CAPÍTULO 6


1 Siendo, pues, colaboradores suyos, también os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios.

Pablo pone fin a sus palabras sobre la obra salvífica de Dios con una exhortación. Exhorta como apóstol, llamado a colaborar (1,24; 3,9) en la obra de la reconciliación. Dios ofrece la gracia de la reconciliación, el don de la salvación y de la paz. Que nadie la reciba en vanos. Se puede recibir la gracia de Dios y también por supuesto, aceptarla, al menos exteriormente. Pero esto pudiera no servir de nada. El don de Dios puede permanecer estéril. Esta grave afirmación previene contra toda presuntuosa seguridad demasiado precipitada. Se amonesta a los cristianos a examinarse a sí mismos para ver si su talento cristiano es auténtico y su conducta fructífera. Y si alguno tuviera que confesarse a sí mismo que todo había sido en vano, este tal debe aceptar el Evangelio otra vez, desde el principio.

2 Pues dice: «En tiempo favorable te escuché y en día de salvación te presté ayuda» (Is 49,8). Ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de la salvación.

La exhortación se apoya en una sentencia del profeta Isaías. Isaías habla de un tiempo, todavía lejano para el, en el que vendrá el Mesías prometido. En las palabras del profeta percibe Pablo la advertencia de que Dios da a los hombres un tiempo de gracia, que ya no retorna. Ahora es el tiempo de que habla el profeta. Pablo da un paso más. Isaías habla de un tiempo favorable; Pablo dice que es un tiempo sumamente favorable.

7. POBREZA Y RIQUEZA DEL MINISTERIO (6/03-10).

El apóstol continúa su propia defensa. Se ha esforzado siempre por ejercer su servicio sin provocar escándalo. A lo largo de una serie de palabras y frases; que se suceden in crescendo demuestra cuán honda entrega encerraba este servicio. La enumeración abarca las antítesis y tensiones de pobreza y riqueza, de renuncia y gloria contenidas en el ministerio apostólico 47.

3 No damos en nada motivo de tropiezo a nadie, para que no sea censurado este servicio nuestro. 4 Por el contrario, nos acreditamos en toda ocasión como servidores de Dios, con mucha constancia, en tribulaciones, en necesidades, en aprietos...

El apóstol sabe que aquello de que se acusa a la persona del que desempeña el ministerio recae sobre el ministerio mismo, con razón o sin ella. Por tanto, debe procurar que su conducta no sea motivo de tropiezo o escándalo para nadie.

Pablo rechaza, repetidas veces, la acusación de que se recomienda a sí mismo en sus palabras (3,1; 5,12; 10,12). Aquí emprende una recomendación de sí mismo basada en su comportamiento irreprochable ante todo el mundo. Hay lugar para dicha recomendación. En la descripción de luchas, cargas y penalidades que sigue, pueden distinguirse cuatro secciones. Los primeros miembros están caracterizados por el «en» repetido y enumeran situaciones de servicio y sufrimiento (6,4b.5); siguen después los dones carismáticos acreditados en el servicio y las virtudes morales ejercitadas en el mismo, acompañadas de la preposición «con» (6,..7a). Sigue una lista, unida con la expresión «mediante», que enumera las circunstancias y los modos del servicio (6,7b.8a); se concluye con una lista de pequeñas frases, cada una de las cuales comienza con un «como», en las que se describen las actitudes fundamentales del servicio (6,8b-10). Finalmente, el apóstol testifica que ha podido soportar todo esto gracias a la posesión indestructible de la alegría y a la abundancia de los bienes espirituales (6,10).

Los apóstoles son servidores de Dios en dos sentidos: como cristianos y como apóstoles. En las parábolas de Jesús se presenta, con frecuencia, al discípulo como el siervo fiel; así, por ejemplo, en la parábola de los obreros de la viña (Mt 20,1-16) o en la del siervo vigilante (Mt 24-45-51). La actitud del discípulo es, por antonomasia, actitud de servicio, de acuerdo con la sentencia del Señor: «El que quiera ser grande entre vosotros, sea servidor vuestro» (Mc 10,43). Pablo es servidor de Dios, además, por su calidad de apóstol y se llama a sí mismo «servidor» del Evangelio (Col 1,23). Como apóstol está tan consagrado al servicio de Dios que ya no puede disponer de sí mismo. La precedente calificación de servidor de Dios define la renuncia radical y dolorosa del apóstol, que se integra en el todo de un tercero, a cuyo fatigoso servicio está. De aquí se derivan todas y cada una de las cargas y sufrimientos que enumera a continuación.

