LUNES DE LA SEMANA 28ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Rm 1, 1-7

1-1.

Ver ADVIENTO 04A


1-2. /Rm/LIBRO:

Durante cuatro semanas meditaremos, con toda la Iglesia una de las más importantes Cartas de san Pablo: la Epístola a los Romanos. Se escribió el año 57 o 58. Es un momento decisivo en la vida de Pablo. Durante quince años funda «Iglesias» en tierra pagana, lo que significa que descubrió y encaminó hacia la fe a hombres y a mujeres.

Les hizo descubrir el misterio de Cristo. Luego hizo que se reunieran para «vivir juntos» ese misterio en las «comunidades locales» que se reuniesen alrededor de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Toda el Asia Menor y las grandes ciudades de Grecia tienen ahora su Comunidad: cada Iglesia fundada crece y se desarrolla por el mismo dinamismo de sus miembros.

Pablo considera ahora que su tarea en Oriente está terminada. Quiere continuarla con los paganos de Occidente.

Proyecta llegar a España pasando por Roma. Para preparar su estancia en la capital del Imperio, escribe a la «comunidad de Roma», fundada ya por san Pedro. Las crisis delicadas que vivió en las Iglesias de Galacia y de Corinto le permitieron reflexionar a fondo sobre el misterio de la "gracia y de la justicia de Dios". Su pensamiento está en plena madurez. Por consiguiente, esta Carta a los Romanos, la más serena y la mejor constituida de todas sus Epístolas, tomará el aire de una vasta síntesis doctrinal.

En primer lugar puedo orar sobre todo esto. Pienso en la lglesia de HOY que esta tratando de fundarse en tal o cual ambiente, en tal o cual realidad de vida, en tal o cual grupo de personas. Señor, ayúdanos a cada uno de nosotros a participar, en su puesto, en ese dinamismo misionero de la Fe.

-Yo, Pablo, servidor de Jesucristo... apóstol por vocación... Escogido para anunciar la Buena Nueva...

Pablo se presenta a unos cristianos que no le conocen.

Pone por delante tres títulos. En su humildad, ¡cuanta dignidad en estos títulos! "Servidor": en el texto griego hay el término "doulos=esclavo"... "Apóstol": es el término elegido por Jesús para designar a los que ha escogido... "Puesto aparte=escogido" es la evocación del acontecimiento del camino de Damasco, el día que C`risto, hace veinte años, "capturó" a Pablo. Todas estas palabras indican un objetivo de Dios: Pablo tiene conciencia de haber sido llamado y consagrado a una obra que sobrepasa totalmente sus fuerzas humanas.

Danos, Señor, la dignidad de nuestra vocación cristiana.

Ayúdanos a creer que Tú esperas también algo de nosotros.

-Me dirijo a todos los amados de Dios... Que estáis en Roma.

Me detengo a repetir esas palabras. Pablo va inmediatamente al misterio más profundo: cuando piensa en sus hermanos cristianos, los considera como a "muy amados de Dios". Aplico esta consideración a mi vida, a los que conozco. A mis familiares. A los de mi ambiente de trabajo. A cuantos encontraré HOY. ¡Los "muy amados de Dios"!

-Hemos recibido gracia y misión de apóstol, para predicar la obediencia de la fe a todas las naciones paganas. FE/OBEDIENCIA

Este es el anuncio del tema principal de su carta. La fe salvadora. Aquí la Fe es presentada como una "obediencia": la cual implica, en efecto, que el hombre se "someta" al Dios que se revela y que le pide obediencia a su Voluntad. No hay Fe sin una sumisión radical al Solo, al Único.

"Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad."

De entrada, Pablo nos ha situado ya frente a lo esencial: la relación del hombre con Dios.

¡Trataré de vivir HOY como Tú quieres!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 332 s.


1-3. /Rm/01/01-17

Para Pablo, Roma no es tanto la capital de un gran imperio cuanto un lugar conocido por la fe de sus cristianos, un lugar donde Dios ha mostrado su amor haciendo que llegara el anuncio de su Hijo.

Más fuerte que los ejércitos que engrandecen y mantienen el Imperio, el evangelio es «fuerza de Dios» para salvación de todo el que cree. Y posee esta fuerza porque Cristo, desde su resurrección, ejerce en toda la tierra su poder de Hijo de Dios y envía el Espíritu Santo.

Esta fuerza fue necesaria para arrancar a Pablo del sistema cerrado de los fariseos, que lo hacía incapaz de creer en una salvación más alta, y convertido en apóstol consagrado en cuerpo y alma al anuncio del evangelio. Todavía fue más necesaria para conseguir la obediencia de los gentiles, que ni siquiera habían oído hablar del Dios que se les revelaba.

La experiencia de esta fuerza, que Pablo sintió en su propia carne, lo llevó a no considerar indigna ni imposible ninguna empresa de evangelización: «Estoy en deuda con griegos y extranjeros, con instruidos e ignorantes». Porque, en realidad, todos somos indignos e incapaces de salvarnos. Pero Dios nos ha amado, nos ha escogido, nos ha santificado, transformándonos mediante esa fuerza de salvación que es el evangelio de su Hijo.

Y por más que puedan sorprenderse los intérpretes oficiales, toda esta revolución no hará más que cumplir lo que profetizaban los libros del Antiguo Testamento; no hará más que revelar el verdadero contenido de la «injusticia» salvadora de Dios: la justicia que los judíos reivindicaban en favor propio y en contra de los gentiles.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 483


2.- Ga 4, 22-24.26-27.31-5, 1

2-1.

-Abraham tuvo dos hijos, uno de su sirvienta, Agar... otro de la mujer libre, Sara... estas cosas tienen un sentido alegórico porque las dos mujeres representan las dos alianzas.

A los judaizantes que admiten el valor de la Escritura, y que quisieran volver a la antigua Alianza, Pablo recuerda que en esa misma Escritura había el anuncio de la «nueva Alianza». Según un procedimiento dialéctico, muy usado por los rabinos judíos, da una aplicación simbólica de la historia de Abraham.

-El hijo de la sirvienta nació según la naturaleza... El hijo de la mujer libre nació en virtud de la «promesa»...

Es una nueva manera de afirmar siempre la misma verdad: la salvación del hombre no puede venir sólo de las fuerzas naturales... no podemos salvarnos por nosotros mismos, «ni por el bien que hacemos», ni por el cumplimiento exacto de la Ley.

De hecho, la salvación es un don gratuito, un regalo sobrenatural, procedente de una promesa gratuita: la gracia es el joyel de la nueva Alianza, que ya estaba presente, dice san Pablo en ese don inesperado de un hijo a Abraham. Humanamente nada podía permitir a Sara tener un hijo: Isaac fue un don absoluto de Dios.

-«Regocíjate, estéril, la que no das hijos... Rompe en gritos de júbilo, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada.»

Dios es el amo de lo imposible. Nada es imposible a Dios.

El ángel lo repetirá a la Virgen María, el día de su anunciación.

Este es un bello símbolo de la gracia, de la gentileza del don gratuito de Dios: una esterilidad vencida, una tristeza vencida... Dios da la fecundidad y la alegría a la que ya no podía esperar, humanamente, nada más.

¡Señor, cólmanos de tu gracia!

¡Señor, haznos disponibles y abiertos a las gracias que quieras otorgarnos!

-Si Cristo nos libertó, es para que seamos verdaderamente libres.

¿De qué libertad habla san Pablo? ¿Con relación a qué nos libertó Cristo?

Queda claro que la Ley era para él una esclavitud en la medida en que se buscaba en ella justificarse uno mismo, por el propio esfuerzo. Esta cuestión es igualmente importante HOY. Muchos cristianos, en lo que a esto se refiere se han quedado en la "antigua Alianza", no viviendo más que en el miedo de Dios, en el ansia de las «obligaciones y preceptos» a cumplir.

Para san Pablo, ser de veras «hijo» es ser «libre», es tener con el Padre unas relaciones tan inmediatas que ya no se tiene miedo de El, y que la ley no es ya una ley exterior alienante: «¡ama, y haz lo que quieras!» será la traducción de san Agustín.

-Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud.

Se comprende el furor de san Pablo ante esos cristianos de Galacia que quieren caer de nuevo bajo el yugo de «prácticas legalistas».

¿Soy yo libre, interiormente?

¿Es mi religión "opresora", onerosa, una carga que hay que arrastrar?

¿O bien, es una «liberación» una alegría, una espontaneidad?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 332 s.


2-2. /Ga/04/08-31 /Ga/05/01

Pablo vuelve a hablar de la experiencia de los gálatas y de su propia experiencia en la evangelización de Galacia. «Vosotros -les dice- estabais como encadenados a adorar a los falsos dioses (muchos cristianos, al cabo de años, todavía comían carne 'con conciencia de ídolo'). De repente fuisteis liberados de esa esclavitud -¡por un milagro del Espíritu!-.

