EL FUTURO DE LAS RELIGIONES

Jorge M. Ayala Martínez

Hemos llegado a las puertas del tercer Milenio en medio de una conciencia generalizada de crisis como resultado de los espectaculares cambios habidos en las costumbres, en las formas de pensar y hasta de creer en lo sobrenatural. Existe la sensación de que nuestra civilización muere de agotamiento, y de que algo nuevo, todavía no definido, pugna por aparecer. No es extraño, pues, que mientras ese novum no se hace realidad, vivamos en una especie de vacío. Se han alejado las grandes certezas que han acompañado el desarrollo de la humanidad durante los últimos siglos y nos hemos quedado sin referencias. Como suele suceder en estos caso, son las fuerzas ocultas las que vienen a ocupar ese vacío imponiendo sus propios códigos y reglas.

Los creyentes somos conscientes de que también entre nosotros existe cierta desorientación «religiosa», manifestada en el debilitamiento de la fe en las verdades que otrora se defendían solemnemente. Este debilitamiento no es achacable solamente al estilo light de la vida moderna, sino también al pluralismo religioso-cultural de nuestra sociedad, que hace hincapié en el lado relativo de toda creencia humana, aunque ésta tenga por fuente la misma Revelación. Estamos, por tanto, ante una crisis religiosa que es inseparable de la crisis cultural. Crisis significa en este caso conciencia de cambio y de necesidad de adaptación a la nueva sensibilidad de las personas. El futuro de las religiones dependerá en gran medida de cómo vayamos asumiendo los cambios y dando respuesta a los mismos desde nuestras respectivas religiones.

1. La crisis religiosa

La abundancia de publicaciones religiosas es un signo evidente de que existe una fuerte demanda de las mismas. Aranguren califica este fenómeno de «rebelión espiritual». Otros hablan de «reencantamiento del mundo», tras el «eclipse de Dios» sufrido en décadas anteriores. Sin embargo, estos signos optimistas van acompañados de otros signos problemáticos, dado que las fuerzas religiosas emergentes se parecen poco a las religiones tradicionales; más aún, dentro de éstas se han producido también cambios muy sintomáticos.

Visto el «retorno de lo religioso» con ojos religiosos, no deja de ser un fenómeno positivo, porque pone en entredicho la tesis materialista que considera la religión como un fenómeno ligado a la irracionalidad e ignorancia de los hombres. La crisis religiosa a la que nos estamos refiriendo es un fenómeno occidental que está ligado a la Modernidad, y cuyas características son las siguientes: en lo filosófico, la afirmación del sujeto o yo como fuente única de sentido, en lo científico un espectacular desarrollo de las ciencias y de las técnicas, y en lo político, la aparición del Estado centralizado, burocrático y representativo.

SECULARIZACION/QUE-ES: Un efecto concomitante de la Modernidad es la secularización: la religión deja de ser el centro de la vida social, política y cultural de los hombres y tiende a recluirse en el ámbito de lo subjetivo. Lo secular o mundo profano adquiere su propia autonomía, relegando la religión al ámbito de lo privado. En principio, esta situación no es contraproducente para la religión, porque la descarga de funciones que sólo subsidiariamente le toca desempeñar. Por otra parte, el desplazamiento social no tiene por qué afectar a la vida interna de la propia institución religiosa.

El fenómeno de la secularización tiene distintas interpretaciones. Hay quienes piensan que la secularización es el inicio de un proceso irreversible de liquidación de la religión por pura defunción, puesto que la sociedad se hace autosuficiente y convierte en innecesario a Dios. Esta interpretación es sostenida por los defensores a ultranza de la razón ilustrada, cuyo ideal es llegar a una sociedad sin Dios (secularismo). Otros, en cambio, creen que la secularización es un proceso inevitable que está enraizado en el tejido mismo de la cultura occidental, entre cuyos componentes está el cristianismo. En consecuencia, hay que asumir la secularización y saber ser religioso en una sociedad mayoritariamente arreligiosa o pluralmente religiosa.

