MARTES DE LA SEMANA 27ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Jon 3, 1-10

1-1.

DOMINGO 03B 


1-2.

-La palabra del Señor fue dirigida «de nuevo» a Jonás: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad pagana, proclama allí el mensaje que te doy para ella.»

He aquí que después de muchos rodeos, Jonás se encuentra de nuevo ante la llamada. El Señor no le ha soltado y le renueva la orden misionera. Esta vez no podrá escaparse.

¡Señor, repíteme tu voluntad! Repíteme que no tengo derecho a vivir mi Fe tranquilamente para mí solo. Repíteme que tengo que proclamar tu mensaje. «Desgraciado de mí, si no evangelizo» (I Corintios 9, 16). Repíteme, Señor, que soy responsable de mis hermanos.

¿Me considero como «enviado en misión»? ¿Soy el testigo de algo, de alguien? ¿Suscita mi vida un interrogante, una reconsideración de la suya, a los que me ven vivir? ¿Mis palabras y mis hechos son como una proclamación del evangelio?

-Jonás se levantó y partió hacia Nínive, según la palabra del Señor. Ahora bien, Nínive era una ciudad extraordinariamente grande: se necesitaban tres días para atravesarla.

El mundo a evangelizar nos parece HOY también enorme. La incredulidad se yergue ante nosotros masiva y aparentemente impenetrable... El estilo de vida de la moderna sociedad de consumo parece segregar, con el ateísmo, la anestesia de las aspiraciones espirituales.

Repítenos, Señor, que estás con nosotros, y que es «según tu palabra» y según tu voluntad que estamos inmersos en medio de los paganos, para revelarles tu mensaje.

-Jonás hizo un día de camino recorriendo la ciudad proclamando: "¡Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida!"

Volvemos a encontrar las reticencias del profeta: puesto que he de hablar a estos «pérfidos paganos», que sea para condenar y para asistir a su destrucción. Jonás, en el fondo de sí mismo, continúa detestando a los habitantes de Nínive. No es esto lo que Dios quiere.

-Enseguida los ninivitas creyeron en Dios. Anunciaron un ayuno y todos, del mayor al menor, se vistieron de sayal.

¡Qué sorpresa!

Mientras que durante siglos la predicación de los profetas no logró que el pueblo de Israel se convirtiera... la predicación de solo un día fue suficiente para que cambiara el corazón de los menospreciados ninivitas.

Jesús repetirá esta lección, dándola como ejemplo a sus contemporáneos. «Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás» (Mt 12, 41).Es verdad, Señor. Suelo responder peor y menos prestamente a tus llamadas, que ciertos «paganos» de mi alrededor. Pienso en algunas actitudes de justicia, de amor, de generosidad, ¡muy conformes a la voluntad de Dios sobre todo hombre! Te doy gracias, Señor, por esta rectitud de vida, vivida por tantos hombres que, al menos en apariencia, parecen ignorarte.

-Viendo su reacción y como se apartaban de su mala conducta, Dios renunció al castigo que había determinado darles.

La Biblia está llena de estos «cambios» de Dios. ¡Dios que cambia de parecer!

En lenguaje antropomórfico, desde luego, esto quiere decir que ¡Dios no desea nunca la muerte del pecador, sino que se convierta y viva! (Ez 33, 11). En el momento mismo en que Dios parece amenazar con un castigo, lo primero es el amor y únicamente el amor: es sólo la felicidad, únicamente la felicidad lo que Dios, de veras, quiere.

En nombre de todos los hombres gracias, Señor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983. Pág. 322 s.


2.- Ga 1, 13-24

2-1.

Para defenderse de las insinuaciones calumniosas de los judaizantes, Pablo cree conveniente explicar los acontecimientos que han precedido y seguido a su conversión: si abandonó la «tradición» recibida en su juventud fue debido a una llamada personal de Dios.

-Hermanos, sin duda habéis oído hablar de mi conducta pasada en el judaísmo. Con qué saña perseguía yo a la Iglesia de Dios tratando de destruirla. Sobrepasaba en el judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos... Y defendía más que nadie las tradiciones...

¡No! ¡Que nadie trate de darle lecciones de ortodoxia doctrinal! Ser fariseo, un verdadero fariseo, ¡lo ha sido! Ser defensor de las tradiciones de los antepasados, ¡las ha defendido con fervor! «Sobrepasaba en el judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos».

Si cambió de parecer, no fue por fantasía personal... Se vio constreñido a ello, por así decir. Era «perseguidor», Dios le hizo «apóstol».

Ayúdanos, Señor, a ser dóciles a tus inspiraciones.

Ayúdanos a ser capaces de esas «reconsideraciones» radicales.

-Pero Dios, que me separó del seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar -apocalipsis- en mí a su Hijo.

Pablo descubre de nuevo la expresión bíblica tradicional para decir que fue Dios quien tuvo la iniciativa: me separó «desde el seno de mi madre», es verdaderamente el summum de la constricción que se impone sin, ni siquiera, poder expresar el propio parecer... ¡una elección radical, soberana, que precede a todo mérito de nuestra parte! En otras circunstancias, Pablo dirá de qué modo supo «responder» libre y generosamente a esta llamada. Pero, de momento es la «gratuidad» abrupta de la «gracia», del don, de Dios lo que lo hiere. En el camino de Damasco fue asido, como a pesar suyo, en plena acción de persecución contra la Iglesia... y fue reincorporado, sin mérito alguno, sin hacer nada por su parte.

Ayúdame, Señor, a creer en tu gracia todopoderosa, en tu previsora iniciativa conmigo.

Desde mi cuna también pensaste, Señor, en el papel que me asignabas en el mundo. ¿Lo cumplo, Señor? Ayúdame a estar donde Tú quieres que esté y tal como Tú quieres que yo sea.

-Al punto, sin pedir consejo a nadie, sin subir a Jerusalén donde estaban los apóstoles anteriores a mí, partí... Luego de allí a tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y permanecí quince días con él. No vi a ningún otro apóstol excepto a Santiago...

Pablo quiere subrayar la unidad de la "misión": no ha querido ser un "francotirador"... uno que está al margen de la evangelización. Quiere estar de acuerdo con el resto de la Iglesia, y en particular con la jerarquía de su tiempo.

Sin embargo subraya con claridad que lo que enseña no lo ha recibido de los Doce, sino directamente "de Dios": no obstante es el mismo evangelio... Dios no se contradice.

No se puede poner en tela de juicio la autenticidad del apostolado de Pablo: su obediencia inmediata a Dios nos lo prueba.

Señor, ayúdanos... ayuda a la Iglesia de nuestro tiempo a tener ese mismo respeto de las vocaciones particulares, y la misma preocupación del control fraterno y de la unidad de la Iglesia.

En este texto, vemos ya que el primado de Pedro es reconocido en los hechos. Pablo chocará con él y lo dirá agriamente en esta misma epístola. Pero no es cuestión de negar su papel esencial.

Te ruego, Señor, por el sucesor de Pedro.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984. Pág. 322 s.


2-2. /Ga/01/13-24   /Ga/02/01-10

Pablo ve con toda claridad la contradicción que hay entre el evangelio y la circuncisión de unos convertidos del paganismo. Pero tanto él como la Iglesia entera defienden una continuidad entre los dos Testamentos y una comunión entre los cristianos circuncisos e incircuncisos. Como no sería fácil presentar su pensamiento de manera meramente conceptual, Pablo recurre lo más posible a la experiencia: a la suya y a la de los mismos gálatas.

La primera prueba de que existe contradicción entre el judaísmo de las prácticas legales y el evangelio está en la persecución de los cristianos por parte de los judíos en la que Pablo había participado activamente. El era un judío muy convencido y muy celoso por las tradiciones de los Padres. Persiguió a muerte a la Iglesia, porque comprendió desde el principio que el evangelio hacía saltar en pedazos los esquemas de la legalidad judía.

La conversión de Pablo fue obra personalísima de Dios, que lo había escogido desde el seno de su madre -y lo había hecho nacer en una familia judía-. Fue, sin embargo, un rompimiento fortísimo con la rutina de su judaísmo. Dios le mostró a su Hijo Unigénito como aquel que había sido proclamado Señor por toda la tierra. Todo debía ser repensado, pues, en función de este reinado de Cristo.

Otra experiencia importante fue el encuentro de Pablo y Bernabé con los grandes apóstoles de Jerusalén, catorce años después de la conversión de Pablo. Se llevaron consigo a Tito llamado a ser sucesor de los apóstoles, como exponente de una multitud de paganos convertidos y no circuncidados, como exponente de convertidos que llevaban en su vida los frutos del Espíritu.

Los apóstoles dieron fe de la obra de Dios entre los gentiles: confirmaron que la comunión entre los cristianos no dependía de la uniformidad en unas prácticas, sino del Espíritu que animaba a unos y otros.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 255 s.


2-3. /Gá/01/11-24

Celebramos la conversión de san Pablo como obra de Dios. En este sentido podemos decir que la conversión de san Pablo comenzó -como dice el texto- desde el seno de su madre.

La fe en Dios, la honradez de vida, la preocupación por la palabra de Dios y el afán en que las exigencias de esta palabra se realizaran en la vida propia y en las de los creyentes: tales son las características de Pablo el Apóstol, pero también lo eran de Pablo como activista judío.

¿Qué le faltaba al Pablo perseguidor de la Iglesia? Le faltaba la comprensión por la fe de los demás (dirá más tarde: "todo lo que no proviene de la fe es pecado") y le faltaba la apertura a la nueva revelación de Dios: creía que todo estaba contenido en las "tradiciones de los padres".

