SALVACIÓN TEXTOS

1.
Sólo un dios puede aún salvarnos (·Heidegger-M) 
«La filosofía no podrá operar ningún cambio inmediato en el actual estado de cosas del 
mundo. Esto vale no sólo para la filosofía, sino especialmente para todos los esfuerzos y afanes 
meramente humanos. Sólo un dios puede aún salvarnos. La única posibilidad de salvación la 
veo en que preparemos, con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del 
dios...
No podemos traerlo con el pensamiento, lo más que podemos hacer es preparar la 
disposición para esperarlo».
(Entrevista del Spiegel, págs. 71-72)
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2.J/SOLIDARIDAD  ESCANDALO/SFT 
"¿QUÉ SIGNIFICA EN NUESTRO MUNDO DECIR QUE ESTAMOS SALVADOS?":
Comprendo perfectamente la objeción de un no creyente como Albert 
·Camus-A cuando dice que no puede creer en un Dios bueno mientras haya un solo niño 
inocente que sufra; pero también entiendo las impugnaciones de cristianos, profundos 
creyentes, como Reinhold Schneider o María Noel que vivieron tan impresionados por el 
sufrimiento en nuestro mundo que el rostro del Padre bueno se eclipsaba a menudo para 
ellos por la interposición de la mueca del desolador. Ambos a dos, el creyente como el que 
no puede llegar a creer, se encuentran perplejos, a veces desorientados, dentro de su 
autenticidad o sinceridad. Ambos pugnan por una respuesta.
Como cristianos confesamos haber recibido respuesta a nuestras preguntas sobre el 
sufrimiento. Esta respuesta es JC. Dios no se ha sobrepuesto a los dolores y sufrimientos 
hasta el punto de arrojarlos fuera de nuestro mundo, sino que ha metido en ellos a su Hijo y 
le ha hecho pasar por ellos. En Jesús, él mismo se ha metido en el horno de fuego del 
sufrimiento humano, en el fuego abrasador del dolor y del abandono, del estar abandonado 
de todos los hombres y en definitiva de Dios. Dios no se ha inclinado como un bienhechor 
desde arriba hacia nosotros, aquí, abajo, para enjugar las lágrimas de nuestros ojos, sino 
que se hizo nuestro hermano y compañero en toda penalidad, puesto que Él mismo lloró y 
gritó lleno de miedo: Él supo desde dentro cómo es el sabor del sufrimiento.
A-H/HEROISMO: TESTIGOS: Nunca me dejaron tranquilo las imágenes de un 
documental que pude ver por televisión: el médico polaco, Janoscz ·Korszak-J, 
responsable de un orfanato, fue de la mano de cien o doscientos niños judíos a los hornos 
crematorios de Treblinka. Fue con ellos, aunque nadie le obligaba; no tenía que hacerlo, 
porque no era judío. Pero los niños que le confiaron tuvieron que ir. Así marchó e incluso 
les precedió hasta el fuego y pasó por él.
¿No nos podría arrojar esto una imagen de lo que llamamos "salvación"? ¿No nos ha 
cogido Dios de la mano para ir con nosotros al fuego y pasar por él? En Pascua la Iglesia 
habla de "transitus", es decir, de un paso, de un atravesar de un lado a otro. ¿Adónde? Al 
otro lado, a Aquél que nos ha prometido: "tienes que pasar el fuego, no temas; no te 
abrasarás, porque yo estoy contigo".
Mirando la pasión y muerte de Jesús, observo cómo esta palabra se ha cumplido en él". 
PAUL ·RINGSEISEN
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3.REDENCION/LIBERACIÓN 
A esta necesidad de redención precisamente tenía que ofrecer una respuesta el 
cristianismo primitivo. A la larga el éxito tan enorme del cristianismo se debió, y desde luego 
ya antes de la era constantiniana, al hecho de que su respuesta al problema de la salvación 
tuvo una mayor fuerza de convicción. Todo parece indicar que el problema de la salvación 
del alma, como problema de la salvación en cuanto inmortalidad o incluso como problema 
acerca del "Dios clemente" (Lutero), constituye una de las condiciones indispensables sin 
las que en modo alguno puede entenderse la religión como fenómeno humano.
