CAPÍTULO 12


V. HERODES AGRIPA PERSIGUE LA IGLESIA (12,1-25).

Como ya expusimos en la introducción, una parte esencial de los Hechos de los apóstoles concluye con el cap. 12, porque desde el cap. 13 se dirige claramente la atención a otro tema, a saber, la obra misional de Pablo. Aunque con fundadas razones hemos dividido los doce primeros capítulos en dos partes; sin embargo, frente al contenido de los capítulos 13-28, forman por sí mismos un conjunto homogéneo: ponen ante nuestra consideración el camino de la Iglesia desde Jerusalén hasta Antioquía con sus diferentes acontecimientos particulares y relatos colectivos. En la conclusión se nos muestra una vez más a Jerusalén y a la comunidad jerosolimitana en compañía de los apóstoles. Una vez más ante nuestra vista se presenta Pedro, con quien estuvo tan estrechamente enlazado el camino precedente de la Iglesia. Y una vez más se nos muestra la persecución de la Iglesia -que ya formaba parte de las secciones precedentes- y las amenazas contra la misma, pero al mismo tiempo también se nos muestra la ayuda de Dios y la índole invencible de la obra del Espíritu que al final se hace patente de una manera singularmente gráfica en la muerte atroz del perseguidor

I. PRODIGIOSA LIBERACIÓN DE PEDRO (12,1-17).

a) En la cárcel (Hch/12/01-04).

1 Por aquel entonces, echó mano el rey Herodes, para hacerles daño, a algunos de los que pertenecían a la Iglesia. 2 Había dado muerte por la espada a Santiago, el hermano de Juan. 3 Y viendo que esto era grato a los judíos, determinó prender también a Pedro. Eran los días de los ázimos. 4 Lo apresó y lo metió en la cárcel, entregándolo a cuatro piquetes, de cuatro soldados cada uno, para que lo custodiaran, con intención de hacerlo comparecer ante el pueblo pasada la pascua.

Del nombre de Herodes no se guarda buen recuerdo en la historia de Jesús y de su Iglesia. Conocemos a Herodes el Grande, que pretendió quitar la vida al niño de Belén. Por la actividad de Jesús conocemos al soberano de Galilea y Perea, que era uno de los hijos del primer Herodes y fue llamado Herodes Antipas. Por él fue sacrificado Juan el Bautista (Mc 6,14ss), y en el proceso contra Jesús desempeñó un papel peculiar (Lc 23,8ss). Y ahora tenemos ante nosotros otro Herodes, un nieto del primer Herodes; se llama Herodes-Agripa-I. Por ser favorito del emperador Calígula, desde el año 37 fue ascendiendo cada vez más en el poder hasta que en los años 41-44 tuvo como rey bajo su dominio todo el territorio de su abuelo. No es superfluo tener también presentes estos datos históricos para captar el mensaje del Nuevo Testamento. Nos muestran el fondo real de la historia y nos preservan de relegar los relatos de los Hechos de los apóstoles al terreno de la leyenda.

Por los testimonios que no están contenidos en la Biblia, conocemos cómo Herodes Agripa I supo ganarse la benevolencia del pueblo judío y sobre todo del partido farisaico, observando la manera de vivir de los fariseos. Por el afán de granjearse el aplauso del judaísmo, hostigó a la comunidad cristiana de Jerusalén, sobre todo a los apóstoles, a quienes por consejo de Gamaliel no se les había molestado desde el segundo juicio oral delante del sanedrín (5,34ss). Santiago, el hijo de Zebedeo y hermano de Juan, es sacrificado por la espada. Fue el primer mártir entre los doce apóstoles. Pedro estaba amenazado de correr la misma suerte. Las palabras proféticas que Jesús en otro tiempo se había aplicado a sí mismo, pareció que iban a cumplirse: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Zac 13,7; Mt 26,31).

De nuevo era la pascua, como en la pasión de Jesús, y después de la fiesta se debía juzgar públicamente a Pedro y había de ser ejecutado. La estricta e intensa vigilancia del encarcelado muestra cuán trascendental era este caso para Herodes. De intento describe Lucas las disposiciones tomadas por el rey. Pero también lo hizo para que se mostrara de una manera más impresionante la impotencia terrenal ante el insuperable poder del Señor, que custodia a su Iglesia.

b) Liberación (Hch/12/05-12).