Se enumeran, en primer lugar, las situaciones dolorosas. Constancia es traducción del término griego hypomone, cuyo significado fundamental es «permanecer debajo». Es resistir y aguantar con firmeza y confianza en la ayuda de Dios y en la salvación final. Es ésta una de las posturas fundamentales del cristiano. Las tribulaciones forman parte de la vida cristiana en el mundo48. Son una participación en la pasión de Cristo, que padece tribulación en sus miembros (2Cor 4,10s). Estas tribulaciones son una característica del tiempo presente en cuanto tiempo final. Los sufrimientos son como los dolores de parto de la salvación ya cercana (Mt 24,1; Ap 1,9).
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47. Listas semejantes sobre las cargas y la gracia del servicio apostólico se encuentran en Rm 8,35-39; 1Co 4,9-13; 2Co 4,8-12; 6,4-10; 11,32-33. Deberían leerse todas estas listas como formando un conjunto.
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5 .. en palizas, en cárceles, en tumultos, en fatigas, en desvelos, en ayunos...

Se enumeran ahora los trabajos y sufrimientos concretos que se deben soportar en el servicio apostólico: palizas, como las que acaso el Apóstol hubo de sufrir en los tumultos callejeros, en la sinagoga, en la cárcel o ante los jueces, tanto judíos como paganos (11,24s). Las cárceles fueron una experiencia frecuente de los apóstoles, pero sobre todo de Pablo. Los tumultos pueden referirse a las agitaciones y revueltas, en algunas de las cuales el Apóstol fue golpeado y amenazado de muerte 49. Las fatigas son los trabajos inherentes a su vocación en todas las comunidades, acrecentados en las comunidades tibias o desobedientes y multiplicados por la oposición de los enemigos. El Apóstol tuvo que soportar vigilias, acaso en las mismas cárceles (Act 16,25), o también cuando, por el exceso de trabajo, no había ni tiempo para dormir, o porque ejercía el servicio apostólico también durante la noche (como en Act 20,31, en la celebración litúrgica de Tróade), o porque el Apóstol se dedicaba, durante el día, a trabajos manuales, para ganarse el sustento, y dedicaba la noche al ministerio pastoral (cf. el comentario a 11,7; lCor 4,11; ITes 2,9). Los ayunos no eran, precisamente, voluntarios, sino carencia forzosa de alimentos y bebida en las cárceles, en los viajes, en el trabajo o, sencillamente, como consecuencia de su pobreza.
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48. Tanto los Evangelios (Mt 10,22; Lc 8-15; 21,19) como las cartas paulinas (Rom 5,3s; 8,25; Col 1,11; 2Tes 1,4) exigen, con frecuencia, esta constancia. Sobre la tribulaci6n, cf. Mt 13,21; Jn 16,33; Act 14,22; 2Cor 1,4, Rom 8,35; 12,2; lCor 7,28.
49. Sobre los encarcelamientos de Pablo, véase Act 16,23; 23,35; 28,16; Ef 3,1; Flp 1,7; Col 4,18; Flm 1; 2Tim 1,8. Sobre los tumultos, véase Act 13,50; 14,19; 16,19s; 19,28s.
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6 ...con pureza, con conocimiento, con comprensión, con bondad, con Espíritu Santo, con amor sincero, 7a con palabra de verdad, con poder de Dios...

