CATECISMO 09 CEC 631-682 
JESUS RESURRECCION ASCENSION PARUSIA


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Artículo 5 

"JESUCRISTO DESCENDIO 
A LOS INFIERNOS, AL TERCER DIA 
RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS" 

631 "Jesús bajó a las regiones inferiores de la tierra. Este que bajó 
es el mismo que subió" (Ef 4, 9-10). El Símbolo de los Apóstoles 
confiesa en un mismo artículo de fe el descenso de Cristo a los 
infiernos y su Resurrección de los muertos al tercer día, porque es en 
su Pascua donde, desde el fondo de la muerte, El hace brotar la vida: 

Christus, Filius tuus,
qui, regressus ab inferis, 
humano generi serenus illuxit, 
et vivit et regnat in saecula saeculorum. Amen. 
(Es Cristo, tu Hijo resucitado, 
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano, 
y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos. Amén). 
(MR, Vigilia pascual 18: Exultet.)


Párrafo I
CRISTO DESCENDIO A LOS INFIERNOS

632  Las frecuentes afirmaciones del Nuevo 
Testamento según las cuales Jesús "resucitó de entre los muertos" 
(Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la 
resurrección, permaneció en la morada de los muertos (cf Hb 13, 20). 
Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de 
Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres 
y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido 
como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que 
estaban allí detenidos (cf 1 P 3, 18-19). 

633 La Escritura llama infiernos, sheol o hades (cf Flp 2, 10; Hch 2, 
24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo 
después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban 
privados de la visión de Dios (cf Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto, 
a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o 
justos (cf Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir 
que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del 
pobre Lázaro recibido en el "seno de Abraham" (cf Lc 16, 22-26). "Son 
precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el 
seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los 
infiernos" (Catech. R. i, 6, 3). Jesús no bajó a los infiernos para liberar 
allí a los condenados 1033 (cf Cc. de Roma del año 745: DS 587) ni 
para destruir el infierno de la condenación (cf DS 1011; 1077) sino 
para liberar a los justos que le habían precedido (cf Cc. de Toledo IV 
en el año 625: DS 485; cf también Mt 27, 52-53). 

634 "Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva..." (1 P 
4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio 
evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de 
Jesús, fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su 
significado real de extensión de la 605 obra redentora a todos los 
hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los 
que se salvan se hacen partícipes de la Redención. 

635 Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte (cf Mt 12, 
40; Rm 10, 7; Ef 4, 9) para "que los muertos oigan la voz del Hijo de 
Dios y los que la oigan vivan" (Jn 5, 25). Jesús, "el Príncipe de la vida" 
(Hch 3, 15) aniquiló "mediante la muerte al señor de la muerte, es 
decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de 
por vida sometidos a esclavitud" (Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo 
resucitado "tiene las llaves de la muerte y del Hades" (Ap 1, 18) y "al 
nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los 
abismos" (Flp 2, 10). 

Un gran silencio reina hoy en la tierra, un gran silencio y una gran soledad. 
Un gran silencio porque el Rey duerme. La tierra ha temblado y se ha 
calmado porque Dios se ha dormido en la carne y ha ido a despertar a los que 
dormían desde hacía siglos... Va a buscar a Adán, nuestro primer Padre, la 
oveja perdida. Quiere ir a visitar a todos los que se encuentran en las tinieblas 
y a la sombra de la muerte. Va para liberar de sus dolores a Adán 
encadenado y a Eva, cautiva con él, El que es al mismo tiempo su Dios y su 
Hijo... "Yo soy tu Dios y por tu causa he sido hecho tu Hijo. Levántate, tú que 
dormías porque no te he creado para que permanezcas aquí encadenado en 
el infierno. Levántate de entre los muertos, yo soy la vida de los muertos" 
(Antigua homilía para el Sábado Santo). 

RESUMEN

636 En la expresión "Jesús descendió a los infiernos", el símbolo 
confiesa que Jesús murió realmente, y que, por su muerte en favor 
nuestro, ha vencido a la muerte y al diablo "Señor de la muerte" (Hb 2, 
14).

