LOS ÁNGELES EN NUESTRA VIDA

 

1. La Epístola segunda de San Pedro (2, 4) da testimonio del pecado de una parte de los ángeles. En ella se dice de los falsos profetas que llegará el día en que han de ser castigados. En vano esperarán ser perdonados, pues Dios no perdonó tampoco a los ángeles rebeldes; antes bien, los arrojó a los más profundos abismos del infierno. También la Epístola de San Judas (6) habla de los ángeles caídos como ejemplo de la justicia punitiva divina: "... y como a ángeles que no guardaron su dignidad y abandonaron su propia morada, los tiene reservados en perpetua prisión, en el orco, para el juicio del gran día." Según estos dos testimonios, los ángeles fueron castigados inmediatamente después de cometer el pecado y de nuevo serán condenados definitivamente el día del juicio universal.

También San Juan (lo. 8, 44) atestigua el pecado de los ángeles castigados. El diablo no ha vivido en la verdad, es decir, no se ha sometido al orden de las cosas impuesto por Dios. Lo decisivo en estos pasajes es que en ellos se dice que el diablo es un ángel caído. Su pecado no destruye la dignidad que le corresponde como criatura que es de Dios. Aún San Miguel mismo, el arcángel, el que arrojó a Satanás del cielo (Apoc. 12, 7 y siguiente), no se atreve a maldecirle (Judith 8-10).

El pecado de una parte de los ángeles presupone que éstos eran capaces de pecar. Según la doctrina de los Padres de la Iglesia y de los teólogos medievales, los ángeles podían pecar. Es verdad que por esencia estaban orientados hacia la visión de Dios, pero habían de poseerla sólo después de haberse decidido voluntariamente en pro de la posesión sobrenatural de Dios. Su libre voluntad era capaz de adoptar una decisión falsa, pues podía buscar la perfección en sí misma o en Dios, en cuanto que es creador del orden sobrenatural. Mediante la gracia, especialmente mediante la visión beatífica, los ángeles obtuvieron la impecabilidad. Según la doctrina de los teólogos modernos, sobre todo de los tomistas, que siguen las huellas del dominico Báñez, los ángeles, por esencia. no podían pecar, puesto que, según su esencia, estaban orientados hacia una perfección natural en Dios, poseyéndola esencialmente y tendiendo necesariamente hacia ella. Sólo al ser elevados a un orden sobrenatural obtuvieron la capacidad de pecar. En este nuevo orden, su voluntad ya no tendía necesariamente hacia la meta señalada, tuvo que decidirse en pro o en contra de una meta que sobrepasaba las necesidades de su esencia, y pudo, por consiguiente, adoptar una decisión falsa.

Cualquiera que sea la opinión que se siga, es cierto, en todo caso, que los ángeles fueron sometidos a una prueba. No sabemos en qué consistió y cuánto duró esa prueba. Acerca del pecado de los ángeles, la Revelación se limita a hacer algunas indicaciones. Si todo pecado comienza por la soberbia (Ecle. 10, 12 y sig.), también el pecado de los ángeles habrá tenido que comenzar por la soberbia. Del "hijo de la perdición" se dice que se alza contra Dios y todo lo santo (2 Thess. 2, 4). En concreto, puede decirse sobre el pecado de Satanás que éste, deslumbrado por su propia gloria, olvidó que dependía de Dios y negó esa dependencia, que se opuso a ser mera criatura o que rechazó el don de la perfección sobrenatural que Dios le ofrecía porque no quería deber nada al amor. Su lucha encarnizada con Cristo y contra la obra de la Redención nos permite colegir que Satanás se resistió a reconocer la supremacía de Cristo, a reconocer que Cristo, el Hijo de Dios encarnado, es el coraz6n y la cabeza de la Creación.

Consecuencia del pecado de los ángeles es el hecho terrible de que hay seres creados absolutamente malos, perversos, que sólo buscan y quieren el mal. En muchos pasajes, el AT atestigua la existencia de enemigos personales de todo lo bueno: Job 1, 6 y sigs., Zach. 3, 1 y sigs., Sap. 2, 24 y, probablemente, también Lev. 16, 7 y sig.