Hasta aquí se hablaba del testimonio que los trabajos del Apóstol dan en favor de él, ahora se aduce el testimonio de sus dones espirituales y de sus virtudes. La pureza no significa aquí castidad en sentido estricto, sino pureza y santidad de vida, en su sentido total. El portador del Espíritu habla a la Iglesia con conocimiento e inteligencia (ICor 14,6). Extender el conocimiento es la tarea del apóstol (2,14). El apóstol debe ejercitar una y otra vez la comprensión y la bondad, virtudes emparentadas entre sí, si, a pesar de todas las dificultades, quiere ganar a los hombres para Cristo. Se insiste con frecuencia en que el amor sea sincero 50. La palabra de verdad puede entenderse como una alusión al lenguaje sincero y verdadero que Pablo se atribuye a sí mismo. Pero podría referirse también a la palabra del Evangelio, en cuanto que es mensaje de verdad, que transmite y crea la verdad (Ef 1, 13; Col 1,S; 2Tm 2,15). El poder de Dios es el poder del Evangelio que salva aquí y ahora; pero es también el poder milagroso de Dios, concedido al apóstol (2Co 12,12; Rm 15,19).
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50. Rm 12,9; ITm 1,5; IP 1,22.
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7 ...mediante las armas de la justicia, las de la derecha y las de la izquierda...

Se recurre aquí a imágenes de la vida militar. Las armas de la mano derecha del soldado son la espada y la lanza, como armas ofensivas; en la mano izquierda se lleva el escudo, como arma defensiva. Ambas maneja el apóstol. Pero ataca y se defiende no con la injusticia, sino con la justicia. Unas son las armas de la injusticia al servicio del pecado (Rom 6,13) y de la carne (2Cor 10,4), y otras las armas de la luz (Rom 13,12) 51. Así, el apóstol aparece ante el mundo como un guerrero de la justicia, armado con todas sus armas.
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51. El armamento del cristiano se describe con todo detalle en 2Co 10,3s y también en Ef 6,13-17.
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8a...mediante la gloria e ignominia, mediante buena y mala fama...

En 6,8-10 el lenguaje produce un gran efecto debido a que en cada par de expresiones se concentra la tensión entre la apariencia externa y la realidad interna, y se establece entre ellas una relación de contraste y unidad.

Los hombres tienen juicios fluctuantes y divergentes acerca del apóstol. Pero estos juicios no pueden apartarle de su camino ni del cumplimiento de su ministerio. De parte de sus amigos y de los cristianos recibe Pablo honra y buena fama; de parte de sus enemigos soporta la ignominia y mala fama. Los paganos y los judíos le arrastran ante los tribunales, le golpean y le arrojan a la cárcel. También los enemigos que tiene en la Iglesia, los falsos apóstoles (11,5), los falsos hermanos (11,26) le calumnian y procuran estorbar su trabajo. Hay, también, en fin, cristianos que le denigran. La deshonra ante los hombres es una carga abrumadora (lCor 4,9-11).

8 ...como embusteros, aunque sinceros; 9 como desconocidos, aunque somos conocidos de sobra; como si fuéramos moribundos, aunque seguimos viviendo; como castigados, aunque todavía no muertos...

Ante el mundo, los apóstoles pasan muchas veces por embusteros, seductores y engañadores. Los paganos calificaban así a los cristianos, pero fueron sobre todo los judíos quienes lanzaron acusaciones de este género contra los testigos del Mesías Jesús (Mt 27,63s). Con todo, los apóstoles se saben sinceros ante el tribunal de su propia conciencia. Dios y la Iglesia les confirman en esta convicción personal. Los apóstoles son, sin ninguna duda, los que predican la verdad y los que la manifiestan ante el mundo. Son desconocidos en el mundo. Al igual que los cristianos en general, tampoco ellos forman parte de los «sabios según la carne», «poderosos» y «de cuna noble» (lCor 1,26). El gran mundo, la literatura, la política y la ciencia no saben nada de ellos. No se les busca, como a las celebridades famosas y rectoras de la época. Pero son bien conocidos y comprendidos en la Iglesia y están al descubierto ante Dios (2Cor 5,11). En el cielo están inscritos en los libros eternos (Lc 10,20; Flp 4,3). Es cierto que los apóstoles están marcados por la pasión y muerte de Cristo (2Cor 4,10s). Pero del estado aparente de muerte brota no la fuerza vital humana, sino la fuerza de Dios, de la que los apóstoles tienen conciencia cuando experimentan cómo superan todos los sufrimientos y son salvados de los más graves peligros de muerte (1,8-10). Los castigos que el apóstol soporta se refieren, en general, a las pruebas del sufrimiento. Pero pudiera tratarse también de los castigos impartidos por el antiguo derecho penal, tales como azotes y tormentos (11,24s), que podían incluso acarrear la muerte. Con todo, aunque los apóstoles eran azotados hasta límites mortales, no morían.

