ASAMBLEAS FAMILIARES

EL CRISTIANO TESTIGO DE CRISTO


LECTURA BÍBLICA
(Abran todos, por favor, el Evangelio de San Mateo, Cap. 5, 
13-16).

«Vosotros sois la sal de la tierra; ¿pero si la sal se desvirtúa con 
qué se salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la 
pisen los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse la ciudad 
asentada sobre un monte, ni se enciende una lámpara y se la pone 
debajo de una vasija, sino sobre el candelero para que alumbre a 
cuantos hay en casa.
Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo 
vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en el 
cielo.» 
¡Palabra de Dios!

* * *


1. El testimonio en la Historia de la Salvación
Cuando un reo es llevado ante un tribunal, son convocados 
también los testigos, es decir, aquellos que deben decir lo que han 
visto y oído acerca del acusado. Su papel es decir ante el tribunal: 
he visto tales y tales cosas de este hombre.
El cristiano es también un testigo; pero un testigo muy particular, 
porque su oficio no es dar testimonio acerca de delitos o crímenes, 
sino el de testimoniar acerca de esto: el amor de Dios por los 
hombres y de la salvación que El nos manifestó en Cristo.
Cada cristiano es un eslabón en la inmensa cadena de testigos 
en la historia de la salvación.
Los Patriarcas y grandes personajes del antiguo Pueblo 
escogido fueron testigos de las promesas de Dios. Y su papel fue 
mantener viva la Fe en la palabra de Dios, que cumpliría lo que 
había prometido (Hb. 11, 1-40).
Juan Bautista dio testimonio de Cristo a fin de que todos 
creyesen en El (Jn 1, 7).
Cristo da testimonio del Padre que lo envió para salvar al 
mundo:
«Hablo de lo que sé y doy testimonio de lo que he visto cerca de 
mi Padre» (Jn. 3, 11). «La palabra que escuchéis no es mía sino 
de aquél que me ha enviados» (Jn. 14, 24).

Los Apóstoles y Evangelistas nos transmiten el mensaje de 
Cristo a manera de un testimonio:

«Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que 
hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y nuestras 
manos tocaron acerca del Verbo de Vida, de esto damos 
testimonio; y os anunciamos la vida eterna, la que estaba junto al 
Padre y se manifestó a nosotros». (1 Jn. 1, 1.2).

2. Todo cristiano, testigo de la fe.
Cada cristiano recibe esta misión de ser testigo de Cristo, desde 
el día que se ha incorporado a El por el Bautismo. El Bautismo es 
la carta del testimonio cristiano.
Este testimonio es un precepto del Señor:

«Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros» (Jn. 20, 
21). «Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y 
hasta los confines de la tierra» (Hech. I, 8).

San Pablo nos presenta el mundo como un lugar público, en el 
cual somos expuestos para servir de espectáculo a los hombres, 
ante los cuales por lo mismo debemos dar testimonio de nuestra 
condición (1 Cor 4, 9; cf. 2 Cor 4, 8-12).
Entre los testigos de Cristo ocupan un lugar privilegiado los 
mártires, cuyo nombre mismo quiere decir testigo, los cuales han 
dado testimonio de Cristo no sólo con sus palabras, sino además 
con lo que es de más valor para el hombre: la propia vida.
La Iglesia es el gran testigo le Cristo ante las naciones de la 
Tierra. Su misión es dar testimonio de la salvación de Cristo y 
hacerla presente en medio de los hombres.
Dentro de la Iglesia, el cristiano debe dar testimonio de lo que 
ha visto y oído acerca de Cristo. Testimonio de palabra, de obra y, 
si es preciso también, con su vida. Porque también en nuestro siglo 
XX la Iglesia cuenta mártires entre sus hijos, en diferentes partes 
del mundo, víctimas de leyes injustas en países ateos o enemigos 
del nombre cristiano.

