EVANGELIOS -TEXTOS
1. EVS/FORMACION
La reconstrucción del camino que lleva de Jesús a los evangelios
se resume esquemáticamente de esta forma:
a)Las primeras predicaciones de los apóstoles se centraban en el
hecho de la muerte y de la resurrección de Jesús. A estas
predicaciones se les da el nombre de "kerigma" (del griego
"keriygma"=proclamación), que está hecho de fórmulas lapidarias.
Muerte de Jesús, resurrección, don del Espíritu, perdón de los
pecados, llamada a la conversión: son los temas principales. Se
encuentran fácilmente huellas de este kerigma en los mismos textos
evangélicos, en las cartas de San Pablo y en los Hechos (por
ejemplo: Mc 16. 6; 1 Ts 1. 10; Hch 2. 22-24/36).
b)El relato de la pasión debió formarse muy pronto. Era necesario
recordar la muerte del Señor para vivir de la presencia del
resucitado: "La presencia del resucitado no puede expresarse sin el
memorial de su muerte, pues la muerte de Jesús es precisamente la
que hace brotar la palabra viva del resucitado" (C. PERROT Jesús
y la historia. Cristiandad, Madrid 1982, 42). En la redacción
definitiva de los evangelios, el relato de la pasión ocupa un lugar
muy importante, bien definido por los exégetas.
c)La proclamación atraía continuamente a nuevos discípulos y
fue necesario elaborar una enseñanza profunda. Muy pronto se
formaron pequeños conjuntos de "palabras" o de "hechos" (relatos
de milagros, de exorcismo...) del Señor. Estas pequeñas
colecciones acompañaban a toda la vida de la comunidad, servían
de apoyo a la enseñanza, a la actividad litúrgica y favorecían la
elaboración de una regla de vida común etc...
d)La formación de conjuntos mayores que agrupaban estas
pequeñas colecciones llevó progresivamente a la formación de los
evangelios. ¿Por qué hubo que llegar a estos relatos que iban
alineando seguidamente la infancia, la vida pública, la pasión y la
resurrección de Jesús? Por varias razones; la más decisiva fue la
necesidad de "pasar a la historia", de alejarse de los comienzos sin
destruir la relación con Jesús ed Nazaret. Los evangelios ofrecieron
un relato fundador que permitió a los cristianos alejarse de los
orígenes sin producir fracturas que habrían podido destruir la
originalidad de su movimiento. En el momento de desaparecer la
primera generación de creyentes, cuando la expansión geográfica
tomaba la amplitud que conocemos la formación de relatos sobre
Jesús garantizaba un porvenir a la buena nueva. Evitaba que los
creyentes llegaran a celebrar a su Cristo como a un filósofo o un
sabio, del que se habrían conservado, por ejemplo, tan sólo unas
cuantas máximas bien acuñadas. La gran importancia concedida a
la "pasión y muerte del Señor" evitaba que la fe cristiana se limitara
a la perspectiva de los grupos "entusiastas", tan conocidos en el
mundo helenístico, que vivían con la conciencia de una "salvación
celestial", ya totalmente dada. ("Entusiasmo" es un término técnico
perteneciente a la historia de las religiones; se refiere a cierto tipo
de concepción de la salvación por separación del mundo, iniciación,
contacto con lo divino... Véase, por ejemplo, J. MOLTMANN,
Teología de la esperanza. Sígueme, Salamanca 1981).
El relato evangélico recordaba que la "salvación" cristiana seguía
estando irremediablemente ligada a la cruz de Cristo.
Seguía anclada en la historia, a la que acompañaba hasta el
"retorno" (parusía) definitivo del Señor.
(PIERRE MARIE ·BEAUDE-P.JESÚS DE NAZARET/VERBO
DIVINO/Pág. 20)
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2. EVS/REDACCION. REGLAS PARA SU LECTURA.