637 Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendió 
a la morada de los muertos. Abrió las puertas del cielo a los justos que 
le habían precedido. 



Párrafo 2 
AL TERCER DIA RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS

638
"Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa 
hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al 
resucitar a Jesús" (Hch 13, 32-33). La Resurrección de Jesús es la 
verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la 
primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como 
fundamental 90 por la Tradición, establecida en los documentos del 
Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual 
al 651 mismo tiempo que la Cruz: 991

Cristo resucitó de entre los muertos. 
Con su muerte venció a la muerte. 
A los muertos ha dado la vida. 
                                (Liturgia bizantina, Tropario de Pascua.) 



I EL ACONTECIMIENTO HISTORICO Y TRASCENDENTE

639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento 
real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo 
atestigua el Nuevo Testamento. Ya San Pablo, hacia el año 56, puede 
escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en primer lugar, lo que a 
mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las 
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las 
Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1 Co 15, 3-4). 
El apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que recibió 
después de su conversión a las puertas de Damasco (cf Hch 9, 3-18). 

El sepulcro vacío

640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, 
ha resucitado" (Lc 24, 5-6). En el marco de los acontecimientos de 
Pascua, el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No 
es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el 
sepulcro podría explicarse de otro modo (cf Jn 20, 13; Mt 28, 11-15). A 
pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo 
esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para 
el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer 
lugar, de las santas mujeres (cf Lc 24, 3. 22-23), después de Pedro (cf 
Lc 24, 12). "El discípulo que Jesús amaba" (Jn 20, 2) afirma que, al 
entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo" (Jn 
20, 6) "vio y creyó" (Jn 20, 8). Eso supone que constató en el estado 
del sepulcro vacío 999 (cf Jn 20, 5-7) que la ausencia del cuerpo de 
Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto 
simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf 
Jn 11, 44). 

Las apariciones del Resucitado

641 María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar 
el cuerpo de Jesús (cf Mc 16,1; Lc 24, 1) enterrado a prisa en la tarde 
del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf Jn 19, 31. 42), fueron 
las primeras en encontrar al Resucitado (cf Mt 28, 9-10; Jn 20, 11-18). 
Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de 
Cristo para los propios apóstoles 553 (cf Lc 24, 9-10). Jesús se 
apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf 1 
Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf Lc 
22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su 
testimonio es sobre el que la comunidad 448 exclama: "¡Es verdad! ¡El 
Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc 24, 34). 

642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete 
a cada uno de los apóstoles -y a Pedro en particular- en la 
construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. 
Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de 
fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes 
659 881 se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de 
los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos 
"testigos de la Resurrección de Cristo" (cf Hch 1, 22) son ante 860 todo 
Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de 
más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola 
vez, además de Santiago y de todos los apóstoles (cf 1 Co 15, 4-8). 

643
Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de 
Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. 
Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba 
radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por El 
de antemano (cf Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan 
grande que (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la 
noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad 
arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos 
("la cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf Jn 20, 19). Por eso no creyeron 
a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les 
parecían como desatinos" (Lc 24, 11; cf Mc 16, 11.13). Cuando Jesús se 
manifiesta a los once en la tarde de Pascua, "les echó en cara su 
incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían 
visto resucitado" (Mc 16, 14). 

644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la 
realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf Lc 24, 38): 
creen ver un espíritu (cf Lc 24, 39). "No acaban de creerlo a causa de la 
alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba 
de la duda (cf Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por 
Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28,17). Por esto la hipótesis 
según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la 
credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en 
la Resurrección nació -bajo la acción de la gracia divina- de la experiencia 
directa de la realidad de Jesús resucitado. 

El estado de la humanidad resucitada de Cristo

645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones 
directas mediante el tacto (cf Lc 24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la 
comida (cf Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer 
que él no es un espíritu (cf Lc 24, 39) pero sobre todo a que 
comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta 999 ante 
ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado ya que sigue 
llevando las huellas de su pasión (cf Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este 
cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo las 
propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el 
espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad 
donde quiere y cuando quiere (cf Mt 28, 9.16-17; Lc 24, 15.36; Jn 20, 
14.19.26; 21, 4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la 
tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf Jn 20, 
17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre 
de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf Jn 20, 
14-15) o "bajo otra figura" (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar 
a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf Jn 20, 14.16; 21, 4.7). 

