Adolescencia y Familia

en el Mundo Actual

 

Propuestas para una educación para la vida familiar y social

 

Dr. Eduardo V. D´Agostino
Médico y Educador Sexual.
Presidente de Vínculos.
La Plata, República Argentina

Adolescencia

Para comprender los problemas y aportar soluciones conducentes siempre es necesario partir de un entendimiento acerca de los términos. En el caso presente esto es más dramático ya que son muy diferentes los conceptos que a veces se vierten en una palabra tan aparentemente sencilla como es adolescencia.

La palabra adolescencia deriva del latín adolescere que significa "crecer" o "desarrollarse hacia la madurez".

La adolescencia es un período de duración variable que va desde la infancia dependiente a la vida adulta autónoma. Este período está determinado por las instituciones y el grupo social en el que se desarrolle cada persona. En las sociedades primitivas, por ejemplo, el chico era incorporado al mundo del adulto a través de un rito que hoy no existe.

Psicológicamente es una situación en la cual deben realizarse adaptaciones que son requeridas por la sociedad y que distinguen la conducta infantil del comportamiento adulto. En este período la velocidad de cambio es inmensamente mayor que en los años anteriores y posteriores.

Los problemas que deben afrontar los adolescentes varían de cultura en cultura haciendo de la transición a la edad adulta una etapa más o menos complicada, más o menos conflictiva, más o menos prolongada.

Uno de los rasgos que define la terminación de la adolescencia es la capacidad de asumir vínculos estables con una pareja amada del otro sexo. Con esta pareja es posible compartir una confianza mutua y la regulación de los ciclos de trabajo, procreación y recreación, asegurando a la descendencia un desarrollo satisfactorio. Por lo tanto un joven sale de la adolescencia en el momento que es capaz de formar una familia.

Es mucho lo que se puede decir de este trascendental período de la vida del hombre. Haré una apretada síntesis de los rasgos que motivan las conductas adolescentes:

Desarrollo del criterio de moralidad: Siguiendo a Piaget comprobamos que al comienzo de la adolescencia el pensamiento se hace abstracto, conceptual y se orienta hacia el futuro. Él llamó a este período "de operaciones formales", destacándose la creatividad y las labores humanitarias, morales y religiosas.

Para Piaget, el criterio de moralidad se desarrolla siguiendo un proceso gradual que va unido a las distintas fases del desarrollo cognitivo. En la fase preoperacional (de 2 a 7 años) el niño se limita a obedecer las reglas impuestas por sus padres; en la fase de las operaciones concretas (de 7 a 11 años), el chico acepta las reglas pero es incapaz de admitir ningún tipo de excepción, y en la fase de operaciones formales (de 11 a 22 años), el adolescente acepta las reglas como algo bueno para la sociedad en general.

Esta tercera y última fase es la que L. Kohlberg llama la de la aceptación personal de los principios morales, en la que el adolescente voluntariamente va aceptando las normas sobre la base de un concepto de principios éticos y tiene capacidad de aplicarlas en una amplia gama de circunstancias concretas. Es en este proceso en el que se debate entre la inflexibilidad y el permisivismo.

Logro de la identidad: Para E. Erikson, la mayor tarea de los adolescentes es conseguir la identidad del yo, que define como la conciencia de quién es uno mismo y hacia dónde va. La identidad es un sentimiento de seguridad sobre uno mismo que surge de la resolución de la crisis de pasar de ser dependiente a ser autónomo.

Si la identidad no se restablece satisfactoriamente, existe el riesgo que el papel que ha de desempeñar como individuo aparezca difuso, generando una confusión que dificultará el logro de una personalidad integrada.
Cuando esto se basa en una profunda duda previa en torno a la propia identidad sexual no son nada raro los incidentes delictuosos y psicóticos. Esto es debido a que la sexualidad de una persona y su personalidad están tan enlazadas que el desarrollo de todos los sectores de la personalidad se ven afectados por la propia sexualidad .

De ahí que en esta etapa, dónde la sexualidad cobra gran impulso, la valoración por parte de la familia y de la sociedad respecto de la sexualidad es de capital importancia; y es este el tercer elemento que quiero traer a colación.

Como la personalidad toda y la sexualidad forman una unidad el desarrollo de una incide en la otra, de manera tal que si el proceso de personalización se realiza adecuadamente la persona puede relacionarse de manera satisfactoria con su ambiente.

