CARTA A UN AMIGO AGNÓSTICO

José Ignacio Gonzalez Faus


PRIMER NIVEL: LAS RAZONES "DE LA RAZÓN"
1. Causalidad
2. Fundamento
3. Sentido
4. Mi situación ante estas razones

SEGUNDO NIVEL: LAS "RAZONES" DE JESÚS
1. El seguimiento de Jesús
2. El Dios de Jesús
2.1. El Crucificado
2.2. La Trinidad
2.3. El Reino de Dios
3. Fiarme de Jesús
4. Dos consecuencias
4.1. Los crucificados
4.2. La gratuidad

TERCER NIVEL: LAS RAZONES DEL CORAZÓN
1. La experiencia de oración
2. La experiencia de los pobres

MIS RAZONES PARTICULARES
1. El escándalo del mal
2. El nivel pagano

CONCLUSIÓN NO CERRADA

* * * * *

Querido José Ramón:
Voy a tratar de contestar a tu carta, porque pienso que me pides 
algo a lo que tienes derecho, aunque no sea para mí fácil. Me 
preguntabas por mi relación creyente con Dios, y por cómo había 
evolucionado: "si ha habido a lo largo del tiempo diferencias 
cualitativas y noches oscuras; y si el superarlas ha dado solidez a 
mi fe". Dices que intentabas " ver a través de mis ojos".
Te respondo sólo con una condición: acepta de entrada que me 
has pedido algo inexpresable. No sólo por mis límites personales, 
sino por el tema mismo: si Dios fuera adecuadamente expresable 
¡ya no sería Dios! La gente que parece que habló menos mal sobre 
Él (los místicos) acabó haciéndolo en verso; y cuando quiso explicar 
aquellos versos resultó tan farragosa como la prosa de san Juan de 
la Cruz en comparación con su poesía.
Pero quizá me has oído a ratos modificar aquel célebre aforismo 
de Wittgenstein, y decir que "de lo que no se puede hablar, a veces 
es preciso intentar hablar". Tu carta ha creado una de esas 
ocasiones. Sólo te pido que tomes todo lo que va a seguir como uno 
de los balbuceos de esos niños deficientes cerebrales, a los que 
cuesta tanto entender: únicamente los padres o los pedagogos que 
conviven con ellos saben entenderlos. Y los demás sólo de vez en 
cuando.
En otra carta parecida a esta, León Felipe le decía a su hermana 
Salud que no vamos de la nada a la nada, sino de la nada a la vida, 
de la vida a la muerte y de la muerte al Misterio. Me gustaría que 
esta carta termine también en el Misterio, pero arrancando de esta 
vida. Por eso, y para resumir antes de empezar, yo distinguiría tres 
niveles en lo que puede ser mi experiencia de Dios:
El nivel natural de mi ser hombre, en el que acabo diciendo: sería 
razonable y bueno si Dios existiese.
El nivel del encuentro con Jesús que me lleva a concluir: si Dios 
existe sería razonable que fuese como dice Jesús, y no como yo lo 
imaginaba; y además quizá vale la pena fiarse de alguien como 
Jesús en este punto.
Y un tercer nivel que es el de mi experiencia personal: entrando 
por ese camino se me confirma experiencialmente lo que antes 
había aceptado fiándome de Jesús.
Voy a ver si logro explicarme algo en cada uno de estos tres 
niveles.


PRIMER NlVEL: LAS RAZONES "DE LA RAZÓN''
El primero es el nivel de la argumentación. La mente humana 
necesita por ejemplo (y sin pretender ser exhaustivos) causalidad, 
fundamento y sentido.

1. CAUSALIDAD
La pregunta por la causa lleva a muchos a eso que suele decir la 
gente: "Algo tiene que haber',. Y hoy, la experiencia informática 
lleva a muchos a preguntarse cómo se ha programado este mundo 
que, bien o mal, parece innegablemente programado de una 
determinada manera que le permite, como al ordenador, actuar por 
sí solo.
Pero esta pregunta no llevará a nadie a dar la vida por ese "algo". 
Por eso voy a prescindir de esta forma de argumentar, por un 
elemental respeto a Dios y a tu situación actual. Si Dios es causa lo 
es de una manera tan diferente de las causalidades que nosotros 
conocemos, que al aplicarle esta noción corremos el riesgo de 
falsificarlo más de la cuenta. Todo aquello de que "no hay reloj sin 
relojero - ni mundo sin Creador" que configuró la atmósfera de 
donde tú y yo procedemos, es buena prueba de ello. Sin querer, se 
hacía así de Dios una pieza de este mundo. Y muchos acabaron 
perdiendo la fe, simplemente porque descubrieron que en este 
mundo no se encuentra ninguna pieza llamada "dios". 

2. FUNDAMENTO
El fundamento no coincide exactamente con la causa. La 
pregunta por el Fundamento brota de que a veces percibimos en 
las cosas unos niveles tan incondicionales de absolutez, que nos 
llevan a concluir que esa absolutez no puede fundamentarse en las 
cosas mismas, que son demasiado relativas. Por lo que te conozco, 
creo que en tu vida se han dado ejemplos de esas absoluteces 
incondicionales: un imperativo ético o de dignidad que nos arrastra. 
O una experiencia amorosa auténtica...
Te pongo ahora otros ejemplos de cómo los hombres han 
argumentado a partir de aquí.

a) Heidegger fue quien dijo que no hay fundamento sino abismo; 
y además lo dijo con un expresivo juego de palabras alemán (no 
hay Grund, sino Abgrund). Pero entonces se veía obligado a 
concluir que, por ejemplo, la técnica no tiene más norma que ella 
misma. Y, por tanto, el que sirva para construir un tractor es tan 
"normal" como el que sirva para construir un campo de 
concentración. No hay justificación objetiva y universal que esgrimir 
por una de esas opciones y contra la opuesta. Si Dios no existe, 
todo es "autonormado" y, por ello, todo es normal, hasta el campo 
de concentración. 

Pero me quiero extender más en otro ejemplo, porque es más 
conocido y creo que peor entendido.

b) Ya sabes que Dostoievsky escribió aquello: "si Dios no existe 
todo está permitido". Yo ya sé que mucha gente cree que Dios no 
existe, y siente a la vez que no le está permitido todo: ¡faltaría más!, 
Y Dostoievsky también lo sabía. Pero él no quería referirse a 
nuestros funcionamientos sino al Fundamento que hay para que 
funcionemos así.