646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena 
como en el caso de las resurrecciones que El había realizado antes de 
Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro. Estos 934 hechos 
eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el 
milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida 549 terrena 
"ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de 
Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del 
estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la 
Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; 
participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que San 
Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf 1 Co 15, 
35-50). 

La Resurrección como acontecimiento trascendente

647 "¡Qué noche tan dichosa -canta el 'Exultet' de Pascua-, sólo ella 
conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En 
efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la 
Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie 1000 puede decir 
cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso 
a otra vida, fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico 
demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los 
encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado, no por ello la 
Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en 
aquello que trasciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo 
resucitado no se manifiesta al mundo (cf Jn 14, 22) sino a sus 
discípulos, "a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén y 
que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31). 


II LA RESURRECCION OBRA DE LA SANTISIMA TRINIDAD

648 258 La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una 
intervención trascendente de Dios mismo en la creación y en la 989 
historia. En ella, las tres Personas divinas actúan juntas a la vez y 
manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el poder del Padre 
que "ha resucitado" (cf Hch 2, 24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha 
introducido de manera perfecta su humanidad -con su 663 cuerpo- en 
la Trinidad. Jesús se revela definitivamente "Hijo de 445 Dios con 
poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los 
muertos" (Rm 1, 3-4). San Pablo insiste en la manifestación del poder 
de Dios (cf Rm 6, 4; 2 Co 13, 4; Flp 3, 10; Ef 1, 19-22; Hb 7, 16) 272 
por la acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de 
Jesús y la ha llamado al estado glorioso de Señor.

649 En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de 
su poder divino. Jesús anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir 
mucho, morir y luego resucitar (sentido activo del término) (cf Mc 8, 31; 
9, 9-31; 10, 34). Por otra parte, él afirma explícitamente: "Doy mi vida, 
para recobrarla de nuevo... Tengo poder para darla y poder para 
recobrarla de nuevo" (Jn 10, 17-18). "Creemos que Jesús murió y 
resucitó" (1 Te 4, 14).

650 Los Padres contemplan la Resurrección a partir de la persona 
divina de Cristo que permaneció unida a su alma y a su cuerpo 626 
separados entre sí por la muerte: "Por la unidad de la naturaleza divina 
que permanece presente en cada una de las dos partes del hombre, 
éstas se unen de nuevo. Así la muerte se produce por la separación 
del compuesto humano, y la Resurrección por la unión 1005 de las dos 
partes separadas" (San Gregorio Niceno, res. 1; cf también DS 325; 
359; 369; 539).


III SENTIDO Y ALCANCE SALVIFICO DE LA RESURRECCION

651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana 
también vuestra fe" (1 Co 15, 14). La Resurrección constituye ante 
todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las 
verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran 
su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba 129 definitiva 
de su autoridad divina según lo había prometido. 274

652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del 
Antiguo Testamento (cf Lc 24, 26-27.44-48) y del mismo Jesús durante 
su vida terrenal (cf Mt 28, 6; Mc 16, 7; Lc 24, 6-7). 994 La expresión 
"según las Escrituras" (cf 1 Co 15, 3-4 y el Símbolo 
Nicenoconstantinopolitano) 601 indica que la Resurrección de Cristo 
cumplió estas predicciones.

653 445 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su 
Resurrección. El había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del 
hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (Jn 8, 28). La Resurrección del 
Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de 
Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los judíos: "La Promesa 
hecha a los padres, Dios la ha cumplido en nosotros... al resucitar a 
Jesús, como está escrito en el salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he 
engendrado hoy"' (Hch 13, 32-33; cf Sal 2, 7). La Resurrección de 
Cristo está estrechamente unida 461 al misterio de la Encarnación del 
Hijo de Dios: es su plenitud 422 según el designio eterno de Dios. 