Pablo sigue el salmo 118. El fiel que ora en este salmo concibe sus tribulaciones y sufrimientos como castigos: «No, no he de morir, que viviré... me castigó, me castigó Yahveh, pero no me entregó a la muerte» (Sal 118,17-18). Del mismo modo, Pablo entiende sus sufrimientos como castigos de un Dios que, con todo, sigue amando. «Cuando el Señor nos juzga, nos corrige, para que no seamos condenados con el mundo» (lCor 11,32).

10...como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, pero todo lo poseen.

Las necesidades y tribulaciones interiores y exteriores engendran tristeza. Pero los atribulados están siempre llenos de un gozo indestructible, que brota de la esperanza de la salvación futura. En efecto, «el reino de Dios es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo» (Rom 14,17). Desde la dura prisión exhorta Pablo a los cristianos atribulados en el mundo: «Gozaos siempre en el Señor; os lo repito, gozaos» (Flp 4,4).

Los apóstoles son pobres en bienes exteriores, pero tienen una riqueza interior que también ha sido brindada a otros muchos. Esta riqueza consiste en la plenitud de los dones del Espíritu. «Por él fuisteis enriquecidos en todo: en toda clase de palabra y de conocimiento» (lCor 1,5). Forma también parte de su riqueza la recompensa prometida, pues a ellos se les ha ofrecido la vida: «Quien quiera poner a salvo su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la encontrará» (Mt 16,25). A ellos se les ha aseverado: «Alegraos en aquel día y saltad de gozo; porque mirad: vuestra recompensa será grande en el cielo» (Lc 6,23). De la Iglesia de Esmirna dice el vidente Juan: «Conozco tu tribulación: la pobreza, sin embargo, eres rico» (Ap 2,9). De su riqueza reparten los apóstoles instrucción y consuelo (1,4; lCor 4,13). Transmiten la reconciliación de Dios (2Cor 5,18.20), la gracia (1,5) y la salvación (1,6).

Parte cuarta

RECONCILIACIÓN CON LOS CORINTIOS 6,11-7,16

El deseo de Pablo de llegar a un acuerdo con la iglesia de Corinto y restablecer de nuevo la paz llega en esta parte de la carta a su objetivo. El Apóstol rechaza una vez más las acusaciones injustificadas y pide, de nuevo, el restablecimiento de la comunión (6,11-13; 7,2-4). Las buenas noticias que Tito ha traído de Corinto dan al Apóstol la certeza de que se ha conseguido, otra vez, un clima de confianza.

I. RESTABLECIMIENT0 DE LA COMUNIÓN (6,11-7,4).

Las dos pequeñas perícopas 6,11-13 y 7,2-4 constituyen, por su forma y contenido, una unidad Con palabras cordiales busca Pablo la comunión con la Iglesia de Corinto. Junto con la petición puede expresar ya la seguridad de que esta comunión está restablecida.

a) Estrechez y amplitud (6/11-13).

11 Os hemos hablado con toda franqueza, oh corintios, y nuestro corazón se ha dilatado.

Después de algunas palabras de reprensión y de unas profundas enseñanzas sobre el ministerio apostólico, Pablo continúa en un tono coloquial lleno de confianza. Hasta llegar aquí no se encuentra, en la carta, la cálida expresión: ¡oh corintios! Pablo emplea en primer lugar la imagen, netamente veterotestamentaria, de que el corazón del hombre, que ama y se preocupa, se ha dilatado, para recibir a todo y a todos. «Has dilatado mi corazón» (Sal 119,32). Así, Pablo se abre totalmente a toda la comunidad. En su corazón se reserva un amplio espacio para los corintios. Su servicio apostólico los abarca a todos sin apreturas ni opresiones. El ancho amor de su corazón se expresa en sus palabras, cordiales y conmovidas. Se citan juntos el corazón y la boca, como en la sentencia del Señor: «DeI rebosar del corazón habla la boca» (Mt 12,34).

12 No es en nosotros donde os falta amplio espacio: es en vuestras propias entrañas donde os falta.

Continúa desarrollando la imagen iniciada. Los corintios tienen un amplio espacio en el corazón del apóstol, pero reservan en el suyo poco sitio para Pablo. La estrechez de su corazón no deja entrar al apóstol. Lo que hace estrecho el corazón e incluso lo cierra es la suspicacia, la desconfianza, el prestar oídos a las palabras calumniosas sobre el apóstol.

