EL SERMÓN DEL MONTE
Juan Mateos sj
Contenido:
Presentación
1 - La opción personal por la justicia
2 - Para entender las Bienaventuranzas
3 - Los que eligen ser pobres
4 - Dichosos los que sufren
5 - Los sometidos
6 - Los que tienen hambre y sed de justicia
7 - Los que prestan ayuda
8 - Los que trabajan por la paz
9 - Los que viven perseguidos
10 - La sal de la tierra
11 - El cumplimiento de la Ley
12 - La verdadera piedad
13 - El Padre Nuestro (1» parte)
14 - El Padre Nuestro (2» parte)
15 - No sean como los hipócritas
16 - La mota en el ojo ajeno
17 - La confianza en la oración
18 - Los peligros de la comunidad
19 - Conclusión: Coloquio sobre el Sermón del Monte
El presente texto es trascripción de un ciclo de conferencias
tenidas por el autor en España a la HOAC.
1 - LA OPCION PERSONAL POR LA JUSTICIA
Estas son las bienaventuranzas según el evangelio de Mateo, pues
Lucas tiene otras distintas, que necesitan una explicación muy
diferente. Las Bienaventuranzas son el código del Reinado de Dios.
Mateo las presenta así, con una solemnidad extraordinaria, como
principio del Sermón del Monte, pero ya Jesús ha hablado antes del
Reinado de Dios, y Juan Bautista mismo en el evangelio de Mateo. Ya
sabemos que hay que considerar cada evangelio por separado, pues
cada evangelista tiene una visión teológica distinta de Jesús. Todos
coinciden en lo fundamental, pero presentan a Jesús de manera
distinta. Por ejemplo, para Mateo la comunidad cristiana universal, los
paganos, entran a formar parte del pueblo de Israel, por lo que en la
genealogía de Jesús él escribe: "Jesús, hijo de Abrahán, hijo de David"
. ¿Por qué pone HIJO DE ABRAHÁN, cuando ninguno de los otros
evangelistas comienza así? Porque a Abrahán se le hizo aquella
promesa: "En tu nombre -o por tu nombre- se bendecirán todas las
naciones de la tierra" . Es decir que, de alguna manera, todos los
pueblos de la tierra serían descendientes de Abrahán. Y esta promesa
la recoge Mateo interpretando que, en la edad final, cuando llega el
Mesías, el nuevo Israel, el Israel definitivo, el Israel mesiánico, ya no
son las doce tribus aquellas, sino que será la Humanidad entera,
porque toda la Humanidad participará de la bendición que se dio a
Abrahán. De manera que los paganos se integrarán también en el
nuevo Israel y todas las promesas hechas a Abrahán, y después de
él, serán para todos los pueblos del mundo.
Ante "el hecho de Jesús" y ante el hecho de la "comunidad
cristiana", según las circunstancias en que se encuentren, los
evangelistas lo interpretan de manera distinta. Es decir, dan una visión
teológica diferente, y ésta no viene de Jesús, sino de ellos. Ellos ven
así la cosa. ¿Por qué la ven así? Pues porque las circunstancias se lo
imponen o se lo aconsejan. Mateo se encuentra ante una oposición
furibunda de los fariseos. Está viviendo en un ambiente donde hay una
hostilidad enorme de los judíos. La comunidad donde escribe Mateo es
una comunidad fundamentalmente judía y, entonces, los judíos no
cristianos están diciéndoles a los suyos que son unos traidores y que,
al admitir a los paganos dentro del judaísmo, han traicionado a éste. Y,
ante esa acusación, Mateo tiene que explicar este problema, y por eso
dice : "Ya en Abrahán estaba dicho que todas las naciones se
bendecirán con su nombre": por lo tanto, todos los hombres tienen
derecho a llamarse hijos de Abrahán y descendientes suyos. Y éste es
el plan de Dios también: que toda la Humanidad entre dentro de la
bendición que se prometió a Abrahán y a su descendiente, que es el
Mesías. De manera que la bendición de Abrahán va a ser realidad en
el Mesías, y el Mesías va a realizar aquella promesa universal. Por
tanto, toda la Humanidad entra dentro. No somos traidores; ustedes
son los que han ignorado esa promesa universal. Esto es lo que
responde Mateo a los judíos que les atacan. Las circunstancias en que
viven fuerzan a Mateo a hacer una síntesis teológica de la obra y de la
figura de Jesús, que responda a la polémica que tiene delante. Pero
eso es ya la visión teológica de Mateo. Por eso, siempre decimos que
cada evangelista hay que considerarlo por separado, teniendo en
cuenta la visión teológica que ha dado de la vida de Jesús. Según
esto, ahora hablamos de la Bienaventuranzas de Mateo
exclusivamente, sin compararlo con los demás.
Juan Bautista ya habla en Mateo del Reinado de Dios:
"Enmiéndense, porque el Reinado de Dios está cerca" . Jesús toma de
nuevo ese pregón de Juan Bautista y dice exactamente lo mismo. El
Reinado de Dios se da como una realidad conocida. De hecho, era la
gran expectativa de Israel. Ya se dice en muchos salmos -por ejemplo
- que Dios es el rey de Israel. Pero la época en la que se escriben
esos salmos y en que predican los profetas es una época de desastre
político: Israel está en gran inestabilidad -la Monarquía está para caer
o ha caído, y están sometidos a imperios extranjeros-, por lo que
poéticamente podían decirle a Dios: "Tú eres nuestro rey", aunque la
realidad era que eso no se veía por ninguna parte, pues estaban
sometidos a reyes extranjeros. Por eso, hay una esperanza, que va
creciendo, de que llegará un momento en que, realmente, Dios sea el
Rey de Israel, y así los libere de todo dominio extranjero. ¿Cómo se
concebía ese reinado?: Se pensaba que se instauraría por medio del
Mesías. El Mesías sería un hombre extraordinario, lleno de fuerza de
Dios, que cambiaría inmediatamente la situación y vendría el reino de
la prosperidad, de la paz y del dominio sobre los extranjeros. El Mesías
era considerado como un segundo Moisés, que había de aplicar la Ley
y llevarla a su perfección; y un segundo David, un rey guerrero, que
liberaría a Israel del dominio romano y que, además, impondría su
yugo sobre todas las naciones.
Este es el concepto común del Reinado de Dios, y esto se esperaba
de diversas maneras.
Estaban los saduceos , que eran la clase dirigente, puesto que
tenían el poder económico. Este partido estaba integrado por la
aristocracia civil -las grandes familias con extensas posesiones de
tierra- , y la aristocracia religiosa o sacerdotal. Por tanto, éstos no
tenían ningún interés por el Reinado de Dios, ni por el Mesías, ni por
nada. Todo cambio les parecía peligroso, porque ponía en peligro su
situación de privilegio. Ellos tenían su componenda con los romanos y
se arreglaban bien.
Estaban después los fariseos, que eran los observantes devotos
de la Ley, los espiritualistas: éstos decían que el Reinado de Dios
vendría cuando el pueblo observara perfectamente la Ley. Eran unos
espiritualistas inactivos. Odiaban a los romanos, por supuesto, pero la
única táctica que ellos proponían para que viniera ese Reinado de
Dios, que era la observancia de todos esos mandamientos, no hacía
vacilar el poder romano. Por lo tanto, eran unos espiritualistas no
comprometidos, pues, de hecho, no movían un dedo para mejorar la
tristísima situación social en que se encontraba Palestina, donde había
una enorme opresión y muchísima hambre. Los latifundistas habían
acaparado la tierra, especialmente en Galilea -la región más rica- , y la
gente no tenía para comer y se organizaban bandas para robar , ya
que no podían conseguirlo de otra manera. Ante esto, los fariseos
decían: "Ya Dios lo arreglará; vamos a ser buenos y a cumplir la Ley,
que ya Dios se encargará de solucionarlo". Esta era la actitud farisea:
espiritualistas, tremendamente religiosos, pero sin ningún compromiso
con la realidad social en que vivían. Y éstos eran los guías espirituales
del pueblo. No eran ricos, y muchas veces ejercían un oficio, pero, por
su religiosidad extrema, tenían un gran influjo sobre la gente y se
ponían a sí mismos como modelo.
Otro partido, otra facción que había en el pueblo eran los zelotes,
los nacionalistas fanáticos, que habían salido de los fariseos, pero
decían que eso de cruzarse de brazos ante la realidad no podía ser,
que había que hacer algo para que se acelerara la llegada de ese
Reinado de Dios. Y eso lo concebían como una "guerra santa" contra
los invasores, una guerra empezada por la iniciativa humana, pero en
la que Dios intervendría milagrosamenate por medio del Mesías y
salvaría la nación. Estos pertenecían a la clase oprimida y proponían
-además de este tipo de guerra- una revolución social nacional, que
mejorase la condición de los pobres, por lo que una de las cosas que
hicieron en la guerra fue quemar los archivos de las deudas que la
gente tenía, y que estaba en Jerusalén. Proponían también una
revolución política para sustituir a toda aquella jerarquía traidora y
colaboracionista con los romanos, que pertenecía a la clase
adinerada, a los saduceos.