654 Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos 
libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva 
vida. 1987 Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a 
la gracia de Dios (cf Rm 4, 25) "a fin de que, al igual que Cristo fue 
resucitado de entre los muertos... así también nosotros vivamos una 
nueva vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el 
pecado y en la nueva participación en la gracia (cf Ef 2, 4-5; 1 P 1, 3). 
Realiza la adopción filial porque los 1996 hombres se convierten en 
hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después 
de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (Mt 28, 10; Jn 20, 17). 
Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta 
filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo 
único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección. 

655 Por último, la Resurrección de Cristo -y el propio Cristo 
resucitado- es principio y fuente de 989 nuestra resurrección futura: 
"Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que 
durmieron... del mismo modo que en Adán mueren todos, así también 
todos revivirán en Cristo" (1 Co 15, 20-22). En la espera de que esto 
se realice, Cristo 1002 resucitado vive en el corazón de sus fieles. En El 
los cristianos "saborean los prodigios del mundo futuro" (Hb 6, 5) y su 
vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf Col 3, 1-3) 
para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y 
resucitó por ellos" (2 Co 5, 15). 

RESUMEN

656 La fe en la Resurrección tiene por objeto un acontecimiento a la 
vez históricamente atestiguado por los discfpulos que se encontraron 
realmente con el Resucitado, y misteriosamente trascendente en 
cuanto entrada de la humanidad de Cristo en la gloria de Dios. 

657 El sepulcro vacío y las vendas en el suelo significan por sí 
mismas que el cuerpo de Cristo ha escapado por el poder de Dios de 
las ataduras de la muerte y de la corrupción. Preparan a los discípulos 
para su encuentro con el Resucitado.

658 Cristo, "el primogénito de entre los muertos" (Col 1, 18), es el 
principio de nuestra propia resurrección, ya desde ahora por la 
justificación de nuestra alma (cf Rm 6, 4), más tarde por la vivificación 
de nuestro cuerpo (cf Rm 8, 11).



Artículo 6 

"JESUCRISTO SUBIÓ A LOS CIELOS
Y ESTA SENTADO A LA DERECHA DE 
DIOS, PADRE TODOPODEROSO" 

659 "Con esto, el Señor Jesús, después de 
hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios" 
(/Mc/16/19). El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su 
Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y 
sobrenaturales, de las que desde 645 entonces su cuerpo disfruta para 
siempre (cf Lc 24, 31; Jn 20, 19. 26). Pero durante los cuarenta días en 
los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos (cf Hch 10, 41) 
y les instruye sobre el Reino (cf Hch 1, 3), su gloria aún queda velada 
bajo los rasgos de una humanidad ordinaria (cf Mc 16, 12; Lc 24, 15; 
Jn 20, 14-15; 21, 4). 66 La última aparición de Jesús termina con la 
entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada 
por la nube (cf Hch 1, 9; cf también Lc 9, 34-35; Ex 13, 22) 697 y por el 
cielo (cf Lc 24, 51) donde él se sienta para siempre a la derecha de 
Dios (cf Mc 16, 19; Hch 2, 33; 7, 56; cf también Sal 110, 1). Sólo de 
manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo "como 
un abortivo" (1 Co 15, 8) en una última aparición que constituye a éste 
en apóstol (cf 1 Co 9, 1; Ga 1, 16). 642

660 El carácter velado de la gloria del Resucitado durante este 
tiempo se transparenta en sus palabras misteriosas a Maria 
Magdalena: "Todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos 
y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios" (Jn 
20, 17). Esto indica una diferencia de manifestación entre la gloria de 
Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El 
acontecimiento a la vez histórico y trascendente de la Ascensión marca 
la transición de una a otra. 

661 Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera, 
461 es decir, a la bajada desde el cielo realizada en la Encarnación. 
Sólo el que "salió del Padre" puede "volver al Padre": Cristo (cf Jn 16, 
28). "Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del 
hombre" (Jn 3, 13; cf, Ef 4, 8-10). Dejada a sus fuerzas naturales, la 
humanidad no tiene acceso a la "Casa del Padre" (Jn 14, 2), a la vida y 
a la felicidad de Dios. Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al 
hombre, "ha querido precedernos como cabeza nuestra 792 para que 
nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza 
de seguirlo en su Reino" (MR, Prefacio de la Ascensión). 