Esta revelación irrumpió como relámpago en día sereno. Dios le mostró (casi diríamos: le hizo tocar) a su propio Hijo, Señor del universo, y le hizo comprender que el Hijo -que vivió en esta tierra, que murió y resucitó- era el mensaje que debía predicarse por todo el mundo.

Desde aquel momento la rutina y el miedo de ser perseguido como traidor (bíblicamente: "la carne y la sangre") no significan nada para Pablo, porque Cristo había penetrado ya en él.

Adoctrinado directamente por Cristo, se incorporó en seguida a la predicación, en contacto con las comunidades incipientes de Damasco y de toda Arabia. Estableció contacto con Pedro, en la cumbre, y luego se marchó a las regiones de Siria y Cilicia (su tierra natal), donde el cristianismo estaba destacando por su penetración teológica y por su vigor evangelizador. De este modo, el que había sido el más activo de los perseguidores se convirtió en el más activo de los apóstoles. Dios demostró en él qué grande es el poder de su gracia.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 830 s.


3.- Lc 10, 38-42 

3-1.

DOMINGO 16C 


3-2. MARTA/MARIA:

He aquí un relato propio de Lucas que sin duda lo había obtenido de un grupo de mujeres, de las que siguieron a Jesús y habían conservado unas tradiciones originales.

-Por el camino entró Jesús en una aldea, y una mujer de nombre Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María...

Marta y María aparecen en tres relatos, y en los tres las descripciones de sus temperamentos coinciden: Marta, la activa... María, la sensible, la contemplativa: Lucas (10,38-42) cuenta una comida muy sencilla que Jesús compartió con ellas... Juan (11, 1-44) cuenta la pena que estaban pasando por la muerte de su hermano Lázaro... Juan (12, 1-8) relata la unción perfumada que hizo María, una semana antes de la pasión... De modo que Jesús tenía unas amigas y en su casa se encontraba bien.

Allí regresaba cada tarde de la última semana anterior a la pasión: Mateo 21, 17; 26, 6; Marcos 11, 11; Juan 11,1-18; 12, 1; Lucas 19, 29.

Todos los relatos que hablan de Marta y María subrayan la complementariedad de los dos temperamentos: aquí, Marta se ocupa de los preparativos de la comida, mientras María se ocupa de atender personalmente al invitado... esas dos funciones son necesarias y aseguran una hospitalidad la más amable posible.

-María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra ¡Admirable y muy gráfica escena para ser contemplada detenidamente! Jesús habla. ¿Qué dice? ¿De quién está hablando? ¿Cuál es el tono de su voz? ¿Está repitiendo la parábola del buen samaritano?

Quizá habla de las bienaventuranzas y como El, Jesús, las considera ser fuentes de felicidad: ¡Felices... felices !o bien, como lo hizo con otros discípulos, ¿les insinúa confidencialmente su muerte y su resurrección? Eso haría más verosímil el hecho que María comprendiera, mejor que otros, el misterio de la unción previa a la sepultura de Jesús y el de la resurrección. (Lucas 14, 8; 16, 1) María está "sentada a los pies de Jesús". Esta es para Lucas, la posición del "discípulo" (Lucas 8, 35; Hechos 22, 3). Las posiciones corporales no son indiferentes, tienen una significación simbólica, y además facilitan o estorban tal o cual tipo de oración. La posición "sentado" facilita el escuchar: esta es la actitud litúrgica que la Iglesia recomienda en ciertos momentos de la misa en los cuales la meditación es lo primero... del mismo modo que la Iglesia recomienda "estar de pie" cuando se trata de expresar colectivamente la acción de gracias, durante la gran plegaria eucarística..."Sentada, María escuchaba."

-Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile pues que me ayude". Marta es útil. Su servicio es indispensable. Todo amor, puesto al servicio de los demás, honra a Jesús: "me disteis de comer, me disteis de beber... venid los benditos de mi Padre". (Mateo 25, 34-35) Te ofrezco, Señor, las múltiples tareas domésticas, tan humildes, hechas con tanto amor, de innumerables mujeres de todo el mundo. Ayúdame a reconocer su grandeza.

-Le respondió el Señor: "Marta, Marta, te afanas y preocupas por muchas cosas y hay necesidad de una sola.....

El Mesías de los pobres no necesita una mesa abundante y suculenta: lo justo necesario para vivir. Ese tema de la "preocupación", de la "inquietud", Jesús lo repitió a menudo. No os agobiéis, decía. (Lucas 12, 22-31; 8, 14; 21, 34).

-María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.

Sí, la palabra de Jesús pasa delante de cualquier preocupación de orden temporal. Un cuidado extremoso de los asuntos de la tierra podría desviarnos de lo esencial.

Pero no se trata de oponer "acción" y "contemplación".

Esta no puede ser ociosidad, ni la acción puede ser agitación.

Dichosos los que unen ambas, los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica" (Lucas 8, 21).

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983. Pág. 214 s.


3-3

1. (Año I) Jonás 3,1-10

a) "De nuevo vino la palabra del Señor sobre Jonás: levántate y vete a Nínive". Yahvé se sale con la suya: Jonás se da cuenta de que no puede desobedecer, se levanta, va a Nínive y empieza a proclamar el mensaje que se le ha encargado.

Y pasa lo inesperado. El anuncio era de castigo -"dentro de cuarenta días Nínive será arrasada"-, pero resulta que todos se convierten, desde el rey al último de los súbditos y hasta el ganado. Y entonces Dios "se compadeció" y desistió de aplicar el castigo amenazado. Dios es el que perdona. Es lo suyo.

b) ¡Qué poca confianza tenemos a veces en las personas! Sí, hay motivos para pensar que la sociedad está distraída, preocupada por otras mil cosas y no precisamente por el evangelio. Pero ¿tenemos derecho a perder la esperanza, a no dar a nuestros contemporáneos un margen de confianza, como el que les da Dios?

Si hubiera sido ésa la actitud de Jesús, no hubiera empezado a predicar. Y Pablo hubiera dimitido bastante pronto ante las dificultades que iba encontrando en Corinto y en Atenas y en Éfeso. Pero siguieron anunciando la Buena Noticia. Como Pedro echó las redes, a pesar del fracaso anterior, pero esta vez fiado en el nombre de Jesús. Y muchos creyeron. Lo que parecía imposible, resulta que sí es posible, con la ayuda de Dios.

Muchos que nos parecían alejados tienen buen corazón y hacen caso a Dios. ¿O nos creemos los únicos "buenos", como los fariseos? Jesús echa en cara a los judíos de su tiempo que son peores que los ninivitas, que creyeron a Jonás, y ellos, no, a pesar de que Jesús "es algo más que Jonás" (Mt 12,41). Los de fuera, muchas veces con menos formación y facilidades que nosotros, sí se convierten y nos dan lecciones.

El protagonista del relato de hoy es ese Dios que ama y perdona con facilidad. En él puede más el amor que la justicia: "yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se convierta de su conducta y viva" (Ez 33,11). Es lo que nos hace decir el salmo, alegrándose de este perdón: "si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón... porque del Señor viene la misericordia".

Esto lo tenemos que aplicar a nosotros mismos -cuando nos abruma la conciencia de nuestros fallos- y a los demás, no perdiendo nunca la confianza en nadie. Si Dios les perdona, ¿quiénes somos nosotros para desahuciarlos tan rápidamente?

1. (Año II) Gálatas 1,13-24

a) ¿A qué viene, en esta carta, la página autobiográfica que Pablo les escribe a los Gálatas?

Por una parte, se está poniendo como ejemplo de cómo hay que pasar de lo antiguo a lo nuevo, de la ley a la gracia, sin dar pasos hacia atrás. Él había sido entusiasta defensor del judaísmo, "partidario fanático de las tradiciones de mis antepasados". Pero luego, una vez convertido a Cristo, fue coherente con su fe y dejó de apoyarse en la ley antigua, y "predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir".

Pero además, estos rasgos biográficos son para defender su ministerio apostólico. Es verdad que no conoció personalmente a Jesús y que fue perseguidor de la Iglesia, pero "me escogió desde el seno de mi madre y me llamó a su gracia y se dignó revelar a su Hijo en mí para que yo lo anunciara a los gentiles". O sea, es apóstol legítimo, aunque lo sea de modo distinto que Pedro y los demás. Además recuerda que su ministerio ha sido legitimado por Pedro y Santiago, cuando fue a Jerusalén a confrontar con los apóstoles su doctrina.

Por tanto los cristianos de Galacia no tienen que caer en la tentación de cambiar lo que Pablo les había enseñado.

b) No nos extraña la maniobra de que fue objeto Pablo y muchos sucesores suyos.

Cuando una doctrina no nos gusta, intentamos desacreditar al que la proclama. Si la Iglesia, también ahora, defiende valores que resultan incómodos y no populares -como la defensa de la vida o la justicia social-, está expuesta a ser víctima de una campaña más o menos sutil de desprestigio o incluso de violencia.

En el caso de Pablo son los tradicionalistas, instalados en la formación recibida, los que no quieren que se mueva nada y atacan a este revolucionario que no respeta, según ellos, los valores más sagrados del judaísmo. El modo indirecto de atacarle es negar la legitimidad de su ministerio.