Y, por último, había otro partido o facción, otro sector, que eran los
esenios, que no se nombran en los evangelios (los zelotes sí se
nombran, pues uno de los Doce era zelota). Estos esenios se retiraban
al desierto, porque estaban en ruptura total con todas las instituciones:
no iban al Templo, ni aceptaban a los Sumos Sacerdotes ni a la
jerarquía. Eran observantes de la Ley y vivían allí retirados en el
desierto, donde tenían sus ceremonias y sus ritos, siendo unos célibes
y otros casados. Se consideraban "los elegidos", el auténtico Israel
que heredaría todas las promesas. En la época de Jesús habían
adoptado también el fanatismo de los zelotes: participaban en ese
deseo de la guerra santa y, de hecho, entre los libros de aquella
comunidad, existe un tratado sobre la guerra santa, donde se describe
cómo el Mesías se pondría a la cabeza de unos escuadrones, tocarían
unas trompetas y vencerían a los paganos. Todas las fantasías
propias de un pueblo oprimido y poco realista.
Estos eran los principales grupos o facciones. Todos concebían el
Reinado de Dios: Los saduceos, para rechazarlo, ya que eran la clase
dirigente y no querían cambios. Los fariseos para decir que sí, que
Dios lo mandará y que, para que llegue, lo que hay que hacer es ser
buenos. Los zelotes, para decir que, además, hay que arrimar el
hombro, por lo que eran violentos y terroristas. Y los esenios,
compartiendo esta misma ideología. Pero todos estos partidos
suponían que las "instituciones de Israel" eran intocables; incluso los
más extremistas, los fanáticos zelotas, eran unos reformistas radicales.
Nadie ponía en cuestión las instituciones de Israel: ni el templo, ni la
monarquía, ni la Ley; todo debía continuar, aunque, como estaba mal
dirigido, había que cambiar los dirigentes, de forma que todo
funcionase en el plan jerárquico que ellos concebían.
Esta era la concepción del Reinado de Dios en aquel tiempo. Y
ahora Jesús pronuncia la frase "Enmiéndense , porque está cerca el
Reinado de Dios" (Mt 4,17). Este " enmiéndense" ya le quita muchos
aspectos en los que pensaban los judíos. Por ejemplo, el Reinado de
Dios no va a ser cuestión de una guerra, ni cuestión de un cambio de
régimen, que es lo que ellos querían, sino que necesita una opción
personal por la justicia: y eso es antes; es decir, primero es una
opción, y luego vendrá el Reinado de Dios. De manera que lo primero
que tiene que hacer el hombre es decir "Yo acabo con mi vida de
injusticia y empiezo una vida de justicia con el prójimo". O sea, lo que
se llama ser honrados. Una vida de honradez, una vida de no hacer
daño, de no explotar a nadie.
Este "enmiéndense" se suele traducir en algunas Biblias por
"conviértanse", pero esto último está mal traducido. Este verbo hebreo
nunca se traduce en griego por "convertirse", sino por "metanoeo",
que es igual a enmendarse. Y la diferencia es ésta: 'convertirse o
volverse hacia...' es un verbo de contenido teológico: uno se vuelve
hacia Dios y, entonces, por respeto a Dios, se porta bien con los
hombres. En cambio, el otro verbo, 'enmendarse', no dice relación a
Dios, sino que significa 'cambiar de actitud mental': es decir, que yo
tengo una actitud y tomo otra distinta; de una actitud, por la que me
porto con el prójimo como me da la gana, paso a otra por la que me
porto bien con mi prójimo. O sea, que no es por respeto a Dios, sino
por respeto al hombre. Y esto es muchísimo más fuerte. De manera
que, sin necesidad de recurrir a Dios, el mismo hecho de que 'todos
somos personas' ya me obliga a comprender que yo no puedo
comportarme mal con otro hombre. Este es el verbo que usan los
evangelistas en este caso. Jesús lo que dice es 'enmiéndense', pasar
de un modo de vivir injusto a un modo de vivir justo; y esto, por el
hecho mismo de que todos somos hombres.
Eso es motivo suficiente para que no nos portemos mal. Y antes de
recurrir a Dios, de manera que sea un acto humano: y esto es
condición para el Reinado de Dios; sin esto no hay posibilidad de que
llegue el Reinado de Dios "que está cerca" . Y no se trata de un
cambio exterior, como cuando dice 'ahora viene el Mesías, cambia el
régimen, quita a los dirigentes corrompidos, pone a otros que sean
buenos, se pone él al frente y dirige el cotarro, que son todas cosas
exteriores al hombre; sino que lo primero que pide Jesús es un cambio
interior: este propósito de portarse con justicia, de no contribuir
personalmente a la injusticia que existe en el mundo. De modo que,
con esto, quita ya toda la cuestión guerrera que estaba contenida en
el concepto de Reinado de Dios.
El Reinado de Dios significa que Dios es Rey y, por lo tanto, que él
se entiende con el hombre directamente. Esta afirmación del Reinado
de Dios supone una amenaza virtual para todo poder que se
interponga entre Dios y el hombre. Dios va a gobernar directamente al
hombre. Esto lo entendían los judíos como que sucedería a través del
Rey Mesías, pero aquí Jesús, hasta ahora, no dice más que eso: el
Reinado de Dios puede tener ese significado.
Después de este pregón, Jesús llama a cuatro pescadores, a dos
parejas de hermanos. Esta llamada -que es distinta para el primer
caso y para el segundo- es para hacerlos "pescadores de hombres",
es decir para atraer a los hombres a este Reinado de Dios que va a
empezar. Y ellos "lo dejan todo y siguen a Jesús". Ya tenemos aquí el
modelo de cómo hay que seguir a Jesús: hay que desprenderse de un
pasado. Esta llamada de los cuatro, en realidad, no es de los cuatro,
sino de dos y dos. Dos parejas de hermanos, de los cuales la primera
pareja son dos hermanos que no tienen ningún vínculo más que el de
la igualdad de hermanos; y tienen nombres griegos - Simón y Andrés-,
lo que indica que son gente más abierta. En cambio, la segunda pareja
-Santiago y Juan- tienen nombres hebreos y, además, no sólo son
hermanos, sino que tienen un padre - Zebedeo-, que es la figura de la
autoridad. De manera que están unidos, no sólo por el vínculo
fraterno, que es un vínculo entre iguales, sino por un vínculo de
superioridad que domina a los dos. Con esto está describiendo Mateo
-como Marcos- dos grupos de la sociedad judía: los más abiertos y los
más conservadores; los que pueden tener mayor libertad, porque no
están sometidos a una autoridad, y los que viven en una sociedad
jerárquica, que es lo que representa la figura dominante del padre. Y
ésta es la llamada a Israel, la invitación a Israel, representada por
estos dos grupos. Después, Jesús va por toda Galilea enseñando y
curando a todos los enfermos que llegaban de todas partes. Y ahora
viene el SERMON DE LA MONTA A.
2 - PARA ENTENDER LAS BIENAVENTURANZAS
"Lo siguieron grandes muchedumbres de gente llegadas de
GALILEA (la región norte de Galilea), DECÁPOLIS (la de enfrente, al
otro lado del lago), JERUSALEN (el centro), JUDEA (la provincia del
sur), y TRANSJORDANIA" (al otro lado del río) (Mt 4,25).
Esto era el antiguo reino de David. O sea, todo Israel, de alguna
manera, está siguiendo a Jesús. Pero es un seguimiento diferente de
los cuatro de antes, pues esta gente no ha dejado nada. Tienen una
simpatía por Jesús, pero todavía no son discípulos suyos. Ven en
Jesús una esperanza y le siguen.
"Al ver las multitudes subió al monte, se sentó y se le acercaron sus
discípulos. El tomó la palabra y se puso a enseñarles así".
Esta es la introducción. Reacción de Jesús ante el gentío que le
sigue: se sube a un cerro. Y vemos que dice "al monte", pero no dice a
qué monte. Normalmente el evangelista debía decir: se subió a "un
monte" porque, si no dice el nombre y nadie sabe cuál es, se pone el
artículo indeterminado. Sin embargo, dice "al monte", como si ese
monte fuese conocido por todos. ¿Por qué habla así el evangelista?
Pues porque el "monte" en todas estas culturas y en los evangelios es
el lugar simbólico de la presencia de Dios en relación con la historia
humana. A Dios se le atribuye como morada el cielo. Todo es
metáfora, claro, que hay que usar símbolos. Siempre, en todas las
culturas humanas, lo excelente se pone arriba y lo despreciable abajo.
Por eso siempre, en todos los pueblos, desde los animistas a los
cristianos, se ha dicho que Dios está arriba, aunque en realidad no
está arriba ni abajo, ni a la derecha, ni a la izquierda; pero
instintivamente tomamos el símbolo de la altura para representar la
excelencia. Por lo tanto, el cielo es la morada de Dios. Es un símbolo
espacial que no corresponde a una realidad, ya que Dios está en
todas partes. Pero Dios se pone en contacto con la Historia humana, y
entonces el símbolo que se escoge es "el monte", que es lo más alto
que hay dentro de la superficie de la tierra. De manera que un lugar
elevado, el monte, se considera que es un lugar donde Dios se va a
manifestar, donde Dios se va a comunicar, donde Dios va a actuar. El
monte es el lugar simbólico de la presencia divina en contacto con la
Historia humana. Por eso Jesús sube al monte.
En la cultura griega la morada de los dioses era el monte Olimpo.
En la cultura judía el Templo estaba en el monte Sión y la Ley se le dio
a Moisés en el monte Sinaí. Y este símbolo tradicional lo usan los
evangelistas para indicar precisamente el lugar de la presencia de
Dios, la esfera divina en contacto con la Historia humana. Y Jesús se
sube a la esfera divina "y se sienta", porque su sitio es la esfera
divina. El ha recibido todo el Espíritu de Dios, él es el Hombre-Dios, él
es igual al Padre y, por lo tanto, su sitio es la esfera divina. "Sentarse"
significa la estabilidad: Jesús se queda sentado porque ese es su
sitio.
