ASAMBLEAS FAMILIARES
CONOCER A CRISTO, HIJO DE DIOS
LECTURA BÍBLICA
(Sírvanse buscar todos el evangelio de San Mateo, cap. 16, vs.
13-21).
«Viniendo después Jesús al territorio de Cesarea de Filipo,
preguntó a sus discípulos: ¿quién dicen los hombres que es el Hijo
del Hombre? Respondieron ellos: Unos dicen que Juan Bautista,
otros que Elías; otros que Jeremías o alguno de los profetas.
Díceles Jesús: ¿Y vosotros quién decís que soy? Tomando la
palabra Simón Pedro dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo
de Jonás, porque no te ha revelado eso la carne ni la sangre, sino
mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los
cielos, y todo lo que atares sobre la tierra, será atado en los cielos;
y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en
los cielos.
Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que El
era Jesús, el Cristo.»
¡Palabra de Dios!
* * *
1. Quién es Jesucristo
En nuestro diálogo anterior hemos hablado de que Dios cumplió
su plan de salvación en Cristo. Y hemos hablado también de que
Cristo, al hacerse hombre como nosotros, entró a formar parte de
nuestra historia humana.
Hoy vamos a hablar acerca de quién es exactamente este
personaje al cual llamamos Cristo o Jesús, y qué actitud debemos
tener ante El.
Abrimos la Sagrada Escritura y leemos en el capítulo 16 de San
Mateo:
«Cuando llegó Jesús al territorio de Cesarea de Filipo, preguntó
a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
Hombre? Y ellos respondieron: unos dicen que es Juan Bautista;
otros, que Jeremías o alguno de los profetas. Jesús les dijo: Y
vosotros ¿quién decís que soy yo? Tomando la palabra Pedro
respondió: Tú eres Cristo, el Hijo del Dios vivo» (vs. 13~16).
A Dios nadie lo ha visto. Dios es invisible. Sin embargo El se
hizo palpable y presente en medio de los hombres a través de
Cristo.
Los discípulos lo vieron cambiar el agua en vino, echar a los
mercaderes del templo, multiplicar los panes en el desierto,
enseñar continuamente a las muchedumbres, caminar sobre el
lago de Tiberíades, dar la vista a un ciego de nacimiento en
Jerusalén, resucitar a Lázaro, entrar triunfalmente en la Ciudad
Santa, lavarles los pies en la Ultima Cena y morir en la Cruz.
Después vieron su tumba vacía, y a El vivo de nuevo, hablando y
comiendo con ellos, y por último elevándose en el Monte de los
Olivos y desapareciendo hacia el cielo.
Los Apóstoles vieron todas estas cosas que, sin embargo, no
fueron las únicas actuaciones de Cristo. Los evangelistas no han
dado más que unos pocos hechos de la vida de Cristo.
San Juan dice en las últimas páginas de su Evangelio:
«Jesús obró en presencia de sus discípulos otros muchos
milagros que no han sido escritos en este libro. Y éstos han sido
escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y
para que creyéndolo tengáis vida en nombre suyo» (20, 30-31).
Todas las páginas del Evangelio están llenas de la afirmación
de que Jesús es Dios e Hijo de Dios.
Por dos veces el Padre Celestial da testimonio de que Cristo es
Hijo suyo, cuando en los momentos del Bautismo y de la
Transfiguración hace oír su voz: «Este es mi Hijo amado, el
predilecto» (Mt. 3, 17; 17, 5; Lc.3, 16; etc.).
Haciendo eco a este testimonio, Jesús llama a Dios su «Padre».
(Lc. 2 49; Jn. numerosas ocasiones). Y un día en conversación
íntima con sus discípulos, llega a decir:
«Estoy en el Padre y el Padre está en Mi... Mi Padre y Yo somos
una sola cosa» (Jn. 10, 30-38).
Sus propios milagros, la expulsión del demonio, los numerosos
perdones otorgados, son actos con los cuales Cristo manifiesta su
divinidad.
