MIÉRCOLES DE LA SEMANA 33ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- 2M 7, 1.20-31

1-1.

Meditaremos, hoy, una segunda escena de martirio: siete hijos, siete hermanos, torturados bajo la mirada de la madre. Sabemos, por desgracia, que esto es posible, que esto se ha hecho también en nuestra época. Nos gustaría no leer tales páginas, cerrar los ojos ante las torturas. Sin embargo, es necesario.

Te ruego, Señor, por todos los verdugos y por todos los torturados.

Te ruego, Señor, por todos los perseguidores y los perseguidos.

Y te ruego, Señor, por todos los que callan, los que permanecen indiferentes, tranquilos y a sus anchas mientras algunos hombres mueren en algún lugar en guerra, muy próxima quizá... ¿No seré yo uno de éstos, Señor? ¡Oh cuán difícil es ser cristiano hasta el final!

¿Cuál es la parte de participación con el sufrimiento del mundo que tú esperas de nosotros,

Señor, a fin de no quedarnos al margen, y para que seamos solidarios?

-La madre vio morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día...

Todo el dolor del mundo en esta sola imagen.

¿Por qué, Señor? ¿Por qué suceden tales cosas?

Con lágrimas y como un clamor, la humanidad te hace esta pregunta. Sí, conozco tu respuesta: no es una bella palabra tranquilizadora, no es una idea, no es una solución a un problema... es tu venida. Has venido en la carne. Has tomado sobre Ti lo necesario para "desangrarte", "ser flagelado", "morir" y resucitar.

Pero, repitenoslo, Señor. Repítenos que no te quedas «fuera del dolor y la pena» de los hombres, que tú estás dentro, que la compartes... Que Tú la comprendes, que sabes lo que es ser anonadado, sufrir. agonizar.

Repítenos que hemos de tomar nuestra parte en tu seguimiento. Repítenos que Tú quieres la vida y la resurrección. Repítenos que la muerte no es más que un momento, un pasaje.

-La madre decía: "No fui yo quien os dio el espíritu y la vida... Sino el Creador del mundo que modela al niño, que preside su origen y el de toda cosa... Yo te llevé nueve meses en mi seno, te amamanté, te alimenté, te crié... Mira el cielo y la tierra; y sepas que Dios hizo todo esto..."

Ante el absurdo de la muerte y del mal, ésta era la pura reacción de los judíos más conscientes -fue también la de Job-: no comprendemos, Señor, pero confiamos en Ti.

No podemos pedir cuentas a Dios. Es el más Fuerte, el más Inteligente, el más Sabio, es el Creador. Incluso, si no lo entiendo todo, ¡sin embargo es El quien debe tener razón de haber hecho el mundo tal como lo hizo!

Finalmente, esta actitud no es una abdicación. Es la única actitud razonable. Si lo comprendiéramos todo, seríamos «Dios». ¡Y evidentemente sabemos que no lo somos! Y los misterios complejos de la fecundidad, de la biología, de la genética, son de los que nos ponen delante de esta humildad radical. Esa madre que dio al mundo siete hijos lo sabe bien: se sabe muy pequeña ante los misterios que se cumplieron en ella. Y esto la ayuda a comprender que hay otros muchos misterios, para los cuales, hay también que confiar plenamente en Dios.

-No temas a este verdugo, hijo mío. Acepta la muerte para que vuelva yo a encontrarte con tus hermanos en la misericordia...

Fe en la resurrección. Respuesta final.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 396 s.


1-2. /2M/07/20-41

La narración llega a su punto culminante de emoción y de síntesis doctrinal. Las palabras de la madre, aunque formuladas en un lenguaje excesivamente filosófico, son maternales: cree que Dios puede resucitar a los hombres, aunque no sabe cómo lo hará, porque tampoco sabe cómo ha hecho en ella la maravilla de la generación. Se nota un crescendo en la obra creadora de Dios. La idea de un Dios creador y gobernador del mundo no podía expresarse con más fuerza ni más palpablemente que con el ejemplo de la transmisión de la vida y de la aparición constante de almas inmortales. Sólo faltaba la expresión técnica. Esta llega al final: creación de la nada. Es la primera vez que la Biblia la afirma explícitamente, si bien ya en Gn (1,1) está implícita. El discurso del hermano pequeño es un resumen de lo que han dicho los otros seis: al perseguidor le espera un castigo, mientras que los mártires tienen reservada una vida eterna.

El judaísmo posterior guardó el recuerdo del martirio de esta familia, juntamente con el de Eleazar. A comienzos del siglo I d. C., un judío helenista aprovechará la narración para ampliarla en el llamado libro IV de los Macabeos; hace de estos hermanos un símbolo de la capacidad de la razón para dominar los instintos, presentándolos como unos filósofos que demuestran con argumentos la superioridad de la razón sobre las pasiones, mientras que el elemento religioso pasa a segundo término y, en algunos momentos, desaparece por completo. La progresiva disminución de la importancia de este relato en el judaísmo no se debió a las dudas sobre su historicidad, sino al hecho de que en la teología judía siempre ha tenido una importancia relativa la salvación individual. Para los antiguos rabinos, el sacrificio de la vida sólo es admisible cuando hay motivos proporcionados, como el bien de la comunidad o la conservación de la ley. En el cristianismo, por el contrario, sobre todo durante el período de las persecuciones, estos mártires judíos fueron tenidos en gran veneración. La Iglesia ve en ellos un ejemplo sublime de profesión de fe. Es la visión del martirio como un medio heroico de santificación personal.

J. ARAGONES LLEBARIA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 417 s.


2.- Ap 4, 1-11

2-1. /Ap/LIBRO:

El Apocalipsis no es, ante todo, catástrofe. Por el contrario, su sentido principal es «mensaje de esperanza». Pero este libro fue escrito en pleno período de persecución, entre Nerón y Domiciano, en un contexto de crisis violenta para la Iglesia. El mensaje apocalíptico es pues un "dopping" -estimulante-: «cristianos, que estáis debatiéndoos en las peores dificultades, ¡mantened la confianza en la omnipotencia de Dios! que ha prometido ¡salvar de todo mal a su pueblo!»

San Juan, como muchos de sus lectores de entonces, sabe la Biblia de memoria, y espontáneamente para expresar sus ideas su pluma recoge imágenes bíblicas, conocidas de todos. La página de hoy está llena de símbolos sacados de Isaías 6, 15... de Ezequiel 1, 4-27... de Daniel 7, 9-10

-Tuve esta visión: una puerta estaba abierta en el cielo... oí una voz: «Te voy a enseñar lo que va a suceder.»

La página que comienza con estas palabras ha inspirado las esculturas del tímpano de muchas catedrales, en particular las de Vézelay, Chartres, Angers, y otras muchas...

A unos cristianos vacilantes en su fe, inquietos por el porvenir de la Iglesia, a causa de la dureza de la persecución... Juan dirá que esa prueba será sólo temporal: los perseguidores no vencerán siempre. Dios tendrá la última palabra. Todas las imágenes aquí acumuladas quieren hacernos captar visualmente, la grandeza y la omnipotencia de Dios, dueño de todo.

-Un trono erigido en el cielo... Y «Uno» sentado en el trono... de aspecto semejante al jaspe y a la cornalina... Un arco iris semejante a la esmeralda, alrededor del trono... y sentados en círculo en sendos tronos, veinticuatro ancianos con vestiduras blancas... Del trono salían relámpagos y fragor y truenos. Siete lámparas de fuego ardían ante el trono.

Delante del trono, como un mar de cristal. En medio del trono y en torno a él cuatro vivientes...: el primero como un león, el segundo como un novillo, el tercero, con rostro humano, el cuarto como un águila en pleno vuelo...

¡Todo es luz, deslumbramiento! Belleza. ¡Trascendencia! ¡Magnificencia! ¿Cómo temer, cuando nuestro Dios es un Dios tal?

Aunque hoy seamos menos sensibles a ese cúmulo de imágenes, hay que reconocer que artísticamente son sorprendentes y evocadoras. Conviene, empero, no engañarse tomándolas en sentido material: Dios es «Espíritu»... no necesita de trono y no hay localización en El...

El mismo san Juan no se engaña: no olvida decirnos que sus visiones son aproximativas... «los vivientes están a la vez en medio y alrededor del trono»... «algo así como con rostro humano»...

-Y no cesan de decir: «Santo, santo, santo es el Señor, soberano de todo.»

Aquí por lo menos, reconocemos la cita de Isaías, que nuestras misas cantan al fin de cada prefacio.

Es toda una liturgia que se despliega en torno a Dios.

¿Somos sensibles al hecho que ya aquí en la tierra, en nuestras modestas eucaristías, tomamos parte en esta inmensa alabanza?: el cielo ya ha comenzado.. . La Iglesia de HOY es una puerta abierta al cielo. Procuraré cantar el «sanctus...» con más Fe.

-"El era, es, y viene".

Es la repetición de la definición que Dios dio de Sí mismo a Moisés: Soy el que soy... Yavé... El Ser por excelencia, que da el ser y la existencia a todas las criaturas. En efecto, la revelación de Dios es "mensaje de esperanza".

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 396 s.


2-2. /Ap/04/01-11

La presentación grandiosa de la corte celestial inicia la serie de visiones que culminará con la visión final de la nueva Jerusalén. Un lenguaje colorista describe la liturgia que se desarrolla «noche y día» ante el trono del Dios omnipotente, situado con gran majestad sobre la bóveda del firmamento (el llamado «mar transparente» del v 6).

La afinidad entre la experiencia del vidente y las teofanías del Antiguo Testamento es clara, tanto en la estructura del relato como en las imágenes empleadas. Juan depende de Daniel (c. 7), de Ezequiel (cc. 1 y 10) y de Isaías (c. 6), lugares en que se habla de manifestaciones de la gloria del Señor. Recordemos además la escena de Moisés en el monte Horeb (Ex 3).