Hoy todos estamos convencidos de que los recuerdos de Jesús,
o sea, sus palabras y sus gestos, no se transmitieron
mecánicamente, sino que se recogieron, ordenaron y elaboraron de
acuerdo con las exigencias de la fe de las diversas comunidades
cristianas: exigencias pastorales, apologéticas, de culto o de otro
tipo. Todo esto ocurrió antes de que los diversos evangelistas
fijasen los recuerdos en sus escritos, ordenándolos y eligiéndolos
de manera que resultase a su vez su punto de vista particular: una
es la perspectiva de Mateo, otra la de marcos y otra, en fin, la de
Lucas. Podemos decir que los recuerdos, que se remontan a Jesús,
fueron transmitidos obedeciendo a una doble fidelidad; a la
memoria de Jesús, a la cual permanecen fieles, y a su propia
época, a la cual se dirigen. He aquí, pues historia y fe, recuerdo y
teología; ambos aspectos están indisolublemente unidos.
Por todo ello, en el evangelio escuchamos la voz de Jesús, así
como la voz de la Iglesia, que lo ha anunciado y actualizado; e,
igualmente, la voz del mismo evangelista, que consignó por escrito,
actualizándola a su vez, aquella misma tradición eclesial. Una
lectura un poco atenta de los evangelios y deseosa de caminar al
paso de las actuales conquistas de la exégesis, debe tener todo
esto en cuenta. Mas entonces se impone una lectura que se atenga
a algunas reglas bien precisas. Primera: para leer un texto
evangélico es indispensable reconstruir el trasfondo
veterotestamentario, explícito e implícito, a que hacer referencia.
Esta reconstrucción sirve, por una parte, para advertir la
continuidad de Jesús, y, por otra, su indeleble novedad. Esto es
particularmente importante en el evangelio de Mateo.
Es preciso, además -y es la segunda regla-, estudiar cada
sección a la luz del contexto evangélico total y, de ser posible,
confrontarla con los textos paralelos de los otros evangelistas. En
seguida se echará de ver el motivo: la confrontación es realmente
indispensable si una lectura quiere ser capaz de percibir los
intereses particulares de un evangelista, sus acentos, sus
preocupaciones, su plan teológico y el modo de desarrollar la
exposición, así como su originalidad en anunciar el misterio de
Jesús.
En tercer lugar, hay que situar el fragmento en la vida de Jesús y
en la de la comunidad sucesiva. Efectivamente, hemos dicho que
las palabras de Jesús pervivieron en la comunidad constantemente
anunciadas, releídas y profundizadas de acuerdo con las
necesidades y los problemas pastorales de las diversas
comunidades. Este esfuerzo por situar los textos en su ambiente
vital (primero de Jesús y luego el de la comunidad subsiguiente) es
muy útil para su comprensión viva y concreta, así como para su
actualización. Finalmente, hay que leer el texto a la luz de nuestro
tiempo, a fin de repetir, partiendo de nuestros problemas y de
nuestra situación, lo que las comunidades de entonces realizaron
partiendo de sus problemas y de su situación.
(BRUNO ·MAGGIONI-A.Pág. 6)
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3.EVANGELIOS DE LA INFANCIA
INFANCIA/EVS:EVS/INFANCIA:
Ni reportajes históricos ni cuentos de hadas, los evangelios de la
infancia revelan un profundo conocimiento de Cristo. Ni Lucas ni
Mateo se propusieron escribir una biografía de Jesús niño, sino que
ambos quisieron decir, cada uno a su manera, "quién" es este niño:
nuevo Moisés, Hijo de David, Hijo de Dios. Cada uno escribió lo que
la fe, alentada por el Espíritu, le había hecho descubrir a la Iglesia.
En efecto, después de Pascua ningún discípulo miró ya a Jesús
como antes: en adelante, cada uno podía contemplar su misterio y
entender su misión. Así pues, los evangelios de la infancia
encierran toda una cristología.
Pero no bastaba con comprender; era preciso, además, transmitir
lo que el Espíritu había hecho descubrir. Pero, ¿cómo expresar lo
inefable? ¿De qué manera comunicar aquella experiencia arraigada
en la resurrección del Señor? Los evangelios, como todos los
autores bíblicos, tropezaron con un problema de lenguaje.