(·SCHMAUS-2.Pág. 260) ........................................................................

2. LOS ÁNGELES EN NUESTRA VIDA
ANGELES/DEVOCION

En el espacio de unos pocos días celebramos una doble memoria de los ángeles en nuestra liturgia: el 29 de septiembre, la fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, y el 2 de octubre, la memoria de los Santos Ángeles Custodios. Aunque esta segunda, por coincidir con un domingo, no se celebra este año, ofrecemos aquí unas sencillas reflexiones que pueden ayudar a la predicación y la vivencia espiritual de estos días y en general de la presencia de los santos ángeles en nuestra vida.

Parece evidente que ha disminuido estos últimos años el aprecio y el culto a los ángeles, al menos en occidente. Tal vez por las mismas razones por las que en un primer momento disminuyó el de los santos, o incluso el de la Virgen María, por la centralidad de Cristo Jesús y de sus fiestas y del domingo en la espiritualidad cristiana.

Pero así como se puede afirmar que el culto a los santos y a la Virgen se han recuperado del "eclipse" de hace unos años, el de los ángeles no parece tener mucho lugar ni en la teología ni en la predicación ni en la catequesis que los mismos pastores y catequistas ofrecen al pueblo cristiano. Algunos parece que "eso de los ángeles" lo destierran, con una sonrisa benigna e indulgente, al mundo de los mitos, a la literatura de los niños o a la ciencia ficción de los extraterrestres. No nos extraña que para los jóvenes ya no signifiquen nada. Casi se podría afirmar que como el ángel expulsó a los primeros padres del paraíso, ahora somos nosotros los que expulsamos a los ángeles de nuestro paraíso o del mundo de nuestras convicciones.

Cómo actúan los ángeles según la Palabra revelada

Pero lo cierto es que tanto la Biblia como la liturgia de la Iglesia hablan mucho de los ángeles, y les atribuyen un papel importante en nuestra vida de fe. No es tanto nuestra iniciativa o nuestro interés, sino la revelación bíblica la que nos habla de ellos, como de unos seres que están en torno a Dios, alabándole, y que son enviados para ayudar a los hombres. Por mucho que haya que aplicar claves de interpretación y de géneros literarios para los diversos pasajes, queda en pie la insistencia de su protagonismo, tanto en el AT como en el NT.

Desde el Génesis (3,24: los querubines a la puerta del paraíso) hasta el Apocalipsis (5,11: los ángeles que cantan sus alabanzas al Vencedor y a Dios), pasando por los ángeles que anuncian la resurrección de Cristo, la Historia de la Salvación nos manifiesta la presencia continuada de estos seres misteriosos, espíritus puros, que no sabemos definir. La Biblia no se preocupa de revelarnos su esencia, sino que los presenta en su actuación: los ángeles adoran a Dios, actúan de mensajeros de su voluntad, ayudan y protegen a los hombres, caminan delante del pueblo elegido y le protegen.

Ellos son los que anuncian a María, a José y a los pastores el nacimiento del Hijo de Dios, los que asisten a Cristo después de las tentaciones del desierto o en la agonía del huerto, los que dan testimonio del sepulcro vacío y orientan a los discípulos después de la Ascensión... Jesús afirma que los ángeles de los "pequeños" están continuamente en la presencia del Padre (Mt 18,10). En la parábola del rico Epulón se nos dice que "cuando murió el pobre Lázaro, fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán" (Lc 16,22). Un ángel libera a Pedro de la cárcel rompiendo sus cadenas y le conduce hasta la comunidad (Hch 12, 7). En la visión del Apocalipsis, junto a los seres vivientes y los ancianos y la multitud de los salvados, los ángeles aparecen en una actitud guerrera de lucha contra el maligno, a las órdenes de san Miguel (Ap 12, 7ss; cf. Dn lO,13) y a la vez de alabanza victoriosa al Cordero y al Dios sentado en el trono: "oí la voz de una multitud de ángeles alrededor del trono: su número era miríadas de miríadas, y decían con fuerte voz: Digno es el Cordero..." (Ap 5,11-12). Al final de la historia, "cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria", estará "acompañado de todos sus ángeles" (Mt 25,31).

