2P/02/01-08

Si el autor de la carta se preocupa por el genuino conocimiento que fundamenta la esperanza cristiana es porque sabe que a quien no vigila lo puede arrastrar «el error de los hombres sin principios» (3,17). En el fragmento de hoy escucharemos un grito de alerta sobre la existencia de falsos profetas, falsos maestros, sectas perniciosas, traficantes de la mentira al servicio de la codicia propia. Su aparente éxito proselitista, que enturbia el camino de la verdad, lleva el germen de la muerte, que terminará por destruirlos (2,1-3) Por eso conviene no dejarse deslumbrar. La historia está llena de ejemplos, y nuestro autor nos recuerda tres muy significativos: la caída de los ángeles, los impíos del tiempo de Noé y los del tiempo de Lot. Estos tres casos son aleccionadores para los impíos de todos los tiempos. Esta temática es un fiel reflejo de lo que se hacía en la época del autor cuando se escribía un discurso de despedida. Desconoceríamos el género literario si nos dejáramos impresionar excesivamente por las sombrías predicciones del profeta de calamidades de 2 Pe. Sin embargo, es aleccionador ver cómo recurre el autor a los ejemplos de los castigos del AT.

El primero de ellos es la caída de los ángeles. El autor se sirve de ideas muy extendidas entre el pueblo y conoce la literatura religiosa de la época (que, además de respetable por su antigüedad, era tan tradicional como hoy el libro etiópico de Henoc); pero intenta purificar estos temas. Si no la "carta" de Judas 6-7, el libro etiópico de Henoc (1 Hen 9,8; 10,11, etc.) se recrea en la descripción del pecado de los ángeles: "Los ángeles abandonaron su propia morada" seducidos por la belleza de las hijas de los hombres; en la misma línea se halla la expresión «practicando vicios contra naturaleza» (Jds 7) El autor de 2 Pe se abstiene de este tipo de descripciones, que entonces estaban de moda. Y no lo hace tanto por pudor cuanto por respeto a la palabra revelada, al contenido de la revelación. El autor se esfuerza en distinguir entre éste y el ropaje literario con que de forma popular y apócrifa nos ha llegado. Aun cuando emplea un género literario conocido por los hombres de su época, sabe enseñar a respetar lo sagrado, que siempre trasciende al hombre y su inteligencia, por ilustrada que sea.

(Pág. 352 s.)



2P/02/09-22

En este fragmento de la carta el autor ofrece una descripción de los falsos maestros. Parece que ha leído la carta de Judas, de la que depende literariamente en muchas expresiones. Los falsos maestros se distinguen en dos puntos: llevan un gran desorden moral (2,12-19) y menosprecian la dignidad del Señor injuriando, llenos de audacia y soberbia, a los ángeles, superiores a ellos en fuerza y poder (2,9-11). De hecho, ésta es la causa de sus excesos. Todos los que se apartan de las palabras de la verdad, que aceptaron en el bautismo, abandonan «el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» y se dejan llevar por «palabras orgullosas y absurdas», seducidos por «desenfrenadas pasiones de la carne», se convierten en esclavos de un estado peor que el que tenían en el paganismo (2,20-22). Los falsos maestros que los conducen son calificados con una serie de adjetivos opuestos a las virtudes cristianas de la fe, de las cuales se ha hablado antes: audaces, soberbios, irracionales, injustos, impuros, viciosos, adúlteros, seductores, codiciosos. Trabajan con las herramientas del reino de la muerte (cf. Sab 1 12); por eso acabarán destruidos.

Su impotencia para construir algo que resista el juicio de Dios, el fuego del día del juicio (3,7), queda patente en expresiones como «fuentes agotadas» y «brumas arrastradas por la tormenta». Por tanto, sus promesas de libertad son inútiles pues, llevados de los vicios, no saben adónde van con las tinieblas de su ley; es una ley sin contenido, sin verdadero proyecto de futuro. Es un proyecto que no puede resistir el fuego del juicio (3,7). Cuando nos dejamos alucinar por las comodidades de una vida sin esfuerzo, cuando perdemos de vista la persona del Señor Jesús que ha de venir, quizá para escuchar otros proyectos de ley más al día o más en boga ¿no estamos comprometiendo la propia libertad? La advertencia de la carta sobre la posibilidad de llegar a un estado peor que el de antes de creer permite vislumbrar cuál puede ser el resultado de un fallo en la valoración de la ley humana del cristiano. (Pág. 353 s.)

MAGí-J._BI-DIA-DIA