Más aún: la declaración de que es Hijo de Dios, es la que le vale
su sentencia de muerte. Cristo no fue sentenciado por motivos de
dinero, ni por motivos políticos, ni siquiera por haber querido
hacerse Rey. Fue condenado a muerte por haber dicho que era
Hijo de Dios. Y aceptó esa muerte, consciente de por qué se le
condenaba. Era una verdad dura para los Judíos. Y dura también
en aquel momento para Cristo; pero El no podía negarla ni evitarla,
a pesar del escándalo que causaba:
«Para esto he nacido y para esto he venido al mundo para dar
testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad, oye mi voz».
(Jn. 18-37).
Desde un principio, Cristo encuentra esa violenta oposición y
guerra a muerte, pero siempre afirma que es Hijo de Dios.
«Por esto pretendían los judíos matarlo, no sólo porque
quebrantaba el sábado, sino por que decía que Dios era su Padre,
haciéndose así igual a Dios» (Jn. 5,18).
2. La fe en Cristo, Hijo de Dios.
Después de Pentecostés los Apóstoles y discípulos no hicieron
otra cosa que dar testimonio de esa divinidad; ser los testigos del
Hijo de Dios entre los demás hombres. Y lo que ellos vieron y
oyeron del Hijo de Dios, nos lo transmitieron para que nosotros
creyéramos y tuviéramos la vida eterna. Y la vida eterna consiste
en esto: En que conozcamos al Dios verdadero y a su enviado
Jesucristo. (Cfr. Jn. 17, 3).
Diariamente, a cada momento de nuestra jornada, nos
informamos por la prensa, por la radio, por las charlas con
nuestros amigos, de los robos, los crímenes, los acontecimientos
políticos, etc.
¿No es cierto que todo eso lo creemos y lo damos por
verdadero sin haberlo visto, sólo porque nos lo refieren los
demás?
Vivimos continuamente haciendo actos de fe en la veracidad de
los otros. Esta es la fe humana: Hacer una verdad, apoyándose en
el testimonio de los demás.
La fe en Cristo difiere de esa fe en esto: en que se apoya no
en una persona humana, sino en una Persona Divina; en Cristo
que es Dios; nuestra fe en Cristo es una fe en Dios.
Y porque Cristo es Hijo de Dios y salvador nuestro, por eso
debemos dar el paso decisivo: abandonarnos a Cristo.
La fe no consiste sólo en aceptar verdades que no
comprendemos: la fe es una entrega, un abandono a Cristo y a
todo cuanto El hace por nosotros y pide de nosotros.
Jesús es el Salvador: El mismo es el mensaje de Dios, la
Palabra de Dios, el pensamiento de Dios. Por eso su Persona y su
Doctrina no pueden ser discutidas o aceptadas en la medida en
que cuadran con nuestro criterio personal. Por eso su Persona
merece nuestra adoración y nuestra fe, y su Evangelio debe ser el
criterio de nuestra conducta humana.
Nuestra fe, fundada en el mismo testimonio divino y en el
testimonio de aquellos que vivieron con Jesús y oyeron el
Evangelio de su misma boca y fueron testigos de su resurrección,
debe ser una entrega total a la persona de Aquel que, siendo
hombre, quiso compartir nuestras flaquezas; y siendo Hijo de Dios,
nos santificó y salvó con su gracia.
«Solamente con la fe y la meditación de la Palabra Divina se
puede conocer siempre y en todo lugar a Dios, en quien vivimos,
nos movemos y existimos (Act. 17, 28), buscar su voluntad en
todos los acontecimientos, contemplar a Cristo en todos los
hombres, sean próximos o extraños, y juzgar rectamente sobre el
sentido y valor de las cosas materiales en si mismas y en
consideración al fin del hombre» (Decreto sobre el apostolado de
los seglares, número 4).
DIALOGO DEL CUARTO MENSAJE
OBJETIVO
Despertar en los asistentes la Fe en Cristo, para que respondan
con una conversión total y una adhesión perfecta a la persona de
Jesucristo.
INTRODUCCIÓN
El Animador puede introducirse así:
Cada página, cada articulo del periódico nos informa de hechos
que nos es imposible controlar: incendios en ura sector comercial
con pérdidas de miles... Carrera ciclista: va a la cabeza el equipo
X... Se accidentó un avión con cincuenta pasajeros... ¿No es cierto
que creemos en todo eso y lo damos por verdadero?
