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OPOSICIÓN POLÍTICA

 

 

I.  Concepto

 

Básicamente “oposición” es un tipo de “conducta” o de “comportamiento” político, cuya formalización en las instituciones y en los sistemas políticos ha tenido lugar junto al desarrollo del parlamentarismo y de los partidos políticos.

 

Oposición es expresión de la controversia que tiene lugar en el proceso de formación de la voluntad política y de la adopción de decisiones y se entiende que ella actúa en un marco de respeto y de aceptación de “reglas consensuales” del juego político. Oposición está vinculada a otros conceptos o fenómenos de la política, como libertades o derechos políticos, pluralismo, alternancia en el poder, conflictos.

 

Por una parte, oposición es el resultado del ejercicio de libertades y derechos como la libre expresión, asociación y reunión y, por cierto, de sufragio.

 

Por otra parte, la oposición sólo aparece en sociedades pluralistas, en las cuales se garantiza la libre expresión de ideas e intereses y el funcionamiento de grupos que los encarnan. En tercer término, oposición se relaciona con la alternancia en el gobierno, pues uno de sus rasgos principales es justamente que la oposición es tal en cuanto no concuerda con el gobierno y presenta un curso de acción (programa) distinto. La oposición sólo se entiende en cuanto “aspirante al gobierno”, y esa aspiración sólo es viable en sistemas en los cuales la alternancia está garantizada en la medida en que se obtiene el apoyo electoral requerido. Es preciso, sin embargo, precisar que tanto en sistemas democráticos estables como en democracias del Tercer Mundo, se presentan los casos de oposiciones “sin alternativa”, que están conformadas por partidos que por diversas razones tienen cerrado el camino hacia el gobierno. Es el típico caso del Partido Comunista italiano y fue durante mucho tiempo el caso del Peronismo y del APRA.

 

Por último, oposición se relaciona con el conflicto político entendido como la mutua, simultánea y contradictoria aspiración de dos fuerzas oponentes a un mismo objetivo.

 

El conflicto, sin embargo, puede involucrar un tipo de conducta controversial que supera los límites de la oposición y que puede definirse más bien como “resistencia”, “disidencia” o como fue el caso de los movimientos sociales de fin de los años 60 (“oposición extra parlamentaria”). Estos tipos de actores de controversia ponen en cuestión el sistema político y, por lo tanto, no se integran a él. En los últimos años se ha producido un fenómeno poco convencional sobre este punto con los movimientos ecologistas, los que habiendo emergido como grupos críticos a los fundamentos de los sistemas políticos, se han integrado como parte de ellos por la vía electoral.

 

II.      Tipos de oposición. Características en América Latina

 

Las formas o modalidades que exhibe la oposición son muy variadas, dependiendo de diversos factores, entre los cuales destacan los siguientes, con especial atención a los casos latinoamericanos:

 

A.   El tipo de régimen político

 

En los sistemas presidenciales la oposición tiene un rol más disminuido pues influye limitadamente en la gestión del Ejecutivo, cuyo período no depende de las fluctuaciones de mayoría en el parlamento. En los sistemas presidenciales más estables y, en gran parte, con bipartidismos, la oposición se orienta a los “issues”, su conducta varía entre la cooperación y el conflicto. También es específico de las oposiciones presidencialistas la variedad de conductas en el transcurso del período presidencial. La oposición actúa electoralistamente, lo que es distinto de los sistemas parlamentarios en los que el cambio de gobierno se juega, en gran parte, en el campo de las coaliciones en el parlamento, no frente al electorado.

 

En los sistemas presidenciales latinoamericanos la oposición adopta a menudo una función obstruccionista, que va más allá de la oposición competitiva en la tipología de DAHL (1966). Ella se puede graficar en la frase “no dejar gobernar” en la creencia de asegurar así el triunfo en la próxima elección presidencial. Este curso de acción ha sido muchas veces un factor clave en la ruptura democrática, pues la carencia de cooperación con el gobierno elimina la credibilidad y la legitimidad del sistema democrático. La oposición, por lo tanto, está tan marcada por su contenido como por la modalidad en ejercerla, pues la forma de ser oposición adelanta la forma de ser gobierno y muchas veces esa pro­yección muestra un cuadro de fundado temor que produce una ten­dencia a evitar el curso de la alternancia política al precio de interrumpir el juego democrático.

 

En los sistemas parlamentarios la oposición juega un papel clave. Por una parte está siempre presente la posibilidad de que se convierta en gobierno, especialmente en aquellos sistemas pluripartidistas en los que se gobierna con coaliciones. Por otra parte su programa se somete permanentemente a prueba en el debate parlamentario e influye siempre en alguna medida en las decisiones. Esta inevitable influencia de la oposición en la formación de la voluntad política se torna más clara cuando el sistema parlamentario se combina con el federalismo, pues el(los) partido(s) que es(son) oposición en el parlamento puede(n) ser gobierno en algún Estado federado. En el caso de la combinación presidencialismo-federalismo la interacción señalada no es tan marcada debido al importante poder de que el Presidente dispone en la ejecución de su programa, por una parte, y al carácter local (regional) que asumen los programas de los partidos al nivel federado y, por lo tanto, a la escasa proyección que se puede establecer entre ellos y el nivel federal.

