CÓMO SE PUEDE CREER EN UNA ESCRITURA DE LA QUE NO HAY TEXTOS ORIGINALES?

Por Guillermo González

 

Cuando usted lee el Nuevo Testamento seguramente piensa: “El autor que hizo esta traducción se basó en un estudio atento de los ORIGINALES”. Para entendernos bien, digamos que ORIGINAL es el PRIMER MANUSCRITO de un libro sagrado. Usted se imagina que en algún sitio están guardados esos ORIGINALES y que cada traductor se apoya en ellos para volcar su versión a la lengua que desea...

Nada más natural. Hasta diríamos nada más NECESARIO, pues, los textos sagrados no son cualquier texto... Efectivamente, ¿cómo podría pretender “seriedad” una traducción que no se haya realizado sobre los ORIGINALES?

Lo que no siempre sabe el lector, creyente o no, es que NO HAY ORIGINALES DEL NUEVO TESTAMENTO. Esto es un “HECHO”, no es ninguna “teoría” ni ningún “postulado”. ¿A qué se debe?

1. En la época en que se escribe el Nuevo Testamento el material que se usaba era el PAPIRO: de la planta de papiro se extraían filamentos que se trataban y permitían escribir sobre ellos.

Pero tenían un problema: se deterioraban rápidamente. Y, como no había imprenta, antes de que se echara a perder el escrito, se copiaba a mano. Con la nueva copia, a nadie le interesaba conservar el documento anterior deteriorado. Es decir que los textos se conservaban gracias a que se copiaban y muchas veces se “dictaban”.

Esto trajo más de un problema porque permitió que se colaran ERRORES en las copias. Observe usted cuántos errores se nos cuelan en los textos de este Foro, a pesar de todas las facilidades con que contamos para escribir (corrector de Word, entre ellos).

¿Le extrañaría que no tuvieran errores las transpiradas copias de los papiros antiguos?

Recién en el siglo IV empieza a usarse el PERGAMINO, hecho con piel de animales y con una mayor durabilidad en el tiempo.

De modo que así son las cosas: NO HAY ORIGINALES. Y las copias contienen ERRORES.

 

2. A esto hay que sumar un dato que puede sonar “desolador” para quien mantenía la ilusión de los ORIGINALES. Aquí va: Los códices más completos que tenemos contienen los Evangelios. Hay setenta y ocho. Pero sucede que los códices más antiguos son del siglo IV. Los 78 mencionados se datan entre el siglo IV y VI. Es decir, lo más antiguo que poseemos respecto a un asunto tan decisivo para nuestra fe, son copias realizadas entre 300 y 500 años después de sucedidas esas cosas que creemos...

 

3. ¿Por qué hablo de esto?

Todo fanático es un inseguro. Detrás de sus “certezas acorazadas” lo que se esconde es la sobreactuación de aquello que justamente le falta: la serenidad y la capacidad de convivir con la inseguridad.

El cristianismo ofrece poco cobijo a este tipo de personas. Y en lo referente a los documentos que sustentan nuestra fe tenemos un ejemplo. Porque esos documentos son una “RECONSTRUCCIÓN” laboriosa mediante el cotejo de cientos de manuscritos.

La disciplina que se ocupa de eso se conoce como “CRÍTICA TEXTUAL”. Sin ella no dispondríamos de las actuales APROXIMACIONES (nuestras versiones modernas) que pudieran ofrecer una “fidelidad fundamental” al texto original. ¡Hasta en esto Dios ha querido contar con la inteligencia y el esfuerzo del hombre!

Lejos de ser un “libro caído del cielo”, a años luz del Corán, en tanto “libro total” que tiene toda las respuestas a todas las preguntas...

...la Biblia cristiana es un don de Dios, ciertamente,

...que nos llega en la fragilidad de todo lo histórico y humano.

Y, sin embargo, todavía se escuchan fundamentalistas que se despachan contra la “ciencia” con tanta pasión como ignorancia... No saben que ese texto que tienen en sus manos es el resultado de siglos de esfuerzo paciente de una interminable y anónima lista de científicos que se gastaron la vida intentando reconstruirlo.

* Fe e inteligencia,

* gracia y libertad,

* obra de Dios y cooperación del hombre,

* palabra divina en la gramática de lo humano...

Estos son los temas que un fundamentalista no sabe resolver. Porque no pensar suele ser más cómodo...

Aunque puede ser suicida.

 

POSTDATA:

¡Qué poco cuidadoso es este Dios que deja su palabra tan librada a los vaivenes del azar y del trabajo atento del hombre!