5 Pedro, pues, era guardado en la cárcel; pero en la Iglesia se hacía continua oración a Dios en favor de él. 6 Y cuando Herodes se disponía a hacerlo comparecer, en aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo en medio de dos soldados, sujeto con dos cadenas, y guardias ante la puerta custodiaban la cárcel. 7 En esto se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la celda, y, golpeando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «Levántate en seguida.» Y se le cayeron las cadenas de las manos. 8 Y el ángel le dijo: «Ponte el cinturón y átate las sandalias.» El lo hizo así. Y le dijo el ángel: «Cúbrete con el manto y sígueme.» 9 Y saliendo, le seguía, y no sabía que era de verdad lo que estaba sucediendo por medio del ángel, más bien le parecía estar viendo una visión. 10 Atravesaron la primera y la segunda guardia, y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual espontáneamente se les abrió; saliendo, recorrieron un trozo de calle, y al instante el ángel se apartó de él. 11 Vuelto en sí Pedro, dijo: «Ahora realmente caigo en la cuenta de que ha enviado el Señor su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío.» 12 Y recapacitando, se encaminó a la casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde estaban muchos congregados y en oración.

En la primera parte de los Hechos de los apóstoles ya se nos informó de una liberación prodigiosa de la cárcel (5,19ss). Entonces un «ángel del Señor» abrió a todos los apóstoles durante la noche las puertas de la cárcel y les dio la orden de predicar en el templo. Y en la tercera parte de nuestro libro volveremos a encontrar una historia parecida, cuando se nos diga que Pablo y Silas fueron liberados de la cárcel mediante un temblor inusitado (16, l9ss). Así pues, el mismo Dios interviene tres veces para socorrer a sus mensajeros. El pensamiento crítico podría escandalizarse por estas cosas, que parecen increíbles. ¿Tenemos derecho a tomar todo esto solamente como símbolos, como la convicción (presentada en forma dramática y puesta en escena de un modo eficaz) de la primitiva Iglesia de que el poder auxiliador del cielo le asiste y de que la Iglesia es invencible? No faltan tales maneras de ver. Y sin embargo ¿por qué la ayuda de Dios no podía haber elegido, de hecho, estos caminos, cuando se trataba de asistir a su Iglesia oprimida? Conocemos a Jesús resucitado y su promesa. También creemos, después de todo, en la posibilidad del milagro. Pese a todas las objeciones, que de ordinario son el resultado de una manera unilateral y naturalista de pensar, deberíamos seguir aferrados a la verdad de tales acontecimientos. No obstante hemos de contar con la posibilidad de que en algún detalle concreto hayan concurrido influencias y móviles literarios.

Con respecto a las otras dos historias de liberación la escena de la comunidad orante es lo que sobresale especialmente en nuestro relato y lo que lo hace especialmente significativo. En la casa de la madre de Juan Marcos (casa que se supone que ya desde los días de Jesús era santa y familiar a la comunidad) están «muchos congregados y en oración». Es de suponer que también en otras partes se reunían grupos de la comunidad para orar con solicitud por los apóstoles y jefes amenazados. «Se hacía continua oración a Dios en favor de él.» San Lucas empieza su relato de la formación de la Iglesia con la escena de la comunidad orante (1,12ss), siempre habla de que los fieles se reunían para orar91 y que la oración acompañaba las palabras y las acciones de la Iglesia 92. Ahora san Lucas muestra el poder de la comunidad orante de un modo que impresiona singularmente. Nos acordamos de cómo san Lucas ha expuesto en su Evangelio la perentoriedad y fuerza de la oración confiada. Conocemos el ejemplo del amigo impertinente (Lc 11,5-8), del padre y la petición de su hijo (11,11-13), de la viuda y su ruego incesante (Lc 18-1-8). El relato de la liberación que desciende a pormenores y presenta una descripción muy acertada, no necesita ninguna interpretación especial. Se tiene cuidado en mostrar la estrictísima vigilancia sobre el apóstol encarcelado, para que se manifieste con la mayor claridad posible la magnitud del prodigio y la superioridad del poder. La «luz» que «resplandeció» en la celda oscura es el símbolo de la proximidad de Dios. El hecho de que el ángel se cuide de cada pieza de la indumentaria es una indicación de cómo la ayuda divina se refiere a todo lo que es necesario al hombre. También se dice intencionadamente que el apóstol se da cuenta de la realidad cuando el ángel ya ha desaparecido. Cuando a continuación Pedro dice: «Ahora realmente caigo en la cuenta de que ha enviado el Señor su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío», estas palabras no sólo contienen una confesión del apóstol liberado, sino también una declaración significativa para nosotros, si interrogamos sobre la credibilidad del suceso.
...............
91. 2,42; 4,24ss.
92. 3,1; 6,6; 7,59; 10,9.
...............

c) Entrevista con la comunidad (Hch/12/13-17).