De momento, los hechos están demostrando que la religión no desaparece, sino que se transforma. Además, la Razón ilustrada que ha venido luchando contra el «mito religioso» ha acabado mitificándose a sí misma y alienándose en sutiles formas de poder. En lugar de ser luz, la razón se ha convertido en poder instrumental, dirigido al dominio material del mundo, pero con fines lucrativos.

2. Reacciones a la crisis cultural y religiosa

La palabra postmodernidad entraña, en quienes la usan en sentido filosófico la idea de superación: se dan por terminados doscientos años de civilización burguesa, moderna o ilustrada y se apunta a un nuevo estilo de vida en que privan los principios humanitarios sobre los burocráticos y económicos. En síntesis se trata de sustituir la lógica del dominio por la lógica de la relación y de la convergencia. ¿Estamos ante un deseo o ante una utopía realizable?

No es fácil responder a este interrogante porque nuestro mundo sigue aún apoyado sobre los pilares inconmovibles del Progreso: la ciencia, la técnica y la industria. La conciencia religiosa se ha visto fuertemente sacudida por el relativismo de la vida moderna. Los valores y símbolos que daban sentido trascendente a la vida humana han sido sustituidos por valores efímeros, o en el mejor de los casos por valores exclusivamente intramundanos. La postmodernidad ha erigido al propio Yo en sujeto absoluto de valor y de placer. Las cosas han de hacerse a gusto de cada uno: la religión, la moral, el arte, etc. El postmoderno declara la guerra sin cuartel a todo cuanto suene a Absoluto, pero al mismo tiempo afirma el más absoluto politeísmo en cuanto a creencias y comportamientos, sobre todo si se presentan como nuevos. El movimiento de recuperación de los valores religiosos y la creación de nuevas formas religiosas es una respuesta al estado de crisis cultural y religiosa que atravesamos.

H/NATURALITER-RLSO: Entre los fenómenos modernos más sintomáticos de esta vuelta a lo religioso están la proliferación de sectas religiosas y de iglesias y la espectacularidad que revisten los viajes pastorales de Juan Pablo II, que culminan en concentraciones de miles y hasta de millones de personas, como se ha podido ver en su reciente viaje a Filipinas. Sería una superficialidad reducir a anécdota o a marketing cualquiera de estos fenómenos. Más bien parece que todos esos fenómenos responden a aquel homo naturaliter religiosus de que hablaban los antiguos, y que con palabras más sencillas han expresado modernamente Javier Zubiri (el hombre está esencialmente religado), Miguel de Unamuno (el hombre siente hambre de Dios) y José L. Aranguren (en todo hombre existe una necesidad de Dios).

3. Elementos esenciales de toda religión

Las religiones, más bien que la religión, son fenómenos presentes en todas las culturas. La Fenomenología, que estudia el mundo de la significación de los fenómenos humanos, permite descubrir dentro del abanico de las intencionalidades de la conciencia humana la intención religiosa. La intencionalidad no tiene objeto propio, como el ojo tiene el color, sino que por el hecho mismo de ser el hombre un ser constitutivamente referido (abierto) al mundo como tal, cualquier objeto puede ser intencionado, vivido de muchas maneras. Así, el árbol es para la conciencia una cosa bella, útil, el símbolo de la ciencia o el símbolo religioso de Navidad según sea la intencionalidad o nivel de sentido con que se viva ese objeto: intencionalidad estética, utilitaria, filosófica o religiosa.