La reacción tiene que ser una mezcla de decisión y de humildad, no por los caminos de la violencia o del interés personal. Si Pablo se defiende, es para proteger el evangelio que ha predicado, y que ve peligrar por la intromisión de esos falsos profetas. No debemos buscarnos a nosotros mismos. El juicio crítico de los demás no nos angustia. Más bien nos sentimos juzgados por Dios, que nos conoce en profundidad, y deseamos su aprobación: "Señor, tú me sondeas y me conoces... conoces hasta el fondo de mi alma". Nuestra meta no es defender la propia honra ni conseguir aplausos, sino anunciar la salvación de Dios.

Eso sí, con la energía de que da muestras Pablo.

2. Lucas 10,38-42

a) En su camino hacia Jerusalén, Jesús se hospeda en una casa amiga: la de Marta y María. Jesús sabe tomarse un descanso y es capaz de amistad. Las dos son seguramente las mismas de las que habla Juan (Jn 11), las hermanas de Lázaro, a quien Jesús resucitó.

La breve escena es muy familiar. Marta y María tienen carácter muy diferente: una, buena ama de casa, se esmera en atender a las cosas materiales; la otra se sienta a los pies de Jesús, en actitud de discípula, y le escucha atentamente.

Ante la queja de Marta, Jesús, amablemente, le recuerda que "sólo una cosa es necesaria: María ha escogido la parte mejor", porque aprovecha la ocasión de que tienen al Maestro en casa y le escucha.

b) A veces, Jesús recomienda claramente la caridad, el servicio a los demás, como ayer, con la parábola del samaritano.

Otras, como hoy, destaca la actitud de fe y de escucha. A los doce apóstoles, y luego a los setenta y dos, les había recomendado que no tuvieran demasiadas preocupaciones materiales, sino que se centraran en lo esencial, la predicación del Reino. Otras veces nos dice que busquemos el Reino de Dios, que todo lo demás se nos dará por añadidura.

Cuando quiso enseñarnos quiénes eran ahora su madre y sus hermanos, recordamos lo que dijo: "los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica".

Lo cual quiere decir que no pueden ser opuestas las dos actitudes: la de la caridad detallista y la de la oración y la escucha. Sino complementarias. Hemos de ser hospitalarios, pero también discípulos. Con tiempo para los demás, pero también para nosotros mismos y para Dios. Y al revés: con oración, pero también con acción y entrega concreta.

Cada cristiano -no sólo los monjes o sacerdotes- debe saber conjugar las dos dimensiones: la oración y el trabajo servicial. ¿Cuál es el aspecto que yo descuido? ¿me refugio tal vez en la meditación y luego no doy golpe? ¿o me dedico a un activismo ansioso y descuido los momentos de oración? ¿soy sólo Marta, o sólo María? ¿no debería unir las dos cosas?

El mismo Jesús, cuyo horario de trabajo difícilmente igualaremos, buscaba momentos de oración personal -además de la comunitaria, en el templo o en la sinagoga- para orar a su Padre, dejando por unas horas su dedicación explícita a los enfermos o a los discípulos.

Nuestro trabajo no puede ser bueno si no tiene raíces, si no estamos en contacto con Dios, si no se basa en la escucha de su Palabra. Jesús no desautoriza el amor de Marta, pero sí le da una lección de que no tiene que vivir en excesivo ajetreo: debe encontrar tiempo para la escucha de la fe y la oración.

"Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa" (salmo I)

"Predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir" (1ª lectura Il)

"Sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 19976. Págs. 145-149


3-4.

Gal 1, 13-24: La vocación de Pablo

Lc 10, 38-42:

Una sola cosa es necesaria La práctica de Jesús no se caracterizó por el activismo ni por las obras espectaculares y costosas. Su labor se concentró en formar comunidad, transformar la mentalidad de las personas, celebrar los signos del Reino, rescatar a los marginados y dar a la mujer y al hombre un lugar en la comunidad humana. Todo lo hizo con los más modestos medios, como predicador itinerante. Al final de su vida lo único que tuvo fue la lejana compañía de alguna de sus discípulas y la soledad de la cruz. Allí enfrentó solo el destino, el ideal, por el cual luchó y murió. Sin embargo, su obra continuó en la historia gracias a que su Espíritu animó a sus seguidores y amigos a persistir en la obra que él había empezado y a insistir en su estilo de vida.

En el pasaje del evangelio que leemos el día de hoy, se nos hace un llamado a no creer que nuestra labor como discípulos del Señor consiste en un activismo desmedido. O, peor, aún, que nuestra tarea es andar urgiendo a los demás para que se conviertan en activistas frenéticos. El evangelio, por el contrario, nos invita para que crezcamos en el silencio, formándonos como oyentes y servidores de la palabra de Dios. Atentos al tráfago de la vida cotidiana pero concentrados en lo que el Maestro nos propone.

Nuestra vida como animadores de la comunidad eclesial pasa primero por un discipulado "a los pies del Señor". Pues, nuestra acción en el mundo no es únicamente un conjunto de actividades a favor de un ideal, sino una forma de hacer crecer la presencia de Dios, el Reino, entre los humanos. Y para esto, necesitamos de la palabra del Maestro, que nos guíe en cada momento por el camino adecuado.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Pablo vuelve al asunto de la "revelación". Es su credencial. Existe en su vida un "antes" y un "después" de ese hecho de gracia. ¿En qué consistió? Lo explica con claridad: en que Dios "se dignó revelar a su Hijo en mí". No es que Pablo, judío fanático, descubriera de pronto a Jesús, sino que se sintió descubierto por él, "alcanzado", como dirá en la carta a los filipenses. Experimenta el poder de la gracia, que retira el velo que lo tenía ofuscado. Entonces comienza a ver. Cae en la cuenta de que, con apariencia de fidelidad, estaba viviendo para sí mismo, estaba siendo prisionero de "sus" intereses. Ahora descubre una nueva misión. El encuentro con Jesús lo prepara para "anunciarlo a los gentiles". Pero antes siente la necesidad de subir a Jerusalén y conocer a Cefas. La "revelación" lo vincula inmediatamente a Jesús (en este sentido Pablo no se siente menor que Cefas), pero también a todos los que han recibido el mismo don (en este sentido Pablo no se separa como un iluminado).

Permitidme ahora formular una pregunta incómoda en relación con el evangelio que narra el encuentro de Jesús con sus amigas Marta y María: ¿Podemos estar hoy tranquilamente sentados "a los pies del Señor", escuchando su palabra, cuando es necesario echar una mano en los mil servicios que se requieren? No es fácil responder a esta pregunta en el seno de una cultura que está convencida de que "hay que hacer muchas cosas para cambiar este mundo". Y que "no sabe/no contesta" cuando Jesús nos dice que "sólo una cosa es necesaria". Muchos hombres y mujeres descubren esta verdad en el momento de su muerte. Es como si, al final del camino, con la perspectiva de toda su existencia delante de los ojos, percibieran de golpe lo que merece la pena y lo que es puro relleno. Algunos, "por revelación", descubren esto mucho antes y tratan de conducirse de un modo nuevo, dando valor al estar "a los pies del Señor" (tanto en su vertiente contemplativa, como en su vertiente activa).

¿Quién nos va a ayudar a descubrir el poder transformador de una vida planteada de este modo?

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

MARTA Y MARIA, ¿VIDA ACTIVA Y CONTEMPLATIVA?

Cuando nos disponemos a leer la Escritura no vamos con una mente transparente. La memoria hace de las suyas. Proyec­tamos nuestro reticulado mental sobre los textos y los prejuzga­mos. ¡Oh si pudiésemos borrar de la memoria la interpretación tradicional del paradigma de «Marta y María» como dos concre­ciones complementarias, «la vida activa y la contemplativa»! ¡El plato nos lo han servido siempre así! El encabezamiento sitúa la perícopa en el «camino» que Jesús ha emprendido hacia Jeru­salén para cantar las cuarenta a la institución: «Sucedió que, mientras ellos iban de camino, también él entró en una aldea» (10,38a). Jesús (« él ») -mientras los discípulos («ellos») iban de camino- entra en una aldea («aldea» = reducto de fanatismo, símbolo de una mentalidad cerrada, donde predomina una deter­minada ideología común a todos los que habitan allí). La aldea, a diferencia de Marta y María, no lleva nombre. Se subraya así el realismo de la situación descrita a través de Marta y María, personajes reales (llevan nombre), en detrimento de una hipoté­tica concreción histórica. Sólo Jesús entra en ella. Lucas puntua­liza que algún personaje o colectividad había hecho antes algo parecido: «también él entró en una aldea». Una vez conozcamos el contenido de la perícopa, será posible identificar esta situación del pasado.

«Cierta mujer, de nombre Marta, lo recibió en su casa» (10,38b). Marta es un personaje representativo («cierta») y real («de nombre Marta»). A diferencia de los samaritanos, que no 'recibieron' a Jesús porque los discípulos los habían indispuesto con él, Marta lo 'recibe' como discípula que es. Después veremos cómo. Tiene una casa, de su propiedad («en su casa»): siendo «casa» una expresión para designar la familia, Marta domina como señora («Marta» significa en arameo «señora») la comuni­dad o familia que, conjuntamente con María ('dos' -mínima expresión comunitaria- y 'hermanas' -relaciones de intimidad y afectivas-), representa.

Por eso Lucas no ha hecho entrar a los discípulos (represen­tación masculina) en esta aldea, para describir así el grupo de Jesús desde la vertiente femenina. Tampoco aquí la comunidad será homogénea. Saber relacionar es el secreto de una comprensión más profunda.



