CATECUMENADO 44 

 

NACEMOS A LA FE EN UNA COMUNIDAD
LA IGLESIA ES MADRE



OBJETIVO CATEQUÉTICO 
* Descubrir que la Iglesia se convierte en madre 
   por la Palabra de Dios fielmente recibida (LG 64). 

34. La madre, tierra fecunda de la que nacemos 
La madre ocupa un lugar único y primordial en la vida ordinaria de los 
hombres. Ella es la tierra fecunda de la que nacemos. Ella es Eva, es 
decir, madre de los vivientes (Gn 3, 20). Su amor materno presenta dos 
aspectos fundamentales: uno es el cuidado y la responsabilidad 
absolutamente necesarios para la conservación de la vida del niño y su 
crecimiento. El otro va más allá de la mera conservación; es la actitud 
que engendra en el niño el amor a la vida (45). 

35. Como una tierra que mana leche y miel 
La misma idea se expresa en este simbolismo bíblico. La madre es 
como la tierra prometida, una tierra que mana leche y miel (Ex 3, 8). No 
es una tierra adusta donde simplemente se sobrevive, sino una tierra 
fértil y espaciosa donde además se hace dulce el vivir. Una madre debe 
ser una persona feliz, amante de la vida. El amor de la madre a la vida es 
contagioso, lo mismo que su ansiedad (46). 

36. Jerusalén, ciudad madre en Israel 
La madre constituye un símbolo utilizado frecuentemente en la historia 
de la salvación para expresar lo que es Jerusalén y la Iglesia. Jerusalén, 
centro de la tierra prometida, es en Israel la ciudad madre por excelencia 
(2 S 20, 19), de la que sus hijos obtienen alimento y protección. Y. sobre 
todo, la justicia y la fe en Yahvé, como Señor de los acontecimientos de 
su historia (47). 

37. La Iglesia, nueva Jerusalén, madre de pueblos 
Como Rebeca, a quien se desea una descendencia inmensa (Gn 24, 
60), Jerusalén vendrá a ser madre de pueblos; será la verdadera patria 
de los paganos, nacidos aquí o allá (Cfr. Sal 86, 4-5). Hacia ella se 
lanzan como palomas hacia el palomar todos los pueblos de la tierra (Is 
60, 1-8; 2, 1-5). Pero la Jerusalén histórica, replegándose sobre sí 
misma, se cierra a esta maternidad universal proyectada por Dios. Por 
ello será sustituida por otra Jerusalén que será verdaderamente "nuestra 
madre" (Ga 4, 26). Esta ciudad nueva es la Iglesia, que fecundada por el 
Espíritu, engendra a los hombres como hijos suyos e hijos de Dios en la 
experiencia de fe. La Iglesia se concreta en cada comunidad cristiana en 
particular (2 Jn 1). Está destinada a dar a Cristo la plenitud de su cuerpo 
y a reunir a todos los pueblos en la unidad de la fe y en el conocimiento 
pleno del Hijo de Dios (Ef 4, 13). Para esto es preciso nacer de nuevo 
(48). 

38. En el seno de la comunidad eclesial se gesta al hombre nuevo 
El simbolismo del nuevo nacimiento es bastante común en las 
religiones de la humanidad, pero en la Escritura expresa realidades de 
orden peculiar. En efecto, al nacimiento natural del hombre opone el 
Nuevo Testamento un nacimiento «de lo alto» (Cfr. Jn 3, 3). Nuestro 
nuevo nacimiento es consecuencia de una «semilla» de Dios depositada 
en nosotros (1 Jn 3, 9), la Palabra de Dios, es decir, Cristo (1 Jn 2, 14; 5, 
18). Acoger la predicación del evangelio es, por tanto, acoger la Palabra 
de Dios. Acoger la Palabra de Dios es ser concebido como hombre 
nuevo. Como dice Santiago, «Dios nos engendró por su propia voluntad, 
con Palabra de verdad» (St 1, 18), palabra sembrada en nosotros que 
debemos recibir con docilidad (Cfr. St. 1, 21). Desde que es acogida, la 
Palabra de Dios es una semilla destinada a crecer. Esta semilla crece en 
el seno materno de la comunidad eclesial. Así, el que se prepara al 
bautismo no es un individuo aislado; vive en una Comunidad que 
lentamente le va gestando hacia su nacimiento como hombre nuevo. La 
institución catecumenal responde a esta función maternal de la Iglesia. 
En el caso ordinario del Bautismo de los niños, la educación y desarrollo 
de la fe ha de ser, lógicamente, posterior (49). 

39. Nacemos a la fe incorporándonos a una comunidad creyente 
FE/C:
Nacemos a la vida de fe en el seno de la comunidad. La fe de cada 
uno de los miembros de la Iglesia no es sólo un acto individual. Es 
participar de la fe de la Iglesia. El hombre que secunda la predicación 
apostólica y se convierte a la fe se incorpora a la comunidad creyente 
congregada por el Padre en Jesucristo y mediante el Espíritu Santo. 
Convertirse a la fe viva en Cristo Jesús, anunciado por los enviados de 
Jesús, es asociarse a la comunidad de fe que es la Iglesia. Nacemos a la 
fe en una comunidad de fe. El creyente que desde niño ha sido educado 
en la fe, crece como creyente en el seno de la Iglesia participando de la 
fe de toda la Iglesia (Cfr. Hch 2, 47; 2, 41; Ef 4, 1-6; 1 Co 10, 17). Esta 
Iglesia Madre en la que nacemos no es sólo la comunidad local. Es la 
Iglesia universal, una, santa, católica y apostólica presente en cada 
comunidad local (50) 

40. La comunidad eclesial da a luz al hombre nuevo 
El proceso de gestación del hombre nuevo concluye en el nacimiento. 
Así el bautismo, sacramento de la fe, es el misterio por el que un hombre 
nace a la fe. La Iglesia celebra este acontecimiento como una gran fiesta 
suya. El Espíritu ha abierto su seno y le ha nacido un nuevo hijo, que lo 
es también de Dios. El cristiano debe amar a la Iglesia con amor filial. 
Como dice ·Cipriano-san: «Para que uno pueda tener a Dios por Padre, 
que tenga antes a la Iglesia por Madre» (51). 

41. Como niños recién nacidos en busca de la mayoría de edad 
Con el nacimiento del hombre nuevo, no termina la función materna de 
la Iglesia. Los bautizados son como niños recién nacidos que deben 
crecer hasta la mayoría de edad: «como niños recién nacidos, desead la 
leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si 
es que habéis gustado que el Señor es bueno» (/1P/02/02). La Iglesia ha 
de suscitar y alimentar el gozo, fruto del Espíritu Santo, el gozo de la 
celebración (especialmente de la Eucaristía), el gozo de las 
Bienaventuranzas, el gozo de la fraternidad cristiana: «Ved, ¡qué dulzura, 
qué delicia, convivir los hermanos unidos!» (Sal 132, 1) (52). 
42. La Iglesia es Madre 
«¡Alabada sea esta gran Madre llena de majestad, en cuyas rodillas yo 
lo he aprendido todo!», exclama un cristiano contemporáneo. 
·Agustín-SAN, por su parte, expresa así la maternidad de la Iglesia: «La 
Iglesia es para nosotros una Madre... Espiritualmente es de ella de quien 
hemos nacido. Nadie podrá encontrar un acogimiento paternal junto a 
Dios, si desprecia a su Madre la Iglesia» (53). 
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TEMA 44 

OBJETIVO: 
DESCUBRIR QUE EL HOMBRE NUEVO SE GESTA, NACE Y SE 
DESARROLLA EN EL SENO DE LA COMUNIDAD ECLESIAL 

PLAN DE LA REUNIÓN 
* Relato de acontecimientos significativos ocurridos desde la última 
reunión. 
* Oraci6n inicial: Sal 87. 
* Presentación del tema 44 en sus puntos clave. 
* Diálogo: interrogantes, aspectos descubiertos, experiencias. 
* Oración comunitaria: desde la propia situación . 

PISTA PARA LA REUNIÓN 
PUNTOS CLAVE 
* Como una tierra que mana leche y miel. 
* Jerusalén, ciudad madre. 
* La Iglesia, nueva Jerusalén. 
* En el seno de la comunidad se gesta el hombre nuevo. 
* Nacemos a la fe incorporándonos a una comunidad. 
* La comunidad da a luz al hombre nuevo. 
* Como niños recién nacidos. 
* La Iglesia es madre.