3. Testimonio de la fe para nuestro mundo.
Sin ir tan lejos, la misma sociedad en que vivimos reclama la 
presencia de Cristo a través de nuestro testimonio.
El materialismo y el confort colectivo, las injusticias sociales, el 
odio, la corrupción moral y administrativa, van minando día a día 
los fundamentos cristianos de la sociedad. Es preciso que las 
convicciones y la acción de cada cristiano sean una prueba del 
valor eterno e inmutable de las exigencias de Cristo y sean también 
un fermento que levante esta masa empobrecida.
Ser cristiano, o católico, no consiste únicamente en no matar, en 
no robar. Cristo nos propuso un ideal más perfecto, que esas 
cosas meramente negativas; y nos puso a nosotros, a mí, cristiano, 
para dar testimonio de ese ideal. Y para dar testimonio en mi vida 
privada y en mi vida social, sin contradicciones entre lo que creo y 
lo que obro.
¿De qué nos sirve quejarnos de las injusticias, de la 
inmoralidad, de la irreligión? ¿Qué hemos hecho para remediar 
estos males? ¿Ignoramos acaso que el «venga tu reino», que 
pedimos diariamente al Padre, no se cumplirá sin nuestra 
colaboración?

El cristiano debe ser testigo ante el mundo de tres cosas:

a) De lo que ha visto y oído: es decir, del amor que Dios ha 
tenido para con los hombres y de la salvación que El nos ha 
manifestado en Cristo.

b) De lo que actualmente ve y vive: es decir, de la presencia de 
Cristo en su Iglesia, en el mundo y en medio de nosotros. Y la 
certeza de esa presencia debe hacer de él un apóstol y un 
misionero activo de Cristo entre los hombres por medio del Amor.

c) De lo que espera. Porque es parte del Pueblo de Dios, que 
va ya en marcha hacia la plena posesión de los bienes prometidos. 
Vive en una comunidad de esperanza y por lo mismo sabe que «las 
tribulaciones del tiempo presente no guardan proporción con la 
gloria que se ha de manifestar en nosotros» (Rm. 8, 18).

El cristiano, sin embargo, no está solo en este esfuerzo de 
testimonio. Para ello recibe la fuerza del mismo Espíritu Santo, 
cuya tarea propia es dar a cada uno las gracias que le son 
necesarias, para cumplir con su misión de testigo en el puesto que 
ocupa entre los hombres y en la sociedad (Cf. 1 Cor. 12, 4-11).
La escucha de la Palabra de Dios en estos días es un 
llamamiento a nuestra entrega a Cristo, una invitación a asumir 
nuestro deber de ser testigos suyos, a hacer presente en el mundo 
el testimonio mismo de Dios, que consiste en esto: «... que nos dio 
vida eterna, y esta vida eterna está en su Hijo» ( 1 Jn 5, 11).
¿Nos avergonzamos de ser testigos de Cristo? «El que se 
avergonzare de Mí y de mis palabras, también me avergonzaré de 
él en el último día» (Cf. Lc 9, 26).


DIALOGO DEL DÉCIMO MENSAJE 

OBJETIVO
Despertar el amor al apostolado para que todos den testimonio 
de Cristo con su vida y con sus palabras.

INTRODUCCIÓN
Para transformar un ambiente es necesario:
a) Compartir las preocupaciones del mismo, fomentando todo lo 
bueno.
b) Lograr un clima de fraternidad, donde todos puedan 
conocerse mejor, estudiando los distintos problemas.
c) Trabajar con los demás, amándolos, aceptándolos, confiando 
profundamente que Cristo ya salvó al mundo y que corresponde al 
cristiano ser fiel testigo de esa salvación. Por tanto, trabajar con 
los demás significa caminar con los hombres a su paso y no al 
nuestro, hablándoles un lenguaje de comprensión como el de 
Cristo.
Todo esto es mucho más que hablar de Cristo; es poner a los 
hombres en su presencia; es dar testimonio de Cristo.

PARA DIALOGAR
(Todos han de intervenir en la contestación de estas 
preguntas.)

1.-¿Por qué hoy, más que en ninguna época, el mundo necesita 
de nuestro testimonio de cristianos?

2.-¿Cómo podemos en nuestra vida diaria (familia, oficina, taller, 
relaciones sociales) ejercer la misión de testigos de Cristo?

3.-Los bautizados que viven mal, los que son injustos en sus 
negocios, los que no van a misa ni frecuentan los Sacramentos, los 
que promueven escándalos.... ¿están dando testimonio de Cristo? 
¿Por qué?

PARA EL ANIMADOR
(Respuestas que le pueden servir para aclarar el diálogo.)

