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Científicos ateos, de aquelarre: “la ciencia ha de acabar con la religión”

Reunidos en La Jolla, California, afirman que “lo maravilloso del Universo” puede ofrecer consuelo y moral para sustituir la religión.

Steven Weinberg, premio Nobel de física lo dijo así: “el mundo necesita despertar de su larga pesadilla de creencia religiosa”. “Todo lo que nosotros los científicos podamos hacer para debilitar la posición de la religión, hemos de hacerlo, y puede que sea nuestra mayor contribución a la civilización”.

Sir Harold Kroto, premio Nobel de química, pidió que la Fundación Templeton diera su conocido premio –dedicado a los avances en ciencia y espiritualidad, a la concordia ciencia-religión- a Richard Dawkins, biólogo de Oxford furibundamente anti-religioso.

Neil deGrasse Tyson, director del Planetario Hayden de Nueva York, en vez de hablar de planetas, se dedicó a emitir fotos terribles de bebés nacidos con espantosas deformidades. Era su forma de demostrar que la Naturaleza es ciega y terrible y no hay un Dios ni una Inteligencia detrás. Luego propondría venerar esa misma naturaleza.

Richard Dawkins estaba allí para indignarse cada vez que alguien hablara de “respetar el hecho religioso”: “Estoy profundamente harto del respeto que a todos, incluso los más seculares entre nosotros, nos han inculcado lavándonos el cerebro, hacia la religión; a los niños les enseñan sistemáticamente que hay un nivel de conocimiento superior que viene de la fe, de la revelación, de la escritura, de la tradición, y que es igual o incluso superior al conocimiento que viene de la evidencia real”.

“Tenemos que salir a la calle”, insistía Kroto. Él y Dawkins lo compararon con los derechos gays y la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. La propuesta de Kroto es un esfuerzo global coordinado en la educación, los medios de comunicación y el activismo, a favor de la ciencia (es decir, en contra de la religión como fuente de conocimiento). Además, “debemos intentar trabajar contra la escolarización religiosa”.

La religión, fuente de todos los males

Más que un encuentro de científicos para hablar de religión, parecía la fundación de un partido o frente común con un sólo objetivo: erradicar la religión, fuente de todos los males. El antropólogo Melvin J. Konner, que estaba allí y acusó a Dawkins de ser simplista, estar desinformado y no tener ni idea de lo que es la fe religiosa, describió así al New York Times el desarrollo del encuentro: “Con unas pocas excepciones notables, los puntos de vista recorrieron la gama de A a B: ¿debemos machacar a la religión con una palanca de hierro o será suficiente con un bate de beisbol?“

Fue el pasado noviembre. El lugar era el Instituto Salk de Estudios Biológicos, en la Jolla, California. Los organizadores eran Science Network, una red de científicos y profesionales de los medios de comunicación. Si la Fundación Templeton es famosa financiando puentes entre ciencia y religión, aquí la financiación venía de Robert Zeps, un millonario de San Diego que reconoció su papel como una especie de “anti-Templeton”.

De hecho, los asistentes atacaron continuamente a la Fundación Templeton. Su vicepresidente, Charles L. Harper Jr., allí presente, contraatacó denunciando los “libros de conflicto pop” como “cientifismo ideológico comercializado”, refiriéndose a populares libros de divulgación anti-religiosa como los de Dawkins y Sam Harris.

Como respuesta, un profesor de medicina del comportamiento, Richard P. Sloan, explicó que escribió su propio libro (“Fe ciega, la alianza impía entre religión y medicina”) para contrarestar “investigación basura” financiada por Templeton sobre, por ejemplo, los efectos sanadores de la oración.

Castigar a los científicos colaboracionistas

Los extremistas anti-religión eran muchos más que los moderados. Y buscaban colaboracionistas a los que castigar. Porque no basta con difundir la ciencia para acabar con la religión: hay que atacar la religión en sí. “No sé cuantos ingenieros y arquitectos más necesitamos que estrellen aviones en nuestros edificios antes de que nos demos cuenta de que no es sólo un tema de falta de educación o desesperación económica”, dijo Sam Harris refiriéndose a los instruidos terroristas del 11-S.

También Tyson buscaba medidas drásticas ante el escándalo de los científicos creyentes. Se refirió a las cifras de la Academia Nacional de Ciencias de los EEUU: el 85% de sus miembros no cree en un Dios personal. O sea, que queda un 15% inexplicable. “¿Cómo es que el número no es cero? Esto es algo que hemos de investigar, que no podemos esconder debajo de la alfombra.”

La Nebulosa del Cono es muy bonita pero
¿eso es argumento a favor o en contra de Dios?
 

Así se demostraba que tener formación científica no basta para acabar con la religión: el público general, por mucho que sepa de química, nunca será más ateo que la clase científica. Hace falta algo más que dar ciencia: hay que desmontar la religión.

Y una vez desmontada, ¿qué? ¿Puede la ciencia ofrecer una alternativa que dé sentido a las vidas de los hombres, que dé consuelo, que dé pertenencia a algo grande y válido?

Extasiarse con fotos del espacio

Weinberg, radical contra la religión, piensa sin embargo que la ciencia no podrá sustituirla con nada. “Yo no soy de esos que repiten que todo lo que tenemos que hacer es entender el mundo, mirar fotos de la Nebulosa del Águila y llenarnos de tal gozo que no echaremos de menos a la religión. Sí que la echaremos de menos”. Con todo, Weinberg opina que estaremos mejor sin nada que con la religión.

Otros, en cambio, predican que la ciencia debe dar la felicidad, sentido de la vida y de lo maravilloso del vivir. Una mística del “todo está bien en el mundo material, tal como debe ser”. Al escuchar las propuestas de estos autores, uno parece leer un manual de gnóstica clásica: no hay Dios, porque todos somos igual de divinos y uno con el Todo.

“Ofrezcamos el Universo a la gente. Estamos en el Universo y el Universo en nosotros. No conozco un sentimiento espiritual más profundo que estos pensamientos”, predicaba el astrofísico Tyson... el mismo que ponía fotos de bebés deformes, al parecer fruto del Dios cristiano que no existe, y no del maravilloso Universo que quiere ofrecer.

“Enseñemos a nuestros hijos la historia del universo y su increible riqueza y belleza. Es mucho más glorioso y sobrecogedor e incluso reconfortante que nada que yo conozca ofrecido en alguna Escritura”, decía Carolyn Porco, otra especialista en planetas de Colorado.

Que la Ciencia nos dé felicidad

Sam Harris, popular autor de libros anti-religiosos cargaba sobre la ciencia el peso de dar felicidad: “es tarea de la ciencia presentar un informe plenamente positivo de cómo ser felices en este mundo y reconciliados con nuestras circunstancias”. Es decir, una ética utilitarista.

Porque ¿podemos ser buenos sin Dios? Esa era la tercera parte del debate (después de eliminar la religión y buscarle un sustituto).

Para Patricia Churchland, de la Universidad de San Diego California, nuestros valores éticos y morales tienen una base bioquímica y de dinámicas de grupo animal; no necesitan un apoyo religioso. Somos animales sociales que cuidamos nuestras relaciones, dijo.

Claro que eso no explica por qué yo debería ser generoso. ¿He de serlo porque beneficia a la sociedad? ¿Y por qué debería yo molestarme en beneficiar a la sociedad?

Sabemos que lo que deberíamos hacer a menudo no es lo que nos gustaría hacer. Es más, a menudo lo que deberíamos hacer ni siquiera nos conviene hacer en muchos sentidos prácticos, aunque sí morales. Por mucho que nos expliquen bases bioquímicas de tal o cual comportamiento, eso no responde a la pregunta: ¿qué es lo digno y decente y por qué debería yo molestarme en ser digno y decente siempre?

Que cuidar crías fuera evolutivamente útil para nuestros antepasados primates no genera sobre mí, que soy una persona concreta, la obligación moral de cuidar a mis hijos, de alimentarles o incluso de permitirles vivir.

Escéptico con la ética científica

Incluso descendiendo de los fundamentos de la ética (¿y por qué ser ético?) a lo observable en la práctica vemos la ineficacia de la Ciencia para inspirar una bondad coordinada. Así lo expresaba el muy escéptico editor-jefe de la revista Skeptip magazine, Michael Shermer:

“¿Qué pasa con los cientos de millones de dólares donados tan solo para el Katrina por las religiones? Las religiones hicieron mucho más que el gobierno, y no había grupos de científicos corriendo a ayudar a las víctimas del huracán. Eso no es lo que hace la ciencia”.

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¿satisface la necesidad de infinito del alma humana?

 

Acabemos con la religión, prediquemos la maravilla del universo, seremos igual de buenos o incluso más. Ésta fue la tesis mayoritaria entre los asistentes. Pero no convenció a todos.

“Esto es Alicia en el País de las Maravillas, es como otra especie de secta neocristiana”, declaraba a los periodistas de New Scientist Scott Atran, científico del CNRS de París. “Los argumentos que se están dando aquí son extraordinariamente ciegos y simplistas. Los soviéticos enseñaban a los niños ciencia en la escuela –religiosamente- y no funcionó muy bien. No creo que los científicos, cuando se salen de la ciencia, tengan mayor visión que la gente ordinaria de la calle. Hace que me de vergüenza ser ateo.”

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