También fue un milagro que, cuando me visteis con todos los signos de una maldición divina (era la reacción normal ante una enfermedad llamativa), no escupisteis como quien espanta a los demonios, sino que me recibisteis como a un ángel (o enviado) de Dios.

Antes de conocerme adorasteis en mí la imagen de Cristo crucificado. Mi dolor, continuación del de Cristo, era como dolores de parto, para que Cristo se formase en vosotros. ¡Sed, pues, fieles a aquel Cristo que lleváis dentro! ¡No me hagáis pasar de nuevo aquellos mismos dolores!».

A continuación, con un estilo totalmente distinto, Pablo compone una alegoría (él mismo la llama así) sobre la relación entre los dos Testamentos. Mejor dicho: entre una vida conducida por la ley (=esclavitud) y una vida conducida por el Espíritu (=libertad).

«Los que viven bajo la ley son como Ismael, hijo de una esclava de Abrahán, que fue expulsado de casa, juntamente con su madre, porque 'perseguía' al hijo de Sara, la mujer legítima.

También ahora, los que no quieren entender el mensaje de la libertad, contenido en el AT y explicitado en el evangelio, y persiguen a la Iglesia, merecen ser expulsados de la familia de los hijos de Abrahán».

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 258 s.


3.- Lc 11, 29-32 

3-1.

VER MIÉRCOLES DE LA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA


3-2.

-Como sea que el gentío se apiñaba a su alrededor, Jesús se puso a decirles:... Un gentío cada vez mayor. Una gran aglomeración de personas... en la acera. ¿Qué es lo que pasa? Unos recién llegados, curiosos, se unen a los que ya están allí estacionados.

-Se puso a decirles: "Esta generación es mala. Pide una señal...

La razón de esa aglomeración, es el deseo de lo maravilloso.

Algo sorprendente va a pasar. Hará algún milagro.

Las muchedumbres están siempre ávidas de lo sensacional. ¿Y yo? ¿Espero también que Dios se me manifieste más?

-Y no se le dará otra señal, excepto la señal de Jonás.

Jesús claramente rehúsa hacer esa "señal" maravillosa que se le pide. Y a los que se lo piden ¡les califica como "malos"! Esa generación es mala.

Es curioso que los contemporáneos hayan podido pedir una señal, siendo así que Jesús había hecho tantos milagros ante sus propios ojos. Pero nunca es bastante.

Señor, danos humildad de corazón para aceptar la acción de Dios en el mundo que de ordinario es gris, sin relieve.

Pues, si bien el mundo entero está penetrado de la Presencia y de los signos de Dios, sin embargo no son presencias ni signos esplendorosos. Es preciso que nuestros ojos tengan más luz, para que sepamos ir discerniendo más y más "lo que Tú, Señor, estás obrando" en los acontecimientos, en las personas que me rodean, en los grupos donde convivo, en los que trabajo, en mi...

-En efecto, igual que Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive así va a serlo el Hijo del hombre para la gente de esa generación.

El "signo de Jonás". Muy simplemente, un hombre que recorre las calles de Nínive gritando que hay que convertirse! He ahí el único y pobre signo que tuvieron los habitantes de Nínive.

¡El "signo" de Dios? Es la llamada a la conversión que percibimos a veces: - esa vocecita tímida que alguna vez nos habla en el fondo de nuestras conciencias y que nos repite: "cambia de vida".

Ese vozarrón del evangelio que nos sacude a menudo y que nos increpa: "cambia de vida".

-Los ninivitas se levantarán en el Juicio contra esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay algo mayor que Jonás.

Tal era sin duda el sentido original de las palabras de Jesús.

Jesús, como Jonás, por su palabra y por su persona, anuncia el Juicio e incita a la conversión. Lucas sólo relató esta interpretación, sencilla y exigente.

-La reina de Saba se pondrá en pie en el Juicio para carearse con esa generación y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y hay más que Salomón aquí.

Ser capaz de "venir desde los confines de la tierra". Para escuchar a un "sabio". ¡Qué aventura! ¡Qué decisión! A esta reina pagana no la arredraron las dificultades ni las molestias, ciertamente.

Más que buscar lo excepcional... hay que atender a las llamadas de mi vida cotidiana... tener confianza en los que han recibido la gracia de anunciar el evangelio... no ahogar con hermosos pretextos la Palabra de Jesús que nos invita a la revisión y a la conversión.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 224 s.


3-3.

1. (Año I) Romanos 1,1-7

Roma era para Pablo un punto de referencia importante. Había predicado el evangeilo en el Mediterráneo oriental y ahora quería llegar hasta las tierras de España, en el occidente (cf. Rm 15,28). Pero, sobre todo, estaba fascinado por la idea de ir a Roma, la capital del imperio, metrópoli mucho más importante que Corinto o Antioquía o Efeso (cf. Rm 1, 9-1S).

Pablo no había fundado ni conocía la comunidad de Roma, que seguramente estaba formada por unos cristianos procedentes del judaísmo y otros del paganismo. La capital siempre es lugar de encuentro y de comunidades mixtas.

Pablo les escribe esta carta, hacia el 58. Es una carta importante, por su doctrina y por sus orientaciones espirituales. Una carta de madurez:: son más de veinte años los que Pablo ha vivido ya como cristiano, reflexionando sobre el misterio de Cristo. Ya lo había esbozado en otras cartas (algunos consideran la de los Gálatas como el borrador de ésta), y ahora presenta una exposición completa de su visión sobre el plan salvador de Dios.

Tal vez había una tendencia en Roma, por parte de los cristianos convertidos del judaísmo, a querer tomar las riendas de la comunidad e imponer sus criterios, porque Pablo en esta carta defiende la igualdad de oportunidades de los judíos y los griegos.

Durante cuatro semanas, leeremos, como primera lectura, esta carta de Pablo, que nos puede ayudar a madurar en nuestra fe y a responder con más ánimos a la gracia que Dios nos ha hecho a través de su Hijo Jesús.

a) Hoy leemos el saludo a "todos los de Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de su pueblo santo", -deseándoles con palabras que repetimos muchas veces nosotros al inicio de la misa- "la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo".

Pablo se tiene que presentar de alguna manera, porque no le conocen. Y lo hace con unos rasgos llenos de intención: es "siervo de Cristo Jesús", pero también "llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el evangelio de Dios". Su misión, en el conjunto de la Iglesia, es "hacer que todos los gentiles respondan a la fe". Ya desde el principio se ve su intención teológica universal.

Pero el más importante no es ni Pablo ni la comunidad: es Jesús, y de él habla ya, con entusiasmo, desde el saludo: "nacido de la estirpe de David, constituido Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección: Jesucristo Nuestro Señor".

b) Este arranque de la carta nos sitúa en seguida en lo esencial del evangelio y nos enseña cuál es nuestro lugar preciso en el plan de Dios:

- somos siervos de Jesús, llamados a ser sus apóstoles y testigos en este mundo; no sólo Pablo o los apóstoles y sus sucesores: todo cristiano es testigo de la salvación de Dios;

- estamos orientados hacia la comunidad cristiana y hacia todos los que Dios quiere salvar: estamos llamados a evangelizar a todos los que podamos en este mundo, con el mismo afán que tenía Pablo: que "todos respondan a la fe";

- lo que anunciamos es el evangelio de Dios, que ya se prometía en el AT, pero que ahora se ha manifestado plenamente, la Buena Noticia de Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador, el que ha sido constituido Señor (Kyrios) por su resurrección por el Espíritu de Dios.

¿Estamos orientados así, en nuestra vida? ¿nos sentimos orgullosos de nuestra fe en Jesús y de la misión evangelizadora que hemos recibido como cristianos? ¿deseamos tan ardientemente como Pablo influir a nuestro alrededor de modo que todos -niños, jóvenes y mayores- conozcan quién es Jesús, el Hijo de Dios, y se alegren de la salvación que les ofrece? ¿o estamos encerrados en nosotros mismos, conformistas y perezosos, deseosos, a lo más, de salvarnos nosotros?

El salmo de hoy, un salmo misionero, nos invita a alegrarnos de que la salvación de Dios alcance a todos: "cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios". Eso es lo que tenemos que hacer posible a nuestro alrededor, aportando nuestro grano de arena a la evangelización de la sociedad.

1. (Año II) Gálatas 4,22-23.26-27.31; 5,1

a) Continuamos leyendo la carta a los Gálatas durante tres días más. El tema ya lo conocemos: la lucha de Pablo contra los integristas judaizantes que se aferran a la ley, a la Torá del AT, y por tanto, implícitamente rechazan el evangelio de Jesús.

Hoy utiliza una comparación, que él mismo considera como una alegoría. Abrahán tuvo dos mujeres: una esclava, Agar, que fue la madre de Ismael; otra, libre, Sara, de la que, según la promesa, tuvo a Isaac (cf. Gn 16 y 21, y la reflexión que hicimos sobre este episodio el jueves de la semana 12ª y el miércoles de la 13ª).

Para Pablo, nosotros somos hijos de la libre, no de la esclava. Ya no dependemos de la ley antigua: "para vivir en libertad nos ha liberado Cristo: por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud". Volver a seguir servilmente la ley del AT es volver a caer en la esclavitud.

b) Somos "hijos de la libre". La afirmación de Pablo lleva énfasis: Cristo nos ha "liberado para la libertad".

¿Es verdad eso para cada uno de nosotros? ¿o se podría decir que estamos apegados a "lo viejo", cuando ya hemos experimentado "lo nuevo"? ¿habría en nuestra mentalidad algo equivalente a la "involución" de aquellos judíos que añoraban la ley de Moisés, cuando Jesús lo ha superado llevándolo a su plenitud? ¿vivimos el cristianismo con corazón libre, de hijos, o con actitud de miedo, de esclavos?

En nuestra época hemos experimentado en la Iglesia "liberaciones" interesantes, promovidas por el Vaticano II y las etapas postconciliares: en la liturgia, en la teología, en la organización de la Iglesia y de la vida religiosa en la promoción de los laicos, en la descentralización, en la apertura al mundo de hoy. Se entiende liberaciones legitimas, movidas por el Espíritu del Señor que es Espíritu de amor y de libertad.

La Iglesia ha dado estos pasos con discernimiento meditado. Sería una pena que alguien quisiera volver atrás por pura añoranza. También podría ser por comodidad, porque las nuevas fronteras de la comunidad son bastante menos definidas que las de antes, tienen más riesgo y compromiso, y por tanto, resultan incómodas.

Una de las mejores lecciones que podemos aprender del mismo Jesús es su admirable libertad interior: libre de las tentaciones que le pueden venir del pueblo, de su familia, de las autoridades, de sus discípulos, del afán de poseer y mandar, de las interpretaciones esclavizantes de los juristas de la época... Ser libres significa que vivimos nuestra fe cristiana con coherencia, con fidelidad, pero no movidos por el interés o el miedo, sino por el amor y la convicción, y lo hacemos con ánimo esponjado, libres tanto de las modas permisivas del mundo como de los voluntarismos exagerados de algunas espiritualidades, que se refugian en un cumplimiento meticuloso que impide respirar.

2. Lucas 11,29-32

a) A Jesús no le gustaba que le pidieran "signos" y milagros. Quería que le creyeran a él por su palabra, como enviado de Dios, no por las cosas maravillosas que pudiera hacer. Aunque también las hiciera.

Así se entiende que les diga que el único "signo" que les va a dar es el de Jonás, y luego añade también el ejemplo de la reina de Sabá, quejándose de la poca fe de sus contemporáneos.

Jonás fue un pobre profeta, que predicó en Nínive sin hacer ningún milagro: pero los ninivitas le creyeron y se convirtieron. Mientras que a Jesús, "uno que es más que Jonás", y que, además, ha hecho signos sorprendentes que ya debieran bastar para reconocerle como el Mesías de Dios, no le acaban de creer. Y lo mismo la reina de Sabá, que vino desde lejos a escuchar la sabiduría de Salomón, y Jesús "es más que Salomón".

El "signo de Jonás" no se refiere aquí -como pasa en Mateo 12,38-40- a la resurrección de Jesús al tercer día, igual que Jonás había estado tres días en el vientre del pez. Lucas pone a Jonás mismo, a su persona, como signo, sin milagros, apoyado sólo en la palabra de Dios. En su caso, con éxito. En el de Jesús, con muchas más dificultades. Y eso que los ninivitas eran paganos, y los que no creían en Jesús, judíos.

b) Los paganos sí supieron reconocer la voz de Dios en los signos de los tiempos. Y los del pueblo elegido, no. Una vez más resuena la queja con que empieza el evangelio de Juan: "vino a su casa y los suyos no le recibieron' (Jn 1,11).

Los judíos se distinguían por pedir milagros, mientras que los griegos buscaban sabiduría (cf. 1 Co 1,22). Puede quedar retratada aquí nuestra generación, cuyo afán de cosas espectaculares y sensacionales, apariciones y revelaciones, es también insaciable.

El signo mejor que nos ha concedido Dios es Cristo mismo, su persona, su palabra.

Pero, por otra parte, nos debemos sentir aludidos nosotros, los cristianos "de casa", los más cercanos a Jesús, que también podemos buscar excusas para no acabar de creer en él, como sus paisanos de Nazaret, que le pedían que hiciera milagros (¿más?) para creer en él (Lc 4). ¿Qué estamos exigiendo nosotros: una voz misteriosa, un signo claro y milagroso?

El sábado afirmaba Jesús que los verdaderos discípulos son los que "escuchan la Palabra y la cumplen". Nosotros la escuchamos con frecuencia: pero ¿se puede decir que la ponemos en práctica a lo largo de la jornada? Si a Jonás le hicieron caso y a Salomón le vinieron a escuchar desde tan lejos, ¿no tendrán razones los ninivitas y la reina de Sabá para echarnos en cara nuestra falta de fe en el Maestro auténtico, Jesús?

¿Se puede decir que escuchamos la Palabra de Dios como María, la hermana de Marta, sentada serenamente a los pies de Jesús? ¿o como la otra María, la madre, que meditaba estas cosas en su corazón, y que adoptó como lema de su vida "hágase en mí según tu Palabra"?

"A todos os deseo la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (1ª lectura I)

"Para vivir en libertad nos ha liberado Cristo" (1ª lectura Il)

"Ellos se convirtieron con la predicación de Jonás y aquí hay uno que es más que Jonás" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 166-170


3-4

Gal 4, 22-24.26-27.31: Somos hijos de la patria libre

Lc 11, 29-32: La señal de Jonás

Hoy se conmemoran 505 años del llamado "descubrimiento de América". Mucho se escribió y controvirtió en la celebración del quinto centenario y poco añadiríamos a las voces que se alzaron para denunciar la invasión recubierta de triunfalismo cultural occidental. Sin embargo, no podemos ser pesimistas y pensar que todo se fue por el barranco. Nuestras culturas son diversas y ricas; aún sobreviven grupos étnicos que defienden sus valores y luchan por una vida digna y una tierra propia.

Pablo, precisamente nos plantea hoy una reflexión que ilumina nuestra práctica cristiana.

Él apela a su tradición para mostrarnos como el Pueblo de Dios no es hijo de la esclavitud, sino de la libertad. Y esto es lo que hoy precisamente nosotros sentimos: nosotros no somos hijos bastardos de Europa, sino hijos legítimos de nuestras propias tierras, de nuestras culturas y nuestros antepasados. El que seamos mestizos no disminuye en nada nuestra valía humana: somos lo que somos, por gracia de Dios. Y somos como todos los demás: todos los seres humanos del mundo son hoy «mestizos», tanto biológica como culturalmente.

Hoy, el evangelio por boca de Pablo, nos llama para que rescatemos nuestro valor como Pueblo de Dios, libre y legítimo. Nuestras comunidades y culturas tienen una identidad con vida propia y ya no se sienten satélites de ningún centro. Somos capaces de asimilar desde lo propio la influencia ajena. Y, aunque por momentos, parece que zozobra nuestra libertad, identidad y dignidad en el mar de influencias foráneas de la «globalización» actual, conservamos lo nuestro gracias al amor a nuestras raíces, a la historia que Dios nos regaló, a la inmensa capacidad que tenemos de asimilar y transformar las nuevas realidades.  

Escribió Colón en su diario después de conocer a la población indígena: "Son la mejor gente del mundo y más sana. Aman a sus prójimos como a sí mismos. Son fieles y sin codicia de lo ajeno". Cristóbal Colón. (En el museo del Oro de Bogotá).

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Pasión por la libertad. Este podría ser un buen lema cristiano. Suena a eslogan publicitario, pero expresa bien uno de los frutos de lo que Cristo ha hecho por nosotros. En su carta a los gálatas, Pablo dice que "para vivir en libertad Cristo nos ha liberado". La consecuencia es clara: "No os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud". Cuando somos liberados del pecado que nos esclaviza somos liberados de todas sus consecuencias. Somos liberados, por ejemplo, del "complejo de cristianos" (tan típico en ciertas sociedades), de la obsesión por ofrecer siempre una imagen impecable (típica del narcisista o del autosuficiente), de los agoreros que ven por todas partes calamidades y callejones sin salidas. ¡Somos liberados incluso de los que continuamente nos timan con propuestas insuficientes de salvación: un partido político, un sindicato, una asociación, una terapia psicológica, un libro-revelación!

Un cristiano tiene un sexto sentido para no dejarse llevar por nadie ni nada que lo esclavice. Es, por tanto, el mayor crítico de la religión cuando ésta se presenta como un yugo y no como un camino de libertad. Y también el mayor crítico de las políticas que con apariencia de luchar contra el mal buscan siempre sus propios intereses. Esto es lo que parece estar sucediendo actualmente en la crisis entre Estados Unidos e Irak. Así lo ha visto también una persona que no puede ser tildada de antiamericana: el reciente Premio Nobel de la Paz, Jimmy Carter.

Naturalmente, en nuestros juicios históricos podemos equivocarnos. Lo que hoy nos parece claro, mañana, con mejor información y mayor perspectiva, puede parecernos oscuro. Sólo hay un signo que resiste los vaivenes de la historia: el signo del Hijo del Hombre. Jesús es más que Jonás, y más que George Bush, Tony Blair, Juan Pablo II, Ronaldo o Tom Cruise. Esto no significa que debamos despreciar el liderazgo científico, artístico o moral de los hombres y mujeres que nos ayudan a orientar nuestro presente. Significa que no debemos dejarnos nunca embaucar.

Mantener la libertad de Jesús es quizá hoy uno de esos grandes signos que pueden hacer del evangelio un camino atrayente.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

LA UNICA SEÑAL: JESUS Y SU MENSAJE, COMO LA DE JONAS

En este pasaje Jesús pasa a respon­der a la segunda cuestión anterior («Otros, para tentarlo, le exigían una señal que viniera del cielo», 11,16). Al ver que la gente iba tomando partido a su favor (11,29a), se pone a denunciar la perversidad de los que se aprovechan de la gente que se acaba de liberar y que lo quieren comprometer también a él a lanzarse ciegamente a una empresa que llevaría al pueblo a un fracaso estrepitoso. De falsos mesías ha habido ya una colección. Son los que incitan el pueblo a tomar las armas en nombre de Dios («le exigen una señal que viniera del cielo»). Reclaman una señal espectacular, una intervención contundente de Dios en la histo­ria. Jesús les sale con algo imprevisto. En lugar de una señal irrebatible y prodigiosa, provocada por un deus ex machina que interviene en los asuntos humanos imponiendo su poder a diestra y siniestra con una «santa cruzada», les anticipa que su señal será el fracaso del Hombre, su muerte, en manos de los poderosos y explotadores del hombre.

Con una analogía, «la señal de Jonás», y dos ejemplos, «la reina del Sur» y «los ninivitas», Jesús responde de manera cate­górica a los que, en lugar de escuchar el mensaje, se dedican a comprometer la empresa de Dios entre los hombres: «Porque de la misma manera que Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive», invitándolos a la conversión, «así va a serlo también el Hombre para esta generación. La reina del Sur se pondrá en pie en el juicio para carearse con esta generación y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y hay más que Salomón aquí. Los habitantes de Nínive se alzarán en el juicio para carearse con esta generación y harán que la condenen, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, y hay más que Jonás aquí» (11,30-32). 'Escuchar' la sabiduría de su mensaje, superior a la de Jonás, es la invitación que dirige Jesús, el Hombre por antonomasia, a todo hombre de buena voluntad: notad que los dos ejemplos han sido tomados intencionadamente a partir de personajes ajenos a la promesa hecha a Israel. Se han invertido los términos: los dirigentes religiosos y los responsables políticos de Israel serán condenados por el testimonio de extranjeros, considerados por ellos como depravados e incrédulos.


COMENTARIO 2

Lo extraordinario, frecuentemente, se convierte en el lugar donde se espera encontrar la presencia divina. El hombre se dirige allí donde pueden encontrarse soluciones mágicas a sus problemas, fuera del curso normal de los acontecimientos.

Esta forma de búsqueda de señales de la presencia de Dios nos ofusca y llega a hacernos cerrar los ojos ante la verdadera señal que El nos ofrece que, la mayoría de las veces, se presenta bajo las humildes apariencias de los hechos cotidianos de nuestra vida.

La Palabra de Dios en ellos toma la forma de una invitación a la conversión que muchas veces es rechazada porque no nos saca de lo cotidiano sino que pide una respuesta que no nos aleja de ese ámbito.

Por eso, en la vida se nos coloca frecuentemente ante la necesidad de tomar una decisión entre la Persona y la vida de Jesús, por un lado, y nuestro gusto por lo maravilloso, por otro. De esa decisión depende que nos situemos en medio de la generación malvada condenada por Jesús o entre los que aceptan la presencia de Dios como los ninivitas que supieron escuchar la predicación de Jonás y como la Reina del Sur que supo buscar la Sabiduría en Salomón.

La conversión no es otra cosa que reconocer las señales de vida ofrecidas por Dios, asumir su visión y la defensa que Dios hace de Ella. Aceptar la presencia de Dios en Jesús y en los hermanos y confiar en la capacidad de transformación que Dios ha ligado a su Palabra son el único camino válido para el Encuentro auténtico con Dios.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

Lucas quiere expresar en este texto que presenta la rivalidad de Jesús con los fariseos, la forma falsa que tienen éstos para engañar al pueblo y para no aceptar la propuesta mesiánica de Jesús.
Jesús, quebranta las jerarquías establecidas, incluso las que apelan a la caridad. Pone en jaque la vida de los estudiosos de la ley y de los fieles del judaísmo. Jesús, nunca se afilió a la academia de los insoportables fariseos. Para ellos, Jesús es un galileo intratable. Un día cualquiera le piden a Jesús un signo que venga del cielo, algo hermoso, firmado por Dios. ¿Por qué? Continuamente está haciendo signos, a la vista de todos, pero para ellos esos signos son adornos de mal gusto, y además Jesús da la impresión de no tenerlos en cuenta cuando despide a los que son restituidos con un "anda en paz, tu fe te ha salvado". Pero los fariseos quieren un signo llamativo, que deje a todos sin aliento y les obligue a convertirse. Seguirán buscando ese prestigio tras el que corren como locos. Saludarán en Jesús a uno de sus hermanos, tan amigo como ellos de la ostentación.
Es evidente, que Jesús no quiere satisfacerles a ese precio. Jesús les aclara a los fariseos que no les dará ninguna señal, ya que ellos, estudiosos de la ley y de las tradiciones judías, conocen todos los signos y señales que Dios ha dado al pueblo a lo largo de su historia. El signo que Jesús les recuerda a ellos es el de Jonás. Este signo Jesús lo recuerda porque ha descubierto y desenmascarado la perversión y el empecinamiento de los fariseos y de los escribas y por eso sobre ellos caerá el juicio de los paganos de Nínive, convertidos a Dios, ocho siglos antes, por la predicación de Jonás. Lucas, deja de manifiesto que llega ahora alguien que es más que Jonás: es el enviado de Dios, y solamente encuentra objeciones y resistencia de parte de los que se sienten "dueños de Dios".
El símbolo de Jonás sigue allí llamándonos la atención para que también nosotros hoy revisemos nuestra vida, dejemos las falsas seguridades y comencemos a cambiar de actitud; la vida tenemos que irla haciendo crecer a la medida de Jesús, el ser humano ideal que sigue siendo para nosotros el mejor camino de acceder a Dios y a su Reino. Abandonemos, entonces, la actitud farisaica de autosuficientes y de creernos mejores que los demás.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. Lunes 13 de octubre de 2003
 
Rom 1, 1-7: “Que los gentiles respondan a la fe”
Salmo responsorial: 97, 1-4: “El Señor da a conocer su victoria”
Lc 11, 29-32: “A esta generación no se dará más que el signo de Jonás”

Pablo en la primera lectura de hoy, describe la difusión del cristianismo refiriéndose al don y misión apostólicas recibidas de Jesús para hacer “que los gentiles respondan a la fe para gloria de su nombre” (Rom 1,5).

El tema central de todo el episodio es la autorrevelación velada pero vigorosa de Jesús como el Mesías. Con un trasfondo de alusiones al Antiguo testamento (Jonás, Nínive, reina del Mediodía, Salomón) y con un encuadre literario de género apocalíptico (juicio, signo, Hijo del hombre), Lucas resalta la figura del Mesías predicador, profeta, como signo pleno y señal escatológica de la irrupción salvífica de Dios en la historia, como señor resucitado (aludido implícitamente también en “se levantará”,”se levantarán”), aunque no tan explícitamente como lo hace Mateo al equiparar los tres días de Jonás en el vientre de la ballena con la resurrección de Jesús (cf. Mt 12,40).

En contraposición, se destaca en el texto la dureza y cerrazón de sus oyentes (“generación malvada”, v.29) quienes ante la plenitud de la oferta de Dios en Jesucristo, han cerrado sus ojos a la luz (texto subsiguiente sobre la lámpara, Lc 11,33-36), prefiriendo la tiniebla del pecado y la oscuridad de su autosuficiencia y poder. Definitivamente el Reino se acoge desde la espiritualidad del pobres y del necesitado.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-9. ACI DIGITAL 2003

29. Véase Jonás 2.

31. Alude a la reina de Sabá (Arabia) que visitó a Salomón, para ver su sabiduría (III Rey. 10, 1; Mat. 12, 39 - 42; Marc. 8, 12). Estas referencias que hace Jesús a los que vanamente le piden milagros (cf. Juan 6, 30; 12, 37), tienen por objeto mostrarles que su divina sabiduría basta y sobra para conquistarle, sin necesidad de milagros, la adhesión de cuantos no sean de corazón doble (Juan 7, 17 y nota: "Si alguno quiere cumplir Su voluntad, conocerá si esta doctrina viene de Dios, o si Yo hablo por mi propia cuenta".

Procedimiento infalible para llegar a tener fe: Jesús promete la luz a todo aquel que busca la verdad para conformar a ella su vida (I Juan 1, 5 - 7). Está aquí, pues, toda la apologética de Jesús. El que con rectitud escuche la Palabra divina, no podrá resistirle, porque "jamás hombre alguno habló como Este" (v. 46). El ánimo doble, en cambio, en vano intentará buscar la Verdad divina en otras fuentes, pues su falta de rectitud cierra la entrada al Espíritu Santo, único que puede hacernos penetrar en el misterio de Dios (I Cor. 2, 10 ss.). De ahí que, como lo enseña S. Pablo y lo declaró Pío X en el juramento antimodernista, basta la observación de la naturaleza para conocer la existencia del Creador eterno, su omnipotencia y su divinidad (Rom. 1, 20); pero la fe no es ese conocimiento natural de Dios, sino el conocimiento sobrenatural que viene de la adhesión prestada a la verdad de la palabra revelada, "a causa de la autoridad de Dios sumamente veraz").

Esta sabiduría de Jesús es la lámpara de que habla en el v. 33 ss., y que no debe ser soterrada por los indiferentes, ni escondida por los maestros, porque todos tenemos necesidad de ella para nosotros y para los demás.


3-10. DOMINICOS 2003

Siervos y escogidos por amor

Las primeras palabras de la carta de san Pablo a los romanos pueden servirnos de introducción a la liturgia en este día. Esas palabras las reducimos a tres: Siervo, Apóstol, Escogido. Y cada una de las tres, hechas vida en san Pablo, se refieren también a nosotros, como cristianos.

Siervo. Pablo se siente ‘felizmente siervo’, porque ante la grandeza, generosidad, llamamiento, donación que Dios le hace de su gracia y predilección, se queda como anonadado; y en ese anonadamiento toma conciencia de su responsabilidad en el cumplimiento de su deber.  Pablo, como cualquiera de nosotros, no es nada o casi nada ante Dios, pero en él brilla la conciencia de tal y esto le ennoblece. Cuando más pequeño, más verdadero y leal.

Apóstol. La servidumbre de Pablo está colmada de nobleza. Precisamente por la vía de la humildad, del reconocimiento de las propias miserias, y de la iluminación que le ofrece la verdad de Jesús, se siente llamado a cumplir un altísimo papel: ser apóstol del Señor Jesús. Nadie le consagra o designa oficialmente, pero en lo más hondo de su conciencia de convertido está la fuerza del Espíritu que le pone totalmente a disposición del Señor y de su misión. ¿No deberíamos experimentar cada uno de los creyentes ese mismo impulso del Espíritu para ser testigos y mensajeros de Cristo?

Escogido. Pablo, un judío entre miles de judíos, descendientes de David y los Patriarcas, vive la experiencia de sentirse amado, acogido, tomado de la mano, para que aprenda a andar por nuevos caminos con la alforja llena de mensajes que antes hubiera sido incapaz de asumir y de comunicar.

Esa elección de Pablo, como la nuestra, aun siendo privilegio de amor, no es motivo de gloria vana sino primer impulso de gracia, obra de Dios, a la que nosotros hemos de responder con entrega incondicional. La ‘fidelidad’ lo supone.

ORACIÓN:

Gracias, Señor, por iluminarnos en esta celebración con el pensamiento de tu siervo, Pablo, y por invitarnos a ser con él en nuestra vida testigos del gran amor que nos tienes y mensajeros de luz, amor y paz entre tantos hombres que parecen ignoran la felicidad que esos dones comportan. Amén.

 

Fuerza de la palabra en pablo

Carta a los romanos 1, 1-7:

“Yo Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios.

Este Evangelio, prometido por los profetas en las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según lo humano, de la estirpe de David¸ constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo nuestro Señor.

Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús... Os deseo la gracia y la paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo”.

Este párrafo, que hemos dividido en tres partes, es un compendio maravilloso de lo que es san Pablo, de cuál es su misión, y de la grandeza de las revelaciones hechas en y por Cristo Jesús.

Evangelio según san Lucas 11, 29-32:

“La gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará otro signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo lo será el Hijo del hombre para esta generación...

Cuando sean juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”

En este párrafo, la mirada de Jesús se dirige a la generalidad de todo el pueblo de Israel. Todo su conjunto es  desagradecido, pues, por uno u otro motivo, se desentiende del mensaje salvífico que Él anuncia.

 

Momento de reflexión

Abiertos a la luz.

Jesús habla a su generación, y lo hace con pena, con denuncia de sus actitudes. No es que no le sigan, pues la multitud se apiña a su alrededor, sino que la intimidad y verdad de sus conciencias no concuerda con los gestos externos multitudinarios.

Cada cual, sobre todo los sabios y letrados, quiere que el Maestro se dedique a él, dándole importancia, mostrándole con abundancia de gestos y signos la veracidad de sus palabras. Y, lo que es peor, lo pide sin intención de cambiar de vida. Esta hipocresía es lo que más hiere al Señor.

Las verdades de san Pablo.

Seleccionemos algunas de las grandes verdades y criterios de vida expuestas por Pablo a los fieles de Roma:

viñeta

Él, y nosotros, estamos llamados  a ‘anunciar el Evangelio de Dios’. Acto de fe.

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Ese ‘Evangelio’ no es creación nueva sino el ya ‘prometido por sus profetas’. Lo cual es lectura nueva paulina de las Escrituras.

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El contenido de ese Evangelio, ya vaticinado, ‘se refiere a su Hijo’, Jesús, bajo dos aspectos: primero, en cuanto ‘nacido, según la carne, de la estirpe de David’, es decir, hombre entre los hombres; segundo, ‘constituido Hijo de Dios, por el Espíritu’, es decir, poseedor de una naturaleza divina, antes de hacerse hombre. Misterio de fe: Jesús, Hijo de Dios e Hijo del hombre.   Una persona, dos naturalezas.

viñeta

Su aval, su signo por excelencia, la confirmación de la verdad de todo ello, es la ‘resurrección de la muerte’. Cristo triunfante sella toda su vida y dignidad. Es Señor.

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Ese Cristo triunfante, victorioso, Señor, es el que pide a Pablo y a nosotros que cumplamos la misión de anunciar su Reino.


3-11. 2003 

LECTURAS: ROM 1, 1-7; SAL 97; LC 11, 29-32

Rom. 1, 1-7. En la Primera Alianza el Siervo de YHWH, elegido por Dios, debería estar dispuesto a escuchar la Palabra del Señor y a ponerla en práctica, y a proclamarla a todos, asumiendo todos los riesgos que le vinieran por realizar dicho anuncio. Por la fe nosotros somos Siervos de Cristo Jesús. Quienes lo hemos aceptado como Señor jamás debemos de perder nuestra relación personal con Él. Debemos, como siervos, estar a los pies del Señor, pendientes de lo que Él nos pida y dispuestos a cumplir en todo su voluntad. Sin embargo no sólo nos quiere obedientes en una vida de servicio a Él mediante el culto; no sólo espera de nosotros una vida de hijos en el Hijo, santificados por el Espíritu Santo. Revestidos de Cristo, y hechos partícipes de su mismo Espíritu, Él nos ha elegido para ser apóstoles, de tal forma que la Salvación que procede del Evangelio, llegue a todos los pueblos mediante la proclamación que hagamos del Él, tanto con las palabras como, sobre todo, con nuestro ejemplo. Cumplamos, con amor, la Misión que tenemos como Iglesia de Cristo, de proclamar la Buena Nueva de salvación a todas las naciones.

Sal.97. Mediante el Misterio Pascual de Cristo, Dios se ha levantado victorioso sobre la serpiente antigua, o Satanás. Esa victoria debe ser nuestra victoria, de tal forma que, quienes creemos en Cristo, en adelante no vivamos como esclavos del Pecado, sino que nos manifestemos como hijos de Dios, santificados por Él. El Señor nos ha elegido y enviado para dar a conocer su victoria salvadora a todas las naciones. Es responsabilidad de la Iglesia el trabajar denodadamente para que esa Misión se cumpla constantemente; pues mientras alguien viva lejos del Señor, no podemos descansar no sólo en anunciarle con los labios, sino en ser un testimonio vivo ante él del amor que Dios tiene a todos.

Lc. 11, 29-32. Jonás proclamó a los Ninivitas la necesidad de la conversión para recibir el perdón de Dios. Él, a pesar de su rebeldía, se convierte en un signo de Cristo, enviado a salvar a la humanidad. Efectivamente, Jesús inicia su predicación del Reino diciendo: El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio. Y Él nos dio numerosas pruebas de que es el Hijo de Dios, que se ha hecho el Dios-con-nosotros. Jonás, enviado a un pueblo de gentiles, los invita a volver a Dios; y al ver Dios cómo se arrepentían de su mala vida, tuvo compasión de ellos, pues Dios quiere que todos los hombres, sin distinción, se salven y participen de su Gloria. En Jesús se llevan a cabo, de modo perfecto, estas expectativas, pues Él, cumplida su misión aquí en la tierra, enviará a sus Apóstoles a todo el mundo para que todos conozcan el Evangelio y hagan suya la Salvación que Dios ofrece a todos.

Dios nos ha convocado en esta Eucaristía para confiarnos el anuncio del Evangelio que nos salva. Él no se fija en nuestra vida pasada, pues nosotros, que seremos convertidos no sólo en quienes proclaman el Evangelio con los labios, sino en quienes dan testimonio del mismo con una vida recta, somos los primeros que hemos de ser perdonados, santificados y llenos del Espíritu de Dios. Por eso, en esta Eucaristía venimos con el compromiso de entrar en comunión de Vida con Cristo. Él nos convertirá en un Evangelio viviente de su amor para todas las gentes. Al volver a nuestras actividades diarias hemos de ir como testigos de la fe que profesamos en Cristo, viviendo con mayor honestidad en medio de las realidades en que se desarrolle nuestra existencia.

La Iglesia de Cristo no puede vivir una fe de élites. La fe no está encadenada a alguna cultura, ni a un determinado estrato social, ni a grupos apostólicos dentro de la misma Iglesia. Dios, que llama a toda la humanidad a la salvación, ha unido a sí a la Iglesia para convertirla en un signo perenne de su amor entre nosotros. Es a la Iglesia a quien compete continuar proclamando el Nombre de Dios a todos los pueblos. No puede anquilosarse en una mirada apostólica narcisista, traicionando así la Misión universal que el Señor le ha confiado. Por eso, quienes creemos en Cristo debemos, como Él, esforzarnos por llamar a todos a la conversión y a la aceptación en su vida de la Vida que procede de Dios, y de su Espíritu que habitará en el corazón del creyente como en un templo. Nuestro anuncio del Evangelio no consistirá sólo en palabras, pues, aun cuando éstas son necesarias, sin embargo debemos dar testimonio de que esa Palabra ha sido eficaz en nosotros y nos ha salvado, nos ha liberado de nuestras esclavitudes al mal y nos hace caminar como criaturas renovadas en Cristo, capaces de amar, de ser misericordiosos, de ser constructores de la paz, y de ser solidarios con los que sufren enfermedades y pobrezas para ayudarles a vivir con mayor dignidad. Entonces comprobarán que el Evangelio, en realidad, transforma al hombre, y puede darle un nuevo modo de caminar como hombre perfecto en Cristo; y podrán decidir, con mayor fundamento, su seguimiento al Señor.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, la gracia de proclamar el Nombre del Señor con una vida intachable, preocupándonos de que el amor de Dios llegue a todas la gentes. Amén.

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3-12. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Jesús se queja ante las multitudes tachándolas de “generación perversa”. Con esta frase se alude a la generación de los israelitas en el desierto durante el éxodo, cuando, sacados de la esclavitud de Egipto, se sublevaron contra Moisés, deseando volver a la tierra de esclavitud, donde, al menos, tenían la comida asegurada y decían: “¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos ha sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad (Éx 16,3).

Los oyentes de Jesús quieren una señal como las que realizó Moisés en el desierto, liberadora para Israel y destructora para sus enemigos (Dt 6,22; 7,19; 11,3). Esa generación -representada especialmente por los fariseos y letrados, pero también por el pueblo que está sometido a su doctrina- pide un signo aparatoso, que la haga convencerse de una vez para siempre de la naturaleza del Mesías. Pero a esa generación, dice Jesús, no se le dará otro signo que el de Jonás, pues en ese signo se revela su naturaleza como mesías de dolores que muere y resucita y como salvador universal que brinda el perdón por igual a judíos y paganos.
Como Jonás que pasó tres días en el vientre de la ballena y fue devuelto a Nínive, Jesús pasará tres días en la tumba y será devuelto a la orilla de la resurrección; los judíos tendrán que comprender que sólo halla la vida definitiva quien está dispuesto a dar la suya.

Como Jonás que predicó la conversión a los ninivitas, prototipo de pueblo enemigo de Dios, Jesús ha venido a anunciar la conversión no sólo a los judíos, sino también a los paganos ofreciendo el perdón universal de Dios a todos.
Este es el verdadero signo del Mesías: su amor hasta la muerte, para brindar el perdón a todos, incluso a los enemigos. Y éste es el signo no lo quiere aceptar la generación presente que sigue aferrada todavía a un mesías de triunfo y a un Dios vengativo.

La sabiduría de Jesús no tiene comparación con la de Salomón, pues Jesús expresa con sus palabras y encarna con su vida este plan de Dios. Jesús es también más que Jonás que se resistió, poniendo proa a Tarsis, a anunciar el perdón a los ninivitas, resultando al final profeta a la fuerza, cuando la ballena lo devuelve por voluntad de Dios a la orilla opuesta y se ve obligado, muy a su pesar, a anunciar el perdón a los enemigos del pueblo de Dios. Jesús es más que Jonás porque se ocupa desde el principio por voluntad propia en las cosas de su Padre, cuyo proyecto principal es brindar la salvación a todos por igual, judíos o paganos.


3-13.

Comentario: P. Raimondo Sorgia Mannai, OP (San Domenico di Fiesole, Florencia)

«Esta generación es una generación malvada; pide una señal»

Hoy, la voz dulce —pero severa— de Cristo pone en guardia a los que están convencidos de tener ya el “billete” para el Paraíso solamente porque dicen: «¡Jesús, qué bello que eres!». Cristo ha pagado el precio de nuestra salvación sin excluir a nadie, pero hay que observar unas condiciones básicas. Y, entre otras, está la de no pretender que Cristo lo haga todo y nosotros nada. Esto sería no solamente necedad, sino malvada soberbia. Por esto, el Señor hoy usa la palabra “malvada”: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás» (Lc 11,29). Le da el nombre de “malvada” porque pone la condición de ver antes milagros espectaculares para dar después su eventual y condescendiente adhesión.

Ni ante sus paisanos de Nazaret accedió, porque —¡exigentes!— pretendían que Jesús signara su misión de profeta y Mesías mediante maravillosos prodigios, que ellos querrían saborear como espectadores sentados desde la butaca de un cine. Pero eso no puede ser: el Señor ofrece la salvación, pero sólo a aquel que se sujeta a Él mediante una obediencia que nace de la fe, que espera y calla. Dios pretende esa fe antecedente (que en nuestro interior Él mismo ha puesto como una semilla de gracia).

Un testigo en contra de los creyentes que mantienen una caricatura de la fe será la reina del Mediodía, que se desplazó desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y resulta que «aquí hay algo más que Salomón» (Lc 11,31). Dice un proverbio que «no hay peor sordo que quien no quiere oír». Cristo, condenado a muerte, resucitará a los tres días: a quien le reconozca, le propone la salvación, mientras que para los otros —regresando como Juez— no quedará ya nada qué hacer, sino oír la condenación por obstinada incredulidad. Aceptémosle con fe y amor adelantados. Le reconoceremos y nos reconocerá como suyos. Decía el Siervo de Dios Don Alberione: «Dios no gasta la luz: enciende las lamparillas en la medida en que hagan falta, pero siempre en tiempo oportuno»


3-14. Lunes, 11 de octubre del 2004

No somos hijos de una esclava, sino de la mujer libre

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 4, 22-24. 26-27. 31-5, 1

Hermanos:

Está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de su esclava y otro de su mujer, que era libre. El hijo de la esclava nació según la carne; en cambio, el hijo de la mujer libre nació en virtud de la promesa.

Hay en todo esto un simbolismo: estas dos mujeres representan las dos Alianzas. La primera Alianza, la del monte Sinaí, que engendró un pueblo para la esclavitud, está representada por Agar. Pero hay otra Jerusalén, la celestial, que es libre, y ella es nuestra madre. Porque dice la Escritura: "¡Alégrate, tú que eres estéril y no das a luz; prorrumpe en gritos de alegría, tú que no conoces los dolores del parto! Porque serán más numerosos los hijos de la mujer abandonada que los hijos de la que tiene marido”.

Por lo tanto, hermanos, no somos hijos de una esclava, sino de la mujer libre. Ésta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 112, 1- 7

R. ¡Bendito sea el Nombre del Señor!

Alaben, servidores del Señor,
alaben el Nombre del Señor.
Bendito sea el Nombre del Señor,
desde ahora y para siempre. R.

Desde la salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el Nombre del Señor.
El Señor está sobre todas las naciones,
su gloria se eleva sobre el cielo. R.

¿Quién es como el Señor, nuestro Dios,
que tiene su morada en las alturas,
y se inclina para contemplar el cielo y la tierra?
Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria. R.

EVANGELIO

A esta generación no le será dado otro signo que el de Jonás

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
11, 29-32

Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: «Ésta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.

El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay Alguien que es más que Salomón.

El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay Alguien que es más que Jonás».

Palabra del Señor.

Reflexión:

Son palabras duras las del Señor. Y valen también para hoy, y con una actualidad que espanta. Veámoslo.

Dentro de los deseos del hombre constatamos con bastante frecuencia esa tendencia a ver “rarezas” por doquier. Nos causa mucho placer, nos devora la curiosidad, nos arrojaríamos casi sin pensarlo adonde algún evento nos sacie este anhelo de espectacularidades. Y más si se trata de lo del más allá y todas esas cosas.

Pero también están los “racionales”, los que piensan que todo tiene que tener una explicación científica, como si todo fueran astros y cálculos matemáticos. El día en que algún científico logre hacer la ecuación que demuestre cuánto amor tiene un hijo por su madre, seguramente llegará el fin del mundo porque nunca lo logrará. Entonces tenemos a los demasiado crédulos y a los netamente incrédulos. Los que han pedido signos a Cristo representan a estos dos bandos. No pedirían nada si fueran verdaderos creyentes. Veamos si las cosas no están así hoy en día.

Cerremos los ojos. Recordemos personas, situaciones, programas de televisión, etc. Seguramente saldrán a la memoria aquellos sujetos que buscan hasta en las piedras volcánicas algún rastro de lo divino, o de los que se montan en una exótica pirámide para aspirar energía cósmica. También serán rememorados los sabios del mundo que, mirando estrellas, formulan teorías científicas sobre agujeros negros, quasares y supernovas mandando, eso sí, a la Inteligencia que los creó a la oscuridad de supersticiones vanas.

Unos y otros piden una señal. ¿Qué ha dicho Cristo hoy por boca del evangelista Lucas? Que, lamentablemente, somos “una generación malvada”, esto es, no hemos convertido el corazón al Dios vivo, lo tenemos cegado con nuestra mala conducta y soberbia de la vida. ¿Cómo pedimos, entonces, una señal de fe si hemos cerrado, con esta actitud, el corazón a acoger al Señor?

Por eso la única señal será la del profeta Jonás, el hombre que predica la conversión por toda la ciudad de Nínive, a ver si libremente cada uno de nosotros acepta la propuesta, muda el corazón, y nos volvemos a Dios. Ya con esto habremos logrado la más grande señal que Dios haya podido obrar en el alma libre: la conversión por propia y deliberada iniciativa al Dios que da la vida, Fuente perenne del verdadero creyente, Verdad eterna del verdadero sabio.

Es mejor no pedir ninguna señal al Señor. Con esto hacemos mejor mérito a nuestra fe en Él.

Andrés Pérez

Fuente: Catholic.net

En este Evangelio, el Señor se niega a tener que recurrir a milagrerismos para dar evidencia de su acción mesiánica. Además, queda claro que la cruz y la resurrección son los signos que el Señor deja para mostrar su acción mesiánica.

Cuando tenemos un dolor, un fracaso, una preocupación, sentimos la necesidad de recurrir al milagrerismo de Dios y le pedimos que nos resuelva esa situación. El Señor nos la resuelve mostrándonos un camino: “El que quiera seguirme, que cargue con su cruz y me siga”. Increíblemente, la respuesta que nosotros buscamos está allí mismo donde se plantea el conflicto.

En el pasaje paralelo del Evangelio de San Marcos, los que piden una señal son los fariseos. En cambio, en el Evangelio de Mateo son los escribas y los fariseos. En el pasaje de Lucas, es la gente pagana la que rodea a Jesús. Y es notable el paralelismo con el Antiguo Testamento. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de un cetáceo. Tres días y tres noches estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra. San Mateo explica de qué se trata este signo de Jonás: La Pascua, es decir, la muerte y la resurrección de Cristo. Este es el gran signo que Dios viene a traer al mundo.

Para los que creemos, detrás de la cruz está la vida, detrás de la muerte, viene la resurrección. Debemos aprender a permanecer en aquellos lugares de donde, naturalmente, tendemos a escapar. Es una actitud evasiva la que nos hace pedirle a Dios que obre milagros para que nos saque de esa situación.

En la Encarnación, Dios se hace uno de nosotros en lo cotidiano, con lo cual se nos está mostrando que es allí, justamente, donde Dios se revela y se hace presente. Anhelamos lo que vendrá sin gozar de lo que ya tenemos, miramos la mitad vacía de la botella en lugar de mirar la mitad llena. Nos gana el corazón un cierto espíritu de pesimismo que nos impide vincularnos gozosamente a lo de todos los días.

El Señor, con ésta enseñanza, pone nuestro corazón en el centro mismo del misterio que es la Pascua: la muerte y resurrección de Jesucristo. Somos invitados a hacer presente de nuevo la Pascua de Jesús, en las cosas de todos los días, entregándonos de todo corazón y como respuesta de amor al Amor de Dios.

En el Catecismo de la Iglesia Católica leemos: "En la vida humana, signos y símbolos ocupan un lugar importante. El hombre, siendo a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades espirituales a través de signos y símbolos materiales".

¿De qué signos y símbolos estamos hablando? Dios se expresa y comunica a través de signos y símbolos sencillos. San Francisco de Asís descubrió a Dios en la naturaleza y también, increíblemente, en el rostro de un leproso, en la oración y en compartir la pobreza con los hermanos.

En tu vida, ¿dónde se manifiesta Jesús? ¿Cuáles son los modos que Dios tiene para acercarte su Presencia? A algunos nos gusta tomar la Palabra de Dios y dejar que sea en ella donde Dios revela su amor. A otros les habla a través de la vida cotidiana. A muchos, Dios se les manifiesta en el silencio o a través de la música.

Padre Javier Soteras

La gente seguía a Jesús fascinada por sus milagros y pidiendo una señal que les comprobara que era VERDADERAMENTE el Mesías. Hoy en día todavía hay mucha gente que continúa buscando los milagros del Señor en lugar de buscar al Señor de los milagros. Día con día Dios nos da signos de su presencia, de su amor, y nos invita a vivir en él, a confiar en él, a tenerlo verdaderamente como nuestro Dios y Señor. Basta abrir bien nuestros ojos, sobre todo los del corazón, y nos daremos cuenta que habita entre nosotros, que nos protege en nuestras dificultades, que ni un solo momento estamos solos. Los que no lo ven, no lo sienten cercano, generalmente es porque no oran. Si tú no quieres ser de los que se pasan la vida pidiendo a Dios "una señal", ora y: verás... oirás... amarás.


3-15.

Reflexión

La gente seguía a Jesús fascinada por sus milagros y pidiendo una señal que les comprobara que era VERDADERAMENTE el Mesías. Hoy en día todavía hay mucha gente que continúa buscando los milagros del Señor en lugar de buscar al Señor de los milagros. Día con día Dios nos da signos de su presencia, de su amor, y nos invita a vivir en él, a confiar en él, a tenerlo verdaderamente como nuestro Dios y Señor. Basta abrir bien nuestros ojos, sobre todo los del corazón, y nos daremos cuenta que habita entre nosotros, que nos protege en nuestras dificultades, que ni un solo momento estamos solos. Los que no lo ven, no lo sienten cercano, generalmente es porque no oran. Si tú no quieres ser de los que se pasan la vida pidiendo a Dios “una señal”, ora y: verás… oirás… amarás.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-16. No pidan una señal

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Luis Gralla

Reflexión:

Ya lo repetiría Cristo con otras palabras, pero en sentido positivo: “Dichosos los que creen sin haber visto.” Lo que este Evangelio pretende no es reprocharnos, sino recordarnos que ya tenemos la señal que esperamos y necesitamos. No hace falta buscar ni pedir más señales. Hay una que basta. “Más que Jonás... más que Salomón”. Hoy se nos hace la invitación a descubrir esta señal. Es la misma de hace 20 siglos: la que muchos no quisieron ver, pero también la que bastó para que muchos creyeran.

Cuando un avión va a aterrizar, el piloto observa muchas luces que le guían, pero todas pretenden indicarle dónde está la pista. Así, todos los signos que hoy tenemos nos señalan a Cristo. ¡Aprendamos a “leerlos” adecuadamente! Nos habla de Cristo la Eucaristía, pues es Cristo mismo. Nos hablan de Cristo los buenos ejemplos que observamos en los demás... ¡Todo nos lleva a Cristo si nosotros lo buscamos! Este es el camino de la fe: avanzar por la vida sin milagros, sin certezas humanas absolutas. Vivir la fe en lo más ordinario.

¡Qué adjetivo pondrá Cristo a nuestra generación si nos distinguimos no por pedir señales extraordinarias, sino por ser nosotros mismos signos de Dios, que ayuden a los demás a llegar a Él!


3-17. servicio bíblico latinoamericano 2004

Ef 2,1-10
Salmo responsorial: 99
Lc 12,13-21: Guárdense de toda codicia.

“Parte de nuestros males proviene de que hay demasiados hombres vergonzosamente ricos o desesperadamente pobres… Acabé con el escándalo de las tierras dejadas en barbecho por los grandes propietarios, indiferentes al bien público; a partir de ahora, todo campo cultivado durante cinco años pertenece al agricultor que se encargue de aprovecharlo… La mayoría de nuestros ricos hacen enormes donaciones al Estado, a las instituciones públicas y al príncipe. Muchos lo hacen por interés, algunos por virtud y casi todos siguen ganando con ello. Pero yo hubiese querido que su generosidad no asumiera la forma de la limosna ostentosa y que aprendieran a aumentar sensatamente sus bienes en interés de la comunidad, así como hasta hoy lo han hecho para enriquecer a sus hijos. Guiado por este principio, tomé en mano propia la gestión del dominio imperial; nadie tiene derecho a tratar la tierra como trata el avaro su hucha llena de oro…” Son algunos pensamientos entresacados de las Memoras de Adriano de Marguerite Yourcenar.

A la base de esta práctica de abuso y codicia de los ricos está el inagotable deseo de acaparar, fruto de la más feroz insolidaridad, del más salvaje egoísmo. El dinero es demasiado peligroso para quien se deja caer en sus redes; hace inhumanos a sus rehenes, endurece el corazón y cierra los ojos de sus poseedores, que consideran al pobre producto de la holgazanería.

El evangelio es muy duro con los ricos, como lo muestra la parábola del rico necio que leemos hoy. En el proyecto del rico no hay lugar para los demás. El rico de la parábola –y los ricos en general- no piensan que, puesto que la cosecha abundante es un don de Dios, sería mejor compartirla con todos los que no tienen. Tan miserable y egoísta es el rico que no tiene ni siquiera con quién hablar y se desdobla en la parábola en dos, hablando consigo mismo: “Entonces se dijo: derribaré mis graneros… descansa, come, bebe y date a la buena vida”… Quería disponerlo todo para sí, pero se olvidó de que no tenía un seguro de eternidad y de que Dios, aquella misma noche, le iba a pedir la vida, llamándolo insensato por olvidar lo fundamental: el amor a los demás que lleva a compartir con ellos lo que se tiene.


3-18. 28ª Semana. Lunes 2004

Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: «Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino la señal de Jonás.

Porque, así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará; porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, pero mirad que aquí hay algo más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos hicieron Penitencia ante la predicación de Jonás; pero mirad que aquí hay algo más que Jonás. (Lc 11, 29-32)

I. Jesús, en el evangelio de San Mateo explicas cuál fue la señal de Jonás.

Pues así como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches [92]. Vas a morir por nosotros, pero resucitarás al tercer día. Tu resurrección de entre los muertos será tu señal ante los hombres.

Jesús, dejas claro a la muchedumbre que Tú eres algo más que un profeta como Jonás o un sabio como Salomón. No es suficiente que te considere un hombre realmente sabio e inteligente; ni siquiera basta con tenerte por una persona escogida por Dios, cercana a Dios. Tú te presentas como el Hijo de Dios hecho hombre, Dios y hombre verdadero. Por tanto, si no fueras realmente Dios, serías un embustero o un lunático.

Jesús, al resucitar me demuestras que lo que decías era cierto: realmente eres el Hijo de Dios. Si no hubieras resucitado, vana sería nuestra fe [93]. Por eso, los apóstoles entendieron desde el principio que su misión era la de ser testigos de la resurrección: mostrar al mundo que Tú vives entre nosotros, especialmente en la Eucaristía y en la Iglesia.

Yo, por el bautismo, también he recibido la misión de ser testigo tuyo ante los hombres. Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con «el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y la palabra». En los laicos, esta evangelización «adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo». Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con la palabra, tanto a los no creyentes, como a los fieles [94].

II. Enciende tu fe. -No es Cristo una figura que pasó. No es un recuerdo que se pierde en la historia.

¡Vive!: «Jesus Christus heri et hodie: ipse et in saecula!» -dice San Pablo- ¡Jesucristo ayer y hoy y siempre! [95].

Jesús, Tú eres más que un profeta o un filósofo sabio que dejó doctrinas admirables. Eres Dios vivo: ayer, hoy y siempre. Por eso vivir cristianamente no consiste sólo en conocer tu doctrina, sino que, sobre todo, consiste en vivir contigo, unido a Ti por la gracia y por el trato personal contigo en la oración. Sólo si te tengo presente durante el día, convirtiendo cada actividad en verdadera oración contigo, podré ser testigo de tu resurrección anunciando con mi vida cristiana que Tú vives, que no eres una figura que pasó.

Jesús, a veces me despisto y no me doy cuenta de que Tú estás siempre a mi lado, y pasan las horas sin que te diga nada, sin ofrecerte el trabajo que estoy haciendo o sin encomendar a las personas que están a mi lado. Perdóname. ¡Cuánta paciencia tienes conmigo! Para acordarme más de Ti, es bueno concretarme pequeños trucos: tener una estampa de la Virgen en la cartera y decirle una jaculatoria cuando la vea; pedir por alguna intención cada vez que miro el reloj, o veo la cruz de una farmacia, o pongo en marcha el ordenador.

Enciende tu fe. Jesús, a veces me falta fe porque no la ejercito y dejo que se apague. Y entonces me pasa como aquellas personas que no supieron reconocerte como el Mesías. Ayúdame a mantener mi fe ardiente, a base de rezar pequeñas jaculatorias y hacer actos de fe durante el día para crecer en la presencia de Dios.

[92] Mt 12, 40.
[93] 1 Cor 15, 14.
[94] Catecismo, 905.
[95] Camino, 584.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-19. DOMINICOS 2004

La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Carta de san Pablo a los Gálatas 4, 22-24.26-27.31-32:
“Hermanos: en la Escritura se cuenta que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava [Agar] y otro de la libre [Sara]... Esto tiene un significado: las dos mujeres representan las dos Alianzas. Agar, la que engendra hijos para la esclavitud, significa la alianza del Sinaí... Sara, la que engendra hijos para la libertad... La Jerusalén de arriba es la libre; ésa es nuestra madre... Nosotros, pues, hermanos, no somos hijos de la esclava sino de la mujer libre. Cristo nos ha librado para que vivamos en libertad. Por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud”

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32:
“La gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:

Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur hará que los condenen..., porque ella vino para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón...”

Reflexión para este día
Somos hijos de la Jerusalén de arriba, de la libertad.
Seamos libres, y no aceptemos como bueno ningún yugo de esclavitud.

Esos sentimientos, y otros similares, flotan hoy en la celebración de la Palabra y de la Eucaristía, pues nuestro Dios es Dios de amor, libertad, solidaridad, justicia, paz... Aunque el mundo nos sea un tanto hostil, incluyamos decididamente en nuestro proyecto de vida compartir con los demás nuestro ser, vida, trabajo, medios económicos y culturales, para que la igualdad sea esperanza al alcance de todos los redimidos.

Para nosotros, que hemos conocido la revelación de Jesús, todos los redimidos somos hijos de Dios, del amor, de la elección, de la libertad; y todos hemos de vivir conforme a la condición espiritual que se nos ha otorgado: hijos en el Hijo. Y esa condición es la que hemos de predicar por todas partes, sin atribuirnos privilegios de amor, como si hubiera habido algún mérito por nuestra parte. Quien se sienta más hijo de Dios, más debe profundizar en la humildad y sencillez de vida, y más se entregará en gratuidad a los demás, sobre todo a los más necesitados. Esta es la ley del amor y de la filiación que nunca engaña.


3-20. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Para recibir buenas noticias no hay como leer la Palabra. El apóstol Pablo se dirige a los Gálatas, a los que antes –el jueves pasado, si recordáis- ha llamado “insensatos”, para recordarles que son “hijos de la mujer libre”. No somos hijos de la esclava. Seríamos “insensatos” si pasáramos por alto esta buena noticia: “Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado”.

Pero la insensatez parece tener más éxito que la libertad cristiana. Y con frecuencia nos sometemos, dejándonos llevar, al yugo de la esclavitud. Entonces, ¿quién puede salvarse? Pues habrá que leer más y creer más, sin buscar más “signos” que la presencia animadora, renovadora, inspiradora... del “Hijo del hombre”. Esa presencia evangélica que lleva a actuar con sensatez, como Santa Soledad Torres Acosta, cuya memoria se puede celebrar hoy. Esa presencia que lleva a descentrarse de uno mismo, a liberarse, para vivir no como hijos de la esclava, sino como hijos de la mujer libre. Esa presencia que lleva a buscar y encontrar a Dios no en lo maravilloso o asombroso -signos y prodigios-, sino en lo corriente, ordinario y, más aún, en lo desagradable y hasta humanamente despreciable.

Que la sabiduría de Jesús, más importante que la de Jonás, Salomón... o cualquier premio Nobel, ilumine y aumente nuestra fe de “hijos de la mujer libre”.

Vuestro hermano en la fe,

Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)