La religión o hecho religioso es algo que pertenece a la experiencia humana, y como tal fenómeno puede ser estudiado en todas las culturas, desvelando sus particularidades y sus características universales. En la época prehistórica, el hecho religioso aparece ligado a expresiones mágicas; en las culturas llamadas «primitivas» se mezcla con el animismo y los mitos, y en la inmediata antigüedad pre-cristiana el fenómeno religioso presenta caracteres politeístas. Lo importante en estos casos es la estructura significativa del fenómeno religioso, por la cual este fenómeno tiende a distinguirse de otros fenómenos intencionales próximos a él (éticos, políticos, sociales) y a constituirse en un orden de significación propia. Esa estructura significativa recibe primeramente el nombre de Sagrado, el elemento más general y vago dentro de la religión. Después recibe el nombre de Misterio, símbolo para indicar la superioridad de ese Otro que se ha hecho presente en la vida de una persona. Finalmente, se aplica el nombre de Dios a la personalización de la divinidad. En todas las religiones, éstas se constituyen en creadoras de cultura (posiblemente es el origen de la cultura) al poner todos los medios disponibles al servicio de la intención religiosa, de la cual recibe uno o muchos sentidos.

La secularidad es un fenómeno moderno occidental que se caracteriza precisamente por separar y reconocer la autonomía de las esferas no específicamente religiosas (filosofía, estética, ética, ciencia, etc.) que durante siglos ha gestionado el cristianismo. Algunos contemporáneos viven esta separación como una sustitución de la religión. Los ejemplos más claros los ofrecen Kant y la Teología liberal (reducción de la religión a ética), L. Feuerbach (sustitución de la teología por la antropología), A. Comte y E. Durkhelm (creación de una Religión de la Humanidad), K. Kaspers (la Fe filosófica), la ilustración (religión sin revelación) y otros fenómenos como las nuevas formas de «mística profana». Estas tendencias no entrañan necesariamente animadversión religiosa (Kant era luterano pietista). Son un fenómeno que cada vez va tomando más carta de naturaleza, y consiste en una «metaforización», de la religión haciéndola aparecer bajo formas consideradas hasta ahora por profanas, pero que ejercen funciones análogas a las ejercidas por las religiones tradicionales y pretenden poner al hombre en contacto con la Trascendencia de una forma muy vaga. El resultado de este proceso, escribe Juan Martín Velasco, es que el 'prestigio de lo sagrado' va siendo transferido a modalidades de existencia antes tenidas por profanas y que van apareciendo intentos de romper el 'secuestro' de la relación con la Trascendencia ejercido por las religiones tradicionales. En este caso, es evidente que el hombre moderno va abriendo nuevos caminos para una forma renovada de experiencia de lo último o lo supremo para los que en algunas ocasiones reivindica la identificación como sagrado y que en otras vive como caminos hacia la Trascendencia de carácter profano.

4. La proliferación de religiones

Hay creencias religiosas que se centran esencialmente en Dios, y otras que tienen al hombre como centro. Las primeras responden a la definición de religión: actitud de reconocimiento de una realidad superior y trascendente, Ias segundas, en cambio, se confunden con un sentimiento psicológico de soledad y de insatisfacción que sólo ve en Dios un instrumento a su servicio. No negamos que esta actitud psicológica puede acabar en actitud religiosa, pero una persona que sólo busca en la religión superar una situación concreta de angustia o de desamparo se convierte fácilmente en objeto de engaño. Existen sectas religiosas que desde el punto de vista humano son indiferentes porque sólo buscan poner al hombre en relación con lo transcendente. Otras sectas en cambio, sí son perniciosas humana y religiosamente porque buscan expresamente apoderarse de la personalidad de los individuos, lo cual contradice lo más elemental de toda religión: respetar la libertad de conciencia y buscar el bien del individuo.

SECTA/RELIGION/DIFES: El mundo de las sectas es cada vez más amplio y confuso, entre otras cosas porque sus dirigentes no suelen ser explícitos a la hora de expresar las motivaciones profundas de su proselitismo, si buscan verdaderamente el bien de las personas u obedecen a intereses imperialistas de signo económico o cultural. Es frecuente constatar cómo determinadas sectas están ligadas a firmas económicas o a fundaciones culturales. La diferencia entre una secta y una religión se nota en el lugar que ocupa en ella la búsqueda de la Verdad. «La verdad os hará libres», dijo Jesucristo. En una religión, debe ser verdadero todo: la intención, la conducta y la predicación. Una de las sectas que más adictos está cosechando actualmente es la Nueva Era (New Age), cuyo sincretismo tiene el acierto de condensar los sentimientos y aspiraciones de la gente que necesita creer pero a su modo.

5. Las religiones frente al futuro

La aparición de nuevos movimientos religiosos en nuestros días no es un fenómeno gratuito, sino que es algo inseparable de la situación de zozobra y de espera en que se halla nuestra cultura. La vida socio-política y religiosa tiene sus propios indicadores para señalar el «malestar» de ambas en un momento de crisis. En el caso de la religión, no sabemos a ciencia cierta si tales movimientos modernos están señalando el fin de una época de secularización y el inicio de un reencantamiento del mundo, o bien se trata de un fenómeno pasajero. Tampoco es seguro que determinadas actitudes de irenismo transreligloso, de reconciliación de espíritu y materia y de prácticas esotéricas sean expresión de una nueva espiritualidad y no una vuelta a prácticas superadas. En cualquier caso, parece adivinarse en las personas jóvenes una nueva conciencia religiosa que pone el énfasis en la libertad de espíritu, en la apertura a todas las religiones y en el relajamiento de los lazos dogmáticos e institucionales. Las reacciones fundamentalistas o integristas son minoritarias.

Esto, por lo que respecta a las personas que se declaran creyentes y practicantes. Distinta es la situación de la gran masa de creyentes en sentido sociológico, para los que la religión es un sentimiento de pertenencia a una tradición heredada y con la cual mantienen compromisos no comprometedores. Estas personas viven emocionalmente lo religioso, sin apenas referencias a lo doctrinal, diluyen la transcendencia divina en los avatares cotidianos para poder disponer de ella cuando surja la necesidad y centran la salvación en la consecución de un estado interior equilibrado y seguro. La separación Dios-mundo va dando lugar a una conciencia globalizante en la que todo es único y además espiritual. Vistos estos fenómenos modernos desde la óptica de las religiones tradicionales pueden resultar preocupantes, pero no tanto si tenemos en cuenta que el proceso de secularismo-laicismo en el mundo moderno es aún muy fuerte, por lo menos en nuestras latitudes. Todo lo que contribuya, por tanto, a mantener vivo el sentido espiritual del hombre es positivo. Más aún, los nuevos movimientos religiosos contienen aspectos válidos para las grandes religiones, como es el carácter interreligioso que les anima.

No hay razón para pensar que la pluralidad de religiones sea un mal. Al revés, ello nos está indicando el carácter misterioso de Dios, que está más allá de nuestras fórmulas humanas. Por ello, no existe un criterio objetivo para asegurar que una religión determinada sea la verdadera y no otra. Cada creyente está legitimado para pensar que la religión que profesa es la verdadera, y así lo debe dar a entender, La única autolimitación que todo creyente debe imponerse es la de aceptar el derecho de los demás a pensar lo mismo de su respectiva religión y no tratar de imponerla a los demás. El proselitismo atenta contra la esencia de la religión. Lo que si cabe es anunciar la verdad que uno cree para que sea conocida, y con la única intención de ayudar a los demás a descubrir una dimensión imprescindible para la plena realización de la persona humana.

Esta postura no tiene nada que ver con el relativismo religioso, y sí con el pluralismo religioso, respetuoso con todas las religiones. No hay mejor signo de la veracidad de una religión que el deseo de dialogar con las otras religiones en orden a encontrar puntos comunes de encuentro y de reflexión. Las divisiones, los exclusivismos y los sectarismos chocan con la nueva sensibilidad religiosa que se está desarrollando. Tenemos un ejemplo de diálogo interreligloso a nivel de Iglesias en los Encuentros de Asís, y a nivel juvenil en los Encuentros de Taizé, organizados por la comunidad protestante de este monasterio. En las iglesias cristianas de Asia resultan ya habituales los encuentros y la colaboración socio-religiosa de los cristianos con las comunidades de budistas. Unas veces se reúnen para poner en común sus respectivas formas de orar y otras veces para colaborar en una misma acción social. Las religiones orientales enseñan a los cristianos formas de interiorización y éstos, a su vez, enseñan a aquellos a dar una dimensión humanitaria y social a la religión.

El diálogo ecuménico entre las religiones cristianas está avanzando en la linea del mutuo reconocimiento, aunque algo menos en cuanto a lo doctrinal, lo cual es comprensible si tenemos en cuenta que en el cristianismo toda la fuerza está en lo revelado y en la forma de interpretarlo.

El diálogo siempre es enriquecedor, y en sí mismo es ya un valor muy positivo, aunque no se avance como sería de desear. Lo importante es que los dialogantes estén asistidos por un profundo deseo de verdad. El diálogo no debe ser confundido con el sincretismo, una forma de vivir lo religioso por libre, individualístamente. Esta actitud es más una huida o búsqueda de refugio pseudo-espiritual que una verdadera religión.

Así como a partir del Concilio Vaticano II se puso en marcha el movimiento ecuménico en las iglesias cristianas, así también en el plano interreligioso se han puesto los cimientos de un futuro Parlamento Mundial de las Religiones. Tras varios años de preparación, tuvo lugar en Chicago (28 de agosto a 4 de septiembre de 1993) un Encuentro de 6.500 representantes de todas las religiones del mundo. Este Parlamento tuvo un objetivo muy preciso: ofrecer al mundo un ejemplo vivo de encuentro entre personas que profesan distintas religiones y culturas, y aportar a los problemas actuales del mundo un punto de vista religioso concretado en unos Principios de una Etica mundial: Somos hombres y mujeres que profesamos los preceptos y prácticas de las diversas religiones del mundo, Queremos dar fe de que ya existe un consenso entre esas religiones, capaz de aportar el principio de una ética mundial. Es un consenso básico, de mínimos, relativo a valores vinculantes, a pautas inalterables y a actitudes morales fundamentales.

6. Cristianismo y futuro

La Declaración en pro de una Ética Mundial no es todavía la realización de una ética mundial, pero ya es sintomático que se haya llegado a fundar estos principios éticos programáticos en las Máximas o Reglas de Oro antiquísimas de todas las grandes religiones. Esta comunidad de fe garantiza la posibilidad de lograr un día que tales principios ético-religiosos sean declarados principios éticos universales. Por otra parte, el hecho mismo de haberse juntado todas las religiones del mundo a dialogar y haber logrado un consenso ético-religioso, relega definitivamente al pasado las guerras de religión, el fanatismo y la intransigencia.

El diálogo interreligioso que se ha iniciado a escala mundial en la presente década nos hace abrigar esperanzas en cuanto al futuro de las religiones. Después, cada religión tendrá que revisar su implantación específica en el mundo moderno y la forma de responder a los desafíos de la nueva sensibilidad. En el mundo occidental, la sensibilidad religiosa se presenta con características comunes en los creyentes de todas las religiones: indiferencia, desistitucionalización, difuminación de lo religioso en otros aspectos de la vida secular, sincretismo e irracionalismo. La vuelta a la religiosidad afectiva-emocional es interpretada como una reacción contra la sequedad de la razón técnica.

En las áreas geográficas en las que el cristianismo católico es mayoritario, estos fenómenos resultan claros. Lo curioso del caso es que no se acierta a diagnosticar el «<mal» y, por tanto, a proponer el verdadero remedio. Al exceso de institucionalización religiosa y de acomodación a la vida social responden unos con soluciones interioristas o místico-esotéricas que no tienen efecto sobre la realidad; otros, en cambio, consideran que la religión cristiano-católica es aún pre-moderna, porque no responde a los modernos planteamientos científicos, ecológicos y planetarios: Demasiado ajustada por un lado a la modernidad y demasiado poco actualizada por otro.

Los fundamentalistas e integristas reprochan el exceso de modernización, y los progresistas la falta de acomodación. Sin necesidad de pronunciarse por una u otra solución, digamos que el cristianismo tiene ante si un desafío: mantener vivo el mensaje salvador de Jesucristo pero haciéndolo comprensible a la mentalidad del hombre moderno o postmoderno, que apenas conoce y entiende el entramado simbólico-ritual-narrativo en el que el cristianismo viene expresando los misterios de la Salvación.

7. El desafío de Oriente

La religiosidad oriental comienza a adquirir carta de naturaleza en Occidente «Benarés cobra interés frente a Jerusalén». Indiscutiblemente, este fenómeno representa un desafío para los cristianos, al menos para los jóvenes, que miran con curiosidad las prácticas orientales que ponen el énfasis en la plena libertad interior y en la búsqueda del propio yo personal. A esto hay que añadir la visión monista de estas religiones, en las que los ideales ecologistas encuentran un buen fundamento. Raimon Panikkar ha definido esta conciencia unitaria con la palabra Ecosofía, una sabiduría en la que se reintegran las dimensiones de lo Divino, de lo humano y de lo cósmico.

La visión religiosa de Oriente puede servir de contrapeso a nuestra religiosidad occidental, intelectualista y burocratizada, que apenas deja lugar al cultivo de la vida interior. Tanto la ciencia moderna como las religiones orientales parece que están exigiendo del cristianismo una «reformulación de la fe cristiana», y un modo más profundo de comprender la revelación, la divinidad, la presencia de Dios en el mundo, la singularidad cristiana, etc.

8. Cristianismo y salvación

La esencia del cristianismo encierra un mensaje de salvación y de esperanza. Como cualquiera otra religión revelada, el cristianismo se basa en la Palabra de Dios dirigida a los hombres y reconocida por éstos como ayuda y amor. Para los cristianos, Jesucristo es la Palabra encarnada; creer en Jesucristo es creer en el poder de D`os, y vivir con la esperanza de que lo realizado en Cristo se hace realidad también en el hombre Tanto el A.T. como el N.T. son una Historia de la Salvación. Primero fue el «pueblo de Israel», quien descubrió a través de los acontecimientos históricos la presencia salvífica de Dios. A partir de Jesucristo, la acción salvífica de Dios se abre a todos los hombres como una fuerza transformadora de la condición humana en su doble dimensión: terrestre y espiritual.

Todo cuanto contribuye a la realización humana del hombre en el mundo es asumido por el cristianismo como un valor liberador, ya se trate de realizaciones en el ámbito individual como en el social. De ahí que las relaciones del cristianismo con la Modernidad deban ser de plena receptividad, reconociendo la autonomía de la esfera humana y colaborando en aquellos aspectos de la sociedad que son considerados necesarios para humanizar la vida de las personas.

Pero, al mismo tiempo que colabora, el cristianismo no puede renunciar a su sentido crítico, a enjuiciar el supuesto progreso humano a la luz del mensaje divino. Ahora bien, enjuiciar no ha de confundirse con imponer o condenar porque entonces podría fallar un aspecto esencial del cristianismo: la caridad. En todo lo relacionado con la condición humana, los usos y las costumbres, se ha de tener presente la voz de las ciencias humanas para no caer en valoraciones precipitadas «en nombre de la religión». El filósofo Kant escribió que: todo error en que pueda caer el intelecto humano es sólo parcial, y en todo juicio erróneo no puede dejar de haber algo verdadero (Lógica, Intr. VIl). Creemos, por tanto, que la verdad se ha de manifestar en la fuerza racional o religiosa de los propios argumentos, pero no en la condena del otro. No se puede afirmar que Jesucristo careciera de contundencia y de claridad en la exposición de su mensaje, y sin embargo no necesitó condenar. La escucha y la comprensión fueron en El una actitud permanente.

9. Cristianismo y mística

A mediados del siglo XX dos conocidos pensadores expresaron casi con idénticas palabras cuál seria el futuro de la religión en el siglo XXI. André Malreaux escribió: El siglo XXI será espiritual o no será. Por su parte, Karl Rahner matizó: El cristiano del mañana, o será místico o no será. Creo que el escritor francés adivinó lo que ahora estamos viviendo: el materialismo ateo impuesto por el marxismo atentaba contra las raíces mismas del hombre; por eso ha llegado la reacción de la manera más inesperada. El teólogo alemán, sin embargo, puso el dedo en la llaga causada por el exceso de juridicismo en el cristianismo católico.

Toda vida, incluida la vida espiritual se muestra espontánea, creadora. Se necesita, por tanto, libertad para que las personas que sientan la fuerza de Dios encuentren cauce adecuado a sus iniciativas personales o colectivas. La iglesia no puede olvidar lo sucedido a algunos grandes místicos, que se vieron obligados a vivir al borde de la heterodoxia por causa de una superortodoxia.

Si la mística representa la cumbre de la madurez cristiana, es de prever que en la iglesia será cada vez más frecuente este fenómeno, primero porque los creyentes de verdad serán cada vez menos, y segundo porque la elevación intelectual de nuestra sociedad ayuda a los creyentes a vivir su fe con un mayor conocimiento de causa. El cristianismo tenderá, por tanto, a ser cada vez más interior, más místico.

MISTICO/QUIEN-ES: Alguien podrá pensar que si es cierto que el cristianismo camina por esta dirección, tienen razón aquellos sociólogos que han vaticinado la reducción del cristianismo a una religión invisible, una especie de sentimiento personal sin ninguna incidencia en la vida social. Creemos que no son así las cosas, porque lo que diferencia la mística cristiana de otras místicas religiosas consiste en que el místico cristiano no es una persona recluida en la soledad material o individual. Místico es cualquier persona que vive en plenitud dentro de sí la vida Trinitaria y la expresa a los demás para que puedan conocer el Bien que él ya vive. En este sentido, el místico del siglo XXI no estará tan ligado a estructuras monacales o eclesiales como en los siglos anteriores, y vivirá integrado en la vida pública. Con todo, los monasterios, menos numerosos pero más abiertos en todos los sentidos, polarizarán en torno de si buena parte de la vida espiritual de los cristianos

REVISTA ARAGONESA DE TEOLOGÍA, 2
CENTRO REGIONAL DE ESTUDIOS TEOLÓGICOS
DE ARAGÓN. Págs. 39-48

............................................

Bibliografía

ARMENDÁRiZ, L.M., UREÑA, E.M. y otros, La religión en los albores del siglo XXI. Forum de Deusto, Bilbao, Ed. UD, 1994.

DIAZ SALAZAR-SALVADOR GINER, Formas modernas de religión, Madrid, Alianza, 1994.

FLORISTÁN, C.-TAMAYO, J.J., Conceptos fundamentales del cristianismo, Madrid, E. Trotta, 1993.

FRANK, B., Diccionario de la Nueva Era, Estella, VD, 1994.

GIRONELLA, J.M., Nuevos 100 Españoles y Dios, Barcelona, Planeta, 1994.

KUNG, H., Proyecto de una ética mundial, Madrid, Ed. Trotta, 1990.

MARDONES, J.M., Para comprender las nuevas formas de religión, Estella, Verbo Divino, 1994.

PANiKKAR, R., Pensamiento científico y pensamiento cristiano, Santander, Sal Terrae, 1994.

URENA, E.M.-PRADEs, J., Hombre y Dios en la sociedad de fin de siglo, UPC, Madrid, 1994.