La crisis religiosa de nuestro tiempo consiste evidentemente en que el moderno mundo 
de la técnica ya no siente ninguna necesidad de redención: la liberación del hombre de 
muchos condicionantes naturales ha hecho superflua, en muchísimos campos, la idea de 
redención. El hombre se libera ahora a sí mismos de muchos problemas para los que en 
tiempos pretéritos tenía que recurrir a una "redención divina". Sin embargo, hemos de 
seguir preguntándonos si la concepción del cristianismo como una religión liberadora en el 
sentido en que lo tomaba el hombre de finales de la antigüedad representa una concepción 
adecuada del cristianismo y de la figura de Jesús. ¿No representa más bien una extraña 
vestimenta con la que el cristianismo tuvo entonces que revestirse por necesidad? 
Ciertamente que no es casualidad el que hoy se hable más de liberación que de redención. 
La liberación se percibe justamente como acorde con la Biblia, y desde luego tanto en 
armonía con el AT como con el mensaje paulino de la libertad de cada cristiano. 
Precisamente esta nueva formulación de la concepción de la salud en el sentido de que se 
trata de la liberación del hombre, de la verdadera autoafirmación del hombre en su plena y 
no mermada humanidad, como individuo y en el marco de una sociedad, bien puede 
entenderse como indicio de que la necesidad de redención no ha desaparecido por 
completo sino que simplemente se ha desplazado y que su manifestación ha cambiado 
simplemente las formas de presentarse. Evidentemente ya no se manifiesta como antes. Lo 
cual quiere decir, a su vez, que las formas de una respuesta, como las que antes se daban 
de acuerdo con las expectativas, hoy tienen que volver a examinarse y, llegado el caso, a 
cambiarse. En un punto existe una perfecta consonancia entre la antigüedad tardía y el 
presente: como oferta para la salvación del hombre, el cristianismo sólo puede ponerse en 
marcha, si se entiende como respuesta a los problemas del hombre actual; es decir: si el 
hombre de hoy reconoce en ese cristianismo una auténtica ayuda para un concepto más 
humano de la vida.
(_MENSAJE/04-1A.Pág. 290)
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4.KAIROS FE/QUE ES
El presente, en el que siempre están en juego de una forma nueva y concreta la fe y el 
amor del hombre, es el kairos decisivo para la salvación, el instante oportuno en el que 
conviene actuar de una manera totalmente decidida y resuelta. Para la configuración de 
nuestra vida es importante encontrar una huella a fin de no fallar la consigna que me llama. 
El hombre que vive al día o el que vive de espaldas a la historia, sólo de acuerdo con unas 
recetas o prescripciones dadas, de ordinario carece ciertamente de sensibilidad para el 
kairos, para el momento fecundo y cargado en que puede llegar la llamada de Dios. Es un 
hombre que vive en buena parte al margen del tiempo. (...)
Con la fe, el hombre alcanza la vida eterna, la vida sin más en su sentido pleno, mientras 
que con la incredulidad la pierde. La fe, tal como aquí se entiende, significa naturalmente 
no la aceptación como verdaderos de unos artículos de fe, de unos dogmas, etc., de la 
indoctrinación intraeclesial que inculca al hombre un super-yo de configuración eclesiástica 
en exclusiva; no se trata de una fe de catecismo, sino del "salto" a los brazos de Dios, en 
que el hombre se entrega a sí mismo con plena confianza, libremente, para vivir por 
completo del amor de Dios, tal como se ha manifestado en Jesús. Semejante fe afecta de 
hecho a las últimas profundidades de la existencia; debe traspasar la epidermis para llegar 
a lo más hondo del corazón. Por el contrario, la pura fe de inteligencia y de obediencia 
representa una dura atrofia y violación del hombre. En cambio, la afirmación del cuarto 
Evangelio, según la cual el hombre sólo con que lo quiera, con tal que lo quiera realmente, 
llega a la vida plena, sin mermas y eterna, cuando se entrega por completo al amor divino, 
cuando se confía libremente al amor sin límites, es decir, cuando arriesga su propia vida.