13 Os pido la misma correspondencia -os hablo como a hijos-: dilataos también vosotros.

Pablo exhorta a su comunidad como un padre y en su calidad de padre. Pide a los corintios que, en correspondencia, tengan un corazón tan abierto y dilatado como el suyo mismo.

El apóstol es un padre respecto de la comunidad: «No para avergonzaros os escribo esto, sino para haceros una advertencia como a hijos míos queridos. Pues, aunque tengáis diez mil pedagogos en Cristo, padres no tenéis muchos; porque yo os engendré en Cristo Jesús por el Evangelio» (lCor 4,14-15). Así pues, a través de la predicación, el apóstol es padre de su comunidad. Por lo demás, la relación del apóstol con la Iglesia puede describirse, asimismo, con la imagen del amor materno: «Hijitos míos, de nuevo siento por vosotros dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros» (Gál 4,19).

Ahora bien, la Iglesia ha transmitido también la sentencia del Señor: «A nadie en la tierra llaméis "Padre" vuestro, porque uno sólo es vuestro Padre: el del cielo» (/Mt/23/09). En su contexto general este pasaje amonesta a que no se den en la Iglesia títulos tales como maestro, doctor o padre, a los que enseñan y dirigen. Es posible que ya entonces hubieran intentado algunos introducir estos títulos en la comunidad, implantando tal vez la costumbre judía en virtud de la cual aI maestro hay que hablarle con toda veneración, como a un padre. El título y tratamiento de padre (santo padre, pater) se ha hecho ya común en la Iglesia (lo mismo que el título de maestro, pues a esto equivale el título de doctor). Es casi seguro que Pablo no permitió que se le llamara padre. Existe siempre una cierta tensión entre la citada sentencia del Señor y los pasajes en que Pablo se llama padre de la comunidad. Y lo mismo puede decirse también respecto de nuestra costumbre actual. Nadie va a reprochárselo a Pablo, ni se pretende tampoco reformar nuestros usos lingüísticos. Pero, en todo caso, la sentencia del Señor marca unos límites. Dios tiene, respecto de todo hombre, y del creyente en especial, una intimidad y exclusividad en la que ningún otro ser humano puede entrar ni le es lícito inmiscuirse. En realidad, sólo el Dios viviente y vivificante puede ser Padre de la vida verdadera de un hombre.

b) La separación del mundo (6/14-07/01).

14 No forméis con los infieles una yunta desigual. Pues ¿qué relación cabe entre la justicia y la impiedad? ¿Qué de común la luz con las tinieblas?

El diálogo confidencial con los corintios se rompe, aunque se reanudará en 7,2. La conexión entre 7,2 y 6,11-13 es tanto más evidente cuanto que Pablo emplea en ambos pasajes la misma imagen de la amplitud del corazón. Por tanto, 6,14-7,1 es una perícopa que se ha deslizado en medio. Se trata de una exhortación -cerrada en sí misma en cuanto a contenido y forma- al apartamiento del mundo, a la purificación y santificación. El texto previene contra las uniones con infieles y amonesta a elegir unos compañeros igualados para yunta. Los infieles que aquí se mencionan son, de acuerdo con 6,16, los paganos, no los judíos. Se describe la vida cristiana como un estar y caminar bajo un yugo, al cual pueden aplicarse las palabras del Señor: «Mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mt 11,30). En 6,14b-16a cinco breves sentencias, expuestas en forma de interrogantes, ponen bien en claro que es imposible caminar a una con los infieles. Con arte estilístico se describe cinco veces, con diferentes palabras, tanto el concepto de comunión como la antítesis de fe e incredulidad 52. Esta oposición entre fe e incredulidad es, en primer término, la correspondiente a la justicia y la impiedad. Esta era, originalmente, la contraposición entre judaísmo y paganismo. El judío intenta conseguir la justificación ante Dios mediante la fatigosa observancia de la ley. El pagano, que no tiene ley (escrita), es impío. Pero ahora, al cristiano se le ha concedido la justificación como un regalo de Dios (/Rm/03/24), aunque siempre con la obligación de hacer realidad este don en su propia vida. Así, la antigua oposición entre justicia e impiedad, que separó en otro tiempo al judaísmo del paganismo, es ahora, en un sentido nuevo, oposición entre Iglesia y paganismo, o entre fe e incredulidad.

