"Se siembra cuerpo animal y se levanta un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo animal, también lo hay espiritual” (1Cor 15, 44) 

En (1Cor 15;35-53)  podemos encontrar la respuesta  a este pasaje. ¿Cómo resucitan los muertos?  (v 35).  La respuesta de S. Pablo es que el  cuerpo humano habrá de  sufrir transformación, adquiriendo unas características totalmente diferentes de este cuerpo mortal y corruptible que ahora  poseemos (v 44, 53).  Es la  misma idea que había   expresado  ya   Jesucristo  sucintamente   respondiendo  a preguntas de los saduceos (Mt 22;30).  A fin de que se le entienda mejor, el apóstol comienza  valiéndose de algunas imágenes tomadas del mundo vegetal  (v 36-38), del mundo animal (v  39) y del mundo mineral  (v 40,  41) Pues  bien, añade  el apóstol,  todo eso  son analogías  de  lo  que  sucederá   con  el  cuerpo  humano  en  la resurrección de los  muertos (v 42-44).  S. Pablo se  fija sólo en las cualidades comunes a todos los cuerpos resucitados por las que       se distinguen de las actuales. Estas cualidades son: incorruptibilidad,  gloria, poder y espiritualidad. De estas cuatro propiedades, la principal, sin duda alguna, que resume las tres anteriores, es la "espiritualidad", que el apóstol explica en los (v 45-49), y que quizá, por eso, deja para la última.  

No  cabe  duda   que  hablar  de  cuerpo   espiritual  parece  una contradicción, de ahí  que el apóstol empiece  ratificándose en lo dicho (v  44b), como tratando de  dar a entender que  sabe bien lo que se  dice.  Entiende por  "cuerpo animal" el  cuerpo vivificado por  el  "alma"  -en cuanto informa al cuerpo conforme a sus exigencias y propiedades naturales- y por  "cuerpo espiritual" el vivificado por el "espíritu" -en cuanto principio vital del hombre regenerado que actúa bajo el influjo y moción  del Espíritu Santo (1Cor  2;13-15). "Cuerpo espiritual"  (cuerpo incorruptible, glorioso, con poder u espiritualizado) no se opone  a la realidad del cuerpo  que está formado  por materia y que es extenso  y que sigue  presente en ambos términos, ("söma": nº  4325 de la Concordancia) sino a "cuerpo  animal"  (cuerpo corruptible, miserable  y débil)  Lo que se opone no es el cuerpo sino las distintas condiciones del cuerpo. 

Es  una oposición  semejante a  la que  encontramos entre  "hombre animal" y "hombre  espiritual" en (1Cor 2; 13-15) y  que de alguna manera  nos  da  luz  para comprender  la  oposición  que  estamos tratando.  El "cuerpo animal", sujeto  a las leyes del crecimiento y la corrupción,  es el que recibimos de Adán  , nuestro primero y común padre, hecho  ser viviente por el alma que  Dios le infundió (v 45a) (Gn 2;7); el "cuerpo  espiritual", en cambio, lo debemos a  la  virtud  del  segundo Adán, Jesucristo,  hecho para  nosotros "espíritu vivificante", que nos transmite  una vida muy superior a la del alma,  capaz de  transformar nuestros  cuerpos (v  45b)(Rm 1;4).  En orden de tiempo, ha  sido primero el "cuerpo animal" que el  "espiritual", ya que  desde nuestro  mismo nacimiento  hemos  venido participando de la frágil condición del primer Adán (v 46) mas, como hemos llevado la imagen del terreno, llevaremos también, cuando llegue la  resurrección, la imagen del  Adán "celeste" (Flp 2;6-7)  (Jn  6;38),  Jesucristo, entrando a  participar  de su resurrección gloriosa  que la uniformidad entre  cabeza y miembros  está pidiendo ( v 47-49) (Rm 8;29) (2Cor 3;18) (Flp 3;21).  

Hechas estas  explicaciones, el  apóstol, como resumiendo  todo lo anterior, afirma solemnemente que "la carne y la sangre", es decir "este cuerpo animal y corruptible"  -en el sentido ordinario de la Escritura-  que  ahora  tenemos,  no puede  entrar  en  la  eterna bienaventuranza sin sufrir una  transformación que tendrá lugar al final  de los  tiempos,  en la  parusía, y  afectará  a todos  los elegidos, vivos y muertos, los unos siendo "transformados" y los otros resucitando  "incorruptibles" (v 50-53) Hay  que hacer notar que S. Pablo en este pasaje no  mira sino a los justos, únicos que entran  aquí   en  su  perspectiva.  

Debemos prestar  atención al  demostrativo "éste" en  los (v  53 y 54),  repetido hasta  cuatro  veces, con  que  el apóstol  inculca fuertemente la identidad el cuerpo resucitado con el que ahora tenemos. A la misma conclusión lleva la imagen de "revestimiento", repetida también  cuatro veces, y que está  pidiendo la permanencia del mismo sujeto en una y otra etapa.

