JUEVES DE LA SEMANA 28ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Rm 3, 21-30a

1-1.

Pablo ha terminado de pintar el cuadro pesimista de la Humanidad entregada a sí misma.

Esboza ahora la parte positiva de su carta: la revelación de la salvación en Jesucristo (Rom 3, 21). Está constituida unas veces de observaciones kerigmáticas, otras de análisis y de demostraciones. Los primeros versículos (Rom 3, 21-31), de donde está sacado el pasaje de este día, son, evidentemente, en cuanto al estilo y a las ideas, una "proclamación solemne", aun cuando algunas intervenciones entrecortan el discurso. Es decir, que se puede esperar encontrarse en este pasaje con expresiones y nociones muy importantes, pero no necesariamente desarrolladas: justicia (vv.21-28), redención (v.2 4), propiciación (v. 25), fe sin obras (vv. 27-28).

a) La justicia de Dios es, en primer lugar, un acontecimiento ("y ahora", v. 21). Ya en el Antiguo Testamento ("Moisés y los profetas" del v. 21), la justicia de Dios designaba no tanto su juicio sobre los buenos y los malos como su fidelidad a la Alianza y su preocupación porque ésta triunfe, aunque sea por misericordia y perdón. Así comprendida, la justicia de Dios (v.21) se opone a su cólera (Rom 1, 18), que no sería más que destructora de la Alianza. Pero "ahora", es decir, en la era escatológica en que vivimos, la justicia se ha manifestado definitivamente en Jesucristo, el primer hombre testigo de la "justicia" de Dios y que supera, gracias a ella, sus límites de muerte y de egoísmo: siguiendo a Jesús, todos los que creen en El pueden vivir de la misma justicia (v. 24).

b) Esta justicia de Dios se manifiesta en Cristo en la cruz (vv.24-25) y más especialmente en la redención llevaba a cabo en esa cruz. La redención es la forma mediante la cual Dios ha manifestado ya su justicia "rescatando" a los hebreos, a pesar de ser pecadores, de su cautividad en Egipto (Dt 5-6), "rescatándoles" después del destierro en Babilonia adonde les habían llevado sus faltas (Is 41, 14). Pero todo eso ha sucedido en el pasado (vv. 25-26a); hoy Dios acomete la empresa de rescatar al hombre de la muerte misma, lo mismo que Jesús resucitado (Rom 8, 23), y del pecado, proporcionándole, en la comunión con Cristo, la posibilidad de vencer al pecado (Col 1, 13-14; Ef 1,7). De hecho, la redención corresponde a la justicia de Dios, que es ese acto de Dios que lleva al hombre a la superación de sí mismo, de sus límites y de sus alienaciones, de su pecado y de su muerte, a la que pueda pretender alcanzar desde que vive con el Dios de Jesucristo.

c) J/REDENCION  J/PROPICIACION:  ¿Cómo ha realizado Dios esa "redención" de los hombres? Pablo responde a esa pregunta en el v. 25 haciendo de Cristo el "instrumento de propiciación". No se sabe si Pablo piensa de manera explícita en el ritual de la fiesta de la Expiación, en la que el sumo sacerdote derramaba la sangre de la víctima sacrificada sobre el "propiciatorio" del Arca (Lev 16, 13), o si entiende la palabra "propiciatorio" en sentido general de aplacamiento de cólera de Dios. De hecho, parece que, so pena de hacer de Dios un ser sanguinario, cuya cólera no se aplaca sino a la vista de la sangre, hay que inclinarse por la primera de las dos posibilidades. En el día de la expiación el pecador era "rescatado" porque la sangre (símbolo de la vida) de la víctima era puesta directamente en contacto con Dios sobre el propiciatorio. En cierto modo se daba una especie de cambio de vida y de renovación de la vida del pecador al contacto con Dios.

Cristo es "propiciación" no porque se ofrece a la cólera de su Padre, sino porque es el lugar propiciatorio en que la sangre (la vida) humana está en contacto permanente con Dios, ¡comprendida la muerte! La idea de Pablo no es que Dios ha detenido su cólera a la vista de la sangre de su Hijo, sino que no ha revelado plenamente su justicia (es decir, su perdón) hasta el día en que la vida del hombre se ha unido a la de Dios en el Hombre-Dios. La sangre del v. 25 no es, en primer lugar, signo de la muerte, ni tampoco signo de venganza divina duramente saciada; es, lo mismo que en el Antiguo Testamento, signo de vida renovada por Dios, restaurada y perdonada.

d) EXPIACIÓN: Esta "redención" o esa "expiación" se realiza de manera absolutamente gratuita. Eso es lo que explica Pablo al oponer las obras de la ley a la fe sola (vv. 27-028) para responder a la pregunta sobre la forma en que el hombre puede beneficiarse de la manifestación de la justicia de Dios en Jesucristo.

JUSTIFICACION/SV: Para comprender esa posición hay que recordarse de que Pablo disocia justificación y salvación (cosa que no hacía el judaísmo).

Para él, la justificación se ha producido ya en Jesucristo, mientras que la salvación (y el juicio de Dios) está reservado para el final de los tiempos (Rom 5, 9). Para beneficiarse de la justificación, no sirve ninguna obra de la ley; sólo la fe permite llegar hasta ella (v. 30; cf. Gál 2, 16; Rom 4, 5). Por el contrario, para beneficiarse de la salvación final son necesarias las obras (Rom 8, 3-4; 14, 10; 2 Cor 5, 10; Col 3,25; cf. 1 Cor 15, 9-10; Ef 2, 8-10). La vida cristiana es, en efecto, una actividad rica en obras gracias a la compenetración de la acción divina y de la acción humana, compenetración que garantiza la gratuidad de la salvación, pero de una forma distinta de la gratuidad absoluta de la justificación.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUÍA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VIII
MAROVA MADRID 1969.Pág 151


1-2.

-Todos los hombres están dominados por el pecado (la ley de Moisés servía solamente para dar conocimiento del pecado). Pero hoy -independientemente de la Ley- Dios manifestó su «justicia» que nos salva.

La visión que tiene Pablo de la humanidad podría parecer muy trágica: un mundo entero encerrado en el mal. Pero lo hace para que resalte más la salvación universal ofrecida también a todos los hombres.

-Esta "justicia de Dios", dada por la fe en Jesucristo, es para todos los que creen.

SV/DON:La tendencia profunda del pensamiento judío tendía a estimar que el hombre puede «merecer» la salvación, por la observancia de los preceptos de la Ley. Al límite, el hombre recto que lleva a cabo su vida lo mejor que sabe, podría pasarse de Dios.

Todo el esfuerzo de san Pablo tiende a probar que el hombre no puede «salvarse» por sus propios medios, por sus propias fuerzas. La salvación, la santidad, no son objeto de una conquista... se trata de un «don gratuito» que hay que acoger.

-En efecto, no hay diferencia alguna: todos los hombres pecaron y están privados de la gloria de Dios que los justifica por el don de su gracia.

Estos pasajes dieron pie a la célebre controversia entre «protestantes» y «católicos», sobre la parte de Dios y la parte del hombre en la salvación... sobre la parte de la gracia y la parte de la libertad. De hecho, la gracia de Dios es ofrecida a todos. Pero es necesaria una cooperación del hombre y ésta es la Fe. El hombre no se salva por sus propias fuerzas. Pero tampoco Dios lo salva a pesar suyo.

-En virtud de la redención realizada en Jesucristo. Porque Dios exhibió a Cristo en la cruz a fin que, por la ofrenda de su sangre, fuese perdón para todos los que creen en El.

Así, pues, ¡es Jesús quien nos salva y no nosotros !

Nuestra parte consiste en agarrarnos a El, en estar en comunicación con El, vivir de El, «creer en El».

CZ/RV-P/A-D: La cruz de Jesús es a la vez la revelación de la inmensidad y de la gravedad del pecado de la humanidad toda, pero también es la revelación de la inmensidad del amor de Dios.

-«La ofrenda de su sangre». Es la evocación del sacrificio de holocausto por los pecados, que se hacía en el templo de Jerusalén. Es sobre todo la evocación del Calvario y de la misa. Esta palabra «la sangre de Jesús» en todo su realismo debe ayudarnos a orar.

Nos recuerda el lado oneroso, el precio que pagó Jesús por nosotros. Nos invita a comulgar en su ofrenda.

-En orden a mostrar su justicia, para ser él justo y justificador del que pertenece a Jesús por la fe.

Siempre la misma noción activa de la Justicia de Dios.

¿Te pertenezco a Ti, Señor Jesús? ¿Qué debo hacer para que mi pertenencia sea más sólida, más ligada a Ti, para comulgar contigo?

-¿Dónde está entonces el derecho a gloriarse? ¡Queda eliminado...! Dios no es solamente Dios de los judíos, sino también de los paganos.

No hay de qué vanagloriarse. La concepción judía del mérito -el hombre que «se gana» la salvación mediante sus buenas obras-, está definitivamente destruida. Lo válido es una actitud profundamente humilde, lo contrario del fariseísmo. Y una gran apertura de corazón, que se alegra de ver entrar a los «paganos» en la Iglesia. Tal fue toda la obra misionera de san Pablo. Y es siempre la razón actual de muchas actitudes de la Iglesia de HOY.

Te ruego, Señor, por los paganos que Tú amas y quieres salvar. Te ofrezco mi vida y mis pobres esfuerzos para cooperar a esta salvación.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 338 s.


