FINALIDAD DE LA REVELACIÓN

 

RV/A-D:

El motivo de la Revelación divina, tanto en su vertiente natural como sobrenatural, es el amor de Dios, Amor con que Dios ama su propia grandeza. Dios, al contemplarla, se siente como movido a comunicarla, a explicitarla, más allá de su propio Ser y Vida. Del motivo se deriva la finalidad. Es la realización de la grandeza divina bajo formas creadas. Con respecto a la Revelación sobrenatural es necesario afirmar que su finalidad radica solamente en la realización bajo formas finitas de lo mas íntimo de la vida divina, de la vida del Amor Uno y Trino.

"Reino de Dios" llama la Sagrada Escritura a esta finalidad. Reino de Dios, que es tanto como decir "Reinado de Dios, Señorío de Dios".

El desarrollo de la grandeza divina bajo formas finitas y creadas comporta para las criaturas una cierta participación en esa misma grandeza.

La Revelación divina, al tender hacia la realización del Reino de Dios, tiende también hacia la participación de las criaturas en la vida divina de amor. Es, pues, una tendencia hacia la plenitud vital y bienaventurada de las criaturas. EL Amor -motivo de la Revelación-, aunque es amor de Dios a su propia majestad y grandeza, es al mismo tiempo amor a la criatura. En este sentido santo Tomás (Com. S. Juan, 14, 4) dice: «Es el amor quien realiza la Revelación de los misterios». La Revelación de Dios se deriva del amor y está al servicio del amor. No se trata en la Revelación de un enriquecimiento doctrinal o de un mero enriquecimiento de la razón. Tiende siempre a hacer que la criatura participe de la Vida divina. No violenta nunca la voluntad de las criaturas libres, sino que respeta su libertad: es una llamada que las inclina a que libremente se entreguen a Dios, al Amor, al cual tienen libre acceso.

El Señor tiene diferentes modos de revelarse. Todos los modos de Revelación tienen un carácter común: el histórico. Dios, interviniendo mediante acciones y palabras, se revela en un tiempo determinado de la Historia de los hombres, en un tiempo que podemos datar con exactitud cronológica. Dios para la manifestación de su Palabra y de su obra escogió un pueblo determinado el judío, como órgano instrumental de la Revelación. La Historia de este pueblo ha tenido necesariamente que ser distinta de la de otros pueblos. El pueblo judío sintió como una verdadera carga esta misión y se rebeló contra ella, probándonos con su resistencia que la Revelación no constituye la esencia de un pueblo, sino que es un don divino que viene de arriba.

Aún sigue la especificación. Dentro del pueblo judío, Dios eligió a hombres determinados, destinados de una forma especial a ser instrumentos de la Revelación; por ejemplo, a Abraham, Moisés y los Profetas.

El carácter histórico de la Revelación divina alcanzó en el plano de la Historia su máximo de intensidad con Cristo. Dios, mediante Cristo, intervino en la Historia humana no sólo obrando y hablando, sino como sujeto que obra y habla. Es evidente que Dios hubiera podido revelarse de otra manera. Hubiera podido por ejemplo, iluminar directamente a todos los hombres. Hubiera podido, para ser órganos de la Revelación, escoger a las comunidades naturales instituidas en la Creación: cada una de las familias o cada uno de los pueblos, sin establecer diferencias entre ellos, de suerte que cada uno de los individuos hubiese recibido la Revelación en virtud de su pertenencia a la familia o al pueblo dado. Dios hubiera podido hacer instrumentos directos de la Revelación a los representantes natos de esas comunidades naturales: padre, madre o Rey. En su sabiduría misteriosa, que el hombre no podrá nunca escudriñar, Dios ha escogido otros caminos. Podemos presumir que el motivo de este comportamiento puede haber sido el deseo de establecer por este modo la distinción más clara y posible entre los órdenes natural y sobrenatural. Así el hombre no podría nunca confundir las vidas sobrenatural y natural. Los hombres elegidos como instrumentos de la Revelación, aun después de su elección para esta misión, conservan su esencia natural, todas las limitaciones y deficiencias que les son propias. De un modo semejante a como Dios, al adoptar forma ajena encarnándose en Cristo, asumió la debilidad de la naturaleza humana así también se anexionó en la Revelación anterior a Jesús, las ideas, Ias formas de pensamiento, los modos de sentir y hasta las maneras de expresión peculiares de los instrumentos que elegía.

Los órganos de la Revelación, esos instrumentos que Dios ha escogido, reconocen que es el Señor mismo quien les habla y quien actúa en ellos. No pueden sustraerse a la misión que Dios les confía, aunque con frecuencia se rebelen contra ella: se ven forzados a ejecutar acciones y a proferir palabras que a ellos nunca se les hubieran ocurrido, por un lado. Y por otro, se sienten irrecusablemente obligados a comunicar a los demás su experiencia de Dios.

Por su mismo carácter histórico, la Revelación se diferencia del mito. EI mito es una personificación y deificación de cosas y acontecimientos naturales que se repiten en un continuo movimiento cíclico.

La automanifestación histórica de Dios se verifica o por medio de la acción divina o por medio de la palabra divina y a veces por medio de las dos.

a) Cuando Dios se revela por medio de acciones es El mismo quien está haciendo historia. Hay una clara diferencia entre la historia creada o realizada por Dios y la que hace el hombre mediante sus propias acciones, libres y responsables. La primera es la historia de la salvación.

Los acontecimientos que pertenecen a la historia creada por Dios y realizada por El, no están destinados directamente a fundar u ordenar la vida cultural, social o económica, sino que tienden a establecer las relaciones entre el hombre y Dios, a plasmar el Reino de Dios con un imperio de la Verdad y el Amor. Mas a pesar de las diferencias, hay una estrecha independencia entre ambas historias, la de la salvación y la profana. En efecto, la primera se lleva a cabo dentro de la segunda; así, podemos datarla tomando como puntos de arranque acontecimientos propios de la historia profana. Por otra parte, la historia de la salvación tiende a relacionar a los hombres con Dios, y, por consiguiente, a formarlos de tal modo que en sus decisiones de tipo histórico se refleje el orden debido, el orden querido por el mismo Dios. La historia de la salvación abarca, pues, una serie de hechos que no tienen un eco directo e inmediato en la historia profana, pero que constituyen una piedra angular para ella, ya que tratan de librar a los seres que la realizan del pecado, la soberbia, egoísmo, ambición, afán inmoderado de dominar, etcétera, poniéndolos bajo el señorío de la Verdad y del Amor.

La actividad redentora de Dios no consiste en acciones ciegas: es un actuar por el Espíritu Santo (Hebr., 9, 14). Por ella se revela el espíritu de Dios, su interioridad oculta. Por ella podemos percibir y ver quién es Dios y cómo es: quién es y cómo es el hombre Dios, por ejemplo, al revelarnos su misericordia, no solamente nos asegura que es misericordioso, sino sobre todo que ejecuta obras de misericordia. Así, las acciones históricas divinas vienen a ser un signo que revela los pensamientos y las intenciones de Dios, de manera que el hombre puede experimentar lo que El piensa o intenta.

b) El segundo modo de automanifestación histórica de Dios es la palabra, que habla al espíritu de los instrumentos que ha escogido para la Revelación. Por medio de la palabra ilumina Dios al hombre sobre una verdad de validez universal o, lo que es más común, sobre una situación circunstancial del momento.

Dios, al comunicar una verdad eterna por medio de una visión o por medio de una mera iluminación interna, no trata de ofrecer una enseñanza sistemática y exhaustiva de la realidad en cuestión, sino de aquello que cree debe revelarse en un momento dado. Muchas cosas, tal vez para ser esclarecidas más tarde, permanecerán en la oscuridad. Por regla general, la Revelación no se verifica de una forma abstracta y sin relación alguna con el momento histórico; Dios habla en el "aquí" y en el "ahora" de una situación determinada. Esta situación sí que quedará aclarada y precisa hasta en sus últimas profundidades. El instrumento de la Revelación con esta iluminación, relativa a un momento histórico determinado, se siente capaz para verlo y juzgarlo con los mismos ojos con que lo ve y juzga Dios. Es decir, con la norma última, sobria y objetiva; no adoptará otras medidas que las que vea conformes a la voluntad revelada por el Señor, aunque no estén en consonancia con las conveniencias naturales.

No es la Revelación un mero desvelar cosas ignoradas o no apreciadas debidamente. Con ella Dios actúa en el corazón y en el espíritu del hombre. La Palabra de Dios, no podemos olvidarlo, es un algo operante y activo. De igual modo a como las obras de Dios van henchidas de espíritu, manifestándose en signos, así su palabra es también poderosa y eficiente, capaz de originar historia.

Estas comunicaciones tienden a que el oyente participe algo de de la vida divina. Son llamadas que Dios nos dirige para que aceptemos la vida del Amor y de la Verdad, que es la suya.

SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA I
LA TRINIDAD DE DIOS
RIALP.MADRID 1960.Pág. 24-28