EL LIDERAZGO DEL CELOSO OBSERVANTE

Pero Marta no tiene solamente una casa o familia en abstrac­to; tiene también una hermana: «y ésta tenía una hermana llama­da María» (10,39a). De María se precisa que «se sentó a los pies del Señor y se puso a escuchar sus palabras» (10,39b): 'sentada' como un discípulo ante el maestro, escuchando con atención el mensaje de Jesús. De Marta no se ha dicho con qué disposiciones lo ha recibido. Ahora Lucas puntualiza: «Marta, en cambio, se afanaba con todo el trajín (gr. diakonia)» (10,40a). De por sí, la diakonia, es decir, el servicio hecho a los demás, no es negativa; todo depende de cómo se haga. En el presente contexto es negativa y equivale al «trajín» de la casa, según la letra, y, según el espíritu, al «cumplimiento del deber» llevado a su máxima expresión. El acento está puesto en el hacer porque está mandado por la Ley, mientras que en el caso de María está puesto en escuchar la novedad del mensaje de Jesús. Marta está tan segura de sí misma y tan predispuesta a juzgar la conducta de los demás, como toda persona observante, que no se arredra ante la situa­ción y planta cara a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con el servicio?» (10,40b). El celo de buena cumpli­dora de la Ley la impele a involucrar al «Señor», para que ponga más interés y use de su ascendente para hacer observar la Ley, y a que «su» hermana se deje de cuentos y la cumpla. «Dile que me eche una mano» (1 0,40c). El imperativo traiciona el ascen­dente que ella se ha arrogado sobre Jesús. En lugar del «mensa­je», ¡lo que Jesús debe inculcarle es la Ley! ¡Todo es de su posesión! Y es que la Ley despierta en el que la cumple el instinto de posesión.



LA HERENCIA DEL REINO

Jesús responde al regaño de Marta con una severa advertencia: « ¡Marta, Marta, te inquietas y te pones nerviosa por tantas cosas...! Sólo una es necesaria» (10,41-42a). Marta anda de cabeza: lo quiere dominar todo, es esclava de las muchas necesidades que crea la casa. Poniéndolo en clave legalista, Marta, que es partidaria de la observancia minuciosa de la Ley, quiere ser fiel en los más míni­mos detalles y no puede dar abasto a las múltiples imposiciones que la institución va creando. Para Jesús todo es secundario, a excepción de la escucha atenta del mensaje. El que escucha, acoge; y quien acoge el mensaje, lo acoge a él. «María, en efecto, ha escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará» (10,42b). Marta había escogido la parte que le ofrecía más seguridades, la herencia del Antiguo Testamento compendiada en la Ley mo­saica; María que se encontraba también en la aldea-, «la parte mejor», que nadie le podrá quitar, puesto que no se expresa en símbolos externos, como son casa, tierras, observancia le­gal, etc. Jesús, como antiguamente Josué (= Jesús, en griego), ha entrado «también él en una aldea», camino de la Tierra Pro­metida, que tiene como meta Jerusalén. Mientras Marta ha tomado posesión de la tierra («tenía una casa»), como las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, que heredaron territo­rios de la Transjordania (cf. Nm 32; Jos 13), María, igual que la tribu de Leví, tiene al Señor como única heredad (cf. Jos 13,14). Vive materialmente en la «aldea», pero sin comulgar en la ideología que allí predomina.


COMENTARIO 2

Marta piensa acertadamente cuando concibe el "servicio" como tarea esencial de la vida cristiana. Sin embargo, opera una reducción equivocada en la manera de concebirlo. En su caso el servicio se concibe como el resultado de una suma de acciones encaminadas a responder a necesidades inmediatas que suscitan los deberes de la hospitalidad.

María, por el contrario, en su aparente falta de colaboración a las tareas de su hermana, ha podido captar el sentido más profundo del servicio cristiano. La comparación entre las dos hermanas tiende a resaltar para la comunidad el valor de la actitud de María.

Por ello la afirmación de Jesús: "una sola cosa es necesaria" nos conduce a lo fundamental de la enseñanza de este episodio. La "sola cosa " a la que se alude es, indudablemente, escuchar a Jesús. Esto debe ser considerado y valorado por encima de toda preocupación y de toda tarea por urgente que ésta pueda parecer.

De esta forma la escucha de la propuesta de Jesús, de "su palabra" se convierte en la única tarea necesaria en orden a realizar una auténtica comunión con Él. Para ello se exige al discípulo que sea capaz de establecer una jerarquización de actividades de forma que en su vida resalte la centralidad de esa audición de la Palabra que le propone el sentido del querer de Dios para su vida.

En el mundo de la producción y de la eficacia en que vivimos, la actitud de María se convierte en piedra de toque para la valoración de las múltiples actividades en que nos encontramos implicados.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

Las dos mujeres de hoy nos presentan dos modelos de seguimiento de Jesús diferentes, que siguen estando vigentes aún hoy después de dos mil años de cristianismo. El relato nos dice que en su camino Jesús entró en una aldea. (La aldea es símbolo del fanatismo, de una mentalidad cerrada, donde predomina una determinada ideología común a todos los que habitan allí). La aldea, a diferencia de las dos mujeres, no lleva nombre.
Marta es un personaje representativo en el evangelio de Lucas. Representa a los israelitas "observantes", los que son fieles a la ley y a la tradición, los que no tratan de dar un paso de libertad para entrar en la aventura del Reino. Ella es símbolo de la sociedad que se encuentra embrollada en la organización jerárquica, en la fidelidad a las tradiciones, en hacer que todo camine como siempre ha marchado… Representa a los hombres y mujeres, laicos, religiosos y clérigos que han dejado morir las iniciativas de vida por ser fieles a la institución más que al Reino.
Por su parte, María es símbolo de la nueva forma de ser persona, de la nueva sociedad que ha permitido que el Reino con toda su fuerza irrumpa para que la vida sea abundante. Por eso, María "ha escogido la mejor parte". Ha escogido los valores del Reino y ha comenzado a caminar por él. El Reino le traerá inseguridades, pero no importa: para ella lo importante es que se liberó de una tradición que la tenía atenazada y ha encontrado en Jesús y en su propuesta razones para vivir, para ser feliz y para hacer felices a los demás.
Tenemos que preguntarnos como cristianos si somos como Marta o como María. Ser como Marta, es quedarnos anclados en el pasado, sin renovación. Vivir como María es vivir la herencia del Reino con alegría y espontaneidad, y reconocer que toda institución es una mediación histórica -incluso la Iglesia- y que lo único absoluto es el Reino de Dios.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. Martes 7 de octubre de 2003

Jon 3, 1-10: Predicar la conversión
Salmo responsorial: 129, 1-4.7-8
Lc 10, 38-42: Marta y María

Nos encontramos con un cuadro familiar en el que Jesús visita en su casa a unos amigos suyos. Ellas, Marta y María lo reciben en su casa. Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio para atender al huésped, y Jesús la reprende porque anda inquieta “con tantas cosas”. Marta no encuentra la colaboración de nadie. La hermana, en efecto, se ha sentado a los pies de Jesús y está ocupada completamente en la escucha de su palabra.

El Maestro no aprueba el afán, la agitación, la dispersión, el andar en mil direcciones “del ama de casa”. ¿Cuál es, pues el error de Marta? El no entender que la llegada de Cristo significa, principalmente, la gran ocasión que no hay que perder, y por consiguiente la necesidad de sacrificar lo urgente a lo importante.

Pero el desfase en el comportamiento de Marta resulta, sobre todo, del contraste respecto a la postura asumida por la hermana. María, frente a Jesús, elige “recibirlo”; Marta, por el contrario, toma decididamente el camino del dar, del actuar. María se coloca en el plano del ser y da la primacía a la escucha.

Marta se precipita a “hacer” y este “hacer” no parte de una escucha atenta de la Palabra de Dios, y que consiguientemente se pone en peligro de convertirse en un estéril girar en el vacío. Marta se limita, a pesar de todas sus buenas intenciones, a acoger a Jesús en casa. María lo acoge “dentro”, se hace recipiente suyo. Le ofrece hospitalidad en aquel espacio interior, secreto, que ha sido dispuesto por Él, y que está reservado para Él. Marta ofrece a Jesús cosas, María se ofrece a sí misma.

Según el juicio de Jesús, María ha elegido inmediatamente, “la mejor parte” (que, a pesar de las apariencias, no es la más cómoda: resulta mucho más fácil moverse que “entender la Palabra”. Desgraciadamente, Marta -que no quiere que falte nada al huésped importante, que pretende llegar a todo- deja pasar clamorosamente “la única cosa necesaria”. Marta reclama a Jesús, no sabe lo que Él quiere. El problema es precisamente este: descubrir poco a poco qué es lo que quiere Jesús de mí. Por eso es necesario detenerse, dejar el ir y venir y sacar tiempo para escuchar la Palabra de Jesús y comprender cuál es realmente la voluntad de Dios sobre nuestra vida.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-9. 2003  

LECTURAS: JON 3, 1-10; SAL 129; LC 10, 38-42

Jon. 3, 1-10. Dios no sólo escucha las oraciones de los que le viven fieles; ni sólo las de quienes pertenecen al pueblo de sus hijos, aun cuando sean rebeldes; Él escucha las súplicas de todo hombre de buena voluntad, pues Él ama a todos más allá de las fronteras que hemos puestos nosotros los hombres. La Iglesia nos invita a descubrir gozosa y respetuosamente las semillas del Verbo latentes en quienes, incluso, parece que han rechazado radicalmente a Dios. Algo hay de Dios en quienes se alejaron de Él, pues su amor, aún en pequeña escala, no puede sino proceder de Dios. Por eso, la Iglesia de Cristo no puede dejar de anunciar el Nombre de Dios dedicada plenamente a su ministerio en todos los lugares y ambientes, insistiendo a tiempo y a destiempo y con mucha paciencia. Sólo Dios, que nos llama a todos a la plena unión con Él, sabe el momento y el día de la salvación que ha reservado para cada uno; por eso, quienes hemos recibido el mandato de proclamar su Evangelio, no seamos cobardes, ni rebeldes, ni flojos en cumplir con la misión que el Señor nos ha confiado. Ojalá y cuando veamos que Dios ha hecho su obra de salvación en quienes ha puesto a nuestro cuidado, nos alegremos porque en verdad su amor no tiene fin. No seamos, pues, motivo de condenación sino de salvación para los demás; pues Dios no nos envió para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por creer en Cristo Jesús. ¿Seremos portadores de Él, de su amor, de su salvación? ¿Obedeceremos su Mandato de proclamar su Evangelio a todas las naciones?

Sal 129. Desde lo más profundo de mis pecado clamo a Ti; Señor, escucha mi clamor. No hay nadie más que pueda realmente perdonar la multitud de mis faltas, que jamás podré ocultarte. Señor, ten misericordia de nosotros. Y Dios tuvo misericordia de nosotros, pues nos envió a su propio Hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Por tanto, no nos quedemos solo en clamar al Señor, en confesar nuestros pecado y en recibir su perdón. Sabiendo que hemos sido renovados, como criaturas nuevas revestidas de Cristo, teniendo un corazón nuevo y un espíritu nuevo, comportémonos como hijos de la luz, dejando a un lado aquello que nos apartaba de Dios y nos había destinado a la ira divina por nuestra condición de pecado, pues el mismo Dios, por medio de Cristo, nos ha salvado por pura gracia y nos ha llamado para que, junto con Él, participemos de la Gloria que le corresponde como a Hijo de Dios.

Lc. 10, 38-42. Dentro de todo hombre de fe en Cristo conviven las actitudes de las dos hermanas de Lázaro, Marta y María: la contemplación y el servicio. Es bueno dedicarnos a procurar el bien de los demás; es bueno sentarse a los pies de Jesús para deleitarnos escuchando su Palabra. Sin embargo ninguna de estas actitudes debe anidar en el corazón del creyente excluyéndose mutuamente. Es bueno meditar su Palabra; pero mientras esto no nos lleve al servicio del prójimo no estamos viviendo a profundidad nuestra fe. Es bueno servir a nuestro prójimo, pero mientras esto no nos lleve a unirnos al Señor en la intimidad de la oración y de la escucha fiel de su Palabra nos quedaremos en una filantropía que no llega a convertirse en un acto de fe pleno. Por eso aprendamos a estar a los pies de Jesús, pero aprendamos también a poner en movimiento nuestros pies para anunciar el Nombre del Señor no sólo con los labios, sino también con nuestro servicio amoroso.

El Señor nos ha convocado en este día para que, como discípulos suyos, seamos instruidos por Él. Ciertamente la oración no puede concretarse únicamente a un desgranar oraciones aprendidas de memoria. Orar, dice santa Teresa de Jesús, es hablar de amor con Quien sabemos nos ama. Y hablar de amor es todo un compromiso, pues no sólo contamos nuestra historia, también escuchamos al Amado y, ante Él, tenemos la disposición de quien le dice: Habla, Señor, tu siervo escucha; y siervos porque estamos dispuestos a poner en práctica lo que el Señor nos indique. Y Él no sólo nos ha dirigido su Palabra; también nos manifiesta el amor que nos tiene entregando su vida por nosotros y convirtiéndose en alimento nuestro. Quienes somos testigos de su amor sabemos que estamos llamados a realizar a favor de nuestro prójimo lo mismo que el Señor ha hecho por nosotros.

Por eso, al volver a nuestra vida ordinaria sabemos que prolongaremos nuestra Eucaristía como un servicio a favor de los demás. Encontraremos muchos que requerirán de una mano que se les tienda para poder sobrevivir, encontraremos muchos pobres que sufren carencias mayores que las nuestras, encontraremos jóvenes desorientados a causa de propagandas consumistas, encontraremos hogares desintegrados a causa de inmadureces que incapacitan para el compromiso, en fin, encontraremos muchas miserias materiales, morales y espirituales. No podemos limitarnos a proclamarles el Evangelio con los labios, ni podemos quedar satisfechos porque ya oramos por ellos en la Eucaristía; tenemos que ponernos en camino hacia ellos para convertirnos en un signo del amor de Dios que se inclina ante ellos para levantarlos, para fortalecerlos, para devolverles la fe y la esperanza y la capacidad de seguir amando a Aquel que es la Vida y también a su prójimo como a hermanos suyos. Todo esto, ciertamente, requiere en nosotros una profunda conversión, de tal forma que abandonando nuestros egoísmos, podamos abrir nuestro corazón para amar sin fronteras, y para alegrarnos de que también los demás vuelvan al Señor y construyan el Reino de Dios junto con nosotros.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber orar al Señor con gran amor; la gracia de saber escuchar su Palabra y ponerla en práctica, especialmente siendo un Evangelio vivo del amor salvador y misericordioso de Dios para nuestros hermanos, especialmente para los más alejados de Dios, y para los más necesitados a causa de sus pobrezas. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-10. Contemplar el Evangelio de hoy

© mim.e-cristians.net

Día litúrgico: Martes XXVII del tiempo Ordinario

Ref. del Evangelio: Lc 10,38-42

Texto del Evangelio: En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».

Comentario: Mn. Josep Ribot i Margarit (Tarragona)

«Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola»

Hoy, como cada día, puedes aprender del Evangelio. Jesús, invitado en el hogar de Betania, nos da una lección de humanidad: Él, que quería a la gente, se deja querer, porque las dos cosas son importantes. Rechazar las muestras de afecto, de Dios y de los demás, sería un grave error, de consecuencias nefastas para la santidad.

¿Marta o María? Pero..., ¿por qué enfrentar a quienes tanto se querían, y querían tanto a Dios? Jesús amaba a Marta y María, y a su hermano Lázaro, y nos ama a cada uno de nosotros.

En el camino de la santidad no hay dos almas iguales. Todos procuramos amar a Dios, pero con estilo y personalidad propios, sin imitar a nadie. Nuestro modelo está en Cristo y la Virgen. ¿Te molesta la manera de tratar a Dios de otros? Intenta aprender de su piedad personal.

«Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude» (Lc 10,40). Servir a los demás, por amor a Dios, es un honor, no una carga. ¿Servimos con alegría, como la Virgen a su prima santa Isabel o en las bodas de Caná, o como Jesús, en el lavatorio de los pies en la Última Cena?

«Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola» (Lc 10,41-42). No perdamos la paz, ni el buen humor. Y para eso, cuidemos la presencia de Dios. «Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir (…); o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca» (San Josemaría).

«María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada» (Lc 10,42). Dios nos quiere felices. Que nuestra Madre del Cielo nos ayude a experimentar la alegría de la entrega.


3-11. El consejo de Cristo a Marta

Autor: P. Juan J. Ferrán

Encontramos a esta figura en S. Lucas 10, 38-42.

Yendo Jesús de camino, pasó por un pueblo. Parece que Jesús siempre va de paso, pero siempre va por algo, siempre nos enseña algo. En ese pueblo una mujer llamada Marta lo acoge en su casa. Mientras ella trajina para atender lo mejor posible a aquel huésped tan ilustre, una hermana suya, llamada María, se coloca a los pies de Cristo para escucharle. Marta se impacienta y le reclama a Cristo la tranquilidad de su hermana. Cristo aprovecha aquella situación para decirle a Marta con enorme cariño que en la vida realmente sólo hay una cosa importante y que María ha elegido lo mejor. La confianza que trasmite esta escena indica que la amistad de Cristo con aquellas hermanas era total. El Señor debió pasar muchos momentos con aquellos hermanos. Después nos contará el Evangelio que realizará con Lázaro uno de los milagros más grandes de los que realizó. En esta escena podemos descubrir cómo la vida humana tiene un sentido y cuál es realmente ese sentido.

¿Cuál es el sentido de la vida humana? Es ésta una pregunta que todos nos hacemos cuando vemos que no podemos lograr todo lo que queremos, cuando vemos que muere una persona en el inicio mismo de su vida, cuando contemplamos el sufrimiento de tantos seres humanos por culpa del egoísmo de los hombres, cuando vemos la desesperación de tantas personas ante el sufrimiento propio o de un ser querido. Y la realidad es que no podemos aceptar que todo se reduzca a nacer, vivir si es que se puede llamar vivir a muchas vidas, para terminar en la nada. El ser humano debe tener un fin más allá de las cosas que hace o que ve.

Marta representa para nosotros una forma de vivir. "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola". Impresiona el cariño de Jesús por aquella mujer que se desvivía por atenderle y procurarle bienestar. El hecho de repetir dos veces su nombre es señal de cariño, de ternura y de reconocimiento a su labor. Pero Jesús quiere prevenirla contra un gran escollo de la vida: el vivir sin más, el irse tragando los días sin ver en el horizonte, el hacer muchas cosas, pero no preocuparse de lo más importante.

Marta es el símbolo de una humanidad que ha dado prioridad al hacer o al tener sobre el ser, a la eficacia sobre lo importante, a la inmanencia sobre la trascendencia. Marta somos cada uno de nosotros cuando en el día al día decimos: "No tengo tiempo para rezar". "No tengo tiempo para formarme". "No tengo tiempo para pensar". "No tengo tiempo para Dios". Basta asomarse a la calle y a las casas para ver cuánto se hace, cómo se corre, cómo se vive. Pareciera que estamos construyendo la ciudad terrena o que hubiera que terminar cada día algo que mañana hay que volver a empezar.

El consejo de Cristo a Marta, santa después al fin y al cabo, está lleno de afecto, de afecto del bueno. La invita a tomarse la vida de otra forma, a respirar, a vivir serenamente, a preocuparse más de las cosas del espíritu. Ahí va a encontrar la paz y la tranquilidad. Le enseña a construir el presente mirando a la eternidad, pues así aprenderá el verdadero valor de las cosas. Sin duda, Marta aprendió aquella lección y, sin dejar de ser la mujer activa y dinámica que era, en adelante su corazón se aficionó más a lo verdaderamente importante. Marta, por medio de Cristo, había comprendido que la vida tiene un sentido, que el fin del hombre está por encima de las cosas cotidianas.


3-12. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Gál 1, 13-24 Reveló a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles
Salmo responsorial: 138 Guíame, Señor, por el camino eterno.
Lc 10, 38-42: María ha escogido la parte mejor.

Parece que fue Orígenes quien introdujo en la Iglesia la famosa distinción entre los preceptos y los consejos evangélicos. Según ésta, los primeros obligan a los cristianos, mientras que los segundos (concretamente la pobreza, castidad y obediencia) ofrecen el modo de conseguir una perfección mayor dentro del cristianismo a los que los practiquen. Tal distinción no concuerda demasiado con una interpretación seria del evangelio, pues monopoliza el radicalismo evangélico en provecho de una clase, la de los religiosos, de modo que la vía de los cristianos no religiosos resultaría menos perfecta, menos segura.

En el Nuevo Testamento, sin embargo, no se habla de una clase de creyentes a quienes estén reservadas unas exigencias particulares que los conviertan en un grupo de “perfectos”. El evangelio va dirigido en su totalidad a todos los cristianos; lo que Jesús exigió de modo particular a sus discípulos, los evangelistas lo proponen como una exigencia siempre actual para todos. La distinción de Orígenes no tiene fundamento evangélico. Como tantas otras.

Y si entre los creyentes se han hecho siempre dos grupos –unos considerados más perfectos y otros menos-, también entre los religiosos, ya de suyo “perfectos”!, se ha establecido una distinción entre los contemplativos (dedicados a la oración) y los activos (menos dedicados a la oración que a la acción); la perfección de los primeros excede a la de los segundos. Nada más disparatado.

A la base de esta última afirmación está la interpretación tradicional del texto del evangelio de hoy. Marta –se decía- representa a todos aquellos cristianos seglares que viven en el mundo; María es el prototipo de los religiosos dedicados a la vida contemplativa. María, sin duda, ha escogido la parte mejor, alejándose del mundo para dedicarse a Dios. La peor corresponde a todos los que tienen que andar distraídos, como Marta, con tanto trajín mundano.

Según esta interpretación, el evangelio sólo puede ser vivido en perfección dentro de los muros de un convento de clausura; quienes no estén en esa situación, la inmensa mayoría de los cristianos, son condenados a ser cristianos de a pie, segundones, clase de tropa. Pero en realidad no es así. Lo que en este evangelio se contrapone no es la acción y la contemplación, sino más bien dos modos de ser: uno, el de Marta, distraída con un activismo a ultranza, que le impide oír la palabra del Maestro, empeñada en que su hermana deje también de escucharlo; otro, el de María, que se ha hecho discípula de Jesús (se sentó a los pies de Jesús para escuchar sus palabras), camino seguro para poder hacer realidad “la única cosa necesaria: buscar el reino de Dios y su justicia”. Quien elige este objetivo, según Jesús, ha escogido “la parte mejor”, pero no puede en modo alguno olvidar el servicio a los demás.


3-13. El consejo de Cristo a Marta

Autor: P. Juan J. Ferrán

Encontramos a esta figura en S. Lucas 10, 38-42.

Yendo Jesús de camino, pasó por un pueblo. Parece que Jesús siempre va de paso, pero siempre va por algo, siempre nos enseña algo. En ese pueblo una mujer llamada Marta lo acoge en su casa. Mientras ella trajina para atender lo mejor posible a aquel huésped tan ilustre, una hermana suya, llamada María, se coloca a los pies de Cristo para escucharle. Marta se impacienta y le reclama a Cristo la tranquilidad de su hermana. Cristo aprovecha aquella situación para decirle a Marta con enorme cariño que en la vida realmente sólo hay una cosa importante y que María ha elegido lo mejor. La confianza que trasmite esta escena indica que la amistad de Cristo con aquellas hermanas era total. El Señor debió pasar muchos momentos con aquellos hermanos. Después nos contará el Evangelio que realizará con Lázaro uno de los milagros más grandes de los que realizó. En esta escena podemos descubrir cómo la vida humana tiene un sentido y cuál es realmente ese sentido.

¿Cuál es el sentido de la vida humana? Es ésta una pregunta que todos nos hacemos cuando vemos que no podemos lograr todo lo que queremos, cuando vemos que muere una persona en el inicio mismo de su vida, cuando contemplamos el sufrimiento de tantos seres humanos por culpa del egoísmo de los hombres, cuando vemos la desesperación de tantas personas ante el sufrimiento propio o de un ser querido. Y la realidad es que no podemos aceptar que todo se reduzca a nacer, vivir si es que se puede llamar vivir a muchas vidas, para terminar en la nada. El ser humano debe tener un fin más allá de las cosas que hace o que ve.

Marta representa para nosotros una forma de vivir. "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola". Impresiona el cariño de Jesús por aquella mujer que se desvivía por atenderle y procurarle bienestar. El hecho de repetir dos veces su nombre es señal de cariño, de ternura y de reconocimiento a su labor. Pero Jesús quiere prevenirla contra un gran escollo de la vida: el vivir sin más, el irse tragando los días sin ver en el horizonte, el hacer muchas cosas, pero no preocuparse de lo más importante.

Marta es el símbolo de una humanidad que ha dado prioridad al hacer o al tener sobre el ser, a la eficacia sobre lo importante, a la inmanencia sobre la trascendencia. Marta somos cada uno de nosotros cuando en el día al día decimos: "No tengo tiempo para rezar". "No tengo tiempo para formarme". "No tengo tiempo para pensar". "No tengo tiempo para Dios". Basta asomarse a la calle y a las casas para ver cuánto se hace, cómo se corre, cómo se vive. Pareciera que estamos construyendo la ciudad terrena o que hubiera que terminar cada día algo que mañana hay que volver a empezar.

El consejo de Cristo a Marta, santa después al fin y al cabo, está lleno de afecto, de afecto del bueno. La invita a tomarse la vida de otra forma, a respirar, a vivir serenamente, a preocuparse más de las cosas del espíritu. Ahí va a encontrar la paz y la tranquilidad. Le enseña a construir el presente mirando a la eternidad, pues así aprenderá el verdadero valor de las cosas. Sin duda, Marta aprendió aquella lección y, sin dejar de ser la mujer activa y dinámica que era, en adelante su corazón se aficionó más a lo verdaderamente importante. Marta, por medio de Cristo, había comprendido que la vida tiene un sentido, que el fin del hombre está por encima de las cosas cotidianas.


3-14. DOMINICOS 2004

No hay otro evangelio que el de Cristo

No hay otro Evangelio, pero algunos se complacen en turbarnos en nuestra fe...
Si alguien predica un Evangelio distinto del que hemos recibido y predicado, sea amonestado por la Verdad...

En los primeros versículos del capítulo primero de la Carta de san Pablo a los Gálatas, se lamenta el apóstol Pablo de que aquellos fieles se dejaran influir muy pronto por doctrinas que desfiguraban el Evangelio que les había mostrado en su predicación.

¡Qué trabajo más duro, pero hermoso, es mantener limpia la fe! Recordémoslo.

Hoy, en los versículos que utiliza la liturgia, ese Pablo apóstol, sorprendido y enérgico, les muestra quién es él y con qué fuerza o poder les expuso la Palabra del Señor Jesús. Pablo quiere, con esas palabras, provocar el retorno sincero a la fidelidad, a la fe en Dios.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura de la carta de san Pablo a los Gálatas 1, 13-24:
“Hermanos: vosotros habéis oído hablar de mi conducta pasada en el judaísmo con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba y me señalaba en el judaísmo más que muchos de mi edad y de mi raza, como partidario fanático de mis antepasados. Pero cuando Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó a su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles. en seguida, sin consultar con hombres... me fui a Arabia, y después volví a Damasco, y más tarde subí a Jerusalén para conocer a Pedro, y me quedé quince días con él...

Fui después a Siria y a Cilicia. Las iglesias cristianas de Judea no me conocían personalmente: sólo habían oído decir que el antiguo perseguidor predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir...”

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42:
“Un día entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.

Marta tenía una hermana llamada Maria que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio, hasta que se paró y dijo: Señor ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.

Y el Señor le contestó: Marta. Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. Maria ha escogido la mejor parte, y no se la quitarán “.



Reflexión para este día
Sintonicemos con el espíritu de Pablo apóstol
Cuando una persona habla a corazón descubierto, hay que detenerse a escuchar, y, luego, a ser posible, conviene meditar lo escuchado, según el peso de sus palabras.

Hoy nos interesa grabar los pensamientos y sentimientos de Pablo.

Él se reconoce tal cual era antes de haber encontrado a Cristo enemigo de Jesús, terco en sus convicciones, perseguidor de los discípulos...