Nuestro recuerdo en la liturgia

No es nada extraño que, si la Biblia nos habla con tanta insistencia de los ángeles, también en nuestra celebración litúrgica les tengamos presentes:

- en la Plegaria Eucarística, se nos invita a la aclamación del "Sanctus" en unión con los ángeles y arcángeles, imitando su canto de alabanza a Dios según Is 6,3, porque "innumerables ángeles en tu presencia, contemplando la gloria de tu rostro, te sirven siempre y te glorifican sin cesar", como dice la Plegaria cuarta;

- la Plegaria primera -el canon romano- pide a Dios que la ofrenda de la Iglesia "sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel";

- es lógico que en el ciclo de la Navidad, siguiendo las indicaciones de las lecturas bíblicas, nos acordemos de los ángeles en nuestra oración: ellos anunciaron a Zacarías el plan sobre su hijo Juan, ellos cantaron "Gloria a Dios en el cielo" en la noche bendita de Belén, y guiaron con sus mensajes a María y a José en su entrañable misión;

- lo mismo hay que decir del ciclo de Pascua, por la presencia ya recordada de los ángeles en las tentaciones, la agonía del huerto y la Resurrección y Ascensión de Cristo; con razón en la noche de Pascua se empieza el pregón convocándoles también a ellos a la alegría universal: "Exulten por fin los coros de los ángeles";

- cuando en la Misa o en las celebraciones de Penitencia rezamos el "Yo confieso", además de pedir la ayuda a todos los hermanos de la comunidad, decimos: "Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles y a los santos, y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor"; también los ángeles tienen parte en la dinámica de nuestra conversión a Dios;

- cuando en Completas rezamos el salmo 9O ("tú que habitas al amparo del Altísimo..."), mostramos nuestra confianza ante la noche, "porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos";

- en las letanías de los Santos, la invocación de los santos ángeles y arcángeles viene inmediatamente después de la de la Virgen María;

- en las exequias cristianas se apela a los ángeles para que, junto con la Virgen y los santos, salgan al encuentro del difunto y le acompañen a la gloria: "in paradisum deducant te angeli: que los ángeles te conduzcan al paraíso"; del mismo modo se pide en otras ocasiones "vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía", "que su continua protección nos libre de los peligros presentes y nos lleven a la vida eterna";

- el 29 de septiembre recordamos ahora en conjunto a los tres ángeles principales, san Miguel (que significa "¿quién como Dios?", recordando la lucha del Apocalipsis), san Rafael ("medicina de Dios", el que curó y guió a Tobías) y san Gabriel ("fortaleza de Dios", el mensajero del nacimiento de Jesús); ya desde el siglo V sabemos que en Roma había una basílica dedicada a san Miguel, y que su fiesta se celebraba, según el sacramentario Veronense, el 29 de septiembre;

- y el 2 de octubre hacemos memoria de los santos Angeles Custodios, celebración mucho más reciente que la anterior (a partir del siglo XV).

Qué significan los ángeles en nuestra vida

Los textos de estas fiestas expresan bien lo que los ángeles representan en nuestra vida. Damos gracias a Dios "por la creación de los ángeles y los arcángeles, objeto de tu complacencia". Le pedimos "que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el cielo», "para que caminemos seguros por la senda de la salvación bajo la fiel custodia de tus ángeles". Reconocemos la centralidad de Dios, pero a la vez creemos en la existencia de los ángeles y les veneramos, convencidos de que "el honor que les tributamos manifiesta tu gloria, y la veneración que merecen es signo de tu inmensidad y excelencia sobre todas tus criaturas".

Creer en los ángeles es creer en la cercanía de Dios y en las mil formas que tiene de ayudarnos en nuestro camino. Claro que Dios se nos ha manifestado sobre todo en Cristo Jesús: ahora, como Señor Resucitado, él es nuestro verdadero Pastor y Guía y Guardián. Ahora no haría mucha falta que Pablo se pusiera a defender la superioridad de Cristo sobre los ángeles, como en Col 2, o como lo tuvo que hacer el autor de la carta a los Hebreos.