 

B.   El tipo de estructura y conflicto social

 

La oposición encarna las disconformidades sociales. Por lo tanto, mientras mayores y más variadas sean ellas, más compleja e inestable es la oposición. Obviamente juega aquí el tipo de partidos políticos, en la medida en que ellos tengan mayor o menor capacidad para integrar y articular intereses y demandas (véase partidos políticos); pero cuando la estructura social es muy heterogénea (especialmente en su estratificación) y el conflicto tan agudo y multicausal, los partidos políticos, independientemente de su organización y madurez, se encuentran sobrepasados. Así ocurre a menudo en América Latina. Y las consecuencias de ello se manifiestan en diversos síntomas.

 

     Separación entre el plano político-parlamentario y el plano social

 

Es lo que también se denomina desde otro punto de vista como “democracia formal”. Por una parte los partidos pierden contacto real con las demandas y realidad sociales o teniéndolo, no son capaces de asumirías; y, por la otra, la sociedad estructura formas organizacionales propias que presionan por vías extra o antiparlamentarias por la satisfacción de las demandas.

 

     Politización de la organización social

 

El o los partidos de oposición pueden ser tan fuertes socialmente que tiendan a copar la organización social que encarna la disconformidad. Ocurre, entonces, que el plano social deja de ser autónomo y que se mezcla subordinadamente con el nivel partidario conllevando una mutua desnaturalización de funciones.

 

Esta situación ha sido muy gráfica en los partidos que durante largo tiempo fueron bloqueados en su acceso al poder político y que llegaron a monopolizar la disconformidad social, la oposición y el control de las organizaciones sociales: el peronismo en Argentina, el aprismo en Perú y, en cierto modo, hasta 1970, la izquierda chilena.

 

     Permanente fragmentación partidista

 

La oposición puede ser –como el gobierno– inestable. No tanto en el sentido de que cambien los partidos que la conforman, sino que los mismos partidos experimenten bruscas transformaciones internas que ocasionen alteraciones del sistema global de partidos. El fraccionamiento es una característica de la realidad latinoamericana, que se produce tanto por la falta de concordancia en el programa de gobierno como en la línea de oposición. Los partidos tienden a carecer de perspectiva de largo plazo y de mecanismos que regulen los debates internos según la naturaleza de los problemas y no de sus trasfondos ideológicos.

 

Desde el punto de vista de la oposición este factor debilita la estabilidad del sistema político en cuanto no se presenta una visión estable, compacta, que dé garantías de que en la eventualidad de un cambio de gobierno puede esperarse una gestión coherente.

 

     Ideologismo y maximalismo

 

La heterogeneidad social y la profundidad del conflicto social producen una falta de proporción en los actores políticos para asumir las demandas y convertirlas en proposiciones viables de políticas. En sus temas presidenciales la oposición no tiene ninguna responsabilidad de gobierno y, por lo tanto, no se inhibe en tomar los inconformismos tal como se manifiestan, sin regular su tono y su contenido. Las exigencias de la oposición son, entonces, por una parte, maximalistas (se exige más allá de lo que conscientemente se sabe que se puede satisfacer); y, por la otra, ideologistas (se prioriza los fines de una política por sobre sus instrumentos o medios). Esta mezcla de ingredientes contribuye, por una parte, a la desconfianza frente a la oposición, y por la otra, a la frustración, una vez que la oposición se invierte en gobierno, en la medida en que no puede hacerse responsable de sus propias exigencias.

  Bibliografía:

Barker, R. (Ed.): Studies in Opposition, Yale Univ. Press, Londres,1971.

Dahl, Robert A. (Ed.): Political Oppositions in Western Democracies, Yale Univ. Pr., New Haven/Londres, 1966.

­­_____________ (Ed.): Regimes and Oppositions, Yale Univ. Pr., New Haven/Londres, 1973.

“Government and Opposition”. A Quartely Journal of Comparative Politics, Editorial Government and Opposition, Londres.

Kolinsky, E. (Ed.): Democracy and Opposition in Western Europe, Croom Helm, Londres, 1984.

Lijphart, Arend: The Politics of Accomodation, Univ. of California Press, Berkeley, 1968.

McLennan, B.: Political Opposition and Dissent, Dunellen Pub. Co., New York, 1973.

Warren, K.: The Violence Within. Cultural and Political Opposition in Divided Nations, Westview Press, Boulder, etc., 1993.

 

Mario FERNÁNDEZ BAEZA