Y, a decir verdad, lo resolvieron con un arte consumado. Lucas y
Mateo muestran una profunda comprensión de las Escrituras y de
las tradiciones bíblicas; además saben utilizar el lenguaje simbólico.
Así, cuando la estrella señala el camino a los magos, está
saludando, como en cualquier lugar del antiguo Oriente, el
advenimiento de un rey o de un dios, cumpliendo el antiguo oráculo
de Balaán y, con mayor sutileza aún, horadando el espesor de la
noche para anunciar que "sobre los que habitaban en tierra de
sombras brilló una luz" (Is 9, 1). Cuando María marcha presurosa a
casa de su prima Isabel, el rey David y toda Jerusalén van dándole
escolta y, con Juan Bautista, proclaman su alegría al ver
aproximarse a sus murallas la nueva Arca de la alianza. Y Jesús,
cuando responde con pasmosa viveza a los escribas, anuncia las
futuras controversias que acabarán llevando al Hijo del hombre a la
cruz.
El lenguaje simbólico no es el pariente pobre de la literatura.
Reemplaza al lenguaje de la razón donde éste sólo podría
balbucear o quedar callado. Pero el símbolo oculta, y a la vez,
revela. La vacilante aproximación de Moisés a la zarza indica
también la incesante búsqueda del hombre en el camino del
Absoluto, mientras que la llama que no consume el arbusto dice
algo del amor respetuoso de Dios a su criatura.
CINE/SIMBOLO Una excelente comparación sería, sin duda, la
del lenguaje cinematográfico. En un artículo aparecido en la revista
"Aujourd'hui la Bible". G. Becquet remite a una escena de la
película "La Strada". Gelsomina está descorazonada; su amigo, el
clown "II Matto", desearía hacerla entrar en razón. Pero, más que su
inteligencia, lo que hay que conmover es su corazón. Entonces
toma una piedra y dice a Gelsomina: "¡Hasta una piedra vale para
algo?". Así -prosigue diciendo Becquet-, "esas palabras para los
ojos que son las imágenes y los símbolos constituyen un lenguaje
maravilloso para descubrir en las cosas y en los seres la
profundidad que late debajo de las apariencias". El lenguaje
científico sólo puede revelar una parte de la realidad; el símbolo
sugiere la otra parte, porque habla a la imaginación del hombre. A
esto obedece, sin duda, el que los evangelios de la infancia hayan
entrado tan rápidamente a formar parte del patrimonio de la
humanidad para servir de inspiración a artistas y a escritores de
todos los tiempos.
(_DIOS-CADA-DIA/2.Pág. 53 s.)
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4.I/PD
¿Quién podría encerrar tu Palabra
en los límites de un libro?
Señor Jesús, haz de tu Iglesia
el libro abierto hasta el fin de los tiempos,
en donde los hombres lean la historia inaudita
de tu amor infinito,
Buena nueva y esperanza incansable
por los siglos de los siglos.
(_DIOS-CADA-DIA/5.Pág. 229)
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5. EV/HT/INTERPRETACION
Los evangelios nos transmiten la historia de Jesús, pero no la
pura historia de Jesús, sino la historia de Jesús que ha desvelado
su sentido. La «pura historia», como la «pura realidad», no existe ni
en el caso de Jesús ni en ningún otro. La historia y la realidad son
siempre historia y realidad interpretadas. Los evangelios nos
transmiten la historia de Jesús interpretada por la comunidad
creyente, y el creyente ve en esa interpretación el testimonio de la
misma interpretación de Dios acerca de esa historia.
(·BUSTO-SAIZ-SAIZ-JR-1._ALCANCE 43. Pág. 23)
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6. FE/NORMA CANON/BI BI/CANON:
La norma de nuestra fe no es lo que Jesús dijo, sino lo que los
evangelios dicen que dijo. La norma de nuestra fe es el «canon», el
resultado escrito del testimonio de la Iglesia primitiva, escrito
precisamente para que nosotros creamos. "
(·BUSTO-SAIZ-SAIZ-JR-1._ALCANCE 43. Pág.38)
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7. EV/INTERPRETACION:
El Evangelio no puede ser leído con lupa. Ha de ser leído,
además, en su conjunto, no por piezas desglosadas como en la
tercera lectura de la Eucaristía. La palabra de Jesús es tan
coherente como su vida. Tiene que serlo. Jesús no se contradice.
Cada palabra ha de ser contemplada a la luz de las demás y no
aislada. Como si Jesús fuera un fragmentarista que se pasó la vida
diciendo frases sueltas. Sabemos lo que Él pensaba de la injusticia,
del dinero, del amor, etc. Aquí no puede venir Jesús a decir lo
contrario de lo requetedicho, no ya con sus palabras anteriores,
sino con su vida diaria. Su estimación del dinero y de quienes lo
poseen de mala manera está muy clara con sólo ver cómo vive él y
de quiénes se rodea.
(_DABAR/89/47)
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8. APOCRIFOS:
Cirilo de Jerusalén exhorta en el año 348 a los catecúmenos: "No
me leas los apócrifos. Puesto que desconoces las Escrituras
reconocidas por todos, ¿por qué andas mendigando en vano de los
libros dudosos? Lee las Escrituras divinas".
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9. ORIGEN DE LOS TEXTOS
Jesús no escribió. Cuanto sabemos de El proviene de los testigos
que le acompañaron en su aventura humana. Tampoco ellos
comenzaron escribiendo; los escritos fueron apareciendo muy
lentamente; veinte, treinta, cuarenta años después de la muerte de
Jesús. En aquella época el principal medio de comunicación y de
información era la palabra; la mayor parte de la gente no sabía leer
ni escribir.
Además los primeros cristianos se reunieron alrededor de una
experiencia vital y no alrededor de un texto, de una especie de
«manifiesto cristiano» que fuera como la piedra fundacional de su
movimiento. No tenían la preocupación de escribir porque era en
ellos mismos donde experimentaban la novedad de algo que les
acontecía: a través de Jesús, sus amigos y compañeros iban
descubriendo una vida nueva.
Comprendieron que esa experiencia no era algo que debiera
quedar reservado para unos pocos, sino que todos podían hacerla:
no era necesario saber leer y escribir, ni ser capaz de largas
reflexiones; tampoco era preciso ser judío, ni, incluso, ser de una
moralidad irreprochable. Características éstas muy importantes,
pues sin ellas la renovación que traía Jesús hubiera quedado
reservada a una élite intelectual, racial o moral. Pero no: todos
podían sumergirse (bautizarse) en una vida diferente y reconocer
que el Espíritu de Jesús era capaz de transformarles. Esta
experiencia les marcaba con tal fuerza que no pensaron en ponerla
por escrito; no era necesario.
Pero a medida que las comunidades se multiplicaban, aparecían
también nuevas cuestiones y era necesario darles respuesta.
Entonces hombres como Pablo, Pedro, Santiago y otros enviaban
cartas a las comunidades: los escritos más antiguos son estas
cartas; el lugar en que ahora se las sitúa en el Nuevo Testamento
podría inducirnos a pensar que son posteriores a los Evangelios:
en la mayor parte de los casos es justamente al revés.
Los Evangelios, que trazan más sistemáticamente las palabras y
acciones de Jesús, fueron redactados más tarde para responder a
las necesidades de la segunda generación cristiana (hacia los años
70-80): los primeros testigos, los que habían visto a Jesús, estaban
ya muriendo y se sintió entonces la necesidad de poner por escrito
lo que decían de El para garantizar la solidez de las enseñanzas
recibidas.
Hoy, como ayer, el texto de la Biblia no es lo primero: no es una
recopilación de consejos válidos para cualquier circunstancia, ni
una especie de «libro rojo» para uso de cristianos. No: la Biblia está
ahí para ayudarnos a descifrar las señales que Dios nos presenta
cada día a través de los acontecimientos, de las personas con
quienes nos encontramos y de los proyectos que hacemos. Y por
tanto es necesario buscar juntos la luz que aporta a nuestra vida; la
Biblia no se comprende en su verdadero sentido si no es leída,
penetrada y trabajada con otros (en Iglesia), pues es así como
nació.