Pero como al lado de Cristo estuvieron los ángeles, desde su nacimiento hasta su Pascua, en sus momentos de crisis y de victoria, la revelación y la liturgia nos quieren convencer de que también están en torno nuestro, misteriosamente, podríamos decir que como "los amigos del Novio", ayudándonos y guiándonos de parte de Dios. Y tanto a lo largo de nuestra vida como sobre todo en el momento de nuestra muerte, el recuerdo de la presencia de los ángeles puede ser una válida ayuda para nuestro camino de fe. (JOSÉ ·ALDAZABAL-J._MI-DO/94/13) ........................................................................

3. Acerca de los ángeles

I Dificultad de hablar sobre los ángeles.

A. Un contraste.

a) Dios es inmensamente superior a los ángeles; pero, si queremos entender algo acerca de Dios, tenemos a mano tres libros para estudiarle: el mundo, en donde reflejó algunas de sus bellezas; las Sagradas Escrituras, que inspiró; y nuestro mismo corazón, en donde, mediante la gracia, se nos comunica y hace sentir.

b) En cambio, acerca de los ángeles, la naturaleza no nos dice nada. Nuestras comunicaciones con ellos son, salvo casos milagrosos, nulas; y las Escrituras apenas si nos hablan más que vagamente de su número, de su hermosura y de su oficio, que es servir a Dios.

B. Y un punto de referencia.

a) Sólo tenemos un punto de referencia para conocer a los ángeles: compararlos con nuestra alma.

1. Nuestra alma, a la que los Santos Padres han llamado décima jerarquía angélica, la décima dracma que se dedicó a buscar el Señor dejando las otras nueve de las jerarquías en el cielo, esa alma nos acerca a los ángeles (Lc/15/08-10).

2. «Lo ha hecho (al hombre) poco menos que un ángel (Ps. 8,6)

b) Al estudiar la escala de los seres, a cada uno de los géneros inferiores le añadimos una nueva unidad de perfección, y encontrarnos el superior.

1. Añadimos la vida al mineral, y encontramos el reino vegetal.

2. Añadimos a éste los sentidos, y hallamos la vida animal. 3. Añadimos al bruto la inteligencia, y conocemos al hombre

4. Pero, cuando llegamos al alma no encontramos una nueva unidad de perfección que añadir para subir hasta el ángel, porque éste consta de las mismas potencias que aquélla. Sigamos, pues, este camino.

Il. Entendimiento y voluntad angélicos.

A. El ángel tiene, como nosotros, entendimiento y voluntad, pero muy superiores.

B. Nuestro entendimiento, en la situación actual del "homo viator", es casi un mendigo de los sentidos, y todo cuanto alcanza lo conoce a través de ellos.

a) Conoce una verdad apoyándose en otra, y para llegar a la,conclusión ha de subir por no pocos escalones.

b) El entendimiento humano vive condicionado por el sentido.

c) De esta su condición ineludible se deduce el esfuerzo penoso de su trabajo y la facilidad del error. Lo comprobarnos a diario.

C. El ángel, por el contrario, de un solo golpe intuitivo, ve la verdad y todas las conclusiones que de ésta se derivan, entendiendo todo cuanto su naturaleza angélica le permite entender. Y, una vez visto, queda todo grabado en su memoria de una manera indeleble.

D. ¡Cuánta inconstancia en nuestra voluntad! ¿Qué hay en el mundo que se haya mantenido invariable en nuestra afición? ¿Cuántos propósitos hemos formado y hemos visto desvanecerse después? La voluntad del ángel, en cambio, una vez que ha elegido, es fija y no puede tornarse. Los demonios escogieron el mal y son perversos para siempre. Los ángeles escogieron a Dios y son felices con El eternamente.