13 Llamó a la puerta del vestíbulo, y se acercó a escuchar una muchacha llamada Rosa, 14 la cual reconoció la voz de Pedro; pero, por la alegría, no abrió el vestíbulo, sino que fue corriendo a avisar que Pedro estaba ante él. 15 Ellos le dijeron: «Tú estás loca.» Pero ella insistía en que era cierto. Decían ellos: «Será su ángel.» Pedro entre tanto continuaba llamando. 16 Por fin abrieron, y al verlo se maravillaron. 17 ÉI hizo señas con la mano para que se callaran y les refirió cómo el Señor le había sacado de la cárcel, y añadió: «Contádselo a Santiago y a los hermanos.» Salió y se fue a otro lugar.

Pedro está ante la puerta de la casa que desde hace mucho tiempo le es familiar. Conoce a María, la madre de Juan Marcos, conoce a todos los que ahora están reunidos dentro de la casa y todavía oran por él. Pedro más tarde nombra a este Marcos en su carta, cuando escribe: «Os saluda... mi hijo Marcos» (lPe 5,13), y de este modo atestigua los lazos espirituales que le unen con la casa de esta María. Este Marcos será quien, como nos dice la tradición, sobre la base de los sermones de Pedro compone el Evangelio que conocemos y cuyos rasgos, característicos del apóstol, no se pueden desconocer. La Iglesia de Cristo no está desprendida de las relaciones y encuentros terrenales y humanos, en la hora oportuna necesita la solidaridad fraternal entre distintas personas. Así nos lo muestra de un modo gráfico Pedro que llama a la puerta. Así nos lo muestra también la muchacha Rosa que acude a la llamada y en seguida reconoce la voz familiar de Pedro, pero quedando alegremente sorprendida le deja fuera para comunicar la incomprensible noticia a los amigos que están dentro.

ANGEL-CUSTODIO:«Tú estás loca», se imaginan al principio. «Será su ángel», dicen luego y denotan la fe (que tienen los judíos) en que el celestial espíritu protector que Dios da por compañero a los hombres, es el fiel trasunto del hombre al que pertenece. De aquí también ha entrado a formar parte de la fe de la Iglesia la fe en el ángel de la guarda. ¡Qué impaciencia y conmoción debió penetrar en la casa, cuando continuaron oyendo que llamaban a la puerta! La abren, y quedan fuera de sí por el asombro. Pedro se ve rodeado de sincero júbilo. Pero él conoce el peligro que todavía le amenaza, hace en primer lugar solamente con la mano una señal para imponer silencio y refiere las cosas inconcebibles que le habían acontecido.

Tiene especial importancia que Pedro diga que el Señor le había sacado de la cárcel. Pedro sabe que fue el mismo Cristo Jesús, el Señor glorificado, el que estuvo cerca de su apóstol por medio del «ángel del Señor», y el que lo libró del peligro. Otra vez vemos en los Hechos de los apóstoles cuán viva era la fe en la presencia del Señor en la Iglesia, y cómo esta fe determinaba la conducta de la Iglesia. ¿No tendríamos que aprender de esta fe? ¿No sería entonces más vivo y profundo nuestro cristianismo?

Este informe que dio Pedro, pudo haberse grabado indeleblemente en los reunidos, y se puede suponer que en la descripción que hace Lucas se ha conservado la viveza y claridad con que Pedro ha contado lo que había ocurrido.

Contádselo a Santiago y a los hermanos. De estas palabras se han dado múltiples interpretaciones. ¿Quién es este Santiago? Sin duda es uno de los que desempeñaban un cargo importante en la comunidad de Jerusalén. Es el mismo que encontraremos también en el Concilio de los apóstoles (15,13ss) como un defensor de la dirección conciliatoria en lo que se refiere a la misión entre los paganos exenta de la ley. Cuando Pablo regresó del tercer viaje misional (21,18), visitó a Santiago, quien le aconsejó que se purificara en el templo. Los judíos que abrigaban sentimientos hostiles, debían tranquilizarse con esta solución. En fin de cuentas es el mismo Santiago que Pablo menciona repetidas veces en la carta a los Gálatas: Es un «hermano del Señor» (Gál 1,19), es reputado como una de las «columnas» de la Iglesia (Gál 2,9), y es un defensor de la tendencia de la Iglesia judeocristiana a mantenerse fiel a la ley (Gál 2,12). No excluimos la posibilidad -sin querer negar la dificultad de la cuestión 93- de que este Santiago, que Pedro nombra en nuestro texto, hay que considerarlo como apóstol y como tal ocupó una posición especial en la dirección de la comunidad de Jerusalén.