Teniendo en cuenta que el desarrollo cognitivo-moral, el logro de una identidad y el arribo a una sexualidad madura se desarrollan en etapas y que de este desarrollo depende el futuro de la personalidad, voy a detenerme para hacer algunas consideraciones.

Tanto Piaget como Erikson se apoyaron en el principio epigenético, término tomado de la embriología que sostiene que el desarrollo se produce a través de etapas secuenciadas y claramente definidas. Cada etapa debe ser resuelta satisfactoriamente para que el proceso se desarrolle con suavidad.

Para ello tanto el niño como el adolescente necesitan seguridad, que únicamente le puede brindar una familia estable y permanente. De ser así se posibilita el arribo a una personalidad integrada y por lo tanto madura.

Por otro lado, si no se produce una solución favorable en cualquiera de las etapas, las posteriores reflejarán un fracaso en forma de desajuste físico, cognitivo-moral, social o emocional: por más que se llegue a la edad cronológica que corresponde a la del adulto, se vivirán rasgos de etapas anteriores no resueltas.

Carencia o confusión de identidad, detención en el sistema cognitivo-moral, no logrando llegar a la etapa autoconciente y, en la esfera del desarrollo sexual, rasgos de una sexualidad infantil son algunas de las características de este desajuste.
Finalmente la persona se encuentra inadaptada e insatisfecha consigo misma y con el mundo: son personalidades inmaduras que se traducen en adolescentes perpetuos. Los mismos que conforman parejas, tienen hijos, crean familias y educan niños y adolescentes. Pero que también pueden ser dirigentes de grupos, miembros de partidos políticos, concejales, diputados y presidentes. En cualquier caso debemos seriamente preguntarnos a dónde conducen tales referentes.


Si desde la familia, como lo veremos más adelante, se le brinda al niño y al adolescente seguridad, afecto, respeto, límites y verdaderos modelos, él encontrará las bases para su desarrollo, integrando el hecho sexual, que como dije influye en el logro de una personalidad integrada, al amor que se tienen sus padres y que le tienen a él, dándole pertencia a una familia. Y comprenderá que el acto sexual es cuestión de adultos, que tuvo que ver con su nacimiento y que corresponde al ámbito del matrimonio. En síntesis, que es algo hermoso para vivirlo pero demasiado importante para vivirlo de cualquier manera.

Pero si, influenciado por los medios y el grupo de pares, adopta las conductas dictadas desde esos ámbitos, que sugieren que la libertad del individuo equivale a una expresión sexual temprana, se desajusta, se desorienta o se invierte el proceso de personalización. De hecho la ciencia y la experiencia se han encargado de demostrar que la actividad sexual temprana no aporta nada positivo al adolescente, haciéndole correr riesgos que luego gravitarán negativamente sobre él.

Por tanto el papel de la familia en este terreno es decisivo, aun cuando la sociedad intente imponer normas absolutamente contrarias. Se entiende que si la sociedad encarnara verdaderos valores el camino seria más sencillo, pero esto lamentablemente por ahora no se da.

Sobreidentificación con pseudo-modelos: Ante la carencia de modelos parentales adecuados muchas veces los adolescentes tienden a sobreidentificarse con héroes de la pantalla, dirigentes de grupo, campeones de deporte, etc., y suelen hacerlo hasta el punto de perder toda identidad.

Pocas veces esta sobreidentificación se da con los padres. Por el contrario, se rebelan contra el dominio, el sistema de valores y la intrusión de éstos en su vida privada, ya que necesitan separar su identidad de la de ellos, existiendo, como contraste, una necesidad desesperada de pertenecer a un grupo. Sus compañeros, la pandilla y la barra ayudan al individuo a encontrar su propia identidad dentro del contexto social.

Sin embargo este proceso no tiene por qué ser tan polarizado: debe ayudar a consolidar el yo respecto a la sociedad y no diluirlo en ella como sucede a menudo hoy día. La clave es la identificación con verdaderos modelos.

El quinto factor que no debemos perder de vista es el de las conductas por atracción del riesgo. Todo adolescente refleja en su actuar un sentimiento de omnipotencia e invulnerabilidad al peligro o al daño como partes del crecimiento de la conciencia de lo que puede o no: busca los límites aun a costa del riesgo.