De entrada, la visión puede desconcertar un poco. Pero hay que tener presentes dos cosas: el hecho de que Juan presenta a lo largo del libro una misma realidad de muchas maneras; las interferencias que hay entre la liturgia celestial y la terrena. El vidente, a quien se concede entrever la gloria del Señor al ser arrebatado por el Espíritu, hace de ella una descripción que se ajusta a lo que le ha sido revelado.

Ahora bien: tras una simbología fantástica y propia de un oriental late una teología profunda. Las figuras e imágenes no son superfluas, y sólo a través de ellas puede el autor expresar lo que ha visto. Hay que subrayar el binomio de trascendencia ("alguien sentado en el trono": v 3; el tres veces santo, invisible) e inmanencia ("parecía de...": v 4): lo único que los ojos de Juan pueden captar es el resplandor de las piedras preciosas (3), la gloria de Dios. Por otra parte, el Señor todopoderoso es el creador: todo lo que ha salido de sus manos le está sometido y le sirve. Los cuatro vivientes lo custodian (6) y le tributan sus alabanzas (8). Y, junto con toda la creación, los veinticuatro ancianos (¿ángeles?, ¿símbolos de la Iglesia?) le rinden también adoración. Finalmente, los relámpagos y los truenos, elementos habituales en las revelaciones divinas, acentúan todavía más el misterio de esta liturgia eterna de cánticos y plegarias hacia el dueño del tiempo, sentado en el trono y rodeado de su corte, que le glorifica como «el que vive por los siglos de los siglos» (10).

A. PUIG
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 589 s.


3.- Lc 19, 11-28

3-1. ALEGRIA/EV

A quien tiene la alegría del Evangelio, a quien tiene la perla preciosa, el tesoro, se le concederá el discernimiento de todos los otros valores, de los valores de las otras religiones, de los valores humanos existentes fuera del cristianismo; se le dará la capacidad de dialogar sin timidez, sin tristeza, sin reticencias, incluso con alegría, precisamente porque conocerá el valor de todas las demás cosas. Al que tiene la alegría del Evangelio se le dará la intuición del sentido de la verdad que puede haber en otras religiones.

Por el contrario, al que no tenga se le quitará aun lo poco que tenga. Al que posee poca alegría del Evangelio se le irá de las manos la capacidad de diálogo y se obstinará en la defensa a ultranza de lo poco que posee, se cerrará dentro de sí mismo, entrará en liza con los demás por temor a perder lo poco que tiene. Este es nuestro drama, el drama de nuestra sociedad. La poca alegría del Evangelio es causa de mezquindad y de tristeza en todos los terrenos de la vida eclesiástica y social, produce corazones encogidos y es causa de absurdas discusiones sobre auténticas nimiedades.

CARLO M. MARTINI
LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO
Meditaciones para los jóvenes
Sal Terrae. Santander 1989.Pág. 44


3-2.

-Cuando la gente escuchaba las palabras de Jesús -anunciando que la salvación había venido para Zaqueo-, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén, lo que hacía creer que el reino de Dios iba a apuntar de un momento a otro.

Pascua está cerca. Multitud de peregrinos suben para celebrarla. Es el aniversario de la Liberación de Egipto. Todo el mundo se imagina que ha llegado para Jesús la hora del triunfo, y que el Reino de Dios «aparecerá de modo visible»... quizá dentro de pocas horas se aclamará al «Hijo de David» con ramos verdes en las manos.

Los discípulos de Emaús, dentro de diez días, decepcionados dirán: «Nosotros esperábamos que era aquél que había de liberar Israel» (Lucas 24, 21)... y, cincuenta días más tarde, los Doce, le preguntarán aún :¿Es ahora que vas a restablecer la realeza en Israel?» (Hch 1, 6)

En el tiempo en que Lucas escribía su evangelio, algunos burlones seguían dudando: «¿Qué hay de la promesa de su venida? Nuestros padres murieron y desde entonces todo sigue como desde que empezó el mundo. (2 Pedro 3, 4) ¡Pues, sí! Dios parece hacerse esperar. No es muy visible el esplendor de su Reino.

¡Dios, muéstrate! ¡Muestra quién eres! ¿Cuándo vas, por fin, a reinar verdaderamente? Escuchemos la respuesta de Jesús a esa pregunta capital.

-Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, encargándoles:

«Negociad, mientras vuelvo...»

¡Los contemporáneos de Jesús esperaban un Reino muy inmediato! Jesús les hace comprender que habrá antes un plazo, una demora, durante la cual nos confía unas responsabilidades.No hay que «soñar», hay que «negociar»...

Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron detrás de él una delegación que dijese: «¡No queremos a éste por Rey!" Los contemporáneos de Jesús hubieran querido un Reino esplendoroso, vencedor.

Jesús les da a entender que antes de su inauguración, habrá una revuelta contra ese «rey»: «¡Fuera ese! ¡suéltanos a Barrabás!» (Lucas 23, 18)

La Pasión de Dios... El rechazo de Dios es un fenómeno histórico inquietante. Jesús lo anunció. Es un fenómeno actual, un hecho de todos los tiempos.

Por otra parte, Jesús tenía en cuenta un acontecimiento histórico reciente: Arquelao, de quien precisamente dependía la ciudad de Jericó, había ido a Roma para pedir el título de Rey al Emperador Augusto... una delegación judía de cincuenta notables intrigó para que no le fuera concedido tal título...

-Cuando volvió mandó llamar a los empleados para enterarse de lo que había ganado cada uno con lo que había recibido...

Además de los detalles propios de Lucas volvemos a encontrar, más o menos, la trama de la «parábola de los talentos» relatada por san Mateo 25, 14, 3O, en un contexto escatológico equivalente.

El tiempo que precede al «Reino de Dios aparente» es un tiempo en el que Dios reina ya, pero no de modo visible.

Es el tiempo de la persecución.

Es el tiempo de la fidelidad en la prueba. El tiempo de la perseverancia.

Es el tiempo del trabajo para Dios: de «negociar, de hacer fructificar lo que se nos ha confiado»

Es el tiempo de ser fiel en «las cosas pequeñas» (Lucas 16, 10) en la espera de recibir mayores responsabilidades: los empleados, que negociaron bien una moneda de plata, obtuvieron el gobierno de una ciudad.

Es el tiempo de la Iglesia. Es el DÍA de HOY.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 288 s.


3-3.

1. (Año I) 2 Macabeos 7,1. 20-31

a) Ayer era un anciano, Eleazar, el que nos daba sorprendente testimonio de entereza y de virtud. Hoy es una madre con sus siete hijos la que todavía nos asombra más con su lucidez y valentía.

Seguimos en la persecución de Antíoco IV que, con una mezcla de halagos y amenazas, intenta seducir a los israelitas y conducirlos a la "religión oficial" pagana, olvidando la Alianza con Dios. Muchos se resistieron, pero "ninguno más admirable y digno de recuerdo que la madre que, viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo soportó con entereza, esperando en el Señor". De nuevo, lo principal no es lo de comer o no la carne prohibida, sino mantenerse fieles al conjunto de la alianza de Dios.

Es magnífica la catequesis que la valiente mujer dedica a sus hijos sobre el poder y la misericordia del Dios creador, y también sobre el más allá de la muerte, del que éste es uno de los pocos libros del AT que tienen idea clara. Así les anima al martirio con la esperanza de que Dios sabrá recompensarles: "él, con su misericordia, os devolverá el aliento y la vida".

b) Tal vez a nosotros no se nos presenta la ocasión de dar testimonio con el admirable heroísmo que vemos en Eleazar y en la madre y sus siete hijos.

Pero a veces lo que falta en intensidad con una muerte de mártires, puede tener equivalencia en una vida de mártires: una conducta perseverante, fiel a Dios, resistiendo a la presión del ambiente. También para ir contra corriente, un cristiano o una familia necesitan un cierto heroísmo. Lo mismo que una comunidad religiosa que hace votos de seguir a Cristo en los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, que son realmente contrarios a las tendencias que prevalecen en el mundo (tener, gozar, mandar).

Ojalá podamos hoy, además de cantarlo después de la primera lectura, rezar luego por nuestra cuenta, más detenidamente, el salmo de confianza: "mis pies estuvieron firmes en tus caminos y no vacilaron mis pasos... yo te invoco, inclina el oído y escucha mis palabras... guárdame como a las niñas de tus ojos, y al despertar me saciaré de tu semblante".

1. (Año II) Apocalipsis 4,1-11

a) Es admirable la imaginación poética y la fuerza descriptiva del autor del Apocalipsis.

Después del examen de conciencia que suponían las cartas a las siete Iglesias, hoy empieza a dibujarnos el grandioso ambiente del trono de Dios y la solemne liturgia del cielo.

Se suceden las imágenes, en el estilo de profetas como Isaías, Ezequiel o Daniel: el trono y el que está sentado en él, el arcoiris, los veinticuatro ancianos con vestidos blancos y corona en la cabeza, las siete lámparas o espíritus, el mar transparente como de cristal, los cuatro seres vivientes que día y noche cantan "Santo, Santo, Santo es el Señor", y la respuesta de los ancianos con más himnos de alabanza, arrojando sus coronas a los pies del que está sentado en el trono. Todo ello con sonido de trompetas y relámpagos y retumbar de truenos.

Los cuatro seres misteriosos tienen figura de león, de toro, de hombre y de águila: son símbolos que ya habían aparecido en el profeta Ezequiel, y que más tarde la catequesis de los Santos Padres aplicó a los cuatro evangelistas, Lucas, Marcos, Mateo y Juan.

b) Uno de los aspectos que más deberíamos recordar, cada vez que participamos en la Eucaristía o en otras reuniones de oración, es que estamos unidos a la comunidad de los salvados en el cielo, que están ya celebrando en la presencia de Dios la verdadera liturgia, entonando himnos y lanzando al aire sus coronas.