Pedro no sólo menciona a Santiago, sino también a los «hermanos», con lo cual Pedro podría aludir a los otros apóstoles y además a los ancianos (o presbíteros), si es que estaban en Jerusalén. Pero ¿sobre qué versa esta información que debe darse a «Santiago y a los hermanos»? Sin duda, en primer lugar, se les ha de informar de lo que le ha sucedido a Pedro. La historia de su prodigiosa liberación. Pero, junto con esta historia, así pensamos nosotros, había que advertirles del peligro que amenazaba a los demás apóstoles. Mientras reinó Herodes Agripa I, estuvo en peligro la Iglesia, especialmente sus dirigentes, aunque fueran esmeradamente adictos a la ley judía, como se cuenta de Santiago. Santiago, el hermano de Juan, fue decapitado; Pedro se salvó del mismo fin. ¿Qué podía impedir a Agripa que siguiera el rastro de los demás jefes de la Iglesia y que los ejecutara para satisfacer a los judíos?

Carecería de fundamento que la información dada a «Santiago y a los hermanos» se interpretara en el sentido de que Pedro, con su partida de Jerusalén, transfiriese definitivamente a Santiago su ministerio, no solamente en Jerusalén, sino en toda la Iglesia, cuya dirección estaba vinculada a Jerusalén. En favor de esta interpretación no se puede encontrar ningún indicio en nuestro texto. Tampoco puede aducirse con fuerza convincente que Pablo atestigüe la preeminencia de Santiago sobre Pedro, cuando en la carta a los Gálatas (Gál 2,9) nombra a Santiago antes que a Cefas (Pedro) y Juan. Porque para el orden seguido por Pablo son decisivas otras razones, sobre todo la razón de que Pablo quiere hacer resaltar que incluso Santiago, que era reputado como representante de los partidarios de la ley, ha aprobado el punto de vista de la misión de los paganos liberada de la ley. No podemos pasar por alto que incluso en el concilio de los apóstoles, como informan los Hechos de los apóstoles (15,7ss), Pedro aparece claramente como el primero de los apóstoles.

Salió y se fue a otro lugar. Aún era de noche cuando Pedro salió de Jerusalén. Su seguridad así lo exigía. Pedro procede de acuerdo con la orden dada por Jesús: «Cuando en una ciudad os persigan, huid a otra» (Mt 10,23). ¿A qué ciudad fue Pedro? ¿Por qué Lucas no la nombra? Esta omisión es contraria a la habitual manera de escribir de Lucas, quien regularmente en sus informes tiene especial interés en indicar el tiempo y el lugar. Recuérdese la historia de Felipe con sus datos precisos, el relato sobre Saulo, del que en último término se dice expresamente que primero fue conducido a Cesarea, desde donde se le hizo partir para Tarso (9,30). También en otras ocasiones, sobre todo en la descripción de los viajes de Pablo, encontramos una multitud de datos, que no siempre, ni mucho menos, parecen ser importantes para comprender el conjunto. Difícilmente se puede suponer que Lucas, aunque hubiese tomado todo el contenido de 12,1-25 de una tradición ya formada, no hubiese podido dar un dato más preciso.