Con el avance hacia la madurez estas conductas son reemplazadas por actividades asumidas responsablemente, pero si son estimuladas por el entorno llegan a extremos de temeridad y de daño hacia la propia persona, con conductas tales como el uso del tabaco, alcohol, drogas, la promiscuidad sexual, la conducción a alta velocidad entre otras dando lugar a episodios que trascienden lo individual y se proyectan a la sociedad como conductas agresivas. En esta situación la superación de la adolescencia es casi imposible.

Como conclusión diremos que si bien la crisis de la adolescencia es un proceso normal que se desenvuelve en el contexto familiar y social, si no se resuelve adecuadamente puede desencadenar una auténtica confusión de roles.
De ahí que no podemos considerar al adolescente y a sus conductas actuales fuera del contexto familiar y social del mundo que nos toca vivir. La avidez por nuevas experiencias y los "modelos" que se ofrecen hoy de "pseudo-familias", con todos los antivalores que contienen, hacen que esta crisis salga de su cauce normal para ser fuente de patología.

 

SIDA de la Personalidad

Cada época desarrolla su forma peculiar de patología. Hoy los desórdenes preesquizofrénicos, borderline o trastornos de la personalidad atraen cada vez más la atención junto con la esquizofrenia misma.

Algunos síntomas de estos trastornos de la personalidad, que tienen su inicio en la adolescencia, son: desconfianza; desconexión de las relaciones sociales; restricción de la expresión emocional; malestar intenso en las relaciones personales; distorsiones cognoscitivas o perceptivas; excentricidades del comportamiento; desprecio y violación de los derechos de los demás; inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y los afectos; notable impulsividad; egoísmo, egocentrismo, narcisismo, entre otros.

Todo trastorno de la personalidad trae algún déficit en la interpretación de la realidad; los que lo padecen tienen dificultad de relacionarse consigo mismos, con los demás y con el mundo.

Así como el virus del SIDA, alterando el desarrollo de los mecanismos inmunológicos, no le permite al organismo reconocer los agentes patógenos que lo infectan y destruyen, la falta de seguridad, afecto, límites, modelos y respeto desajustan el aparato cognitivo-moral y alteran el proceso de personalización impidiendo a la persona reconocer los antivalores que invaden nuestra sociedad. Se ven así comprometidos el logro de la identidad, el arribo a una sexualidad madura y en definitiva la posibilidad de que el hombre alcance su talla humana.

Todo se proyecta como un fenómeno a nivel pandémico en la sociedad actual que he denominado Solipsismo Inmanente Despersonalizante Adquirido: SIDA de la Personalidad.
Solipsismo porque existen muchos individuos que conforman su personalidad de modo que les parece que no existe más que el propio yo y sus representaciones,
Inmanente porque interpretan la realidad sólo en términos de conciencia individual,
Despersonalizante porque lleva a no lograr una identidad integrada, es decir, configuran un estado patológico cuando debiera haber una personalidad madura y
Adquirido porque es ajeno a lo propio y esencial de la naturaleza humana.

Este síndrome se produce porque al individuo, desde edades tempranas, en lugar de darle amor se lo somete a estímulos que llevan a poner su sistema nervioso en la más alta tensión artificial, creándole una cantidad de sensaciones y placeres sintéticos que le hacen desear, en forma compulsiva, todo lo que es grato y placentero. Por supuesto para luego abastecerlo con los productos que hay en el mercado.

Esto, en la conciencia del joven y del "adulto", genera un desarrollo disarmónico respecto de todo su aparato psíquico. La conciencia psicológica y moral "crece" de manera distrófica perdiendo su inmunidad hacia las pasiones desordenadas, hacia la ignorancia, hacia los antivalores y haciéndose incapaz de amar. Por eso digo SIDA: se adquiere una "peligrosa inmunodeficiencia".

Su "sistema inmunológico moral" funciona mal, permaneciendo con un orgullo y un egoísmo que no será capaz de controlar. El orgullo, una insistencia obstinada en ser lo que no somos, crea una necesidad profunda e insaciable de irrealidad, una demanda exorbitante para que los otros crean la mentira que nos hemos creído nosotros mismos.


Es la confusión que nos "infecta" y, a la vez "infecta" a toda la sociedad. Por eso es como el SIDA, puede afectar a todos los seres humanos trayendo como efecto secundario la convergencia de toda pasión y de todo sentido de la vida centrada en el yo (concupiscencia).

