La persona en Santo Tomás de Aquino

 

Abelardo Lobato, OP
Antiguo Rector de la Facultad de Teología de Lugano

Anterior

 

2.2. El ser personal

El teatro se apoya en la máscara que oculta la persona, y a su vez la máscara adquiere su pleno sentido en la escena del teatro. Cuando se da el salto del teatro a la metafísica ocurre algo semejante: la persona funda la metafísica y ésta da razón del misterio del ser personal. Porque no hay duda que la persona precede la metafisica, como el ser precede el conocer. En la persona, como el ser en su más alto grado, tienen su asiento las tres partes de la metafisica como «lectura» y descubrimiento de la realidad existente: trascendental, categorial, personal. Solo la persona encierra toda esa gama de perspectivas. A su vez solo desde la metafíisica es posible integrar todos los componentes de la persona, desde el acto de ser, a los diversos modos de participación en el ser, que se van diferenciando conforme hay nuevos modos de potencia que recibe el acto de ser. Tomás nos ha enseñado a recorrer estas avenidas de la metafísica y de la persona. Es él quien nos presenta la síntesis más acabada del ser personal.

 

Esta lectura tomasiana es la que nos interesa conocer. La realidad de la persona coincide con el ser en su perfección más alta. Por ello el concepto de persona es el más complejo, en el cual pueden anidar todos los demás. En la tradición doctrinal de la persona Tomás descubre tres notas complementarias. En la síntesis que propone reaparecen también tres notas constitutivas: la primera es la totalidad, la segunda la subsistencia y la tercera la espiritualidad. El ser personal es siempre un sujeto integral, subsistente y de naturaleza espiritual. Cada una de las notas se despliega en un haz de componentes.

 

a) La persona es un todo singular, existente. Solo hay persona cuando tenemos un singular perfecto existente. El ser personal queda excluído donde hay solo partes, entidades abstractas, donde no hay autonomía e independencia. La realidad del ser personal no se puede dar en la mutilación del todo existente. La mano o el pie del hombre pueden ser llamadas partes, pero no admiten la designación de personas. Ocurre lo mismo con todo lo que sea universal, puro concepto, categoría abstracta, ente de razón cuyo ser es ser pensado.

La persona implica el acto de ser, y el ser en acto. Se da solo cuando hay un sujeto existente, un singular real, un individuo. De tal modo esta condición de totalidad existente es requerida, que para Tomás el alma separada del cuerpo, a pesar de que no puede separarse del ser y sigue existiendo como separada, y es capaz de tener todas las operaciones que se siguen del alma espiritual como es el conocer, apetecer, y tener relaciones, no es persona. El alma en estado de separación se encuentra en un cierto estado violento, en tensión hacia su propio cuerpo, porque por esencia es forma de una materia corporal, que implica carne y huesos.

Esta condición de ser un todo, un sujeto completo, existente, es el punto de partida de la realidad personal. Ha sido Kierkegaard el filósofo que más atención ha prestado al sujeto singular en su condición de único, irrepetible, con sus notas y componentes. Es lo que expresa el pronombre personal, el yo y el tú. La complejidad y perfección de este concepto queda bien clara al advertir que la persona es el único concepto que incluye la existencia, y que no admite abstracción. Por ello hay una limitación en nuestro lenguaje y en el modo de concebir las personas, porque no toleran abstraccion, y son inefables. Se revelan en el rostro mejor que en lenguaje. Y llevan consigo su secreto que nadie desde fuera les puede arrebatar .

 

b) El ser personal es subsistente. Topamos aquí con otra característica de la persona, la más radical en el ser, y al mismo tiempo como un escollo para nuestro pobre modo de concebir. La subsistencia es uno de los conceptos más complejos de la metafísica. Aristóteles abría la pista de esta nota al decir que la substancia primera era la que en verdad es real, y tiene una primacía en el tiempo, en el ser y en el proceso de conocer. La subsistencia incluye esa primacía óntica. Por un lado excluye la dependencia en el ser, y rechaza cualquier reducción a alguno de los accidentes. No puede ser de otro, en otro, para otro, a no ser de modo relativo.

La persona reclama autonomía, independencia en el ser y por ello en el obrar. Desde la vertiente positiva implica un ser en sì no en otro. Es el sujeto singular que subsiste, es y dura en el ser. «Según que existe por si y no en otro se llama subsistencia ya que decimos subsistir a lo que existe en sí y no en otro».

 

El concepto se hace esquivo a una adecuada comprensión, porque conserva como la substancia, una huella inadecuada de su origen. La partícula sub indica su parentesco con la substancia, que se designa así porque en nuestro modo de conocer no se presenta sino a través de los accidentes, como si fuera algo que está debajo de ellos y se oculta a la experiencia directa. En verdad no hay tal. La subsistencia es el fundamento del singular. Indica el modo de ser, la duración en el ser, la exigencia de independencia y autonomía. En la hora actual circulan otros vocablos complementarios, como insistencia, persistencia y aún proexistencia. Estos conceptos se verifican en el ser personal en cuanto es capaz de conocerse y de dominar su acción y sus procesos, en cuanto, siendo singular, está llamado a la autotrascendencia. De esta condición se sigue que el acto de ser le pertenece de modo inseparable. Tomás habla del acto de ser que viene con el alma, y por su mediación se comunica al todo humano que integra alma y cuerpo. El sujeto humano, y todo ente creado puede ser dueño de sus actos, de sus procesos, pero no lo es sino de modo indirecto de su propio ser, que le ha sido dado, y como tal es incomunicable. La incomunicablidad del ser es como la clausura ontológica de los seres personales. En esta nota se apoya el principio de la alteridad. Cada sujeto personal es otro. Y cada uno de los sujetos personales están clausurados en su propio ser y no pueden ser el otro. Cada uno es el que es, y no puede ser al mismo tiempo el otro. La subsistencia es fundamento y es como el sello de clausura: la persona es sui iuris et alteri incommunicabilis. «Por el nombre de persona se significa formalmente la incomunicabilidad, o la individualidad subsistente en la naturaleza».

 

c) La persona implica naturaleza espiritual. La tercera nota de la persona es decisiva. No se debe entender como diferencia específica, sino como un incremento en el ser que ya significa la subsistencia. Se requiere en la persona un modo de ser noble, digno, excelso: la condición espiritual. La tercera navegación ha dado a Tomás una visión completa del ser, en extensión como en intensidad. A través del ente se llega al ser. El ente es solo una participación finita del ser. La participación presupone la plenitud. Se da el ser en absoluto, y se dan los entes en una escala, en la cual hay dos órdenes bien diferenciados, el del espíritu y el de la materia. La totalidad de los entes se distingue en espirituales y materiales. En el polo opuesto al puro ser, se da la pura materia prima, con la diferencia que el puro ser es necesario y la pura materia imposible de existir por sí sola por carecer de acto. El problema difícil de resolver, que Tomás se planteó toda su vida, y dejó abierto era el de la existencia de los entes espirituales, substancias espirituales, inteligencias. No tenemos acceso a ellas de modo directo, dados los límites de nuestra experiencia. Pero llegamos a la certeza de su existencia desde la prueba ciertísima, la más cierta de todas las que tenemos, de la existencia del alma humana que cada cual experimenta en sí mismo a través de la presencia de sí a sí y de las operaciones consiguientes que implican la espiritualidad. El alma humana está en el horizonte o confin de esos dos mundos, el de la materia corporal y el del espíritu.

