Mt 23, 23-36

Nada permanece secreto, nada escondido, precisamente nada. En realidad, la humanidad se divide en dos categorías: aquellos cuyas culpas escondidas han salido a la luz y aquellos cuya realidad escondida no ha salido a la luz. A éstos se les llama «morales», honestos; a aquéllos, «inmorales», deshonestos.

Y, en verdad, el sol sólo puede sacar a la luz las acciones, no los pensamientos. Pero nos equivocaríamos enormemente si nos contentáramos con esta constatación y continuáramos viviendo tranquilamente -prudentemente- como antes. El sol, la luz, que irrumpe en cada rincón y revela lo que está escondido, se llama Cristo. Y así todo cambia.

Nosotros llevamos una existencia pública, visible, y al lado una existencia oculta, secreta, de pensamientos, sentimientos y esperanzas que nadie llega a conocer; y nos quedaríamos paralizados de terror si supiéramos que todos nuestros pensamientos y todos nuestros sentimientos pudieran ser exhibidos a los ojos de todos.

Y he aquí que, contra toda regla dictada por la discreción, se dice en la Biblia que al final compareceremos ante Cristo con todo lo que somos y hayamos sido, y no sólo ante Cristo, sino también ante los hombres que estén junto a nosotros.

Será Cristo quien juzgue. Será su Espíritu el que discierna entre los espíritus. En consecuencia, sólo cuenta una pregunta: ¿cómo te sitúas respecto a este hombre Jesucristo? Quien aquí abajo haya pasado a su lado sin haber pronunciado su «sí» o su «no» con claridad, en la hora de la muerte, cuando su vida sea pesada en la eternidad, deberá estar frente a él, deberá mirarle a la cara. Y su pregunta será: «¿Has vivido en el amor a Dios y a los hombres, o bien has vivido sólo para ti mismo?» En ese momento no habrá ninguna escapatoria, ninguna excusa, ninguna charla; en ese momento toda la vida quedará al descubierto a la luz de Cristo «para que cada uno reciba el premio o castigo que le corresponda por lo que hizo durante su existencia corporal» (2 Cor 5,10) (D. Bonhoeffer, Memoria e fe-delta, Qiqajon, Magnano 1995, 226-230, passim).