Me permito traer una cita de Thomas Merton que refleja cabalmente lo que estamos viviendo: "Todos saben que, subjetivamente, vemos y sentimos como si estuviéramos en el centro de las cosas. No obstante, llega el orgullo, y eleva ese sentimiento subjetivo a un absoluto metafísico. El yo aparece tratado como si todo el universo girase en torno a él, no sólo en lo sentimental sino en los hechos reales. Por ende la concupiscencia se pone al servicio del orgullo, confirmando esta tesis metafísica obsesiva.

Si yo soy el centro del universo, entonces todo me pertenece. Puedo reclamar, como si se me debiera, todo lo bueno de la tierra.

La humildad, por lo tanto, es absolutamente necesaria si el hombre quiere evitar actuar como un niño toda su vida. Crecer significa, en verdad, ser humilde, desechar el error de ser el centro de todo y que los demás existen únicamente para brindar comodidad y placer. Desdichadamente, el orgullo está tan profundamente enquistado en la sociedad humana que, en vez de educarnos para la humildad y la madurez, nos criarnos en el egoísmo y el orgullo".

Se genera una paradoja: por un lado nuestros jóvenes pasan intempestivamente por la crisis de la adolescencia, cuestionando casi permanentemente nuestra capacidad de educar. Por otro comprobamos la difusión del Sida de la personalidad entre los adultos que debiéramos ser la guía de esos jóvenes.

Pero esto no se agota en el plano personal. El senador norteamericano Patrik Moyniham está cada vez más preocupado, no por la difícil situación de los mayores, sino por el drama que afecta a la niñez y a la adolescencia. En su libro Familia y Nación escribe:

"La calidad de una civilización puede medirse en la forma que ampara a sus mayores. Sin embargo, cierta y seguramente el futuro de una sociedad puede ser pronosticado según la forma en que se ocupe de los jóvenes. Pero esto no depende sólo de nuestros líderes sino de todos nosotros".

Y pregunta: ¿ Nos importa que, como van las cosas, dentro de diez años la mayoría de los jóvenes de 17 años provengan de familias arruinadas?
¿Nos importa que incluso en la actualidad más de la mitad de los hijos que dan a luz madres adolescentes nazca fuera del matrimonio?
¿Nos importa que más de las tres cuartas partes de los pobres hayan sido, en 1984, mujeres adultas o jóvenes menores de 18 años, y que haya aumentado al 54 % el índice de pobreza para los niños criados por mujeres al frente de un hogar?
¿Nos importa que el porcentaje de nacimientos ilegítimos, como el número de crímenes, sea mayor hoy en los Estados Unidos que en cualquier otra nación occidental?

Moyniham no llega a conclusiones categóricas, excepto una: si el pueblo y la prensa de los Estados Unidos no prestan más atención a los hechos de la vida familiar, no habrá remedios eficaces.

Ejemplos de familias divorciadas, madres adolescentes solteras, hijos fuera del matrimonio, familias monoparentales, altos índices de pobreza (incluso en una nación poderosa), violencia e indiferencia social confluyen en un mismo diagnóstico.

Frente a este panorama, fruto en gran medida del Sida de la personalidad, desde diversos sectores se apunta a una misma propuesta: la vuelta a la familia estable y permanente, única garantía pera el desarrollo armónico de niños y jóvenes.
Vemos, entonces, que también como en el caso del SIDA la única cura es la prevención y la prevención es una vuelta a la familia y a los valores.

El lugar de la familia

¿Qué mundo le estamos dejando a nuestros jóvenes? Con esta pregunta no intento sugerir que debemos cambiar al mundo, como si el mundo en sí fuese malo, porque entonces abandonaríamos la idea de mejorar la realidad, nos parecería imposible.

Entonces propondré otro enunciado más conducente ¿Qué jóvenes estamos dejando en este mundo? Desde aquí intentaré sugerir algunas respuestas porque creo que es este el verdadero y más eficaz lugar de la familia.

Primero: desde lo pasado, sienta las bases de la personalidad sana y capaz de amar

Podemos decir que durante el desarrollo del niño, y como de la mano, van tres determinantes de la personalidad: la madurez del aparato cognitivo, el logro de una identidad y la madurez sexual. Ya hemos visto la importancia de estos en la etapa adolescente, pero en la etapa anterior no lo son menos, ya que fueron sentando las bases para el futuro de la personalidad.