Esta oposición es, también, parecida a la que se da entre la luz y las tinieblas. Las palabras y conceptos tomados del mundo natural se trasladan al mundo de lo espiritual y lo moral. La luz es el reino de Dios (Lc 16,8) o el reino de Satán (Lc 22,53). El Evangelio de Juan emplea repetidas veces la antítesis: «Esta luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron» (Jn 1,5; cf. 3,19; 12,35). De donde se sigue una exhortación para aquellos que han sido llamados a la luz: «En otro tiempo erais tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Andad, pues, como hijos de la luz» (Ef 5,8; cf. Rom 13,12; 1Jn 2,9).
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52. Sorprende la interrupción de la línea de pensamiento entre 6,13 y 7,2, así como el hecho de que la perícopa 6,14-7,1 aparezca como cerrada en sí misma. La exégesis ha discutido muchas veces el tema de si esta perícopa no habrá sido tomada de algún otro lugar de la segunda carta a los Corintios, o de alguna otra carta paulina, e insertada posteriormente en nuestro pasaje. Además, hay algo aquí que es singular en Pablo. Sólo en este lugar (6,15) de las cartas paulinas se le llama al diablo Beliar. En 7,1 se exhorta a la purificación de la carne y del espíritu. Espíritu significa, pues, aquí el espíritu humano, mientras que Pablo entiende por espíritu, casi exclusivamente, el Espíritu Santo, dado por Dios, que no necesita purificación. A esto se debe que, recientemente, algunos hayan admitido que esta perícopa no procede de Pablo, sino que ha sido insertada por algún otro en la carta. Es difícil conseguir una certeza por algún caso, el texto contiene una exhortación de la Iglesia apostólica.
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15 ¿Qué acuerdo puede haber entre Cristo y Beliar, o qué participación entre un creyente y un infiel?

La oposición entre fe e infidelidad equivale a la que existe entre Cristo y Beliar, es decir, Satán 53. Cristo y Satán aparecen, con frecuencia, enfrentados como dos enemigos. En el episodio de las tentaciones son como dos reyes adversarios que, puestos sobre una gran montaña que domina el mundo, combaten entre sí por él (Mt 4,8-10). Ningún hombre puede servir a la vez a estos dos señores (Mt 6,24; cf. Heb 2,14, 1Jn 3,10).
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53. En todo el Nuevo Testamento sólo en este pasaje se le da este nombre a Beliar, que, con todo, era muy usual en aquella época. La palabra hebrea significa maldad, inanidad.
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16a ¿Qué compatibilidad entre el templo de Dios y los ídolos?

La oposición es también de tipo cúltico, como la que existe entre el templo de Dios y los ídolos. Esta valoración se hace de acuerdo con la fe y la estimación de Israel, según las cuales la oposición entre el templo de Dios y las imágenes de los cielos era la más radical que pudiera pensarse. En el Antiguo Testamento la suprema monstruosidad es colocar imágenes de ídolos en el templo de Dios 54. El templo santo de Dios es ahora la comunidad cristiana, consagrada por el Espíritu Santo. El mismo Cristo había comparado a su Iglesia con una casa construida sobre un cimiento roqueño (Mt 16,18). La imagen es empleada repetidas veces por el apóstol. La Iglesia es «labranza de Dios» y «edificación de Dios» (lCor 3,9); «templo de Dios» (lCor 3,16) o edificio espiritual, construido de piedras vivas, sobre la preciosa piedra angular Cristo (lPe 2,5).

Entre este nuevo y verdadero templo de Dios y los Ídolos paganos no puede haber ningún contacto común. Desde luego, las religiones paganas podían reconocer a los otros dioses; así, Roma aceptó dioses extranjeros en el «templo consagrado a todos los dioses» (panteón). Pero la fe cristiana exige una separación absoluta. El concilio apostólico exigió que los cristianos se mantuvieran apartados de las ofrendas a los ídolos (Act 15,29). Pablo recuerda a los cristianos que aquellos que han participado en la mesa del Señor Cristo, no pueden tomar parte en la mesa de Satán, que no pueden beber en la copa del Señor y en la copa del demonio (ICor 10,19-22).