662 "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia 
mí" (Jn 12, 32). La elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación 
en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el 1545 único 
Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, no "penetró en un Santuario 
hecho por mano de hombre..., sino en el mismo cielo, para presentarse 
ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9, 24). En el 
cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. "De ahí que 
pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que 
está siempre vivo para interceder en su favor" 1137 (Hb 7, 25). Como 
"Sumo Sacerdote de los bienes futuros" (Hb 9, 11), es el centro y el 
oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los cielos (cf Ap 
4, 6-11).

663 Cristo, desde entonces, está sentado a la derecha del Padre: 
"Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, 
donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos 648 los siglos, 
como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente 
después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada" (San 
Juan Damasceno, f. o. 4, 2; PG 94, 1104C).

664 Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del 
reino del Mesías, 541 cumpliéndose la visión del profeta Daniel 
respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y 
todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un 
imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" 
(Dn 7, 14). A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en 
los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Símbolo de 
Nicea-Constantinopla).

RESUMEN

665 La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la 
humanidad de Jesús en el dominio celestial de Dios de donde ha de 
volver (cf Hch 1, 11), aunque mientras tanto lo esconde a los ojos de 
los hombres (cf Col 3, 3).

666 Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino 
glorioso del Padre para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos 
en la esperanza de estar un día con él eternamente.

667 Jesucristo, habiendo entrado una vez por todas en el santuario 
del cielo, intercede sin cesar por nosotros como el mediador que nos 
asegura permanentemente la efusión del Espíritu Santo.



Artículo 7 

"DESDE ALLI HA DE VENIR A JUZGAR
A VIVOS Y MUERTOS"


I VOLVERA EN GLORIA 

Cristo reina ya mediante la Iglesia...

668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de 
muertos y vivos" (Rm 14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa 
su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de 
Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los 450 cielos y 
en la tierra. El está "por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, 
Dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas" 
(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf Ef 4, 10; 1 Co 15, 24. 
27-28) y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso toda 
la Creación encuentran su recapitulación 518 (Ef 1, 10), su 
cumplimiento trascendente. 
669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que 792 
es su Cuerpo (cf Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo 
cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La 1088 
Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu 
Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf Ef 4, 11-13). "La Iglesia, o el reino de 
Cristo presente ya en misterio", "constituye el germen 541 y el comienzo 
de este Reino en la tierra" (LG 3; 5). 

670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su 
consumación. Estamos ya en la "última hora" (1 Jn 2, 18; cf 1 P 4, 7). 
1042 "El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del 
mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna 
manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en 
efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, 825 
aunque todavía imperfecta" (LG 48). El Reino de Cristo manifiesta 547 
ya su presencia por los signos milagrosos (cf Mc 16, 17-18) que 
acompañan su anuncio por la Iglesia (cf Mc 16, 20).

...esperando que todo le sea sometido

671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no 
está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf Mt 25, 
31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto 
de los ataques de los poderes del mal (cf 2 Te 2, 7), a pesar de que 
estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. 
Hasta que todo le haya sido sometido (cf 1 Co 15, 28) 1043, y "mientras 
no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que 769 habite la justicia, 
la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e 773 instituciones, que 
pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella 
misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta 
ahora y que esperan la manifestación de los 1043 hijos de Dios" (LG 
48). Por esta razón los cristianos piden, sobre 2046 todo en la 
Eucaristía (cf I Co 11, 26), que se apresure el retorno de 2817 Cristo (cf 
2 P 3, 11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (cf 1 Co 16, 22; Ap 
22, 17-20).