Aquí tenemos un paralelo con el antiguo Sinaí. Jesús va a
promulgar el código de la Nueva Alianza, el código del Reinado de
Dios, que son las Bienaventuranzas. Y vemos lo bien que lo hace el
evangelista. Jesús sube al monte como subió Moisés, pero a Moisés le
habla Dios, y aquí es Jesús el que habla. Jesús es hombre como
Moisés, y sube al monte como él, pero no habla Dios, sino él, por lo
que tenemos al Hombre-Dios. Une el papel de Moisés con el papel de
Dios en su persona. El es el Hombre-Dios, el que va a pronunciar esta
Nueva Alianza, y por eso va a ser "su Alianza": él es el que hace la
Alianza. Como lo dirá después en las palabras de la Cena: "Esta es la
sangre de la Alianza mía". El es el que entabla con la Humanidad esta
nueva relación, porque él es la manifestación de Dios en la tierra,
como ha dicha Mateo mismo en la escena de la Natividad: Le pondrán
por nombre Enmanuel (que significa DIOS ENTRE NOSOTROS). Jesús
es Dios en la tierra, es el Hombre-Dios, el que ha recibido la plenitud
del espíritu de Dios.
Y ahora el Hombre-Dios está en el monte y se le acercan sus
discípulos. En el Sinaí no se podía hacer eso. Precisamente sube
Moisés sólo, y el pueblo tiene que quedarse más allá de un límite fijado
y, al que se atreva a pasar ese límite, le caerá encima un castigo
divino. Ahora, sin embargo, esa separación entre Dios y el pueblo se
ha terminado. Los discípulos, que han hecho su opción por Jesús,
tienen derecho a entrar en la esfera divina; ellos pertenecen ya
también a la esfera divina; están con Jesús en ella. El pueblo, la
multitud que está fuera, que no ha hecho todavía una opción, no está
con ellos. Ahora se acabarán las mediaciones porque Jesús toma el
papel de Dios mismo, y todos los que siguen a Jesús tienen acceso
inmediato a él que, a su vez, es el acceso a Dios. Ya se acabaron los
intermediarios.
"El tomó la palabra... (esto lo pone Mateo como frase solemne) y se
puso a enseñar así".
A los discípulos, pero la multitud lo oye. De manera que, en cierto
modo, la multitud está invitada a lo que Jesús dice. Directamente se
refiere a los discípulos, pero indirectamente a la multitud, a la
Humanidad entera.
"Enseñar" no es informar: hay una diferencia. Informar es hacer
conocer algo que uno no conocía, y enseñar es hacer conocer algo
que uno no conocía pero que, además, tiene que ser aplicado en la
vida del discípulo. De manera que ser discípulo significa aprender del
Maestro para traducirlo en sus propia conducta: porque aquí lo que se
enseña es una manera de vivir. No son teorías, sino una manera de
vivir. Por tanto, lo que Jesús va a decir ahora es para su inmediata
aplicación por parte de los discípulos y de todos los que le escuchan.
Y empieza :
"Dichosos los que eligen ser pobres, porque ellos tienen a Dios por
Rey".
Los mandamientos de la antigua Ley eran imperativos, futuros que
son imperativos: "no jurarás, no matarás", etc. : es el Dios impositivo.
Pero en la Nueva Alianza no hay ninguna imposición, sino una
invitación. Y quizá más bien el proponer un ideal que suscite la
activación del hombre. "Dichosos...": las ocho empiezan así. Ni una
sola imposición. Vemos el cambio de estilo. Aquí Dios ya no es el
soberano: eso era del Antiguo Testamento. Aquí Dios será el Padre.
"Dichosos..." ¿Quién quiere entusiasmarse con esta idea?: porque
esto tiene una promesa de felicidad.
Y ahora, antes de empezar a explicar cada una de las
bienaventuranzas, vamos a ver la estructura de las ocho, cosa muy
importante para entenderlas .
La primera es "Dichosos los que eligen ser pobres, porque ellos
tienen a Dios por Rey", y la octava es "Dichosos los que viven
perseguidos por su fidelidad, porque estos tienen a Dios por Rey".
Como vemos, ambos tienen la segunda parte igual. La traducción
ordinaria de la última es: "...porque de ésos es el Reino de los Cielos".
El "Reino de los Cielos" es el " Reino de Dios", y suele explicarse que
Mateo pone "de los cielos", en vez de poner "de Dios" por reverencia al
nombre divino. Ya sabemos que los judíos no pronunciaban nunca, por
respeto, el nombre de Dios. Más bien decían "la Fuerza", o "la
Potencia", o "el Bendito", etc. Y, claro, como Mateo es tan judío, lo
nombra así. Pero esto no es cierto: porque hay otros casos en los que
dice el "Reino de Dios", concretamente en tres ocasiones. Entonces
¿por qué hace esta distinción?.
Estudiando el texto se saca esta conclusión: cuando Mateo habla
del Reino de los Cielos lo que significa es la universalidad de su Reino:
un reino destinado a una Humanidad entera. En cambio, cuando habla
del Reino de Dios significa, entonces, el reino que espera Israel: la
prueba es que lo usa en tres contextos en los que se refiere al pueblo
judío, a su expectativa. Como para nosotros "los cielos" es una cosa
impersonal, no vemos esa distinción, y por tanto es mejor traducir "el
Reino de Dios". Mejor aún, el "Reinado de Dios", pues la palabra no
significa reino sino reinado, que no es lo mismo.
Esta palabra griega -"basileia"- tiene tres significados:
1·: la realeza, es decir, la dignidad del rey: el que tiene esa dignidad
y, por lo tanto, tiene derecho a gobernar al pueblo;
2·: el reinado, que es la actividad del rey, que nace del hecho de
que es rey, de que tiene la realeza;
y 3·: el reino: es decir, el territorio de los súbditos sobre los que se
ejerce el reinado. En griego tiene, por tanto, estos tres significados.
Pero como esto es una traducción de una palabra aramea -"malkut"-,
en arameo significa "reinado": es activo; es la actividad de gobierno
que Dios ejerce.
Por tanto, la primera y la última bienaventuranzas tienen el mismo
colofón: "porque ésos tienen a Dios por rey" o "porque sobre ésos
ejerce Dios su reinado". Pero, además, éstas dos tienen una relación
particular entre ellas: son como el marco en el cual entran las otras
seis. En éstas dos está el verbo en presente: "porque ésos tienen a
Dios por rey": tienen ya, ahora. El Reinado de Dios es una realidad
que existe ya. Sin embargo, todas las demás tienen los verbos en
futuro: "Dichosos los que sufren porque ésos recibirán el consuelo",
"Dichosos los sometidos porque ellos heredarán la tierra"... De manera
que la primera y la última son una realidad presente, mientras que las
otras seis son una realidad futura: esto es muy importante. Es una
realidad que existe ya y una realidad que tiene que existir, que existirá
después. Ya vemos qué sentido tiene esto.
En las otras seis hay dos grupos claros: tres y tres. Las tres
primeras -la segunda, la tercera y la cuarta- hablan de una situación
negativa, de una situación dolorosa de la Humanidad, y se hace una
promesa que va a remediar esa situación dolorosa: "Dichosos los que
sufren, porque ésos recibirán el consuelo; dichosos los sometidos,
porque ésos van a heredar la tierra"... Es decir, sufrir, estar sometido
y padecer injusticia son situaciones negativas, y hay tres promesas de
que esas situaciones se van a remediar. En cambio, las otras tres -la
quinta, sexta y séptima- hablan de actitudes positivas, que también
tienen una promesa: "Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos
van a recibir ayuda; dichosos los limpios de corazón, porque ésos van
a ver a Dios, y dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos
Dios va a llamarlos hijos suyos".
De manera que ya hemos visto la estructura: primera y última en
presente, expresando una realidad que tiene que existir ya. Las seis
que están en medio, en futuro. De ellas, las tres primeras describen
situaciones negativas del hombre, y Jesús promete ahí la solución a
esas situaciones. Las otras tres son actitudes positivas, y Jesús
también da una promesa de felicidad y de beneficio. Vamos, entonces,
a la primera.
3 - LOS QUE ELIGEN SER POBRES
"Dichosos los que eligen ser pobres".
Esta traducción llama la atención, pues esto se suele traducir por
"bienaventurados los pobres de espíritu". Sin embargo, hemos elegido
la palabra "dichosos" porque "bienaventurado" es palabra que se lee
sólo en el Evangelio y no es palabra de la conversación común.
Cuando nosotros queremos decir algo así decimos "dichosos": "Me ha
tocado la lotería. Dichoso tú". Se podría decir también "felices"..
"Los pobres". La palabra "pobre" en al A. T. tiene una tradición
grandísima, y son los pobres sociológicos, los que no tienen nada. Eso
está claro. Pero ahora, el complemento que tiene aquí es el difícil y se
suele traducir por "de espíritu". En griego está la palabra "espíritu" y
está precisamente con artículo. En latín, como tiene la dificultad de que
no hay artículos , está sólo "espíritu". Esto de no tener artículos el latín
es grave dificultad para el N. T. , porque no es lo mismo decir "Mesías"
que "el Mesías"; o decir "Hijo de Dios" que "El Hijo de Dios". Cuando
dice "Hijo de Dios" da una sensación de exclusividad, de primacía. No
es lo mismo decir "Jesús es hijo de Dios" que decir "Jesús es el Hijo de
Dios". El artículo le da mucha más fuerza. Y en latín no existe, por lo
que en muchas de las Biblias que hemos traducido a español, que
estaban traducidas del latín, no se distingue la cosa.