Pero un día se encontró con la luz de Cristo, reflexionó sobre su conducta y dio un giro total a su vida. Aprendió a leer las Escrituras a la luz de Jesús, Hijo de Dios. Y viéndolo todo a esa luz, todo le pareció distinto, tan distinto que le resultaba evidente y necesario que las cosas cambiaran, conforme a las manifestaciones hechas por el Señor en su predicación y en sus revelaciones.

¡Ya es cambio de mente el que Pablo, que era terco y tradicionalista, mirara a los judíos y a una parte de los judeocristianos como anquilosados en la Ley vieja!

Reflexionemos sobre cómo cambian los papeles y actitudes en la vida, si aparece un nuevo sol. Mantengamos las claves fundamentales de nuestra existencia de cristianos, pero dejémonos transfigurar por el Espíritu, por la historia, por los hombres de bien.


3-15. Martes, 5 de octubre del 2004

Dios me reveló a su Hijo
para que yo lo anunciara entre los paganos

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 1, 13-24

Hermanos:

Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba, y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi exceso de celo por las tradiciones paternas.

Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació en revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de inmediato, sin consultar a ningún hombre y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que yo, me fui a Arabia y después regresé a Damasco.

Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con él quince días. No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor. En esto que les escribo, Dios es testigo de que no miento. Después pasé a las regiones de Siria y Cilicia. Las Iglesias de Judea que creen en Cristo no me conocían personalmente, sino sólo por lo que habían oído decir de mí: «El que en otro tiempo nos perseguía ahora anuncia la fe que antes quería destruir». Y glorificaban a Dios a causa de mí.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL 138, 1-3. 13-15

R. ¡Llévame por el camino eterno, Señor!

Señor, Tú me sondeas y me conoces,
Tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares. R.

Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras! R.

Tú conocías hasta el fondo de mi alma
y nada de mi ser se te ocultaba,
cuando yo era formado en lo secreto,
cuando era tejido en lo profundo de la tierra. R.

EVANGELIO

Marta lo recibió en su casa.
María eligió la mejor parte

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 38-42

Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor escuchaba su Palabra.

Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola; con todo el trabajo? Dile que me ayude».

Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, una sola cosa es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada».

Palabra del Señor.

Reflexión:

Gal. 1, 13-24. Dios llama al apostolado, y a la participación de su Vida divina de un modo gratuito. No importa el pasado personal del que es llamado; ante Dios sólo cuenta la respuesta que uno da cuando Él quiere confiarle a alguien alguna misión. Esto debe ir precedido por una verdadera conversión, pues no puede uno anunciar a Cristo a los demás y convertirse en un perseguidor de la Iglesia, o en un destructor de la misma a través de un antitestimonio de la fe que uno proclama. El Señor nos quiere totalmente comprometidos con Él; ante Él sólo cuenta el amor que nos tiene. Por eso hemos de procurar darle una respuesta positiva a ese amor, a su gracia, a su misericordia para con nosotros. Ante lo frágil de nuestra naturaleza Sólo Él puede fortalecernos para que permanezcamos como fieles testigos suyos; por eso a través de nuestra oración hemos de pedirle que nos fortalezca para que no sólo nuestros pasos dejen de ir por caminos equivocados, sino para que nos conceda la gracia de trabajar por su Reino. Vivamos con fidelidad el llamado que el Señor nos ha hecho para colaborar en la edificación de su Iglesia conforme a la medida de la gracia que cada uno ha recibido.

Sal. 139 (138). Antes de nacer, cuando aún nos íbamos entretejiendo en el seno materno, el Señor ya nos conocía. Desde ahí Él no sólo nos llamaba a la vida, sino que nos llamaba también a colaborar a favor de su Reino. Así alcanzamos a percibir que Dios tiene un plan de amor sobre nosotros, pues nos ha querido hacer colaboradores suyos en la construcción de un mundo renovado en Cristo. Ojalá y no defraudemos esa confianza que Dios ha depositado en nosotros, sino que cumplamos fielmente con la misión que nos ha encomendado de trabajar por la unidad de la humanidad en torno a Cristo, para que todos lleguemos a convertirnos en una continua alabanza del Nombre de Dios. Que Él nos fortalezca para que nuestra vida se convierta en el lenguaje a través del cual el Señor siga manifestando su amor a todos. Decidámonos a trabajar incansablemente por el Reino de Dios entre nosotros.

Lc. 10, 38-42. Hay muchas cosas que nos inquietan en la vida. Y no sólo a nivel personal, sino también social. Encontramos a muchos que han sido apaleados y dejados medio muertos; y nos detenemos ante sus diversos males para tratar de remediarlos, pues no es justo pasar de largo ante ellos. ¡Y cómo quisiéramos que muchos que se contentan con pasarse la vida a los pies de Jesús se hicieran solidarios de nuestros trabajos a favor de los demás para remediar sus males, y a favor de la justicia ante quienes han sido víctimas de los malvados! El Señor nos quiere como discípulos suyos no sólo escuchando su Palabra, sino poniéndola en práctica cuando vivimos cercanos a los demás y tratamos de ser para ellos un signo del amor misericordioso de Dios. Por eso le hemos de pedir a Dios que nos ayude para que no nos quedemos en una religión de prácticas religiosas, sino que demos el paso a una fe que nos identifique con Cristo en su entrega por nosotros. Que Él nos ayude a vivir nuestra fe de un modo totalmente comprometido.

Acudimos a la Eucaristía como fieles discípulos del Señor. Su Palabra, pronunciada sobre nosotros, no sólo nos instruye, sino que nos envía para que vayamos a los diversos ambientes de nuestro mundo y vivamos aquello de lo que aquí hemos sido testigos: que el Señor parte su pan para nosotros; que se ha puesto afanoso por nosotros para purificarnos, para hacernos dignos hijos de Dios y para conducirnos a la posesión de los bienes definitivos, pues nos ha preparado un banquete eterno. ¿Qué preparamos nosotros para los demás? ¿Sólo hemos venido a alimentarnos del Señor, o hemos venido para ser fortalecidos por Él e ir después a hacer con nuestro prójimo lo mismo que el Señor ha hecho por nosotros? Que la Eucaristía sea el momento de vivir a fondo nuestro compromiso con Cristo para colaborar con Él en su obra de salvación, que ofrece a la humanidad entera.

El Señor nos invita a no separar acción de oración, ni oración de acción. Conocemos los males que azotan grandes sectores de la humanidad; reconocemos el trabajo de muchos que trabajan a favor de una vida mejor y más justa para los demás. Ante estas realidades nos acercamos al Señor como discípulos para conocer sus caminos; para dejarnos penetrar por su entrega a favor de los demás; para hacer nuestra su Vida y su Espíritu, y para meter la mano en la solución de aquello que esclaviza al hombre, no generando luchas fratricidas, sino generando una vida más justa, una economía que no sólo vele por los intereses de los poderosos, sino también por los intereses de los trabajadores, cuyas familias muchas veces viven desprotegidas, faltas de todo. Entonces no sólo se vivirá un paternalismo, entregando ayuda a los pobres, sino que se vivirá la comunión fraterna, compartiendo lo nuestro con las clases más desprotegidas. Escoger la parte mejor significa convertirse en discípulo de Cristo para después actuar como testigo suyo en las realidades concretas de cada día.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir nuestra fe en una sincera relación de amor con Él, pero también en un servicio amoroso y fraterno a nuestro prójimo. Amén.

Homiliacatolica.com


3-16.

Marta y María

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Juan Pablo Menéndez

Reflexión

Hoy tengo que terminar el trabajo de trigonometría, que es para mañana, también tengo que ir de compras con mi madre; luego ver mi programa favorito, más tarde salir con mi novia, la música está a todo volumen...

Nos preocupamos por muchas cosas, nos quejamos de que hay poco tiempo para aquello que nos gusta, pero no nos damos cuenta de que solo una cosa es necesaria, escuchar al Señor en nuestro interior.

El evangelio de hoy nos presenta a una mujer atareada con los quehaceres de la casa, metida en muchos problemas, sin importarle quién está dentro de ella. Se pierde la dicha de vivir unos momentos increíbles al lado del Maestro de las gentes, pero no se da cuenta de la importancia que tiene el escuchar.

Cristo nos pone en guardia ante el mucho hacer y el poco meditar. Es necesario vivir más de cerca del evangelio. Con ello podemos ser hombres contemplativos y en el campo del apostolado hacer más y mejor, porque se cuenta con el apoyo de Cristo mismo.


3-17.

Reflexión

Aunque este Evangelio nos refiere (muy probablemente) a María la hermana de Lázaro, las palabras de Jesús se aplican perfectamente a María, su Santísima Madre. Son muchísimos los pasajes en los que Jesús, de manera especial en el evangelio de san Lucas, nos presentan a la Madre de Jesús como: “La que escucha y obedece la palabra de Dios”. Ahora bien este pasaje ha sido utilizado constantemente en la Iglesias para ilustrar las dos grandes vocaciones de la Iglesias: la vida Contemplativa (María) y la vida Activa (Martha). Las dos sirven a Jesús de diferente manera. Lo bello en María de Nazaret es que ella resume estas dos vocaciones y con ello nos invita a imitarla: El cristiano debe ser un contemplativo en la acción. ¿Por qué no te tomas unos pocos minutos de tu agitado día para elevar tu corazón a Dios, y darte cuenta de toda la belleza que él ha puesto a tu alrededor?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-18. 05 de Octubre 2004

150. En Betania

Martes de la Vigésima Séptima Semana del Tiempo Ordinario

I. Jesús visitaba con frecuencia la casa de sus amigos de Betania, (Lucas 10,
38-42) Lázaro, Marta y María; se sentía bien en aquel hogar rodeado de amigos. Durante mucho tiempo se ha considerado a Marta como figura e imagen de la vida activa, puesto que era ella quien le servía, mientras que María ha sido el símbolo de la contemplativa, porque sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras. Sin embargo, para la mayoría de los cristianos que han de santificarse en medio de las tareas seculares, no pueden considerarse como dos modos contrapuestos de vivir el cristianismo. El trabajo, el estudio, los problemas que se presentan en una vida normal, lejos de ser obstáculos, han de ser medio y ocasión de un trato afectuoso con Nuestro Señor (SAGRADA BIBLIA, Santos Evangelios), todas nuestras actividades han de alimentar nuestra conversación diaria con Él. A la vez, la oración ha de enriquecer todas las circunstancias por las que hemos de pasar.