Tampoco quería decir Dostoievsky que, si no hay "castigo" todo 
está permitido. Sobre esto ya han dicho muchos en la tradición 
filosófica (desde san Agustín hasta Kant), que cuando uno hace el 
bien por miedo al castigo, y no por amor al Bien, no es que sea 
bueno sino que es simplemente miedoso.
A lo que se refería Dostoievsky es a si cosas como matar o no 
matar, pisar al débil o no pisarle, usar la técnica para poner en 
marcha un tractor o un campo de concentración..., son, sí, cosas 
"diferentes", pero exactamente igual que son distintos el amarillo y 
el rojo, o el martes y el miércoles. Es decir: sin ningún punto de 
referencia absoluto que pueda establecer una preferencia entre 
esas diferencias, distinta de la de mi gusto particular.
El sentido de la frase parece ser pues que, si Dios no existe, y si 
logramos pensar las cosas desde ahí (lo cual nos resulta casi 
imposible, quizás precisamente porque Dios sí que existe), entonces 
todo se vuelve in-diferente aún en sus mismas diferencias
O sea: ¿por qué caray no me está Todo permitido (= no da todo 
igual), si no hay un punto de referencia absoluto? Si la realidad es 
como una brújula rota, sin la atracción de ningún Norte, ¿qué 
sentido tiene buscar en ella un criterio de validez para distinguir una 
dirección de otra? Y si digo con razón que ese punto de referencia 
absoluto es el hombre, ¿no será que lo digo porque eso es lo que 
me conviene a mí? O ¿cómo puede el hombre ser un punto de 
referencia absoluto, si los hombres y yo mismo somos tantos, tan 
relativos y tan conflictivos? Será otra vez un modo de hablar 
puramente convencional, que no puedo imponer a otros.

c ) Y déjame que te cite aún otro ejemplo, tomado éste de una 
común amiga a quien acabamos de leer los dos: "El mundo no se 
rige por la necesidad, sino por el azar. Es ésta una sabiduría muy 
dolorosa, desde luego, porque supone admitir el sinsentido de la 
existencia. Bajo este punto de vista, todo, desde el sufrimiento hasta 
la heroicidad, no es más que un ciego capricho del universo, una 
broma colosal de la materia".

Pero luego (porque ya acabo de decirte que una cosa son 
nuestros fundamentos y otra nuestros funcionamientos), nuestra 
amiga da, a partir de ahí, un paso que yo ya no veo: "lo que nos 
humaniza, lo que nos diferencia de los animales, es precisamente 
esa desfachatada ambición de ser felices. De controlar nuestras 
vidas y convertirnos en nuestros propios dioses... Esa es nuestra 
mayor proeza: encontrar la medida del desorden".
Admirable como grandeza humana. Pero por fortuna incoherente. 
Porque, si sólo hay azar, sin ninguna necesidad, entonces el 
desorden no tiene medida por hipótesis: porque empieza por no ser 
ni desorden. La "necesidad" que parece regir nuestra razón es sólo 
un espejismo, una falsa sensación subjetiva a la que no responde 
nada real. Y esa "colosal desfachatez de controlar nuestras vidas" y 
de realizarnos, tampoco nos humaniza objetivamente más que a los 
que carezcan de ella: porque sólo es, por hipótesis, otro ciego 
capricho del universo y otra broma de la materia. Sólo es eso que 
alguien llamó "una pasión inútil".

3. SENTIDO
Además de la causa y el fundamento, los hombres preguntamos 
por el sentido. La mejor prueba de ello es que nada nos es tan 
plenificante como las experiencias de sentido. Y nada nos destroza 
tanto como la ausencia de ellas o las experiencias de sinsentido. 
Hasta llegar a quitarnos las ganas de seguir viviendo, a pesar de lo 
que antes decíamos sobre el hombre como punto absoluto de 
referencia. Volvamos a los ejemplos que van mejor para una carta.
¿Que sentido tiene la vida entregada y la lucha de un hombre tan 
admirable como Nelson Mandela? A ti y a mí podrán gustarnos; pero 
a él le han supuesto un precio impresionante, que no se justifica 
sólo con nuestra admiración. Y aún cabe decir que Mandela ha 
tenido muchísima suerte porque es de los pocos hombres que han 
cosechado algún fruto de sus sudores. Pero ¿qué sentido tiene la 
vida de aquellos negros sudafricanos muertos en la cárcel, o en la 
tortura, y que ni siquiera llegaron a ver algún éxito en su lucha, 
como Mandela? Esa vida y esa lucha ¿no pasarán de ser algo así 
como una flor sin fruto, un hermoso paréntesis entre dos nadas? De 
aquí a miles de años ¿llegará un momento en que el hecho de que 
el apartheid haya vencido o sea derrotado en la historia no 
significará absolutamente nada? ¿Por qué no nos contentamos con 
aquello de que "no es científico el deseo de que los verdugos no 
tengan la última palabra sobre las víctimas"?
Déjame repetirte la pregunta: ¿tiene algún sentido todo eso que 
cuesta tanto y que nunca sabemos si va a tener no ya un éxito 
pequeñito, sino el éxito pleno que anhelamos en toda lucha? Yo veo 
que aquí caben dos respuestas.
Quizás recuerdes aún lo que sobre esto expliqué un día en clase, 
comparando a Nietzsche con una estrofa de san Juan de la Cruz 
sobre "la llaga humana". La estrofa comienza: "¿por qué pues has 
llagado - aqueste corazón no le sanaste?". Y quizá hemos de 
convenir con Nietzsche en que todo esto es "el origen de la 
tragedia": la imposibilidad de redención para un ser que está 
necesitado de ella, por estar hecho, a la vez, de finitud y absolutez. 
Pero entonces, lo único razonable ¿no sería seguir a Nietzsche 
hasta el final, hasta su misma locura? ¿No es por el increíble vértigo 
que produce esa conclusión, por lo que hoy los hombres están 
intentando convertir la vida en mero pasatiempo, negándose 
resueltamente a entrar en cualquier otro "rollo"? Demasiado creo 
entenderlo. Pero tú me dijiste un día que la vida no puede ser 
pasatiempo para unos, sino a costa de que sea esclavitud para 
otros. Y creo, José Ramón, que eso tampoco te tranquiliza a ti. 
Tienes la conciencia demasiado abierta para eso.
Pero a lo mejor es que, en la lucha humana, y en esa pasión 
humana de plenitud, se experimenta algo de lo que Jaspers llama 
"una percepción oscura de Trascendencia", y que él afirma que se 
da en el acto de la libertad, que María Luisa comentaba un día que 
creía haberla atisbado alguna vez en el acto de amor, y que, en 
general, acompaña a todas nuestras limitadas experiencias de 
sentido. Quizás esto tendría que ver con lo otro de Nietzsche de que 
"todo placer pide eternidad", cosa que no es cierta dicha a ese nivel 
de totalidad: pero sí podría serlo si afirmamos que hay algunos 
placeres o algunas experiencias de gozo que parecen pedir 
eternidad. Y pobre del que nunca las haya tenido.
Aquí tienes lo que yo llamo Causalidad, Fundamento y Sentido, y 
que he intentado describirte sólo como una aporía inicial en la que 
tú y yo nos podemos encontrar. Al releerlo ahora pienso que, si lo 
leyese algún maestro del Zen, no entendería mucho porque, para 
él, términos como "nada" o "vacío" o "in-diferencia" no tienen el 
sentido negativo que yo les daba, de un apoyo-que-se-quita o una 
nervadura-que-se-desintegra, sino más bien el sentido positivo de 
una paradójica mediación para llegar al todo. ¡Ya ves que relativo 
es nuestro lenguaje! Pero tú y yo somos occidentales, y he tratado 
de hablarte desde "la razón griega" en la que también yo me muevo 
con más soltura. Por eso, más que esta aclaración, lo que te 
interesará es saber qué peso tienen para mí las razones 
anteriores.

4. MI SITUACIÓN ANTE ESAS RAZONES

Añadiré pues un par de matices:
a) Lo dicho no constituye para mí una prueba ni una 
demostración. Quizá más bien una pregunta eterna, y constitutiva 
del ser humano.
Tomado como demostración soporta objeciones muy serias, 
porque hay en la vida demasiadas experiencias de azar, de 
relatividad y de sinsentido. Más que decir que llega hasta Dios, a mí 
me gusta decir que la razón llega a descubrir su necesidad de Dios 
y su propio carácter de pregunta por Dios, sin el cual percibe que ni 
ella misma podría funcionar como razón. Por eso, a este nivel, yo 
sólo concluyo que, si Dios existiera y tuviese que ver con esto, Su 
existencia sería lo mejor, y sería bastante razonable. Nada más.
b) Pero si nuestra razón no llega a más, la respuesta a esta 
pregunta que es el hombre ¡no podrá venir razonando más! Sería 
como querer llegar más arriba a base de tirarse de los pelos. Es la 
misma razón la que me dice que tengo que "saltar", o que tengo que 
trasladarme a "otro piso". Por eso llega un momento en que hay que 
optar y en el que no optar también es una opción. Y en que 
cualquier opción parece igualmente "probable". Lo que hará que 
una salida resulte más probable que otra ya no es un raciocinio, 
sino alguna otra dimensión de nuestro ser humano: dimensión ética, 
o estética, o psicológica, o afectiva, o religiosa.. o cualquier otra o 
todas un poco juntas. 
Recuerda ahora lo que te decía al comienzo sobre la necesaria 
"inexpresabilidad de Dios". Por eso desde muy antiguo hubo 
quienes comparaban a Dios con la Luz Absoluta. La luz, en si 
misma, no puede ser vista; pero gracias a la luz podemos ver todas 
las demás cosas. Y por lo que toca a Dios, el camino a la fe no 
puede consistir en "demostrar (hacer ver) la Luz" sino en "enseñar a 
ver" de modo que uno caiga en la cuenta de ella. Aquí vuelve a 
aparecer lo que acabo de calificar como una opción "razonable y 
mejor,'.
c) Pero he de añadirte también, porque me pedías que diese a 
esta carta un tono de confesión, que algo en mí se ha resistido 
siempre a aceptar esa conclusión que llamo razonable y mejor. Y es 
que la aceptación de esa conclusión me impone plantear mi vida 
desde niveles de seriedad, de respeto y de profundidad, que son 
incómodos y exigentes. Mientras que la negación de esa conclusión 
me permitiría plantear mi vida desde niveles de espontaneismo, de 
pasatiempo, superficialidad y hasta animalidad que, a la corta al 
menos, resultan mucho mas cómodos.
Quizá te extrañe, pero esa resistencia la llevo todavía dentro y 
más tarde tendré que volver a hablarte de ella. Sólo tengo la 
experiencia repetida de que esos niveles cómodos e inmediatistas, 
a la larga no me hacen feliz. Y, a mí al menos, tampoco logran 
narcotizarme hoy como quizá hacen con otros hombres al menos 
durante algún tiempo.
Y ahora paso ya al segundo nivel.


SEGUNDO NlVEL: LAS "RAZONES'' DE JESÚS

Aquí te pongo lo de razones entre comillas, porque no se trata de 
nuevas razones sino de una verdadera seducción, si bien toda 
seducción debe poder ser formulada y, en este sentido, "razonada". 
El hecho es que, desde ese primer nivel de experiencia tuvo lugar 
mi encuentro con Jesús, que no es sin más una "confirmación" sino 
una "conversión" del anterior.
Si esto fuese un libro de teología y no una carta, debería 
precisarte que se trata de un encuentro con Jesús "y con la 
tradición que de E1 procede", o con la Iglesia en la que vive, etc. 
Pero conociendo tus dificultades con el tema de la Iglesia creo que, 
para lo que me pedías en esta carta, basta con ceñirnos a Jesús de 
Nazaret.
Tu ya sabes, porque has asistido de oyente a mis clases, que 
para mí hay en Jesús algo de tal calidad humana que me seduce, y 
me provoca el deseo de ser algo como él, y de fiarme de él. 

1. EL SEGUIMIENTO DE JESÚS

Al querer ser "un poco como él", me encuentro con mi absoluta 
incapacidad para ello. Pero me encuentro también con que él me 
dice: el Espíritu de Mi Padre te ayudará más de lo que tú ahora 
sospechas; ponte en marcha y no te importe hasta donde llegas, 
sino en qué dirección caminas. 
Este aspecto ha sido fundamental en mi trayectoria: por una 
especie de confianza en Algo mayor que yo, he sido capaz de hacer 
muchas cosas de las que no soy capaz (y que no soy capaz lo palpo 
a diario, y se lo he hecho palpar a más de uno). Todo esto sería 
muy largo de contar y convertiría esta carta en una autobiografía, 
que es un género que no pienso cultivar. Si quieres una pista te diré 
que por ahí va una realidad tan loca y tan absurda de mi vida, como 
es mi celibato: sobre todo si te digo que_con toda su enorme 
dificultad_no ha sido para mí una exigencia deshumanizante, que de 
él he cosechado inesperadamente niveles asombrosos de relación 
humana, y que todo esto no lo considero una obra mía, sino algo 
que se me ha dado gratuitamente. Y que, al serme dado, me ha 
descubierto unas posibilidades nuevas sobre el hombre y lo 
humano. He comprendido así porque los teólogos de la liberación 
repiten tantas veces que a Jesús no se le conoce sólo estudiándolo, 
sino siguiéndole. 
Pero en esta carta me voy a fijar más bien en el otro aspecto que 
te enunciaba: fiarme de lo que Jesús me dice sobre Dios. Pues creo 
que este punto necesita una explicación más larga.

2. EL DIOS DE JESÚS

Se puede falsificar demasiado la revelación de Dios en Jesús (tal 
como la ha descubierto el cristianismo), reduciéndola a un Dios 
"cumbre metafísica del Ser" al que nadie puede acercarse. Pero se 
la puede falsificar igualmente reduciéndola a un Dios "Padre" que, 
aunque venga de Jesús, no está libre del riesgo de establecer 
sobre Dios una mera proyección sentimental.
Por eso me voy a extender aquí un poco más para comentarte las 
tres novedades que_desde Jesús_ha cobrado en la historia 
humana la palabra "Dios', y que son: la Cruz, la Trinidad y el 
"Reino".

2.1. El Crucificado
Los cristianos creemos que Dios, en este mundo, ha dejado morir 
en cruz a Su Hijo, a "una parte de Su Ser" por así decir. 
Comprenderás que, si esto es cierto, echa por tierra ese 
milagrerismo pseudorreligioso de los que creen que Dios guarda en 
este mundo una "mano mágica" o unas "legiones de ángeles" para 
intervenir cuando quiera, y alterar el orden de las cosas evitando 
las leyes de la física o las decisiones de la libertad. Un Dios 
Crucificado es un dios inútil y escandaloso. Pero tú has de saber 
que, a una serie de hombres a lo largo de la historia, esa sensación 
de inutilidad y escándalo se les convirtió en asombro y adoración. 
Aquí empezó toda la historia de la fe cristiana.
Y esa fe sabe que el tema de Dios ya no puede ser conectado 
inmediatamente con las durezas de este mundo, ni como 
"responsable" ni como "escape" de ellas. Porque para el 
Crucificado, Dios no fue ninguna de esas dos cosas: ni responsable 
de su condena, ni salida de ella. Sólo fue la Fuerza que le mantuvo 
en ella.
Hay hombres que no pueden creer por ese escándalo de la 
crucifixión de los inocentes. Cuando ocurre exactamente así, y no 
se usa ese escándalo como excusa porque no se quieren creer, 
entonces esa no-fe me parece de más valor ante Dios que muchas 
religiosidades cómodas y autosatisfechas. Al menos, lo que para mí 
revela el Crucificado es que ya no se puede creer en Dios al 
margen de ese escándalo, sino luego de él o desde é1. Y me 
parece evidente que si los cristianos creyéramos concreta y 
seriamente en El Crucificado y no en otro dios vago y genérico, 
resultaríamos "mucho más ateos" de lo que parecemos. Es lo que 
les ocurrió a los primeros cristianos que eran tachados de "ateos", 
como seguramente ya sabes.

2.2. La Trinidad
Pero la Trinidad significa que nada de lo anterior permite una 
visión de Dios como "ausente de este mundo", de tal manera que 
siempre habríamos de vivir según aquello de Bonhoeffer que me 
citabas en tu carta: "como si Dios no existiera". O, en todo caso, 
Bonhoeffer añade que hay que vivir así "ante Dios", no al margen 
de Él.
Supongo que esto me obliga a intentar aclararte más cuál es esa 
"presencia" del Dios que no interviene. Y te digo que este es uno de 
los sentidos que tiene el dogma cristiano de la Trinidad de Dios: que 
el Dios Inaccesible y Lejano puede hacerse silenciosamente 
presente al lado nuestro, como algo de nosotros, en una Expresión 
o Imagen comprensible para nosotros (el ser humano de Jesús, 
"Palabra" de Dios). Y además puede hacerse presente dentro de 
nosotros, en nuestro mismo espíritu, moviéndonos desde nosotros 
mismos, y no desde fuera como nos mueve el resto de los estímulos 
exteriores (ese es el Espíritu Santo de nuestros credos).
Me ha salido un poco complicado, a pesar de los tachones que 
ves en esta página. Ya perdonarás. Pero espero que entiendas 
que, por ser capaz de "exteriorización" (por tener esa Imagen 
transparente de Sí), Dios se me puede hacer de algún modo 
accesible en la realidad, en los hombres sobre todo, los cuales 
están hechos "en esa Imagen" de Dios, como decían los primeros 
cristianos. Y se me puede hacer accesible "dentro de mí mismo", en 
aquello que se me infunde y actúa lo mejor de mi, como fuerza, 
como luz, como amor etc. El Dios lejano de antes, se vuelve ahora 
enormemente cercano, en la mejor posibilidad del hermano y de mí 
mismo. Y se confirma esa experiencia sorprendente que todo 
hombre puede hacer, y que muchos descubren alguna vez: que lo 
más profundamente nuestro es lo menos nuestro: porque cuando 
Dios nos mueve, no nos quita la libertad (como el resto de las 
causas) sino que nos da más libertad. iPor eso parece que no se Le 
note!

2.3. El Reino de Dios
Y quizá desde aquí puedas entender por qué Jesús, más que 
anunciar simplemente a Dios (como quieren hacer las religiones), 
anunciaba "el Reinado de Dios", es decir, una situación humana, 
que supone estas dos cosas.

a) El fin de toda "verticalidad" religiosa, pero también el fin de 
toda "horizontalidad', simplemente atea. Porque en ese reinado de 
Dios coinciden Dios y el hombre, lo humano y lo divino, hasta el 
extremo que dicen los Evangelios: que "estimar al hombre vale más 
que todos los cultos y todos los sacrificios". En aquello que Jesús 
llamaba "El Reino'" había para Él una posibilidad de experiencia de 
Dios más auténtica que la que creemos tener cuando hemos 
paladeado la Inmensidad del cosmos o la Profundidad del yo.

b) Esa experiencia implica además que el Reino desprivatiza a 
Dios y lo convierte en "nuestro". Por eso Jesús no revela a un Dios 
Padre "mío" sino Padre nuestro. Y esa desprivatización se mantiene 
en toda la relación con Dios que Jesús nos describe: el Reino viene 
"a nosotros" (no a mí), el pan que pido es "el nuestro" (¡no el mío!)~ 
el perdón y la liberación del mal los pido "para nosotros", no para mi 
solo. La relación con Dios, que es lo más intimo y lo más personal 
del hombre, es a la vez, para Jesús, algo intrínsecamente 
comunitario.
Todo esto sigue siendo algo tan nuevo que las mismas iglesias 
que se reclaman de Jesús no han acabado aún de digerirlo. Pero 
éste no es un dato aislable, sino que debe integrarse con los dos 
anteriores, para constituir toda la revolución que supone Jesús en lo 
referente a Dios, dentro de la historia humana.
Y desde aquí entenderás mejor lo que he querido decirte antes 
cuando hablé de "fiarme de lo que Jesús me dice sobre Dios".

3. FIARME DE JESÚS

Fiándome de Jesús, creo que Dios es tal como parece que se ha 
revelado en Jesús. Y lo que a la larga me confirma esta confianza 
es algo que tú me dijiste una vez: "está demasiado bien montada la 
cosa, para que me la pueda creer!.Aquel día no te respondí nada, 
pero hoy quisiera completar dialécticamente tu afirmación de 
entonces está demasiado mal montada la cosa, para que pueda ser 
un simple montaje humano.
He tenido demasiado contacto con seres humanos, y sé muy bien 
cómo hacemos todos nuestros "montajes" (empezando por mí). 
Todos Por listos que creamos ser, puesto que no se trata de listara 
sino de necesidad. El montaje humano esperaría que Dios libre a 
Jesús d~ la muerte, del abandono, y del fracaso. Lo incomprensible 
es que n le libra. ¿Para qué diablos sirve entonces ese Dios? Y lo 
sorprendente es que, a pesar de eso, le salva efectivamente de la 
muerte, del abandono y del fracaso.

Aquí tocamos ese clásico dilema intrínseco a toda fe que se crea 
salvadora: si Dios no es salvación, me interesa tan poco como el 
saber si en otro planeta hay unos seres vivientes con cuatro ojos. Si 
lo es, entonces no puede evitar la sospecha de ser una proyección 
de mi deseo de ser salvado. Este dilema está en la naturaleza 
misma del concepto de salvación i no del concepto de Dios). Y la 
salida cristiana me parece, por lo menos, digna de ser escuchada: 
Dios es salvación en la renuncia a ella, porque sustituye (o 
compensa) la ilusión de haber proyectado, con el riesgo de tener 
que jugársela. La verdadera salvación del hombre se convierte 
entonces en ese imperativo imposible y tan de Jesús: "sed buenos 
del todo como vuestro Padre celestial". Lo cual te aseguro que 
resulta bastante "fregao" como dicen mis amigos sudamericanos.
La verdad, José Ramón, yo no diría que algo tan extraño sea una 
simple proyección muy bien hecha de nuestras necesidades. Más 
bien me veo abocado a fiarme de Jesús. Porque, si esta carta ha de 
tener algo testimonial como me pedías, tampoco puedo ocultarte 
que algo en mí se ha rebelado siempre contra esta forma de salir 
del dilema. Durante mucho tiempo he querido que, si existía Dios, 
fuese un Dios de vida y sólo de vida. Pero no de 
vida-a-través-de-la-muerte. Y te confieso que lo he buscado 
muchas veces de aquella otra manera. Hasta que un día me vi más 
o menos abocado a este dilema: el reverso de que Dios sea para ti 
salvación (y Promesa de Salvación), es que tú tienes que 
entregarte.
Salvación y entrega no parecen dese luego palabras compatibles. 
Pero si tú buscas un dios que sea salvación sólo en tu 
autoafirmación, entonces sólo te encontrarás a ti mismo; y acabarás 
diciendo_como el locutor del otro día_que Dios existe porque 
Colombia ha empatado con Alemania en el último minuto. 
Desgraciadamente ese es el dios de la mayoría de los que dicen 
creer en él, y el que justifica el ateísmo de vosotros los increyentes. 
Y ese ateísmo no deberías perderlo nunca porque nosotros mismos 
(los que nos llamamos creyentes) lo necesitamos mucho, como 
purificación e interpelación.
Bueno. Esta seria la manera como se estructura lo que yo vivo 
respecto de Dios a partir de Jesús. Pero tampoco puedo cerrar este 
segundo nivel sin hacerte un par de aclaraciones. La primera se 
refiere a mi trayectoria personal. Y la segunda pienso que puede 
ser útil para tu situación actual.

4. DOS CONSECUENCIAS

4.1. Los crucificados
El dilema anterior entre salvación y entrega, creo yo que ha 
estado en la base de todo lo que ha sido ese tibio (!) interés por los 
pobres, que ojalá haya marcado algo mi vida y mi teología. Una vez 
en este campo, se producen experiencias confirmatorias, si bien es 
otra vez una confirmación que mantiene el mismo esquema de 
"resurrección en la muerte", y no de comprobación triunfal.
Para mi han sido tantas esas confirmaciones, que hoy me parece 
que plantear el tema de Dios al margen de la opresión de los 
inocentes, ya es preguntar por (o hablar de) un dios que no es el 
que revela Jesús. Y lamento y sufro porque todavía la misma Iglesia 
que dice referirse a Jesús, cae en estos planteamientos no 
jesuánicos. Pero de estas confirmaciones habrá que hablar si acaso 
en el tercer nivel. Ahora sólo quería apuntar su conexión con el 
dilema anterior.

4.2. La gratuidad
Y antes de pasar a ese tercer nivel, todavía te añado una cosa 
que, para mi, refuerza la credibilidad del Dios de Jesús. Y la añado 
porque creo que tiene que ver, con tu situación actual.
Yo no puedo negar, por mi experiencia con las gentes, que hay 
personas que creen porque "se les da", sin que sepan cómo. (En 
algún caso que he conocido, incluso en medio de una trayectoria de 
infidelidades _o al menos debilidades_que parece debería haber 
llevado hasta el hastío y el olvido de Dios).
Por el contrario, hay personas que quisieran creer y no lo 
consiguen o, al menos, no lo consiguen por el momento. Y aquí no 
te sitúo simplemente a ti, sino a muchas otras gentes queridas. 
Cuando yo era más joven resolvía esto culpabilizando al no 
creyente. Y es algo de lo que he debido arrepentirme no sin 
amargura, porque convertía en ley general y en solución cómoda, lo 
que no podía ser más que una hipótesis explicatoria posible. Cada 
uno de vosotros deberéis examinar esa hipótesis con honradez. 
Pero que Dios nos libre a los creyentes de esgrimirla contra 
vosotros. También aquí el fiarme de Jesús me enseñó otra cosa.
Si Dios fuera el Dios de las iglesias, la constatación que acabo de 
hacerte de cómo a unos parece que se les "regala" la fe sin querer, 
mientras que otros no consiguen acceder a ella, sería algo injusto. 
Pero si es el Dios bíblico, esto cabe perfectamente. La Iglesia 
parece necesitar que los hombres crean en Dios, para que así le 
concedan importancia a ella, que es Su representante. El esquema 
bíblico (en el que nosotros decimos que Dios se revela) es otro: la 
Revelación consiste en que Dios manifiesta un Amor incondicional a 
los hombres para, a cambio, pedir no que los hombres le amen a El, 
sino que los hombres nos amemos entre nosotros. Este es el 
verdadero interés de Dios, el mandamiento que "lo resume todo" 
etc.
Y, por supuesto que eso no excluye necesariamente lo otro: el 
"amar a Dios sobre todas las cosas" sigue teniendo su vigencia al 
menos condicionada (= si es que existe) y, para el creyente 
expreso, la tiene absoluta. Pero, aunque eso no se excluya, no es 
indispensable. Porque, en el amor incondicionado a los otros, se 
ejerce siempre una fe-amor que desborda a los hombres y alcanza 
al mismo Dios, y que Jesús expresaba con aquella frase célebre: "a 
Mí me lo hicisteis".
Y ya ves que he escrito adrede "amor incondicionado" porque 
necesito distinguirlo de 1o que hoy la sociedad entiende por amor, y 
que tú me has comentado en alguna de tus horas bajas: una 
relación en la que, cuando tú estás débil, el otro se aprovecha para 
disponer de ti, y para dejar bien sentado quién es el que allí puede 
más; y cuando el otro está débil tú te aprovechas para lo mismo. 
Pero que, aun siendo exactamente así, nos droga y, cuando no la 
tenemos, nos entra "el mono". Huelga decir que yo no me refería a 
eso, y quizás esta aclaración es innecesaria para ti. Pero, al hacer 
esta digresión, no estaba pensándo en tí.
Volvamos pues al amor incondicionado y la fe "implícita" que en él 
se ejerce siempre. Ello significa que lo más decisivo no es el decir 
"creo en Dios", sino aceptar aquello que K. Barth llamaba "el 
significado del hecho absolutamente transformador de que Dios 
existe". Y concretando más, eso puede significar que la fe expresa 
en Dios que tú ahora mismo pareces buscar, y por la que me 
preguntas, no ha de ser buscada con agobio, sino sin prisas; no 
como el que busca salir de un laberinto a toda costa, sino como el 
que piensa que un día puede encontrar ese amor decisivo que 
cambia una vida, y se prepara para aquel día. Con aquella plegaria 
condicionada de que creo que te hable una vez, y que se limitaría a 
decir con toda la apertura de tu ser: "Señor, si estás ahí, cuando Tú 
quieras".
Yo sospecho que el empeño "loco" (y hoy nada evidente) de 
plantear tu vida desde el servicio a los hombres (y, sobre todo, 
cuando se van viendo los costos que ello supone de cara a la 
propia comodidad, a la propia necesidad, a la propia posesividad y 
a la propia "sabiduría"), puede que te haga ver algún día hasta qué 
punto Dios está implícitamente "afectado" en ese planteamiento vital 
tuyo, como raíz y fundamento, como plenitud y sentido, pero 
también como compañero y ayuda para él. Sospecho que 
semejante empeño podría llevarte un día a esa conclusión, no sin 
sacudidas, sábelo.
Pero te añado que, si eso no se produce, tampoco es lo decisivo. 
Y creo que esto te lo puedo añadir desde el Dios en el que yo creo. 
Y te explícito por ello que, si a mí me gustaría que un día 
encuentres a Dios, no es para dar satisfacción a mi "ministerio 
pastoral", sino por la amistad que puedo sentir hacia ti.
Esto me ha parecido importante aclararlo, y me he extendido en 
ello más de lo que pensaba porque, en tu caso concreto (y dicho de 
una manera más bien intuitiva que ahora no sabría justificarte), me 
parece por lo que te conozco que tú no estás en las puertas de una 
decisión rápida, y que seguirás aún tiempo en tu agnosticismo. Ni tú 
ni yo somos cocineros, pero llegamos a saber que hay cosas que 
sólo cuecen bien al "baño maría"; y quizá la fe es una de ellas.
Por eso quiero cerrar este capítulo añadiéndote que, para Jesús, 
el agnosticismo abierto y solidario, es mejor (= está más cerca de 
Dios) que una religión cerrada e insolidaria. Esta es la más fina 
jugada que nos hace Dios a los que quizá presumimos de creer en 
El. "No he encontrado en todo Israel una fe tan grande", dicen los 
Evangelios en favor vuestro.
Y ahora estoy exhausto, y supongo que ya no entenderás mi 
letra. Corto y seguiré otro rato, porque aún queda todo el tercer 
nivel.


TERCER NlVEL: LAS RAZONES DEL CORAZÓN

Sigo un día después. Te había dicho que cuando entras por el 
camino de Jesús, se produce una serie de experiencias 
intransferibles que se convierten en su confirmación. Puede que 
este sea, a la vez, el nivel más convincente, pero también el más 
incomunicable de la fe: para desesperación de vosotros agnósticos, 
pero también de nosotros creyentes. Aunque quizá no sea esto una 
exclusiva de la fe. Quizá todas nuestras mejores y más profundas 
decisiones humanas son las que más imposible nos resulta 
transmitir.
Como quiera que sea, esa "confirmación experiencial" de mi 
decisión creyente es la que la convierte en algo más que un creer 
que: la convierte en un "fiarme de Alguien',. A mí me resulta muy 
llamativo el que, hace ya veinte siglos, uno de los primeros 
cristianos pudiera escribir: "sé de Quién me he fiado"; porque me 
sorprende esa coincidencia conmigo en los modos de expresar una 
experiencia. Te parecerá raro pero es "fiándome de Dios" como yo 
apuesto incluso por Su existencia. Y te reconozco que este 
elemento no sé cómo transmitirlo si no es invitando a otros a 
experimentar eso mismo. Como quiera que ello sea, en mi caso esa 
"confirmación experiencial" se articula sobre todo en torno a dos 
focos la oración y la experiencia de los pobres. 

1. LA EXPERIENCIA DE ORACIÓN

No me tengo por hombre de oración, ni menos por maestro de 
ella.
Hay otros que, seguramente, te introducirán mejor en este 
campo.
Pero, si buscas mi experiencia en este punto, creo que he de 
comenzar diciéndote que conozco diversosmodos de hacer (¿o no 
hacer?) oración.

• Conozco esa experiencia medio desesperada en la que intentas 
orar y tienes la seguridad de que tus palabras chocan con una 
especie de cámara insonorizada, y no alcanzan a nadie.

• Conozco eso que los clásicos de la espiritualidad llamaban 
"consolación", y algunas veces -muy pocas pero las recuerdo- se ha 
producido en mi con unas lágrimas injustificadas que, por supuesto, 
un psicólogo vería explicables de otras mil maneras.

• Conozco una oración vocal, con palabras, de la que sé que las 
palabras no sirven para poner a Dios atento hacia mí, sino para 
ponerme a mí atento a Dios. Por eso han de ser dichas muy 
despacio.

• Conozco otra oración sin palabras: una especie de silencio no 
vacío, casi tampoco reflexivo, que se reduce a un "estar ahí", pero 
no sólo eso: casi se parece más a cuando entras en una piscina y 
sientes que el agua te envuelve y te empapa, que a cuando tienes 
un interlocutor fuera de ti.

• Conozco una oración mezcla de ambas que, a lo mejor, 
mantiene una o muy pocas palabras repetidas que, a la vez, evitan 
que la imaginación se distraiga e invitan al silencio.

• Conozco una oración reflexiva o discursiva que, a veces, por 
deformación profesional, casi se me convierte en un escrito.

• Conozco un estar pensando en las musarañas, y diciendo de 
vez en cuando tonterías como ésta: "perdona Señor que me 
distraigo".

• Conozco una oración en que no hago más que pedir como sea 
el Espíritu, porque me siento incapaz de ser yo;

• o en que casi me entran ganas de cantar, solo y todo, porque 
siento una gran necesidad de agradecer;

• o en que repaso "ante Dios" mis gentes queridas, tratando de 
comprender que Dios les quiere aún más que yo.

• Y también conozco una oración que sirve para encajar los 
golpes de la vida. Porque la vida da golpes, y la sensibilidad no se 
pierde por el encuentro con Dios. Y la sensibilidad se ve herida a 
veces: en el campo afectivo, en el de la autoestima, en el del 
miedo... en tantos otros. Y si esos golpes no son bien digeridos se 
te quedan dentro y acaban saliendo por algún lado imprevisto: por 
la agresividad, la sexualidad, la pereza, o la pérdida de la capacidad 
de esperanza. Y si los digieres tú solo corres el peligro de 
justificarte, condenar al que golpea y volverte planeadamente hostil 
o rencoroso. Pero si los digieres con Dios, ante El, con sus ojos, los 
integras de veras y hasta se convierten en "alimento" para nuestro 
crecer...
Aún me dejo cosas, pero lo importante no es la enumeración sino 
el balance que hoy, tras muchos anos, saco de todas esas 
experiencias.
Y el balance extraño es que: no sé bien cuándo he hecho 
oración. Quizá cuando me parecía haberla hecho no fue tanto, y 
cuando me parecía que no, sí que hubo oración. Pero me atrevería 
a decir que algunas veces y sin saber cómo, sí que creo haber 
estado en contacto con Dios. Lo que me resulta hoy muy claro es 
que todo ese contacto con Dios, por real que sea, tiene siempre 
elementos (o, en nuestra jerga teológica: mediaciones) que no son 
Dios y, por eso, son las más perceptibles a nosotros. De ahí lo fácil 
que es engañarse hablando de esto.
Y si te digo que algunas veces creo haber sentido a Dios, he de 
recordar lo dicho en la primera parte: que Dios es como la luz, que a 
ella no la ves, pero sólo gracias a ella ves las cosas. Entonces, 
estas cosas "iluminadas" no son la luz, pero, a través de ellas, 
entras en contacto con la luz. Por eso, para mí, la experiencia 
primordial de oración va siendo cada vez más no la de hablar a Dios 
o mirar a Dios, sino la de mirar el mundo "con los ojos de Dios". He 
pasado por lo primero, por supuesto, y sospecho que ha de pasar 
todo el mundo. Pero hoy me quedaría más bien con lo segundo: y 
es en esos "ojos de Dios" donde creo haber contactado con Él.
El mismo Padrenuestro, la oración de Jesús, se me llena más de 
sentido si lo tomo no como las cosas que tengo que decir "a Dios" 
(en este sentido puede hasta volverse banal y rutinario), sino como 
la cosas que me brotarán si consigo ver el mundo con los ojos de 
Dios. Lo que antes te decía sobre la presencia del nosotros en la 
paternidad de Dios, es algo de ese mirar el mundo con los ojos de 
Dios, en lugar de mirar a Dios con mis ojos pecadores. Lo contrario 
es lo que hace que el Padrenuestro a secas sea, tantas veces, 
mera rutina.
Bien, José Ramón, toda esta descripción es para decirte que esa 
sensación orante se convierte a veces en confirmación de la opción 
creyente. Y encuentro que este elemento no es transmisible por las 
meras palabras. Como tampoco el otro que sigue.

2. LA EXPERIENCIA DE LOS POBRES

El otro elemento, si te acuerdas, eran los pobres.

Conste que yo soy un burgués pequeñito. Que no puedo 
presumir de compromiso por los pobres. Y que, por tanto, lo que 
aquí te puedo brindar no es una antorcha sino una cerilla. Pero 
mira: cuando como creyente te metes un poco en este infierno de 
los miserables, te abres sólo un poquito a su interpelación, y llegas 
a sentir un carino que no es compasión sino incondicionalidad por 
ellos (y sobre todo si esto ocurre con el tiempo suficiente para que 
se quemen todos esos estúpidos protagonismos con que a veces 
acudimos ahí), entonces se te vuelve evidente que, o hay un Dios 
que sea "su Vindicador", como gusta decir la Biblia, y otra vida que 
les devuelva la razón que nosotros les hemos quitado, o ya no hay 
ninguna posible seguridad, ninguna por más que quien predique 
esa seguridad sea el mismo papa.
Esto se ha convertido en la primera de mis seguridades, base 
necesaria para todas las demás, y condicionamiento último de todas 
las demás convicciones posibles, las cuales dejan de ser tales en la 
medida en que se alejen de ésta.
Quizá me digas que este es el argumento proyectivo que me has 
refutado siempre: nuestra vida es mortal, nuestros amores 
imperfectos, nuestros saberes, sentidos y progresos incompletos, 
nuestra justicia manca... y postulamos una Plenitud porque aquí no 
la tenemos. Parece lo mismo, pero algo cambia: aquí yo no postulo 
nada para m¿. No es mi vida, ni mi amor, ni mi saber lo que está en 
juego. Los pobres de la tierra me han ensenado que Dios sería 
absolutamente justo si hubiera otra vida solo para ellos, pero no 
para mí. Yo he de aceptar (y en mí puedes incluir a todos los 
creyentes) que los pobres de la tierra nos quitan el derecho a 
cualquier plenitud; y si yo me atrevo a esperar otra vida para mí, es 
porque creo que la hay para los pobres. Ellos me la dan: o por ellos 
me la dará Dios. Y a esta seguridad en la justicia-definitiva para los 
pobres ya no puedo renunciar, sin tener que abdicar de todas mis 
otras seguridades hunlanas (que si hay que hacer el bien, que si no 
se puede torturar, que si la democracia es un valor... etc).

Esto es lo que los mejores cristianos de hoy llaman "dejarse 
evangelizar por los pobres". Sin haberse dejado evangelizar por 
ellos nadie puede ser evangelizador. Y lo que le pasa hoy a casi 
toda la jerarquía de mi Iglesia es que pretende evangelizar sin 
haberse sometido ella a esa evangelización de los pobres: pues lo 
único que ha hecho hasta ahora en este punto_salvo honrosas 
excepciones maltratadas_es intentar tranquilizar su conciencia 
respecto a ellos con algunas concesiones teóricas (por cierto: 'muy 
buenas a veces!) que la dispensaran de cambios prácticos en su 
vida y en su política. ¡Lástima! Porque así la pretendida 
evangelización se está convirtiendo en un anuncio... no del Dios 
Salvador, sino del propio poder (que es lo que cualquier análisis 
semántico descubre como el "afirmado implícito" en la mayoría de 
documentos jerárquicos de los últimos tiempos).

Triste drama. Y lo evoco sólo de pasada, porque palpo hasta qué 
punto ese anuncio "del propio poder" os irrita y os dificulta la fe a ti 
y a muchos como tú. Aquí ahora sólo puedo asegurarte que llega 
un día en que esta triste realidad te provoca dolor, pero ya no rabia 
ni rebeldía ni dificultad: más bien una ternura que .sonríe y "pasa". 
Pero tampoco pasa olímpicamente_yo quiero mucho a la Iglesia y 
no me da verguenza decirlo_. Pasa sólo creyentemente porque 
también hay una manera creyente de pasar: la que sabe que "sólo 
Dios es Grande"
Pero toda esta evocación iba en realidad a otra cosa, sólo que, 
como gustaba escribir santa Teresa tras sus digresiones: "me he 
divertido mucho". iba a que no se puede anunciar la verdad de 
Dios, y menos decir que se la defiende, si no se arranca de esa que 
yo llamaba "seguridad prirnera y condicionante,': el Dios Vindicador 
de los pobres; Jesús Revelación de Dios en cuanto "hecho pobre" e 
identificado con todos los pobres de la tierra ("a Mí me lo hicisteis"); 
y la Promesa de una vida y justicia definitivas para ellos. Esto se me 
hace a mí una convicción muy fuerte, porque sin ella veo claro que 
ninguna otra convicción humana podría yo tener, ni valdría la pena 
que las tuviera. (¡Y las tengo!)
En la Antología que estoy preparando y de la que he hablado 
alguna vez contigo, saldrá un texto precioso de Lacordaire en el que 
formula esto quizá mejor que yo. Dice que el pobre es "un misterio y 
un sacramento". No sé si percibes hasta qué punto estas dos 
palabras son fundamentales para un cristiano: el cristiano afirma un 
Misterio inaccesible, y un Acceso a ese misterio (el sacramento). 
Por eso en su origen ambas palabras significaban lo mismo: porque 
el acceso sólo viene dado por el Misterio mismo. Pues bien nada 
menos que esto es lo que Lacordaire dice de los pobres: el misterio 
de una dignidad casi infinita anonadada (y por eso no aceptable 
para la pura razón), pero que, por ello mismo, remite a Dios, único 
fundamento de ella.
Ahora sí que ya está prácticamente todo. Pero recuerdo que en 
tu carta me preguntabas expresamente por mis crisis de fe o por mis 
noches oscuras, para saber si esto me ha cambiado algo o me ha 
fortalecido, decías tú. Pues vamos con el último punto, que ya no 
será un "nivel" argumental, sino más bien un "desnivel,' frecuente. 


MIS SINRAZONES PARTICULARES

Yo sospecho (y he visto en otros) que todo creyente convive 
siempre con un increyente. Y el que diga que no, me temo que será 
más bien un fundamentalista o un "hombre del sistema" (de esos 
que hoy todos los sistemas buscan tan locamente). Pero, ya por lo 
que toca a mi caso particular, señalaría sobre todo dos rasgos de 
ese rostro de la duda.

1. EL ESCÁNDALO DEL MAL

Lo primero fue una experiencia un poco vertiginosa del escándalo 
del mal moral. Durante un tiempo se me impuso con tal relieve su 
aberración, que sentí vértigo y mareo. Perdí pie y norte y capacidad 
de comprender nada o de asombrarme por nada. No sé si 
exactamente me cuestionaba a Dios, o aún más: me cuestionaba la 
posibilidad de todo sentido, aunque aceptara a Dios. Puede que, si 
no hubiese salido de ahí, aún más que incrédulo hubiera terminado 
maniqueo. No lo sé.
Y aún hoy no tengo respuesta exacta para aquello. Sólo he 
aprendido lo que te dije antes: que todo esto de creer en el Dios 
cristiano no es algo que ocurre antes y al margen de la experiencia 
del Mal y sólo cuando no se ha dado ésta. Sino que debe comenzar 
después y a partir de ella.
No creo que esto te sirva de mucho, porque hoy a los cristianos 
se nos acusa más bien de exagerar el mal, de culpabilizar etc. Y te 
reconozco que a veces se nos acusa así con razón. Pero, aunque 
no te sirva, tú me has preguntado por lo que me pasó. Quizá 
puedas ver por ello hasta qué punto mi fe es una fe "tocada". Pero 
no tocada por muchos banales argumentos de hoy, sino por algo 
tan gordo que igual amenaza a la fe total, que a las "pequeñas fes" 
de muchos burguesitos presumidos de nuestro mundo.

2. EL NIVEL PAGANO

Por el lado opuesto, ocurre en mí algo que quizá tiene que ver 
con lo que te decía al acabar el "primer nivel" de esta carta, sobre 
mi resistencia a aceptar aquella "conclusión razonable" del 
Fundamento y el Sentido absolutos. Es algo a lo que yo suelo llamar 
"el golpe de estado", del pagano que llevo dentro.
Es como si algo en mí dijera esa frase castellana que hoy me 
parece henchida de experiencia: "no me da la real gana', y basta. 
¡Qué expresivo es eso de la "real" gana!: no valen razones ni de un 
lado ni de otro, y la decisión ya está tomada. No tiene nada que ver 
con aquello del "poder o no poder creer", que comentaba antes. Es 
una especie de "no querer,' anterior a ellos. Por eso yo suelo 
llamarlo "golpe de estado,': como si algún nuevo Tejero irrumpiese 
en mi interior, y metiera todas mis piezas creyentes debajo de los 
asientos, inapelablemente.
No sé si a ti te ha pasado algo de esto en otros campos humanos. 
Y supongo yo que tiene que ver con la zona oscura de todos 
nosotros, con las leyes informulables del deseo, con la represión 
acumulada que no ha sabido convertirse en entrega... Quizá sea 
definible como aquello que san Agustín llamaba "el amor de sí 
mismo hasta el desprecio de Dios". En cualquier caso, yo creo que 
es una amenaza perpétua. Aunque quizá me atrevería a decir que 
parece ir volviéndose cada vez más lejana.
Otros habrán tenido otro tipo de dudas. Yo también, por 
supuesto, pero creo que las más serias han sido éstas. Y, siguiendo 
tu petición, he procurado que esta parte fuera puramente 
testimonial, y he preferido decírtela en forma más autobiográfica 
que universalizable. Ahora basta. 


CONCLUSIÓN NO CERRADA

Bien, José Ramón, más o menos así es como he cuajado yo en 
cuanto creyente. Sé que me dejo otras muchas cosas; pero ni yo 
puedo más ni creo que puedas más tú, si me has aguantado hasta 
aquí. Y sin embargo ahí quedan:
-la experiencia de la gratuidad y su relación con la fe (todo lo que 
más necesitamos para nuestra realización humana descubrimos que 
ha de ser gratuito. Y en cuanto pierde este carácter y se convierte 
en obligado, resulta que ya no nos realiza);
-la experiencia de la muerte (¿no habría que decir que la postura 
que cree innecesaria la pregunta por la otra vida, sólo pone de 
relieve hasta qué punto es bajo el "nivel de vida" de los hombres de 
hoy, en campos como el de la justicia final, los seres queridos o la 
plenitud personal? Yo pienso que sólo si se cree en la 
transformación de la muerte tiene sentido pleno intentar la imposible 
transformación de esta vida)
-la experiencia de culpa y perdón (¿por qué ha de resultar 
"progre" silenciar este lenguaje cuando luego todos los discursos 
humanos _y no sólo los de Guerra y Aznar, sino los de tantos 
otros_se revelan como una búsqueda desesperada de 
justificación?);
-la enorme dificultad de las relaciones (y aún más de las acciones 
conjuntas), y la sensación de que hay que seguir buscándolas 
contra toda esperanza y sin sustituirlas por autoritarismos 
eficaces...
-y, por supuesto, todo el cúmulo de estudios históricos, 
exegéticos, críticos etc. a que la fe debe saber exponerse. Porque 
pueden amenazarla pero también la purifican.
Todo eso son cosas que para mi tienen que ver con la fe. Y son 
dimensiones que están en la vida, y de las que no despojaremos a 
la vida por muy postmodernos que seamos: porque si nuestro 
mundo pretende ahogarlas por comodidad o por egoísmo chato, 
otros las esgrimirán falsificadas en fundamentalismos y fanatismos 
incontrolados. Yo creo que esta situación vuelve muy difícil la fe 
hoy; pero creo que, en estas condiciones, la postura del agnóstico 
sinceramente abierto tiene ya ante Dios el mérito de la fe.
Por eso concluyo diciéndote: me has pedido mi experiencia y aquí 
la tienes. Acepto ahora que me vuelvas a decir lo de aquella vez: 
que el cristianismo te parece "demasiado bien montado para ser 
verdadero". A eso quizás no hay respuesta. Pero tú deja abierta 
esta otra puerta: ¿y si resultara bien montado precisamente por ser 
verdadero?
Acepto además que otro día habremos de seguir dialogando 
sobre esto. Pero ahora te recomendaría como balance final que, de 
momento, dejes los análisis argumentativos. Si tú me habías 
preguntado, en sustancia, qué es Dios para mí, intenta ahora 
pensar a la vez estos dos elementos: el Indisponible que nos ama. 
0: el Misterio absoluto, y absolutamente Acogedor. Verás que la 
mente humana no consigue pensar ambas cosas a la vez: si tanto 
nos ama habrá de ser "disponible". Y si tan absoluto misterio es, 
nunca podrá tener esa cercanía de la acogida absoluta.
La mente humana no puede empalmar esto. Pero quizás aquí 
comiences a entender que, en Dios, solo podemos creer. Y la 
misma palabra creer ha cobrado un sentido totalmente diverso 
cuando la decimos de Dios, que cuando la decimos de cualquier 
otra realidad humana. Esto lo explicaban muy bien nuestros 
mayores, aplicándolo incluso a la Iglesia. A esta Iglesia que a tantos 
de vosotros -ya lo sé- os da la impresión de que le interesa más el 
que creáis en ella que el que creáis en Dios.
Para simplificar pues, te diría que intentes sobre todo pensar 
esos dos elementos, como balance de esta carta. Luego, procura 
siempre mantener la apertura de tu agnosticismo. Y con ello te 
aseguro que _si Dios existe_no te pedirá más por hoy. Y esto te lo 
digo "en nombre de Dios".
Sólo al final nos encontraremos con si esto de ser hombre ha sido 
una "pasión inútil" o no lo ha sido. Pero quizás ahora ya coincidimos 
en que vale más que sea ''pasión" que no puro "pasatiempo". Hasta 
entonces pues, un fuerte abrazo

José Ignacio verano 1990

P.D. Te adjunto fotocopia de un pequeño Credo que, hace 
meses, escribí para mi uso particular. Sigue un orden inverso al de 
esta carta, y diríamos que va desde el "tercer nivel" hacia el 
primero. Ojalá te sirva de resumen.
Creo que existe el Mal.
Creo que al Mal no puede vencerle ni la voluntad ni la fuerza ni el 
miedo ni el castigo... Cuando todo eso lucha contra el Mal acaba 
siendo invadido por él maleado. Y el Mal acaba así triunfando y 
mostrando su escandaloso poder.
Creo que al Mal sólo puede vencerle el bien.
Y creo que el bien vence al Mal soportándolo siendo quizá 
destrozado y aparentemente vencido por él.
Creo que este es el camino de Jesús "pobre y humilde rechazado 
y crucificado. Y creo que este camino no puede imponerse a nadie 
porque entonces se falsea. Es un camino que sólo puede ser 
descubierto libremente seguido y nunca acabado. Pero cuando se 
le sigue acaba uno ratificando aquella constatación de Lutero: a 
través del señorío de Su humanidad Jesús nos convierte de 
infelices y orgullosos dioses en hombres auténticos .
Creo que en este camino paradójicamente sobrecogedoramente 
el hombre se encuentra con Dios. Y con un Dios mucho más 
cercano de lo que Su Trascendencia y Su Silencio nos permitirían 
sospechar en el caso de que aceptemos Su existencia.

J. I. González Faus
Cuadernos CRISTIANISME I JUSTICIA,
Roger de Llúria, 13, ler. 08010 Barcelona 39