Y aquí está "el espíritu", con artículo. Por lo tanto, no es "de
espíritu". Sería "del espíritu"; y esa preposición "de", como no hay
preposición en griego, sino un dativo, se puede interpretar de dos
maneras: o un dativo de aspecto -"pobres en el espíritu"-, o un dativo
de causa -"pobres por el espíritu"-. ¿Cuál de las dos traducciones es?
Esto es lo que vamos a explicar. Y lo que nos va a dar la clave es qué
cosa significa "espíritu". Aquí espíritu es el espíritu humano, pues si no
Mateo diría Espíritu Santo, como antes ha hablado del Espíritu de
Dios. Entonces ¿qué significa espíritu?. A nosotros nos parece claro,
pero no lo está tanto, porque esto supone una antropología, la
antropología semítica que está aquí metida, la que está en el A. T. y
continúa en el Nuevo. El A. T. considera la interioridad del hombre en
dos aspectos; interioridad del hombre es su inteligencia, su voluntad y
su sentimiento. Nosotros distinguiremos más cosas, pero ellos no.
Inteligencia, voluntad, sentimiento, todo eso constituye la interioridad
humana. Y esta interioridad puede ser: activa o dinámica, y estática.
Un acto de voluntad es la interioridad dinámica, o un acto de intuición,
o un pronto de sentimiento. En cambio, una disposición habitual (por
ejemplo, una persona que es amable) es interioridad estática, no
dinámica. Y una convicción que uno tiene, que pertenece al terreno de
la inteligencia, ésa es estática, no dinámica, como también lo es un
propósito o un hábito que uno lleva toda la vida. De manera que los
semitas distinguen muy bien las dos cosas, y a la interioridad estática
(las convicciones, los hábitos de actuar, etc.) le llaman "corazón",
mientras que a la interioridad dinámica le llaman "espíritu". Así, un acto
de inteligencia es "espíritu"; un acto de voluntad, que es la decisión, es
"espíritu", así como un pronto de sentimiento (por ejemplo, un suspiro)
es "espíritu". En cambio, lo otro se llama "corazón".
En las Bienaventuranzas aparecen los dos. Aquí dice "los pobres
por el espíritu", y después dirá "los limpios de corazón". Ser limpio o
puro es una disposición habitual, por lo que no es "limpio de espíritu",
pues eso sería un acto de limpieza, sino "limpio de corazón". Pero en la
primera bienaventuranza, como es este "espíritu", no se trata de algo
habitual. Y, si dijéramos "los pobres en el espíritu" -una disposición
habitual del que está desprendido del dinero- no sería exacto, pues
espíritu no significa eso, sino algo que nace de dentro.
Entonces, se trata de un estado de pobre que es efecto de un acto
humano. Pone "El espíritu". Como nosotros decimos también, esto se
llama el artículo posesivo. Por ejemplo, decimos "le di con la mano":
¿con qué mano? ¿con la del otro o con la mía?: con la mía ; pero no
hace falta decir "con mi mano", pues el artículo da el posesivo. Y eso
mismo pasa aquí. Este espíritu es "por su espíritu", por el propio
espíritu del hombre. De manera que nace de la interioridad del
hombre, que puede crear un estado de pobreza. Tiene que ser un acto
de voluntad; el conocimiento no crea la realidad, la conoce, la recibe.
El sentimiento tampoco. Es la voluntad la que decide. Por lo tanto se
trata de un acto de voluntad por el cual el hombre elige el estado de
pobreza. Y entonces, la traducción literal sería "dichosos los pobres
por decisión" y, puesto más elegante "dichosos los que eligen ser
pobres".
Esto es lo que significa la primera bienaventuranza. Se trata de una
opción. Una opción por la cual decimos "para mí, el dinero no es el
valor; el acumular dinero no es para mí ningún valor; no quiero
acumular dinero". Esto se entiende mejor comparándolo con el ser
rico. El que elige ser rico es el que quiere acumular y retener para sí;
el que tiene y retiene para sí. El pobre tiene poco, pero lo poco que
tiene tampoco lo retiene para sí.
Esto tiene unos rasgos negativos muy fuertes. Pobres significa
tener necesidad, no tener y, por lo tanto, depender de otros para vivir.
Y esto es lo que elimina el "dichoso". De manera que esos rasgos
negativos tienen que estar eliminados porque aquí dice "dichosos"... y,
naturalmente, no se puede ser dichoso de esa manera. Entonces
¿cómo es posible que Jesús llame dichosos a éstos, que son pobres
voluntarios?: porque no se trata de pobres sociológicos. Un pobre
sociológico, un pobre corriente, puede tener un deseo enorme de
riqueza y, si no se la consigue, es porque no puede, pero su ideal es
ser rico. Y ése no entra en las bienaventuranzas. El de las
bienaventuranzas es uno que comprende que solamente mediante
esta opción se elimina la injusticia del mundo y, por lo tanto, quiere
hacer la opción para no ser cómplice de ninguna injusticia. De manera
que tenemos éste, que elige esa pobreza, ese estado contra la
riqueza, contra el tener mucho y retenerlo para sí. El tiene poco y, lo
poco que tiene, está dispuesto a compartirlo. Y ¿cómo se le dice
"dichoso" a ése?: pues "porque tiene a Dios por rey": ésta es la razón.
El hecho de estar bajo el Reinado de Dios, de estar en esa esfera
donde Dios muestra su amor, evita las consecuencias negativas de la
pobreza. No hay miseria y no hay dependencia, que son los dos
aspectos negativos de la palabra "pobre".
Cuando es un pobre voluntario, cuando hace un opción contra la
injusticia del mundo, podemos afirmar que Dios le dice: "tú eres de los
míos". Porque Dios está contra la injusticia del mundo, está claro. Por
eso es justo. Dios es justo porque no puede soportar la injusticia y, a
uno que hace esa opción, le dice: "tú eres de los míos; yo me cuido de
ti; yo soy tu rey; tú estás en mi Reino". Pero ¿cómo reina Dios?: Dios
reina comunicando su espíritu. Por eso es lo mismo decir "Dios rey"
que "Dios padre". En el Padre nuestro se dice "venga tu Reino". Y ¿a
quién se le dice?: al Padre. De manera que Dios rey se traduce por
Dios padre y los dos significan los mismo: el que comunica su vida y su
amor . El reinado de Dios es la actividad de Dios por la que él
comunica su amor. De manera que los que están bajo su Reinado o
forman ese Reinado están en la atmósfera del Espíritu de Dios. Ahí se
forma una sociedad nueva, un grupo humano nuevo, donde la relación
es la del amor y la entrega, y no habrá nunca miseria ni dependencia.
Ahí se encuentra la verdadera libertad, porque ya no está uno sujeto
al hilo del dinero, y ya no es uno esclavo del capital. Se encuentra la
verdadera libertad, la verdadera alegría y, además, sin las
connotaciones negativas de la dependencia y de la miseria. No hay
miseria. Donde Dios reina no puede haber miseria, donde Dios reina
no puede haber falta de libertad, que es la dependencia de otro. Por
eso Jesús dice "dichosos...".
Esta es la primera bienaventuranza. Se trata, por tanto, de una
opción que se tiene que hacer para entrar en el Reinado de Dios. Esta
es la puerta de entrada. Una opción que hace cada uno, porque la
opción es personal, y esa opción es contra la riqueza "como valor".
Siendo esto la primera bienaventuranza y siendo - digamos- el código
de la Nueva Alianza, está en paralelo con el de la Antigua Alianza, cuyo
primer mandamiento decía: "No tendrás otro dios junto a mí. Yo soy el
Señor tu Dios, y amarás al Señor tu Dios con todo tu ser". Amar
significa ser fiel. Y aquí dice que ese dios, frente al Dios verdadero, es
el dinero. Hay que optar contra el dios falso por el Dios verdadero. De
manera que es la renuncia a la idolatría, la manifestación de la
fidelidad al verdadero Dios, porque el verdadero Dios es el Padre, el
que quiere ser Padre de todos los hombres y quiere comunicar a todos
vida y felicidad, el que quiere suprimir toda injusticia. Y, con esta
opción, el hombre personalmente se libera de toda complicidad con la
injusticia del mundo, que nace siempre de la acumulación del dinero,
que es lo que produce el prestigio social, la diferencia de clases, el
poder o dominio de unos sobre otros. Y el dominio basado en el temor
porque, claro, si uno depende de otra persona para comer, tiene que
someterse, tiene que decir "sí" a todo. En el dinero están los tres
falsos valores: el dinero, el prestigio y el poder, y, el que renuncia al
dinero, renuncia a los tres, que son los falsos valores de la sociedad,
los que crean injusticia e infelicidad en el mundo.
Esto es lo que dice la primera bienaventuranza. Pero, si no está
claro, Jesús lo explica en el mismo Sermón de la Montaña. En el
capítulo 6, después del Padre nuestro, hay cuatro perícopas donde
explica esta primera bienaventuranza. En las tres primeras perícopas
explica el primer miembro -qué significa ser pobre por opción-, y en la
cuarta explica el segundo miembro - dichosos, porque ellos tienen a
Dios por rey-. De manera que él mismo nos ha dejado la explicación.