 

La persona solo existe en el horizonte del espíritu. Tal era ya la conclusión de Boecio: es persona el hombre, lo es el angel, lo es Dios. Pero no es persona ninguno de los vivientes, animales o plantas y menos pueden serlo los seres materiales, por más que puedan ser subsistentes. La persona implica por tanto el ser espiritual. Y aquí radica su dignidad en la escala del ser, su rango, su nobleza. La persona es una participación del ser en el grado más alto del mismo, que es el del espíritu. A diferencia de la materia corporal que lleva consigo la cuantidad y por ello nunca puede estar toda en todo, el espíritu tiene la condición de estar presente, de tener potencias y actividades que solo competen al espíritu. El ser espiritual, carente de partes, está todo en todo, puede entrar y salir de sí mismo a través de sus actos. Los neoplatónicos desarrollando lo que llamaban cascada de los entes, conocieron este entrar y salir, estar consigo y salir de sí, como una de las notas que le competen. Esto es propio del ser espiritual de la persona: una reditio completa.

 

Esa vuelta hacia sí mismo, la realiza la persona mediante el conocer y el apetecer. Por el conocer tiene en sí mismo, en esa presencia del alma consigo, todas las formas de las cosas conocidas. Conocer es acoger, abrirse a lo que está más allá, unir en el interior lo disperso en el mundo. Y esa apropiación de la realidad engendra un movimiento hacia afuera, pide una salida de sí a la alteridad. A toda forma sigue una inclinación. La clausura óntica se torna apertura ontológica. Aristóteles había descrito esta capacidad del alma, de conocer y dominar, y por ello de hacerse todas las cosas a través de dos signos, la mente y la mano. El alma se abre a la totalidad y se hace quodammodo omnia. Los neoplatónicos desplegaron la fuerza del amor como éxtasis y unión del amante con el amado, de la voluntad con el bien real de las cosas. El repliegue del ser sobre sí mismo en la persona se abre en abanico intencional en los dos campos, el del conocer y el del apetecer, y así se establece el admirable orden de las relaciones consigo, con el Ser absoluto, con otras personas, con el mundo. Estas cualidades de la persona que siguen al ser personal, por su dimensión espiritual, han sido desarrolladas, más que fundadas por el personalismo moderno.

 

La persona es el ser solitario por su condición de clausura, y comunitario por su realidad de apertura. Leibniz hacía de cada mónada un mundo sin ventanas, pero un mundo poblado de entes conocidos y de apetitos predispuestos en la armonía creadora y providente. Heidegger se esfuerza por demostrar la apertura del sujeto humano porque está en el mundo y da origen a un mundo cuando se situa en ese sutil hilo que se mece en las ondas del ser y de la nada.

Ser persona implica una dignidad congénita, y una capacidad de dignidad que se puede conquistar en la medida en que el ser desarrolla toda la potencia que encierra en su naturaleza espiritual. Hoy conocemos la riqueza de posibilidades del sujeto humano en su condición corporal, como desvelamos en los rostros, pero ya desde antiguo ha sido descubierta la infinita variedad de desarrollo del sujeto personal humano. La filosofia moderna de la subjetividad y de la conciencia se han beneficiado de este filón cuyas profundidades nunca han sido agotadas.

La sentencia de Heráclito sigue en pie:»Camina, camina, nunca llegarás a los confines del alma, tan profundo es su logos!».

 

Tal es la lectura de Tomás sobre la persona humana. Es una lectura metafísica, del ser personal. Se constata en los pronombres, yo-tu, nosotros, de algún modo se refleja en los nombres personales, pero de suyo es inefable. El discurso genérico sobre la persona es impreciso, apenas la indica, no la comprende. La persona indica este sujeto singular, existente, subsistente, que es espíritu o participa del espíritu. La persona indica la totalidad, y por ello incluye en su unidad todas las notas del ser, las de espíritu y en el hombre las de la materia; todo lo que subsiste en este sujeto. Un párrafo de Tomás nos dice lo esencial de su pensamiento. Es de la cuestion 9 De Potentia. «La persona designa una cierta naturaleza con un modo de existir. La naturaleza, que incluye la persona en su concepto, es la más digna de todas, es decir la naturaleza intelectual según su género. Análogamente el modo de existir que incluye el concepto de persona, es el más digno, esto es algo que existe por sí». Esta profundidad del ser de la persona puede fundar y trascender todas las exigencias de los personalismos, que acentuando la acción o las relaciones, dejan el aire la realidad del ser personal.

 

2.3. La novedad tomista

La aportación de Tomás a la comprensión del ser personal, está en el salto del orden de la esencia al del ser. La persona se comprende desde el ser como acto, que es la perfección más alta, la plena actuación del acto de ser. Esta plenitud le da una dignidad y un valor absoluto, realizado aquí y ahora en este sujeto personal. La dignidad de la persona se realiza en modos diversos, en un orden analógico, porque compete a Dios, al ángel y al hombre. En todos indica la plenitud, con mayor o menor escala, como es su naturaleza. Pero en todos dice lo propio de la persona: un ser subsistente en la naturaleza racional o intelectual. Tomás lo expresa en fórmula lapidaria: omne subsistens in natura rationali vel intellectuale est persona. (CG, IV,35).

La novedad de la aportacion tomista es metafísica, es el salto de la línea de la esencia afirmada en la tradición aristotélica de Boecio hacia el orden del ser entendido como acto. Por ello es substancia, pero en el sentido de substancia primera: el supuesto que subsiste en el género de susbstancia. Se añade individual para indicar que no todos los subsistentes sustanciales son personas, sino solo los naturaleza racional. Se dice individuo lo que es indistinto en sí y distinto de los otros. Por ello la persona, en las diferentes naturalezas, implica lo que pertenece a esa naturaleza. La naturaleza humana implica esta carne, estos huesos, esta alma, todo aquello que es principio de individuación de este hombre. Por ello, aunque esas cosas no vayan con la noción de persona, van con la de persona humana porque son de la naturaleza de Pedro, de Juan y de Maria. La definición de Boecio incluye naturaleza racional. Tomás la ha ampliado a todo sujeto de naturaleza espiritual o intelectual. Era costumbre designar los seres espirituales con los nombres de «substancias separadas», «inteligencias», «espíritus», o ángeles. Todos ellos son personas, aunque no se definan por ser racionales como el hombre. El concepto de persona vale también para Dios, al cual no se le puede aplicar con propiedad el concepto de substancia, por ello Tomás precisa en otra fórmula más apropiada la noción cabal de persona: «distinctum subsistens in intellectuali natura». En este modo pleno de ser, que es el ser en sí y para sí, subsistente y espiritual, se comprenden todas las notas del obrar por sí. El obrar sigue al ser, Y el obrar de la persona es el que pertenece al ser personal. La sustancias perfectas poseen el dominio del actuar propio, y son capaces de dirigir sus actos libremente. La persona es capaz de estas actividades que brotan del profundo del ser en el orden del conocer, del actuar, y de hacer. No es preciso que ejerza esas accciones o relaciones, sino que sea capaz de ellas por su misma condición de naturaleza espiritual. Esas actividades brotan del ser y pueden ser inmanentes como pueden realizarse en el encuentro entre personas y en la vida comunitaria.

 

Mounier proponia las tres dimensiones de la persona en sus relaciones: por medio de la vocación se relaciona con Dios, por medio de la comunión con otras personas, por medio de la solidariedad con las tareas comunes de promoción del hombre en el mundo. Vocación, encarnación y comunión son las tres dimensiones de la persona. Para Tomás todo se encuentra en el acto de ser de la persona: «La personalidad pertenece necesariamente a la dignidad y a la perfeción de una realidad en cuanto esta existe por sí, todo lo cual va incluído en el nombre de persona» . La persona implica el modo más pleno de existir, el más noble. Porque «el ser pertenece a la m,isma constitución de la persona»

 

La orientación metafísica de Tomás ha llevado a su término el concepto de persona iniciado en Boecio. La aplicación de la doctrina del actus essendi a la persona es una conquista nueva y definitiva. El hombre es ser personal desde el principio y lo es para siempre, Hay una dignidad inherente a todo ser personal, que tiene aplicación inmediata en el hombre, cuyo ser y devenir van siempre unidos. El hombre es y se hace.