Vivimos haciendo actos de fe en la veracidad de los demás.
Esto es fe humana: aceptar una verdad, apoyándonos en el
testimonio de los otros.
La fe en Cristo no difiere de la fe humana, sino por la persona
en que se apoya; es decir, en la Persona de Cristo.
Y porque Cristo es el Hijo de Dios, por eso debemos dar el paso
decisivo: creer y confiar en Cristo.
PARA DIALOGAR
(El Animador debe procurar que todos respondan a cada
pregunta, haciendo «mesa redonda», antes de dar él su opinión.)
1. ¿Por qué podemos confiar en la veracidad de Cristo, sin
riesgo de engañarnos? Dar algunas pruebas.
2. ¿Cómo explican ustedes que hayan cristianos que viven
alejados de Dios y hundidos en vicios degradantes?
3. ¿Qué podemos hacer para iluminar y aumentar nuestra fe en
Cristo, para que influya en todos los actos de nuestra vida?
ORIENTACIONES PARA EL ANIMADOR:
1.-Creemos en la veracidad de Cristo, porque es el Hijo de Dios.
Se prueba que es el Hijo de Dios:
-Por el testimonio del Padre: «Este es mi hijo muy amado,
escuchadle (Mt. 17, 1-13).
-Porque perdona los pecados (Lc. 7, 47; Mc. 2, 7; Jn. 1,29).
-Porque hizo milagros (Mt. 9, 6; Mc. 7, 37; Jn. 10, 38).
-Porque resucitó por su propia fuerza (Mt. 28, 1; Jn. 20, 1 ).
Siendo Hijo de Dios, es Dios mismo, verdad eterna (Jn. 14, 6).
2.-Muchos cristianos viven alejados de Dios y hundidos en
vicios, porque:
-Ignoran o no quieren reconocer a Cristo como Hijo de Dios.
-Tienen una fe muy infantil y no se han preocupado por
robustecerla, con la lectura de la Biblia y de los documentos de la
Iglesia.
-Porque cegados por los mismos vicios, su fe se ha apagado y
no alcanzan a percibir las grandezas de la virtud.
3.-Para aumentar la fe debemos:
-Hacer oración, es decir, establecer contacto con Dios, que se
ha revelado a nosotros por Cristo.
-Mantener los conocimientos religiosos, por lo menos al nivel de
los demás conocimientos.
-Aceptar las decisiones de la Iglesia, aunque se deba cambiar
radicalmente el modo de pensar y de actuar.
CONCLUSIONES
(Hacer que los concurrentes saquen conclusiones prácticas, por
ejemplo):
Adherirnos a la persona de Cristo Hijo de Dios:
-Tratando de sentirlo presente en todos nuestras obras...
-Leyendo con frecuencia los Santos Evangelios, para conocer
mejor su enseñanza.
CANTO 56. EL SEÑOR ES MI FUERZA (J. A. Espinosa)
El Señor es mi fuerza, mi roca, y salvación (bis).
1. Tú me guías por sendas de justicia,
me enseñas la verdad.
Tú me das el valor para la lucha,
sin miedo avanzaré.
2. Iluminas las sombras de mi vida,
al mundo das la luz.
Aunque pase por valles de tinieblas,
yo nunca temeré.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Animador: Oremos al Padre todos unidos para pedir el aumento
de la Fe.
Animador: Por los que no tienen Fe, o la tienen tan débil, que
no influye en su vida, para que se pongan en camino hacia Cristo,
roguemos al Señor.
Animador: Por la unión de todos los cristianos, para que los que
tenemos una misma Fe, formemos un solo Pueblo de Dios,
roguemos al Señor.
Animador: Por esta Asamblea, aquí reunida, para que
respondamos a Cristo con una Fe firme y operante, roguemos al
Señor.
Animador:
Te rogamos, Señor,
nos des a todos el don de la Fe
para que, venciendo todo egoísmo,
nos incorporemos a tu Reino.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Asamblea: Amén.
CESPLAM-1. Págs. 36-42