OBSERVACIONES CONCRETAS SOBRE LOS CUATRO
EVANGELIOS
El texto de los Evangelios va a ser, sobre todo, nuestra guía para
descubrir la aventura de Jesús: no se escribieron de un tirón; lo que
narran había sido, precedentemente, dicho y repetido: unos u otros
se sabían de memoria este o aquel pasaje. Pero cada vez se sentía
más la necesidad de fijar por escrito lo que decía tal o cual de los
misioneros que, como Pablo, iban de pueblo en pueblo. Así se
fueron creando grupos de hechos y gestos de Jesús y
recopilaciones de sus palabras. Para que se pudiera recordar más
fácilmente, se hacían como pequeños cuadernillos sobre un mismo
tema: por ejemplo, palabras de Jesús sobre el dinero, narraciones
de actuaciones de Jesús...
Cuando algunos se pusieron a redactar un texto seguido,
utilizaron todos estos fragmentos ya existentes: así se explican las
agrupaciones que encontramos ahora en los Evangelios: por
ejemplo, el que en el Evangelio de Mateo se presente a Jesús
pronunciando todas las parábolas seguidas y de una vez; este
hecho no quiere decir que Mateo afirme que realmente así sucedió,
que Jesús dijo todas las parábolas seguidas y de una vez, sino que
muestra simplemente que para construir esos capítulos se sirvió de
una «recopilación de parábolas» ya existente.
Estas breves observaciones nos bastan para comprender que los
Evangelios ni son, ni pretendieron ser, una «historia de Jesús».
Aunque parece que presentan los hechos y las palabras con cierto
orden sucesivo, no pretenden reconstruir los pasos de Jesús, día a
día; ésta es una perspectiva completamente extraña, tanto a los
evangelistas como a la concepción sobre la historia que existía en
aquella época.
Marcos, Mateo y Lucas organizaron sus materiales en un marco
rígido: para lograr una presentación sencilla de la aventura de
Jesús los primeros predicadores la habían resumido en cuatro
etapas:
-en primer lugar, la época de Jesús junto a Juan, un «profeta» de
aquella época;
-luego, Jesús en Galilea, primera etapa de su vida pública;
-a continuación, la larga marcha hacia Jerusalén, la capital;
-finalmente, sus últimos días.
Cuando los evangelistas toman también este esquema para
construir su Evangelio, no afirman que la aventura de Jesús se
desarrolla estrictamente de este modo, sino que más bien proponen
una lectura determinada de su vida, mediante la cual se pueda
llegar a comprender lo que realmente pasó «en profundidad».
El Evangelio de Juan, escrito para la generación siguiente, no
sigue este mismo marco de presentación: aporta una luz nueva
sobre Jesús. Intenta poner de manifiesto y que el lector descubra, a
través nada más de algunos acontecimientos, quién es Jesús, cuál
es su intento y cuál su propuesta.
Es el testimonio de alguien que ha dedicado toda su vida a dar
cuenta de su encuentro con Jesús y de la experiencia formidable
que transformó su vida; quiere comunicar este descubrimiento,
como él mismo lo dice: «Jesús realizó en presencia de sus
discípulos otros muchos signos que no han sido narrados en este
libro. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías,
el Hijo de Dios y para que creyendo tengáis la Vida en su nombre»
(Jn 20 30-31).
El que los Evangelios se formaran así, nos muestra bien a las
claras que es inútil querer escribir una «vida de Jesús»;
efectivamente, no poseemos los materiales que serían necesarios
para ello. Los testimonios que tenemos (particularmente los
Evangelios, permiten, nada más, evocar el itinerario de Jesús y
descubrir quién fue y cómo se dio a conocer. Esto es mucho más
importante que si tuviéramos una especie de reportaje, porque nos
posibilita el acceso a un contacto interior con su Persona, tal y
como le tuvieron sus amigos.
(·PATIN-ALAIN._ALCANCE. .Págs. 15-19