Hasta que Freud no describió los efectos de las experiencias infantiles sobre el desarrollo de la personalidad el mundo no supo ver la universalidad de la actividad y el aprendizaje sexual en los niños. La mayoría de estas experiencias de aprendizaje sexual en la infancia ocurren sin que los padres tengan conocimiento de ello. Obviamente entendemos sexual aquí (como a lo largo de toda la exposición) no como lo relativo únicamente al acto y la reproducción, sino en general lo que hace a la personalidad.

Por lo tanto la familia desempeña el papel de pedagoga porque con el amor, al brindarle la seguridad básica al niño y al adolescente, aporta el elemento clave para el desarrollo de una personalidad madura.

En su familia es dónde el joven se ha preparado para el papel que ha de desempeñar en la vida, ya que realiza sus primeras identificaciones orientadas al logro de una identidad del rol femenino o masculino, como esposa o esposo, como madre o padre.

La familia sana se constituye en el elemento estructurante, y en este sentido irreemplazable porque educa en y para el amor, y desde el amor para el desarrollo de una personalidad sana.

De aquí extraemos fácilmente la primera respuesta: una familia viviendo los valores y brindando seguridad, afecto, respeto, límites y verdaderos modelos hace que los niños lleguen a adolescentes con una carga suficiente como para superar satisfactoriamente la etapa. Si la familia da a sus hijos todos los elementos para consolidar su propia personalidad esos hijos tendrán un piso desde el cual dar el salto.

Segundo: desde lo futuro, da sentido a las conductas del adolescente

De esto se desprende el sentido de la autotrascendencia y el ejercicio de la libertad y de la responsabilidad. La autotrascendencia es ese poder salir de sí para darse a una misión, para tender al Tú amado, para llegar a ser un Nosotros, en una unión estable y permanente. Es responder al llamado de su vocación, de su mandato biológico, que sale al encuentro de su destino antropológico.

Esto tiene mucho que ver con la valoración que la familia y la sociedad tengan del hecho sexual y del matrimonio.

Consideramos, siguiendo a V. Frankl, "que la actitud monogámica es, la etapa última del desarrollo sexual, la meta superior de la pedagogía sexual y el ideal de la ética sexual". Poco se insistirá en considerar a esta unión monogámica, estable y permanente, como el fundamento del mantenimiento de la sociedad, y de la especie.

Para llegar a este ideal tanto pedagógico como vital debemos proponer un mecanismo que ayude a orientar las fuerzas del adolescente. Nuestra propuesta del matrimonio tiene que ser tal que haga natural la asunción en él de una conducta nacida desde la sublimación del impulso. Tenemos que darle una muy buena razón para que oriente, de la manera que él crea más conveniente, toda su energía presente hacia un futuro en el que asuma a un Otro.

Del concepto de sublimación surge una importante implicación educacional. En la sublimación, el individuo encuentra formas sustitutivas de satisfacción y la descarga de la tensión producida por las energías libidinales.

"Si pudiéramos lograr un equilibrio armonioso entre la negación de la gratificación y la sublimación sin represiones, evitaríamos ambos extremos de la inadaptación, la neurosis y la vida inmoral y acrecentaríamos en mucho la productividad y la creatividad en nuestra educación".

Esto se logra con la incorporación de los valores humanos desde edades tempranas, donde la represión no se da, porque hay una gradual aceptación consciente, de acuerdo a la edad del individuo, de lo que es bueno y el rechazo de lo objetivamente malo.

De esto se desprende que la sublimación es la conducta que adopta el individuo en lo que hace a la construcción y preservación de la vida. Se trata de una tendencia dinámica de orden vital constructivo. La sublimación no sería un cambio de dirección de la pulsión sexual sino un cambio en la captación de los valores, saber esperar para obtener un valor superior.

Con esto quiero significar que la persona toda al desarrollarse, si incorpora valores, responde con conductas virtuosas, trascendiendo con su entrega hacia lo que considera su misión en la vida.

Tercero: basa todo en la propuesta de los valores, especialmente el amor

Debemos poner en marcha, pues, una educación que contemple los valores humanos, una educación para la integración de la personalidad, una educación para el amor, una educación para la vivencia de las virtudes humanas, y entre ellas, una educación para la castidad, no como una imposición sino como una elección libre y responsable, para que el individuo se regocije en lo que es bueno, no sólo para él sino en Sí mismo.