Es siempre persona y se hace personalidad. Desde su concepción hasta la muerte, su ser personal lo define, porque es su constitutivo. Nadie le puede dar esa condición, nadie se la puede quitar. Es algo anterior y superior a la sociedad civil, que se funda sobre la comunidad de personas.

3.- Actualización y futuro del hombre

 

El maestro Tomás ha sido designado como Doctor Humanitatis, por cuanto ha sabido leer a fondo el libro del hombre escrito con el dedo de Dios, huella divina, y por eso de profundidad inagotable. El hombre logra descifrar su misterio en la medida en que reconoce lo que es y asume su rol de responsable en la tarea de «hacer al hombre», mediante la promoción de sí mismo y de la sociedad. La gran dignidad del ser humano se condensa en su ser personal, y por ello en la conquista de la personalidad. Tomás, filósofo de la persona, con absoluta novedad, no puede ser definido como un filósofo personalista. El personalismo es típico del s. XX, que ha tenido su mejor desarrollo en discípulos de Tomás, como Maritain y Mounier. En el fondo, como confiesa Lacroix, ha nacido para defensa de la persona, oprimida por los totalitarismos.

Tomás reconoce el máximo nivel del ser en la persona, pero no se puede reducir todo su sistema a la persona. En la persona logra el ser su dignidad más alta, en ella se realiza un modo de ser, pero el ser como tal, al cual está abierta la inteligencia, rebasa ese horizonte.

Tomás es el pensador del ser en todas sus dimensiones, entre las cuales está la condición personal humana.

 

Hemos puesto de relieve la novedad cristiana al dar la primacía del mundo al hombre imagen de Dios, realizada en plenitud en Jesucristo y llamada al desarrollo en todo sujeto humano creado para salvarse. A esa novedad se añade la lectura del ser personal que es propia de Tomás, y supera cuantas se han hecho, porque toca lo profundo existencial de cada ser humano existente. Tomás ha logrado esa lectura desde las dos fuentes de su pensamiento, el de la inteligencia que descubre la verdad de los entes, y el de la fe que ha iluminado el misterio del hombre y lo resuelve a la luz de Jesucristo.

 

Pero Tomás es un sembrador en el surco. Ha lanzado su semilla y la ha confiado a los que venimos en pos de él. El reto que nos plantea es el de cuidar esa semilla de la verdad sobre el ser personal. La verdad tiene una fuerza irressistible, es lo más poderoso. Nuestro problema es de llevar a la realidad de la vida lo que la fe y la razón ya han descubierto acerca de la persona.

 

Hay tres campos en los que el concepto de persona, logrado por Tomás, tiene que ser desarollado.El futuro del hombre, esta aventura del tercer milenio está comprometido en esta aplicación. Los tres campos de preferencia son, a nivel individual, el de la educación de la persona, a nivel social, el desarrollo de los derechos de la persona, y a nivel trascendental el cultivo de las relaciones con Dios. Tomás va por delante.

El ha indicado el el camino por el cual hay que proceder. Pero él no ha sacado todas las consecuencias de su posición. El Doctor humanitatis nos pone a prueba ante estos retos que son pilares de lo humano en el tercer milenio.

 

El desarrollo de esta tarea excede ya los límites de este ensayo. Por ahora basta dejarlo insinuado. El desarrollo quédese para otra vez. Lo que Tomás realizó con la herencia judeocristiana de la persona, debe ser actuado en el milenio recién estrenado, por quienes lo toman como Doctor humanitatis. En esta marcha hacia adelante y hacia arriba, desde las alturas del ser personal, abre camino ejemplar el Papa Juan Pablo II, un gran estudioso de la persona, promotor del nuevo humanismo cristiano. Su obra de pensador, y de pastor, abarca esos tres campos indicados. Por ellos se puede desandar el camino extraviado, se devuelve a la persona su dignidad y a la familia su misión promotora y forjadora del hombre.

Cortesía de www.alafa.org para la
BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL