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ESPERANZA - TEXTOS
1. COMUNISMO/EP EP/CRA-MARXISTA MARXISMO/FELICIDAD
COMUNISMO/LIBERACIÓN
Yo no soy marxista, no porque rechace la esperanza marxista, sino
porque me resulta insuficiente (...).
Existe en el corazón de la esperanza humana -y los marxistas lo han
comprendido perfectamente- la aspiración a una comunidad universal
de hombres libres (...). Pero la sociedad futura, incluso en la más
halagüeña de las hipótesis, no traerá consigo la liberación de todos.
Los miles de millones de hombres que hasta entonces hayan vivido en
la esclavitud no podrán ser ya libres (...).
Entre los grandes ausentes de la comunidad futura hay que contar
también a todos cuantos serán asesinados y destruidos en la lucha por
este mundo nuevo. No podrán estar presentes el día de la victoria
(...).
Esta es la razón por la cual yo experimento en mí la necesidad de
una esperanza divina: la necesidad de saber que nadie será excluido
del mundo por el que yo lucho...
Me parece, por tanto, que la esperanza humana sólo descansaría en
un amor más fuerte que la muerte, y que cualquiera otra esperanza
deja en las expectativas del hombre un gran vacío (...).
El cristiano cree que trabajando sobre una materia temporal está
construyendo una comunidad eterna. Sabe que, contra viento y marea,
la historia se desarrolla a la luz del amor y de la promesa, del designio
de Dios, de un Dios que es absolutamente fiel. En virtud de la muerte y
de la resurrección de Cristo, tiene la certeza de que el final de la
historia será la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el
odio, de la libertad sobre la esclavitud. Por tanto, el cristiano puede
esperar contra toda esperanza: el triunfo de la empresa en la que el
hombre está embarcado es cierta. Más aún, la esperanza escatológica
introduce en la historia humana un impulso creador, que a veces le
impone una autosuperación, y da a este rebasamiento de sí mismo
perspectivas ciertas.
JULIO
GIRARDI
Cristianismo y liberación del hombre
Sígueme, Salamanca 1973, 50-54
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2. ALIENACION/ESPERANZA:
Los sistemas filosóficos aplicados a los dogmas cristianos han
separado en el hombre cuerpo y alma, mundo presente casi siempre
malo y mundo futuro, que destruye el mundo presente. Aunque se ha
mantenido el sentido del destino de la creación, en su renovación
progresiva entra sólo el alma, que se renueva sólo para un mundo: el
futuro. En buena parte, esta dicotomía es responsable, sin duda, de
reflejos que todavía perduran. La espera podría ser concebida como
una espera perfeccionista del alma que hay que salvar y engrandecer
en el amor. La persona humana no entraría, o entraría muy
discretamente, en esta psicología de espera en la renovación.
Esta espiritualidad del alma, que felizmente está en vías de su
completa desaparición, tiene tan poca consistencia que, en ningún
caso, puede pretender aglutinar las esperanzas de hoy.
Si admitimos que Dios interviene en la historia del mundo, que ha
intervenido en ella hasta tal punto que vino a este mundo y que
continúa interviniendo por medio de su Espíritu, no podemos restringir
nuestra actitud de espera al alma, sino que toda la persona humana
está comprometida en esta espera. Además, la espera no podemos
reducirla a una renovación futura del mundo, como si el mundo
presente tuviera que desaparecer para dejar paso a un mundo nuevo.
Ya ahora y con los elementos del mundo actual esperamos ln
realización de un mundo nuevo que ya ha comenzado.
Tenemos la mala costumbre, cuando pensamos en las
intervenciones divinas, de verlas según nuestros modos de actuar.
Un ejemplo típico puede ser el modo como consideramos la
institución de los sacramentos. Para muchos cristianos, Cristo crea en
su totalidad el signo salvador. Nosotros lo consideramos como un
hecho que escapa a todo contexto establecido hasta el presente: lo
que debe cambiar y renovar al hombre, poniéndole en contacto con
Dios, no podría contentarse con la utilización de lo que existe, sino
mostrar una creación nueva que rompa con lo conocido hasta el
momento. De hecho, es algo completamente distinto; y uno de los
méritos indiscutibles de la teología actual es que, basándose en la
historia, resalta que Cristo, cuando "instituye" un sacramento, crea un
contenido nuevo pero en una forma ya preexistente. Sin duda, habría
que comprender así la espera de un mundo nuevo. No se espera Ia
renovación en "el mundo futuro", sino que se opera en formas ya
preexistentes. Por eso, podemos decir que la esperanza de un mundo
nuevo no es meramente pasiva, sino que tenemos que trabajar en la
transformación del contenido de un mundo cuyas estructuras existen.
