segundo, la 
bienaventuranza que después poseeremos>> 32. 
Por eso los deseos, gemidos, suspiros y ansias son condición para 
llegar a la dicha eterna: «El peregrino que no gime, no gozará como 
ciudadano, porque le falta el deseo» 33. Naturalmente, el deseo es el 
resorte necesario para el dinamismo de la peregrinación cristiana; un 
cristiano satisfecho de este mundo, donde halla su felicidad y contento, 
apenas dará un paso hacia los bienes del mundo invisible, cuya 
esperanza no tiene interés para sus aspiraciones. 
Los anteriores textos muestran que el deseo es la entraña viva de la 
esperanza, que ensancha la capacidad del espíritu para recibir los 
dones de Dios. La vida cristiana debe reconocerse en un esfuerzo 
continuo de dilatación interior. Cuanto más se ensanche el espíritu, 
tendrá más capacidad receptiva. « ¡Oh si tú sintieses nuestra 
condición de peregrinos con gemidos, sin pegar el corazón al suelo y 
llamando siempre con piadosas instancias al que nos llamó! El deseo 
es el seno del corazón; recibiremos en la medida en que lo 
ensanchemos según nuestra posibilidad. Esto aspiran hacer en 
nosotros la divina Escritura, las reuniones populares, la celebración de 
los sacramentos, el santo bautismo, los cánticos de alabanza a Dios, 
nuestra exhortación; que este deseo no sólo se siembre y germine, 
sino que tome incremento de tanta capacidad, que sea apto para 
recibir lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni barruntó corazón de hombre 34. 

DESEO/IMPORTANCIA/AG: El deseo es como un ejercicio de 
engrandecimiento de la morada de Dios para que El entre con toda su 
gloria y lo llene de su presencia y majestad. Por eso la condición de la 
Iglesia es como la de la Esposa prometida y comprometida a lo largo 
de su peregrinación en suspirar por el Esposo, que le ha dejado en 
arras su propia sangre 35. Suspirar ha de ser vivir para ella: «Toda la 
vida del buen cristiano es un santo deseo. Mas lo que deseas no lo 
ves; pero deseando, das anchura a tu alma para que quede henchida 
cuando llegue el tiempo de la visión. Es como si pretendieras llenar 
algún almacén y sabes lo mucho que te van a dar, y lo vas ampliando; 
sabes lo que vas a poner allí y te viene pequeño, y lo haces mayor. Así 
Dios, aplazando el premio, ensancha el deseo, y extendiéndolo, dilata 
el espíritu y le da mayor capacidad. Cultivemos, pues, el deseo en 
espera de su llenumbre»36. 
Este ejercicio de amplificar los senos del espíritu dándole 
longanimidad y magnanimidad lo recomienda San Agustín comentando 
el texto paulino: Dando al olvido lo que me queda atrás, me lanzo en 
pos de lo que tengo delante, corro hacia la meta, hacia el galardón de 
la soberana vocación de Dios (/Rm/03/13-14). Este echar el cuerpo 
adelante, mirando siempre a la meta de la esperanza; este extender 
las velas del deseo, deslizándose ligeramente sobre las olas del mar 
del mundo, es la obra peculiar de la esperanza. 
BI/CARTAS-CIELO/AG: Ya se ha insinuado la parte que en este 
ejercicio tiene la Sagrada Escritura. San Agustín la compara con las 
cartas que nos han venido del cielo para nuestro alivio de 
peregrinación: «Porque somos peregrinos, suspiramos, gemimos. Nos 
llegaron cartas de nuestra patria. Os las recitamos» 37. 
Leyendo el mensaje de este correo celestial, los cristianos hallan 
refrigerio para la sed, descanso para la fatiga, remedio para las penas 
de la ausencia y del recuento de las horas.

VICTORINO CAPANAGA, O.R.S.A.
AGUSTIÍN DE HIPONA,
MAESTRO DE LA CONVERSIÓN CRISTIANA
BAC, MADRID 1974. Pág. 266 ss.

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4 Enarrat. in ps. 62,6: PL 36,751. 
5 Sermo 9,4 (PL 38,70): «Novi enim omnium chtistianorum mentes de 
saeculo futuro cogitare». 
6 Enarrat. in ps. 122,8: PL 37,1636. 
7 Ibid.: ibid., 1635-36. 
8 Ibid.: «Insultant nobis et quasi dicunt: Ecce mihi bene est, fruor ego 
rebus praesentibus, recedant a me qui promittunt quod non ostendunt: quod 
video, teneo; quod video, fruor, Bene mihi sit in hac vita. Tu securior esto, quia 
resurrexit Christus, et docuit te quid in alia vlta daturus sit: certus est quia 
dat>>.
9 Enarrat. in ps. 103,17 (PL 37,1389): «Vita riostra modo spes est: vita 
nostra postea aeternitas erit: vita vitae mortalis spes est vitae immortalis>>. 

10 Enchir. CXIV 30: PL 40,285. 
11 Ibid., VIII 2: ibid., 235. 
12 Ibid. 
13 Ibid.: «Spes autem nonnisi bonarum rerum est, nec nisi futurarum, et ad 
eum pertinentium qui earum spem gerere perhibetur». 
14. HARENT, Esperance: DTC V col.606 607. 
15 Enarrat. in ps. 55,19 (PL 36,659): «Quid enim habes quod non 
accepisti?... Ipse dedit fidem, spem et caritatem». 
16 Enarrat. in ps. 149,11: PL 37,1955. 
17 Sol. I 1,3 (PL 32,870): «Deus cui fides nos excitat, spes erigit, caritas 
iungit». 
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32 Enarrat. in ps, 148,1 (PL 37,1937): «... gemimus in desiderio». 
33 Ibid., 4 (ibid., 1940): «Qui autem non gemit peregrinus, non gaudebit 
civis, quia desiderium non est in illo». 
34 In Io. ev. tr. 40,36 (PL 35,1691): «Desiderium sinus cordis est, 
capiemus, si desiderinm, quantum possumus, extendamos». 
35 Enarrat. in ps. 122,5: PL 37,1633 
36 In Io. ep. tr. IV 6 (PL 35,2008-2009): «Tota vita christiani boni sanctum 
desiderium est. Quod autem desideras, nondum vides; sed desiderando 
capax efficeris, ut cum venerit quod videas, implearis... Desideremos ergo, 
fratres, quia implendi sumus>>. 
37 /SAL/121/122: Enarrat. in ps. 149,5 (PL 37,1952): «Peregrinamur enim, 
suspiramus, gemimus. Venerunt ad nos litterae de patria nostra, ipsas vobis 
recitamos». Todavía declara mejor este pensamiento en otra parte: «Porque 
en nuestra larga peregrinación nos habíamos olvidado de nuestra patria, nos 
envió de allá cartas nuestro Padre, nos dio las Escrituras, para despertar con 
ellas el deseo de volver, pues por gusto en nuestra peregrinación habíamos 
vuelto nuestro rostro hacia nuestros enemigos y la espalda a nuestra patria» 
Enarrat. in ps. 64,2: PL 36,774

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14.

No me asombra la fe de los hombres, dice Dios. No tiene nada de sorprendente; yo resplandezco tanto en mi creación que, para no verme, esa pobre gente tendría que ser ciega. Tampoco me asombra la caridad de los hombres, dice Dios. No tiene nada de sorprendente; esas pobres criaturas son tan desgraciadas que, si no tienen un corazón de piedra, no pueden más que sentir amor unas por otras. La esperanza ¡eso es lo que me asombra!

Ch. Péguy