¿No se debe tomar en consideración, más en serio de lo que suele ocurrir, la antigua tradición que encontramos en Eusebio 94 y que se funda en anteriores testimonios? Eusebio dice que Pedro se dirigió a Roma. ¿No fueron Cornelio y los suyos quienes pudieron poner a salvo a Pedro? No habría dificultad en apoyar esta solución con razones. Incluso la proximidad entre la historia de Cornelio y nuestro relato podría ser favorable a esta solución. Porque solamente así podría resultar comprensible que Lucas no mencione el nombre del lugar. Esta omisión hubiese sido más fácilmente posible, si se tratara de cualquier otra ciudad, aunque fuera Antioquía, en la que se podría pensar. Pero si se tiene en cuenta que Lucas, como ya dijimos, escribe para los lectores romanos, y si se pudiera partir sobre todo de la suposición que Lucas da su libro a la publicidad durante el proceso judicial contra Pablo, entonces sería muy inteligible que Lucas se mantenga reservado y omita el dato de que ya entonces el jefe de la Iglesia permaneció en Roma, aunque fuera de una forma pasajera. Nos damos perfectamente cuenta de la inseguridad de esta interpretación, pero creemos que hay que reflexionar de nuevo sobre ella.
...............
93. Muchas veces se encuentra expresada la opinión de que a este Santiago por ser «hermano del Señor» no hay que considerarlo como apóstol, porque «ni siquiera sus hermanos (los hermanos de Jesús) creían en él» (Jn 7,5). Solamente más tarde impresionados por los sucesos de la resurrección habían entrado a formar parte de la comunidad de Jesús. Pero ¿qué significa entonces la mención de «María, madre de Santiago el menor entre las mujeres que estaban cerca de la cruz (Mc 15,40)? ¿Por qué no es posible que el segundo Santiago, al que se enumera como «hijo de Alfeo» en la lista de los apóstoles (Mc 3,18), haya sido un pariente de Jesús, un «hermano del Señor»? La observación que se hace en el Evangelio de san Juan no se ha de tomar en un sentido exclusivo.
94. Historia eclesiástica II, 14,6.
.........................

2. CASTIGO DEL PERSEGUIDOR (Hch/12/18-23).

18 Al hacerse de día, hubo alboroto no pequeño entre los soldados sobre qué habría sido de Pedro. 19 Herodes lo hizo buscar, y al no encontrarlo, interrogó a los guardianes y ordenó que fueran llevados al suplicio. Bajó de Judea a Cesarea y residía allí. 20 Estaba muy irritado contra los tirios y los sidonios. Estos, de común acuerdo, se presentaron ante él. Y habiéndose ganado a un tal Blasto, maestro de cámara del rey, pedían paz, dado que su región dependía económicamente de la casa real. 21 En el día prefijado, Herodes, ataviado con la vestidura real y sentado en su trono, los estaba arengando. 22 El pueblo clamaba: «Voz de un dios y no de un hombre es ésta.» 23 Y al instante lo hirió un ángel del Señor, por no haber dado gloria a Dios, y, comido por gusanos, expiró.

Nos puede sorprender que Lucas coloque esta historia sobre el fin de Herodes, cuando se concluye todo el relato de la formación de la primitiva Iglesia. Sin embargo, no puede reconocerse bien su intención. En todo el relato final del cap. 12, Herodes y la Iglesia están frente a frente. El peligro y la destrucción amenazan a la Iglesia. El primer apóstol es sacrificado como víctima del poder de Herodes y de la aprobación de muchos judíos. En la persona de Pedro se debía herir a la Iglesia en su cabeza visible. No sabemos qué alcance tenían los planes de aquel hombre. ¿Qué sentido hubiese tenido según los cálculos humanos que Herodes solamente hubiese quitado de en medio algunos dirigentes? Si la manera de proceder debía ser eficaz, la Iglesia tenía que ser aniquilada por completo. Pedro, con la ayuda de Dios, se evade de la mano mortífera del rey. El perseguidor castiga a los soldados. Herodes se retira a la ciudad donde tenía su residencia. ¿Reflexionó sobre la extraña evasión del apóstol? ¿Desistió por esta causa de seguir persiguiendo a la Iglesia? No lo sabemos. Pero para Lucas tiene importancia mostrar el fin de este hombre. Este fin es para Lucas un símbolo expresivo de la imposibilidad de vencer a la Iglesia, y un símbolo de la acción punitiva de Dios, que recae sobre todos los que obran contra su Iglesia. El castigo de Herodes es puesto en relación con un suceso externo.

La reconciliación con Tiro y Sidón se celebra con un acto solemne. El rey se presenta con el esplendor de su poder externo. Espera el aplauso de la multitud. Esta conoce la presunción de su soberano. Le tributa un honor divino. «Voz de un dios y no de un hombre es ésta», clama la multitud adulando indignamente al rey sentado en su trono. Pensemos brevemente en el contraste que ofrece otra escena, la bienvenida dada a Pedro por Cornelio, el centurión romano. Cornelio quiso tributar un honor divino al hombre de Dios. Y Pedro declina el honor diciendo: «Levántate, que yo también soy puro hombre» (10,26). Herodes, el ídolo del pueblo, experimenta la acción punitiva de aquel a quien rehúsa el honor, que sólo a él corresponde. Al instante le alcanza la respuesta del verdadero Señor. Herodes tiene un fin espantoso. No sabemos la índole de esta enfermedad, que se describe de un modo popular diciendo que Herodes murió «comido de gusanos». Sin embargo la descripción nos recuerda aquel castigo que en otro tiempo sufrió el rey de Siria Antíoco IV Epifanes por sus delitos contra el pueblo judío (2Mac 9,5ss).