II. Jesús le dice a Marta que sólo una cosa es necesaria en esta vida: el amor a Dios, la santidad personal. Cuando Cristo es el objetivo de nuestra vida las veinticuatro horas del día, trabajamos más y mejor. Éste es el hilo fuerte –como en un collar de perlas finas- que une todas las obras del día; así evitamos la doble vida; una para Dios y otra dedicada a las tareas en medio del mundo. No podemos tener dos vidas paralelas, la espiritual y la secular; a Jesús lo tenemos muy cerca de nosotros, como Marta y María lo tuvieron. Nos acompaña en el hogar, en la oficina, en la calle, en la diversión. No dejemos de referir a Él todo lo que sucede a lo largo de nuestra jornada.

III. Sólo una cosa es necesaria: la amistad creciente con el Señor. El mayor bien que podemos prestar a la familia, al trabajo, a la sociedad, es el cuidado de los medios que nos unen al Señor... El mayor mal, el descuido de estos medios por desorden, por tibieza, incluso por una aparente eficacia mayor en otras actividades que pueden aparecer como más urgentes o importantes. Cuando vemos que la multiplicidad de quehaceres tiende a ahogar el tiempo que dedicamos especialmente al Señor, basta que recordemos Sus palabras: una sola cosa es necesaria. Pidamos a Nuestra Señora que no perdamos nunca de vista al Señor mientras procuramos llevar a cabo con perfección, acabadamente, nuestras tareas profesionales.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-19. 27ª Semana. Martes 2004

Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada también a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta andaba afanada con los múltiples quehaceres de la casa y poniéndose delante dijo: «Señor, ¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude». Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa es necesaria. Así, pues, María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada». (Lc 10, 38-42).


I. Jesús, las dos hermanas de hoy -Marta y María- representan dos maneras no contrapuestas de vivir la vida cristiana. Marta está preocupada y atareada por el trabajo de la casa. Tú vienes acompañado de tus apóstoles y las santas mujeres, por lo que la visita debía suponer bastante actividad en la acomodación de todo el grupo. Marta trabaja con esfuerzo para servirte como te mereces. Pero no llega a todo, y le molesta que su hermana esté tan tranquila, sentada a tus pies.

María, escuchaba tu palabra. No quería perder aquella oportunidad: el Maestro había escogido su casa para pasar la noche; Dios estaba presente. Ante esta maravilla, María no se aparta ni un instante de Ti, bebiendo cada frase, cada palabra, cada gesto de quien es el Amor de sus amores.

Marta se dedica con alma y cuerpo a servirte, Jesús, a través de su trabajo material. María también se dedica con alma y cuerpo a servirte, contemplando tu rostro y meditando tus palabras. Marta es la vida activa; María es la vida contemplativo. Ambas vidas son vidas de servicio y amor a Ti, pero María ha escogido la mejor parte. Más que cualquier servicio material, quieres que sepa tenerte presente en mi vida: que te contemple, que medite tu palabra, que sea alma de oración.

Marta, en su empeño de aderezarle al Señor de comer, andaba ocupada en multitud de quehaceres. María, su hermana, prefirió le diese a ella de comer el Señor. Olvidóse, pues, en cierto modo, de su hermana, tan ajetreado por la complicación del servicio, y sentóse a los pies del Señor, donde, sin hacer nada, escuchaba su palabra. Con oído discretísimo había oído decir: «Estaos quedos, y ved que yo soy el Señor». La otra se consumía, ésta comía; la otra disponía muchas cosas, ésta sólo miraba una sola [71].

II. Para acercarse al Señor a través de las páginas del Santo Evangelio, recomiendo siempre que os esforcéis por meteros de tal modo en la escena, que participéis como un personaje más. Así -sé de tantas almas normales y corrientes que lo viven-, os ensimismaréis como María, pendiente de las palabras de Jesús o, como Marta, os atreveréis a manifestarle sinceramente vuestras inquietudes hasta las más pequeñas [72].

Jesús, no es que estés en contra del trabajo de Marta. En el fondo, el cuidado de la casa fue el trabajo diario de tu Madre, la llena de gracia [73], la persona más santa y, por tanto, más unida a Ti. Pero la Virgen no perdía la presencia Dios, la contemplación, la oración, cuando trabajaba. Y por ello, en medio de las actividades normales de la vida doméstica, tu Madre también había escogido la mejor parte.

Jesús, quieres dejarme claro con la escena de hoy que una sola cosa es necesaria: la vida de oración. Por eso es tan importante que sepa convertir -como la Virgen María- mi trabajo en oración. No es suficiente con hacer muchas cosas, ni cuenta más el trabajo de mayor categoría humana. A tus ojos, vale más el trabajo hecho con mayor amor, el trabajo hecho en presencia de Dios, realizado con la mayor perfección posible y con espíritu de servicio.

Jesús, si sólo una cosa es necesaria, y esta cosa es la oración, tendré que rezar más, e intentar tenerte presente durante todo el día. Y para ello, necesito retirarme algunos minutos cada jornada, sentarme a tus pies como María, la hermana de Marta, y escuchar tus palabras, a través de las páginas del Santo Evangelio, participando en esas escenas como un personaje más.

[71] San Agustín, Sermón 103.
[72] Amigos de Dios, 222.
[73] Lc 1, 28.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-20. Lo único necesario

Fuente: Catholic.net
Autor: P Mariano de Blas

En una ocasión Nuestro Señor estaba hospedado en casa de unos amigos. Eran tres hermanos: Lázaro, Marta y María. Marta era una de esas mujeres muy activas, que no pueden estar quietas, y andaba ocupada en preparar al Señor una buena comida, un buen hospedaje. Mientras su hermana estaba tranquilamente platicando con Él fuera de casa.

En un momento Marta se enoja y sale fuera a decirle a Jesús: “¿Te da lo mismo que mi hermana esté sentada ahí fuera tranquilamente, mientras yo estoy aquí con todo el trabajo de la casa?”.

El Señor le respondió: "Marta, te preocupas de demasiadas cosas; hay una sola cosa necesaria, y tu hermana ha escogido la mejor parte". Era como decirle: cuando yo vengo a su casa, me da mucho gusto que traten de darme una buena acogida; pero hay una cosa que me importa mucho más, y es que tú y tu hermana y toda la gente escuchen el mensaje de salvación que he traído a la humanidad.

Quisiera reflexionar sobre esas palabras: “lo único necesario”. ¿Qué es lo único necesario en la vida de todos los hombres? Lo único necesario, según El, es nuestra salvación; y, a este respecto, hay que decir, antes que nada, que Dios quiere salvarnos a todos absolutamente. Cuando El dio su vida en una cruz, no excluyó ni al hombre más perverso, ni a la mujer más malvada; todos estaban incluidos en la lista de los que se podían salvar.

Pero, a la fuerza, no va entrar nadie al cielo. Esto sí es importante que lo sepamos: a empujones no entrará nadie a la vida eterna. Entonces necesitamos decirle a Dios que realmente nos importa salvarnos.

¿Es posible que alguien se desinterese de su salvación? ¿Crees que a alguien no le importe salvarse? Bien, a Dios hay que hablarle no tanto con palabras, cuanto con obras; porque Él mismo en alguna ocasión decía: "No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos". Por lo tanto, mi vida, mis hechos, mis obras le tienen que decir a Dios de una manera muy clara, inequívoca:” QUIERO SALVARME”.

Ahora la pregunta es: Mi vida, mis obras, mis hechos ¿qué le dicen a Dios: me quiero salvar, no quiero, o a ratos parece que sí, y a ratos parece que no?

¿Qué es salvarse? Esta es la pregunta importante. Se puede decir que, positivamente, es conseguir una felicidad eterna, conseguir el cielo. Negativamente, es librarse de una infelicidad eterna, llamada de otra manera infierno.

Lógicamente creemos en el infierno, lo mismo que creemos en el cielo. Hay personas muy quitadas de la pena que piensan que el infierno no existe, y, como lo dicen ellas, es verdad, no existe. Así como yo puedo decir, por ejemplo, cuando está amaneciendo, que es de noche, y como lo digo yo, es de noche. Pues, de la misma manera yo tengo que escoger entre lo que dicen ellos y lo que dice Dios.

Yo veo a ese Dios colgado de un madero, muerto, destruido, deshecho, ¿para librarnos de qué?, ¿para asustarnos?, ¿para decirnos: pórtense bien, porque, si no, ya saben a dónde van a ir? ¿Para qué? ¿Para qué ese desperdicio de vida, de sangre: todo para librarnos de una cosa que no existe?.

Lo único necesario es salvarse: El que se salva sabe y el que no, no sabe nada.


3-21.