La espera en la renovación de la persona humana y de nuestro
mundo es posible y estimulante, moviliza todas nuestras fuerzas vivas y
nos mete en la tarea común de reconstrucción de un futuro cuyas
primicias podemos palpar.
ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 1
INTRODUCCION Y ADVIENTO
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 83
s.
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3. CZ/ESPERANZA: EP/COMPROMISO:
Al salir de la celebración litúrgica, el cristiano acaba de ser testigo de
dos hechos: del pecado y de la muerte; dos hechos que han asolado
el mundo y han tenido como consecuencia la muerte de Cristo. Aunque
el cristiano, al salir de la re-presencia del sacrificio de la Cruz, vive en
la seguridad de que el mundo ha sido redimido, de que el universo
entero ha sido removido, y de que está en marcha el progreso del
mundo porque la voluntad divina ha decretado la Redención, no olvida
que este progreso de todo el mundo supone el paso por la cruz.
Aunque el cristiano debe querer el progreso, aunque debe
apasionarse por hacer que disminuya a su alrededor el desorden
social y económico, aunque debe investigar técnicas que atenúen el
sufrimiento humano, aunque tenga conciencia, como la tenía San
Agustín, de que no se puede predicar el evangelio a personas que
tengan el estómago vacío, el cristiano sabe también que, al salir del
sacrificio de la misa, su misión es mostrar al mundo la Cruz. Debe
hacer todo lo posible para aliviar los sufrimientos de los hombres, pero
al mismo tiempo, tiene como misión hacer que se acepte el sufrimiento
como un instrumento de triunfo sobre el mismo sufrimiento y sobre la
muerte. El cristiano no debe soñar en un paraíso realizado desde este
mundo e imaginarse que la lucha tendrá, desde aquí, un final feliz y
definitivo. El pecado, el sufrimiento y la muerte seguirán siendo la
"suerte" del mundo, y la esperanza cristiana no debe confundirse con
el éxito humano. La redención, siempre presente en el mundo por la
liturgia, domina el mundo, pero no suprime el sufrimiento y la muerte;
hace de ellos instrumentos que permiten al hombre apropiarse de la
cruz de Cristo.
El P. ·Montcheuil resume perfectamente lo que hemos dicho hasta
ahora:
"Viviendo ya, en cierto sentido, fuera del mundo y tocando lo
definitivo, el cristiano no puede dispensarse de trabajar en la
transformación del mundo para procurar que luzca el alba de la Ciudad
celeste, pero debe saber que la luz total no iluminará nunca una
construcción terrestre. Debe, pues, proseguir la obra dentro de un
plan en el que dicha obra es inacabable, sin despreciarla y sin dejarse
seducir por el mito de su posible acabamiento, que renace sin cesar de
las más diversas formas. Debe situar los objetos de su deseo en el
más allá, sin quedarse en el gusto anticipado que ya tenemos aquí. No
podemos vivir un verdadero cristianismo sin mantener el equilibrio o,
más bien, la tensión de sus elementos" (Vida cristiana y acción
temporal).
ADRIEN
NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 1
INTRODUCCION Y ADVIENTO
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 60
s.
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4. EP/POSESION:
¿Esperar lo que ya está presente?
Para Israel, ya en tiempos de Juan Bautista, esperar era tener
esperanza en lo que ya se poseía. Hay signos que prueban que no se
trata de una abstracción poética, sino de la presencia concreta de una
situación que, sin embargo, es esperada. Como lo hemos comprobado
ya, ésta va a ser la originalidad de la esperanza cristiana: esperar lo
que ya se tiene en mano. Es una de las características de la liturgia del
Adviento: la insistencia sobre la presencia actual de lo que se espera
al final de los tiempos. Es una ambigüedad que no siempre es fácil de
aclarar y sólo una lectura atenta del contexto puede lograr eliminarla.
Sabemos que el mismo Jesús no dudó en proponer el Reino como
presente ya entre nosotros.
ADRIEN
NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 1
INTRODUCCION Y ADVIENTO
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 34
s.
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5.DESEO/ESPERANZA
«Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo;
con el deseo, ensancha el alma,
y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones.
Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser colmados».
San Agustín
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6. ALIENACION/ESPERANZA EP/COMPROMISO
Algunas tareas de la esperanza en la sociedad actual
Los cristianos hemos sido acusados de haber puesto nuestros ojos
en la otra vida y haber olvidado ésta. Sin duda, es cierto que una
esperanza mal entendida puede conducir a abandonar la construcción
de la tierra. Sin embargo, la esperanza en la «nueva creación»
consiste precisamente en buscar y esperar la plenitud y realización
total de esta tierra. Ser fiel al «futuro último» querido por Dios es ser
fiel a este mundo hasta el final, sin desesperar de ningún anhelo y sin
defraudar ninguna aspiración verdaderamente humana. Desde esta
perspectiva, indicamos algunas tareas de la esperanza hoy.