1.-Porque la sociedad en que vivimos tiene necesidad de Dios y 
reclama la presencia de Cristo a través de nuestro testimonio. El 
materialismo y el «confort» colectivo, las injusticias sociales, el 
odio, la corrupción moral y administrativa, están minando día a día 
los fundamentos cristianos de la sociedad y es preciso que el 
criterio, la convicción y la acción de cada cristiano sean una 
prueba del valor inmutable y eterno de Cristo y de su Evangelio.

2.-Debemos dar testimonio de Fe, Amor y Esperanza, O sea:

a) De lo que hemos visto y oído: es decir, del amor que Dios ha 
tenido a los hombres y de la salvación que El nos ha manifestado 
en Cristo; con la respuesta generosa y la firme adhesión, que 
debemos a su Persona y a su Evangelio.

b) De lo que actualmente vemos y vivimos: es decir, de la 
presencia de Cristo en su Iglesia, en el mundo y en medio de 
nosotros. La certeza de esta presencia y la gracia que nos dio en 
el Bautismo y Confirmación, haciéndonos Sacerdotes, Reyes y 
Profetas, exigen que seamos Apóstoles activos de Cristo.

c) De lo que esperamos: porque somos parte del Pueblo de 
Dios en marcha hacia la plena posesión de los bienes eternos. 
Vivimos en una Comunidad de Esperanza, y por lo mismo sabemos 
que «las tribulaciones del tiempo presente no valen la pena en 
proporción con la gloria que se ha de manifestar en nosotros» 
(Ro». 8, 18).

3.-En nuestra vida diaria podemos ejercer la misión de testigos 
de Cristo, cumpliendo, unidos a El por la gracia y la rectitud de 
intención, los deberes cotidianos propios de nuestro estado. No es 
necesario hacer cosas extraordinarias como no las necesitaron la 
Virgen María y San José, para santificarse espléndidamente y 
servir a Cristo... Debemos hacer honor a nuestro título de 
cristianos, como el profesional o el militar pundonoroso.

4.-Los que viven mal, etc., no dan testimonio de Cristo y sí 
perjudican grandemente a la Iglesia; porque los enemigos de ésta 
se aprovechan de tales fallos para desacreditarla y arrojar lodo en 
su rostro.
Un mal esposo, un mal hijo, un ladrón, homicida, suicida, 
ocasionan deshonor a la familia. También los malos cristianos 
perjudican y deshonran a la Familia de Cristo, al Pueblo de Dios.

CONCLUSIONES
(Procure el Animador que los asistentes señalen conclusiones 
prácticas. El puede anotar después algunas):

-Vivir de tal manera que los demás no vean contradicción entre 
lo que creemos y lo que obramos.
-Proponer la enmienda de algún vicio que escandaliza.
-Cumplir honrada y cuidadosamente los deberes del hogar, de 
la oficina, de la fábrica, del taller, etc
-Participar en las obras de apostolado de nuestra Parroquia.

CANTO 49. ANUNCIAREMOS TU REINO, SEÑOR
Anunciaremos tu Reino, Señor, 
tu Reino, Señor, tu Reino.

1. Reino de paz y justicia, 
reino de vida y verdad:
Tu reino, Señor, tu reino.

2. Reino de amor y de gracia, 
reino que habita en nosotros: 
Tu reino...

3. Reino que sufre violencia, 
reino que no es de este mundo: 
Tu...

4. Reino que ya ha comenzado, 
reino que no tendrá fin: 
Tu reino...

ORACIÓN
Animador: 
Oremos, hermanos, pidiendo a Dios la gracia de dedicarnos de 
lleno a dar testimonio de su Hijo Jesucristo, pues «si vivimos, para 
el Señor vivimos; y si morimos, morimos por el Señor» (Rm. 14, 8).

Animador: 
Para que comprendamos que el Plan de Dios nos hace 
instrumentos valiosos y necesarios en sus manos, roguemos al 
Señor.

Animador: 
Para que aprendamos a ofrecer cada día nuestras obras y 
trabajos por amor de. Dios y salvación de los hombres, roguemos 
al Señor.

Animador: 
Para que sepamos hacer apostolado con nuestras buenas 
obras y palabras, en todas partes y a toda hora roguemos al 
Señor.

Animador: 
Te pedimos, Padre celestial, 
que fortalezcas nuestra debilidad humana 
con la fuerza de tu Espíritu, 
para que podamos cumplir en el mundo.
nuestra misión de cristianos, 
testigos de la fe en Cristo.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Asamblea: Amén.

CESPLAM-1. Págs. 85-92