E. Suponed un alma que de una sola ojeada contempla todas las verdades que el hombre puede conocer a fuerza de siglos de trabajo. Suponed una voluntad tan fuerte, que con un solo acto quede firme en su determinación para siempre, y os habréis acercado a lo que es un ángel. Liberad a ese entendimiento y esa voluntad de las trabas del cuerpo, y estaréis más próximos al ángel.

III. Cualidades de los ángeles.

A. La Sagrada Escritura, para explicarnos las cualidades del ángel, se vale de imágenes sensibles, y escoge entre éstas las que podían llamar más la atención en la circunstancia histórica de sus lectores. En este sentido, la Escritura es brillante. " Los compara con "las estrellas", con "un ejército de caballos de fuego" (2 Reg. 6,7). Son como un Lucifer "vestido de piedras preciosas" (Ez. 28,13).

B. Mucho más conocidas nos son sus obras y, por tanto, la fuerza de su poder.

e) Un solo ángel incendia Sodoma y Gomorra.

b) Otro mata a todos los primogénitos de Egipto.

c) Otro extermina los ochenta mil hombres del ejército de Senaquerib.

d) Son ellos los que manejan las pestes.

e) ¿Para qué seguir, si con un mandato de sus trompetas resucitarán los muertos y los convocarán al juicio universal?

C. Para imaginarnos su belleza, contemplemos la del mundo.

a) Si Dios pudo formarlo de una materia inerte, ¿qué no habrá hecho con los espiritus que eligió para decoro de su cielo?

1. Las mujeres quedan atónitas cuando los ven junto al sepulcro.

2. San Juan, el que subió tan alto que pudo escribir aquellas palabras de "en el principio era el Verbo", cuando vio un ángel, le hubiera adorado, de no impedírselo éste, que se llamó a si mismo mero servidor, como Juan, de Jesús (Apoc. 19,10).

b) Dios ha desplegado en la tierra su misericordia, en el infierno su justicia y en El cielo su hermosura. Los ángeles pertenecen a este. ¿Cómo serán, si tan admirables son las obras de su misericordia y tan terribles las de su justicia?

IV. Los ángeles, a nuestro servicio

A. Lo que más nos puede maravillar es que criaturas tan privilegiadas, creadas por Dios para servirle y ser instrumentos suyos, hayan sido puestas también a nuestro servicio.

B. Es fe de la Iglesia que cada uno de nosotros tiene su ángel de la guarda (cf. SAN BERNARDO PATRISTICA).

C. Son nuestros mejores amigos.

a) Mientras el demonio no procura sino nuestro Mal, los ángeles sólo intentan nuestro bien.

b) Incluso las almas que se condenan han tenido sus ángeles de la guarda, quienes, a pesar de conjeturar o quizá conocer su futura condenación, se desvelan por ellas. ¿Qué no harán, pues, por las que son amigas de su Señor?

c) La historia de Israel es un relato continuado de la protección angélica sobre aquel pueblo. Todo aquello no era sino un símbolo de lo que los ángeles llevan a cabo con nosotros. ¡Cuánta tentación evitada, cuánto pensamiento santo infundido!...

D. Y ¿por qué nos aman de tal modo? Por tres motivos (cf. SAN BERNARDO, "Serm. 1 sobre San Miguel": BAC, "Obras selectas de San Bernardo" p.635 ss).

a) Por Dios. Por cumplir con celo la orden del que los constituyó en «enviados para servicio a favor de los que han de heredar la salud" (Hebr. 1, 14). Ven en nosotros aquellos a quienes Dios vino a servir, los templos del Espiritu Santo, la sangre del Señor derramada por nosotros.

b) Por ellos mismos. Contemplan la ruina de tantos compañeros caídos en el infierno, y sus puestos vacíos, y quieren contribuir a reparar el daño, preparando sustitutos dignos.

c) Por nosotros. Cuando más noble es una voluntad, tanto más compasiva. Los ángeles nos ven en medio de tanto peligro, tentación y trabajo, y se encienden en deseos de ayudarnos.

d) Agradecer. Orar. Acompañar

PALABRA DE CRISTO, 3 Págs. 179 ss.