En oposición a los dioses paganos, el Dios de los cristianos es el Dios viviente. Los dioses paganos están muertos. En el Antiguo Testamento se llama a los ídolos «dioses de mentira» y «nada». Los judíos se burlaban de los ídolos paganos, porque eran un trozo de madera o una piedra insensible. De un mismo tronco de árbol una parte va al fuego y de la otra se hace un ídolo 55. A este propósito Pablo recuerda a los tesalonicenses que se han apartado de los ídolos para volverse hacia el Dios viviente y verdadero (lTes 1,9).

Pablo toca pocas veces en sus cartas el tema del monoteísmo de los cristianos, opuesto a los muchos dioses del paganismo, debido a que todas sus cartas van dirigidas a comunidades sólidamente asentadas, en las que se da por supuesto que la conversión de los ídolos al único Dios es ya un hecho del pasado. Pero afirmaciones como la de 6,14-16, en conexión con otras como Mt 6,7s; 10,14-22 ofrecen un testimonio de cuán difícil fue, en realidad, la lucha con el paganismo. Tanto en los antiguos cultos a los dioses como en el refinamiento y la orientación del pensamiento artístico y filosófico, el paganismo seguía siendo la fuerza inquebrantada lo mismo en las manifestaciones públicas del Estado y de la sociedad que en la vida de los individuos. Ahora bien, al cristiano se le exige una negación radical a todo ello.
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54. Véase 2R 21,7; 23,6; Dn 9,27, 55. Cf. Am 2,4; Jr 2,5.11; 5,7; Is 44,9-20; Sb 13 y 14.
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16b Porque nosotros somos templo del Dios viviente, como lo dijo Dios: «Habitaré y caminaré en medio de ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo» (Lv 26,11s; Ez 37,27).

El apóstol confirma y corrobora sus afirmaciones personales con sentencias del Antiguo Testamento, que sabe relacionar entre sí gracias a su familiaridad con la Biblia. La Iglesia es templo de Dios. Ya del pueblo de la salvación de la antigua alianza dice Dios: «Habitaré y caminaré en medio de vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.» También, y con mayor razón que del Israel del Antiguo Testamento, puede decirse del puebIo de Dios de la alianza nueva que es como el templo en el que Dios habita.

17 Por eso añade: «Salid de entre ellos y vivid aparte, dice el Señor. Y no toquéis nada impuro, y yo os acogeré» (Is 52,11).

Como pueblo santo de Dios, los cristianos no pueden contaminarse con las abominaciones paganas. Deben apartarse del mundo de los infieles, aunque tengan que permanecer en medio de ellos. Deben despedirse y separarse de Ios pecados y vicios de los gentiles. La carta expone esta exigencia, una vez más, con una sentencia de los profetas del Antiguo Testamento. En Isaías se trata de una instrucción a Israel para que salga de la ciudad pagana y, por tanto, impura de Babilonia. En el sentido de nuestra carta producen impureza la lujuria, la codicia y el culto a los ídolos (Ef 5,3.5; Col 3,5). Esta impureza se opone a la santidad de la Iglesia (lTes 4,7). Los que han abandonado el mundo encuentran en Dios refugio y acogida. «Nadie que haya dejado por mí y por el Evangelio, casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, dejará de recibir cien veces más ahora, en este mundo... y en el mundo venidero, vida eterna» (Mc 10,29-30).

18 «Y seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso» (2Sam 7,14).

En su pasaje original esta sentencia es una promesa de bendición del profeta Natán al rey David y a su hijo. En ella garantiza Dios que será siempre, para el hijo de David y futuro rey de Israel, un padre y que el rey puede saberse siempre hijo de Dios. La carta atribuye a todos los cristianos en general esta promesa divina. Dios es su Padre amado y todos ellos son hijos e hijas de Dios. Éste es justamente el Evangelio de Jesús: que Dios es el Padre de sus hijos. La predicación y la catequesis transmiten esta sentencia de Jesús como la más preciosa posesión de la Iglesia. Así, Pablo dice que el cristiano puede clamar con espíritu filial: ¡Padre!, y que esto es lo que constituye el ser cristiano (Rom 8,17; Gál 4,7).