2.- Ef 1, 01-10 

2-1.

VER DOMINGO 15B 


2-1.

Este pasaje inaugura la lectura de la carta a los efesios, que proseguirá durante tres semanas. Parece que esta carta fue escrita en Roma, entre los años 61 y 63, es decir, durante la primera cautividad de Pablo. Desde las grandes epístolas clásicas el apóstol ha profundizado su reflexión y ampliado su horizonte.

Esta nueva carta puntualiza su evolución, marcada de modo especial por la polémica con el judaísmo y el sincretismo de Colosos y de Efeso.

La carta tiene un matiz más bien contemplativo. En ella podemos distinguir una parte litúrgica (Ef 1, 3-3, 21) y una parte parenética (Ef 4, 1-6, 20), ambas marcadas por la contemplación del misterio de la reconciliación de los judíos y de los paganos en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y signo para toda la Humanidad.

El pasaje que se lee en la liturgia de hoy reproduce la "bendición" con la que Pablo abre su epístola. En ella podemos distinguir una introducción (v. 3), una primera estrofa (vv. 4-6) que se cierran con una fórmula de glorificación a Dios; después viene una segunda estrofa (vv. 7-12) coronada igualmente por una mención a la gloria divina.

Esta bendición se inspira probablemente en una oración del ritual judío para cada día, donde encontramos temas idénticos: la paternidad divina (v. 3) y la elección (v.4); expresiones semejantes, como "riqueza de la gracia" (v. 7), "alabanza de Dios" (vv. 6, 12 y 14, fórmulas que cierran cada estrofa), "en el amor" (vv. 4 y 6). Las diferencias entre estas dos oraciones son significativas por sí mismas: donde el ritual judío da gracias a Dios por el don de la ley, Pablo lo hace por el don de su Hijo (v.6).

a) La estrofa introductoria establece de golpe los grandes temas no sólo de la oración, sino de toda la carta. Se trata, en efecto, de una acción de gracias por la salvación (que aquí se presenta como una bendición) querida por el Padre, merecida por Cristo y realizada por el Espíritu.

Las bendiciones saludables por las que se alaba a Dios con la muerte (v. 7) y la glorificación de Cristo (Ef 1, 10), el comienzo de la vida divina en el hombre por la fe y el bautismo (Ef 1, 13) y en el mundo, gracias al señorío de Cristo (Ef 1, 10). La expresión "en los cielos" que califica a estas bendiciones designa todo aquello que no es ni la "carne y la sangre" (Ef 6, 12), ni las "potencias celestiales" suplantadas por Cristo (Ef 4, 7-16; 5, 23).

La expresión "en Cristo" significa la mediación por la que las bendiciones del Padre se realizan desde que Cristo ha sustituido, en el orden de la salvación, a la "carne" y a los "espíritus".

b) La primera estrofa (vv. 4-6) explica cómo la bendición de Dios beneficia al hombre, llamado por Cristo a la santidad. Esta bendición es elección del amor del Padre y acaba transformando a los hombres en hijos de Dios, "herederos" de los privilegios ligados hasta ahora al cumplimiento de la ley (Gál 3, 18), vinculados a la presencia renovadora del Espíritu Santo (Rom 8, 14-17). La santidad es el primero de estos privilegios, es una comunicación con la vida misma de Dios (Lev 19, 2) por su amor, un amor que desemboca en la adopción filial de los hombres (v.5).

c) La segunda estrofa (vv. 7-12) enumera los beneficios de la obra de Cristo. El primero es la "redención", donde la abundancia de la gracia acompaña a la remisión de los pecados (Rom 13, 21-26; Col 1, 14). Esta redención o "remisión de los pecados", es, de hecho, la posibilidad ofrecida a todo hombre unido a Cristo de superar los propios límites y faltas, en la búsqueda de lo más profundo, de "lo interior" de las cosas y de las exigencias que de ello derivan: "si te piden tu capa, da también tu túnica".

El segundo es el "conocimiento" del misterio (vv. 8b-10), llamado "inteligencia", es decir, dilucidación en profundidad y "sabiduría", o, de otro modo, valoración religiosa. El objeto de este conocimiento es la voluntad salvadora de Dios para con todos los hombres (Ef 3, 5 y 9; Rom 16, 25-26), voluntad que se ha mantenido oculta durante mucho tiempo, pero que se ha revelado ahora en la persona de Cristo. En El cada cosa y cada ser descubren su razón de ser y encuentran su significación definitiva. Saber es conocer el designio divino: doblegarse a él es entrar en la "recapitulación universal" realizada por Cristo (v. 10).

d) Esta "recapitulación" en Cristo de todo cuanto existe (v. 10) constituye el elemento más original de esta estrofa. Algunos comentadores piensan que "recapitular" tiene aquí un sentido débil -el que le da la filología-: resumir (como la ley se resume en un solo mandamiento: Rom 13, 9). Otros, en cambio, piensan que Pablo carga en esta palabra todo su pensamiento sobre las relaciones entre Cristo-cabeza y el Cuerpo místico (cf. Ef 1, 20-23). Se trataría entonces de una especie de "asunción" de todas las cosas en Cristo, en el cual han sido creadas y en el cual han sido reconciliadas (Col 1, 15-20) desde el momento en que El ha sido proclamado "Señor" y "Cabeza" del universo (Fil 2, 9-11). Sería, pues, una restauración cósmica por la que la creación reconoce al Cristo como Señor y vive su vida misma. Todo pertenece a Dios y, por este señorío de Cristo, vuelve a El. Esta recapitulación se realiza a través de unas etapas: los paganos serán asociados a los judíos (vv. 11-13), los hombres "terrestres" (v. 10) a los seres celestiales, y todos juntos gozarán de los mismos derechos y de la misma vida.

De la solidaridad de todos los seres en la misma y única recapitulación se desprende ya la idea de que ninguno de ellos podrá depender en modo alguno de los demás: los paganos no son ya inferiores a los judíos (Ef 2, 11-12), ni los hombres están sometidos a los ángeles (Ef 1, 20-2, 10; cf. Ef 4, 9-10).

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUÍA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VIII
MAROVA MADRID 1969.Pág 153


2-2. /Ef/LIBRO:

Escrita durante su cautiverio en Roma, la epístola a los Efesios es una de las más doctrinales de san Pablo. Frente a unos cristianos que daban demasiada importancia a los ángeles y a los demonios, atribuyéndoles una especie de poder sobre el universo, Pablo pone en evidencia la supremacía radical de Cristo.

-Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que en los cielos nos ha colmado de bendiciones espirituales en Jesucristo.

El clima del alma de Pablo es la alegría y la acción de gracias. Cada eucaristía es una «acción de gracias» por todos los beneficios de Dios.

Cuando oigo misa ¿procuro captar y aprovechar todas las razones que podría yo tener para decir: «Bendito sea Dios»? Es bueno también decirlo, ahora, en este momento de mi oración.

-Dios nos ha colmado... nos ha elegido, nos ha destinado de antemano a ser hijos suyos adoptivos por Jesucristo... Nos ha colmado de sabiduría y de inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad... lo que de antemano se propuso...

Toda la iniciativa parte de Dios.

Y nosotros hemos sido «colmados».

Estas palabras ardientes y sencillas manifiestan una aventura: la aventura de las relaciones entre Dios y los hombres.

El hombre no es un huérfano... no es un producto del azar... es amado de antemano.

-Según el beneplácito de su voluntad para alabanza de la maravilla del don gratuito que nos ha hecho en su Hijo muy amado.

«Beneplácito.. . de Dios para mí y para todos los hombres.

«Maravilla... de Dios para mí y para todos los hombres.

«Don gratuito... de Dios para mí y para todos los hombres.

El gran don es Cristo. La gran maravilla es Cristo.

-El nos obtiene por su sangre la redención, el perdón de nuestras faltas.

Esta es la prueba de la gratuidad.

Éramos culpables, somos, todavía culpables y Dios nos ama, nos salva y nos perdona... y El pone el precio, el precio de su sangre.

En lugar de estar dando vueltas a mis pecados con amargura y despecho de amor propio... ¿por qué, Señor, no considerarlos como Tú haces, como aquello que ha suscitado tu amor y tu perdón?

La «gracia» de Dios es inagotable.

Ciertos días sentimos más la necesidad de afirmarnos a tales certezas... los días en que tenemos la impresión de continuar siendo pecadores, incapaces de salir del pecado, de estar clavados a nuestros hábitos. La gracia es «inagotable».

-Dios proyectaba hacer que todo tenga a Cristo por cabeza: lo celeste y lo terrestre.

He ahí el «proyecto» de Dios, antes secreto y ahora «revelado»: recapitular todas las cosas en Cristo...

Ahora que conozco el designio de Dios, ¿cómo colaboro a él? ¿Soy un artífice de unidad?

¿Considero que es una oportunidad para la humanidad dividida?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984. Pág. 338 s.


2-3.

Este texto de Pablo encaja perfectamente en la fiesta de la Santísima Trinidad, ya que -bajo el ropaje de un antiguo himno litúrgico- canta la gesta realizada por Dios Padre en Jesucristo y en el Espíritu Santo para la salvación de los hombres y del universo entero. La presencia de Jesucristo, Hijo del Padre en el mundo, y el derramamiento de su sangre ponen de manifiesto que el verdadero ser de las cosas y de los hombres no se agota en las apariencias. En efecto, la palabra de la buena nueva, que el cristiano ha escuchado y creído, ha llevado a éste a conocer la obra de Dios, realizada por medio de Cristo «en los tiempos definitivos»: "Recapitular todas las cosas en Cristo, las del cielo y las de la tierra» (1,10). Para el hombre, la obra de Dios sigue siendo «el misterio de su voluntad», ya que nadie sabe cómo ha podido realizarse, ni podría llegarse a tener ningún conocimiento de ello sin la palabra que nos lo proclama. Sólo ella indica al hombre que ha sido bendecido por Dios, elegido, hecho hijo, redimido, perdonado, enriquecido con su gracia... Por eso, el que lo acoge como creyente, es decir, quien se considera a sí mismo como el lugar en que misteriosamente, se ha llevado a cabo la obra de Dios, descubre a la vez qué respuesta hay que dar a la pregunta sobre lo que debe hacer con su propia vida. Tal respuesta, en efecto, no será sino la única que Dios exige, y que inicia el texto de hoy: «Estar consagrados y sin defecto ante él por el amor» (4). Al creyente le corresponde, pues, hacer que el amor se haga efectivo en este mundo, es decir, amar tal como se sabe amado por Dios. El amor sólo es cristiano cuando se mira en el de Dios -manifestado por la palabra de la buena nueva- e intenta hacerlo presente. En el fondo, celebrar la fiesta del misterio de la Santísima Trinidad no significa sino creer en el hombre como lugar de la presencia del Dios que lo ama y proclamar el primado de la caridad en las relaciones entre los hombres La fe, aunque no nos permite el acceso a la realidad de los misterios, nos lleva a descubrir -para nuestro consuelo y confianza- dónde está Dios.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 231


3.- Lc 11, 47-54

3-1. 

Los escribas creen honrar a los profetas asesinados haciéndoles espléndidos sepulcros.

Pero, en realidad, y en su actitud profunda, comulgan con los asesinos. Ellos prefieren sus propias interpretaciones de la ley a aceptar una nueva palabra de Dios.

Prefieren llevar a Jesús a la muerte por mantener su inteligencia de la ley. Poseedores de la llave de la ciencia cierran el camino de la salvación a los que ponen en ellos su confianza y los siguen como guías. Pecado personal y pecado en el desempeño de su misión.

La sabiduría humana se rebela contra la sabiduría de Dios. El hombre prefiere sus caminos al camino de Dios. Pero esta persecución de la palabra de Dios por parte de la sabiduría humana no quedará impune. Día vendrá, indeterminado pero seguro, en que se pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas, de todos los inocentes, sacrificados a los intereses humanos en virtud de la inteligencia y defensa de la ley.

COMENTARIOS BIBLICOS-5.Pág. 539


3-2.

-"¡Ay de vosotros que edificáis mausoleos a los profetas después que vuestros padres los mataron! Por tanto sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis.....

Cuán fácil es de hecho referirse al pasado con buena conciencia y decir: "nuestros padres, nuestros abuelos, sí eran buenos cristianos... por lo menos se confesaban a menudo... iban a vísperas... y eran muy bonitas las fiestas en la Iglesia de aquel tiempo...

Los profetas de antaño, ¡ah! eran verdaderos profetas, se comprometían y fustigaban el mal... los papas de antaño, los obispos de antaño..." Pero nosotros, ¿escuchamos a los profetas de hoy? ¿Participamos en los sacramentos que están siempre a disposición nuestra? ¿Respondemos a las invitaciones de la Iglesia de hoy que, como la de todos los tiempos, nos propone algunas fiestas? ¿Quizá nos contentamos también nosotros con "edificar mausoleos" a los hombres del pasado, a las costumbres del pasado en lugar de vivir hoy las numerosas exigencias de la Iglesia de nuestros días? ¿Es la Iglesia un "mausoleo", un museo, un "cementerio" ? ¿O bien es un proyecto de futuro? ¿Tengo quizá nostalgia de los profetas de antaño?

-Por eso dijo la Sabiduría de Dios: "Les enviaré Profetas y Apóstoles; a unos los matarán, a otros los perseguirán".

En tiempo de Jesús se tenía nostalgia de los antiguos profetas y Jesús se encontraba allí. El, el gran y único profeta.

Y no se le reconocía ¡y aún se estaba dispuesto a matarlo para impedir que profetizara! Señor, haznos pequeños y humildes, a la escucha de los "signos de los tiempos".

Líbranos de nuestros sectarismos y seguridades excesivamente absolutas: ¡Quién sabe si no hay profetas entre aquellos a quienes se hace callar, a quienes no se quiere escuchar... porque estorban! En toda época los profetas son molestos. Habitualmente se desea suprimirlos.

¿A quién quisiera yo suprimir? ¿Qué voz desearía que se callase?

-También se pedirán cuentas a esta generación, de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel...

Es cierto que esta advertencia va dirigida muy particularmente a los contemporáneos de Jesús que llevaron a la muerte al Justo por excelencia.

Pero, desconfiemos, una vez más, de quedarnos con nuestra buena conciencia, porque podría ser el resultado de esta hipócrita tendencia nuestra de buscar fuera de nosotros la responsabilidad de todos los males de la "sociedad" o de la "Iglesia".

¡Cada generación participa en el mal del mundo! ¡Cada generación ha condenado a Jesucristo! ¡A cada generación se le pedirá cuenta de la sangre de Jesucristo derramada!

"Desde Abel", hijo del primer hombre, hasta hoy corre la sangre de los profetas sobre la tierra.

-Cuando Jesús salió de allí -según san Lucas, todo eso se dijo en casa de un doctor de la Ley- los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo implacablemente sobre muchas cuestiones, estando al acecho para atraparlo con sus propias palabras.

Sí, Jesús ha sido rechazado, rehusado.

¿Cómo es posible, Señor? El más grande entre los profetas.

Aquel que llevo a la perfección la enseñanza religiosa. El mundo, en todo tiempo, rehúsa la revelación de Dios.

"Yo" soy de los que rehúsan la revelación de Dios ¡Señor. ten piedad del mundo! ¡Ten piedad de todos aquellos que rehúsan, ten piedad de mí!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983. Pág. 230 s.


3-3.

1. (Año I) Romanos 3,21-30

a) Todos somos pecadores y todos somos salvados gratuitamente. Es la tesis que va repitiendo Pablo: "por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna".

Tal vez en la comunidad de Roma se daba alguna clase de tensión entre los que procedían del judaísmo y los del paganismo. Ni los paganos tienen motivos de perder la esperanza, ni los judíos de enorgullecerse. Todos han fallado y a todos les ofrece Dios su salvación "gratuitamente, por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús". Dios ha tenido paciencia con unos y con otros.

Sobre todo los judíos tenían el peligro de creer que merecían la salvación, por haber cumplido cuidadosamente "las obras de la Ley". Pablo les disuade: "¿dónde queda el orgullo? Queda eliminado. ¿En nombre de qué? ¿de las obras? No, en nombre de la fe".

b) Puede resultarnos un poco extraño este tema tan repetido por Pablo -aquí y en la carta a los Gálatas- de que no es la Ley de Moisés la que salva, sino Cristo Jesús y la fe en él.

No parece, a primera vista, nuestro problema. Y, sin embargo, puede ser que tengamos el peligro de caer en una tentación equivalente. ¿Nos sentimos superiores a otros, por nuestra condición de católicos, de cristianos "practicantes", de religiosos o sacerdotes? ¿tenemos, al menos en el subconsciente, la idea de que estamos "ganándonos" la salvación por los méritos que vamos acumulando en la presencia de Dios?

También nosotros debemos sentirnos perdonados por Dios, salvados gratuitamente por él. No creernos que tenemos derecho a la salvación por nuestras "obras meritorias". La salvación no se compra a base de buenas obras. Estas buenas obras tenemos que hacerlas, pero no son las que nos salvan a modo de paga o de jornal. Tanto "judíos como griegos", los que pertenecen al pueblo israelita como los que no, estamos en deuda con Dios y tenemos que agradecerle el que nos haya salvado enviando como Redentor -pagador del rescate- a su Hijo Jesús.

La tesis de Pablo nos ayuda a ser un poco más humildes en la presencia de Dios, sabiéndonos salvados por su amor y por la sangre de su Hijo. Y, a la vez, esto mismo nos hace más tolerantes con los demás, no creyéndonos superiores a nadie. Es la actitud que nos sugiere el salmo: "si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón... Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra".

1. (Año II) Efesios 1,1-10

Terminada ayer la carta a los Gálatas, leeremos durante más de dos semanas la que escribió Pablo a los cristianos de Efeso.

Pablo había evangelizado aquella ciudad, la capital de la provincia romana de Asia, famosa por su cultura, su comercio y sus templos paganos, en sus viajes segundo y tercero. En total pudo haber estado allí unos dos años.

El apóstol les escribe esta carta hacia el año 62, desde Roma, donde está cautivo. La carta es amable y llena de intención teológica. Les presenta cuál es el plan salvador de Dios Padre y sobre todo la riqueza del misterio de Cristo y de la Iglesia, su comunidad. (Aquí no nos interesan las discusiones que existen entre los biblistas sobre la autoría de esta carta -si es de Pablo o de alguien posterior-, sus destinatarios -si son los efesios o se trata de una carta circular para todo el Asia Menor- y su fecha. Sea lo que sea de todo ello, nosotros la escuchamos con fe y respeto tratando de aplicarla a nuestra vida).

a) El comienzo de la carta es un himno entusiasta al plan salvador de Dios: una gran bendición tanto en sentido ascendente como en el descendente. Bendecimos a Dios, porque él nos ha bendecido antes con toda clase de bendiciones, en Cristo Jesús.

Todo es iniciativa de Dios, que nos ha predestinado desde la eternidad a ser sus hijos, a ser salvados por Cristo. Todo eso, según la densa fórmula de Pablo, sucede siempre "en la persona de Cristo", o sea, porque estamos unidos a su Hijo Jesús, en quien Dios piensa "recapitular todas las cosas del cielo y de la tierra".

b) Este himno lo cantamos en Vísperas una vez por semana como cántico del Nuevo Testamento, después de los salmos. Y nunca lo diremos con suficiente gratitud y alegría. Es un cántico parecido al Benedictus de Zacarías que decimos en Laudes, pero esta vez en boca de Pablo.

En pocas líneas dice cuál es la riqueza del proyecto de Dios, centrado en Cristo Jesús, que representa para nosotros la mayor suerte: nada menos que ser hijos en el Hijo. Si en verdad creemos esto -que Dios nos quiere, que ha pensado en nosotros antes que existiéramos, que nos ha incorporado al destino de su Hijo, que nos ha perdonado, que nos ha hecho por tanto también hijos en su familia, y que nos destina a la salvación plena- ¿no tendría que cambiar la cara con que vivimos cada jornada?

Claro que esto nos compromete, porque él espera una respuesta: "nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor".

El tono eufórico de Pablo es recogido también por el Catecismo de la Iglesia Católica, que, cuando empieza a presentar el misterio de la celebración cristiana, entona precisamente esta solemne bendición de Pablo, y se entretiene luego brevemente en describir en qué consiste esta bendición que Dios nos ha hecho a nosotros y que nosotros le dirigimos a él: cf . CEC 1077-1083.

2. Lucas 11,47-54

a) Sigue el ataque implacable de Jesús contra las actitudes de los fariseos y los juristas.

Ante todo, porque "edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron". O sea, los fariseos están dispuestos a honrar a los profetas muertos, haciendo la comedia de edificarles monumentos. Pero no hacen caso a los profetas vivos. Los tratan igual que sus antepasados a los profetas de antes.

Nombra a dos, Abel, sacrificado por su hermano Caín (Gn 4) y Zacarías, el hijo del sacerdote Yoyadá, a quien mataron por encargo del rey Joás (cf. 2 Crónicas 24). Jesús los nombra como primero y último de una serie de profetas que acabaron igual. Es lo que van a hacer con él también, porque presenta una fe y un Dios muy distintos del que ellos están acostumbrados.

Otra acusación, esta vez para los doctores de la ley, que tienen la llave del saber y de la interpretación de la ley. No han hecho buen uso de esa llave: "no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar". ¿Para eso tantas llaves?

b) Es valiente Jesús, al desenmascarar las actitudes de las clases dirigentes de su época.

Pero sus palabras nos ponen interrogantes también a nosotros, seamos dirigentes o no. ¿Caemos en la trampa de honrar a los profetas que fueron, reconociendo sus méritos y la injusticia del trato que recibieron, pero luego resulta que no hacemos caso de los profetas actuales, y les hacemos la vida imposible, porque no estamos dispuestos a escuchar su mensaje, que nos es incómodo?

Esto puede pasar en la sociedad, en la que pueden estorbar a los poderosos las voces proféticas que se levantan contra sus injusticias. Puede pasar en la Iglesia, en la que a veces se hace callar a los que tienen un espíritu más libre y crítico, aunque más tarde a veces se les rehabilite o incluso se les canonice. Pero puede pasar también a nuestro alrededor, cuando nos sentimos molestos cuando somos criticados, y hacemos lo posible por desacreditar -¡no llegaremos a eliminar!- a esos "profetas" que se abreven a llevarnos la contra. A todos nos pasa que nos estorban los profetas vivos, no los muertos.

Además podemos merecer también las palabras de Jesús a los juristas. ¿Nos sentimos "propietarios de la verdad", guardando sus llaves, de modo que los demás tengan que pasar la aduana de nuestra interpretación? ¿nos creemos los únicos que tenemos razón en todas las discusiones, sean importantes en el ámbito eclesial o más cotidianas en nuestra familia o círculo comunitario? Sería una lástima que los que podemos decir una palabra en el ámbito de la catequesis o de la predicación no comuniquemos esperanza y alegría, sino angustia y miedo. Seríamos malos guías.

"Él absuelve a los judíos en virtud de la fe y a los paganos también por la fe" (1ª lectura I)

"Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo" (1ª lectura Il)

"Vosotros no entráis y cerráis el paso a los que intentan entrar" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 179-183


3-4.

Ef 1, 1-10: Alabar al Dios creador y a su Hijo redentor

Lc 11, 47-54: La voz de los profetas no se detiene El evangelio en esta sección (11, 42-52) tiene una serie de cinco imprecaciones o denuncias dirigidas contra los Escribas y Fariseos. Las imprecaciones o denuncias eran un estilo propio de los profetas que servía para poner en evidencia las contradicciones sociales, ideológicas y políticas. Los profetas de la época denunciaban la corrupción y la hipocresía de los Maestros de la ley, los fariseos y otros grupos, que aunque no eran ricos se hacían del lado de los opresores.

La comunidad cristiana se muestra reacia frente a estos grupos partidarios del poder. No admite que engañen a nadie y menos, que lo hagan en nombre de Dios. Por esta razón, la tercera denuncia o imprecación: "¡pobres de ustedes que imponen cargas insoportables!" pone en evidencia de que modo la revelación divina era utilizada para manipular la consciencia de la gente sencilla. La cuarta denuncia: "¡pobres de ustedes que levantan sepulcros a los profetas!" quiere ser una denuncia contra aquellos que intentan silenciar la voz de Dios con bonitos decorados. El honor que los partidarios del poder le rinden a los profetas no es sino una manera encubierta de respaldar a los potentados que les dieron muerte. La quinta imprecación va dirigida exclusivamente contra los Maestros de la Ley. Ellos poseían un profundo y erudito conocimiento de la escritura. Eran personas muy consultadas por el pueblo sencillo y por los poderosos. Pero, no hacían una lectura de la Palabra de Dios que beneficiara ampliamente al Pueblo. Ellos, "se apoderaban del conocimiento" y no le daban acceso a nadie más. Esta actitud egoísta los conducía a la condenación, aunque llevaran una Biblia debajo del brazo.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

¿Cuántas veces hemos leído, meditado, orado, el cántico con el que comienza la carta a los efesios? Se podría decir que es un retrato robot del ser humano bendecido por Dios en la persona de Cristo. En este retrato se nos habla de nuestro origen, de nuestro destino y de nuestra trayectoria histórica.

¿Cuál es nuestro origen y nuestra misión en esta vida? No somos fruto del azar sino que hemos sigo "elegidos" para ser "santos" por el amor. La santidad de quien hace del amor el centro de su vida es nuestra razón de ser.

¿Cuál es nuestro destino? No disolvernos en la materia sino llegar a ser hijos de Dios y alabarlo por siempre.

Para vivir así hemos recibido un tesoro: el perdón de los pecados y el conocimiento del proyecto de Dios.

No podemos hacernos cargo de una vocación tan desbordante. Pero, cada vez que experimentemos que nuestra vida no vale nada, cada vez que nos sintamos tratados sin dignidad, cada vez que quieran contentarnos con cuatro cosillas para matar el tiempo, podemos acercarnos a estas palabras. En cada situación nos revelarán la gracia que necesitamos para mantenernos vivos, para no decaer en la esperanza.

Hoy celebramos la memoria de Ignacio de Antioquía, un creyente que vivió en el siglo I y murió apenas comenzado el siglo II, un hombre valiente y humilde, enamorado de Cristo y muy preocupado por su cuerpo que es la comunidad. Un hombre que jamás podría sentirse a gusto con expresiones como "Cristo sí-iglesia no", tan típicas de un cristianismo que rompe lo que no se puede romper. Nos hace bien acercarnos a los creyentes que tuvieron que vivir su fe en el seno de sociedades paganas y que fueron capaces de mantenerse firmes en la fe sin perder nunca la lucidez.

La memoria de este santo me lleva a recordar, una vez más, a los cristianos que hoy viven en Oriente Medio, particularmente a los pocos cristianos de Tierra Santa. Su siempre difícil situación ha empeorado mucho en los últimos dos años. Necesitan de la solidaridad de la iglesia universal. Parece que esta es su suerte desde el comienzo mismo del cristianismo.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

"¡Os habéis guardado la llave del saber!" (o sea, que también ellos tenían la llave); "vosotros no habéis entrado, y a los que iban a entrar se lo habéis impedido" (11,52). ¡Quien sea cofrade que tome su vela! No es de maravillar que a partir de ahora se pongan de acuerdo y estén al acecho "para cogerlo en algo con sus propias palabras!" (11,53). El se lo ha buscado. Más claro, agua.


COMENTARIO 2

Esta lectura es continuación del evangelio precedente y nos transmite los dos últimos "¡ay!" de la polémica de Jesús con los escribas y fariseos. No podemos señalar con exactitud los límites entre las propias palabras del Maestro y las de la primitiva comunidad. En el v. 52 los doctores son acusados de haberse transformado en dueños del saber de Dios, identificándolo con sus propias perspectivas e intereses. El mismo peligro amenaza a la Iglesia: la verdad de Jesús está condicionada por los seres humanos que la anunciamos y la comentamos; somos un factor de la mediación que puede volverse manipulación. Más complejo es el "¡ay!" del v. 51 con la trágica visión que suscita la Palabra entre las personas.
La confrontación de Jesús con las autoridades de Israel ya ha tenido su prólogo en la historia profética del AT y continúa en la historia de la Iglesia, volviéndose una constante de toda existencia auténtica. El tema es clásico en la tradición deuteronomista y retomado por la Iglesia desde el testimonio trágico de Jesús y pasando por todos los justos que han sufrido por su honestidad, sus ideas o su solidaridad con las causas justas y nobles de la humanidad. Sabemos que su martirio no fue inútil, ya que es recogido en el mártir Jesús culminado en su Pascua gloriosa (Flp 2, 8-10). Quien cree en Jesús y, de modo especial, quien lo anuncia, vive amenazado por la violencia de este mundo.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

Esta lectura es continuación del evangelio precedente y nos transmite los dos últimos "¡ay!" de la polémica de Jesús con los escribas y fariseos. No podemos señalar con exactitud los límites entre las propias palabras del Maestro y las de la primitiva comunidad. En el v. 52 los doctores son acusados de haberse transformado en dueños del saber de Dios, identificándolo con sus propias perspectivas e intereses. El mismo peligro amenaza a la Iglesia: la verdad de Jesús está condicionada por los seres humanos que la anunciamos y la comentamos; somos un factor de la mediación que puede volverse manipulación. Más complejo es el "¡ay!" del v. 51 con la trágica visión que suscita la Palabra entre las personas.
La confrontación de Jesús con las autoridades de Israel ya ha tenido su prólogo en la historia profética del AT y continúa en la historia de la Iglesia, volviéndose una constante de toda existencia auténtica. El tema es clásico en la tradición deuteronomista y retomado por la Iglesia desde el testimonio trágico de Jesús y pasando por todos los justos que han sufrido por su honestidad, sus ideas o su solidaridad con las causas justas y nobles de la humanidad. Sabemos que su martirio no fue inútil, ya que es recogido en el mártir Jesús culminado en su Pascua gloriosa (Flp 2, 8-10). Quien cree en Jesús y, de modo especial, quien lo anuncia, vive amenazado por la violencia de este mundo.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. Jueves 16 de octubre de 2003

Rom 3,21-30:El hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley
Salmo responsorial: 129, 1-2; 3-4:Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa
Lc 11, 47-54: ¡Ay de ustedes, maestros de la Ley!

La lectura de hoy es continuación de la de ayer. La intervención de uno de los Maestros de la Ley (v. 45), sirve de hábil introducción para los nuevos “ayes”, denunciadores de la hipocresía y el legalismo de escribas y juristas. Como en la lectura anterior, se puede históricamente afirmar que el contenido y las expresiones empleadas, pudieron haber tenido origen en Jesús, pero también están evidenciando la experiencia eclesial de las comunidades primeras, en las que la ruptura del oficialismo judío no se ha llevado a cabo todavía, y que hay cierta preocupación por el cumplimiento de una normativa que necesita retomar su motivación y su espíritu fundante de justicia y de amor, pero en el horizonte de la práctica cristiana neotestamentaria, de la plenitud de la Ley, de un Reino de Jesús ya operante y activado en la historia.

El mensaje no es sólo para los doctores de la Ley; es referido al pueblo de Israel contemporáneo de Jesús que ha rechazado el mensaje de salvación. Y es también dirigido a todos los hombres y mujeres que, violentando la verdad y el amor en la historia, se cierran al evangelio de la justicia y del derecho. La exigencia divina de unas relaciones de igualdad y en amor solidario de hermanos, actualizado en el paradigma existencial de los pobres, enfrenta la injusticia, el egoísmo y la muerte existentes en la vida de la humanidad que se sitúa de espaldas a Dios y al hermano o hermana.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-9. ACI DIGITAL 2003

47. Pretenden no consentirlos (cf. Mat. 23, 29-30: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque reedificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos y decís: "Si nosotros hubiésemos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos participado con ellos en el asesinato de los profetas". ), pero lo harán obrando como ellos, según les anuncia en el v. 49.

49. En Mat. 23, 34 ("Por eso, he aquí que Yo os envío profetas, sabios y escribas: a unos mataréis y crucificaréis, a otros azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad"), se ve que Jesús habla de El mismo, que es la Sabiduría de Dios y les vaticina lo que harán con sus discípulos.

51. Véase Mat. 23, 35 "Para que recaiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar"; y Gén. 4, 8: Caín dijo a su hermano Abel: "Vamos afuera". Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató.

52. La llave del conocimiento de Dios es la Sagrada Escritura (S. Crisóstomo). Los escribas y fariseos que la interpretaban falsamente, o la reservaban para sí mismos, son condenados como seductores de las almas. El pueblo tiene derecho a que se le predique la Palabra de Dios. En cuanto al conocimiento de la Sagrada Biblia por parte del pueblo, dice S. S. Pío XII en la reciente Encíclica "Divino Afflante": "Favorezcan (los Obispos) y presten su auxilio a todas aquellas pías asociaciones, que tengan por fin editar, y difundir entre los fieles ejemplares impresos de las Sagradas Escrituras, principalmente de los Evangelios, y procuren con todo empeño que en las familias cristianas se tenga ordenada y santamente cotidiana lectura de ellas".


3-10. 

Carta a los romanos 2,1-11:

“Hermano: Tú, quien seas, ¿te atreves a erigirte en juez? Pues no tienes defensa; al dar sentencia contra otros te condenas a ti mismo... Todos admitimos que Dios condena con derecho a los que obran mal... Y tú, que también obras mal, ¿te figuras que vas a escapar de la sentencia de Dios?... Con la dureza de tu corazón impenitente te estás almacenando méritos para el día del castigo, cuando se revelará el justo juicio de Dios. Dios, a los que han perseverado en hacer el bien..., les dará la vida eterna”

Estas palabras vienen tras una filípica contra la gentilidad que desconoce a Dios y peca. Pablo supone que los lectores de su carta se ríen de ellos, y les amonesta diciendo: ¡cuidado! También vosotros pecáis, aunque conocéis la Ley nueva.

Evangelio según san Mateo 11, 42-46:

“En aquel tiempo dijo el Señor: ¡Ay de vosotros, fariseos que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar, sin descuidar aquello.

¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias en las calles!...

Un jurista intervino y le dijo: Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros. Jesús replicó: ¡Ay de vosotros también, juristas que cargáis a la gente con cargas insoportables...!

Juristas y letrados son denunciados por Jesús por la incoherencia de su vida. Un letrado no debe poner las pequeñeces de la vida por encima de los grandes valores, como son la justicia, la honestidad, la solidadirad con el necesitado

 

Momento de reflexión

Haya porfía en hacer el bien.

La riqueza del capítulo segundo de la carta de a los Romanos no cabe en un párrafo, como el de la lectura de hoy. Pablo describió en el capítulo primero a la ‘gentilidad’ que, no siguiendo las luces de la razón y de la prudencia que podían llevarla a conocer a Dios creador, estaba sujeta a la ira justiciera de Dios que condenaba sus torpezas. Y ahora, en el segundo, se dirige a los judíos y los amonesta porque ellos también, aun siendo pueblo elegido que conoce a su Dios, va atesorando ingratitudes e infidelidades.

Los hombres de la gentilidad, desconocedores de la Ley de Dios y de Cristo, debían conducirse rectamente, a la luz de su razón y discernimiento; y no hacerlo, era pecaminoso.

Pero mucho más culpable será la vida de los judíos (o cristianos) que, habiendo recibido la iluminación de la fe y los sacramentos, reniegan de la fidelidad a Dios y se entregan a sus concupiscencias. Ése no es camino de salvación. El camino de salvación se construye con vidas que crecen a porfía en el amor, en la fidelidad, en la entrega, en la justicia.

Frente a la hipocresía, la misericordia y la caridad.

 Retengamos en la memoria las palabras de Jesús a letrados y maestros hipócritas. Su conducta es lamentable para ellos mismos y para la comunidad de los mortales. Por esa vía no se crea amor y paz. Frente a esas actitudes poco aconsejables, pongamos la vida experiencia y palabra de santa Margarita María de Alacoque:

El gran deseo de nuestro Señor -que es ver su sagrado Corazón honrado con un culto especial-  viene a decirnos que Él desea ardientemente que se renueven en nuestras almas los efectos de la redención... Ser santos.

Recordemos siempre que de su divino Corazón manan estos tres arroyos: el de la misericordia..., que nos ofrece perdón; el de la caridad..., que nos baña en su amor; y el del amor y luz para sus amigos..., que nos convoca a todos a la salvación, ayudándonos mutuamente y ofreciéndonos la iluminación de la fe.

Miremos al fondo de nuestro corazón, y comprobemos qué río mana y fluye en él: ¿es el de la justicia, amor, caridad, servicio, trabajo por los demás? Alegrémonos de ello, o lamentemos que el manantial esté seco.


3-11. CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

¡Matar a los profetas!...Con la falta que nos hacen los profetas. Y el Evangelio insiste: perseguirán, acosarán, pondrán trampas, derramarán sangre, matarán a los profetas.

Y cuánto necesitamos a los hombres y mujeres que profetizan. En una hora donde crece la sequía de lo transcendente y de lo divino; en un tiempo donde tantos hijos de Dios están crucificados por el hambre, la explotación, la injusticia, la pena y la desesperanza, sólo las voces proféticas pueden decir algo transparente, creíble, que deje herida en el corazón de la gente. Si nos faltaran los profetas, el testimonio de los cristianos sería opaco; su voz, rutinaria e inexpresiva; sus actividades, infecundas y frustrantes. Cuando nos asomamos a los medios de comunicación social, ¿cuáles son las voces y rostros de hombres y mujeres de Iglesia que suscitan interés, que son escuchados, que suscitan preguntas en todos? Porque es bueno poner ejemplos, y para no ser partidista, me remito a unos premios que gozan de aceptación universal. Martini, Nics ungidos por el Espíritu Santo son profetas. “No apaguéis al Espíritu”, advierte San Pablo. Ayer mismo era la fiesta de Santa Teresa de Ávila. Cuántas ironías críticas hubo de soportar esta mujer, sólo por ser mujer.

Creo que será bueno acabar con una digresión que, a lo mejor, no lo es tanto. Necesitamos profetas también fuera de las Iglesias. Siempre me ha llamado la atención la figura de Nelson Mandela. En medio de tanto odio secular entre blancos y negros, él plantó la bandera de la concordia. ¿Por qué no pedir a Dios unos profetas cuya voz y testimonio abran un camino de solución a problemas endémicos; por ejemplo, el terrorismo y el fondo social y político que en él subyace?

Conrado Bueno Bueno
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-12. 2003

LECTURAS: ROM 3, 21-30; SAL 129; LC 11, 47-54

Rom. 3, 21-30. Aun cuando todos habíamos sido encerrados en el Pecado y éramos incapaces de que tomase posesión de nosotros la Gloria de Dios a causa de nuestras maldades, Dios quiso manifestar a todos su fuerza salvadora, al ser Él mismo salvador, y salvar a todo el que cree en Jesús. Él se ha convertido en fuente de salvación para toda la humanidad, pues mediante su sangre derramada por nosotros se ha convertido para nosotros en instrumento de perdón. Así, mediante la fe en Cristo se ha abierto el camino que nos conduce a la unión con Dios; y a ese camino no sólo tienen acceso los circuncisos, sino todos, incluso los paganos. Basta proclamar con la boca que Jesús es el Señor y creer en el corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos para salvarse. Y eso no está limitado a los judíos, sino abierto a todo hombre de buena voluntad que, respondiendo al llamado de Dios, crea en Cristo Jesús y se deje justificar por Él. Por eso no queramos limitar la salvación anunciándola a unos cuantos; no queramos salvar sólo a quienes consideramos buenos, sino que, como verdaderos apóstoles del Señor, esforcémonos continuamente en trabajar para que, especialmente los pecadores y quienes viven como si Dios no existiera, reciban la Luz, la Gracia, la Vida, el Perdón y la Salvación que Dios nos ha ofrecido a todos en Cristo Jesús.

Sal. 129. Si el Señor conservara el recuerdo de nuestras culpas ¿quién resistiría ante Él? Pero el Señor está lleno de amor y de misericordia hacia nosotros. Él jamás dará marcha atrás en el amor que nos tiene. Y sin importar qué lejos se hayan ido sus hijos, Él sale a buscarlos para ofrecerles su perdón, su vida y su paz. Y esta búsqueda del pecador se ha concretizado en la Encarnación del Hijo de Dios, por cuya sangre hemos sido perdonados y reconciliados con Dios. Y este ministerio de reconciliación ha sido confiado a la Iglesia, esposa de Cristo. Por medio de la Iglesia Dios sigue saliendo en búsqueda de las ovejas descarriadas para ayudarlas a volver a encontrar el Camino de Salvación. Por eso, bendigamos al Señor y respetémoslo siendo fieles en la escucha de su Palabra y en la puesta en práctica de la misma.

Lc. 11, 47-54. ¡Ay de ustedes, doctores de la ley, porque han guardado la llave de la puerta del saber! Ustedes no han entrado, y a los que iban a entrar les han cerrado el paso. La visita de Jesús a la casa del fariseo parece no caminar como lo esperaba el anfitrión y otros invitados, tal vez queriendo entramparlo para tener motivos de acusarlo y condenarlo; tal vez para pedirle cuentas de su forma de hablar y actuar. Pero Jesús se ha levantado en contra de ellos, no porque quiera condenarlos, pues también ellos son objeto de la salvación que Dios ofrece a todos, sino para poner en claro que la salvación no se logra manifestando un continuo sentimiento de culpa construyendo y adornando sepulcros a los profetas asesinados por sus padres, sino escuchando a esos profetas, cuyas palabras se han cumplido en Cristo. No basta comprender la Palabra de Dios y pensar que, puesto que es una sabiduría tan alta, mejor hay que hacer como el que enciende una vela y la tapa con una vasija de barro; hay que, más bien, abrir toda esa riqueza para que sea disfrutada por todos, y ser uno mismo el primero en conformar la propia vida a lo que Dios nos ha revelado; no vaya a ser que ni uno se salve, ni deje que los demás se salven. Dios nos ha confiado la riqueza de su amor, de su vida, de su perdón, de su salvación no para que los ocultemos, sino para que los demos a conocer a todas las naciones ayudándoles a vivir aquello mismo que ya nosotros estamos viviendo y disfrutando.

Nos reunimos en torno a Cristo en la celebración de su Misterio Pascual, no sólo para asumir nuestra propia responsabilidad en la Muerte de Cristo, sino para asumir la responsabilidad que tenemos en construir el Reino de Dios entre nosotros. Quien simplemente se conforma con acudir a la celebración y dejar enterrada, sin capacidad de producir fruto la, Semilla de la Palabra que el Señor ha sembrado en el corazón de los creyentes, se hace responsable, no sólo de la muerte de Cristo, sino del mal que continúa dominando muchos ambientes de nuestro mundo. Cristo nos pide no vivir como plañideras, ni encadenados a un pasado ennegrecido por el mal y por el pecado. Cristo nos pide lanzarnos hacia delante, con la mirada fija en Aquel que nos ha precedido con su cruz y con su muerte, pero que ahora, resucitado de entre los muertos, vive eternamente. Por eso, esforcémonos por darle un nuevo sentido a nuestra vida personal y a nuestra vida social, de tal forma que viviendo como hermanos, desaparezca todo aquello que nos divide. Si realmente conocemos la Escritura no permitamos que la Palabra de Dios se nos quede sólo en la inteligencia; permitamos, más bien, que nos dé nueva vida para que podamos, con la Luz de Cristo, iluminar nuestro mundo con signos de verdad, de justicia, de amor y de paz.

No basta construir templos, casas de asistencia social, fundar clubes de ayuda solidaria. Es necesario vivir el Evangelio. La Iglesia de Cristo no puede quedarse en sólo la promoción social como una filantropía; es necesario hacer que la salvación sea parte de nuestra propia vida para que podamos llevarla también a los demás. La fe que sólo se expresa en exterioridades, mientras la vida privada, interior continúa siendo un desastre, es una falsedad ante Dios y ante nosotros mismos. La fe no viene a tranquilizar la conciencia del hombre pecador que no quiere abandonar sus malos caminos, viene a moverle para que cambie sus criterios internos y pueda vivir como un signo del amor de Dios en medio de los demás. No podemos vivir persiguiendo, asesinando, enviciando a los demás y pensar que estamos en paz con el Señor porque aportamos cantidades económicas a favor de su Iglesia, o nos hacemos amigos de los jerarcas de la misma o construimos edificios para asistir a los necesitados. Mientras, a pesar de lo que demos, no hayamos dejado de hacer daño; mientras continuemos siendo los responsables de poner en riesgo la salvación, la integridad, la estabilidad de las demás personas, no podremos llamar Padre a Dios y, más bien, Dios nos pedirá cuenta de la sangre inocente derramada, de las conciencias que hayamos destruido, de la pobreza que hayamos generado, y de las vidas que hayamos perjudicado.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos fortalezca para que seamos constructores de su Reino en medio de la construcción de la ciudad terrena, hasta lograr los bienes definitivos a los que hemos sido llamados. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-13. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Ef 1, 1-10 Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo
Salmo responsorial: 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6 El Señor da a conocer su victoria
Lc 11, 47-54: Empezaron a acosarlo sin piedad.

Continúan las lamentaciones de Jesús, hasta un total de siete (la serie completa), volviendo la mirada a la historia de infidelidad del pueblo para con Dios, demostrada en el rechazo a los profetas hasta su asesinato en el pasado, cuyas tumbas edifica la generación presente, dando testimonio de lo que hicieron sus antepasados y haciéndose co-responsables de tanta sangre derramada desde Abel hasta Zacarías, el último de los profetas. Cuando Lucas escribe este evangelio, ya conoce el final de Jesús, asesinado por los descendientes de quienes mataron a los profetas. La historia no ha cambiado. El comportamiento de esta generación sigue siendo semejante a la de sus ascendientes: a una oferta constante de salvación por parte de Dios, ha correspondido un continuo rechazo; a una historia de salvación, una historia de infidelidad; a la oferta de vida, la negación de la vida de los enviados y su persecución hasta la muerte; a la sangre de su hijo ofrecida por Dios, la sangre derramada de su hijo.

La última lamentación de Jesús va contra los juristas, conocedores en teoría de la verdadera sabiduría, que no han puesto en práctica ni han enseñado a los demás. Ellos son acusados por Jesús de quedarse con la llave del saber, impidiendo a los demás entrar. En sus manos estaba haber aceptado el mensaje de Jesús, acogido su llamada a la conversión y abierto las puertas al designio de Dios. Sin embargo, desde el comienzo de la vida pública de Jesús han hecho lo imposible para que su mensaje –la verdadera sabiduría de Dios- no arraigue en el pueblo, logrando que éste se alíe, al final, contra él y dicte con ellos sentencia de muerte. Terrible responsabilidad la de los dirigentes del pueblo y la de la generación de contemporáneos de Jesús, solidarizada con su ideología.

La acusación de Jesús va dirigida en última instancia a la conducta de los dirigentes, preocupados más por la teoría que por la práctica. Por eso, ahora su objetivo es encontrar en su enseñanza alguna idea o afirmación de la que puedan acusarlo. Difícil tarea para quien se definió como camino, verdad y vida. Al final, lo conseguirán, pero buscando testigos falsos. Se aliarán con el demonio, que es el embustero por excelencia, para arrestar, condenar a muerte y ejecutar a Jesús, pretendiendo acabar con el último de los enviados de Dios, su propio hijo. No lo conseguirán del todo, pues Dios le devolverá a la vida definitiva, la resurrección


3-14.

Comentario: Rev. D. Pedrojosé Ynaraja i Díaz (El Muntanyà-Barcelona, España)

«¡Edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron!»

Hoy, se nos plantea el sentido, aceptación y trato dado a los profetas: «Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán» (Lc 11,49). Son personas de cualquier condición social o religiosa, que han recibido el mensaje divino y se han impregnado de él; impulsados por el Espíritu, lo expresan con signos o palabras comprensibles para su tiempo. Es un mensaje transmitido mediante discursos, nunca halagadores, o acciones, casi siempre difíciles de aceptar. Una característica de la profecía es su incomodidad. El don resulta molesto para quien lo recibe, pues le escuece internamente, y es incómodo para su entorno, que hoy, gracias a Internet o los satélites, puede extenderse a todo el mundo.

Los contemporáneos del profeta pretenden condenarlo al silencio, lo calumnian, lo desacreditan, así hasta que muere. Llega entonces el momento de erigirle el sepulcro y de organizarle homenajes, cuando ya no molesta. No faltan actualmente profetas que gozan de fama universal. La Madre Teresa, Juan XXIII, Monseñor Romero... ¿Nos acordamos de lo que reclamaban y nos exigían?, ¿ponemos en práctica lo que nos hicieron ver? A nuestra generación se le pedirá cuentas de la capa de ozono que ha destruido, de la desertización que nuestro despilfarro de agua ha causado, pero también del ostracismo al que hemos reducido a nuestros profetas.

Todavía hay personas que se reservan para ellas el “derecho de saber en exclusiva”, que lo comparten —en el mejor de los casos— con los suyos, con aquellos que les permiten continuar aupados en sus éxitos y su fama. Personas que cierran el paso a los que intentan entrar en los ámbitos del conocimiento, no sea que tal vez sepan tanto como ellos y los adelanten: «¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido» (Lc 11,52).

Ahora, como en tiempos de Jesús, muchos analizan frases y estudian textos para desacreditar a los que incomodan con sus palabras: ¿es éste nuestro proceder? «No hay cosa más peligrosa que juzgar las cosas de Dios con los discursos humanos» (San Juan Crisóstomo).


3-15. Jueves, 14 de octubre del 2004

Nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 1-10

Pablo, Apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, saluda a los santos que creen en Cristo Jesús. Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales en el cielo,
y nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo,
para que fuéramos santos
e irreprochables en su presencia, por el amor.

Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos
por medio de Jesucristo,
conforme al beneplácito de su voluntad,
para alabanza de la gloria de su gracia,
que nos dio en su Hijo muy querido.

En Él hemos sido redimidos por su sangre
y hemos recibido el perdón de los pecados,
según la riqueza de su gracia,
que Dios derramó sobre nosotros,
dándonos toda sabiduría y entendimiento.

Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad,
conforme al designio misericordioso
que estableció de antemano en Cristo,
para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos:
reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,
bajo una sola Cabeza, que es Cristo.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 97, 1-6

R. ¡El Señor manifestó su victoria!

Canten al Señor un canto nuevo,
porque Él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria. R.

El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos. R.

Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey. R.

EVANGELIO

Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas,
desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 47-54

Jesús dijo a los fariseos y alas doctores de la Ley: «¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.

Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: "Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos". Así se pedirá cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto.

¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden».

Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.

Palabra del Señor.

Reflexión:

Ef. 1, 1-10. Dios tiene un proyecto de amor salvador para nosotros: Unirnos a Cristo su Hijo, para que en Él seamos hechos hijos adoptivos de Dios, santos, como Él es Santo, por haber convertido nuestra vida en una continua oblación de suave aroma, puesta en manos de Cristo, el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, para qué Él nos ofrezca como un sacrificio agradable al padre. Puesto que Dios nos ha elegido en Cristo desde antes de la creación del mundo, vivamos santos continuamente en su presencia, sin odios ni divisiones causadas por cualquier pensamiento o circunstancia ajenos a lo que Dios Padre quiere que nosotros: que todos seamos uno en Cristo y en Él gocemos de su paz. Dios no quiere que seamos rebeldes a su voluntad mediante la cual quiere que todos los hombres se salven. Él nos ha bendecido en Cristo dándonos su vida y su Espíritu. No rechacemos esos dones venidos de Dios. Permanezcamos unidos a Cristo para que no se pierda ni se diluya en nosotros la elección con que nos ha agraciado el Padre Dios. Por eso oremos intensamente al Señor pidiéndole que sea Él el que nos fortalezca y el que lleve a su feliz término su obra salvadora en nosotros, no de un modo particular, sino en plena comunión de fe y de amor con los demás miembros de la Iglesia. Trabajemos constantemente por hacer que desaparezcan de nosotros todos aquellos signos de maldad, pecado y egoísmo, que ponen en riesgo nuestra vida de unión a Cristo y de paz en el amor fraterno con nuestro prójimo. Seamos constructores de unidad y de paz para que Él Proyecto Divino de Iglesia se inicie ya desde ahora entre nosotros: que todos seamos uno y santos en Cristo Jesús, Cabeza, Principio y Fundamento del Pueblo Santo de Dios.

Sal. 98 (97). Alabemos a nuestro Dios y Padre pues, por medio de Cristo, se ha levantado Victorioso sobre el pecado y la muerte. Y a nosotros nos ha concedido el perdón de los pecados por Cristo, por su sangre. Así la Iglesia está llamada a ser un signo de la Victoria de Jesús. Por medio de su Esposa el Señor sigue llamando al mundo entero a la conversión, pues Él no quiere que alguien se pierda, sino que todos, arrepintiéndonos, nos salvemos. Ese es su amor y esa es su misericordia hacia nosotros; y eso es de lo que hemos de dar testimonio a todos los pueblos y naciones, para que también ellos aclamen con júbilo al Señor. Que el Señor nos conceda saber vivir conforme a la Salvación que hemos recibido. Por eso pidámosle que nos ayude a vivir como discípulos, que se dejan enseñar por Él, pero también como testigos que son guiados por la Gracia y por el Espíritu Santo, que habita en nosotros. Que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza del Nombre de Dios.

Lc. 11, 47-54. Los profetas antes de Cristo; Cristo mismo y los nuevos profetas y testigos de Dios son frecuentemente perseguidos, calumniados, despreciados, asesinados. Sólo al paso del tiempo se les reconoce su santidad, que sí venían de Dios. Y entonces se les reconoce como Santos, se leen con avidez sus escritos, se adornan sus tumbas, se levantan templos en su honor y se les nombre patronos y ejemplo para una comunidad cuyos padres fueron los asesinos de esos enviados de Dios. No es fácil decidirse a convertirse en testigos del amor de Dios en el mundo, un mundo que vive muchas veces al margen de la verdad y del bien, y que se siente afectado en sus intereses pecaminosos, que no quiere dejar, y que se hace contestatario ante los enviados de Dios, persiguiéndolos hasta la muerte, para evitar que se despierte el grito de su conciencia que le reclame su falta de amor y de un auténtico compromiso de fe. Así ni ellos aceptan la salvación que Dios nos ofrece, ni dejan que otros la acepten, y más bien los unen a su causa de rechazo, de persecución y de muerte de los Testigos del Reino. Sin embargo, a pesar de todo esto, el Señor nos dice: ¡Ánimo!, no tengan miedo, yo he vencido al mundo.

El Hijo de Dios, hecho uno de nosotros, ha venido, no a cerrarnos sino a abrirnos la puerta que nos conduce a la plena unión con Dios. Él es esa puerta, pues no hay otro nombre, ni en el cielo ni en la tierra, en el cual podamos salvarnos. Unidos a Cristo mediante la fe y el amor seremos siempre los hijos amados del Padre Dios, en quienes Él se complazca. Unidos a Cristo tenemos asegurada la herencia que a Él le corresponde como a Hijo unigénito del Padre. Y nuestra unión a Cristo se inicia desde el día en que, vueltos del pecado, culminamos nuestra primera conversión mediante el Bautismo. Pero sabiéndonos pecadores e inclinados al mal, viviendo en una continua conversión, volvemos a la paz con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos mediante el Sacramento de la Reconciliación. Así podremos sentarnos a la Mesa Eucarística, a participar del Pan de Vida, mediante el cual se fortalece nuestra comunión de Vida con el Señor, que nos enviará al mundo como santos e irreprochables por el amor, para que demos testimonio de una vida de fe vivida sin hipocresías, sin persecuciones, sin muerte, sino comunicando Vida, la Vida que nos viene de Dios. Por eso la Eucaristía nos compromete profundamente a ser un signo creíble del amor salvador de Dios en el mundo. Vivamos, pues, con lealtad, la fe que hemos depositado en Cristo Jesús.

Dios ha constituido a su Iglesia como signo de unidad en el mundo; unidad que debe culminar en nuestra unión en Cristo Jesús, en el que desaparezca todo signo de odio o de división entre nosotros. Dios nos quiere fraternalmente unidos; Él quiere que nuestra fe se proyecte más allá de las paredes de los templos, o de la intimidad del corazón. No podemos llevar una vida doble, no podemos llevar en una mano el rosario y en la otra las armas para acabar con nuestro prójimo. Si realmente le pertenecemos a Dios seamos los primeros en ser los constructores de la unidad y de la paz; seamos los primeros en ser solidarios con nuestros hermanos que sufren a causa de la violencia, de la injusticia o de la pobreza. De nada nos servirían nuestros rezos si continuamos con el corazón cargado de maldad, de egoísmo, de injusticias y de persecuciones. No podremos llamar sinceramente Padre a Dios mientras nos mordamos mutuamente. Tratemos de que con nuestras actitudes jamás les cerremos las puertas de la eternidad junto a Dios a los demás, por llevar una vida incongruente con el Evangelio que anunciamos, siendo así ocasión de escándalo, de burla o de desprecio del Santo Nombre de Dios para ellos.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir con lealtad nuestra fe y de dar testimonio de ella no sólo con una vida intachable, sino también a través de nuestra cercanía a nuestros hermanos que viven en desgracia para remediar sus males, sabiendo que lo que hagamos a ellos, se lo hacemos al mismo Cristo. Amén.

Homiliacatolica.com


3-16. DOMINICOS 2004

Somos elegidos para ser santos

Soy trigo de Dios, decía san Ignacio de Antioquia, y quiero fructificar.
Quiero ser molido por los dientes de las fieras para llegar a ser pan limpio.
Dejad que sea pasto de las fieras, y de la cruz subiré a la gloria.

Todos y cada uno de los amigos de Dios, de los creyentes en Cristo, somos llamados a vivir como testigos del amor, de la generosidad, mostrándonos en actitud de oblación perenne. A veces nos da vergüenza utilizar palabras fuertes, como la de ‘ser oblación’, pero con ello declaramos nuestra flojera interior, nuestra mediocridad. Quien es elegido, debe asemejarse al Maestro que lo elige, y Jesús hizo de sí mismo una ofrenda incondicional, sobre todo por los pobres, marginados, sufrientes, manipulados.

Atrevámonos a repetir interiormente muchas veces que estamos llamados a ser, como Jesús Maestro, una ofrenda de amor, alabanza, fraternidad, paz y justicia entre los hombres.

La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Carta de san Pablo a los efesios 1, 1-10:
“Hermanos: os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Él nos ha bendecido en la persona de cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo... para que seamos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo... a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia... redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados...”

Evangelio según san Lucas 11, 47-54:
“En aquel tiempo, dijo Jesús: ¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis... A esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo...¡Ay de vosotros, juristas, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado, y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!...”

Reflexión para este día
Texto espiritual de san Ignacio de Antioquía
Para introduciremos hoy en el corazón de Cristo, releamos estos pensamientos escritos casi con sangre de mártir, cuando Ignacio se acercaba a Roma:

“Hermanos: Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en Aquél que por nosotros murió y resucitó. En cuanto a mi, ya se acerca el momento de mi nacimiento a la vida nueva. Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida nueva, no queráis que muera (quedándome viviendo en el mundo).

Si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales... Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en sí entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mi, sabiendo cuál es el deseo que me apremia...”

“Os escribo en vida, pero mi deseo es morir. Mi amor está crucificado y ya no queda en mí el fuego de los deseos terrenos; únicamente siento en mi interior la voz de un agua viva que me habla y me dice: “Ven al Padre”...

Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible...”

“Rogad por mí para que llegue a la meta. Os he escrito no con criterios humanos, sino conforme a la mente de Dios. Si sufro el martirio, es señal de que me queréis bien; de lo contrario, es que me habéis aborrecido...”


3-17.

El mundo está hoy necesitando que los cristianos retomemos nuestro papel como profetas. Hombres y mujeres que sepan hablar con valentía, que tengan el coraje de anunciar el Reino y de denunciar aquello que se opone a éste. No es fácil, pues la suerte del profetas siempre es la misma: el desprecio, el descrédito, incluso la misma muerte. Sin embargo, ¿cómo podemos quedarnos callados cuando vemos que nuestro mundo va caminando a la oscuridad; cuando los valores morales van desapareciendo, cuando el cristianismo se ha hecho una rutina de Domingo en lugar de una vida? ¿No te parece que ya es tiempo de tomar de nuevo nuestro papel como Bautizados, como heraldos de la buena noticia del Evangelio?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-18. Y mataron a los profetas

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Luis Gralla

En aquel tiempo, dijo el Señor: ¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los juristas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido.
Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palbra de su boca.

Reflexión:

La hipocresía es aborrecida por Dios; porque no hay nada peor en el alma de un creyente que este terrible pecado. Dios aborrece al que no es sincero y quiere aparentar lo que no es en la realidad.

Dios sigue mandando al mundo de hoy los profetas que predican la verdad, pero de nuevo el hombre vuelve la vista y hace oídos sordos a la verdad. De nuevo volvemos a matar la verdad que Dios sigue proclamando.

El Santo Padre, el Papa, es el profeta que Dios ha elegido para este siglo lleno de crisis espirituales; lo ha elegido para que todos los miembros de su Iglesia encuentren siempre la verdad que salva. Mi fe en Cristo no puede estar separada de mi fe en la Iglesia y mi fe en el Papa; y de aquí ha de brotar mi certeza de que en todo momento he de defender al Papa y sus enseñanzas.

¿No seremos nosotros, tal vez, los que estamos matando a nuestros propios profetas? Porque con frecuencia se escuchan palabras de disconformidad y rechazo hacia quien ha recibido de Cristo la misión de guiar a la Iglesia. El Papa es esa voz que hoy defiende la verdad ante los atropellos y las injusticias. Y esa verdad es siempre la misma, no cambia con los años.

De la mano de María siempre estaremos seguros de ir por el buen camino, por el camino de la verdad de Cristo y de su Iglesia, que es la misma verdad.


3-19. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Continúa Jesús su respuesta inquietante hacia los que se separan de las obras del reino. Lo que va a servir también de aviso para sus seguidores. Para nosotros. ¡Líbranos, Señor, de caer en esas tentaciones! Tentación de aparentar, de construir mausoleos a los profetas antiguos, mientras condenamos a posibles nuevos profetas. Tentación de guardar y controlar la sabiduría que viene de Dios. Cuando sabemos que está reservada para la gente sencilla (Cfr. Mt. 11, 25; Lc 10, 21). ¡Líbranos, Señor!

Hoy estrenamos la Carta a los Efesios. El himno describe el plan divino de salvación y el papel que desempeña en este diseño salvífico cada una de las personas divinas. El Padre ha resucitado a Cristo y nos ha elegido por amor. El Hijo, constituido por el Padre cabeza de la Iglesia, comunidad de salvación fundada por el propio Jesucristo, nos ha redimido y salvado por su sufrimiento. El Espíritu garantiza este plan de salvación y asegura que la acción del Padre y del Hijo alcance su objetivo. Este himno de Efesios nos invita a la alabanza por el cuidado y detalle del plan divino y trinitario de salvación. Tomar conciencia del “esmero divino” nos puede ayudar a afianzar nuestra fe en el éxito de este plan, en medio de las turbulencias de nuestro mundo.

Además de recitar el himno de Efesios como oración de alabanza, os invito a rezar esta oración de Sor Isabel de la Trinidad:

¡Oh Dios mío, Trinidad que adoro! Ayúdame a olvidarme de todo para establecerme en ti, inmóvil y pacífica, como si mi alma ya estuviera en la eternidad. Que nada pueda alterar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi Inmutable, sino que cada minuto me introduzca más y más en la profundidad de tu misterio.

Pacifica mi alma; conviértele en tu cielo, en tu residencia amada, y en el lugar de tu descanso. Que no te deje nunca más solo, que esté enteramente en ti, despierta en mi fe, en plena adoración, entregada del todo a tu acción creadora.

Que el Dios Uno y Trino os llene de su paz y fortaleza.
Vuestro hermano en la fe,

Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)