No celebramos solos. Lo hacemos unidos a los ángeles, a la Virgen, a los santos, a nuestros seres queridos. La liturgia del cielo y la de la tierra están íntimamente relacionadas. No sólo cuando lo decimos explícitamente, como en el Santo de la misa, que cantamos uniendo nuestras voces a las de los ángeles y santos, sino siempre.

No importa mucho encontrar la clave simbólica para interpretar a quién corresponden esos seres misteriosos o esos personajes que están en torno a Dios, ni el sentido que puedan tener los números de esta magnífica escena: siete, veinticuatro, cuatro. Lo importante es que se nos pone delante una imagen de triunfo, de cantos jubilosos, de una liturgia festiva de los que ya están salvados: y eso es un mensaje de esperanza para los que vamos caminando un poco cansinamente por la vida, cuesta arriba hacia Jerusalén. El salmo nos quiere contagiar este optimismo: "alabad al Señor en su templo, alabadlo por sus obras magnificas, alabadlo tocando trompetas... todo ser que alienta alabe al Señor". A eso estamos destinados. A eso estamos ya unidos, en nuestra celebración, aunque no lo veamos todavía con claridad.

2. Lucas 19,11-28

a) La parábola de las diez onzas de oro que hay que hacer fructificar tiene, según Lucas, una intención: "estaban cerca de Jerusalén y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro".

Lo del tiempo concreto de la vuelta no tiene importancia. Lo que sí la tiene es que, mientras llegue ese momento -la vuelta del rey. no parece inminente-, se trabaje: "negociad mientras vuelvo". Tampoco es decisivo si con las diez monedas uno ha conseguido otras diez, 0 sólo cinco. Lo que no hay que hacer es "guardarlas en un pañuelo", dejándolas improductivas.

La lectura de hoy es difícil de interpretar, porque la parábola de las monedas está entremezclada con otra, la del pretendiente al trono que no es bien visto por sus súbditos y luego se venga de sus enemigos: una alusión, tal vez, al episodio de Arquelao, hijo de Herodes el Grande, que había vivido una experiencia similar. Es difícil deslindar las dos, y tal vez aquí lo más conveniente será seguir el filón de las onzas que Dios nos ha encomendado y de las que tendremos que dar cuenta.

b) Los talentos que cada uno de nosotros hemos recibido -vida, salud, inteligencia, dotes para el arte o el mando o el deporte: todos tenemos algún don- los hemos de trabajar, porque somos administradores, no dueños.

Es de esperar que el Juez, al final, no nos tenga que tachar de "empleado holgazán" que ha ido a lo fácil y no ha hecho rendir lo que se le había encomendado. La vida es una aventura y un riesgo, y el Juez premiará sobre todo la buena voluntad, no tanto si hemos conseguido diez o sólo cinco. Lo que no podemos hacer es aducir argumentos para tapar nuestra pereza (el siervo holgazán poco menos que echa la culpa al mismo rey de su inoperancia).

¿Qué estamos haciendo de la fe, del Bautismo, de la Palabra, de la Eucaristía? ¿qué fruto estamos sacando, en honor de Dios y bien de la comunidad, de esa moneda de oro que es nuestra vida, la humana y la cristiana? Ojalá al final todos oigamos las palabras de un Juez sonriente: "muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor".

"Con noble actitud, uniendo un temple viril a la ternura femenina, fue animando a cada uno de sus siete hijos" (1ª lectura I)

"Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo, el que era y es y viene" (1ª lectura II)

"Muy bien, eres un empleado cumplidor" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 299-302


3-4.

Hch 28, 11-16.30-31: Anunciar con toda libertad el Reinado de Dios

Lc 19, 11-28: La expectativa mesiánica

Los que caminan con Jesús van haciendo cuentas de lo que ocurrirá en Jerusalén cuando el profeta llegue y derribe el poder establecido para imponer un nuevo gobierno. Pero, Jesús no tiene la misma idea, por eso les propone una comparación.

La comparación de las diez monedas contradice las ideas que sus seguidores tenían respecto al Mesías. Ellos esperaban un gobernante poderoso e invencible que desafiara al sanedrín y expulsara a los romanos. La parábola, sin embargo, nos habla de un rey rechazado por su pueblo que se marcha a otro país. Al momento de irse, encarga su fortuna a diez empleados. Cuando regresa los llama para que le den cuentas. Se presentan tres empleados con actitudes diferentes: el primero ha sabido aprovechar los recursos y los ha multiplicado; el segundo con esfuerzo ha quintuplicado el valor original; pero el último, se presenta a desafiar la autoridad del rey con una actitud negligente y despectiva. Este empleado estima en poco la confianza que en él ha depositado el rey y fanfarronea con los defectos del gobernante. La respuesta del rey no se hace esperar: el negligente perderá todo, en cambio, el diligente incrementará el patrimonio.

Esta parábola se aplica a los seguidores de Jesús. El Maestro ha confiado a su Iglesia unos ministerios, unos dones. Algunos los hacen fructificar en servicios, solidaridad y fortalecimiento de las organizaciones eclesiales. Otros, sólo esperan que su ministerio les sirva como un simple título de prestigio. Al final, todos son llamados a rendir cuentas. Los que hicieron del ministerio un camino para hacer crecer el Reino y para producir frutos de solidaridad verán el fruto de sus buenas obras. Los que fueron negligentes con su ministerio y lo sepultaron bajo toneladas de pereza y apatía, verán cómo su nombre desaparece de entre la comunidad.

La parábola nos dice que no podemos esperar únicamente un Mesías de gloria, que dé nombre y lustre a sus seguidores. Debemos esperar a un Maestro preocupado de que sus discípulos crezcan y produzcan los frutos del Reino: servicio, solidaridad y Justicia.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Hoy os invito a saborear la visión del texto del Apocalipsis para volcarla en la parábola de los "dineros" de Lucas. "Talentos" en Mateo, para entendernos.

La visión de Juan es una escena fascinante. Difícil de contemplar de un solo vistazo. Hay que detenerse en el cuadro. Hay que saber mirar. Acercarse y retirarse.

La fascinación está en la riqueza simbólica e imaginativa de la escena. Pero de la fascinación podemos pasar suavemente a percibir la confianza que Dios da "sentado", firme, como único guía de la historia. Un Dios que ha hecho un pacto de paz-tranquilidad con el mundo y los seres humanos. Un Dios comprometido, transparente y luminosamente, con la paz final de la historia. Ante este Dios comprometido, aunque las dudas violentas de nuestra vida y de nuestro mundo nos asalten, no podemos sino rendirnos, dichosamente, a la armonía que procede del que está rodeado de "un halo parecido a la esmeralda".

Bien podemos recoger los dones de la visión y hacerlos producir. Dones de paz, de confianza, de esperanza, de consuelo... Tesoros que conviene "negociar" con sumo cuidado y que se multiplican más de lo que imaginamos. Dones que sólo un corazón "holgazán" es capaz de "tener guardados en el pañuelo".

La visión del Apocalipsis choca con las visiones que producen los corazones holgazanes de nuestro mundo. Archivar la paz proyecta una visión de seres muertos que contemplan, con los ojos abiertos, a quienes han de ir rápidamente muriendo. Encerrar la confianza en cofres inaccesibles produce una imagen de "vivientes" que no pueden mirar, ni, por tanto, mirarse a la cara. Esconder la esperanza hace planear el color negro sobre campos y ciudades, sobre vivos y muertos. Ocultar el consuelo dibuja el perfil de la acritud que se contagia sin palabras, con la expresión del rostro desfigurado.

No es severo el Señor que nos invita a hacer producir lo que nos da a cada cual. No es severo. Sólo pone delante de nosotros la belleza que se conquista combinando sus dones y nuestro esfuerzo. Sólo pone delante de nosotros el espejo del corazón holgazán, para que elijamos el corazón fiel y luchador incansable del Reino.

Fieles y luchadores por esta causa, comprometidos con las causas difíciles de nuestro mundo. Hoy se celebra el Día internacional de los derechos del niño y el Día de la industrialización de África. La infancia es una de las asignaturas pendientes de nuestro tiempo y una lacra en la lucha por el Reino. África, considerada tierra de origen del ser humano, hoy es uno de los últimos lugares del mundo. Seamos "empleados fieles y cumplidores" con quienes Jesús señala como imagen de los ciudadanos del Reino y con los desatendidos, los olvidados, los últimos, que son sus preferidos.

Trabajador Diligente, pasa al Banquete de tu Señor.

Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)


3-6. 2002

EVANGELIO
Lucas 19, 11-28
(trad. Juan Mateos, Nuevo Testamento , Ediciones El Almendro, Córdoba)

11Como ellos lo estaban escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reinado de Dios iba a despuntar de un momento a otro. 12Dijo así:
-Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguir el título de rey y volver después. 13Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, encargándoles:
-Negociad mientras vuelvo.
14Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron detrás de él una delegación que dijese: "No queremos a éste por rey".
15Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo habían ganado. 16El primero se presentó y dijo:
-Señor, tu onza ha producido diez.
17Él le contestó:
-Muy bien, empleado bueno; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
18El segundo llegó y dijo:
-Tu onza, Señor, ha producido cinco.
19A éste le dijo también:
-Pues tú toma el mando de cinco ciudades.
20El otro llegó y dijo:
-Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en un pañuelo; 21te tenía miedo porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras.
22Él le contestó:
-Por tu boca te condeno, empleado perverso. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? 23Entonces, ¿por que razón no has puesto mi dinero en el banco? Así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.
24Dijo entonces a los presentes:
-Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez.
25Le replicaron:
-¡Señor, si tiene ya diez onzas!
26-Os digo que a todo el que produce se le dará, y al que no produce se le quitará hasta lo que había recibido. 27Y a esos enemigos míos que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.
28 Y, dicho esto, echó a andar delante, prosiguiendo la subida a la ciudad de Jerusalén.


COMENTARIO 1

JESUS VA A CONSEGUIRSE EL TITULO DE REY
CON SU MUERTE
La parábola anticipa el rechazo de que será objeto Jesús por parte de Israel. Lucas combina la parábola, que tiene en común con Mt 25,14-30 (Mateo: parábola de los "talentos"/millones; Lucas: parábola de las "onzas" de oro), con el tema del "hombre noble que se marcha a un país lejano (la casa del Padre) para conseguir el título de rey (con su entrega hasta la muerte) y volver después (resurrección)" (Lc 19,12). Esta temática, típica de Lucas, es fácilmente separable de la que tiene en común con Mateo (vv. 11.14-15a.27), inspirándose probablemente en el ultimo versículo mateano (Mt 25,30), que él omite. Lucas contrasta, así, la "proximidad de Jerusalén" (expectación mesiánica de Israel) con la "lejanía" del lugar donde se encuentra la verdadera realeza (en oposición a la sociedad imperante: aquí, la teocrática; hoy, la sociedad de despilfarro y falso bienestar, consumista y egoísta). Israel no aceptará este Mesías/rey: "No queremos a éste por rey" (Lc 19,14), y lo hará ostensible crucificándolo como un falso Mesías (letrero de la cruz: "El rey de los judíos es éste" [23,38, en tono despectivo e injurioso]). El final de la parábola insinúa el final trágico del pueblo escogido (19,27).
La parábola pone en evidencia tres opciones (todas) posibles ante la ocasión que se acerca: dos son positivas y una negativa. Los criados cumplidores, que han hecho producir la onza que habían recibido cada uno, ganando, respectivamente, "diez/cinco" (19,16.18), participarán en la gobernación del reino, "diez/ cinco ciudades" (19,17.19). El criado inútil y miedoso, que no la ha hecho producir, no tendrá parte en el reino de Dios. La sentencia conclusiva es todo un programa para los miembros de la comunidad cristiana: "Os digo que a todo el que produce (correlativo de "tener", lit.) se le dará, pero al que no produce, se le quitará hasta lo que había recibido" (19,26). No hay otra alternativa. El "criado" ejemplifica la dimensión característica de la futura comunidad, el servicio a los demás. En el reino de Dios no se pasan cuentas de si se ha rendido más o menos, sino de si se ha producido. "Producir" y "tener" son correlativos no sólo a nivel del significado lingüístico (semántica), sino sobre todo a nivel del significado teológico (teología): en el reino de Dios, quien "produce" tiene dentro de sí el tesoro/perla; quien no produce, está vacío por dentro; quienquiera "produce", tiene ya la experiencia del hombre maduro; ya se le pueden confiar tareas dentro de la comunidad.


COMENTARIO 2

El evangelio que se lee hoy en la liturgia -y que cierra la sección del camino- consta de una parábola y de un dicho de Jesús añadido al final. La parábola tiene gran semejanza con la de los talentos (cf Mt 25,14-30) que hemos proclamado precisamente este domingo pasado. Es una llamada a trabajar en el tiempo que falta hasta la venida del Señor. Un hombre que emprende un viaje reparte entre sus empleados diez onzas de oro y les pide que negocien con ellas durante su ausencia. A su vuelta, investiga lo que han hecho tres de ellos. Los dos primeros han hecho que la onza produjese. En premio, reciben el mando sobre diez y cinco ciudades respectivamente. Al tercero se le quita libra y se le entrega al que tenía diez. El mensaje es claro. Se trata de una exhortación a los discípulos para que estén vigilantes ante la venida del Señor y, mientras, saquen partido de lo que se les ha concedido gratuitamente. La recompensa por esta creatividad irá siempre más allá de lo estrictamente merecido. Con esta parábola Lucas pretende, una vez más, corregir la expectativa popular de una aparición inminente del Reino.
Tenemos que ser creativos hasta que el Señor vuelva. Él nos concede sus dones para seguir construyendo su proyecto del Reino. Hace de nosotros pequeños creadores. Puede que la cultura actual sea una fábrica de pasividad, pero los hombres y las mujeres seguimos siendo genéticamente creativos. Si no lo fuéramos moriríamos. Forma parte del equipaje con que venimos al mundo para enfrentarnos a este mundo complejo.
¿Qué es lo que descubrimos al investigar en qué consiste la creatividad humana? Que las respuestas nuevas hunden sus raíces en las respuestas aprendidas. Un pensador europeo decía que para tener mucha imaginación hay que tener mucha memoria. Gran parte de las operaciones que llamamos "creadoras" se fundan en una hábil explotación de la memoria. Si esto es así, la desvinculación de las raíces, la falta de profundidad… impide la creatividad. La reduce a mera ocurrencia superficial. Cuando se elimina la memoria se elimina la creatividad profunda, y ese hueco hay que rellenarlo, entonces, con el disfrute, con el consumo. Tal vez el hedonismo ambiental sea sólo la búsqueda desesperada de una "exaltación" (fácil pero efímera) que pugna por ocupar el lugar de la "exultación" (ardua pero duradera) que podríamos haber logrado por la vía de la creatividad. Pero, ¿cómo ser creativos cuando nos borran las huellas de la memoria, cuando nos quitan las herramientas del aprendizaje paciente?
Para consumir basta con introducir una moneda en una máquina y extraer una lata de bebida. O apretar un botón del telemando y sintonizar un canal de televisión. Para crear es preciso cargar la memoria, adiestrarla, trabajar sobre ella. Tocar un instrumento musical exige horas interminables de ensayo. Muchos de los que empiezan se quedan a medio camino. Practicar bien un deporte requiere días de entrenamiento. Pocos resisten. Lo importante no es sólo la ascética de la resistencia sino la constancia para realizar un buen equipamiento. Las muchas acciones de "usar y tirar" sobrecargan el psiquismo y no consiguen hacernos creativos.
Hacer producir nuestras onzas de oro exige un entrenamiento constante y el coraje de asumir riesgos. Jesús alaba más la capacidad de arriesgarse (aunque implique errores) que los "aciertos" de quien permanece cómodamente instalado.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. ACI DIGITAL 2003

13. Una mina, equivale a 750 gramos más o menos.

14. No queremos que ése reine sobre nosotros. Nótese la diferencia entre estas palabras y el grito del Pretorio: "No tenemos otro rey que el César" (Juan 19, 15), con el cual suele confundirse. Ese grito fue pronunciado por los Pontífices de Israel al rechazar a Cristo en su primera venida, en tanto que esta parábola se refiere a la segunda venida de Cristo.

15. Trátase aquí de la segunda venida de Jesús para el juicio (v. 12). Hay en esta parábola un elemento nuevo, que no figura en la de los talentos (Mat. 25, 14 ss.), si bien ambas acentúan la responsabilidad por los dones naturales y sobrenaturales. El siervo que guardaba la mina en un pañuelo, somos nosotros si no hacemos fructificar los dones de Dios.

21. Precisamente porque pensaba el siervo que el rey era severo, tenía que trabajar con su don. Jesús recrimina aquí a los que piensan mal de Dios, mostrándonos que éstos nunca podrán servirle, por falta de amor. Véase 17, 32; Juan 14, 23 s.

23. Es notable que Jesús no le dijese ¿por qué no lo trabajaste? - sino que le hablase de desprenderse del capital para entregarlo al banco. El sabe que sin amor y confianza no puede trabajarse con eficacia, y nos señala en cambio la obligación de no retener responsabilidades si no hemos de hacerles frente. Cf. Sab. 6, 6; S. 81, 4; Ecli. 7, 4.

27. Alude a los del v. 14. Es éste un episodio que distingue la presente parábola de la de los talentos. Otros elementos diferenciales de ambas, están en el objeto del viaje del Señor (vv. 12 y 15) y en el carácter de la retribución (v. 17 ss.).


3-8. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Miércoles 19 de noviembre de 2003
Abdías, Crispín, Avelino

2 Mac 7, 1. 20-31: El martirio de los 7 hermanos
Salmo responsorial: 16, 1.5-6.8.15
Lc 19, 11-28: Parábola del rey inicuo y el siervo valiente

Lucas sitúa la parábola de hoy: es para "ellos", los que escucharon estas cosas (texto anterior sobre Zaqueo) y "ellos que creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro". Geográficamente están cerca de Jerusalén. Luego viene la parábola Lc 19, 12-22. Esta parábola está en Mt 25, 14-30. Por estar en Lc y Mt, y no en Mc, se supone que pertenece a la fuente Q. Pero la parábola en Lc tiene una interpretación muy diferente a la de Mt ¿Cuál es el texto original? Lc normalmente respeta mejor las fuentes, por eso creemos que el texto en Lc es original y que Mt habría hecho una relectura cristiana de la fuente original.

En la parábola narrada por Lc se trata de un noble rico que quiere ser rey. Tiene siervos de su confianza a quienes encomienda sus '10 minas'. Una mina son 100 denarios, 10 minas son mil denarios. En Mt se habla de 5 'talentos'. Un talento son 6.000 denarios. 5 talentos 30.000 denarios. En Lucas la cifra es mucho menor: mil denarios comparado con los 30.000 denarios del texto de Mt. En Lc la cifra tiene mas posibilidad histórica. Las 10 minas o mil denarios del Lc corresponde a poco mas de 3 años de trabajo.

Además de los 10 siervos de su confianza, el Rey tiene ciudadanos que lo odian y que envían una embajada para decir que no quieren que el rey reine sobre ellos. El trasfondo histórico de la parábola es la historia de Arquelao, hijo de Herodes, que quiso ser confirmado en Roma como rey, pero por su crueldad fue luego destituido.

Cuando el rey regresó, un siervo administró una mina y consiguió 10 minas, por lo que recibió el gobierno de 10 ciudades. Otro consiguió 5 minas con la mina recibida y se le otorgó el gobierno de 5 ciudades. Un tercer siervo no negoció nada con la mina, el rey le regañó, y le dio la mina al que tenía 10. Los ciudadanos del rey, que habían rechazado su reinado, fueron todos asesinados en su presencia.

Es muy importante interpretar esta parábola de Lc tal como aparece en Lc y no interpretarla a la luz de Mt. El sentido de la parábola en Lc es así: el rey es un rey inicuo. Tiene confianza en sus siervos, pero sus ciudadanos lo odian y con razón. Los dos primeros siervos son tan inicuos como el rey y están al servicio de los intereses económicos del rey, por eso el rey los premia dándoles el gobierno sobre 10 y 5 de sus ciudades. El tercer siervo es el valiente, que denuncia la crueldad de su señor y no quiso trabajar en favor de sus intereses económicos. La conclusión es obvia: al que tiene, e.d. al rico, se le da más; y al pobre, lo poco que tiene se le quita.

La parábola la dice Jesús a sus discípulos que interpretaban el Reino de Dios con un sentido mesiánico político (cf. discípulos de Emaús en Lc 24 y la pregunta en Hch 1, 6). Jesús los instruye de cómo funciona un reino político, para que entiendan que el Reino de Dios es totalmente diferente. Mateo dio a la parábola un sentido completamente distinto.


3-9. DOMINICOS 2003

Vivamos con dignidad

Dos miradas que no se entienden
En la primera lectura de la liturgia de la palabra, tomada, como la de ayer, del segundo libro de los Macabeos, vamos a encontrarnos con dos actitudes mentales que, teniendo cada una su color y razón de ser, resultan contrapuestas, incompatibles.

Una está representada por la madre de una familia macabea, creyente que tiene en Yhavé-Dios y en sus preceptos salvíficos su norma de conducta.

Otra parece encarnada en el rey o gobernante que se siente a sí mismo legislador, juez, árbitro de la propia vida y de vidas ajenas. Donde está él sobra cualquier dios.

La piadosa mujer y madre judía se considera criatura de Dios y entiende que el Creador ha impreso en su naturaleza unas leyes por las que debe regular su existencia; y cree, además, dos cosas: que ese Dios creador nos ha revelado en la Escritura un poco de su amor paterno y que nos ha fijado o sugerido pautas de fidelidad, culto, servicio, adoración, que han deben respetarse. Y como lo cree, y encuentra razonable lo que cree, es capaz de jugarse la vida propia y la de sus hijos para mantenerse en coherencia y fidelidad. Dios y ella en acción.

En cambio, el rey o gobernante sabe poco de piedades humanas y divinas; se siente señor y dueño de su voluntad, de su libertad y decisiones, y de las ajenas; y piensa que el recurso a ‘lo divino’ o la fidelidad a las ‘tradiciones religiosas’, por parte de la mujer macabea, es una burla a su majestad y omnímodo poder. Por tanto, no tolera la resistencia a su voluntad. Para él, Dios, como si no existiera; lo importante en la vida e historia es el hombre con su poder y decisión.

Cuando las cosas y actitudes se contraponen de ese modo no hay posibilidad de entrar en razón y de descubrir la verdad con ‘discernimiento o reflexión’.


Palabra en lucha
Segundo libro de los Macabeos 7, 1.20-31:
“En aquellos días arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. Ninguno más admirable y digno de recuerdo que la madre. Viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo soportó todo con entereza, esperando en el Señor. Con noble actitud, uniendo un temple viril a la ternura femenina, fue animando a cada uno, y les decía en su lengua: Yo no sé cómo aparecisteis en mi seno; yo no os di el aliento ni la vida... Fue el Creador del universo, el que modela la raza humana y determina el origen de todo...”

El capítulo séptimo del libro es un canto al heroísmo, a la fidelidad, a la raza que mantiene sus tradiciones como signos de acatamiento de la voluntad de Dios sobre el pueblo elegido. Auténtico poema a la grandeza de los hijos bien nacidos.

Evangelio según san Lucas 19, 11-28:
“Un día, Jesús, con motivo de que estaban cerca de Jerusalén y de que algunos pensaban que el Reino de dios iba a despuntar de un momento a otro, dijo esta parábola: Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciendo: Negociad mientras vuelvo.

…Cuando volvió, llamó a los empleados a los que había dado dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.

El primero le dijo: Señor, tu onza ha producido diez. Él le contestó: Muy bien, tendrás autoridad sobre diez ciudades...

Llegó el último y le dijo: Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo... Él le contestó: Por tu boca te condeno, empleado holgazán...”

La lección de la parábola es fácil de captar. Los dones que recibimos todos y cada uno de nosotros no se nos ofrecen para malgastarlos, ni para guardarlos haciéndolos estériles; se nos dan para que fructifiquen en bien de los hombres, en gloria de Dios, en ornato de la naturaleza.


Momento de reflexión
Elogio de una madre piadosa y fiel.
La lucha mantenida por los macabeos frente a poderes civiles, políticos y religiosos que olvidaban la alianza del Pueblo con su Dios, expuesta en códigos de leyes de culto, sacrificio, adoración, presencia de Yhavé en la política, se describe en forma de grandioso poema.

Un punto culminante del mismo es el capítulo séptimo donde el autor sagrado ha puesto toda la fuerza de su imaginación dramática. Pocas escenas literarias acumulan tanto poder de acción como los párrafos en que se desarrolla la lección materna encareciendo a sus hijos, uno a uno, del mayor al menor, que “el Creador, con su misericordia, les devolverá el aliento y la vida, si se sacrifican por su ley”.

Ante los halagos y ofertas que se le hacen al más pequeño, para que claudique, la madre, ‘riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma: Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueves meses en el seno... Hijo mío, te lo suplico, mira al cielo y la tierra... No temas a ese verdugo; ponte a la altura de tus hermanos...”

Haciendo uso de prudente discernimiento, y armados de valor por el Evangelio de Cristo, los cobardes tendríamos mucho que aprender de mujeres como esta heroína.

Negociad mientras vuelvo.
Las manos se nos dieron para trabajar, para abrazar, para orar; no para tenerlas metidas en los bolsillos. Hombre, sé hombre de verdad.

La inteligencia se nos dio para dejarnos sorprender por la verdad de las cosas; para conocerlas ordenadamente en su belleza propia y en su vinculación con el manantial de todo ser y vida, que es Dios; no para destruir la vida con malévolo ingenio. Hombre, no te empobrezcas solo.

La voluntad se nos dio para que actuáramos con libertad responsable, apeteciendo el bien, no siendo esclavos de pasiones. Libre, de tus errores.

La memoria se nos dio para que recordáramos con gratitud la mano creadora, el deber a cumplir, la caridad a llenar, el hambre a saciar...

¡Hombre!, que al final de tus días tengas tus manos, tu corazón y tu mente llenos de vida, amor, verdad y paz.


3-10. CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

Hoy escuchamos de labios de Jesús un parábola, con algunos rasgos alegóricos. Es equivalente lucano de la parábola mateana de los talentos. Pero difieren mucho entre sí; además Lucas funde dos parábolas en una. Para entender la originalidad de la versión que hace Lucas hay que caer en la cuenta del problema del retraso del reino de Dios. Sabemos que las comunidades primitivas viven con mucha inquietud la espera de la llegada inmediata del reino de Dios. Y ese es el motivo de la parábola: “el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro”. Lucas corrige la expectación inmediata del reino insistiendo en que:

1. El reino de Dios no llega en el futuro próximo.
2. En el lugar de la espera mesiánico nacionalista hay que esperar la justicia de Dios al final de los tiempos
3. En el reino entrarán los que viven y actúan con responsabilidad mientras el Señor está ausente.

El centro de la parábola reside precisamente en la importancia de hacerse cargo de la misión; hay que hacer fructificar los dones recibidos; cada uno tiene que hacer fecundos sus propios dones. Es una cuestión de responsabilidad. Y de respuesta a la palabra y misión de Jesús. Independiente de la cantidad de dones recibidos a todos se nos invita a desarrollarlos.

La vida cristiana no consiste en estar pendientes del futuro y absortos en él. La existencia cristiana se juega en el presente; no consiste sólo en la expectación; incluye el compromiso de amor.

Vuestro hermano en la fe.
Bonifacio Fernández cmf. (boni@planalfa.es)


3-11. 2003

LECTURAS: 2MAC 7, 1. 20-31; SAL 16; LC 19, 11-28

2Mac. 7, 1. 20-31. El Señor me lo dio; el Señor me lo quitó. ¡Bendito sea Dios!, pues si para el Señor vivimos, también para Él morimos, pues ya sea por nuestra vida, ya sea por nuestra muerte, el Señor será siempre glorificado en nosotros. Él nos creó; y Él nos llama a la vida eterna. Seamos fieles al Señor; no juguemos entre el bien y el mal; no queramos hacer convivir en nosotros a Dios y al Demonio. Si somos del Señor, vivamos para Él. Reafirmemos nuestra fe en que la muerte no tiene la última palabra, sino la vida; pues si Dios tiene el poder para llamar de la nada a todo lo que existe, tiene también poder para resucitar, para la vida eterna junto a Él, a quienes le vivamos fieles. No causemos mal a nadie; no los persigamos, no les hagamos la guerra, no los asesinemos si no queremos, al final enfrentar el juicio de Dios, como hoy nos lo hace saber la Palabra de Dios por medio del hijo menor de aquella mujer que vio morir a sus siete hijos en un sólo día, por ser fieles a la Ley Santa de Dios.

Sal. 16. Muchos males tiene que soportar el justo; pues el oro es acrisolado en el fuego, y el justo lo es en el sufrimiento. Así entendemos aquellas palabras de Cristo: era necesario que el Hijo del Hombre padeciera todo esto, para entrar, así, en su Gloria. La Escritura nos dice: Hijo mío, si quieres seguir al Señor, prepárate para el sacrificio. Si hemos puesto nuestra vida en manos de Dios, dejemos que Él nos vaya formando hasta lograr la perfección, llegando a ser conforme a la imagen de su propio Hijo. Dejemos que vaya haciendo su voluntad, su obra en nosotros, en la misma forma en que el alfarero realiza su voluntad en la hechura de su alfarería. Y si para llegar a ser perfectos hemos de ser templados en el fuego, en el dolor, en la prueba de amor hasta el extremo, mantengámonos firmes en los caminos de Dios para que contemplemos su Rostro; y, aun cuando tengamos que pasar por el sueño de la muerte, el Señor nos despierte para saciarnos eternamente de su vista.

Lc. 19, 11-28. Jesús va al frente de sus discípulos. Se encamina hacia Jerusalén donde será nombrado Rey por su Padre Dios. No serán tanto las aclamaciones que recibirá en su entrada gloriosa a Jerusalén entre Vivas y Hosannas; no será tanto aquella burla inferida por los soldados cuando le hagan rey de burla; no será tanto aquel letrero que se mandará poner en lo alto de la cruz y en que estará escrito: Jesús Nazareno, Rey de los Judíos. Será Aquella Glorificación que le dé el Padre Dios por su filial obediencia. Y esto mismo es lo que el Señor espera de quienes vamos tras sus huellas. Él nos confió el anuncio del Evangelio que, como una buena semilla que se siembra en el campo, ha de producir más y más fruto, hasta que la salvación llegue hasta el último rincón de la tierra. No podemos haber recibido la salvación y querer disfrutarla de un modo particularista e intimista. No podemos envolverla en el pañuelo de nuestra propia piel; la luz que el Señor nos dio no puede esconderse cobardemente debajo de una olla de barro. El Señor nos quiere apóstoles que, con la valentía que nos viene de su Espíritu Santo en nosotros, trabajemos esforzadamente para que el Reino de Dios llegue a nosotros con toda su fuerza. Quien no lo haga se estará comparando a aquellos hombres que rechazaron al Señor y no lo quisieron como Rey en su vida, y sufrirá la misma suerte de rechazo dada a ellos.

En esta Eucaristía el Señor nos entrega su Palabra, su Vida que nos salva, y la comunión fraterna en el amor. Este gran tesoro ciertamente debe ser aprovechado primeramente por cada uno de nosotros. Nosotros somos los primeros beneficiados por el Señor, y su presencia en nosotros ha de ser una presencia transformante, transfigurante, de tal modo que, día a día, vayamos no sólo siendo iluminados por la Luz del Señor, sino que nos convirtamos en luz que alumbre el camino de quienes nos rodean. No podemos dejar que el Señor encienda su Luz en nosotros para después desligarnos de Él. Su presencia en nosotros ha de ser continua, unidos a Él mediante la oración y la escucha fiel de su Palabra, pues la salvación no es obra del hombre, sino de Dios en el hombre. Por eso la Eucaristía, nuestro punto más alto de encuentro con Dios en esta vida, debe tener en nosotros la máxima importancia, y debe realizarse con un auténtico amor que nos lleve a ser verdaderos discípulos suyos hasta que su Iglesia llegue a ser transformada, por Él, en una imagen perfecta de su Hijo amado, en la historia.

Pero el tesoro de la Palabra de Dios, de su Vida que nos salva y de la comunión fraterna que nos une como hijos de Dios, no puede quedarse encerrada en nosotros de un modo cobarde. Dios confió a su Iglesia la salvación para que la haga llegar a todos los hombres. A cada uno corresponde, en el ambiente en que se desarrolle su vida, dar testimonio del Señor para conducir a sus hermanos a un verdadero encuentro con Dios y lograr, así, un compromiso personal con Él. No podemos buscar al Señor para que nos ilumine con su presencia, y después dedicarnos a ser tinieblas para los demás con actitudes contrarias a nuestra fe y al amor, que ha de manifestarse con las buenas obras, dando razón de nuestra esperanza. Vivamos con autenticidad nuestro compromiso con el Señor, aun cuando por ello tengamos que sufrir burlas, persecución o muerte. Tengamos firme nuestra esperanza en que el Señor, por serle fieles y dar testimonio de Él proclamando su amor a todos, al final nos resucitará para que contemplemos su Rostro y seamos coherederos, junto con su Hijo, de la Gloria que ha reservado a los suyos.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir nuestra fidelidad a Cristo, trabajando constantemente para que su Reino esté en nosotros y, por medio de su Iglesia, lo haga llegar a todos los hombres de todos los tiempos y lugares. Amén.

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3-12. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Ap 4, 1-11: Un trono colocado en el cielo
Salmo responsorial: 150
Lc 19, 11-28: La parábola de las diez monedas

En el texto de hoy, Lucas ha combinado dos narraciones diferentes. En primer lugar, nos presenta la parábola de los siervos buenos y fieles y del siervo malo y holgazán a los cuales se les ha entregado una moneda de oro para que trabajaran con ella; y en segundo lugar, una parábola sobre el rechazo del rey.
La parábola nos presenta la actitud característica del hombre evangélico: los siervos fieles hacen fructificar los bienes encomendados, por el contrario el que antepone su propia seguridad o tranquilidad personal al interés que tiene el señor en acrecentar la hacienda, es un mal siervo. Su infidelidad se llama egoísmo, falta de sentido de responsabilidad, pereza. Se respira en esta parábola la mística del servicio y del trabajo temporal, precisamente en virtud de la esperanza escatológica, el cristiano, el evangelizador, el pastor son instrumentos de la actividad mesiánica en el mundo y es así como esperan que llegue el Señor. Cruzarse de brazos es ser infiel. Por eso, también en el juicio final nos preguntarán por lo que pudimos haber hecho y no lo hicimos, por los graves pecados de omisión contra nuestros hermanos más pequeños.

La historia del rey rechazado se inspira en un hecho del tiempo de Jesús. Arquelao, hijo de Herodes el Grande, fue a Roma después de la muerte de su padre para solicitar su sucesión. Una delegación judía enviada desde Jerusalén impidió que fuera nombrado rey, y en el año 6 d.c. fue destituido.

La parábola pone el acento en Jesús, que recibirá pronto las credenciales reales; no obstante, como rey, será rechazado por aquellos que están bajo su cuidado, pero a los que debían administrar sus bienes se les pedirá cuentas de cómo han hecho fructificar los dones recibidos. El significado real para Lucas es el rechazo por parte del pueblo que no acepta la realeza de Jesús. Pero cuando retorne el rey, los que lo rechazaron recibirán su justa recompensa.


3-13. Fray Nelson Miércoles 17 de Noviembre de 2004

Temas de las lecturas: Santo es el señor, Dios todopoderoso; el que era, el que es y el que ha de venir * ¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco? .

1. Lo que va a suceder después
1.1 Los estudiosos han discutido y seguirán discutiendo sobre el sentido general del libro del Apocalipsis. Las corrientes principales son dos, que en realidad no se excluyen mutuamente. La primera ve en este libro un gran mensaje de esperanza para horas difíciles de persecución; la segunda lee en él un mensaje cifrado sobre le desenlace de la historia humana. La primera atiende más al presente; la segunda, al futuro. Probablemente las dos cosas son ciertas.

1.2 Lo cierto es que no puede negarse una dimensión de futuro al libro, pues en él mismo está escrito, como hemos oído hoy: "te mostraré lo que va a suceder después" (Ap 4,1). Ahora bien, debe quedar claro que esa revelación de lo que va a suceder no es un ejercicio de adivinación ni un modo de satisfacer curiosidades. Su sentido es teológico: quiere mostrar con especial claridad el reinado victorioso de Dios, incluso cuando las horas oscuras parecen hacerse eternas a nuestro alrededor.

1.3 Y lo primero que contempla Juan, el vidente, es un trono majestuoso y un homenaje de rendición y adoración. Dios reina; puede parecer imposible cuando padecemos las contradicciones y dolores de nuestro caminar, pero es verdad; siempre lo fue; siempre lo será: Dios reina. Sin esa clave de lectura, la historia humana se vuelve incomprensible y capaz de devorarnos con sus preguntas y contradicciones.

2. Aprovechar el tiempo presente
2.1 El pasaje del evangelio ofrece a su modo otro enfoque sobre el presente y el futuro. Un rey se va y anuncia retorno. Su retorno es futuro pero los negocios que ha dejado son presentes. Casi podemos decir que los ha dejado encargados del presente. Es la condición humana. Nada tenemos sino el presente. Podemos añorar o detestar, pero no alterar nuestro pasado; podemos desear o temer, pero no tocar nuestro futuro. Sólo tenemos el presente. Sólo el presente. Y en ese presente se juega nuestro futuro y nuestro destino entero.

2.2 Este texto del evangelio se parece mucho al de los talentos, pero hay una pequeña diferencia en el desenlace. En la parábola de los talentos nada se dice sobre aquel talento que había sido enterrado; en el pasaje de hoy, en cambio, sí se cuenta un destino para el dinero que no fue puesto a trabajar: "entrégenlo al que lo hizo producir diez veces más" (Lc 19,24). La extrañeza de quienes presencian la escena es ocasión de la respuesta que da aquel rey, y que sin duda Cristo quiere que escuchemos: "Les aseguro que al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene" (Lc 19,26).

2.3 Esta frase de Cristo resultaría incomprensible si se tratara de la distribución de los bienes entre los hombres. Mas aquí el sentido no es el de un deseo o mandato sobre el reparto de cosas, sino algo distinto. Notemos que el premio para cada administrador vincula su buena administración del dinero con el gobierno sobre ciudades. Ninguna ciudad puede quedar sin gobierno; ningún don de Dios puede perderse o escapar de su soberanía. Es posible que el sentido sea: ¿quieres reinar con Cristo? Tu oportunidad es el tiempo presente. Eso sí: ten en cuenta que lo que tú abandones no quedará abandonado.


3-14.Comentario: P. Pere Suñer i Puig SJ (Barcelona, España)

«Negociad hasta que vuelva»

Hoy, el Evangelio nos propone la parábola de las minas: una cantidad de dinero que aquel noble repartió entre sus siervos, antes de marchar de viaje. Primero, fijémonos en la ocasión que provoca la parábola de Jesús. Él iba “subiendo” a Jerusalén, donde le esperaba la pasión y la consiguiente resurrección. Los discípulos «creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro» (Lc 19,11). Es en estas circunstancias cuando Jesús propone esta parábola. Con ella, Jesús nos enseña que hemos de hacer rendir los dones y cualidades que Él nos ha dado, mejor dicho, que nos ha dejado a cada uno. No son “nuestros” de manera que podamos hacer con ellos lo que queramos. Él nos los ha dejado para que los hagamos rendir. Quienes han hecho rendir las minas —más o menos— son alabados y premiados por su Señor. Es el siervo perezoso, que guardó el dinero en un pañuelo sin hacerlo rendir, es el que es reprendido y condenado.

El cristiano, pues, ha de esperar —¡claro está!— el regreso de su Señor, Jesús. Pero con dos condiciones, si se quiere que el encuentro sea amistoso. La primera es que aleje la curiosidad malsana de querer saber la hora de la solemne y victoriosa vuelta del Señor. Vendrá, dice en otro lugar, cuando menos lo pensemos. ¡Fuera, por tanto, especulaciones sobre esto! Esperamos con esperanza, pero en una espera confiada sin malsana curiosidad. La segunda es que no perdamos el tiempo. La espera del encuentro y del final gozoso no puede ser excusa para no tomarnos en serio el momento presente. Precisamente, porque la alegría y el gozo del encuentro final será tanto mejor cuanto mayor sea la aportación que cada uno haya hecho por la causa del reino en la vida presente.

No falta, tampoco aquí, la grave advertencia de Jesús a los que se rebelan contra Él: «Aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí» (Lc 19,27).


3-15. Reflexión:

Apoc. 4, 1-11. El Señor está en medio de su Pueblo. Y el universo entero participa de la Liturgia del cielo. Todo, en el cielo y en la tierra, debe convertirse en una continua alabanza a nuestro Dios y Padre. Para eso ha enviado el Padre Dios a su Hijo, para purificarnos de todo aquello que nos ha manchado. Así, perdonados y hechos hijos de Dios, toda nuestra vida ha de ser una continua alabanza a su Santo Nombre. Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios todopoderoso. Santificado sea su Nombre. Y lo santificamos mediante nuestra vida, pues todo lo creado, y de un modo especial nosotros, hemos de convertirnos en una continua alabanza del Nombre de Dios. Dios llamó todo a la existencia. Él, siendo el creador de todo, nos ha destinado para que, siendo conformes a la imagen de su propio Hijo, algún día, después de haber perseverado en la fe, podamos llegar a participar de su Gloria eternamente, y nos convirtamos en una alabanza eterna para Él, unidos a su propio Hijo.

Sal. 150. Alabemos al Señor por sus obras magníficas, pues Él ha hecho todo para nosotros, que somos sus hijos. Él nos ha manifestado su voluntad al revelarnos su Ley Santa, para que nuestro comportamiento sea grato a su santo Nombre. Pero, llegada la plenitud de los tiempos, nos envió a su propio Hijo, nacido de Mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que vivíamos bajo la Ley. En Cristo el Padre Dios nos ha manifestado su Voluntad, pues en Él, además de conocer el amor de Dios, conocemos el Camino que hemos de seguir para que sea nuestra la salvación. Y el camino es el del perdón, el del amor y el del servicio a la altura de como Cristo lo ha hecho para con nosotros. Esta es la mayor de las obras de Dios para nosotros: habernos salvado en Cristo Jesús. Por eso nosotros hemos de alabar al Señor, no tanto con instrumentos externos a nosotros, sino con una vida intachable. Que Él nos conceda vivir convertidos en una continua alabanza a su Santo Nombre.

Lc. 19, 11-28. Jesús había tomado la firme decisión de ir a Jerusalén. Se puso en camino. Ahora ya se acerca a Jerusalén y empieza a subir hacia esa ciudad; pero en realidad comienza a subir hacia su glorificación a la diestra del Padre Dios. Quien vaya tras sus huellas debe trabajar como Él, pues el Señor nos ha confiado el Evangelio de la gracia, no para que vivamos como holgazanes, sino para que lo hagamos llegar a los demás. El Señor nos ha convertido en luz que ha de iluminar el camino de los extraviados para que vuelvan a casa. Por eso no es válido encerrar su vida y su amor sólo en actos de culto, para dedicarnos a lo nuestro, a nuestros negocios y pensando que somos gratos a Dios sólo por arrodillarnos ante Él. Ante Cristo hemos de tomar una opción fundamental que le dé sentido a toda nuestra vida. Si creemos en Él hemos de caminar tras sus huellas como discípulos para después poderlo entregar como salvación a los demás, de tal forma que no sólo a nosotros sino a muchos más alcancen el amor, la misericordia y la salvación que el Señor nos ofrece a todos. Quien rechace a Cristo no encontrará otro camino, ni otro nombre en el cual pueda salvarse; y lo único que estará propiciando será su propia destrucción.

El Señor nos reúne en esta celebración eucarística para confiarnos su Vida y su Evangelio para que, en primer lugar, se encarnen en nosotros. A partir de nuestra experiencia personal y comunitaria con el Señor Él quiere enviarnos como testigos suyos, para que su salvación llegue hasta el último rincón de la tierra. No nos quiere únicamente sentados junto a Él alabando y glorificando su Nombre. Nuestra unión a Cristo nos pone dentro del cumplimiento de la misma Misión salvadora que el Padre le confió a Él. La vida que Dios nos ha comunicado debe producir frutos abundantes de salvación en el mundo entero, por eso hemos de estar siempre dispuestos, incluso, a dar nuestra vida, a derramar nuestra sangre para que a todos llegue el perdón de Dios, su Vida y su amor misericordioso. Alabemos al Señor proclamándolo tres veces Santo; pero estemos también dispuestos a trabajar para que su Nombre sea santificado con la vida y las obras de todos los que estamos llamados a vivir unidos a Él.

El Señor nos pide que invirtamos sus dones mientras regresa. Él volverá. Ojala y nos encuentre trabajando intensamente por su Reino. La vida que Dios nos ha comunicado es al mismo tiempo la vida que nos ha confiado para que la hagamos llegar a los demás, pues Él ha convertido a su Iglesia en instrumento de salvación para todos los pueblos. Dios es el creador de todo; a Él debe volver todo. Por eso hemos de esforzarnos de ganar a todos para Cristo. No viviremos como extraños en el mundo, pues no saldremos de Él. Sin embargo en medio de nuestras realidades temporales hemos de ser signos creíbles de la vida nueva que Dios ha depositado en nosotros y que nos hace ser justos, rectos, amantes de la paz y del bien; que nos hace vivir como hermanos, preocupándonos del bien unos de otros por tener un sólo corazón y una sola alma. Cuando el Señor vuelva que nos encuentre llenos de frutos de santidad y de justicia porque hayamos pasado haciendo el bien a todos, sin distinción de razas, lenguas, sexos, culturas o clases sociales. Entonces seremos dignos de participar de su Gloria eternamente.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber trabajar por su Reino, perseverando fieles hasta el fin de nuestra vida, sabiendo que más allá de nuestro propio calvario y de nuestra muerte nos espera la glorificación junto al Hijo de Dios, el Hijo amado del Padre por su filial obediencia. Amén.

Homiliacatolica.com


3-16.

Reflexión

Es más cómodo no hacer nada y luego buscar una buena excusa de por qué no hemos hecho nada. Sin embargo, para Jesús esto no funciona. Nos ha dado a cada uno ciertas capacidades para la construcción del Reino (especialmente la gracia, que es a lo que parece referirse aquí Jesús) y debemos ponerlas a trabajar. Esto puede no ser muy sencillo, incluso puede involucrar riesgos… sin embargo hay que correrlos. Yo estoy seguro que si el último siervo le hubiera dicho: “señor, puse a trabajar tu dinero, pero me fue mal y no solo lo perdí sino que ahora debes…”. El Señor lo hubiera amado, y hubiera cubierto hasta la deuda. No dudemos en poner a trabajar nuestras capacidades para construir un Reino en donde haya más paz, más justicia y más amor. Dios está con nosotros para hacer la parte difícil. ¡Ánimo!

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17. Parábola de los talentos

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Juan Gralla

Reflexión:

Esta meditación está dedicada a los pequeños de la casa; a los niños. Porque nos ayuda a valorar la importancia que tiene este periodo de la vida para los planes de Dios.

Un niño no tiene que dirigir una empresa, pero tiene una tarea escolar que debe cumplir. No sabe qué es la Constitución de su país, pero tiene unos padres a los que debe obedecer. Porque, de lo que aprenda ahora, aunque sean cosas pequeñas, dependerá todo su futuro.

Así dice la parábola de los talentos (o las minas). Si un niño es capaz de sacar adelante sus compromisos de niño será una garantía para cuando sea adulto. Porque cuando sea mayor, se le pondrá al frente de “diez ciudades” y las gobernará con la misma fidelidad con la que hoy hace su cama, ayuda a las tareas del hogar, mantiene su habitación limpia y ordenada, etc.

Por tanto, no hay que despreciar las cosas pequeñas. Todo es importante en esta vida. Y las personas no cambian de la noche a la mañana, sino que se forjan día a día. El niño que no reza las oraciones de la noche a la Virgen o no va todos los domingos a Misa, ¿cómo puede esperar que lo hará cuando sea adulto?


3-18. 17 de Noviembre 2004

195. ¡Queremos que Cristo reine!

I. Muchos esperaban que Jesús instaurara un reino de carácter temporal después de vencer el poder romano, y ellos tendrían un puesto privilegiado cuando llegara el momento. En el Evangelio de la Misa de hoy (Lucas 19, 11-28), Jesús corrige ese error con una parábola: Un personaje ilustre marcha a un país lejano y deja la administración de su territorio a diez hombres, y les da diez minas, -unos 35 gramos de oro cada una-, con la orden: Negociad hasta mi vuelta. Y ésto es lo que sigue haciendo la Iglesia desde Pentecostés, donde recibió el inmenso Don del Espíritu Santo y, con Él , enviado por Cristo, la infalible palabra de Dios, la fuerza de los sacramentos, las indulgencias… Nos toca a cada cristiano hacer rendir el tesoro de gracias que el Señor deposita en nuestras manos: procurar con empeño que Él esté en todas las realidades humanas. Sólo en Él encuentra sentido nuestro quehacer aquí en la tierra. La Iglesia entera, y cada cristiano, es depositaria del tesoro de Cristo: crece la santidad de Dios en el mundo cuando cada uno luchamos por ser fieles a nuestros deberes, a los compromisos que, como ciudadanos, como cristianos, hemos contraído.

II. Jesús veía en los ojos de muchos fariseos un odio creciente y el rechazo mas completo. Que duro debió ser para el Maestro aquel rechazo tan frontal, que alcanzará u punto culminante en la Pasión, poco tiempo mas tarde! En la actualidad sucede lo mismo. En la literatura, en el arte, en la ciencia…, en las familias…, parece oírse el griterío: No queremos que éste reine sobre nosotros! En el mundo hay millones de hombres que se encaran con Jesucristo o, mejor dicho, con Su sombra, porque no lo conocen, ni han visto la belleza de su rostro, ni saben la maravilla de su doctrina. Nosotros serviremos a Nuestro Señor como a nuestro Rey, como el Salvador de la Humanidad entera y de cada uno de nosotros. Serviam! Te serviré, Señor!, le decimos en la intimidad de nuestro corazón.

III. Al cabo de un tiempo volvió aquel personaje ilustre: entonces recompensó espléndidamente a aquellos siervos que se afanaron por hacer rendir lo que recibieron, y castigó duramente a quienes en su ausencia lo rechazaron, y al administrador que malgastó el tiempo y no hizo rendir la mina que había recibido. “Nunca os pesará haberle amado” solía repetir San Agustín (Sermón 51,2). El Señor es buen pagador ya en esta vida cuando somos fieles. Que será en el Cielo! Ahora nos toca extender este reino de Cristo en el medio en el que nos movemos, especialmente con aquellos que tenemos encomendados. Ahora nos preparamos para la solemnidad de Cristo Rey repitiendo : Regnare Christum volumus.!, queremos que reine Cristo! Y nos encomendamos a Su Madre Santísima, que es tambien Madre nuestra.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-19. 33ª Semana. Miércoles 2004

Cuando la gente estaba oyendo estas cosas añadió una parábola, porque él estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios se manifestaría en seguida. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a una tierra lejana a recibir investidura real y volverse. Llamó a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: "Negociad hasta mi vuelta". Sus ciudadanos le odiaban y enviaron una embajada tras él para decir: "No queremos que éste reine sobre nosotros". Al volver, recibida ya la investidura real, mandó llamar ante sí a aquellos siervos a quienes había dado el dinero, para saber cuánto habían negociado.
Vino el primero y le dijo: "Señor, tu mina ha producido diez". Y le dijo: "Bien, siervo bueno, porque has sido fiel en lo poco ten potestad sobre diez ciudades". Vino el segundo y dijo: "Señor, tu mina ha producido cinco". Le dijo a éste: "Tú ten también el mando de cinco ciudades". Vino el otro y dijo: "Señor, aquí está tu mina, que he tenido guardada en un pañuelo; pues tuve miedo de ti porque eres hombre severo, tomas lo que no depositaste y siegas lo que no sembraste". Le dice: "Por tus palabras te juzgo, mal siervo; ¿sabías que yo soy hombre severo, que tomo lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? ¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así, al volver yo lo hubiera retirado con los intereses". Y dijo a los presentes: "Quitadle la mina y dádsela al que tiene diez". Entonces le dijeron: "Señor, ya tiene diez minas". "Os digo a todo el que tiene se le dará, pero al que no tiene hasta lo que tiene se le quitará"». (Lc 19, 11-28)


I. Jesús, te acercas a Jerusalén para ser crucificado por nuestros pecados.
Sin embargo, muchos de tus discípulos piensan que has venido a instaurar un reino temporal y que el momento de tomar el poder está cerca: ellos pensaban que el Reino de Dios se manifestaría en seguida.

Jesús, Tú no has venido a instaurar un orden político. Mi Reino no es de este mundo [203], vas a decirle a Pilato en pocas semanas. Has venido para redimirnos del pecado y abrirnos las puertas del verdadero Reino de Dios. Y para que podamos alcanzar esta meta, nos das tu gracia divina: la mina que reciben los siervos de la parábola, y que han de hacer fructificar.

De nosotros depende corresponder con frialdad o con entusiasmo a ese impulso de la gracia. Según esto, merecemos el premio o el castigo en la medida en que hayamos cooperado a ese plan divino que su paternal providencia había concebido sobre nosotros [204].

II. Os aseguro que, al tropezar durante mi vida con tantos prodigios de la gracia, obrados a través de manos humanas, me he sentido inclinado, diariamente más inclinado, a gritar: Señor, no te apartes de mí, pues sin Ti no puedo hacer nada bueno. Entiendo muy bien, precisamente por eso, aquellas palabras del Obispo de Hipona, que suenan como un maravilloso canto a la libertad: «Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti», porque nos movemos siempre cada uno de nosotros, tú, yo, con la posibilidad -la triste desventura- de alzarnos contra Dios, de rechazarle -quizá con nuestra conducta- o de exclamar: no queremos que reine sobre nosotros [205].

Jesús, vas de camino a Jerusalén. Muchos de los que hoy te siguen y en breve te aclamarán diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! [206], acaban negándote a la hora de la verdad. Y cuando Pilato, mostrándote ante el pueblo exclama: He aquí vuestro Rey [207], le contestan gritando: fuera, fuera, crucifícalo [208]. Tal vez estarías pensando en ellos cuando hablas sobre la embajada de aquellos ciudadanos: no queremos que éste reine sobre nosotros.

Jesús, yo también tengo la posibilidad -la triste desventura- de alzarme contra Ti, enterrando la mina de la gracia que me has conseguido al precio de tu sangre. Señor, no te apartes de mí, quiero hacer rendir los dones que me has dado, siendo fiel en lo poco. Quiero que seas mi rey: que reines en mi corazón, en mi inteligencia, en mis sentidos, en todo mi ser.

[203] Jn 18, 36.
[204] Casiano, Colaciones, 3.
[205] Amigos de Dios, 23.
[206] Lc 19, 38
[207] Jn 19,14.
[208] Jn 19, 15.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-20. PARROQUIA S. ROQUE [carmelo@netcoop.com.ar]

Hoy el Evangelio nos propone la parábola de las minas: una cantidad de dinero que aquel noble repartió entre sus siervos, antes de marchar de viaje.

Primero, fijémonos en la ocasión que provoca la parábola de Jesús.

Él iba “subiendo” a Jerusalén, donde le esperaba la pasión y la consiguiente resurrección. Los discípulos «creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro» (Lc 19,11). Es en estas circunstancias cuando Jesús propone esta parábola.

Con ella, Jesús nos enseña que hemos de hacer rendir los dones y cualidades que Él nos ha dado, mejor dicho, que nos ha dejado a cada uno.

No son “nuestros” de manera que podamos hacer con ellos lo que queramos. Él nos los ha dejado para que los hagamos rendir.

Quienes han hecho rendir las minas —más o menos— son alabados y premiados por su Señor.

Es el siervo perezoso, que guardó el dinero en un pañuelo sin hacerlo rendir, es el que es reprendido y condenado.

El cristiano, tiene que esperar el regreso de su Señor, Jesús.

Pero con dos condiciones, si se quiere que el encuentro sea amistoso.

La primera es que aleje la curiosidad malsana de querer saber la hora de la vuelta del Señor. Vendrá, dice en otro lugar, cuando menos lo pensemos. ¡Esperamos con esperanza, pero en una espera confiada sin malsana curiosidad.

La segunda es que no perdamos el tiempo. La espera del encuentro y del final gozoso no puede ser excusa para no tomarnos en serio el momento presente. Precisamente, porque la alegría del encuentro final será tanto mejor cuanto mayor sea la aportación que cada uno haya hecho por la causa del reino en la vida presente.


3-21. CLARETIANOS 2004

Nuestros talentos al servicio del reino

En el interior de nuestro corazón fluyen muchos deseos. Cada uno de ellos da forma a nuestros ideales. Son el centro por el que se filtran nuestras alegrías y tristezas. En muchas ocasiones son nuestras razones más auténticas para hacer o dejar de hacer, para irnos o quedarnos, para gastar o compartir.

El Evangelio de hoy nos muestra el deseo hondo de Jesús. Por el cual se estremece su corazón al reconocer que se acerca a Jerusalén y que de alguna forma alborea: el Reino.

Por su causa dejó su hogar paterno allá en el cielo, pasó mil calamidades y gozos e invirtió cuanto era y tenía. Allá en el Jordán tuvo la tentación de usar cuanto era en beneficio propio y poder vivir con cierta tranquilidad, confortablemente. Pero decidió dejarlo aún lado. De qué le servía vivir cómodamente si no vivía auténticamente. Por qué reservarse algo de sí o renunciar a la vida tal cual es. Guardarse o reservarse algo era algo así como mojar la sal o esconder la luz que ardía en su interior.

Algunos nos hemos encontrado metidos en este extravagante sueño de Jesús, nos reconocemos sus siervos y hemos recibido una misión invertir cuanto somos y hemos recibido en hacer brotar el Reino a nuestro alrededor.

A veces nos cuesta reconocer los talentos que de él hemos recibido y no en pocas ocasiones sentimos la tentación de esconder lo que nos ha sido dado, de no ponerlo a fructificar y simplemente vivir. Dejar que la vida nos viva.

“ Nuestro tiempo pasa, Señor.
Danos tu tiempo para que podamos vivir.
Danos el valor de servir a la vida y no a la muerte.
Danos tu futuro a nosotros
y a nuestros hijos.” (J. Moltmann)

Loli Almarza
dalmarzaes@yahoo.es