(_MENSAJE/04-1A.Pág. 294 s)
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5. CONDENACION/INFIERNO /Jn/12/47. Jn/3/18-19
Es preciso seguir admitiendo, al menos la posibilidad, de que el hombre pueda llegar a 
condenarse o a perderse, desembocando en esa situación vulgarmente denominada 
infierno. Pero también habrá que afirmar taxativamente que el infierno y la condenación no 
son una pena impuesta por Dios al hombre, sino la consecuencia directa e inmediata de la 
perversidad de la actuación humana.
Por tanto, la condenación no proviene de Dios en absoluto, al revés de lo que sucede 
con la salvación que no puede darse al margen de Dios. Por ello no cabe hablar de Dios 
como "castigador de malos" ni podemos afirmar que él haya preparado de antemano un 
lugar de tormentos para torturar al hombre, enemigo suyo. Esto contradiría a su amor 
salvador. En cambio sí que es verdad que el hombre puede condenarse a sí mismo 
creándose él su propio infierno y su tortura en la medida en que se cierra voluntariamente 
al amor de Dios y al amor a los otros, reduciéndose así a su radical soledad y a su 
indigencia absoluta.
INFIERNO/CREACION-H: Para que exista el infierno no es necesaria la intervención de 
Dios, "basta con que exista el hombre que opta, consciente y voluntariamente, por una vida 
sin Dios". Ahora bien, "como Dios es la vida, lo que resulta de la repulsa humana (de Dios) 
es la muerte eterna". En realidad la condenación no es otra cosa que el propio pecado 
humano prolongado hacia la vida futura. Pero al ser el pecado "ruptura de comunión (la 
negativa al diálogo con Dios y el prójimo), el infierno -su fruto consumado- es la total 
soledad, la incomunicación absoluta" (·Ratzinger, Introducción al Cristianismo, 272).
P/CASTIGO Tiene razón K.·Rahner-K cuando afirma 
que la muerte eterna es la sanción que va inmanente a la culpa. El concebir esta sanción 
como una pena impuesta desde fuera nos llevaría al antropomorfismo de un juez que aplica 
un castigo discrecional exterior al delito mismo. No; lo que vulgarmente se llama "castigo 
divino" no es otra cosa que la "consecuencia connatural de la culpa, de cuya propia esencia 
dimana, sin que tenga que ser añadida expresamente por Dios" sanción alguna (Rahner, 
Escritos de Teología, 253-254). En definitiva el infierno está latente en la estructura misma 
de quien lo sufre, como una de las dimensiones posibles de lo humano" (Ratzinger, 
o.c.272). Así "la muerte eterna brota de las profundidades de la opción humana: el juicio de 
condenación es siempre autojuicio más que juicio condenatorio de parte de Dios.
En realidad, estas tesis, que pueden parecer novedosas, se encuentran en el mismo N.T. 
cuando Jesús, en el evangelio de Juan, afirma: "si alguno escucha mis palabras y no las 
guarda, yo no le juzgo (condeno) porque no he venido a juzgar (condenar) al mundo, sino 
para salvar al mundo" (Jn 12. 47;cf. 3. 18-19). La voluntad de Dios y su decisión respecto 
del hombre es siempre salvadora: Dios nuestro salvador "quiere que todos los hombres se 
salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1Tm/02/03-04). Hay una eleccion gratuita 
del hombre por Dios antes de los siglos, "predestinándonos a la adopción de hijos por JC, 
según el beneplácito de su voluntad (Ef 1. 5) y que se extiende a todos, justos y pecadores 
sin excepción, pues "Dios, rico como es en misericordia, por el extremado amor con que nos 
amó, cuando aún estábamos nosotros muertos por nuestros pecados, nos vivificó con la 
vida de Cristo: por gracia habéis sido salvados" (Ef 2. 1-5).

MANUEL GESTEIRA
Jesús, constituido por Dios juez de vivos y muertos
COMMUNIO 1985/1 Enero/Febrero