-Abrir horizonte
La esperanza cristiana está llamada a «abrir horizonte» al hombre
contemporáneo. La Vida es mucho más que esta vida; la realidad es
más compleja y profunda de lo que nos quiere hacer creer el realismo;
las fronteras de lo posible no están determinadas por los límites del
presente. En medio de esta historia nuestra, a veces tan mediocre y
absurda, se está gestando el verdadero futuro del ser humano. (...)
Criticar la absolutización del presente
Quien ama y espera el futuro de Cristo no puede «conformarse» con
la realidad tal como es hoy. El mundo se le hace inaguantable a quien
espera «los nuevos cielos y la nueva tierra en los que habitará la
justicia» (/2P/03/13). La esperanza no tranquiliza, inquieta; introduce
«contradicción» con la realidad; genera protesta; nos despierta de la
apatía y de la indiferencia propias del hombre contemporáneo; nos
desinstala. Cuando se espera y se ama la liberación, «empiezan a
doler las cadenas» (J. Moltmann). No estamos en el mejor de los
mundos. La esperanza cristiana destruye los «gérmenes de
resignación» de la sociedad moderna y combate la «atrofia espiritual»
de los satisfechos .
-Introducir sentido humano en el progreso
El sufrimiento que provoca la esperanza no es un sufrimiento
morboso y estéril. Tampoco es un «no» de mera resistencia en medio
de la cobardía general de los «esclavos satisfechos». Es un «no»
constructivo; un sufrimiento que niega el presente para construir una
realidad distinta y mejor. El cristiano se siente urgido por su esperanza
a trabajar incansablemente por crear ya ahora, en lo posible y lo mejor
posible, eso que sabemos se encuentra encerrado ya en la historia
humana como posibilidad prometida por Dios: una sociedad realizada
en el amor, la justicia y el perdón...
J.
A. Pagola
Sal Terrae, abril, 1993
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7.PARUSIA/ESPERANZA
Un hombre de esperanza
La espera -la espera ansiosa, colectiva y operante de un Fin del
Mundo, esto es de una Salida para el Mundo- es la función cristiana
por excelencia, y el rasgo más distintivo tal vez de nuestra religión.
Históricamente, la espera no ha cesado nunca de guiar, como una
antorcha, los progresos de nuestra Fe. Los israelistas fueron
perpetuos «expectantes»; y los primeros cristianos también. Porque
Navidad, que habría debido, aparentemente, invertir nuestras miradas
y concentrarlas en el Pasado, no ha hecho más que dirigirlas más lejos
aún hacia adelante. Aparecido por un instante entre nosotros, el
Mesías sólo se dejó ver y tocar para perderse enseguida, una vez
más, más luminoso e inefable, en las profundidades del futuro. Vino.
Pero ahora hemos de aguardarle aún y de nuevo -no ya un pequeño
grupo escogido solamente, sino todos los hombres- más que nunca. El
Señor Jesús no vendrá pronto más que si nosotros le esperamos
mucho. Es una acumulación de deseo lo que tiene que hacer irrumpir
la Parusía.
TEILHARD DE CHARDIN
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8.
La fe cristiana no espera en tal o cual cosa que haya de suceder en
un futuro más o menos lejano, sino que confía en una persona y en
una definitiva comunión con ella, es decir, con Dios. De un modo
sintético puede afirmarse que quien espera, no espera en el paraíso
como en un mundo feliz, sino que espera en Dios, el cual, en cuanto
que se le conquista y se le alcanza, es ya el paraíso, es decir, la
realizacion de todas las aspiraciones del hombre a la comunicación
personal, al amor y a la perfección. Dicho de otro modo: el creyente no
tiene miedo al infierno, sino que teme no encontrar a Dios, lo cual
constituye precisamente el infierno. El que espera no aguarda siquiera
un juicio, entendido como un gran drama escénico que ha de tener
lugar al final de los tiempos, aunque sabe que ha de responder ante
Dios de sí mismo y de su vida, y que esta responsabilidad es para él,
que ha sido siempre y sigue siendo culpable, algo realmente
abrumador y angustioso. En este sentido, el que espera no aguarda el
juicio y el purgatorio como un acontecimiento final o un lugar en el que
habrá de vivir, sino como el encuentro con el Dios que juzga y que es,
al mismo tiempo, fuente de purificación. Y en este mismo sentido, el
encuentro personal con Dios es el juicio y el purgatorio. Es decir: el
que espera no sabe nada acerca de un futuro y espectacular
acontecimiento cósmico final, no tiene tampoco necesidad de
imaginarse en qué ha de consistir y como ha de ser; simplemente
confía en que, cuando todo lo creado llegue a su fin, Dios vendrá a él
y él irá a Dios; éste es precisamente el significado de la imagen de la
venida de Dios a este mundo al final de los tiempos. Las imágenes de
esperanza de la Escritura hay que interpretarlas, pues, en un sentido
personal. Por consiguiente, también las relaciones interpersonales
aquí y ahora vigentes entre los hombres, así como el modo que las
caracteriza, proporcionan la autentica analogía y la base experiencial
que permiten una visión mas profunda de la realidad última y
definitiva.
GISBERT-GRESHAKE
MAS FUERTE QUE LA MUERTE
LECTURA ESPERANZADA DE LOS "NOVISIMOS"
Sal Terrae Col. ALCANCE 21 Santander-1981.Págs. 28
s.
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9. RL/OPIO EP/ALIENACION ALIENACION/ESPERANZA
Los cristianos de todas las épocas se han comprometido,
evidentemente, en la acción en el mundo y para el mundo, pero este
actuar del cristiano ha sido considerado únicamente como deber del
amor y como condición para alcanzar la recompensa celeste. No se
refería a la esperanza y no era objeto de ella. La esperanza cristiana
se orientaba tan sólo a la realidad última, al más allá. Y así ha
sucedido que la espera cristiana del futuro se ha alejado cada vez más
del mundo, haciéndose abstracta; y al no preocuparse del presente de
la vida y de la historia, no ha vuelto a estar en condiciones de dar al
mundo su propia impronta.
Las "realidades últimas" que el cristiano esperaba eran tan últimas
que, precisamente por ello, la realidad penúltima, la construcción del
más acá, en todas sus dimensiones, resultó dañada por omisión.
:Es bien conocido lo de aquel capitán que, estando el barco a punto
de hundirse, grita: «¡Atención, todos los hombres de a bordo: los
cristianos, abajo, a rezar; los ateos, a achicar!». El chiste puede
resultar injusto, exagerado y caricaturesco. Pero manifiesta con una
evidencia deformante, propia de toda caricatura, un rasgo real, es
decir, un aspecto del comportamiento tradicional del cristiano que está
esencialmente asociado a su actitud ante las «realidades últimas» y el
futuro definitivo: la esperanza se dirige al más allá (por eso, «abajo, a
rezar»); el no creyente, por el contrario, debe hacer el trabajo sucio de
la historia, debe mancharse las manos en la construcción del mundo,
de la sociedad, de la política... Ludwig ·Feuerbach-L reflejó esta
situación en una breve fórmula: «La fe en el más allá renuncia al
mundo». Se trata de una objeción que, bajo el lema de la religión como
«opio del pueblo», fue tomada por la crítica marxista de la religión y ha
sido repetida hasta hoy. En realidad, «si los cristianos buscan a Dios
por desconfianza hacia el futuro intra-undano, no deben maravillarse si
otros toman dicho futuro en sus propias manos, haciendo de menos a
Dios» (F. Kerstiens).
La pregunta resulta, pues, inevitable: ¿cómo se puede emprender
con el máximo esfuerzo la construcción del futuro de este mundo si,
como cristianos, se implora la fuerza para «despreciar las cosas
terrenas y amar las cosas celestes (terrena despicere et amare
coelestia), como hasta hace muy poco se decía en las oraciones de la
misa?
GISBERT-GRESHAKE
MAS FUERTE QUE LA MUERTE
LECTURA ESPERANZADA DE LOS "NOVISIMOS"
Sal Terrae Col. ALCANCE 21
Santander-1981.Págs. 38-40
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10. POLITICA/SERVICIO:SERVICIO/POLITICA
Todos los sistemas políticos han nacido con la misma pretensión de
salvar al pueblo. Luego, una vez consolidado el sistema, no hay ningún
inconveniente en gobernar sin el pueblo y aun contra el pueblo. Así
una y otra vez a lo largo de la historia.
Esta historia -¡triste historia!- acaba con las ilusiones del pueblo, que
trata de compensar su inmerecido olvido, olvidándose de la noble
tarea de interesarse en la gestión pública y entregándose a los
entrentenimientos, que en creciente abundancia suministran los
medios de comunicación social.
Este pesimismo, que reduce la política a malabarismo particular sin
resonancia social, es el mismo que está corroyendo la intimidad de las
estructuras sociales. Es la amargura del viejo sacerdote que amonesta
al joven coadjutor, tratando de parar sus impulsos de trabajo. Es la
desilusión del matrimonio adulto que intimida a la joven pareja de
novios, anticipándoles una vida conyugal decepcionante. Es la tristeza
en la envejecida autoridad que se ve forzada a entregar el mando, no
sin antes dar unos consejos prácticos al soñador sustituto. Es el
pesimismo conformista de casi todos los adultos, que, en el último
aliento de sinceridad añoran: "También yo en mis tiempos...".
Así, de este modo rutinario y general el hombre, el hombre sin fe y
sin esperanza, va poco a poco claudicando en sus aspiraciones de
libertad, de justicia, de igualdad, de fraternidad... Y hasta llega a
convencerse resignadamente que "vale más malo conocido que bueno
por conocer".
Pero ese aforismo sólo es verdadero para el hombre sin fe, para el
hombre que se degrada poco a poco, como una vela que se consume.
Por eso, a medida que las generaciones envejecen en la
desesperanza, nuevas generaciones jóvenes vienen a levantar el
ánimo, a revivir ilusiones, a dar fuerza a las esperanza. Las
generaciones adultas, que suelen ser las que tienen la sartén del
mando, se resisten contra las reivindicaciones de una juventud que les
enfrenta con su propia conciencia. Y, quizá más para tranquilizar su
remordimiento de conciencia, que convencidos del todo, desoyen el
clamor de la juventud, anatematizándolo: ¡Eso son herejías!, ¡eso es
comunismo., ¡eso es una utopía...! Posiblemente la esperanza es una
utopía. Pero no se puede negar el derecho de todo hombre, a
conseguir aquel grado de justicia, de libertad, de fraternidad, que el
espíritu humano es capaz de esperar. El que espera somete a crítica
todos los logros presentes, incluso los futuros, y busca siempre más
allá, sin absolutizar sus proyectos. Porque Dios no es sólo el Padre,
que nos da la vida, es también el juez que critica nuestras acciones,
para empujarnos siempre hacia adelante.
EUCARISTÍA 1971/04
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11. UTOPIA/REVOLUCION:
No nos conformamos con pequeñas reformas y remiendos.
Proclamamos la más ambiciosa revolución. No nos basta un mundo
mejor. Queremos un mundo nuevo, "nuevos cielos y nueva tierra".
Queremos "odres nuevos para nuestro vino nuevo" (/Lc/05/38).
Queremos un hombre nuevo, que empiece a ser nuevo, que vuelva a
nacer. Un cambio en profundidad y en amplitud, que abarque a todo el
hombre y a todos los hombres. Un cambio de sociedad, de estructuras,
de valores, de mente y de corazón. Queremos la renovación, el
renacimiento, la conversión. Y lo queremos para hoy, para mañana y
para siempre.
Sí, queremos lo más difícil; mejor, lo imposible y la utopía. La
imaginación al "poder" y el corazón al "poder"
Que el lobo y el cordero se acaricien;
que las industrias del cerrojo y del candado quiebren;
que los guardaespaldas estén en paro;
que la palabra "guerra" haya que buscarla en el diccionario
y los instrumentos de guerra en los museos;
que de hambre sólo mueran las víboras y vampiros;
que no sea necesario estudiar idiomas,
porque todos se entenderán con la mirada;
y una sola palabra valdrá más que un millón de arras;
que el poder no corrompa, y todos buscarán la manera de servir;
que los cojos salten por lo menos nueve metros en longitud y tres en
altura,
y los sordos compongan nueve sinfonías sin esfuerzo;
y que haya más jardines y menos cemento, más bibliotecas y menos
bares;
y la tierra, sacramento de maternidad, no tentadora prostituta
arrastrada;
y que todos, alguna vez, jueguen al corro.
Por todo ello, seremos siempre tremendamente críticos y
hondamente inconformistas. Diremos siempre "sí, pero aún no". No nos
gusta mirar demasiado hacia atrás. Creemos ciegamente en los
profetas, poetas y en la creación sin límites. Somos siempre jóvenes,
siempre como de parto, los lideres de la esperanza.
CARITAS
PARA EL MAYOR DE LOS CAMBIOS
ADVIENTO Y NAVIDAD 1982.Pág. 5
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12. EP/SUENENS
Por qué soy un hombre de esperanza
A quien me pregunta por qué soy un hombre de esperanza,
a pesar de la actual crisis, les respondo:
Porque creo que Dios es nuevo cada mañana.
Porque creo que está creando el mundo en este mismo momento.
No lo ha creado en un pasado nebuloso,
dejándolo en el olvido desde entonces.
Está sucediendo ahora; por eso tenemos que estar
dispuestos a esperar lo inesperado de Dios.
Los caminos de la Providencia
son absolutamente sorprendentes.
No están sujetos al determinismo
ni a los sombríos pronósticos de los sociólogos.
Dios está aquí,
junto a nosotros, imprevisible y amoroso.
Soy hombre de esperanza y no por razones humanas
ni por un natural optimismo,
sino sencillamente porque creo que el Espíritu Santo
actúa en la Iglesia y en el mundo,
incluso allí donde su nombre es ignorado.
Soy optimista porque creo que el Espíritu Santo
es siempre el Espíritu creador
que ofrece cada mañana, a quien sabe acogerlo,
una libertad nueva y una gran dosis de alegría y de esperanza.
La dilatada historia de la Iglesia está llena
de maravillas del Espíritu Santo.
Piénsese en los profetas y en los santos que,
en momentos cruciales,
han suscitado una corriente de gracias
y han proyectado sobre el camino un rayo de luz.
Yo creo en las sorpresas del Espíritu Santo.
Juan XXIII fue una de ellas.
El Concilio, otra.
No esperábamos ni al uno ni al otro.
¿Quién se atrevería a decir
que la imaginación y el amor de Dios se han agotado?
Esperar es un deber, no un lujo.
Esperar no es soñar,
sino el modo de transformar un sueño en realidad.
¡Felices los que tienen la audacia de soñar
y están dispuestos a pagar el precio necesario
para que su sueño tome cuerpo en la historia de los hombres!
Cardenal Suenens
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13.
La vida humana está fundada en esperanzas, de las que podemos
señalar tres tipos o formas: las esperanzas humanas comunes y
honestas, como las que se han mencionado poco ha; las vulgares o
reprensibles, como la del que aspira a hacerse rico sin reparar en
medios honestos o deshonestos, hacerse famoso del mismo modo, y la
esperanza cristiana, que se describe aquí, distingue a los cristianos de
todos los demás que no lo son. La esperanza de un pagano o de un
marxista de nuestro tiempo se instala y trabaja por un mundo mejor
realizable en éste, mientras la de un cristiano mira también a un mundo
mejor en lo futuro; pero fuera de este tiempo, más allá de la historia, a
la que dará fin para comenzar un estado nuevo de cosas: «Aprended y
retened cuál es la esperanza de los cristianos, por qué somos
cristianos. No lo somos para buscar una felicidad terrena, que no falta
muchas veces a los ladrones y criminales. Somos cristianos para otra
felicidad que recibiremos cuando haya pasado totalmente la vida
presente>> 4.
Para un cristiano, el pensamiento del mundo futuro es un resorte
necesario para vivir: «Pues sé que todos los cristianos tienen los
pensamientos puestos en la vida futura. El que no piensa en ella ni es
cristiano para recibir al fin lo que Dios tiene prometido, todavía no es
cristiano» 5.
El carácter futuro e invisible de lo que se espera contribuye, lo
mismo que en la fe, a dar cuerpo a la paradoja de la existencia
cristiana. Como la fe es creer lo que no vemos, esperanza es estar
colgados de lo que no se ve, vivir de lo futuro, sustentarse al fiado de
la palabra de Dios. Esperar es vivir contando las horas, midiendo con
el deseo el plazo del tiempo que lleva a la eternidad. Esta actitud, lo
mismo que en la fe, causaba la irrisión de los paganos: «Porque
tenemos la esperanza puesta en las cosas futuras y suspiramos por la
felicidad que ha de venir, y no aparece aún lo que seremos, aun
cuando ya somos hijos de Dios, nos vemos cubiertos de burlas y
desprecios de parte de los que buscan o tienen su felicidad en este
mundo» 6.
El lenguaje pagano era mordaz y vejatorio: «Pero ¿qué crees tú,
loco? ¿Ves lo que crees? ¿Ha vuelto alguno del infierno y ha referido
lo que hay allí? Yo, en cambio, amo las cosas que veo y gozo feliz. Te
desprecian porque esperas lo que no ves, y te desprecia el que se
precia de gozar lo que ve» 7. San Agustín en sus homilías tenía que
responder muchas veces a estas objeciones y mofas que oían sus
fieles en las calles: «He aquí que nos insultan y nos dicen: Yo estoy
estupendamente, disfruto de las cosas presentes; no me hablen los
que prometen cosas que no se ven; yo me atengo a lo que veo, gozo
de lo que veo, yo estoy contento con esta vida'. Pero tú no te dejes
mover por estos dichos, porque resucitó Cristo y te enseñó lo que te
reserva para la otra vida. Estate seguro, porque da» 8. En la
catequesis agustiniana hay una lucha de defensa de la fe, y otra
similar de combate por la esperanza cristiana. Porque, para él, «la vida
de la vida mortal es la esperanza de la vida inmortal» 9.