La educación para el amor constituye no sólo la base de la educación sino también el pilar más importante de la salud mental. Pero la posibilidad y la forma de amar del individuo depende de la oportunidad que haya tenido para poder desarrollar el amor. El amor, como todos los valores, se aprende sobre todo en la vivencia de aquellos que se tornan en educadores. "El lugar" del amor es la familia.

Quien no tiene acceso al aprendizaje del amor padecerá lo que se ha dado en llamar "síndrome de carencia afectiva" que condiciona la presencia de desajustes en el desempeño de toda la personalidad.

De esto se deduce que el amor que brinda una familia sana se convierte, yo diría, en el medio más eficaz, y por qué no, único y verdadero para la prevención de las conductas violentas, la corrupción, la drogadependencia, la agresión, el SIDA y demás flagelos de nuestros días. Es la base para construir una nueva sociedad.

Como diría Max Scheller: el amor es un movimiento espiritual que busca el valor más alto de la persona amada, un acto espiritual en que se capta este contenido, él más alto de todos. Pero quien ama no sólo descubre el valor de la persona amada, sino que la ve como única e insustituible, y entre ambos se abren a la posibilidad de captar con más pureza todos los valores.

Quien ama verdaderamente da la vida por aquellos que ama, es decir lleva a la práctica el valor del altruismo que luego los hijos imitarán, y así con todas las demás virtudes. Recordemos esa frase que dice: fray ejemplo es el mejor educador.

Por tanto parece que la mayor dificultad que tenemos para educar es que primero debemos descubrir nosotros, los adultos, los valores humanos y luego vivirlos, para que nuestros niños y adolescentes puedan imitarnos. Pero para que nos imiten debemos ser primero modelos dignos de ser imitados o al menos que ellos vean que hacemos el esfuerzo.


Paralelamente también debemos exigir que la sociedad promueva estos valores a través de los medios. Se requiere una decisión política, pero también, y más quizás, una conciencia colectiva sin la cual estaremos pregonando en el desierto.

Debemos todos ocuparnos de hacer un saneamiento moral para que nuestros niños y adolescentes no se contaminen con la confusión de los adultos y para que ellos alcancen la madurez que les permita desarrollar el sentido ético de la vida. Porque algo es elemental: No se puede pensar una sociedad formada por individuos despersonalizados.

Por último tenemos que decir claramente que todo esto forma parte de la esencia misma de la familia, es lo más natural a ella. Así como no se puede aprender a nadar de otra forma que no sea nadando, del mismo modo no se puede aprender a amar si no es recibiendo y dando amor. Una familia que ama afirma la personalidad de sus hijos, les da esperanza y razones para el futuro y ha transmitido la esencia de todos los valores.

A modo de resumen

He tratado de integrar una serie de elementos que nos hagan ver lo que ya sabíamos respecto del amor, de la persona, de la familia y de la sociedad.

Es una reflexión limitada pero suficiente para sacar como conclusión que no es posible la construcción o reconstrucción del tejido social sin considerar a la persona humana digna de recibir amor en forma incondicional, lo que a su vez es imposible sin una familia estable y permanente. Esto el adolescente lo sabe y muchas veces con sus problemas nos lo está planteando como problema.

El logro de la identidad hace que el joven descubra su vocación, la que a su vez le brindará la posibilidad de desarrollarse como adulto maduro y libre para decidir por sí mismo.

 

La familia y la cultura son el sol, el agua, la tierra, el alimento y la persona es la semilla: así como el árbol necesita alimento, sol y agua del entorno, así la persona necesita seguridad, amor y respeto de su entorno social.

Para terminar, y a modo de resumen, cito las palabras que escuché hace 13 años, que he hecho mías y que orientan mi acción educativa:

" Frente al desprecio del supremo valor de la vida, que llega tan lejos como para convalidar la supresión del ser humano dentro del seno materno; frente a la disgregación de la unidad familiar, única garantía para la formación completa de los niños y de los jóvenes; frente a la desvalorización del amor límpido y puro, el desenfrenado edonismo, la difusión de la pornografía, es necesario proclamar muy alto la santidad del matrimonio, el valor de la familia y la inviolabilidad de la vida humana", quién dijo esto es Juan Pablo II, y agregó " no me cansaré jamás de cumplir ésta que considero misión inaplazable".

Por eso cuidemos a nuestros niños y adolescentes que están en crecimiento: de su desarrollo sano y armónico depende el futuro de las familias y de nuestra sociedad.

Cortesía de www.alafa.org para la
BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL