LA
FELICIDAD
l Toda acción humana busca siempre algún bien: el médico busca el bien de la
salud; el soldado busca la victoria; el marino, la buena navegación; el
comerciante, la riqueza...
2 En realidad vivir como hombre significa elegir un blanco -honor, gloria,
riqueza, cultura- y apuntar hacia él con toda la conducta, pues no ordenar la
vida a un fin es señal de gran necedad. Previamente es necesario, sin
precipitación y sin negligencia, determinar en qué consiste vivir bien, y bajo
qué condiciones se alcanza esa meta. Se reconoce sin duda que la felicidad es
el mayor y el mejor de los bienes humanos. Pero, ¿en qué consiste lo mejor?
3 Casi todo el mundo llama felicidad al máximo bien que se puede conseguir,
pero nadie sabe exactamente en qué consiste ese máximo bien. Unos creen que es
el placer, la riqueza o los honores. Otros piensan que es otra cosa. A menudo,
la misma persona cambia de opinión y, cuando está enferma, piensa que la
felicidad es la salud; si es pobre, la riqueza; si es inculta, la cultura.
4 No vamos a examinar todas las opiniones, pues no es sensato tomar en serio las
simplezas que a veces piensan los niños, los enfermos y los locos. Tonterías
que no necesitan argumentos sino tiempo, medicina o castigo. También es inútil
examinar la opinión de la masa, pues ella habla al azar sobre casi todo, y
especialmente sobre la felicidad. Hemos de examinar solamente la opinión de los
sabios.
5 Y en estas cuestiones hemos de contentarnos con llegar a verdades toscas y
esquemáticas, pues no se puede pedir el mismo rigor en todas las materias: tan
absurdo sería aceptar de un matemático la persuasión como exigir de un
retórico demostraciones. Así que intentaremos convencer por medio de
argumentos, presentando los hechos observados a modo de prueba y ejemplo. Y
desde juicios verdaderos pero oscuros, llegaremos a juicios más claros.
6 Las tres opiniones más cualificadas son las que hacen consistir la felicidad
en la prudencia, la virtud y el placer. También se admite que pueda ser
consecuencia de las tres cosas, o de dos de ellas.
7 En cualquier caso, dado que la felicidad es lo mejor para el hombre, habría
que averiguar qué significa ser hombre. Lo mejor para el músico, para el
escultor y para el artesano es realizar bien su actividad. Ahora bien, ¿hay una
actividad propia del hombre como tal? No puede ser la vida, pues todos los
animales y vegetales viven. En cambio, la vida dirigida por la razón es
específica del hombre.
8 Y como lo propio y principal del hombre es la razón, la vida conforme a la
razón será la más feliz.
9 Además, el que cultiva su inteligencia parece ser el mejor y el más amado de
los dioses. Pues si los dioses, según creemos, se cuidan de las cosas humanas,
será lógico que estimen lo más afín a ellos, y lo más afín es la
inteligencia. Por consiguiente, el que cultiva la sabiduría será el más amado
de los dioses, y probablemente el más feliz.
10 Lo que está claro es que la felicidad no está en la diversión, y que sólo
hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego.
11 Nuestra naturaleza también necesita salud, alimento y otros cuidados, pero
el que quiera ser feliz no necesitará esos bienes exteriores en gran número y
calidad, pues con recursos moderados se puede practicar la virtud. Solón
describía al hombre feliz provisto de recursos suficientes, viviendo con
templanza y realizando las acciones más nobles. También Anaxágoras pensaba
que el hombre feliz no necesitaba ser rico y poderoso.
12 Personalmente estoy de acuerdo con quienes piensan que la felicidad consiste
en la virtud, sin olvidar lo que decíamos antes: que necesitamos bienes
materiales, pues es muy difícil hacer algo cuando se carece de recursos. Y
entre esos recursos, los amigos y las riquezas. Y como esto no depende
totalmente de nosotros, está claro que la felicidad requiere cierta buena
suerte.
13 En este sentido, si algo es un don divino, más debe serlo la felicidad,
puesto que es la mejor de las cosas humanas.
14 En cualquier caso, la felicidad no debe ir a remolque de la buena o mala
fortuna, porque entonces no tendría fundamento sólido, y el hombre sería como
un camaleón. Debe asentarse en una vida guiada por la virtud, capaz de crecerse
en la adversidad, del mismo modo que el buen general es capaz de lograr la
victoria en circunstancias muy adversas.