2. Lo que esperamos
La esperanza hay que iluminarla en la confesión del símbolo para
ver el lugar que ocupa, es decir, en relación con la fe y la caridad: «De
esta confesión de la fe que brevemente se contiene en el símbolo, y
que en su aspecto elemental es la leche de los párvulos, pero, cuando
se profundiza en su espíritu, se hace manjar de fuertes, nace la
esperanza buena de los fieles, a la que acompaña la santa caridad»
10. Nos hallamos aquí otra vez en la compañía de las tres hermanas o
virtudes teologales. Ellas son inseparables, y en medio está la
esperanza. Mientras el objeto de la fe puede ser lo pasado, lo presente
y lo futuro, el objeto de la esperanza es lo bueno futuro 11. A ella
pertenece también el no ver lo que se espera, según la doctrina del
Apóstol, tan repetida del Santo: La esperanza que se ve, no es
esperanza, pues lo que se ve, ¿quién lo espera? Mas si esperamos lo
que no vemos, lo esperamos con paciencia (/Rm/08/24-25)». Por la fe
subsisten en nosotros los bienes que esperamos y son objeto de amor.
Y así ni hay amor sin esperanza, ni esperanza sin amor, ni esperanza y
caridad sin fe» 12.
.....
EP/DESEO/AG DESEO/ESPERANZA/AG: También el gozo pertenece
a la esperanza, porque vamos hacia el logro de una grande cosa: «Se
nos ha prometido algo que no tenemos aún, y, por ser veraz el que
nos hizo la promesa, nos alegramos ya con la esperanza; mas como
todavía no estamos en posesión, gemimos con el deseo. Bien nos está
que perseveremos en el deseo hasta que llegue la promesa, y pasen
los gemidos, y llegue el tiempo de la pura alabanza. Por estos dos
tiempos—uno de tribulación y tentación en la vida presente y otro en
que se gozará de seguridad y dicha perpetua—se ha instituido (en la
Iglesia) la celebración de dos tiempos, antes y después de Pascua. El
primero significa la tribulación en que nos vemos ahora; el segundo, la
bienaventuranza que después poseeremos>> 32.
Por eso los deseos, gemidos, suspiros y ansias son condición para
llegar a la dicha eterna: «El peregrino que no gime, no gozará como
ciudadano, porque le falta el deseo» 33. Naturalmente, el deseo es el
resorte necesario para el dinamismo de la peregrinación cristiana; un
cristiano satisfecho de este mundo, donde halla su felicidad y contento,
apenas dará un paso hacia los bienes del mundo invisible, cuya
esperanza no tiene interés para sus aspiraciones.
Los anteriores textos muestran que el deseo es la entraña viva de la
esperanza, que ensancha la capacidad del espíritu para recibir los
dones de Dios. La vida cristiana debe reconocerse en un esfuerzo
continuo de dilatación interior. Cuanto más se ensanche el espíritu,
tendrá más capacidad receptiva. « ¡Oh si tú sintieses nuestra
condición de peregrinos con gemidos, sin pegar el corazón al suelo y
llamando siempre con piadosas instancias al que nos llamó! El deseo
es el seno del corazón; recibiremos en la medida en que lo
ensanchemos según nuestra posibilidad. Esto aspiran hacer en
nosotros la divina Escritura, las reuniones populares, la celebración de
los sacramentos, el santo bautismo, los cánticos de alabanza a Dios,
nuestra exhortación; que este deseo no sólo se siembre y germine,
sino que tome incremento de tanta capacidad, que sea apto para
recibir lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni barruntó corazón de hombre 34.
DESEO/IMPORTANCIA/AG: El deseo es como un ejercicio de
engrandecimiento de la morada de Dios para que El entre con toda su
gloria y lo llene de su presencia y majestad. Por eso la condición de la
Iglesia es como la de la Esposa prometida y comprometida a lo largo
de su peregrinación en suspirar por el Esposo, que le ha dejado en
arras su propia sangre 35. Suspirar ha de ser vivir para ella: «Toda la
vida del buen cristiano es un santo deseo. Mas lo que deseas no lo
ves; pero deseando, das anchura a tu alma para que quede henchida
cuando llegue el tiempo de la visión. Es como si pretendieras llenar
algún almacén y sabes lo mucho que te van a dar, y lo vas ampliando;
sabes lo que vas a poner allí y te viene pequeño, y lo haces mayor. Así
Dios, aplazando el premio, ensancha el deseo, y extendiéndolo, dilata
el espíritu y le da mayor capacidad. Cultivemos, pues, el deseo en
espera de su llenumbre»36.
Este ejercicio de amplificar los senos del espíritu dándole
longanimidad y magnanimidad lo recomienda San Agustín comentando
el texto paulino: Dando al olvido lo que me queda atrás, me lanzo en
pos de lo que tengo delante, corro hacia la meta, hacia el galardón de
la soberana vocación de Dios (/Rm/03/13-14). Este echar el cuerpo
adelante, mirando siempre a la meta de la esperanza; este extender
las velas del deseo, deslizándose ligeramente sobre las olas del mar
del mundo, es la obra peculiar de la esperanza.
BI/CARTAS-CIELO/AG: Ya se ha insinuado la parte que en este
ejercicio tiene la Sagrada Escritura. San Agustín la compara con las
cartas que nos han venido del cielo para nuestro alivio de
peregrinación: «Porque somos peregrinos, suspiramos, gemimos. Nos
llegaron cartas de nuestra patria. Os las recitamos» 37.
Leyendo el mensaje de este correo celestial, los cristianos hallan
refrigerio para la sed, descanso para la fatiga, remedio para las penas
de la ausencia y del recuento de las horas.
VICTORINO CAPANAGA, O.R.S.A.
AGUSTIÍN DE HIPONA,
MAESTRO DE LA CONVERSIÓN CRISTIANA
BAC, MADRID 1974. Pág. 266 ss.
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4 Enarrat. in ps. 62,6: PL 36,751.
5 Sermo 9,4 (PL 38,70): «Novi enim omnium chtistianorum mentes de
saeculo futuro cogitare».
6 Enarrat. in ps. 122,8: PL 37,1636.
7 Ibid.: ibid., 1635-36.
8 Ibid.: «Insultant nobis et quasi dicunt: Ecce mihi bene est, fruor ego
rebus praesentibus, recedant a me qui promittunt quod non ostendunt: quod
video, teneo; quod video, fruor, Bene mihi sit in hac vita. Tu securior esto, quia
resurrexit Christus, et docuit te quid in alia vlta daturus sit: certus est quia
dat>>.
9 Enarrat. in ps. 103,17 (PL 37,1389): «Vita riostra modo spes est: vita
nostra postea aeternitas erit: vita vitae mortalis spes est vitae immortalis>>.
10 Enchir. CXIV 30: PL 40,285.
11 Ibid., VIII 2: ibid., 235.
12 Ibid.
13 Ibid.: «Spes autem nonnisi bonarum rerum est, nec nisi futurarum, et ad
eum pertinentium qui earum spem gerere perhibetur».
14. HARENT, Esperance: DTC V col.606 607.
15 Enarrat. in ps. 55,19 (PL 36,659): «Quid enim habes quod non
accepisti?... Ipse dedit fidem, spem et caritatem».
16 Enarrat. in ps. 149,11: PL 37,1955.
17 Sol. I 1,3 (PL 32,870): «Deus cui fides nos excitat, spes erigit, caritas
iungit».
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32 Enarrat. in ps, 148,1 (PL 37,1937): «... gemimus in desiderio».
33 Ibid., 4 (ibid., 1940): «Qui autem non gemit peregrinus, non gaudebit
civis, quia desiderium non est in illo».
34 In Io. ev. tr. 40,36 (PL 35,1691): «Desiderium sinus cordis est,
capiemus, si desiderinm, quantum possumus, extendamos».
35 Enarrat. in ps. 122,5: PL 37,1633
36 In Io. ep. tr. IV 6 (PL 35,2008-2009): «Tota vita christiani boni sanctum
desiderium est. Quod autem desideras, nondum vides; sed desiderando
capax efficeris, ut cum venerit quod videas, implearis... Desideremos ergo,
fratres, quia implendi sumus>>.
37 /SAL/121/122: Enarrat. in ps. 149,5 (PL 37,1952): «Peregrinamur enim,
suspiramus, gemimus. Venerunt ad nos litterae de patria nostra, ipsas vobis
recitamos». Todavía declara mejor este pensamiento en otra parte: «Porque
en nuestra larga peregrinación nos habíamos olvidado de nuestra patria, nos
envió de allá cartas nuestro Padre, nos dio las Escrituras, para despertar con
ellas el deseo de volver, pues por gusto en nuestra peregrinación habíamos
vuelto nuestro rostro hacia nuestros enemigos y la espalda a nuestra patria»
Enarrat. in ps. 64,2: PL 36,774
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14.
No me asombra la fe de los hombres, dice Dios. No tiene nada de sorprendente; yo resplandezco tanto en mi creación que, para no verme, esa pobre gente tendría que ser ciega. Tampoco me asombra la caridad de los hombres, dice Dios. No tiene nada de sorprendente; esas pobres criaturas son tan desgraciadas que, si no tienen un corazón de piedra, no pueden más que sentir amor unas por otras. La esperanza ¡eso es lo que me asombra!
Ch. Péguy