No hay que romperse la cabeza. Y esta explicación que hemos visto es
la que se ha dado en la Iglesia, por lo menos, hasta el siglo XV; por
tanto, no es ninguna cosa nueva. Es después cuando han empezado a
liarlo. Además, este significado de "espíritu" que hemos visto, que es la
interioridad del hombre en cuanto es activa, es un significado hebreo,
pero no era el significado de los griegos y, sin embargo, éstos, cuando
lo leen, aunque no entienden bien lo que dice Mateo, comprenden que
aquí se trata de una pobreza real. Por eso, Clemente de Alejandría,
que es un autor griego de hacia el año 200, fundador de la escuela de
Alejandría, explica las bienaventuranzas; pero claro, "espíritu", para un
griego, ya no es la interioridad del hombre en cuanto es activa, sino
que es una parte del hombre, lo que decimos "alma", porque tiene una
antropología distinta; y, entonces, él dice: "Bueno, sí, pobres de
espíritu, pero también de dinero, también pobres de verdad". De
manera que, a pesar de no entender la antropología de Mateo, él
comprende el sentido de Mateo. Es decir, que estaba claro. Y vemos
cómo todos los fundadores de órdenes religiosas siempre han
entendido que lo primero es la pobreza. Que lo hayan practicado luego
según el Evangelio es otra cuestión, pero desde luego han entendido
que el punto fundamental es la pobreza. Y el campeón de la pobreza
es San Francisco de Asís.
Aquí hay que hacer una aclaración: esto no es para "salvar el
alma". Jesús no viene a salvar las almas. Recordemos el episodio del
hombre rico, que se acerca a Jesús angustiado y le dice: "¿Qué tengo
que hacer para obtener la vida eterna?" O sea, para salvar el alma,
como se ha dicho después, para encontrar el cielo después de la
muerte. Y Jesús le dice: "Eso ya te lo han dicho. Moisés te lo dijo. Dios
te lo enseñó por medio de Moisés: ser honrado". Y, al enumerarle los
mandamientos, Jesús se salta los tres primeros, que se refieren a Dios.
El toma sólo desde el cuarto en adelante, empezando por el quinto -no
matarás, no cometerás adulterio, no robarás, etc. -, y luego pone el
cuarto: sustentarás a tu padre y a tu madre. Porque es más importante
la Humanidad que la familia, y porque, además, con pretexto de la
familia, uno esquiva los deberes que tiene hacia la Humanidad. Por
eso el cuarto, que es el de la familia, lo pone al final. Primero, lo que se
refiere a todos los hombres, como principio general; por eso se dice en
Mt.: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". O sea, pórtate honradamente.
El que se porte honradamente, en cualquier religión, o sin religión,
este tiene la vida futura. Por eso Jesús le dice: "¿Para qué me
preguntas a mí eso, si ya lo sabes?". Jesús no viene a eso. Eso está
dado desde siempre. Ser honrado, portarse bien con los demás, es el
mínimo; y ese mínimo basta. De manera que aquí, en la primera
bienaventuranza, no se trata de que, si no se cumple eso, vaya uno a
condenarse. Nada de eso.
Es que Jesús viene a otra cosa: a hacer que el hombre sea feliz
desde aquí. Que experimente ya en la tierra lo que es el amor a Dios,
que pueda desarrollarse plenamente según el proyecto creador, el
plan de Dios. Y, en una sociedad donde el hombre no es libre, donde
el hombre está oprimido, donde está ahogado, como está, no puede
desarrollarse, está mutilando su propia vida. Y esto va contra lo que
Dios quiere. Por lo tanto, lo que Jesús viene a fundar es una sociedad
nueva.
El Reinado de Dios, en el lenguaje de ahora, es una sociedad
alternativa, y el Evangelio es una contracultura, en el sentido en que
niega los valores en que se funda esta cultura y propone otros. Y
cultura, en el más profundo sentido de la palabra, no en el sentido de
música y poesía. Una cultura se basa sobre un sistema de valores, y
sobre eso se construye un modelo de sociedad. Y, entonces, lo de
Jesús es una contracultura, para usar los términos a los que estamos
acostumbrados. El propone otro sistema de valores, los únicos
verdaderos, y que son: el compartir, la igualdad entre todos y el
servicio en lugar del poder. Estos son los valores que forman la nueva
sociedad. Sobre eso podemos organizar la nueva sociedad. Para eso
ha venido Jesús. Por ello, esta opción es necesaria para empezar la
nueva sociedad. Sin ella, no podemos ser muy buenos, podemos -por
supuesto- salvarnos, podemos hacer mucho bien en este mundo
personalmente, pero no cambiaremos la sociedad. Como tantos santos
que ha habido, que eran personas muy respetables y muchos de ellos
muy buenos y han hecho mucho bien, pero no han cambiado la
sociedad, que es lo que Jesús pretendía. Por eso, santos, en ese
sentido, hay también en otras religiones, y no han cambiado tampoco
la sociedad.
Jesús lo que pretende es formar una nueva sociedad, que él no
propone como una utopía para el futuro -como Marx o Bakunin-, sino
como una utopía para el presente. Hay que empezar hoy, haciendo
eso hoy. ¿Que somos cuatro gatos?: pues cuatro gatos. Pero
seremos más, porque es libre la entrada. Esto es opción libre. Aquí no
se obliga a nadie, ni se le mete a nadie un libro rojo por las narices
para lavarle el cerebro.
Y no es de puro futuro, sino de presente y futuro, porque desde
estos pequeños grupos donde se vea otro modo de vivir, donde la
persona puede ser libre, y estar alegre, y ser hermano de todos, y
tener plena confianza de que nadie le va a poner una zancadilla y de
que, cuando le haga falta, todos le van a echarle una mano, cuando se
vea esa nueva posibilidad, habrá otra mucha gente que se "anote".
Por eso es una utopía realizada. En pequeño, pero realizada. Jesús
quiere que empecemos hoy. Y, además, es una utopía por realizar el
que eso se extienda a toda la Humanidad. De manera que, cuando se
habla de la primera bienaventuranza como opción necesaria para el
Reinado de Dios se trata de una sociedad nueva, que esto no es para
salvarme yo. Por eso, al rico aquel que, cuando Jesús le recordó los
mandamientos, le dijo: "Ya los he cumplido todos", Jesús le dice:
"Pues, entonces, te falta una cosa. Si quieres lo del Reinado de Dios,
es otra cosa. Ahí hay que dar un paso más. Tú no puedes ser rico".
Son dos cosas distintas, una cosa es ser bueno, que se puede ser
muy bueno y salvarse, y otra es decir: "Aquí vamos a construir una
sociedad nueva".
Y ahora vamos a ver esa explicación que da Jesús de la primera
bienaventuranza. Está en Mt. 6, 19ss y dice:
"Déjense de acumular riquezas en la tierra, donde la polilla y la
carcoma las echan a perder, donde los ladrones abren huecos y
roban".
Es decir, "acumulan ustedes riquezas para tener seguridad; pues
sepan que no hay seguridad". Que es algo que vemos con frecuencia.
Acordémonos de, cuando en la guerra mundial, tantísima gente se
quedó sin nada porque la inflación y la devaluación de la moneda hizo
que los capitales se redujeran a cero. Y lo mismo en la guerra
española. Es decir, esa seguridad que buscan es una falsa seguridad.
Puede fallar. No siempre falla, pero puede fallar.
"En cambio, amontonen riquezas en el cielo, donde ni la polilla ni la
carcoma las echan a perder, donde los ladrones no abren huecos ni
roban".
La seguridad está en Dios. Estamos en la misma oposición: La
riqueza de aquí u otra clase de riqueza, que tiene relación con Dios. Y
estamos en lo del Reino. Ahí hay una seguridad que nadie quita, que
es amor mutuo que está en la comunidad, por el cual yo se que,
cuando me haga falta, no estaré desamparado. Pero, además, añade
otra cosa:
"Porque donde tengas tu riqueza, tendrás el corazón".
Uno tiene el corazón en lo que le da seguridad. Si yo tengo
seguridad en la cuenta corriente, eso es lo que más me llega a mí . Si
no tengo eso, tengo libertad, puedo poner el corazón donde debo
ponerlo: en el grupo cristiano, en el Señor, porque no tengo otra
seguridad más que esa. El hombre se define por sus seguridades y
por sus objetivos. Si tu objetivo es acumular dinero para tener
seguridad, eso te define. Si tu objetivo es quedar libre para poder
amar, eso te define. Por tanto, esto interpreta la palabra "pobres".
Pobres son los que no tienen dinero.
"La esplendidez da el valor a la persona. Si eres desprendido, toda
tu persona vale; en cambio, si eres tacaño, toda tu persona es
miserable. Y, si por valer tienes sólo miseria, ¡qué miseria tan
grande!"
Esta segunda explicación es complicada en la traducción ordinaria,
que dice: "Lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano todo tu
cuerpo tendrá luz; si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo está en
tinieblas, y si todo lo que tienes en ti es tiniebla, ¡qué tiniebla tan
grande!". Esta traducción es la que se encuentra en casi todas las
Biblias, pero es mala.
En primer lugar, lo que traducen por "ojo enfermo" no significa eso.
En griego significa "ojo malvado". Y lo que traducen por "ojo sano"
tampoco significa eso, pues lo que quiere decir es "ojo sencillo o
simple". Pero, ¿qué significa "ojo malvado"? Esta es una expresión del
A.T. Como Mateo escribe con mucho estilo judío, usa una expresión
muy antigua, en la que "ojo malvado" significa la avidez de tener, que
se traduce en envidia de los demás o en tacañería. O sea, el tipo
tacaño. En cambio, en "ojo simple", la palabra "simple" la usa el mismo
san Pablo en el N. T. para significar "generosidad". La simplicidad
significa generosidad, por lo que "simple" significa "generoso". De
manera que tenemos oposición entre tacañería y generosidad. Por lo
tanto, la perícopa se refiere al dinero. Eso está claro. Y entonces ya
podemos traducir.
"La lámpara del cuerpo es el ojo". El cuerpo, como ya hemos visto,
no es para ellos como para nosotros -cuerpo y alma- una parte de la
persona, sino que es la persona entera. La persona en cuanto es
activa, identificable, comunicable. De manera que cuerpo hay que
entenderlo por "persona". Entonces, al decir que "la lámpara del
cuerpo es el ojo", ojo está aquí en su sentido positivo, porque la
lámpara da luz, y vemos que en castellano hay una metáfora por la
que "ser espléndido" significa al mismo tiempo "luminosidad" y
"generosidad"; "espléndido" es algo que resplandece, que tiene luz
pero, al mismo tiempo, en nuestro idioma, un hombre "espléndido" es
un hombre "generoso". Y el mismo juego se da en griego. Este "ojo" en
sentido positivo es la esplendidez, por eso la lámpara que da luz y,
entonces, da un valor positivo a la persona. Por tanto, la traducción es
esta: "La esplendidez da el valor a la persona. Si eres desprendido -el
ojo simple, generoso, desprendido- toda tu persona va bien, tu cuerpo
está iluminado, tiene valor, tu persona vale; en cambio, si eres tacaño
-el ojo malvado- toda tu persona es miserable (la tiniebla significa la
"miseria). Y, si por valer tienes sólo miseria, ¡qué miseria tan grande!.
Esta es la traducción correcta. Y no es ninguna novedad. Alonso
Schõkel y yo la hicimos porque, como él conoce tan bien el A. T.,
enseguida vio que lo del "ojo malvado" era la tacañería y buscó los
textos de los profetas donde estaba. Y, entonces, después de hacer
esta traducción y de justificarla, decidimos hacer un artículo para
publicarlo y que se conociera y, cuál no sería nuestra sorpresa,
cuando nos encontramos dos artículos de los años 28 ó 30 donde
estaba todo perfectamente explicado. Lo que pasa es que, muchas
veces, los traductores o no reflexionan o no leen, y ponen en la
traducción lo primero que hallan.
Vemos, por tanto, aquí que, como de lo que se está tratando es del
dinero, Jesús pone una contraposición entre ser generoso y ser
tacaño. Y dice: ¿qué es lo que da valor a la persona?: el ser generoso,
el ser espléndido. Y, en cambio, el ser tacaño es la miseria de la
persona. Sigue así explicando la primera bienaventuranza. De manera
que ¿en qué consiste ser pobre?: además de "en no tener mucho",
significa ser generoso, ser espléndido, ser desprendido. Es decir, el
compartir. En la comunidad nueva, en la sociedad nueva que él quiere
fundar, la gente renuncia a que el valor del dinero sea el objetivo de su
vida, sea el ídolo de su vida, el valor supremo. Por lo tanto, no se
puede tener demasiado dinero, pero, de lo que tengan, hay que ser
desprendido, hay que estar dispuesto a ayudar, y así se crea la nueva
sociedad. De manera que : 1· una vida modesta; y 2· una disposición a
compartir. Estos son los rasgos de esa pobreza por la que se ha
optado en la primera bienaventuranza.
"Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque aborrecerá a
uno y querrá al otro, o bien, se apegará a uno y despreciará al otro.
No pueden servir a Dios y al dinero".
Este tercer trozo va al fondo de la cuestión. Lo que hemos dicho del
primer mandamiento de la Antigua Ley. No se pueden tener dos amos,
dos señores. Es lo que decíamos antes que es la idolatría. La antigua
idolatría de elegir a los falsos dioses, se ha concretado en tiempos del
Evangelio en que el falso dios, el que realmente exige el homenaje de
la Humanidad entera, el que tiraniza a la Humanidad toda, es el dinero.
Por tanto, hay que renunciar al falso dios, para ser fieles al único Dios
verdadero.
Con estas tres perícopas ha explicado Jesús qué significa ser
pobre. Es optar por lo que ahora llamaríamos un nivel de vida
modesto. Y, dentro de eso que uno tiene, vemos que él nunca dice
que hay que tenerlo todo en común, sino que cada uno dispone de lo
poco que tenga pero, en ese disponer, tiene que ser desprendido,
estar dispuesto a ayudar. Es el compartir propio de la comunidad
cristiana. Y esta opción significa ser fiel al único Dios verdadero.
Y ahora Jesús va a explicar la segunda parte de la bienaventuranza:
"tener a Dios por rey", que es lo que da sentido a la bienaventuranza.
Es dichoso porque tiene a Dios por rey, pues si uno sencillamente
optase por no tener nada, no podría ser dichoso, ya que eso es una
situación de inferioridad, de miseria y de dependencia. Y aquí hay un
dato: vemos que nunca se habla a nivel individual -esto hay que
tenerlo muy presente-, sino a nivel comunitario. Todas las
bienaventuranzas están en plural. Es decir, Jesús no está dando
consejos de perfección para personas elegidas; está hablando a todos
los cristianos, a su futura comunidad. Por lo tanto, estos ideales se
pueden vivir en grupo, no como individuo, pues uno puede decir: "yo
voy a tener poco pero, si un día me hace falta, ¿qué hago?": ¡ claro!,
si no está apoyado por una comunidad, pues se muere de hambre.
Porque esto no son milagritos; esto es una realidad humana. Dice uno:
"yo tengo poco, pero tengo que buscarme una pequeña seguridad;
cuando yo pueda tener la seguridad de que me quieren, entonces ya
no necesito la otra". Pero siempre hay que formar el grupo. Por eso,
siempre habla en plural.
"Por eso les digo: no anden preocupados por la vida, pensando qué
van a comer o a beber; ni por el cuerpo, pensando con qué se van a
vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el
vestido?"
Dios nos ha dado la vida, nos ha dado el cuerpo. Pues, si nos ha
dado lo más, también nos dará lo menos. El que ha dado lo más, nos
dará también lo menos. No puede negarnos lo necesario para la vida,
lo necesario para vivir. Está en un lenguaje precioso, un lenguaje que
pone los dos ejemplos: Dios se cuida de los pájaros y de las flores. Si
de eso, que vale tan poco, Dios tiene tanto cuidado, ¿cuánto más de
nosotros?
"Fíjense en los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan; y sin
embargo su Padre celestial los alimenta. ¿No valen ustedes mucho
más que ellos? Y ¿quién de ustedes a fuerza de preocuparse, podrá
añadir una hora sola al tiempo de su vida?".
El agobio no sirve para nada. La preocupación no hace más que
ocupar la cabeza, y no resuelve absolutamente nada.
"Y, ¿por qué andan preocupados por el vestido? Dense cuenta de
cómo crecen los lirios del campo, y no trabajan ni hilan. Y les digo que
ni Salomón en todo su lujo estaba vestido como ellos. Pues, si la
hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, la
viste Dios así, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca
fe?"
La promesa está clara. Es lo mismo que "dichosos los pobres"; cosa
que parece una contradicción, pero no lo es, y ya hemos visto por qué.
Y ahora dice que, en esta comunidad humana, en este grupo donde
está presente el amor del Padre, que se traduce en el amor de unos
por otros, ahí no hay que preocuparse porque nunca faltará nada.
"Por eso, no anden preocupados pensando qué van a comer o qué
van a beber o con qué se van a vestir. Son los paganos quienes
ponen su afán en esas cosas".
Los que no conocen a Dios, ésos sí, ésos tienen que estar siempre
preocupados por el futuro. Los que no conocen el amor de Dios, los
que no tienen esa experiencia. La experiencia del amor de Dios es
doble: una interior y otra exterior. Y la exterior da validez a la interior.
Uno puede estar lleno de ese sentimiento del amor que Dios nos tiene,
y es cosa buenísima, pero eso puede ser una ilusión que yo llevo
dentro y me la creo. Hasta que yo no vea que eso es realidad fuera,
que hay gente que verdaderamente quiere, que yo me dedico a querer
así y que hay otros que se dedican a quererme a mí así, no podré
estar seguro de que no era una ilusión. Hasta que no se traduce en
conducta, toda la experiencia interna puede ser ilusoria. Por eso, el
único "test" es el cambio de conducta. Si una persona que dice que
tiene mucho amor, que siente mucho el amor de Dios, no traduce eso
en su conducta y, realmente, no se porta con amor con los demás, esa
experiencia es ilusoria. Por eso, cuando se dice de una persona "es
muy religiosa, es muy buena, es muy piadosa...", yo digo "pues, mire
usted, es como si me dijera que es rubia o morena; eso no significa
nada desde el punto de vista de la calidad de una persona; cuando
usted me diga que se porta muy bien con todos, eso ya es otra cosa".
Así ya se puede ser rubia, morena, religiosa, etc. : da igual; la praxis
es lo que da validez a la experiencia interna. Aunque no es que la
suplante, pues no podemos llegar a una praxis auténtica y profunda si
no hay antes una experiencia. La experiencia es necesaria,
absolutamente necesaria. Hay que tener la experiencia del amor de
Dios, del amor del Padre, del amor del Señor, del Espíritu y, desde ahí
-y si eso es auténtico- , tiene que traducirse en una práctica, ya que es
un impulso del Espíritu, la comunicación de la fuerza, de la vida y del
amor de Dios. Si no se traduce, es que la experiencia es falsa, es que
es una ilusión y no sirve para nada. Cosa que ocurre a menudo. Por
eso aquí se trata de ese amor del Padre, que se experimenta a través
de todos. Que uno siente dentro, pero que, además, ve que eso es
verdad porque lo experimenta fuera, porque existe gente que -como
uno mismo- está dispuesta a darse y a entregarse a los demás.
"Ya sabe su Padre del cielo que tienen necesidad de todo eso.
Busquen primero que reine su justicia, y todo eso se les dará por
añadidura".
"Reine su justicia" es la labor, lo que ha dicho antes en las
bienaventuranzas: "trabajar por la paz", que es la justicia y la felicidad
de los hombres. "Ustedes, trabajen, que es lo que va a demostrar su
experiencia de Dios. Cuando se dediquen a hacer bien a los demás, a
trabajar por la felicidad de todos, por el bien de todos, por suprimir la
injusticia en el mundo, entonces su experiencia es auténtica, entonces
es real, que el Padre está con ustedes, y entonces no se tienen que
preocupar. Si el Padre está con ustedes, no les faltará nada".
"Total, que no anden preocupados por el mañana, porque el
mañana traerá su propia solución. A cada día le basta su dificultad".
De manera que no hay que echar cuentas: y mañana ¿qué?; pues
mañana será otro día como hoy. Por lo tanto, si el amor del Padre
funciona hoy, también funcionará mañana.
Así explica Jesús la primera bienaventuranza: 1) ser pobres, es
decir, no acumular dinero; 2) compartir, esa generosidad, esa
disposición a ayudar; y 3) eso es la auténtica fidelidad a Dios. Eso es
la realidad del Reinado de Dios entre nosotros. El sabe todo lo que
nosotros necesitamos. Cuando esta comunidad está realmente
trabajando en la obra del Padre, de procurar que la gente esté bien,
que la gente sea persona, que sea feliz, que se suprima la injusticia, la
opresión y todo lo que mutila al hombre, entonces no se preocupen,
en esa comunidad que sabe entregarse no habrá dificultad para
nadie.
Hay también otros pasajes en Mateo que se refieren a lo mismo,
porque es un punto y una opción tan importante, que el Señor lo va
mencionando de diversas maneras. Por ejemplo, los episodios de los
panes, que solemos llamar "la multiplicación de los panes", aunque el
Evangelio no habla de la multiplicación. Ahí tenemos también lo del
compartir. Lo que hace el Señor es que todo el alimento que tiene el
grupo, han de ponerlo en común con la gente. No una parte, sino todo.
Este episodio -que es doble, uno con los judíos y otros con los
paganos- es un ejemplo de cómo el compartir produce la abundancia.
No es tanto que el Señor, con su potencia milagrosa, saque 5.000
pancitos para la gente, pues eso es una cosa que, al fin y al cabo,
para el Dios creador del mundo es bien poco, sino que el compartir, el
poner las cosas en común, hace que haya para todos y, además así
continúa la generosidad del Dios creador. Por eso, el Señor bendice a
Dios, da gracias a Dios por el pan, con lo que está diciendo que ese
pan es de Dios, que no es nuestro, que es don suyo y, entonces,
nosotros continuamos esa misma generosidad dándolo también a los
demás, poniéndolo en común con los demás, que es para lo que nos lo
ha dado.
Y de esta manera, sobra. Sobran doce canastos, porque Israel está
constituido por doce tribus. Todas las tribus son simbólicas. Hay cinco
panes y dos peces, que son siete, el número de la totalidad. Es decir,
que todo hay que ponerlo en común porque todo es de Dios, todo nos
lo ha dado como don y, por lo tanto, los hombres ya no pueden
reservarse ese don para sí, sino que tienen que compartirlo con la
Humanidad. Y, si se hiciera eso, se sacaría el hambre de todo Israel. Y
con los paganos, lo mismo. Con los paganos, al compartir, se saciaría
el hambre del mundo.
De manera que éstos no son propiamente milagros, sino lecciones
que da Jesús para decirnos lo mismo que antes, cuando hablada de
que la esplendidez da el valor a la persona. Si eres generoso, si eres
desprendido, toda tu persona vale; si no, qué miseria tan grande. Y
aquí está el ser desprendido: lo que uno tiene no lo considera sólo
para sí sino que, ante la necesidad del prójimo, hay que ponerlo en
común. En realidad, Jesús da un modelo de sociedad, porque los
discípulos le proponen ir a comprar pan y consideran que no tienen
dinero para comprar todo lo que hace falta. O sea, con el sistema de
comprar/vender, que es la economía del mercado, economía del que
tiene mucho y cede una parte solamente por medio de un precio, el
precio que él le pone, esta economía es la ordinaria en el mundo, y lo
ha sido siempre, esta economía nunca bastará para saciar, para
remediar la necesidad de los hombres. Y lo vemos todos los días. En
una tercera parte del mundo o más, el hambre es crónica y no se
arregla. Y Jesús, en este episodio, lo que da es un modelo de
sociedad, no ésta de los que acaparan y luego venden, y el que no
tiene para pagar se queda sin comer, sino la sociedad que comparte;
y, en una sociedad que comparte, todo sobra. Esto está en relación
con la primera bienaventuranza.
Y lo mismo quiere expresar con aquella "parábola del tesoro",
cuando dice que el Reino de Dios es como un hombre que encuentra
un tesoro en el campo y, entonces, de la alegría, vende todo lo que
tiene y compra aquel campo. Aquí da la motivación. De manera que es
el descubrimiento de un valor extraordinario -que es el tesoro- , ante el
cual todos los demás valores palidecen, quedan secundarios. Ante la
alegría de haber encontrado el amor, la solidaridad con todos, el hacer
una sociedad nueva, que es el Reinado de Dios, todo lo demás pierde
importancia. Porque, no es que la opción de la primera
bienaventuranza se haga a rastras, de mala gana, a contrapelo,
porque el Señor lo manda y yo tengo que hacerlo, sino que de la
alegría de haber encontrado ese tesoro, vende todo lo que tiene y
compra el campo aquel, ya que el valor que ha descubierto es superior
a todos los valores que conocía, incluido el dinero.
Podemos concebir esto de dos maneras: como un mandato del
Señor, que no es mandato, en realidad, sino invitación; y si lo
adoptamos por ese motivo es infantilismo. O porque el Señor nos ha
abierto los ojos y hemos comprendido que es el único camino y,
entonces, somos nosotros los que estamos convencidos; lo hacemos
por convicción propia. El Señor nos ha abierto los ojos, nos ha
indicado dónde está la lacra de la sociedad, nos da esa fuerza, ese
Espíritu para ser capaces de ponerlo en práctica. Pero como nosotros
no consideremos eso como convicción propia, como no lo hagamos
porque estamos convencidos de que no hay otra manera, no
estaremos haciendo nada. Estaremos en un puro infantilismo de que
"papá lo manda", y eso no es adulto en ningún supuesto. No es eso.
Con él, pero convencidos como él. Y así actuamos con la plenitud de
nuestro ser, de nuestra fuerza y, además, no hay quien nos desvíe de
nuestro camino. Pues si lo hacemos porque nos lo mandan, entonces
un día diremos " qué incómodo, ¿no?; ¡este señor es tan exigente"...!
No, así no jugamos. Tiene que ser porque sea convicción personal
nuestra. Como gente adulta, que es lo que él pretende, naturalmente.
Por eso vamos con él. No bajo él, ni a sus órdenes, sino con él.
Seguimos el mismo camino, acompañándolo a él. No a las órdenes del
líder, que él no lo es ni quiere serlo, pues no nos llama siervos, sino
amigos, colaboradores.
Volvemos ahora a las bienaventuranzas. Como dijimos, la primera y
la última son el marco de todas las demás. Estas dos están en
presente, mientras las otras seis están en futuro. De estas seis
centrales, las tres primeras forman un grupo que trata de situaciones
negativas, que van a ser corregidas, y las otras tres son situaciones
positivas, que también reciben su promesa. Vamos, por tanto, primero
al grupo de las situaciones negativas.
4. DICHOSOS LOS QUE SUFREN
"Dichosos los que sufren, porque ésos van a recibir el consuelo"
"Los que sufren" es una expresión tomada del cap. 61 de Isaías,
como la primera bienaventuranza. En este pasaje de Isaías viene una
preciosa frase, que se repite en otros evangelios también, en la que
dice "El Espíritu de Dios está sobre mí. He venido -entre otras cosas- a
consolar a los que sufren, he venido a dar la Buena Noticia a los
pobres". La primera bienaventuranza corresponde a la Buena Noticia
a los pobres. Que los pobres ya van a ser dichosos porque esa
pertenencia al Reinado de Dios va a suprimir todas las connotaciones
negativas de la pobreza, que son la miseria y la dependencia. No hay
miseria ni dependencia para los que son pobres por decisión. Se crea
una sociedad nueva, donde esa comunión, esa solidaridad, ese poner
en común las cosas, hace que nadie pase necesidad y nadie sea
dependiente.
Pues también esta frase está tomada del mismo profeta y así se ve
muy bien lo que significa. En Isaías se trata de Sión, es decir, de Israel,
aunque, naturalmente, en las Bienaventuranzas eso queda
universalizado y ya no se trata del pueblo de Israel, sino de la
Humanidad entera. Allí, lo que sufre Israel es la opresión: "Cambiará su
luto en fiesta"... El luto es la opresión: Israel está sometido, está
subyugado por otros pueblos mayores que él, y dentro de Israel existe
una enorme injusticia. Hay una clase poderosa, rica, y hay un
proletariado (digamos en términos modernos) pobrísimo, miserable.
Pues esto es lo que va a cambiar. Estos son los que sufren, los que
sufren la opresión. Se trata de la opresión, según el texto de Isaías
donde se inspira la bienaventuranza.
De manera que aquí tenemos que los oprimidos van a ser dichosos.
¿Por qué? Porque van a encontrar el consuelo. Ese sufrimiento va a
ser aliviado, consolado, suprimido. ¿Como es posible? Lo mismo las
dos bienaventuranzas que siguen, que también reflejan situaciones
negativas, los sometidos y los que tienen hambre y sed de justicia.
¿Cómo se va a realizar eso? ¿Es que Dios va a venir al mundo a
cambiar la situación social? Ya dijimos que el Reinado de Dios es una
sociedad alternativa diferente, una sociedad propia del hombre, una
sociedad donde los hombres son solidarios, son iguales, son libres,
son hermanos bajo un mismo Padre. ¿Cómo se va a hacer eso?
Como ya hemos visto, estas bienaventuranzas están en futuro,
mientras la primera está en presente. La primera constituye la
comunidad cristiana, que es el Reinado de Dios, el lugar donde Dios
reina y, una vez que existe esa comunidad cristiana, empieza el
proceso liberador de la Humanidad, que es de lo que se trata. Y la
liberación es: 1) hacer que la gente pase de un estado negativo, que
es el estado de opresión, de la falta de libertad, de la injusticia, a un
estado positivo donde exista la libertad, la autonomía, la justicia, el
amor, la solidaridad, etc. Por tanto, lo que está diciendo el Evangelista
es que el hecho de que empiece a existir por opción de la primera
bienaventuranza ese grupo humano, donde esos valores ya son
realidad, eso permitirá que la gente pueda encontrar el lugar donde
pueda evitarse la situación de injusticia.
Es decir, al formarse la comunidad cristiana, se crea el espacio
donde se puede vivir así, y eso está al alcance de todo el que quiera
entrar. Los que estaban oprimidos, los que sufrían ese dolor, pueden
encontrar ahí su consuelo. Y es un dolor enorme, pues el verbo que
usa Mateo es el que se usa para el luto por la muerte de un pariente.
Ese verbo, en griego, significa un dolor interno, que es tan grande que
tiene que manifestarse al exterior. Por eso se usa también cuando se
trata de un duelo. En Oriente, en los entierros, hay gritos,
exclamaciones e incluso se contratan plañideras para que griten. La
misma familia expresa su dolor con gritos. Y esto ocurre también en
otros lugares, en Sicilia, y quizás también en nuestro país. Lo normal
del luto es el grito, porque es un dolor tan profundo que no se puede
contener. Y este verbo se aplica al luto, pero también a otras muchas
situaciones, entre ellas a la opresión. Es una opresión tan fuerte que
provoca el lamento, porque la gente no puede contenerse ante la
situación que vive. Eso es lo que describe Mateo.
Pues bien, ahora existe la posibilidad de salir de ahí, porque se ha
creado el espacio donde eso es posible. La comunidad cristiana es el
espacio donde esos pueden encontrar el consuelo que necesitan,
donde se acaba la opresión. De manera que, a medida que las
comunidades cristianas van creando ese ambiente de solidaridad, de
compartir, de la igualdad, etc., la gente que estaba oprimida deja de
sufrir, porque ya no está oprimida, se ha liberado. La opresión está
causada por un sistema económico-político, y esa gente se sale de
ese sistema para entrar en otro. En vez del sistema del dominio, está el
sistema de la igualdad; en vez del sistema de la acumulación del
dinero, está el sistema del repartir, de la igualdad económica. Por
tanto, es la existencia de la comunidad cristiana la que da origen al
proceso de liberación -según el pensamiento de Jesús- porque crea un
espacio, un modelo de sociedad, donde la gente puede integrarse y
salir así del modelo injusto. Y, para ello se necesitan dos cosas: que la
gente lo conozca y que la alternativa exista. De modo que no basta
que nosotros vayamos predicando este mensaje, diciendo que hay
otra posibilidad, sino que es que tiene que verse la posibilidad. Tiene
que verse, tienen que existir los grupos para que haya un lugar donde
uno pueda estar.
Por tanto, los grupos tienen que existir, y existen en virtud de la
primera opción y, ahora, una vez que existen, tienen que anunciarlo
como Jesús lo anunciaba. No imponer, no convencer, sino anunciar:
"Señores, hay otra posibilidad, y aquí está a la vista. Vengan y los
verán". Y empieza el proceso liberador del hombre. De manera que no
se trata de milagros, sino de la extensión de las comunidades
cristianas, porque ya se ve que es posible. Si nosotros anunciamos
esto sólo teóricamente, nos dirán que es una utopía, que es precioso,
pero que no se puede llevar a cabo. Por eso, Jesús quiere que lo
hagamos hoy; la utopía realizada hoy . En pequeños grupos, como ya
lo dice él con el "grano de mostaza", que apenas si se ve, pero que va
creciendo hasta hacerse un arbolito. Ya sabe él muy bien que siendo,
además, una opción libre, no van a ser muchos los que empiecen,
sabe muy bien que eso no va a ser nunca el árbol que cubra el
universo entero o, por lo menos, no lo describe así. Dice que se hará
un arbolito que subirá por encima de las acelgas, de los tomates y de
las demás hortalizas de la huerta. Pero que se verá. Y dice: "Y allí
pueden venir a poner su nido todos los pájaros del cielo". Esto está
tomado de la profecía de Ezequiel, y los pájaros significan los
paganos. Estos vendrán porque encontrarán aquí ese ideal de libertad
y de justicia.
De manera que no basta con anunciarlo. Jesús no es un filósofo
teórico; es de lo más pragmático del mundo. Por eso dice: "Miren, aquí
hay una utopía global: que la Humanidad viva así. Y, como eso es
libre, vamos a empezar por la utopía parcial, la utopía mínima. Esta,
hoy. La otra, no sabemos cuándo, pero ésta desde hoy. Hay que
empezar a crear el granito de mostaza. Porque eso es también como
"la levadura", de que habla Mateo en otra parábola. Dice: hay que ver
lo poquito que es la levadura al lado de la masa de harina y, sin
embargo, toda la masa de harina acaba por fermentar. Lo cual no
quiere decir que toda la harina se convierta en levadura, pero sí que
cambia la harina. Es muy difícil precisar lo que el Señor prevé para el
futuro, para un mundo futuro, pero lo que se ve en esta parábola
significa, no que la Humanidad va a ser toda cristiana explícitamente,
sino que la situación de toda la Humanidad va a cambiar gracias a la
existencia de estos grupos cristianos. De manera que el influjo de la
comunidad cristiana no consiste sólo en hacer que la gente entre en la
comunidad, sino que va mucho más allá a conseguir que la sociedad
que está alrededor vaya cambiando de principios, mejorando la
situación general, porque existen estos grupos que son como
testimonios, como levadura que va influyendo en la sociedad. Y, de
hecho, muchos de los grandes principios evangélicos han pasado a
ser principios sociales.
Consideremos, por ejemplo, la opción de Marx por una sociedad de
compartir, que es el socialismo. Aparte de las otras muchas cosas que
dijo Marx, de la otra filosofía, de los otros mitos que creó, etc..., en los
que no entramos, su intuición de que la sociedad justa está en el
compartir es totalmente evangélica. Y se ha hecho política o
socio-política. La intuición de los anarquistas de hoy -como Bakunín y
compañía- de que el poder, es decir, el dominio del hombre sobre el
hombre, es lo que impide el desarrollo del hombre, es evangélica. Eso
lo dice Jesús bien claro. O sea, que grandes principios evangélicos
han pasado a ser patrimonio de ideologías no evangélicas, no
cristianas. Esta es la levadura, aquí está la levadura. O sea, el
Evangelio tiene una potencia que sobrepasa los límites de la
comunidad cristiana, y eso se seculariza. Y ¡bendito sea Dios! que se
seculariza, porque lo que nos interesa es el bien de la Humanidad, no
el prestigio de la comunidad. El Señor no buscó su prestigio, y
nosotros tampoco. Los cristianos tampoco. Lo que nos interesa es el
bien del hombre y que el Evangelio penetre como sea. Con la etiqueta
o sin ella, pero que penetre, porque eso es el fermento que va a
cambiar a la Humanidad.
De manera que la idea de Jesús es que esa pequeña utopía se
realice hoy para que se vea que es posible, para que se cree un
espacio donde Dios reine en el mundo, y desde ahí salga una
actividad de proclamación, una actividad de testimonio, que va a ir
cambiando la situación de la Humanidad, en el sentido de que los
oprimidos, los que sufren, van a encontrar el consuelo. Se acabó la
opresión. Este es el mensaje de la segunda bienaventuranza.