COMENTARIOS AL SALMO 132

 

1. POR LA FAMILIA

La felicidad de un hogar está en que todos los hermanos y hermanas se amen entre sí. Viven juntos muchos años en casa de sus padres, y allí aprenden a jugar juntos, a reñir unos con otros, a conocerse unos a otros mejor de lo que nadie más llegará a conocerlos, a defenderse unos a otros con una lealtad no igualada por ningún otro vínculo sobre la tierra: la lealtad de miembros unidos de una familia. La sangre habla en el hombre, y hermanos y hermanas saben que una misma sangre recorre sus venas.

«Ved: qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos».

Y la tristeza que da la experiencia y el realismo que trae la historia nos hacen añadir: «..y ¡qué raro!» Qué raro es que así suceda de hecho. Los lazos más fuertes de la naturaleza pueden desatarse, y el testimonio de la sangre puede acallarse. El hermano persigue al hermano, y las páginas de la historia se llenan de sangre fratricida. La paz en el hogar no es premisa que se pueda dar por descontada, sino noble victoria que ha de lograrse con los esfuerzos de todos.

Bendiciones muy especiales del Señor aguardan a la feliz familia que consiga la paz. La fragancia del ungüento y la frescura del rocío significan la suavidad y la nobleza de la vida en familia. La unión hace la fuerza, y la unión trae la felicidad a la familia cuyos miembros viven juntos en armonía.

Rezo por mi familia, por todas las familias, por todos los hermanos y hermanas del mundo, para que el amor fraternal que representan y practican llene sus hogares y, a través de ellos, la sociedad entera, y redima así por dentro a la humanidad.

«Porque allí manda el Señor la bendición: la vida para siempre».

CARLOS G. VALLÉS
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae. Santander 1989, pág. 247