672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del 
establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf 
Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf Is 11, 1-9), debía traer a todos 
los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. 732 
El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del 
testimonio (cf Hch 1, 8), pero es también un tiempo marcado todavía 
por la "tristeza" (1 Co 7, 26) y la prueba del mal (cf Ef 5, 16) que afecta 
también a la Iglesia (cf 1 P 4, 17) e inaugura los combates de los 
últimos días (1 Jn 2, 18; 4, 3; 1 Tm 4, 1). 2612 Es un tiempo de espera y 
de vigilia (cf Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37)

El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel

673 Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria 1040 
1048 es inminente (cf Ap 22, 20), aun cuando a nosotros no nos "toca 
conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su 
autoridad" (Hch 1, 7; cf Mc 13, 32). Este advenimiento escatológico se 
puede cumplir en cualquier momento (cf Mt 24, 44; 1 Te 5, 2), aunque 
tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén 
"retenidas" en las manos de Dios (cf 2 Te 2, 3-12).

674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de 
la historia (cf Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por 
"todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está 
endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad" (Rm 11, 20) respecto a 
Jesús. San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de 
Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros 
pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la 
consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a 
quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, 
de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19 21). Y San 
Pablo le hace eco: "Si su reprobación ha sido la reconciliación del 
mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los 
muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la plenitud de 840 los judíos" (Rm 
11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los 
gentiles (Rm 11, 25; cf Lc 21, 24), hará al 58 Pueblo de Dios "llegar a la 
plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 
Co 15, 28).

La última prueba de la Iglesia

675 769 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar 
por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf Lc 
18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación 
sobre la tierra (cf Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "Misterio de 
iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a 
los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio 
de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del 
Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se 
glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías 
venido en la carne (cf 2 Te 2, 4-,12; 1 Te 5,2-3; 2 Jn7; 1 Jn2, 18.22). 

676
Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada 
vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo 
cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio 
escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta 
falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf DS 3839), 
sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, 2425 
"intrínsecamente perverso" (cf Pío XI, "Divini Redemptoris" que condena el 
"falso misticismo" de esta "falsificación de la redención de los humildes"; GS 
20-21). 


677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de 1340 
esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su 
Resurrección (cf Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, 
mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf Ap 13, 8) en forma de un 
proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último 2853 
desencadenamiento del mal (cf Ap 20, 7-10) que hará descender 
desde el cielo a su Esposa (cf Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la 
rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf Ap 20, 12) después 
de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf 2 P 3, 
12-13).


1038:1041 II PARA JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS
JUICIO-FINAL/CEC

678 Siguiendo a los profetas (cf Dn 7, 10; Jl 3, 4; Mi 3,19) y a Juan 
Bautista (cf Mt 3, 7-12), Jesús anunció en su predicación el 1470 Juicio 
del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno 
(cf Mc 12, 38-40) y el secreto de los corazones (cf Lc 12, 1-3; Jn 3, 
20-21; Rm 2, 16; 1 Co 4, 5). Entonces será condenada la incredulidad 
culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios (cf Mt 11, 
20-24; 12, 41-42). La actitud con respecto al prójimo revelará la 
acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (cf Mt 5, 22; 7, 1-5). 
Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos 
míos más pequeños, a mi me lo hicisteis" (Mt 25, 40). 

679 Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar 
definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a 
Cristo como Redentor del mundo. "Adquirió" este derecho por su Cruz. 
El Padre también ha entregado "todo juicio al Hijo" (Jn 5, 22; cf Jn 5, 
27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; 17, 31; 2 Tm 4, 1). Pues bien, el Hijo no ha 
venido para juzgar sino para salvar (cf Jn 3, 17) y para dar la vida que 
hay en él (cf Jn 5, 26). Es por el 1021 rechazo de la gracia en esta vida 
por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf Jn 3, 18; 12, 48); es 
retribuido según sus obras (cf 1 Co 3, 12-15) y puede incluso 
condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor (cf Mt 12, 32; 
Hb 6, 4-6; 10, 26-31).

RESUMEN 

680 Cristo, el Señor, reina ya por la Iglesia, pero todavía no le están 
sometidas todas las cosas de este mundo. El triunfo del Reino de 
Cristo no tendrá lagar sin un último asalto de las fuerzas del mal. 

681 El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria 
para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el 
trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia.

682 Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a juzgar a vivos y 
muertos, revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a 
cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de 
la gracia.