Jesús se aparece a los once discípulos: (Mt 28;16) (Mc 16;14) (Lc 24;36) (Jn 20;19-29)

Se aparece a María Magdalena  (Mc 16;5)

Se aparece a dos discípulos (Mc 16;12) (Lc 24;13)  

En (Lc  24;36-42) queda claro  que Jesucristo resucitado no  es un espíritu. En efecto, dice en (v 37) que los dos  discípulos "aterrados  y llenos  de miedo,  creían ver  un espíritu. El les dijo: '¿por qué os turbáis y  por qué suben a vuestro corazón esos pensamientos?'.  Ved mis manos y mis pies, que yo soy. Palpadme y ved, que  el espíritu no  tiene carne ni  huesos como veis  que yo tengo"  

Lucas quiere expresamente destacar aquí el hecho de que Jesucristo resucitó  no como  un espíritu  sino  en su  propio cuerpo  aunque glorificado,  porque  sus lectores  de  la  gentilidad negaban  la resurrección de los cuerpos (1Cor 15:12 y ss) 

Asimismo, en Jn, les muestra las manos y el costado.  

Cuando los apóstoles  vieron a Cristo después  de su resurrección, fueron y contaron  a los demás.  Tomás, uno de  los doce, no había estado  con ellos,  y  le  dijeron: "Al  Señor  hemos visto". El respondió: "si  no viere en  sus manos la  señal de los  clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré" (Jn 20;19-25)  

Ocho días después Jesús se puso  en medio de los discípulos y dijo a Tomás: "Pon aquí tus dedos y  mira mis manos; y acerca tu mano y métela  en mi  costado".   Ante  la respuesta  de  un Tomás  ahora crédulo,  Jesús  responde: "Porque  me has visto creíste. Bienaventurados los que no vieron y creyeron".  

Los TJ  nos brindan  la siguiente explicación  en el  libro ("Esto significa vida eterna", pág 119): "Porque sus discípulos no podían ver a criaturas  espirituales, el Jesús resucitado  se manifestó a ellos en carne, materializando un cuerpo humano para cada ocasión. Así como los ángeles lo hicieron en el día que Jesús resucitó y el día que ascendió al cielo".   Dicen que Jesucristo no resucitó con su cuerpo, sino en espíritu,  y cuando se quería manifestar tomaba cada vez un cuerpo diferente. 

Si  Jesucristo no  resucitó con  el mismo  cuerpo humano  que tuvo cuando vivió sobre  la tierra, estaba engañando  a sus discípulos. Tomás quería  ver y tocar el  cuerpo de la crucifixión  para poder creer (Jn 20;25). Jesús le mostró ese cuerpo, con las señales de los clavos y  la lanzada de su costado.  Su  propósito era mostrar que realmente había resucitado. 

La Watchtower encuentra un amparo  en la aparición de los ángeles. Dicen que cuando aparecían los ángeles hacían lo mismo que Cristo. Pero es  un tanto absurdo  comparar la  aparición de ángeles  a la resurrección de Cristo.  No es  lo mismo.  Cristo cuando resucitó, se hizo visible por dos motivos:  

1) Para que lo pudieran ver y tocar

2) Para mostrar su cuerpo humano con:

                                   - las manos traspasadas por los clavos

                                    - los pies traspasados por los clavos

                                    - el costado horadado por la lanza.  

El  cuerpo del  Cristo resucitado  era el  mismo que  había estado colgado en la cruz.  Al  hacerlo cumplió con su promesa: "Demuelan este templo, y  en tres días lo levantaré".  Por  esto dijeron los judíos: "Este templo fue edificado en  cuarenta y seis años, ¿y tú en tres días  lo levantarás?" Mas él hablaba acerca  del templo de su  cuerpo.   Sin  embargo, cuando fue levantado de entre los muertos, sus discípulos  recordaron que  él solía  decir esto;  y creyeron la Escritura y el dicho que Jesús dijo.  (Jn 2;19-22)

Esta presencia sensible queda también  claro en su ascensión a los cielos:(Mc 16;19-20) (Lc 24; 50-53) (Hech 1; 9-12)  

"Por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo (esto es, de su carne, recientemente muerta, y que sin embargo vive)" (Hb 10;20)  

("Diaglotón enfático")  

Si no leo  mal, los TJ reconocen, en estas  palabras, que el velo, su carne, vive  aún.  Y es verdad.  ¿Qué dice  (1Tim; 2;5)?  Pues, sencillamente, que Cristo en el cielo hoy es un hombre.  Un hombre como usted  y yo:  "Porque uno  es Dios,  uno también  el mediador  entre Dios y los hombres  (anthropös), el hombre (anthropös) Cristo Jesús".