Puede ser interesante comparar este informe sobre el fin de Herodes con el que nos da Flavio Josefo95. Este autor nos hace reconocer la historicidad de la exposición de san Lucas, aunque Josefo relaciona el motivo de la petulante actuación del rey con los festivales en honra del emperador Claudio, que fueron celebrados en Cesarea probablemente el año 44. De la exposición del historiador judío citamos la siguiente descripción: «Cuando el rey, al amanecer del segundo día, se dirigió al teatro y los rayos del sol dieron en su vestido bordado en plata e hicieron irradiar su figura con un maravilloso fulgor, los aduladores le aclamaron desde todas partes, le llamaron dios y dijeron: "Sénos propicio. Aunque hasta ahora te hemos considerado como hombre, en adelante queremos venerar en ti algo superior a una naturaleza mortal." El rey consintió en silencio esta adulación blasfema. Pero acto seguido sus entrañas fueron despedazadas por terribles dolores, y al cabo de cinco días murió.»

No podemos decidir cuál de las dos exposiciones reproduce con más exactitud el hecho, pero en todo caso coinciden en los puntos esenciales. Porque el tratado de paz con Tiro y Sidón fácilmente se puede poner en relación con los juegos, que incluso podrían estar indicados en el versículo 21. Ambos informes refieren un castigo por la impía divinización (aporheosis), que Herodes consintió. Aunque san Lucas muestra este delito como causa de la intervención de Dios, sin embargo todo el contexto hace suponer que el autor también ve la represalia por lo que Herodes ha pecado contra la Iglesia de Dios y por tanto contra Cristo Jesús, el único y verdadero Señor.
...............
95. Antigüedades judías XIX, 8,2.
...............

3. PROGRESO DE LA IGLESIA (Hch/12/24-25).

24 La palabra del Señor crecía y se multiplicaba. 25 Bernabé y Saulo una vez cumplido su encargo regresaron de Jerusalén, llevándose consigo a Juan, por sobrenombre Marcos.

Una breve noticia concluye la descripción del nacimiento y desarrollo de la Iglesia. Es una visión de conjunto, como las que san Lucas siempre intercala entre los relatos particulares. La Iglesia continúa progresando, la «palabra del Señor» o, como se podría traducir según otra transmisión del texto, la «palabra de Dios» crece. Una vida indestructible se contiene en esta palabra. Es el poder vital del Señor resucitado y glorificado, es la fuerza del Espíritu Santo, que Jesús resucitado ha prometido a su Iglesia, cuando dio a los apóstoles el encargo de ser sus testigos desde Jerusalén hasta los confines de la tierra (1,8). Hemos seguido este testimonio de los apóstoles una etapa tras otra, hemos visto el poder que resultó eficaz por medio de la Iglesia, de su mensaje y de su virtud milagrosa. Hemos visto cómo los hombres escuchaban, se rendían a la palabra y le daban fe. También vemos cómo se opuso resistencia y persecución a este testimonio. Vimos cómo incluso desde el interior de la Iglesia amenazaban el peligro y el infortunio. La fuerza del Espíritu llenaba, fortalecía e iluminaba a la Iglesia en el camino que ella había seguido hasta entonces. Esta fuerza estará con la Iglesia -así nos lo mostrarán los siguientes capítulos- cuando se resuelva a recorrer el camino de la misión universal. En la última frase de la noticia intermedia ya vemos los hombres que están llamados a retransmitir el mensaje: Bernabé y Saulo, y con ellos el primo de Bernabé, Juan Marcos. La enumeración de estos nombres produce el efecto del anuncio de un programa. Bernabé y Saulo, los dos grandes amigos, recorren el camino de vuelta desde Jerusalén a Antioquía, y dentro de poco saldrán de esta última ciudad «para la obra a que los ha destinado el Espíritu Santo» (13,2).

El evangelio está constantemente en camino. Hasta aquí la intención de la obra de Lucas fue mostrarnos este avance del Evangelio. Lo que se pretende en todo lo que sigue es continuar mostrándonos cómo sigue progresando el mensaje de salvación.